93 LATERCERA Sábado 12 de julio de 2014 Sociedad Espectáculos COLUMNA DE MUSICA Otro ladrillo en la pared RR La última vez que el grupo se reunió, en 2005, con David Gilmour y Roger Waters a la cabeza (desde la izq.). FOTO: AFP V ISTO ASI a la rápida, como un titular destacado en la sección de espectáculos de cualquier medio del mundo durante esta semana, el mentado “retorno de Pink Floyd” se lee como algo mucho más sorprendente de lo que realmente es: un último raspado de olla de los que hace tres décadas mantienen propiedad sobre la prestigiosa marca. Y tampoco es que la ausencia de Roger Waters (70), el contraargumento de moda, aparezca hoy como una deuda tan determinante. Para ser francos, el bajista y ex líder que bien se gana la vida con esos monstruosos shows inspirados en los mejores discos de su banda madre –y que Chile ha presenciado con Mauricio Jürgensen Crítico de música El retorno de Pink Floyd es un último raspado de olla de los que hace tres décadas mantienen propiedad sobre la marca. particular entusiasmo en 2002, 2007 y 2012-, lleva un buen tiempo sin publicar algo a la altura de lo que construyó a bordo de este viejo transatlántico británico hoy dispuesto para un último zarpe. Más aún, es muy probable que en la odiosa comparación con su viejo colega, sea David Gilmour (68) el que ha encarado la adultez con algo más de lucidez creativa tal como se advierte en On an Island (2006). Lo concreto es que lo que está a punto de ver la luz bajo el nombre de Pink Floyd -jugada que hace salivar a la decaída industria del disco- es el registro maquillado de viejas sesiones de 1993 y 1994, que el mencionado Gilmour grabó junto al baterista Nick Mason (70) y el tecladista Richard Wright, fallecido en septiembre de 2008 con 65 años de edad. De nuevas canciones, así como uno entiende nuevas canciones como fruto de una creación reciente, el anunciado The Endless River tendrá poco y nada. Más bien, se trata de cortes instrumentales y otros bosquejos que por estos días se adornan en estudio con coristas como Durga McBroom, cercanos a la banda como el bajista Guy Pratt e invitados ilustres como David Crosby y Graham Nash. ¿De dónde viene entonces el interés global por un retorno que no es tal? Precisamente, de la ceguera del que no lee más allá del titular, de la desesperación de viejos empresarios que quieren volver a capitalizar con la venta de discos y también de lo que representa este conjunto dentro de la historia de la música popular. Al conjunto londinense iniciado en 1965 se le atribuyen ventas globales por más de 250 millones de unidades (74 de esos millones únicamente en Estados Unidos) y The Dark Side of the Moon, de 1973, figura como el cuarto título más rentable de la historia. Dicho de otro modo, un “nuevo” disco de Pink Floyd, no importa la época, nunca va a ser un asunto trivial. Aunque tenga poco de nuevo, lo firme un elenco incompleto o esté armado de sobras. Con marcas como las del grupo de The Wall a veces basta con la fantasía que despierta su nombre. Con otro ladrillo en la pared.