178 AVES. Macho. Lo superior de la cabeza, rabadilla, cola y cobijas, así como las timoneles, de un moreno obscuro con reflejos verdosos sobre las alas, y bronceados sobre la cola. Las timoneles y las remeras primarias, mas obscuras que las otras. Garganta blancuzca. Todo el resto del cuerpo moreno, con una mancha ancha blanca á lo largo, sobre el medio de cada pluma. Pies negros. Pico negro en su extremidad, amarillento en la base. Ojos, amarillo rosado. Hembra. Lo superior de la cabeza, manchado como el cuello. Joven del año. Carece, antes de la primera muda, de las manchas blancas del cuello, siendo este uniformemente moreno claro. Esta ave se encuentra en ambas Américas y en las Antillas. Le hemos observado en todos los llanos situados al este de los Andes, desde la provincia de Entre-Rios, en los 30 grados de latitud meridional, hasta las ciénagas de la república de Bolivia. Si se extiende tan lejos al norte como al sur, se le podran asignar por patria, treinta grados de cada lado del ecuador, en el Nuevo Mundo. En la isla de Cuba, lo mismo que en todas sus residencias, se le encuentra siempre en las ciénagas, á la orilla de los lagos cubiertos de juncos ó de grandes yerbas, y nunca cerca de las aguas corrientes cuyas márgenes se hallan desprovistas de vegetación. Allí, sedentaria por parejas ó aislada, sin mezclarse á las otras especies de aves acuáticas, recorre incesantemente las orillas del agua, donde jamás entra. Con actitud desembarazada, moviendo la cola á cada instante, como el Rallus gigante, mostrando suma vivacidad en sus movimientos, parece hallarse siempre inquieto, pero no obstante, sin mostrar desconfianza. Pero, si se le aproximan para espantarle, vuela con trabajo batiendo las alas, con las patas colgantes como los Macrodactylos, y va á posarse en medio de las yerbas, á corta distancia, pues siempre lento y embarazado, no hace jamás largos vuelos. A veces, se encarama sobre los árboles poco elevados, pero jamás permanece tanto tiempo como las Garzas. Por la madrugada y por la tarde sobre todo, es cuando, paseándose entre las yerbas, hace resonar su voz sonora, que se oye de media legua de distancia : voz que los guaranis del Paraguay han traducido por Carau, y los habitantes de Cuba por Gaareao. Es imposible que un viajero no la perciba, pues es sumamente fuerte, tanto mas cuanto los diversos individuos que pueblan la misma ciénaga, la repiten respondiéndose, y la perpetúan así largo tiempo en el espacio. Estas aves tienen el mismo género de alimento que las Gallinuelas y Gallaretas, es decir, que no comen reptiles ni peces, como las Ardeideas, sino que se contentan con gusanos, insectos, y sobre todo moluscos. ¿ Cuántas veces los hemos visto llevar en el pico, lo mismo que el Rallus gigante, una concha de Ampullaria, dirigiéndose velozmente de las partes cenagosas de una laguna, hacia un tronco ó árbol de la orilla, y allí, sacudirla y golpearla con fuerza, hasta conseguir hacerle un agujero que les permite comer el animal que contiene ? Así, no es raro hallar, en la orilla de las ciénagas de la frontera del Paraguay y en la provincia de Chiquitos, en Bolivia, montones de conchas de Ampuliarias agujereadas ; montones á veces del alto de una vara, y que mucho tiempo nos tuvieron dudosos sobre el animal que podria formarlos, hasta que le sorprendimos en el acto. Hacia el fin de octubre, en el hemisferio del sur, comienzan á separarse por parejas, buscan los juncales espesos de los parages mas inaccesibles de las ciénagas, y llevan allí yerbas secas, con las cuales construyen un nido espacioso, cuasi plano, semejante al de las Gallinuelas y Gallaretas. Sobre él pone la hembra tres ó cuatro huevos mui lisos, puntiagudos en una de sus extremidades, y cuyos diámetros son dos y media y tres pulgadas, próximamente. Su color es amarillento pálido, con manchas pardas, separadas y mas unidas hacia la punta gruesa. En el mismo lado, se ven también líneas trasversales irregulares del mismo color. El macho y la hembra se dividen el trabajo de empollar. Apenas nacen los pólluelos, siguen á la madre inmediatamente, que dirige sus primeros pasos con tierna solicitud. Apenas siente algún ruido, vuela sobre ellos, dando gritos alarmantes, y les advierte así del peligro ; ellos entonces se esconden, y permanecen inmóbiles entre las yerbas acuáticas, y no salen de su escondrijo hasta que la ma-