RELATIVIDAD. SIMPLICIDAD. (CUENTOS PARA NACER A UNA VIDA CONSCIENTE) En un país lejano, exótico y desconocido, tan lejano que no se podía localizar en el globo terráqueo, por más que unas manos infantiles lo girasen sin cesar en su búsqueda, vivía un niño llamado Jesús, con sus padres. Constituían una familia de cuatro miembros. Se podría decir que carecían de todo lo básico; la economía familiar se sustentaba en pequeños trabajos agrícolas que cuando la Madre Naturaleza se mostraba inclemente, debían de ser suspendidos. Su alimento consistía en una única comida al día, un poco de arroz y unas zanahorias. Sin embargo, ésta no era la única familia que reunía estas características, ya que en aquel pequeño poblado, las personas intentaban trabajar de sol a sol ganándole a la tierra lo que ella generosamente les ofrecía. Un día, con motivo desconocido e igualmente el lugar por el que accedieron al poblado, aparecieron cuatro hombres en un jeep, todos bien equipados, cámaras, trípodes, micrófonos, portátiles, móviles…,es decir, todo lo que en la era de las nuevas tecnologías forma parte de la vida cotidiana de la mayoría de los seres humanos. Jesús y los demás chiquillos del poblado, un tanto asustados y temerosos, se acercaron, observaron y vieron a aquellos hombres que hablaban una lengua extraña, nunca antes escuchada por esos lugares. Uno de los hombres tomó su cámara pretendiendo plasmar la pobreza de aquel poblado perdido, tan perdido, que ni siquiera figuraba en el mapa. Los niños, con sus pobres vestimentas, a decir verdad, escasas; unas chozas mal construidas con los materiales que les ofrecía la Madre Naturaleza, sin seguridad para las inclemencias del tiempo. No se podían contemplar coches, bicicletas, balones, motos…, nada de lo convencional en la cultura de donde ellos provenían. Ante los ojos del hombre sólo existía desolación, tristeza, vacío, la nada…comparado con el mundo de donde ellos procedían. Él se acordó de lo feliz que se mostraba su hijo, lo tenía todo y ofreció las gracias a Dios .Tomó su cámara intentando plasmar cualquier nimio detalle, gestos, parte de una choza, los cultivos, a los ancianos, a las madres, a los abuelos con sus toscas vestimentas y continuó con esta actividad durante un largo tiempo. Portaba una cámara digital de última generación que le permitía revelar las fotos unas horas más tarde en su jeep, que era al mismo tiempo una especie de laboratorio. Mientras que duraba este proceso, los cuatro hombres, hablaron de la pobreza, la miseria y por descontado de la infelicidad de aquellos pobres seres. Tomaron un ligero refrigerio, todo bien envasado al vacío procedente de una tienda de productos de primera calidad. Finalizaron justo coincidiendo con la terminación del revelado de las fotos. Las tomaron entre sus manos. En un primer momento, creyeron que algo había fallado en el proceso, uno opinó que el carrete estaba empezado y visualizaban fotos pertenecientes a otro escenario. No obstante, el proceso continuó y continuó. Caras de extrañeza, disgusto, incomprensión, por no obtener explicación lógica a lo que estaba acaeciendo. Tomaron la foto realizada a Jesús, un niño mal vestido…pero ésta mostraba el rostro de un niño contento, feliz, sonriente, amable, bien nutrido y vestido. ¡No puede ser¡ Exclamaron todos al unísono. Continuaron con una foto de una anciana, desdentada, vestida con harapos…y el resultado coincidió: mostró a una señora mayor, con una dentadura perfecta y vestida decentemente. ¡Ah, lo más sorprendente es que mostraba sus bellos dientes cuando sonreía ampliamente! Igualmente continuaron con el resto de fotos. En ninguna de ellas existía una justa correlación entre lo que ellos habían plasmado con la realidad manifiesta en las mismas. -¿Qué había ocurrido? -¿Dónde residía el misterio? Pensativos se retiraron a su jeep, montaron una tienda de campaña bien pertrechada para el transcurso de la noche, sacaron unas sillas y su correspondiente mesa. Dieron comienzo a su cena, dedicándose a observar a la comunidad del poblado. Todos sus moradores empezaron a salir de las chozas, se sentaron alrededor de un fuego prendido por el habitante de mayor edad, símbolo de respeto; permanecieron en silencio por algún tiempo, se designaba a la oración, a dar las gracias- ¿a qué?- se dirían aquellos hombres. ¡No poseían nada! Daban gracias a la luna por alumbrarlos esa noche de invierno; al sol que los calentaba; a la Madre Naturaleza que les proporcionaba el alimento necesario; a las estrellas, ya que cada niño era el guardián de una de ellas, la protegía, lustraba sus puntas para que emitiesen una luz brillante y eterna; a sus árboles que les ofrecían la sombra en los tórridos días de verano; al río, donde los niños se bañaban, jugaban, sentían el frescor en sus pieles, los purificaba. Además el río les proporcionaba alimento, esos peces tan deliciosos que capturaban y compartían con los demás. Y el GRACIAS con mayúscula estaba destinado a DIOS por haberlos traído a aquel poblado, sí, carente de todo para las personas convencionales, sin embargo, rico, abundante en FELICIDAD, AMOR, TERNURA, BELLEZA. Cuando un niño desconoce qué es un móvil no lo puede echar de menos, su juego consiste en cazar mariposas al vuelo para posteriormente dejarlas en libertad. Si una mamá no entiende el término “joya” no siente tristeza por no lucirla en su dedo; ella toma una flor, se la entrelaza en su cabello y es la belleza en sí misma. En el caso del hombre, si ignora lo que es un portátil para conocer la previsión del tiempo, carece de la menor importancia: observa la luna, las estrellas, el sol, los vientos y sabe a la perfección qué climatología vendrá y si beneficiará a sus cosechas. Después de ese gran momento de oración, se manifiesta la risa, la felicidad auténtica y consciente, se toman todos de las manos y entonan cánticos rítmicos, dulces, a veces melodiosos, otros que invitan a la danza y lo hacen gustosamente. Sus rostros, desdentados, surcados de arrugas,…traspasan a una realidad más espiritual, situando el cuerpo en otro plano. Es el espíritu el que se manifiesta alegre, el que canta, sonríe, el que permanece en comunión con DIOS, que les ofrece todo lo necesario para su existencia, constituyendo lo primordial LA FELICIDAD; es un pueblo agradecido por todo lo que poseen .Viven el amor y la gratitud plenamente, han lanzado al universo la palabra gratitud en una sinfonía mágica y éste le devuelve miles de motivos para continuar siendo agradecidos. Ante aquella visión, los cuatro hombres del jeep, que permanecían sin comprender la situación allí vivida, se arrodillaron; sus rostros estaban surcados por espesas lágrimas y empezaron a dar gracias a DIOS por haberles guiado hasta ese lugar tan recóndito del planeta. Sí, escondida y lejos se situaba la gran enseñanza que ellos necesitaban. Otra visión de la vida, de la existencia; la gran tecnología no consiste en comunicarse mediante un móvil, no; es el tocarnos, el acariciarnos, el abrazarnos, el acariciar a la madre, al niño cuando le decimos “hola”,”te quiero”.La tecnología es el alma de las máquinas; la del ser humano es un corazón puro. Jesús, en su humilde poblado, poseía la tecnología más avanzada, mucho más que la de cualquier centro escolar del más prestigioso nivel académico. El amor y la felicidad no funcionan con cables, es la sangre de nuestras venas, el amor, la empatía, la amistad, el cariño…la que pone en funcionamiento la tecnología del amor. Si en cualquier ocasión existe un corte en la corriente eléctrica, éste carece de importancia ya que el amor está alimentado por el sol, la luna y las estrellas, permanentemente, en nuestros cielos, en todos los lugares del planeta para los seres de corazones nobles, puros y amantes de la verdad. Prueba a estrechar la mano de un amigo cariñosamente, con auténtico entusiasmo, ¿Qué sientes? Has encendido el ordenador de los sentimientos. El otro, el de la tecnología, está hueco, vacío, falto de contenido. Sólo las mentes iluminadas lo entienden y sienten, como Jesús en su pequeño poblado, alumbrado por sus estrellas,… “En Aznalcóllar a 20 de Noviembre de 2013” Pepi Cueto -Plegaria de sal-