Elizabeth Barret Browning Sonetos del Portugués 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Elizabeth Barret Browning Sonetos del Portugués VII El mundo me parece tan distinto desde que oí los pasos de tu alma muy leves, sí, muy leves, a mi lado, en la orilla terrible de la muerte donde yo iba a anegarme, y me salvó el amor descubriéndome una vida hecha música nueva. Aquellas hieles destinadas por Dios quiero beber, cantando su dulzura, junto a ti. Los nombres de lugar son diferentes porque estás o estarás aquí o allá. Y ese don de cantar que yo amé tanto (los ángeles lo saben) me es querido sólo porque hace resonar tu nombre. X Y no obstante el amor por ser amor es bello. Igual llamea reluciente un gran templo y la hierba. El mismo fuego arde quemando el cedro y la cizaña. Y el amor es un fuego; y cuando digo te quiero, oh Dios, te quiero, ante tus ojos me transfiguro en esplendor y siento mi cara centelleante que deslumbra. En el amor no puede haber ruindad aunque amen los más ruines de los seres, que cuando aman a Dios Él los acepta. Y en la apariencia ruin de lo que soy refulge el sentimiento y purifica por ser fruto de amor lo que es de carne. XIV Si has de amarme que sea solamente por amor de mi amor. No digas nunca que es por mi aspecto, mi sonrisa, el modo de hablar o por un rasgo de carácter que concuerda contigo o que aquel día hizo que nos sintiéramos felices... Porque, amor mío, todas estas cosas pueden cambiar, y hasta el amor se muere. No me quieras tampoco por las lágrimas que compasivo enjugas en mi rostro... ¡Porque puedo olvidarme de llorar gracias a ti, y así perder tu amor! Por amor de mi amor quiero que me ames, para que dure amor eternamente. XVIII A ningún hombre di jamás un rizo, amor mío, como éste que te ofrezco, y que ahora pensativa arrollo en torno de mis dedos como un negro zarcillo. Es para ti. Mi juventud pasó. Ya no cae el cabello hasta los pies ni rosas prendo en él y flor de mirtos como hacen las muchachas, es la sombra de pálidas mejillas que hundió el llanto, envolviendo la frente que se inclina avezada al dolor. No lo han cortado las fúnebres tijeras, fue tu amor... Encontrarás en él, aún purísimo, el beso que al morir dejó mi madre. xx Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso que existías ya entonces, hace un año, cuando yo estaba sola aquí en la nieve y no vi tus pisadas ni escuché tu voz en el silencio... Mi cadena, eslabón a eslabón, iba midiendo como si no pudiese verme libre por tu posible mano... ¡Hasta beber la prodigiosa copa de la vida! ¡Qué extraño no sentirte en el temblor del día o de la noche, voz, presencia, ni adivinarte en esas flores blancas! Yo era ciega lo mismo que el ateo que no descubre a Dios al que no ve. XXIII ¿Es verdad que de estar muerta sintieras menos vida en ti mismo sin la mía? ¿Que no brillara el sol lo mismo que antes sabiéndome en la noche del sepulcro? ¡Qué estupor, amor mío, cuando vi en tu carta todo eso! Yo soy tuya... Pero... ¿tanto te importo? ¿Cómo puedo servirte vino con mi mano trémula? Renunciaré a los sueños de la muerte volviendo a las miserias del vivir. ¡Ámame, amor, tu soplo resucita! Otras cambiaron por amor su rango, y yo por ti el sepulcro, la dulzura celestial por la tierra aquí contigo. XXVIII ¡Mis cartas! Papel muerto... mudo y blanco... Y no obstante palpitan esta noche en mis trémulas manos cuando aflojo la cinta y caen sobre mis rodillas. Ésta decía: Dame tu amistad... Ésta fijaba un día en primavera para tocar mi mano... casi nada, ¡pero cuánto lloré! Ésta... un papel... decía: Te amo, y yo me estremecí como si Dios rasgase mi pasado. Ésta, Soy tuyo... pálida la tinta por estar junto a un pecho tumultuoso. Y esta última... ¡oh, amor!, no fuese digna de lo que dices si lo repitiera. XLIII ¿De qué modo te quiero? Pues te quiero hasta el abismo y la región más alta a que puedo llegar cuando persigo los límites del Ser y el Ideal. Te quiero en el vivir más cotidiano, con el sol y a la luz de una candela. Con libertad, como se aspira al Bien; con la inocencia del que ansía gloria. Te quiero con la fiebre que antes puse en mi dolor y con mi fe de niña, con el amor que yo creí perder al perder a mis santos... Con las lágrimas y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere, te querré mucho más tras de la muerte. ________________________________________ Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la Biblioteca Virtual Universal. Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite el siguiente enlace.