Deseo* Sallie Tisdale 1 deseo sexual es involuntario, pero tiene una vida literal : cualquier deseo nace, vive, evoluciona, envejece, cambia y muere. Alguien entra o se mete en un estado de deseo sin previo aviso, y puede salir del mismo modo : alguien se sale del deseo de súbito, sorprendido, de repente frío, frustrado, desposeído . La persona que tiene el deseo no es su herramienta, pero tampoco exactamente su dueña . Cualquiera de nosotros puede hacer el intento de no actuar según sus impulsos, y solemos conseguirlo, pero el impulso sigue vivo, demandante, insistente, tedioso sin importar qué escogemos.Y algunos deseos son mucho más irresistibles que otros . Tendida en la cama de un hotel, escuchando el tenue y rítmico chirrido de la cama al otro lado de la pared, se está condenada a sentir un impulso de alguna especie . Cuando se mira a la propia sexualidad, se llega a un punto en que una se puede abandonar a ella : al hecho de tu sexualidad, sea cual sea . Primero había escrito "se llega a un punto en el que una se tiene que abandonar", pero por supuesto no se tiene que, no hay nada inevitable en ello . Hacerlo es verdaderamente lascivo, en el sentido más puro de la palabra : la ola sube hasta que se derrumba por su propio peso y una se ahoga . El control desaparece . Una está dispuesta a que la vean del todo y de verdad ; se ha abandonado todo . La amplia llanura del deseo sexual surge espontánea, por su propia e incontrolada decisión aparte, y sorprende, desconcierta y a veces gusta a la persona en la que surge . Roland Barthes se sorprendió a sí mismo escrutando el cuerpo de su amante, y fascinado con su propio escrutinio, trató de conocer "la causa de mi deseo . . . soy como esos niños que desarman las piezas de un reloj para encontrar E * Tomado de Talk Dirty to Me, Doubleday, Nueva York, 1994 . 3 debate feminista, abril 1995 qué es el tiempo" . Pero esa obsesión se da sólo parcialmente sobre el cuerpo del otro . Se da más, y de un modo más importante, sobre el otro, la opacidad enloquecedora y fascinante del otro al que no se puede olvidar ni siquiera un momento . El estado que el deseo despertó duele y gusta a la vez, y el grado de dolorosa frustración asciende exactamente de acuerdo con el grado de intensificación del placer . Cuando se nos excita, el ego lidia con el superego y lo derrumba, y mientras ambos están luchando, el mudo e insensato ello dirige el espectáculo . Hormonas, génetica, feromonas, qué más da . Sólo quiero eso, o esto . Lo quiero tanto que apenas puedo pensar en otra cosa, lo quiero aquí, ahora, de todas las maneras que puedo . El apetito de otro nos puede destruir. El hambre nos transforma en comida, en una cosa, algo a ser devorado, aunque el hambre sea de amor. Demasiado deseo hace imposible la realización del deseo porque el deseo se convierte en la meta y la conclusión . Hace años tuve un amante que parecía insaciable . No era sexo de lo que no podía obtener suficiente, sino cercanía, y el sexo era la única manera en que él creía que ésta podía darse . Me besaba como si estuviera dispuesto a masticar mi piel para llegar a través de ella dentro de mí, poseerme, para no estar solo . Cuando lo abandoné me sentí tragada y odié esta sensación . En aquella época, yo estaba atrapada en ideales románticos y pensaba que debía querer que me adoraran . Pero cuando se acercaba a mí con esa tenacidad, me quedaba sin respiración . Con él, yo quería menos deseo, mucho menos, no más. Traducción : Isabel Vericat