NIVELES DE USO DE LA LENGUA Y REGISTROS DE HABLA Fernando Carratalá Teruel Las variedades geográficas y las variantes socioculturales de la lengua como elementos determinantes del nivel de habla. Encuadrado geográficamente en el entorno en el que se desenvuelve y, socioculturalmente, en el estrato social al que pertenece, cada hablante ha de saber adaptar su expresión a las diversas situaciones en las que la comunicación se produce y escoger aquel nivel de habla que en cada momento convenga. En caso contrario -es decir, cuando la competencia lingüística del hablante resulta excesivamente limitada y es incapaz de cambiar de registro expresándose en función de las circunstancias-, la comunicación no alcance la eficacia deseada, e incluso puede producir un efecto cómico, cuando no chocante. Las modalidades expresivas del habla viene determinadas por factores muy diversos, tales como el medio de expresión utilizado -más culto en el caso de la comunicación escrita que en el de la oral-; la materia sobre la que versa la comunicación -cuanto más técnico sea el tema tratado, tanto más culto resultará el registro lingüístico empleado-; las circunstancias ambientales que rodean la comunicación y el grado de familiaridad entre los interlocutores -por lo general, la comunicación adquiere un tono más “formal” cuanto más respeta el hablante las distancias sociales; tono que se vuelve más “informal” y relajado cuando entre los interlocutores existen lazos familiares o de amistad-; y la personalidad de hablante, pues en definitiva es este el que imprime a su habla un estilo propio, dentro de los límites que su grado de instrucción y las circunstancias que rodean a la comunicación le permiten. Niveles socioculturales en el uso lingüístico. El grupo sociocultural al que pertenece un individuo condiciona el empleo que hace de la lengua. Estas diferencias lingüísticas vienen determinadas no tanto por la clase social en sí misma -sea esta alta, media o baja-, cuanto por la mayor o menor formación cultural de los individuos que, en cierta medida, sigue siendo inseparable a su adscripción a un determinado estrato social. Por supuesto que no es extraño encontrar personas de escasa formación cultural en las clases sociales altas; y que son muchas las personas de condición humilde con un nivel cultural más que aceptable. Pero las oportunidades educativas a que tienen acceso las distintas capas de la sociedad son muy desiguales, por razones muy varias; y no resulta infrecuente que personas con un nivel social bajo tengan también un bajo nivel cultural, que se refleja en el uso que hacen de la lengua; de igual manera que las personas de clase media y alta suelen tener un grado de instrucción que les permite usar la lengua con corrección. Aunque son muchas las variedades diastráticas de la lengua -esto es, las producidas por las circunstancias sociales-, suelen reducirse a dos: nivel vulgar y nivel culto, que se corresponden, respectivamente, con las clases más elevadas y bajas, y con su mejor y peor grado de instrucción. Estos distintos niveles socioculturales de los hablantes están en estrecha relación con el entorno geográfico en que se mueven: cuanto más alto es su nivel sociocultural, menos cabida tienen en su habla los particularismos locales, que son muy acusados si su nivel sociocultural es bajo. Particularidades de nivel culto de la lengua. El siguiente texto de Blas de Otero es un buen ejemplo de lenguaje culto: Poesía y palabra Sabido es que hay dos tipos de escritura, la hablada y la libresca. Si no se debe escribir como se habla, tampoco resulta conveniente escribir como no se habla. El Góngora de las Soledades nos lleva a los dictados de Teresa de Cepeda. Sin ir tan lejos, la palabra necesita respiro, y la imprenta se torna de pronto el alguacil que emprisiona las palabras entre rejas de líneas. Porque el poeta es un juglar o no es nada. Un artesano de lindas jaulas para jilgueros disecados. El disco, la cinta magnetofónica, la guitarra o la radio y la televisión pueden -podrían: y más la propia voz directa- rescatar al verso de la galera del libro y hacer que las palabras suenen libres, vivas, con dispuesta espontaneidad. Mientras haya en el mundo una palabra cualquiera, habrá poesía. Que los temas son cada día más ricos y acuciantes. [1] Maneja Otero un vocabulario amplio y preciso, que no rehuye el arcaísmo en su afán de precisión -emprisionar, por aprisionar-. La claridad, la corrección y la propiedad en el decir, tan típica de Otero, así como la variedad de construcciones sintácticas -con predominio de la relación hipotáctica entre las oraciones- evidencia su profundo conocimiento de la lengua castellana y la estima que le merece. Particularidades del nivel vulgar de la lengua. Este otro texto presenta una lengua vulgar, repleta de dislates fonéticos y gramaticales con los que Benito Pérez Galdós intenta reflejar la escasa cultura del protagonista. De pie sobre el tonel, con la capa terciada, el sombrero echado sobre la ceja derecha, aquel personaje, pequeño de cuerpo, si bien de alma grande; morenito, con sus ojuelos abrillantados por los vapores que le subían del estómago, habló de esta manera: -Jeñores: Denque los güenos españoles volvimos en sí y vimos quese menistro de los dimonios tenía vendío el Reino a Napolión, risolvimos ir en ca el palacio de su sacarreal majestad pa icirle cómo estemos cansaos de que nos gobierne como nos está gobernando, y que naa más sino que nos han de poner al Príncipe de Asturias, pa que el puebro contento diga: “el Kirie eleyson cantando, ¡viva el principe Fernando!” (Fuertes gritos y patadas.) Ansina se ha de hacer, que ínterin quel otro se guarda el dinero de la nación, el pueblo no come, y Madrid no quiere al menistro, conque, ¡juera el menistro!, que aquí semos toos españoles, y si quieren verlo, úrgennos un tantico y verán do tenemos las manos. (Señales de asentimiento.) Pos sigo iciendo que esombre nos ha robao, nos ha perdío, y esta noche nos ha de dar cuenta de too, y hamos de icirle al Rey que le mande a presillo y que nos ponga al príncipe Fernando, a quien por ésta (y besó la cruz), juro que le efenderemos contra too el que venga, manque tenga enjércitos y más enjércitos. Jeñores: Astamos ya hasta el gañote, y ahora no hay naa más sino dejarse de predicar y coger las armas pacabar con Godoy, y digamos toos con el ángel: El Kirie eleyson cantando, ¡viva el príncipe Fernando! [2] Aunque literariamente elaborado, el texto anterior recoge con claridad algunos de los rasgos típicos de la lengua vulgar. La incapacidad para el razonamiento del protagonista, compensada con una entonación desmesurada y con una mímica vehemente, queda de manifiesto en la desorganización del contenido de su parlamento, construido, además, con un vocabulario tan limitado como incorrecto, en el que abundan las frases hechas, los vocablos arcaicos en desuso y los localismos acompañados de matices dialectales; y con una sintaxis muy pobre, a base de oraciones cortas, relacionadas por medio de la conjunción y. Son, con todo, las incorrecciones fonéticas las más frecuentes en el texto. La pronunciación descuidada del protagonista acoge todo tipo de vulgarismos fonéticos: alteraciones en las vocales átonas -menistro, dimonios, risolvimos...-; alteraciones en los diptongos y formación de un diptongo con vocales que están en hiato -pos; Napolión, con la vocal e convertida en i...-; cambio de /b/ por g -güenos, golvimos-; permuta entre l y r -puebro-; cambio de posición de los fonemas dentro de una misma palabra -pedricar-; etc., etc. Y también son abundantes en el texto las distorsiones morfológicas: denque -por desde que-, pa -por para-, estemos -por estamos-, ansina -por así-, semos -por somos-, toos -por todos-, hamos de icirle -por hemos de decirle-, manque -por aunque-... Los niveles de uso de la lengua, los registros de habla, la valoración del hecho lingüístico y la intención del hablante recogidos y expresados en los diccionarios. Tanto en las voces generales como en las de circulación geográficamente restringida, los diccionarios -y concretamente el DRAE- señalan, en los casos que proceda, su pertenencia a una variedad de lengua o de habla determinada, así como los distintos matices con los que el hablante tiñe, ocasional o habitualmente, su empleo. En este sentido, los diccionarios recogen información relativa: • • • • A los distintos niveles de uso de la lengua. Así, por ejemplo, las dos acepciones del nombre coña -guasa, burla disimulada: “No le prestes atención, porque habla de coña”; cosa molesta: “¡Vaya coña tener que asistir a esa charla!”- pertenecen al nivel vulgar. En la jerga de ladrones y rufianes, grullas es tanto como decir polainas (especie de medias calzas, hechas regularmente de paño o cuero, que cubren la pierna hasta la rodilla y a veces se abotonan o abrochan por la parte de afuera). La voz expresiva pipí -por orina- es propia del nivel infantil. Y al nivel culto pertenecen el adjetivo ínclito -del latín inclitus-, que significa “ilustre, esclarecido, afamado”; y el adjetivo ubérrimo -del latín uberrimus-, que significa “muy abundante y fértil”. [3] A los registros de habla. Por ejemplo, todas las acepciones de la palabra caca se inscriben en el registro coloquial; entre ellas, las siguientes: Excremento humano, y especialmente el de los niños pequeños: “Mamá, Juanito está llorando porque se ha hecho caca y hay que cambiarle el pañal”. Suciedad, inmundicia: “En este cuarto hay caca para dar y tomar [= en abundancia]”. Cosa de poco valor o mal hecha: “Esa novela es una caca”. A la valoración del hecho lingüístico. Y, así, por ejemplo, carajo es voz malsonante con el significado de “miembro viril”. Y los nombres demontre y diantre son eufemismo que reemplazan a demonio y diablo, respectivamente. A la intención del hablante. Así, la palabra monicaco -cruce de monigote y macaco-, que significa “hombre de mala traza”, tiene un claro sentido despectivo en la frase “¿Qué pinta ese monicaco aquí?” Y en una frase del tipo “¡Pues sí que estamos bien!”, sólo el sentido irónico con que el hablante la emite permite interpretarla con el significado totalmente opuesto al que tiene si se interpreta literalmente. El siguiente ejemplo nos permite comprobar cómo los diccionarios, para facilitar al hablante el perfecto ajuste de su comunicación tanto al contexto lingüístico como a la situación comunicativa, indican el registro de uso de aquellas palabras y acepciones que tienen un empleo restringido, ya sea anticuado, coloquial, eufemístico, poético, culto, vulgar, vulgar malsonante, figurado, etc. En la frase “En las últimas vacaciones de verano lo pasamos estupendo en Marbella”, el adverbio de modo estupendo puede reemplazarse, con el significado de “muy bien”, por las palabras chachi, cojonudo, fetén, guay, pipa y, asimismo, por la locución de puta madre. No obstante, dichas palabras y la citada locución no pertenecen al mismo registro lingüístico, ni su uso -con el significado indicado- está, en todos los casos, recogido en el DRAE, encargado de fijar los criterios académicos en el empleo del léxico. Y así, fetén, guay y pipa son voces que pertenecen al registro coloquial de habla; cojonudo, al registro vulgar [4]; y vulgar malsonante es la locución de puta madre, que no está incluida en el DRAE, aun cuando su uso esté muy extendido. En cuanto a chachi, el DRAE no recoge indicación relativa al registro de habla, aun cuando prefiere la variante formal chanchi que, por otra parte, se usa menos actualmente. Y de los anteriores adverbios de modo, pueden desempeñar también función adjetiva chachi, fetén, guay y cojonudo: • • • • “Venimos de una fiesta chachi”. Adjetivo. Estupendo, muy bueno. “Conocí a una chica fetén”. Adjetivo. Bueno, estupendo, excelente. (Marcada con la indicación coloquial, el DRAE recoge la acepción “sincero, auténtico, verdadero, evidente”). “El maratón de baile resultó una experiencia guay”. Adjetivo coloquial. Muy bueno, estupendo. “Eres un tío cojonudo y ya sé que cuento contigo para todo”. Adjetivo vulgar. Estupendo, magnífico, excelente. REPERTORIO DE ACTIVIDADES PRÁCTICAS Actividad 1. Identificar algunos rasgos lingüísticos vulgares presentes en el siguiente diálogo -tomado de la obra Es mi hombre, de Carlos Arniches- que sostienen personajes populares madrileños. LEONOR.- ¡Qué cosas tiene usté! D. MARIANO.- ¿Yo? Tú serás la que las tenga...; ¿verdad, pollo? MARCOS.- ¡Hombre! D. MARIANO (abrazándole).- En fin, estuchista; que desde la presente te quiero como cosa nuestra. MARCOS.- Gracias, don Mariano; es usté muy simpático. D. MARIANO.- Naa, hijo; que no tiene uno desalquilao el prencipal izquierda. Yo también tengo una chiquilla, un capullito de rosa, no despreciando a nadie, y ella... ¡pos también tie otro sinvergüenza! Naa, Antoñito; esta juventú, que como está encargá de la confección d'agüelos, ¡pues se quie dar una prisa loca! ¡Y qué le vas a hacer!... Lo que yo digo: arrear y alante, y ¡viva la vida!... Y naa más. ¡Ah, bueno, y ya habrás visto, nena, que ayer me escribiste y m'ha faltao tiempo. Actividad 2. En la frase “Con tantos problemas familiares lo está pasando chungo”, la palabra chungo está usada coloquialmente, con el significado de “muy mal”, como adverbio de modo y no como adjetivo. Ampliar la relación de palabras y locuciones que pueden sustituir al adverbio de modo chungo en dicho contexto; y precisar su registro de uso. Actividad 3. Clasificar las siguientes palabras de acuerdo con su registro de uso -anticuado, coloquial, eufemístico, poético, culto, vulgar, y vulgar malsonante-; e incluir las en contextos apropiados que reflejen inequívocamente el correspondiente registro lingüístico: acojonar, albo, alfayate, asaz, borde, cabe, cataplines, ¡diantres!, diñarla, fardón, mensura, ¡mierda!, proceloso, putear. SUGERENCIA DE RESPUESTAS Propuesta de soluciones. Actividad 2. La voz chungo,-ga (del caló chungo, feo) está recogida en el DRAE, como adjetivo -coloquial-, y con las siguientes acepciones: • • De mal aspecto, en mal estado, de mala calidad: “El tiempo está chungo; va a llover otra vez”; “Una película chunga”. Difícil, complicado: “Con ese rival, lo tiene chungo”. Como nombre -coloquial- significa 'burla festiva': “Estar de chunga”. Y la frase coloquial tomar a, o en, chunga algo significa 'echarlo a chacota'. Pero aun cuando no figure en el DRAE con este oficio, la voz chungo puede usarse como adverbio de modo; y puede reemplazarse por la voz fatal que, como adverbio de modo, significa 'rematadamente mal': “Con tantos problemas familiares lo está pasando chungo/fatal”. Y, con el mismo valor, puede emplearse la expresión -más vulgar que coloquial- pasarlas putas, cuyo significado es, sin duda, 'encontrarse en una situación muy difícil o apurada': “Con tantos problemas familiares las está pasando putas”. [El DRAE solo recoge la frase pasarlo, con el significado de 'estar alguien en un determinado estado de salud o de fortuna'; y, por otra parte, el adjetivo puto,-ta puede usarse como calificación denigratoria]. Actividad 3. Registro lingüístico y contexto: • anticuado: – – • coloquial: – – • alfayate: sastre. “Un prestigioso alfayate le hizo el traje de fiesta”. cabe: cerca de, junto a. “Leía el libro cabe un río, apoyado en un álamo”. borde: esquinado, impertinente, antipático: “Ese dependiente es un borde y te atenderá de cualquier manera”. fardón: aparente, llamativo, vistoso. “Ese vestido es muy fardón, pero no te sienta bien”. eufemístico: – – cataplines (voz no incluida en el DRAE): testículos. “Estoy hasta los mismísimos cataplines de escuharte tanta chorrada”. ¡diantres!: ¡diablo! “¡Diantres, qué tormenta se avecina!”. • culto: – – • poético: – – • asaz: bastante, harto, muy. “Sois asaz valiente, caballero”. albo: blanco. “Su alba mano sostenía un pañuelo de encaje”. vulgar: – – • mensura: medida. “Ante una botella de whisky, carece de mensura y se embriaga fácilmente”. proceloso: borrascoso, tormentoso, tempestuoso. “Navegó por un mar proceloso que hacía zozobrar la embarcación”. diñarla: morir. “Si continúas jalando tanto la diñarás pronto”. ¡mierda!: interjección que expresa contrariedad o indignación. “¡Mierda, he olvidado la documentación!”. vulgar y malsonante: – – acojonarse: acobardarse. “Si te acojonas, no aprenderás nunca a nadar”. putear: fastidiar, perjudicar a alguien. “Está indignado porque su jefe lo putea cuanto puede”. NOTAS. [1] Blas de Otero: Historias fingidas y verdaderas. Barcelona, ediciones Alfaguara, 1970. Colección Alfaguara literaria, núm. 28. [2] Benito Pérez Galdós: “El 19 de marzo y el 2 de mayo”. Episodios Nacionales. Ediciones Urbión-Editorial Hernándo. Tomo I. [3] Con estos dos versos comienza, precisamente, el poema de Rubén Darío titulado "Salutación del optimista", incluido en Cantos de vida y esperanza: ¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, salve! [4] De igual manera que el adjetivo estupendo, inmovilizado en su forma masculina singular, se usa como adverbio de modo -“Lo pasamos estupendo”- y, de hecho, se puede reemplazar por el adverbio de modo estupendamente (= de modo asombroso o admirable), el adjetivo cojonudo puede sufrir el mismo proceso de adverbialización, aunque el DRAE no haga referencia expresa a dicha adverbialización: “Lo pasamos cojonudo/cojonudamente” (= de modo magnífico o excelente).