FAMILIA Y ESCUELA EN UN CONTEXTO DE CAMBIO. Marta Dodero Fuejo Carmen Vázquez Domínguez UNIVERSIDAD DE CÁDIZ La familia y la escuela, son instituciones sociales fundamentales para la incorporación, desarrollo y consolidación de la persona en la sociedad, sin embargo, la sociedad actual dinámica y profunda se encuentra expuesta a una complejidad cada vez mayor y debe responder a una serie de desafíos en sus tareas socializadoras y educativas. La familia ha cambiado, asistimos “en directo” a este proceso. El efecto de las transformaciones sociales de la modernidad, nos presenta una nueva familia que, ha dejado de ser el elemento central de la estructura social para, así, dejar paso a otras instituciones que asumen algunas de las tareas tradicionalmente gestionadas por las familias. Nuestra sociedad es una sociedad de organizaciones1 y son éstas las que van asumiendo las tareas y responsabilidades hasta ahora asignadas a las familias. La pérdida de protagonismo de la familia como elemento fundamental de la estructura social, ha supuesto una profunda transformación para ésta, sus cometidos tradicionales desde la fórmula de la familia tradicional extensa han variado de tal forma que, para algunos es difícil reconocer en el modelo actual a la familia nuclear. Las nuevas y diversas situaciones familiares, que en ocasiones se han interpretado como síntomas de su decadencia, asumen misiones de diferente alcance, entre las que cabe destacar el repliegue hacia sus funciones más íntimas y domésticas, dejando así, para otras instituciones sociales tareas, que venía realizando en solitario y que en la actualidad está transfiriendo o delegando. El conjunto de transformaciones sociales afectan directamente a la familia, a su estructura, funciones y futuro. Cualquier cambio que se produce en nuestra sociedad afecta en mayor o menor medida a la familia, casi nada le es ajeno. Por ello mismo, nuestro análisis pretende centrarse en aspectos concretos presentes en la familia y la escuela. Los rasgos que observamos en la familia moderna provienen fundamentalmente del proceso de industrialización, urbanización, transición demográfica, reformas políticas, sanitarias y educativas. La institución familiar está inmersa en una sociedad dinámica y cambiante, situación que ha llevado a ésta a adaptarse forjando nuevos hábitos y modos de vida familiar, nuevos hogares y cambios en las creencias y valores propios de las familias tradicionales. Aunque durante algunos años, ya pasados, se ha mantenido un debate intenso sobre la crisis de la familia dentro del cual algunos se atrevieron a profetizar su muerte2, la realidad es que la 1 2 MAYNTZ, R. (1972): Sociología de la Organización, Alianza, Madrid, p. 23. COOPER, D. (1971): The death of the family, Penguin, New York. familia existe y sigue ocupando un lugar principal en la estructura social. La familia conserva, aunque modificando algunas de sus funciones, su estructura y se convierte en objeto de especial interés para otras instituciones sociales con las que adquiere nuevas relaciones y compromisos. Al entrar a analizar las relaciones que se dan entre la familia y escuela en un contexto de cambio, nos damos cuenta que son diversos los actores que intervienen en esta relación y de naturaleza muy variada. Entre las funciones que actualmente se atribuyen a la familia, observamos cómo ésta encuentra limitaciones para responder a las necesidades concretas de la sociedad en la que actúa y ha de recurrir a otras instituciones sociales, entre las que debemos destacar a la institución escolar. Cuando hablamos de familia, independientemente de las transformaciones que ha sufrido en las últimas décadas, estamos hablando de una institución social de una amplísima trayectoria en el tiempo, en diferentes culturas y en las más variadas dimensiones e interpretaciones3. Sin embargo, cuando estudiamos la institución escolar nos estamos refiriendo a una institución relativamente reciente resultado de un proceso de construcción que comienza en tiempos del Renacimiento4 y que aún en el siglo XXI todavía no se ha extendido a todas las sociedades humanas. Desde una perspectiva amplia que solo pretende poner de manifiesto una realidad social en sí misma compleja como son las relaciones familia y escuela, que a su vez también presentan una gran complejidad de manera independiente, intentamos localizar significados sociales a los diferentes procesos de cambio a los que se encuentran sometidas ambas instituciones sociales. La principal tarea de la familia es la de integrar a los individuos en la sociedad en que les ha tocado vivir, en ella se lleva a cabo el proceso de socialización primaria de gran intensidad, a través del cual, el individuo se llega a constituir en ser social. En una primera etapa, el individuo se pone en contacto con las pautas y normas de conducta por la percepción de las conductas de los demás, esto se produce principalmente en el ámbito familiar participando en las estructuras domésticas donde asume su situación social, adquiere diversas maneras de interpretar las pautas y normas de comportamiento que se le van presentando. Aunque la socialización se produce en el marco de una sociedad global y en ella actúan instituciones, instancias y agentes muy diversos, todos tienen en común que despliegan sobre el individuo acciones muy variadas en orden a transmitir, inculcar, enseñar elementos de la cultura y pautas sociales para vivir en un entorno dinámico, flexible y cambiante. 3 LAMO DE ESPINOSA, E. (1995): “¿Nuevas formas de familia? En Claves de razón práctica, marzo, pp.50-54. 4 FERNÁNDEZ PALOMARES, F. (2004): Sociología de la Educación, Pearson Educación, Madrid, p.123. Entre los grupos y contextos sociales en los que se produce la socialización del individuo se viene considerando como más importantes a la familia y a la escuela. Conviene tener en cuenta que ambas instituciones en su papel de agentes de socialización primaria presentan aspectos comunes que implican actuaciones conjuntas en cuanto a la transmisión de normas, pautas de conducta, definiciones de situaciones sociales y diferentes procesos presentes en la dinámica socializadora. El proceso de modernización de la familia supone una pérdida de funciones a partir de las que tradicionalmente había venido asumiendo. Esta circunstancia debe considerarse en profundidad para entender el proceso de socialización familiar en la actualidad, ya que esta variabilidad afecta a la posición de la familia en cuanto a su papel socializador. Hasta hace relativamente poco tiempo, la familia era capaz de cumplir con su compromiso de cuidado, protección y formación de las nuevas generaciones, sin embargo en la actualidad esa tarea le sobrepasa y la comparte con otras instituciones especialmente con la escuela. Es en el ámbito familiar donde se consolidan unos valores, normas, formas de pensar, obrar y sentir que se incorporan a la personalidad del individuo que a su vez la escuela se encargará de asegurar, fortalecer, reprimir u ocultar con la ayuda de otros agentes de socialización como los grupos de iguales y los medios de comunicación de masas. La educación familiar está basada en los aspectos no formales de ésta, aquello que el niño aprende fuera del ámbito educativo y que a su vez completa la escuela. La familia actual se encuentra sobrepasada para educar a las generaciones actuales, tiene grandes dificultades para hacerlo. Son muchos los motivos que dificultan la tarea, y para que ésta fuera eficaz sería necesario una nueva visión educadora tanto por parte de la familia como de la escuela, ya que ésta también se encuentra con retos y dificultades que necesita superar a través de relaciones más intensas con la familia y el entorno social cambiante. El trasvase de funciones de la familia a otras instituciones pasa por una delegación de responsabilidades formativas a la escuela. La familia criaba y cuidaba a sus hijos en solitario, en la actualidad lo hace con ayuda de la escuela infantil, guarderías y otras personas ajenas a la familia. Los niños se escolarizan cada vez a edades más tempranas, aunque en España la escolarización es obligatoria a partir de los 6 años, una gran mayoría DE LA POBLACIÓN INFANTIL se escolariza antes de esa edad por motivos muy diversos. Para muchas familias la escolarización precoz de sus hijos es la única fórmula para poder atender sus responsabilidades laborales, ya que el progresivo alejamiento de la mujer del ámbito doméstico para incorporarse al mercado de trabajo precisa de entornos dedicados a cuidar y atender a sus hijos desde edades muy tempranas. Esta realidad que va en aumento, provoca por un lado que la familia se vaya desentendiendo del proceso de socialización infantil que protagonizaba prácticamente en solitario, para tener que compartirlo con otras que por otro lado deben asumir nuevas responsabilidades y tratar de dar respuesta a otras necesidades de las familias. Los niños van a pasar más tiempo fuera del hogar alejados de los padres y más en la escuela infantil, de forma que el entorno socializador se amplía, la familia como marco informal y la escuela como formal, a parte de otras actividades, como el tiempo que consumen frente a la televisión, a juegos electrónicos y en actividades extraescolares, que van reduciendo el tiempo de la infancia en el escenario familiar5. De esta forma, la escuela está sometida a una demanda social cada vez más fuerte, que es el resultado de las expectativas de la familia en cuanto a la educación y cuidado de sus hijos en un entorno distinto al doméstico. Sin embargo, entre los 0 y los 6 años, en el periodo de la llamada educación infantil, la familia tiene expectativas, con respecto a la educación de sus hijos, muy diferentes a las que tendrá en otras etapas del ciclo escolar. A su vez el sistema educativo deberá dar respuestas a otras demandas de muy diverso calado. Es en el seno de la familia donde se ejerce una primera influencia sobre el desarrollo intelectual y moral de los individuos, de manera indirecta e informal pero compleja. La acción educativa y socializadora de los padres sobre los hijos es el resultado de múltiples interacciones resultado de un clima familiar determinado y de experiencias diversas, sin embargo, a diferencia de la escuela, los padres no son expertos en educación, no tienen una formación específica para ejercer tan difícil tarea, sobre todo teniendo en cuenta que la sociedad en que vivimos requiere una formación determinada para realizar cualquier actividad. En este sentido la familia compite con la escuela; la escuela goza de una acreditación reconocida en educación, posee los recursos necesarios, los expertos y las experiencias acumuladas en un mundo donde la especialización es imprescindible para llevar a cabo cualquier tarea. Sin embargo la familia se encuentra en una situación diferente; los padres no son expertos, aunque desean serlo, observamos entre las madres un deseo de profesionalizar su papel de madres, buscan un manual que les guíe en la educación de sus hijos. En realidad se trata de trasladar al ámbito familiar las exigencias que se encuentran en el mundo laboral. La educación infantil ha pasado a formar parte del sistema educativo, al igual que el resto de las etapas de la educación. Esto significa que la mayoría de los más pequeños asisten a centros educativos6, de forma que se amplia el contexto socializador familiar al escolar. De esta forma los objetivos socializadores de la familia se completan con las actuaciones la escuela infantil promoviendo las capacidades de los más pequeños, así la familia cuenta con un apoyo que no tenía, una instancia con más posibilidades para la intervención educativa donde se garantiza el pleno desarrollo del niño incorporando contenidos culturales, añadiendo el dominio de habilidades previas implicadas en aprendizajes posteriores. A la actividad socializadora de la familia se une la de la escuela, que a su vez contribuye a mejorar la calidad del proceso con los nuevos avances en el conocimiento psicológico, en la práctica educativa y pedagógica. 5 FLAQUER, LL. (1998): El destino de la familia, Ariel, Barcelona, p.114. Ministerio de Educación y Ciencia (2004): Datos Básicos de la Educación en España en el curso 2004/2005, secretaría General Técnica, Subdirección de Información y Publicaciones, Madrid. Según estimaciones del MEC en el curso 2004/2005 se encuentran matriculados en Educación Infantil 1.419.3007 niños y niñas. 6 Es evidente que para los más pequeños, la familia y la escuela son los dos contextos más importantes para su desarrollo. Por ello, su dimensión socializadora y educadora aumentará si entre ambos se establecen relaciones positivas, cordiales y de apoyo. Por esto la necesidad de colaboración e intercambio entre los dos sistemas que necesariamente han de trabajar simultáneamente, abiertos al entorno y en interacción con él. La historia de las relaciones entre la familia y la escuela es de encuentros y desencuentros, de dificultades ya que las conexiones entre estas instituciones están marcadas por el contexto histórico y legislativo. La labor de la escuela debe ser realizada por quienes enseñan, por los que son enseñados y por otros agentes educativos como la familia, pues cada uno de ellos es incapaz de realizar toda la tarea educativa en solitario, necesita de los demás para completarla. Ninguno de ellos posee todas las herramientas necesarias para conseguir los objetivos educativos, que a su vez son cambiantes, abstractos y de difícil identificación y más aún en la sociedad moderna. El proyecto educativo de la familia ha variado en las últimas décadas. Hay algo que nos llama la atención y es que los patrones educativos del pasado no sirven para educar hoy. A muchas familias les resulta muy difícil decidir qué valores transmitir a sus hijos y cómo hacerlo. El papel de la familia como mediadora entre el niño y la sociedad, que prepara a éste como persona, configurando su idea de sí mismo, su autoestima y conformando una serie de de actitudes, valores y pautas de comportamiento, se lleva a cabo bajo las influencias que los hijos reciben desde fuera: los amigos, otros estilos de vida, valores de otras culturas, los medios de comunicación de masas. En este sentido, los padres van cambiando sus valores y adaptándose a las demandas del entorno, incluso en ocasiones en contra de los principios en que ellos han sido educados. Esto provoca la preocupación de los padres por tratar de aportar a sus hijos instrumentos y modelos de conducta adecuados a las circunstancias en que actualmente viven las nuevas generaciones. Ante la escasez de recursos y conocimientos de las familias para educar a sus hijos en el complejo mundo actual, es evidente que la escuela tiene mucho que ofrecer pero no unilateralmente sino en colaboración con las familias, a través de un proceso de asistencia y de intercambio en el que los objetivos superen la atención al conocimiento y rendimiento académico para ocuparse de formar a personas capaces y orientadas a unos valores compartidos. Los desafíos que las sociedades modernas presentan a las familias y al sistema educativo aconsejan una interacción más intensa y flexible, que facilite la capacidad de respuesta a las demandas, resistencias e indicaciones del entorno7. 7 Según la Teoría de la Contingencia, se aconseja una nueva orientación teórico-práctica de las organizaciones en general y que aplicada a la educación supondría una orientación del sistema educativo hacia una cultura y estructura más flexibles, con capacidad de respuesta a los desafíos y crisis con que se enfrentan. GONZALEZ-ANLEO, J. (1991): “La cultura organizacional de los centros educativos” en V.V.A.A. Sociedad, cultura y educación, Centro de Investigación y Documentación, Madrid, p. 401. Aunque familia y escuela se encuentran en medio de cambios fundamentales que son necesarios tener en cuenta para llevar a cabo una práctica educativa orientada al futuro, coinciden en la necesidad de encontrar caminos para adecuar la educación a las necesidades actuales de las nuevas generaciones. El dinamismo de la sociedad actual genera, tanto a la familia como a la escuela, confusión e inseguridad que impide plantear pautas educativas adaptadas a la modernidad. Los cambios que se están produciendo afectan al papel educativo de éstas y a su relación. Entre estos cambios debemos destacar los efectos de las nuevas tecnologías de la comunicación en el estilo de vida y los valores, de alguna forma están conformando nuevas formas de concebir el mundo. La familia y la escuela se encuentran sometidas a la presión de las nuevas demandas sociales que superan a sus funciones tradicionales, debiendo trascender su papel como transmisoras de conocimientos y modelo de conducta para encontrar caminos donde concretar un nuevo proyecto educativo común entre ambas. Los grandes contrastes sociales ante los que se encuentran la familia y la escuela requieren una respuesta rápida, coherente y flexible, sin embargo encontrarla puede resultar una tarea complicada. En primer lugar se debe encontrar un proyecto educativo que exponga claramente qué tipo de hombre queremos formar y cuales son los medios e instrumentos de que disponemos. A continuación es necesario un análisis profundo de la realidad social e histórica en la que estamos inmersos. Por ejemplo, las nuevas formas de concebir el mundo están basadas fundamentalmente en los valores que se muestran desde el entorno social, donde incluimos a todos; familia, escuela, grupos de amigos, medios de comunicación e información, y es a través de este universo de valores cómo se puede comprender qué está pasando en nuestra sociedad. Los niños y jóvenes se están integrando en un contexto en el que los valores tradicionales se entienden y se viven de forma muy diferente. En los últimos años se observan grandes cambios en la apreciación de valores y prioridades educativas8, además de en la forma en que son vividos. Por ejemplo, las familias tienden a sobreproteger, a hiperestimular a sus hijos con muy diversas actividades, a la vez que les llega una gran cantidad de información desde diferentes bandas (televisión, juegos electrónicos, internet, etc.), de forma que se hace necesaria una intervención rápida en colaboración con la escuela para orientarles y ayudarles a discriminar esa información para que la procesen y asimilen de forma oportuna y adecuada a su edad. En general los valores con que se encuentran en la sociedad las nuevas generaciones no coinciden con lo que la escuela y la familia desean para ellos. Sin entrar a determinar quien es el responsable de algunas de estas carencias que se aprecian en la educación, debemos destacar algunas: la cultura de la inmediatez, como producto del consumismo característico de 8 ANDRÉS ORIZO, F. ELZO, J. y otros (2000): España 2000, entre el globalismo y la globalidad. La encuesta europea de valores en su tercera edición, Ed. S.M. y Universidad de Deusto, Madrid, p.p. 145156. las sociedades modernas, que trae consigo la falta de algunas cualidades como el autocontrol, la autodisciplina, la poca importancia que se da al trabajo como esfuerzo, la tendencia al hedonismo y a la vida fácil, el individualismo, la responsabilidad y a conseguir fácilmente lo que se quiera, etc. En definitiva, sería interesante conocer cómo la familia y la esuela entienden y transmiten valores a los niños y jóvenes, qué valores se pueden desarrollar en el ámbito doméstico y cuales en el escolar. En este sentido, es importante crear áreas de intercambio y comunicación a lo largo del recorrido educativo. Como posible alternativa al modelo educativo actual, se puede tomar como referencia el Informe de la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI9, que propone un nuevo planteamiento educativo para el futuro, que puede ayudar a superar las dificultades con que se encuentran las familias y el sistema educativo. Una educación que se fundamenta en el desarrollo de varias competencias: cognitivas, procedimentales y actitudinales, sobre las que cada actor educativo tendrá diferente grado de responsabilidad. En las sociedades modernas las familias han aumentado la demanda de educación para sus hijos, esto supone una estrategia eficaz de movilidad social y la apuesta por la educación por parte de las familias y de la sociedad en general aparece como mecanismo de incremento del capital cultural, en estas circunstancias la colaboración entre familia y escuela es absolutamente necesaria aunque resulte difícil encontrar un punto de encuentro adecuado para la participación real de la familia en el sistema educativo. El conocimiento del proceso educativo en la escuela es fundamental para que la familia pueda asumir alguna función relevante en colaboración con ésta, de ahí la necesidad de incrementar y explorar nuevas acciones en el ámbito de lo familiar en relación al centro educativo. Por otro lado, la escuela en general, y el maestro en particular, que en sus orígenes mantenía unos estrechos lazos de unión con el entorno familiar, y que se preocupaban por el desarrollo y educación de los menores, sin plantearse unos objetivos separados, a medida que el educador se va profesionalizando y avanzan las teorías y los métodos didácticos, se produce un alejamiento. Por consiguiente una separación de funciones, nunca bien definidas, que nos llevan a una situación de confusionismo relacional en el que en medio se ha colocado a los niños. Es conveniente, por tanto, realizar un análisis que dé explicación a las relaciones educativas que se establecen en estos momentos entre la escuela y la familia, entre estos dos contextos educativos en los que se encuentra el niño. La evidencia de los estudios realizados hasta este momento, ponen de manifiesto la necesidad de una relación profunda entre escuela y familia, pero ésta precisa una mayor profundización e investigación en la tarea común de unir sus esfuerzos para lograr superar las dificultades que se presentan. 9 DELORS, J. (1996): La educación encierra un tesoro, Santillana, UNESCO, Madrid. Si bien es cierto que no podemos dudar que la familia preexiste como uno, quizás el más importante, agente educativo que ejerce su influencia en el educando, tampoco podemos ignorar que la escuela no puede relegar su papel a mero instructor de materias intelectuales, que transmite los contenidos encomendados de forma aséptica. El concepto de escuela, analizando sus posibilidades y límites, como institución dedicada a la educación integral del individuo es preciso recuperarlo. Para ello, se necesita cumplir una serie de condiciones, que según Yus Ramos10 implica hacer una revisión del soporte legal para recuperar el papel de la escuela y consensuar un proyecto educativo en el que la comunidad tiene que plantearse qué quiere hacer con su alumnado; trabajar con las actitudes dándoles el mismo grado de importancia que a los contenidos cognoscitivos, construir un contexto educativo coherente en el que se eduque como resultado de actuaciones de los actores implicados, globalizar los contenidos para que las actitudes y los procedimientos se verifiquen a través de éstos y, por último, crear y reproducir conflictos para llegar a una reconciliación integradora de las actitudes y contenidos confrontados por los agentes implicados en el acto educativo. La escuela es uno de los muchos lugares donde el niño, además de aprender, se educa, y es necesario que se produzca cierta complicidad entre los responsables principales de la educación. Desde este enfoque, debemos plantearnos ahora, qué es lo que los padres esperan de la escuela, qué expectativas tienen de ella y, por otro lado, qué exigencias les presenta ésta a las familias. Mientras que la familia espera que la escuela enseñe a sus hijos a leer y a escribir, que les instruyan en la realización de operaciones matemáticas, que les dé cocimientos de historia, geografía, ….,en resumen, que les proporcionen conocimientos cognoscitivos, como ya hemos dicho antes. También, les exigimos que ayuden a los alumnos a convertirse en personas maduras, abiertas, respetuosas y responsables, que tengan una serie de aptitudes y actitudes que les sirva el día de mañana a desenvolverse en la vida. Pero además, de todo esto, las familias cuando llevan a sus pequeños a los centros esperan que los niños se sientan bien, que sean aceptados por sus compañeros, que estén contentos y alegres. La escuela y los profesores, en contrapartida, esperan que las familias estén interesados por la educación de sus hijos, que estén dispuestos a colaborar con ellos y que proporcionen a los niños el apoyo que necesitan, el estímulo emocional necesario y que preparen, principalmente aportando e introduciendo rutinas cotidianas eficaces para la vida escolar. La familia tiene grandes dificultades para proporcionar esas rutinas, costumbres y cultura que son necesarias en el momento de la incorporación de niño al centro o, sencillamente, son discrepantes y, por otro lado, la escuela no conoce o no comprende los cambios operados en la estructura de la institución familiar, y por consiguiente no logra interiorizar los diferentes estilos educativos producidos en las nuevas familias, por lo que es inevitable que se ocasione 10 YUS RAMOS, R. (1994): “¿Enseñar o educar?: El reto de las transversales” en Revista Aula, 33, p.p. 71-77. un desencuentro entre familia y escuela como consecuencia de las exigencias que ambas se reclaman. La complejidad de la realidad actual se le escapa a la familia y esto repercute en la vida del niño, encaminándole a problemas escolares y familiares diarios, como es falta de interés, desmotivación, bajo rendimiento, violencia, etc. El niño comienza su trayectoria educativa en la familia que la escuela complementa; por ello, es necesaria la coordinación porque depende de ello el desarrollo de personalidades equilibradas y sanas de los menores. La familia como primer ámbito educativo precisa tomar conciencia de su papel en la educación de sus hijos y reflexionar sobre sus pautas educativas y para dar coherencia a la experiencia educativa diaria es urgente, que tanto escuela como familia creen espacios de comunicación y participación. Como aspecto fundamental del desarrollo de esta exposición surge la necesidad de una propuesta de relaciones entre la cultura escolar y la cultura familiar. Para ello necesitamos superar el aislamiento de cada una de las instituciones y establecer una vía que facilite el encuentro entre padres y profesores, donde se pueda hacer patente el deseo de buscar formas innovadoras de fomentar la participación. Los canales de comunicación no son obligados reinventarlos, pero es primordial recapacitar y establecer elementos que dinamicen las pautas de actuación. No cabe duda que la relación familia-escuela está planteada a nivel institucional, sin embargo no es suficiente, hay que hacerla más dinámica y asequible a todos los implicados en la tarea educativa. Los cauces existentes están absorbidos por la rigidez del sistema, las dificultades de las familias para implicarse y la escasa tradición participativa. Los instrumentos disponibles para fomentar la cooperación y participación de los padres en el proceso educativo escolar no son todo lo eficaces que deberían, a la vez que no han sido suficientemente explorados de modo que a través de ellos se pueda hacer frente a los desafíos que presenta el mundo actual. El objetivo último de la educación es determinar qué tipo de hombre queremos formar y respecto a esta decisión no solo el sistema educativo tiene algo que decir sino que también la familia como agente educativo no formal tiene aportaciones que ofrecer. Padres y maestros necesitan llevar a cabo una interacción efectiva, en ámbitos concretos y claramente definidos. Deben tener claros sus papeles y el alcance de sus actuaciones y responsabilidades, de ahí que, sea fundamental elaborar propuestas de interacción. El Estado está sensibilizado ante esta realidad y propone vías institucionales para facilitar esta interacción a través de la regulación de las Asociaciones de Padres de Alumnos 11 y de los 12 Consejos Escolares a nivel local, regional y nacional , además de los cauces tradicionales de las tutorías colectivas e individuales. 11 desde la Ley de Educación de 1970 estas asociaciones que regulan por vía legal la necesidad de conexión de los padres con el sistema educativo. 12 En 1984 la Ley Orgánica del Derecho a la Educación regula la participación de los padres en el gobierno de los centros escolares. Evidentemente existe una sensibilidad general hacia la necesidad de unas relaciones familiaescuela fluidas y eficaces pero también existe una percepción de que estas no han encontrado un ámbito adecuado para su realización, tanto la familia como la escuela defienden sus ámbitos específicos de actuación excluyendo a la otra parte con lo que esta circunstancia supone de dificultades, conflictos y desencuentros. En los últimos años han surgido las Escuelas de Padres como un intento de mejorar la relación de las familias con la escuela, para promover, orientar y comprometer a los padres en el proceso educativo. Con la misma intención aparecen en algunos centros escolares la figura de los padres delegados, un tanto ambigua y confusa que todavía no se ha desarrollado suficientemente, aunque hoy por hoy puede considerarse como una alternativa por definir. El tutor, otro recurso de la interacción familia-escuela, es en nuestro sistema educativo el cauce fundamental para orientar a los padres y facilitar el intercambio de ideas e información sobre el proceso formativo del niño. La tutoría como actividad inherente a la función del profesor se puede realizar tanto a nivel individual como colectivo, con alumnos y padres, En definitiva, en el contexto actual se hace necesario tratar de intensificar la interacción entre la familia y la escuela y llamar la atención sobre la necesidad de explotar los canales de colaboración existentes y de explorar nuevos caminos. No de ser paradójico que todos los implicados en el proceso educativo manifiesten continuamente el deseo de una mayor implicación. Por un lado la escuela necesita superar el aislamiento que al que ha sido sometido el docente, realizar programas que impliquen a los padres y crear espacios de conocimientos compartidos para establecer principios de colaboración entre la cultura escolar y familiar. Por otro lado, la familia necesita asimilar que puede y debe participar en la gestión del centro, colaborar en las actividades educativas y que puede convertirse en un agente eficaz de la práctica educativa. La tutoría es otro medio para la interacción donde sobresale la figura del tutor, éstas pueden plantearse a nivel colectivo e individual13. Normalmente las tutorías colectivas las convoca la dirección del centro para exponer el proyecto educativo del mismo, las normas de conducta y convivencia donde se busca la complicidad de las familias para llevarlas a cabo. Otra fórmula de este tipo de tutoría son las reuniones del tutor con los padres de sus alumnos en determinados momentos del curso para exponer la planificación docente y orientar sobre las actuaciones con sus hijos, además de informar sobre determinadas actividades escolares y extraescolares. No obstante, este tipo de contacto familia-escuela no se rentabiliza al máximo, ya que se podrían tratar de alcanzar objetivos más ambiciosos como intentar concretar 13 LÁZARO, A. y ASENSI, J. (1989): Manual de orientación escolar y tutoría, Narcea, Madrid. estrategias conjuntas de actuación que ayuden a superar la unidireccionalidad de la comunicación en este tipo de encuentros. Por último, señalar la tutoría individual como la más utilizada por las familias y la escuela. En ellas se suelen tratar habitualmente problemas académicos de rendimiento, de comportamiento e integración en el aula. De hecho, estas posibilidades de interacción familia-escuela son ampliamente conocidas y utilizadas en la práctica educativa; sin embargo, estos canales no siempre funcionan adecuadamente y en ocasiones se crean tensiones, conflictos y desencuentros, de modo que nunca acaba de existir un conocimiento mutuo real y una valoración y contextualización del trabajo que hace la escuela y el que lleva a cabo la familia. En definitiva, de lo que se trata es que a partir de los intereses de las familias cada escuela sea capaza de encontrar canales de participación, que permitan realizar un proyecto común entre los dos agentes educativos. Es difícil pensar en una Educación de calidad sin contar con la participación de las familias, la cual no puede pasar solamente por comentar de vez en cuando los progresos del niño. Para superar los problemas de la escuela, así como los de las familias sobre la educación hay que continuar investigando nuevos yacimientos de encuentro para consolidar sus relaciones. La familia y escuela moderna requieren adaptarse a las necesidades de organización educativa y de conocimientos de manera abierta y flexible para poder acomodar a las nuevas generaciones a la sociedad que se está construyendo. BIBLIOGRAFÍA ALBA, A. (2000): La riqueza de la familia: Mujer y mercado de trabajo en la España democrática, Ariel, Barcelona. ALBERDI, I. (1999): La nueva familia española, Taurus, Madrid. ALBERDI, I. (dir.) (1995): Informe sobre la situación de la familia en España, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid. ANDRÉS ORIZO, F. ELZO, J. y otros (2000): España 2000, entre el globalismo y la globalidad. La encuesta europea de valores Ed. S.M. y Universidad de Deusto, Madrid. BERNABEU RICO, J. L., (1997): “La familia” en COLOM, A.J. (coord.) 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