“La Eucaristía nos hermana y reconcilia” CORPUS CHRISTI 2014 Les hacemos llegar el presente subsidio para meditar y profundizar en la catequesis el misterio de la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar con motivo de la Solemnidad de Corpus Christi. Un poco de historia… Esta solemnidad se celebró por primera vez en Lieja en el año 1247 a instancias de una religiosa, Juliana de Mont-Cornillon. En una visión ocurrida en 1208, el Señor le hizo comprender la necesidad de instaurar en la Iglesia una fiesta anual para honrar el sacramento del altar. En 1264 el papa Urbano IV, impresionado por un milagro eucarístico que tuvo lugar en Bolsena instituyó la nueva solemnidad. Nos decía Benedicto XVI en Porta Fidei: “Deseamos que este año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente desde donde mana toda su fuerza”. En el año de la fe el Señor arzobispo nos convoca a participar en la misa y la procesión de Corpus Christi bajo el lema “Este es el Sacramento de nuestra fe”. En cada misa, después de imponer las manos sobre las especies de pan y de vino para que mediante la efusión del Espíritu Santo y las palabras de la consagración (que son las palabras que Jesús pronunció en la última cena) se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el sacerdote, luego de una profunda inclinación dice: “Este es el misterio, o el sacramento de nuestra fe”. A lo cual respondemos Amén. Recordemos…. ¿Qué son los sacramentos? El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual; y que realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo”1084 Es decir que son signos visibles que hacen presente la gracia invisible. Esta gracia invisible es la presencia salvadora de nuestro Señor Jesucristo. En el sacramento de la Eucaristía los signos visibles son el pan y el agua y las palabras las pronunciadas por el mismo Señor en la última cena, que repite el sacerdote, y la acción es la imposición de manos mediante la cual el poder del Espíritu Santo los transforma en el cuerpo y la sangre real de nuestro salvador. ¿Por qué sacramentos de la fe? “Los sacramentos están ordenados especialmente a la santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo, y en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como signos, también tienen un fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe” CIC 1123 Son sacramentos de la fe en un doble sentido: primero porque la suponen, sin fe no se pueden celebrar fructuosamente los sacramentos; pero una vez recibidos la fortalecen y la alimentan. ¿Por qué la Eucaristía es llamada especialmente el sacramento de la fe? Por un lado porque todos los sacramentos de la fe encuentran en la Eucaristía la plenitud. Todos los sacramentos tienen como fin llevarnos a la comunión, a la intimidad con Dios; y esta se da especialmente en la Eucaristía porque allí está Cristo en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Por otro lado solo la fe (que es un fiarse en la Palabra de Dios) nos dice que Cristo está presente bajo las especies consagradas de pan y vino; ya que los sentidos nos engañan. Ya Santo Tomás de Aquino decía que tanto la vista como el tacto y el gusto nos engañan sólo el oído –porque la fe nace de la escucha- nos permite afirmar que allí está Dios. Leemos el pasaje de la multiplicación de los panes (Lucas 9,10-17) Reflexión en torno a la Palabra de Dios. La primera imagen que nos presenta el evangelista San Lucas es a la multitud que busca a Jesús. Es la misma multitud que inspiró a Jesús la enseñanza de las Bienaventuranzas. Entre la multitud hay pobres y hambrientos, gente herida en su cuerpo y en su espíritu, buscadores de justicia y paz. Hoy también son muchos los que buscan a Jesús: ¿por qué los buscamos, que esperamos de Él? Detrás de toda necesidad está el deseo y el anhelo de felicidad que solo Dios puede colmarlo en plenitud. Lo primero que hace Jesús es hablarles largo rato del reino. Jesús les predica, les enseña la Palabra de Dios. A Jesús se lo encuentra en su palabra, por eso todos podemos decir con Pedro “Señor a quién vamos a ir solo tú tienes palabras de vida eterna”. Si observamos bien, en cada misa primero está la liturgia de la Palabra, “porque el hombre no vive solamente de pan sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. ¿Buscamos a Dios en su palabra, leemos asiduamente la Biblia? El texto dice que muchos fueron sanados… porque la palabra de Dios es sanadora, así lo confesamos antes de comulgar “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. El milagro acontece al caer el día, al atardecer, como la última cena. Los apóstoles quieren despedir a la multitud, en ellos hay una actitud de despreocupación y falta de compasión por la gente. ¿No será nuestra actitud frente a tantos problemas y necesidades del hombre de hoy? Jesús dijo y nos vuelve a decir “denles ustedes de comer”. La fe está unida necesariamente a la caridad. La fe lejos de aislarnos del hombre y de sus necesidades concretas nos apremia por el amor a solidarizarnos y a jugarnos por entero por la promoción del hombre. ¿Qué hago por los demás? Un niño aporta cinco panes y dos pescados. La solución está en las manos de los que se hacen como niños. Lo propio del niño es confiar, tenemos que aportar lo poco o mucho que tengamos y después confiar en que Dios hará el resto. Tenemos que animarnos a poner nuestra nada en las manos de Dios. ¿Cuáles son los cinco panes y los dos pescados que tengo para aportar para el bien de los demás y para el servicio del reino? Los panes y los peces pueden ser nuestros talentos, capacidades, tiempos, contactos… Sobre ellos Jesús dio gracias y pronunció la bendición como acontece con el pan y el vino cada vez que celebramos la misa. La escena evangélica es un anuncio de la Eucaristía, la cual es el verdadero alimento que sacia el hambre del hombre, que es siempre hambre de Dios.