“Las once de la mañana” de Hopper 1926 Óleo lienzo 71,3 x 91,6 cm Miguel Elías El único tema y modelo de la pintura Hopper es la soledad. Todas y cada una de sus pinceladas son soledad iluminada por el transcurrir del tiempo. Aquí una figura de una mujer desnuda mira por una ventana hacia media mañana. No vemos su rostro, no nos muestra expresión alguna. Porque quien mira por esa ventana eres tú, yo… El objeto de su mirada, una vez mas como en muchas de sus pinturas, está oculto, es un misterio. Ella, tú, yo, al contemplar el cuadro podemos ver lo que no ve quien se halla fuera del cuadro. Composición genial donde Hopper crea una realidad propia, autónoma. El espectador, como siempre en Hopper, es un observador que solamente tiene acceso a una parte de lo que acontece. Lo demás es misterio,… misterio pictórico, para el que contempla. Hopper,muy inteligentemente, nos coloca como observadores en un tránsito. Nos permite una pequeña mirada a un pequeño detalle del exterior que la mujer desnuda contempla y un vistazo absolutamente neutro a la habitación que respira Silencio y soledad. Busca la máxima ecuación con los mínimos elementos. Parece gritarnos que aquí, en su pintura que es su religión, nada se profana con la artificialidad y el poner por poner. Él sabe que toda su fuerza y su poder está en haber pintado el flotar del aire de esa habitación junto a la respiración de esa mujer desnuda que mira a una ventana al mediodía. Antes que él, esta esto mismo lo pinta como nadie Velázquez en sus cuadros y nos deja la regla en su obra cumbre, “Las Meninas”. El aire y la respiración de los retratados flota en el espacio, ¡qué difícil es pintar eso! Solo los maestros lo consiguen. Pintar lo inmaterial, dentro de la materialidad. En 1992 el fotógrafo norteamericano Joel Meyerowitz, retoma este cuadro de Hopper y crea su obra “Interior en Nueva York”. La posición de la mujer, esta vez vestida, es parecida. La luz es hopperiana., pero al contemplar esta fotografía uno descubre que es menos realidad que la pintada por Hopper en 1926, que la cruda realidad de la fotografía ha asesinado el misterio y el aire flotando que tanto placer nos proporciona al contemplar el cuadro. Una vez más el misterio de la pintura se hace presente para quien ve, para quien es capaz de pararse y contemplar en el silencio y la soledad. Retumban en mi mente las palabras que Hopper escribió en 19 de octubre de 1939 a Charle H. Sawyer “En todo arte hay tanto de la expresión del subconsciente que creo que la mayoría de las cualidades importantes se plasman de forma inconsciente y que pocos son el resultado de un proceso intelectual consciente”.