Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es LA EDICIÓN DE LOS SUPLEMENTOS CULTURALES William Lyon Tengo que confesar que no me siento muy cualificado para hablar de cultura ni de suplementos culturales porque no me considero nada culto. Unas veces por pereza, y otras por falta de tiempo o porque he tenido otros intereses más frívolos, el caso es que a lo largo de mi vida no he podido cultivarme todo lo que me habría gustado. Pero precisamente por esto sí creo que puedo opinar sobre los suplementos culturales, porque represento a muchos lectores. Todos tenemos sed de cultura y acudimos a los suplementos para saciarla. Pero muchas veces nos quedamos decepcionados. Creo que estos suplementos no son todo lo atractivos que podrían ser y que no llegan a todos los lectores posibles. Y muchos amigos, más cultos que yo, me dicen lo mismo. Como reza la presentación de este seminario, estos suplementos “no siempre capturan la curiosidad del gran público”. Otros ponentes han presentado ideas muy útiles para remediar esta situación. Pero yo quiero hablar de un aspecto diferente, mucho más prosaico –y fundamental. Me refiero a las tareas de edición de los textos. ¿Qué es la edición? De toda la vida ha significado, según la Real Academia, “publicar por medio de la imprenta o por otros procedimientos una obra, periódico, folleto, mapa, etc.” Pero a medida que la práctica empezó a extenderse, los académicos añadieron esta definición: “adaptar un texto a las normas de estilo de una publicación”. Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es Pero esta definición se queda corta. Editar a fondo, editar de verdad, debería significar mucho más. En la prensa en inglés, por ejemplo, la edición abarca todo. Se edita al seleccionar un tema, se edita al escribir una noticia o reportaje, y un editor independiente edita el texto que el periodista entrega. Desgraciadamente, en España, la edición siempre ha sido el eslabón débil, algunos dirían el eslabón perdido. Así que voy a examinar los procesos de edición un poco más a fondo. Empecemos con los directores de los periódicos y de sus diferentes secciones. En inglés el director de un diario se llama editor o executive editor o managing editor. También el jefe de cada sección es un editor: hay un sports editor, un economic editor, un international editor, un cultural editor. Como hemos visto en este seminario, ser uno de estos editores no es tarea fácil. Hay que poseer un conocimiento enorme, dominar mil temas diferentes, sobre todo en la actualidad cuando parece que hay una explosión de conocimiento y noticias. Un jefe de sección –un editor– debe buscar la forma más interesante de mezclar lo popular y lo importante. Se trata de atraer al lector. No es cuestión de simple rutina. Voy a dar un ejemplo de lo que es rutina, tal vez extremo pero revelador y además tiene que ver con la cultura: trata del celebrity chef catalán Ferran Adrià. Todos los días en alguna parte de España se publica un artículo o una entrevista con Ferran Adrià o se emite un programa de radio o televisión con él en los que el chef explica las excelencias de una receta suya. Y esto en un tiempo en que miles de niños españoles se acuestan hambrientos. Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es Tal vez por esto el ensayista Vicente Verdú escribió recientemente en El País: “Platos y platos servidos con la mayor de las ceremonias que como consecuencia de su abundancia no dan sino en un barroco de baja estofa que proclama las bondades de un plato cualquiera con el falso hechizo de su pretencioso y engalanado creador. El fenómeno sobrepasa una moda para convertirse hoy en uno de los signos más patentes de nuestra decadencia cultural. No podemos más con esta inflación del asqueroso paladar porque todo lo que se presenta como refinado es ya una vulgaridad, todo lo que se muestra como un manjar es un emético para inteligencia o sentido común”. Yo subrayo eso de “nuestra decadencia cultural”. Fuera la terrible rutina. A la vez que escribe, el periodista se edita a si mismo. Es decir: intenta ponerse en el lugar del lector. Esto empieza con la correcta organización de la materia. ¿El texto está presentado de la forma más lógica y comprensible? Hay que llevarle al lector de la mano y proporcionarle un hilo conductor. La mala escritura, en cambio, coloca barreras que impiden su fácil lectura: se tiene la sensación de que cualquier párrafo podría haber ido en cualquier lugar. En cuanto al estilo, hay que comunicar con el mayor número posible de lectores. Conviene cultivar la sencillez. Palabras comunes y frases cortas. Y todo esto no es nada fácil. Pero es muy necesario. Como dijo el Doctor Johnson, “lo que se escribe sin esfuerzo, normalmente se lee sin placer” Ahora bien, esto no significa “escribir para tontos”. Lo dijo bien hace unos años García Márquez refiriéndose a los artículos semanales que escribió durante los años 80 en El País. García Márquez dijo: “Mi primer propósito con estas notas es que cada semana les enseñen algo a los lectores comunes y corrientes, que son los que me interesan, aunque esas enseñanzas les Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es parezcan obvias y tal vez pueriles a los sabios doctores que todo lo saben.” Y yo me pregunto: ¿Sabios doctores que escriben en los suplementos culturales? Pero una vez terminado un artículo, el redactor tiene que editarlo de nuevo, sobre todo en una época en la que faltan equipos de edición. El periodista tiene que leer detenidamente lo que ha escrito, mejor en voz alta, que es cómo se detectan faltas de coherencia y frases farragosas. En la agencia Reuters se recomienda que el periodista enseñe su noticia a un compañero, que le ayudará a detectar otros fallos. Y ahora, en el mejor de los casos –desde luego en Reuters– los textos se someten a la tercera fase de edición. Los redactores de las noticias y sus jefes están excesivamente cerca de las historias, poseen demasiado ‘contexto’ para juzgarlas con objetividad. Esto lo tiene que hacer un editor independiente e imparcial, como representante del lector. Según uno de estos editores, “El trabajo del editor es tomarse un poco de tiempo para pensar, detectar posibles faltas de coherencia en el texto y hacer las preguntas irritantes”. Así es que tradicionalmente en los periódicos de habla inglesa hay una sección independiente de llamados sub-editores. Al subeditor le llega una noticia que no ha visto antes, igual que le va a llegar al lector del periódico, y este sub-editor hace todo lo posible por pulir sus defectos de contenido y estilo. El fin de todo este proceso es servir al lector. Ahora bien, esto de editar a un compañero puede ser peligroso. A nadie le gusta que le critiquen. He aprendido que, al ofrecer crítica constructiva, hay que ser diplomático. Una cosa curiosa: son los peores redactores los que reaccionan mal a la crítica, porque son inseguros. Los buenos escritores, en cambio, Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es agradecen esta ayuda: son más objetivos y les gusta que alguien se interese por su escritura. Yo comparo el periodismo con la fabricación de botijos: no es más que artesanía que cumple una función, la de informar. El sub-editor es el último eslabón en este proceso: detecta los botijos con bultos, alguna grieta, tal vez ladeado. A ese botijo hay que limarle sus asperezas, rellenar con barro esa grieta, igualarle la base. Hay que adecentar los botijos antes de ponerlos a la venta. Resumiendo: la Edición es importantísima. García Márquez, que siempre afirmó considerarse periodista por encima de todo, declaró que “el del editor es el trabajo más importante... [los editores] son la cara del periódico”. Pero hay una cosa preocupante: en España, estas tareas de edición apenas existen, o existen de forma notablemente menguada. Con las prisas de Internet, se valora el proceso de edición menos todavía. Hay menos editores, muchos de ellos superficiales o incompetentes; en muchos periódicos simples becarios, con poca formación, están colgando noticias en la página Web sin apenas supervisión. O sea, a la mayoría de los periodistas españoles, este riguroso proceso de edición que he descrito les suena a chino. Y todo esto pasa hasta en las mejores familias. En 2011, en dos entregas consecutivas, la Defensora del Lector de El País, ante un aluvión de quejas de lectores, lanzó una crítica contundente contra muchas de las noticias aparecidas en el periódico – críticas que, obviamente, podrían aplicarse a los demás medios de comunicación. La Defensora denunció, entre otros fallos, “errores gramaticales, ortográficos y tipográficos”, “piezas muy descuidadas”, “errores en datos y contenidos... que desafían toda lógica”, “ignorancia”, Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es “deterioro en el uso del lenguaje” y “pies y titulares que se cambian y confunden”. La Defensora terminó recomendando “algún tipo de supervisión formal”, que yo he interpretado como mayores tareas de edición. Y ahora, una crítica de índole económica: todo esto cuesta dinero. Sin embargo, amparándose en la crisis económica, los periódicos y sus contables pagan cada vez menos y despiden a periodistas cada vez más. Creo que se equivocan: la crisis de la prensa se va a resolver gastando más dinero, para conseguir mayor calidad. Estas miras tan cortas se expresan bien en una frase de los británicos que siempre me ha gustado: dicen que una persona o una empresa es “inteligente con los peniques y tonta con las libras”. O sea, que aquí no hay editores ni edición. ¿Qué diría Gabo? * * * Quiero creer que la situación está más controlada en los suplementos culturales. Pero aun así, podrían mejorar con una edición más cuidada. Voy a dar unos ejemplos, y esto lo haré leyendo algunos textos de estos suplementos. Comienzo con un ejemplo tal vez extremo pero revelador: es el arranque de la crónica de un libro, no importa su título ni tema: El imparable ocaso de la tradición (quod traditum est) y la incontinencia de un presente insaciable parecen haber provocado, hoy, una profunda mutación en la naturaleza misma de nuestra relación con el pasado, cuya debilidad es patente en los productos de la cultura de masas, que alimentan el imaginario seudo-histórico y la percepción distorsionada de un público entregado al marketing de la nostalgia y a la escenificación kitsch de un tiempo perdido. ¡Y así siguió ese autor durante incomprensibles todos! ocho párrafos más, Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es Curioso, ¿verdad? Artículos desordenados así no aportan más que confusión. Lejos de ser una invitación a segur leyendo, le echan al lector para atrás. Derrotan al editor más experimentado. Hay que rechazar cosas así. Si fuera un botijo, habría que romperlo. Además, este estilo es especialmente desafortunado para el muy democrático Internet. La era digital no debe ser una invitación a bajar la guardia: todavía hace falta una edición esmerada. Por otra parte, esta frase que he leído tiene una extensión de 73 palabras, claramente demasiadas. Esto de la extensión de las frases es importante. Hay frases largas que se comprenden perfectamente y frases cortas que no se comprenden nada, pero por lo general las cortas se entienden mejor que las largas. ¿Por qué se escriben frases tan largas? Una de las explicaciones es que son más fáciles de escribir que varias frases cortas. En un buen párrafo, cada frase es el resultado de la anterior y enlaza con la siguiente. El escritor tiene que preguntarse continuamente cuál es la frase más apropiada. Tiene que pensar, y eso duele. Cuánto más fácil es acumular una serie de ideas diferentes, en una larga frase, y que el lector se busque la vida. O sea, la dejadez. Incluso hay periodistas que se creen que párrafos así denotan genialidad y gracia, y que el mejor estilista es el que más oraciones subordinadas mantiene en el aire, como un gracioso malabarista. Dan pena. Este estilo recargado fue descrito recientemente por Vargas Llosa como “oscurantismo retórico, aquella forma de logomaquia vanidosa y mentirosa”. Es todo lo contrario de la buena prosa, que Vargas Llosa describió como “claridad y verdad, poner las ideas al alcance del lector profano, pero sin trivializarlas, manteniendo el rigor a la vez que la elegancia y la originalidad de los buenos textos literarios”. George Orwell Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es definió la buena prosa como “transparente como el cristal”. Para terminar mi denuncia del estilo de algunos supuestos sabios –y que, desgraciadamente, se encuentra, entre otros sitios, en los suplementos culturales– voy a citar al venerado Primo Levi. Levi escribió lo siguiente, y es una pena que tantos supuestos intelectuales, de esos que adoran a Levi, no conozcan esta cita suya ni intenten emularle. Levi dijo: “Siempre pensé que uno debe escribir de la forma más clara y ordenada posible; que escribir es transmitir un mensaje, y que si el mensaje no se entiende es culpa del autor. Por lo tanto, un escritor respetuoso debe hacer posible que su escritura sea entendida por el mayor número de lectores con el menor esfuerzo”. * * * Ahora voy a examinar brevemente cómo los suplementos culturales tratan distintos temas. Empiezo con el arte moderno, o mejor dicho un sector aparentemente importantísimo de ese arte: las instalaciones, esas obras que, al parecer, intentan subvertir la convención o provocar consideraciones sobre la política o la sociedad. Reconozco que sé muy poco sobre instalaciones y que no tengo una gran opinión de ellas. Por un lado, me parece que exigen muy poca destreza. Una instalación no es una sinfonía de Beethoven ni una escultura de Rodin ni una serie de verónicas del gran Antonio Ordóñez. Cualquiera –yo mismo– puede colocar en una nave unos ladrillos o unas cajas de madera o varios espejos o incluso algo de fruta fresca. Por otro lado, este arte conceptual no pretende conmovernos directamente sino precisa de una interpretación en palabras, bien del artista o del galerista o del crítico de un suplemento cultural. Sin esta interpretación verbal, casi no existe este supuesto arte. Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es ¿Y cómo describen los críticos estas instalaciones? Demasiadas veces, casi siempre, con frases huecas y altisonantes que no dicen nada. Nos informan de que esos ladrillos o esa fruta, que con el paso de las semanas se está pudriendo, “construyen una poética de lo intimista”. Que “hay algo en toda la producción [del artista] de secreta seudociencia... un misterioso cripticismo que complica el discurso de su narrativa” y que “desemboca en la poética más intimista y la reivindicación más salvaje.” Se explica que un amontonamiento de sacos terreros expresa “una poética de la resistencia”... Una de estas crónicas termina diciendo que “la selección y la presentación logran hacer disfrutable y diáfano lo que de primeras podría parecer un asunto obtuso”. Ojalá yo pudiera decir lo mismo de dicha crónica, que no fuera obtusa. Hablando de la rutina que mencioné antes, hay que hablar de ARCO, la Feria Internacional del Arte. Todos los años lo mismo: lamentos de artistas y galeristas sobre lo mal que marcha el mercado o, a veces, tibias esperanzas para su mejoría. ¿Y a mí, qué? Si no se venden esas piezas será porque no interesan, eso se llama oferta y demanda. Tanto mercader que vive del mercado, y son incapaces de aceptar el veredicto de ese mercado. ¿Hemos dicho mercado? Pues hace poco en ARCO un periódico estuvo presente con una caseta y una exposición monográfica sobre... ¡Ferran Adrià! No voy a repetir aquí las lindezas que se escribieron sobre este magno acontecimiento. Si voy a gritar “¡Fuera la frivolidad!” Mi último ejemplo de edición y suplementos culturales tiene que ver con la filosofía. Este sí que es un tema peliagudo: la mayoría de nosotros, incluidos los jefes de los suplementos culturales, sabemos bien poco de filosofía, tenemos que confiar en los expertos. Sé de un suplemento cuyo experto –una vaca sagrada– escribe fatal. Si quiere escribir así, que lo haga en Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es publicaciones especializadas, pero no en periódicos de interés general. De modo que el otro día, cuando vi que un suplemento traía en portada a un tal Byung-Chul Han, un coreano que vive en Alemania y que, al parecer, es el filósofo de moda, me puse en guardia. Pero como he dicho antes, tengo cierta sed de cultura, y empecé a leer. El reportaje constaba de dos partes: una crónica de uno de sus libros recientes y una entrevista. Empecé con la crónica. Esto fue un error. No lo voy a leer aquí, pero puedo afirmar que era tan enrevesado y inaccesible como los otros ejemplos que he citado. Si es cierto, como dicen los expertos, que “escribir es pensar sobre el papel”, pues aquí no se pensaba de forma clara. Menos mal que pasé a la entrevista. Desde el primer párrafo, desde la primera frase, me di cuenta de que el periodista sabe escribir. Presentó una exposición clara y directa de las ideas básicas del filósofo. Creo que lo entendí casi todo. Me encontré con conceptos y consideraciones que no se me habían ocurrido en años, esas cosas que hacen de la cultura algo emocionante y magnifica. Pero una cosa curiosa. Cuando visité dos librerías de Madrid, me dijeron que ya no tenían libros del filósofo porque a los pocos días de salir ese suplemento cultural, ¡todos se habían vendido! Para que se vea lo importantes que son los suplementos culturales. Y su gran responsabilidad en seleccionar sus contenidos y tratarlos con tino. En editar. Y por fin he conseguido el libro y he comenzado a leerlo y es fascinante. A pesar de mi avanzada edad, ¡a lo mejor podré llegar a ser filósofo! Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es * * * Resumiendo: ¿cómo pueden mejorar los suplementos culturales para llegar a más lectores? A través de la edición, en las tres formas que hemos visto. Pero también es preciso aportarles más chispa, gracia, ironía, humor, ingenio. Como leo bien el inglés, se me ha pedido que aporte unas posibles enseñanzas de los suplementos culturales en esa lengua, que a lo mejor tienen esa chispa. Así que recientemente he leído The New York Times Book Review y The New York Review of Books, y de Londres, The Times Literary Supplement (TLS). Traen ideas interesantes. Por ejemplo en el primero de ellos hay una sección semanal de entrevistas con escritores en las que se les hacen las mismas preguntas, tales como: ¿que libros considerados importantes te han decepcionado?; si pudieras invitar a tres escritores de cualquier periodo a una cena, ¿quiénes serían?; ¿qué libros te da vergüenza no haber leído?; ¿cuál fue el último libro que te hizo llorar? En otra sección, dos autores escriben sus opiniones, a veces encontradas, sobre un mismo tema: la fama; la calidad literaria; las editoriales; los agentes literarios... En cuanto a la selección de libros para reseñar, muchas veces una misma crónica se ocupa de tres y hasta cuatro títulos que versan sobre la misma temática. Naturalmente hay valoraciones sobre los diferentes libros, pero también se pretende presentar un interesante ensayo sobre ese tema. Otras veces se escogen títulos claramente minoritarios simplemente porque el tema es interesante o excéntrico: religión o antropología o lingüística, etc. Para excentricidades, los británicos nos ganan a todos. Todos estos suplementos en inglés tienen una sección de Cartas al Director. Durante semanas, los autores de las crónicas y los lectores discuten, a veces amargamente pero casi siempre con Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es brillantez. Es decir, se fomenta la controversia porque es interesante, tiene chispa. Algunas de estas facetas podrían ser incluidas en los suplementos en España. Como decía Oscar Wilde, “El talento pide prestado; el genio roba”. Para mantener esa chispa, hay que cuidar la calidad de la prosa. Una de las cosas que más impresiona al leer estos suplementos en inglés es que están muy bien escritos. Estos suplementos en inglés jamás tolerarían ese párrafo caótico que hemos visto antes. El listón es más alto. Para conseguir esta chispa también es fundamental encontrar a los mejores colaboradores: cada tema con el redactor más apropiado. Fuera esos supuestos ‘expertos’ y ‘vacas sagradas’ que escriben con los pies. En su lugar, escritores que sepan comunicar de forma comprensible. Siempre he creído que casi cualquier tema puede gustar con tal de que el autor conozca la materia, sea entusiasta y sepa escribir. Luego es cuestión de guiarle, asesorarle, editarle. Según el escritor norteamericano H. L. Mencken, “No hay temas aburridos, solo escritores aburridos”. Ya que algunos de estos suplementos son digitales, ¿por qué no buscar a más periodistas y críticos con talento en Latinoamérica? O hasta en el Olimpo Nobel. Por ejemplo, al morir García Márquez, le rinde tributo Salman Rushdie en el suplemento de libros del New York Times. En el mismo suplemento, el Premio Nobel turco Orhan Pamuk habla del escritor norteamericano John Updike. Por cierto, hace unas semanas me di cuenta de que el suplemento cultural del diario El Mundo publicó este mismo artículo traducido al castellano, y que ahora todas las semanas contiene un texto del New York Times. Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es Alguien puede protestar y decir que la chispa y la gracia y la ironía no van con el sobrio carácter español. ¡Pues que se cambie ese carácter! ¿No estamos todos interconectados? Ahora, cuando España copia tantos vicios de los yanquis, ¿por qué no emular algunas de sus pocas virtudes? Termino refiriéndome a García Márquez. Su cita completa sobre las tareas de edición fue ésta: “El del editor es el trabajo más importante... Los editores son la cara del periódico. Lo que hacen los editores es más importante incluso que el papel del director. Ellos consiguen la calidad del diario”. Gracias, Gabo. Y gracias a ustedes. Santander, junio de 2014