2012 - Año de la Familia propuesto para la iglesia en Uruguay La Familia, patrimonio de humanidad. (Adaptación de reflexiones hechas por Don Pascual Chávez en el año 2006 con motivo del Aguinaldo «Familia, cuna de la vida») “En este valle de lágrimas”: dolor y separación Todos los seres humanos quieren alcanzar metas, quieren “llegar”. Y todo lo que hacen, lo hacen con una única finalidad: ser felices. Sin embargo, la vida no ahorra preocupaciones, derrotas ni rupturas. También la familia más feliz puede encontrar, a lo largo del camino, dificultades y lágrimas. Muchos acontecimientos atentan hoy contra la tranquilidad y pueden llegar a matar la esperanza de una familia: la violencia, la pérdida del trabajo, la infidelidad, la indiferencia de sus integrantes, la depresión, la separación, la enfermedad… La palabra de orden en estos casos es “salir del pozo”, lo que puede significar “crecer”. Aunque parezca raro, las dificultades templan, vigorizan, forman. Es cierto: los períodos de crisis quitan tranquilidad y angustian; pero si la familia se mantiene unida, adquiere una mayor solidez y puede volver a organizarse y reiniciar su camino. Ser fuertes en la adversidad quiere decir no dejarse encerrar en un callejón sin salida y, cuando todo parece bloqueado, ser capaces de tomar la decisión de buscar por otro camino. LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN La mejor garantía para superar las dificultades es una comunicación que parta de un trabajo de grupo fundado en la cooperación, el aprecio y la igualdad. Mejorar la comunicación es escuchar mejor y expresarse más. Cuando un problema familiar se enfrenta entre todos, se encuentra más fácilmente la solución. Precisamente, la educación consiste en plasmar una persona con las capacidades necesarias para superar los problemas que le presenta la vida. Los padres saben que no pueden proteger a sus hijos indefinidamente. Por tanto, tienen que tener dos actitudes. Una es la solidaridad incondicional: “¡Pase lo que pase, estamos aquí para ti!”. Esta actitud significa también admitir el derecho a equivocarse y comprometerse a enseñar a los hijos a superar los obstáculos. Significa además percibir la familia como el lugar donde nos preparamos para enfrentar los desafíos y reemprender el camino. Sin familia es imposible superar las crisis. La segunda es entrenar a los hijos en una buena disciplina constructiva, que los haga aceptar el principio de la realidad y el sentido del límite. Todas las crisis nacen del límite de ser criaturas débiles e imperfectas. Los hijos se entrenan para la vida a través de los “no” motivados de sus padres. Los “no” ayudan a crecer fuertes. Si los padres satisfacen todos los caprichos de sus hijos, éstos serán incapaces de soportar la frustración. El padre que, de buena fe, trata de ahorrar al hijo todo sufrimiento, le está quitando la oportunidad de desarrollar los instrumentos indispensables para enfrentar las dificultades. Los límites ayudan a desarrollar los propios recursos. EL DERRUMBE DE LA SEPARACIÓN En el mundo actual, hay una forma de crisis que apunta directamente a la destrucción de la familia. Es la separación o el divorcio, considerados una forma de acabar con el dolor de una relación no satisfactoria. Cada año, miles de personas cometen homicidios o suicidios, pero centenares de miles eligen el divorcio o la separación. En estos últimos tiempos, el cincuenta por ciento de los matrimonios se derrumba; ¡hay quienes tienen dos, tres o más divorcios! La nuestra podría ser considerada “la sociedad de lo desechable”. Los alimentos se presentan con hermosos envoltorios destinados a la basura, los automóviles y electrodomésticos se proyectan para volverse obsoletos, los muebles se cambian porque ya no están de moda, las relaciones de negocios se cultivan hasta que rinden. Incluso la preñez no deseada es “eliminada”. No sorprende mucho, por tanto, que la sociedad haya llegado a aceptar el concepto del matrimonio “desechable”. Si ya no hay gusto para seguir juntos, lo más fácil es renunciar al vínculo matrimonial “para rehacer la vida”, como se dice. Pero, para los hijos, éste no es un factor indiferente o, como muchos suponen, un acontecimiento “normal”. Toda separación derrumba con violencia su mundo afectivo: se sienten abandonados por quienes los trajeron al mundo y pierden, de un solo golpe, casi todos los puntos de referencia. Nunca más verán el amor, el matrimonio y la relación entre los sexos como los veían antes. De la casa construida sobre roca pasan a la casa edificada sobre arena, y viven la separación de sus padres como una grave injusticia. LA RESPUESTA DE LA FE La fe ofrece perspectivas enteramente diversas. La conversión: con la gracia de Dios, las personas pueden cambiar también en forma radical. La esperanza: la energía victoriosa de quien sabe que “nada es imposible para Dios”. La fuerza del amor: es el arma más poderosa. El problema de muchos cónyuges es que piensan en el amor como si fuera una emoción. El amor es mucho más, es acción. Una “regla de oro” del Evangelio dice: “Hagan a los demás todo lo que quieren que les hagan a ustedes” (Mt 7,12). Es una definición del amor. El hecho que el amor sea una acción, más que una emoción, significa que es posible seguir amando al cónyuge también cuando no se experimentan fuertes movimientos emotivos. De las acciones puede volver a nacer la emoción. Ésta es la razón por la que, en el primer siglo d.C., el apóstol Pablo, dirigiéndose a los esposos, decía: “Amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia, hasta sacrificar su vida por ella” (Ef 5,25). Y finalmente, el sacrificio: es la dimensión definitiva del amor, la que permite crecer hasta “tocar el cielo” ¿Cuáles son las dificultades con que te encuentras a diario para mantener unida a tu familia (pareja, hijos, padres, abuelos…)? ¿Con qué “dolores” familiares te resulta más difícil lidiar? ¿Qué te sugiere esta lectura para mejorar?