Desde el yo profundo a lo más profundo de Dios Somos parte de un proyecto maravilloso que Dios ha preparado antes de la creación del mundo (Ef 10). Este proyecto nos invita a avanzar hacia lo mejor de nosotras mismas que todavía no hemos descubierto del todo. Es un viaje que requiere estar despierta pues es una llamada a la vida, a la felicidad. El mapa para llegar ahí lo llevamos escrito en las entrañas. Estamos invitadas a bucear en el mundo de nuestros movimientos interiores, sentimientos, pensamientos, reacciones y fuerzas que nos habitan. En ellos, Dios se nos comunica y revela. Los cuatro pilares de la persona Direcciones equivocadas 1. Ser amada 1. Ser admirado Es el deseo innato de sentirse totalmente querida, no por lo que hago o consigo, sino simplemente por ser yo misma. Quiero ser “la estrella” a quien todos reconocen y aplauden. 2. Ser válida 2. Ser importante Tener la profunda sensación de que mi vida y lo que hago son útiles, valiosos y generadores de vida. Confundo lo que hago por lo que soy. Hago depender mi vida del éxito a toda costa. 3. Pertenencia 3. Uniformidad Saberse en relación profunda con alguien, con un grupo, una familia, una comunidad, un proyecto... Más que pertenecer me someto, me pierdo en la masa. 4. Autonomía 4. La independencia Actuar responsablemente desde mi libertad, sin perder mi identidad ni mi relación con los demás. Llevo una vida que prescinde de toda atadura a un proyecto o programa. Las cuatro necesidades afectivas básicas de mi vida (ser amada, pertenencia, ser válida y ser autónoma) han sido puestas por Dios en mí para ayudarme a conectarme con Él y a encontrar la dirección acertada, según sus designios. Los cuatro impulsos básicos de la vida Viaje adentro de mí mismo 1. La alegría de ser yo misma 1. Autoconocimiento Cuando me siento feliz y reconciliada conmigo misma. Me siento a gusto con mi trabajo, mis relaciones humana son de alegría y vitalidad. No tengo que demostrar nada a nadie. Mi historia mi carácter, sentimientos, actitudes, reacciones, zonas oscuras... 2. El deseo profundo de crecer 2. Autoreconciliación Todo lo que vive se mueve tiende a la plenitud. La persona humana tiene en sí una disposición profunda a desarrollar todas las capacidades en plenitud. Integro todo lo que voy conociendo de mí, admitiéndolo como parte de un proceso hacia la plenitud, aunque a veces sea doloroso. 3. El impulso creativo a dar vida 3. Autoestima Toda persona “viva”siente en sí el impulso profundo de hacer algo por los demás, dando y compartiendo vida. Siento alegría de ser yo misma con mis limitaciones y capacidades. Abierta a la bondad, el perdón, el crecimiento, el amor. 4. Recibir de los demás. Ser vulnerable 4. Amor incondicional cuando una persona se aisla y no recibe impactos del exterior, especialmente de amor, muere. Al abrirse a otros y hacerse capaz de recibir, recobra su armonía y nace a la vida. Soy capaz de dar, de compartir, de aceptar a los otros, de construir proyectos comunes. Los cuatro impulsos básicos de mi vida también son regalo de Dios para poder encontrar vida en plenitud. Es un buen principio de vida espiritual el del propio conocimiento. ¿Me conozco? ¿Qué cosas me cuesta aceptar de mí misma? ¿Cómo va mi autoestima? ¿soy capaz de amar sin calcular? PARA ORAR Tu llamada profunda desata dentro de ti muchas gracias especiales (Jn 1,16) ¿Qué dones especiales he recibido de Dios? ¿Se conectan con mis acciones cotidianas? ¿Cómo? Tu llamada profunda te encamina hacia el auténtico ser (Sal 62,1; 2Cor4,16) ¿Cuáles son las tendencias de la imagen divina en ti? ¿Qué cosas vienen de tu Ego? Impulsos de la gracia Desde que nacemos traemos con nosotras el mapa de ruta interior que nos facilita conocer y seguir la dirección de nuestra existencia. Cuanto más conozcas y transites tu “hoja de ruta” personal, mejor llegarás a reproducir la imagen divina que llevas dentro. Es la imagen del amor. Conocemos esta hoja de ruta cuando percibimos, tocadas por la gracia, los signos de Dios, de su amor. La gracia de Dios es el poder de su amor, y se manifiesta a través de atracciones hacia valores, personas, proyectos... tendencia a ser mejores, más justas, más comunitarias, más amables... Estamos habitadas por el Espíritu Santo. Su presencia desata en nosotras el impulso a vivir como Jesús. Condiciones para escuchar la llamada 1. Paz interior Los movimientos de Dios son suaves y serenos, por eso es tan difícil notarlo cuando nuestra mente y nuestro cuerpo están alterados. 2. Libertad interna Falsas direcciones La imagen distorsionada es el EGO, en contraposición al Yo real. El Ego me lleva a vivir des de la máscara, la autojustificación, el victimismo, la apariencia, la posesividad. El Ego construye mi yo distorsionadosobre tres pilares que constituyen el plan del mundo: - Satisfacción de la sensualidad - Deseo de poseer - El orgullo, el honor, deseando ser reconocido siempre y en todo. Los impulsos negativos nos dirigen a la muerte, nos inclinan al pecado. Cuando sigo a mi Yo real, tengo vida abundante. Ejercicios Nombro concretamente las cosas que he de dejar de lado para alcanzar la paz. Hay que librarse de prejuicios Nombro los condicionamientos y limitaciones que tengo para elegir libremente. 3. Fortaleza interior ¿Cuál es mi miedo más profundo? Las dudas y miedos nos impiden oír la llamada interior. Debemos ser fuertes y escucharnos desde dentro. ¿Y mi deseo más intenso? Tu llamada profunda, guiada por el Espíritu Santo, te hace conocer lo bueno y lo malo. Te ayuda a querer vivir en plenitud (Gal5,16)