104 LATERCERA Sábado 15 de noviembre de 2014 Sociedad Espectáculos CRITICA DE DISCOS MECANICA Y QUIMICA Marcelo Contreras Crítico de música P ASA CON las bandas clásicas, los fans se enamoran de determinados periodos, lo antiguo es sublime, tal figura es irreemplazable, nunca sonaron mejor que en determinada gira. Con Pink Floyd, caso flagrante de sobre intelectualización en el rock (lo mismo con Bob Dylan), son tantas las posibilidades, discusiones y expectativas, que al final se crea un distractor ruido ambiente. En este caso, hablar de un nuevo álbum de los ingleses es basurear el concepto en sí. Las cosas como son: aquí hay material de segunda selección del último paso del grupo por el estudio en 1993, cuando vivían un engañoso segundo aire, convertidos ya en un museo con mastodónticas giras, impulsadas por discos ensombrecidos ante sus obras de los 70. Lo rescatado lleva la rúbrica de tres músicos que son escuela en distintos grados. Las posibilidades de desastre son mínimas si el guitarrista es David Gilmour, Richard Wright toca teclados, y en la batería figura Nick Mason. Crearon un lenguaje único dirigido en sus tiempos de magnificencia por Roger Waters, un sistema de comunicación en clave rock aún vigente, gracias a la múltiple descendencia musical cosechada en todo el mundo por décadas. ¿Estaban particularmente inspirados en esas sesiones que no cuajaron para The división bell (1994)? No mucho, irradian más mecánica que química. Aún así The endless river tiene cualidades cinematográficas, es la banda de sonido de una película inexistente, un fondo antes que un relato. En el material domina una sensación pegajosa, el carácter insoslayable de improvisaciones, bosquejos, devaneos en busca de momentos de iluminación, que luego servirán para canciones completas, moldeadas por voces y melodías, algo que no sucede con la excepción de Louder than words, con Gilmour al micrófono. Tan atractivo como probar un plato de alta cocina, al que le faltan ingredientes y cocción. Hay excepciones: el tribal despliegue de Mason para Sum y Skins, acompañado de la guitarra única de Gilmour –esa sirena espacial que escapa de sus manos-, y los sobrios decorados de Wright. Talkin’ Hawkin’, con sampleo de la voz de Stephen Hawking (algo que ya habían hecho en The division bell), contiene un ligero aroma a Los Jaivas, sobre todo gracias al piano. Más adelante en Surfacing, Gilmour ofrece un solo espectacular. Poco para 18 títulos. El canto de cisne de Pink Floyd, la manida definición utilizada por lo que queda del conjunto para describir este lanzamiento, es mas bien el eco lejano, mortuorio, de una banda que dejó de ser tal hace mucho. Pink Floyd ha muerto varias veces, la primera vez con la salida de Syd Barret, y siempre supo revivir. Ahora no. Es un zombi cuanto queda. Aquí hay material de segunda selección del último paso de Pink Floyd por el estudio en 1993, cuando vivían un engañoso segundo aire. Pink Floyd The endless river ESTO NO ES AMERICA O CHO canciones, el contenido de un viejo LP, grabadas en igual número de ciudades capitales del sonido de Estados Unidos (aunque imperdonablemente no aparecen Memphis ni Detroit), intentan trazar el mapa musical de la nación norteamericana. Foo Fighters viajan, se sumergen en cada urbe, y van pariendo temas. Resulta que todos los hijos son iguales. Cuesta descubrir cuál ciudad hay detrás, porque la banda de Dave Grohl repite su fórmula, y sólo es un turista en su propio territorio. La misión no varía: power pop de estadio, divertido, machacón, de veinteañero de alma, melódico y luego gritoneado, cervecero total. Nada malo en títulos como el primer single Something from nothing, registrada en Chicago, o la acelerada The feast and the famine, rotulada como un homenaje al punk de Washington, D.C, escena a la que perteneció Grohl. Pero dónde asoma Nashville en el rock estándar de Congregation, o qué hace particularmente californiana a Outside –en rigor nada-. Sonic highways pudo ser concebido y registrado en cualquier estudio y calificar como un disco promedio, digno, de Foo Fighters. Sin embargo se vende como una experiencia, un descubrimiento y una manera de entender a Estados Unidos. La idea y la campaña promocional es buenísima, pero el disco ha quedado pendiente. Foo Fighters Sonic Highways