Las TIC en el contexto de una educación humanista José Luis Hellín Maqueda. IES Valle del Andarax. Canjayr. Almería 1. INTRODUCCIÓN El mundo de la publicidad está tan pasado de rosca que produce, con demasiada frecuencia, auténticos engendros. Se abre el telón; un padre entra en la habitación de su hijo; el joven se halla delante de la pantalla de un ordenador. “¿Qué, hijo, estudiando?” Respuesta del adolescente: “No, papá, descargando.” Primer plano de la pantalla donde aparece una aplicación como detenida con la palabra ‘LOADING’ en grandes términos. Explosión entusiasta del hijo: “¡Tenemos que apuntarnos a la doble velocidad de [marca comercial]. Así estudiaría el doble de rápido!” Fin del mensaje. Y todo el mundo se queda tan pancho. Incluso, de forma sutil, algunos razonarán: “Pues el chico tiene razón.” ¿Nos hemos parado a pensar la enorme tomadura de pelo que supone este anuncio, y como éste otros cienes y cienes? Semejante burrada ofendería hasta la inteligencia de un mosquito. Tristemente, si no nos da un síncope producido por un ataque de risa será porque aceptamos como axioma de nuestra hora actual la afirmación “la ciencia avanza que es una barbaridad y toda tarea es capaz de hacerla fácil y cómoda además de rápida”. Que la velocidad de descarga sea el doble, NO quiere decir que el joven estudie a doble velocidad; más aún, quizá NO interese que estudie el doble de rápido. Estudiar el doble de rápido no significa aprender en la mitad de tiempo ni asimilar, madurar e incorporar al propio acervo lo supuestamente aprendido. Pero este razonamiento no tiene cabida en una civilización donde cualquier récord de velocidad siempre es superable, un idioma se puede aprender en diez días o adelgazar no cuesta esfuerzo alguno. En nuestro fuero interno, soñamos que las máquinas nos liberen de la condena divina: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente…” Si durante los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX (depende de qué país estemos hablando) se nos bombardeaba con la idea de una vida personal, doméstica y profesional repleta de artilugios mecánicos al servicio de nuestra comodidad, calidad de vida y eficiencia, hoy en día se recurre a la misma peregrina idea para convencernos de que la Informática con mayúscula encierra la panacea de todos nuestros males, la clave de nuestro éxito y la garantía de una vida mejor. ¿Cuál es el gran engaño? Que nuestro sistema económico capitalista necesita del consumo. Por esta razón, el mercado informático se convierte en un fin en sí mismo, olvidando su primigenia función de herramienta para un trabajo y una vida mejores. ¿Qué precisamos, pues? Poner a cada cosa en su sitio. Las Tecnologías de la Información representan para el Hombre (también con mayúscula) enormes posibilidades de acceso a la misma; las Tecnologías de la Comunicación multiplican las ocasiones y habilidades para desarrollar el factor clave en la inteligencia humana, el Lenguaje. Pero lo que importa, lo que SIEMPRE debe importar primero, es el hombre, el propio Hombre. De todo esto va lo que sigue. Una reflexión sobre el lugar que deben ocupar las TIC en la actividad de enseñanza-aprendizaje; una actividad encaminada a formar, de manera equilibrada y plena, hombre y mujeres, ciudadanos en suma. Ésta es, con las adaptaciones de TICEMUR 2005 414 rigor, la finalidad que siempre ha pretendido el Humanismo. Por ello he titulado la comunicación “Las TIC en el contexto de una educación humanista”. No voy a perderme en una exposición sobre las diferentes formas de entender el Humanismo, que podemos encontrar en las bibliotecas o en Internet. Parece ser que fue Niethammer quien en 1808 explicó y utilizó por primera vez el vocablo. No es importante ahora; como tampoco opinaré sobre lo que pensaban a cerca de él Sartre, Luypen, Althusser, Maritain o Heidegger. Ésta se convertiría en una comunicación para un congreso de Filosofía; además, no me creo capacitado para bajar a esa arena. No obstante, sí interesa aclarar qué entendemos –o qué entiendo yo– por Humanismo y, sobre todo, si la Educación del siglo XXI debe ser humanista. Pero antes de las definiciones, conviene una visión con algo de historia de lo que fueron los orígenes del fenómeno; sobre todo, por si necesitamos después volver a ellos para justificar algunas ideas. 2. BREVE ORÍGENES PASEO HISTÓRICO POR EL HUMANISMO. Es difícil establecer qué fue primero, si Humanismo o Renacimiento. Ambas realidades, incluso a nivel conceptual, están íntimamente ligadas. Quizás el desarrollo del Renacimiento a partir del descubrimiento de la cultura clásica greco-latina, obligaba a inventar una nueva forma de pensar, una nueva escala de valores para definir una nueva relación del hombre con la sociedad, con Dios e incluso consigo mismo. Siempre hemos estudiado que el Renacimiento consistía en un movimiento artístico y cultural que tomaba como modelo la civilización romana y griega desde el siglo IV a.C. hasta el IV d.C. y que se dio en la Europa fundamentalmente mediterránea entre los siglos XV y XVI. Al mismo tiempo, la trascendencia del Humanismo como filosofía pareja con el Renacimiento va más allá, puesto que le sobrevivió hasta nuestros días. También podríamos decir que después del Renacimiento nada fue igual. Cierto es, pero las artes encontraron nuevos caminos de expresión, a veces contrapuestos al Renacimiento, al que volvían de cuando en cuando según el movimiento pendular de la cultura en los últimos siglos: Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo, Modernismo, Vanguardismo… Esta sucesión de movimientos artísticos e intelectuales que podemos extraer de la historia cultural española, si bien con matices, fue semejante en otras naciones vecinas. Si decimos que nuestra civilización actual es heredera directa del Renacimiento –el hombre renacentista, léase Leonardo da Vinci, sigue siendo el arquetipo de ideal humano intelectual–, lo es por la perpetuación, evolución y adaptación a las nuevas realidades del Humanismo primero. En todo este camino, las iglesias cristianas –aunque fundamentalmente la católica– fueron de tanta importancia que podemos hablar de un Humanismo cristiano, donde el intelectual creyente intenta compaginar la nueva preeminencia del hombre con la irrenunciable preeminencia de Dios. 2.1 LAS RUINAS DE ROMA EN LA ITALIA MEDIEVAL La civilización del Lacio había dejado una impronta demasiado evidente, sobre todo en la península italiana, para que pudiera dejarse de lado. Aunque el imperio romano de occidente hubiera muerto en el siglo IV de nuestra era, su herencia arquitectónica y, en menor medida, escultórica era patente en cualquier ciudad importante de Italia. Para la mayoría de una población inculta y aferrada a sobrevivir en el día a día, la monumentalidad arruinada que le rodeaba no entrañaba más importancia que servir de cantera para nuevas construcciones. Todo el recubrimiento de mármol que adornaba el Coliseo fue expoliado para las casas de la propia ciudad de Roma. Pero para las élites intelectuales eclesiásticas y, hasta cierto punto, las políticas, este fantástico Coliseo, las grandiosas termas de Caracalla, los foros imperiales, la TICEMUR 2005 415 columna de Trajano, el antiguo Panteón (iglesia de los Santos Mártires después) o las todavía imprescindibles calzadas romanas representaban un constante aldabonazo a la conciencia, una llamada del pasado que pugnaba por hacerse de nuevo un sitio en el presente. 2.2 LA HERENCIA ESCRITA El huracán godo estuvo a punto de borrar un pasado escrito riquísimo. Cuando las distintas tribus godas se establecieron en los restos del antiguo imperio romano y aceptaron parte de la civilización allí presente, ya era tarde para gran parte de la producción intelectual y literaria de la aetas romana. Por fortuna, las iglesias se dejaron llevar por un prurito de salvar identidades y se convirtieron en depositarias de las obras literarias de los autores clásicos. Los monasterios comenzaron una labor, hoy increíble, de salvaguarda y copia que nunca será bien agradecida. En el extremo oriental del continente, los turcos musulmanes acabarían mil años más tarde con el imperio romano de oriente, el Imperio Bizantino, aunque el trato dado a la cultura escrita que encontraron fue más benévolo que el dispensado por los godos. De hecho, muchos de los grandes autores, especialmente griegos, que han llegado a nuestros días, lo han hecho gracias a las versiones de estudiosos árabes que utilizaron al-Andalus como puente para devolver a los europeos el pensamiento y las obras de sus antepasados. Es preciso resaltar este detalle: fue el contacto prolongado, y con frecuencia pacífico, de las culturas cristiana y musulmana en las tierras ibéricas lo que permitió recuperar para nuestra civilización a muchos autores hoy llamados clásicos, algunos tan fundamentales como Aristóteles. 2.3 EL SURGIR DE UNA CIVILIZACIÓN URBANA El Renacimiento –y el Humanismo, pues– está muy relacionado con la recuperación de una civilización basada en las ciudades. Mientras los distintos reinos godos se debatían en luchas fratricidas e internas, no había tiempo ni recursos para otra cosa que no fuera sobrevivir. Pero la estabilidad política llevó aparejada la expansión comercial. La creación de grandes fortunas empezó a manifestarse en la reconstrucción de las antiguas, y ahora cada vez más hermosas, comunidades urbanas. Sobre todo en Italia, volcada en el comercio con Oriente, la acumulación de dinero permitió a muchas mentes inquietas dedicar su tiempo y parte de sus energías a otros menesteres que no fueran sólo el sostenimiento familiar. La iglesia papal de Roma, década a década más rica y poderosa, vio en la arquitectura monumental un símbolo y signo de su grandeza, de su misión evangelizadora. Pero esta monumentalidad buscó inspiración en los restos de otra gran arquitectura cual fue la romana, en detrimento de la gótica, fundamental en el norte de Europa, donde la influencia de la antigua civilización había sido menos intensa. Al mismo tiempo que los eclesiásticos italianos se volvían hacia las viejas ruinas para inspirarse, otros personajes inquietos –algunos, alejados de los ambientes religiosos– también buscaron en los vestigios que les rodeaban las ideas para una nueva arquitectura civil. Recordemos, como prototipo, la familia de los Médicis en la toscana Florencia. Pero no se quedaron ahí. El interés, la curiosidad les guió a desempolvar obras escritas para sus bibliotecas –conseguidas a duras penas de las bibliotecas monacales– y desenterrar maravillosas estatuas con las que adornar sus jardines o a las que imitar en sus nuevos encargos a los escultores. Petrarca es el mejor ejemplo del papel fundamental que desempeñaron algunos adinerados intelectuales de la época en la tarea de recuperar y proteger escritos de la civilización romana que, de no ser por ellos, nunca habrían llegado hasta nosotros. TICEMUR 2005 416 Por tanto, si resumimos lo hasta ahora expuesto, diremos que el Renacimiento –y el Humanismo tal como lo entendemos en nuestra civilización occidental y del que hablaremos después–, sólo podía surgir en Italia debido a la acumulación de vestigios de la civilización romana, la enorme cantidad de obras escritas conservadas en los monasterios y que se filtraron a los ambientes más laicos, y la estabilidad, tanto política como económica, que hizo de Italia el puente comercial entre occidente y oriente, convirtiéndola en una región de ciudades-estado muy ricas, donde surgieron mecenas ansiosos de rodearse de arte, artistas y literatos. 2.4. LA NUEVA FORMA DE SER Y PENSAR ¿Por qué reencontrarse con el pasado cultural supuso el surgir de un nuevo hombre, de un nuevo pensamiento? Porque los intelectuales que se acercaron a las obras de los clásicos descubrieron una sociedad, muy religiosa eso sí, pero en la que el hombre como concepto y entidad real ocupaba un lugar central en su universo. De pronto, tras siglos de machacona entonación de un mea culpa en este valle de lágrimas, de una intromisión profunda de la iglesia jerarquizada en la vida de los ciudadanos, de un ‘Dios por encima de todas las cosas’, algunos se encontraron con que, varios siglos atrás, una civilización fue capaz de desarrollarse hasta cotas inimaginables preocupándose y ocupándose del hombre, del protagonista del hecho social. La vida terrenal, esa misma que tanto se despreciaba en los sermones de los domingos como lugar y ocasión de pecado, merecía la pena vivirla, podía ser divertida, alegre, excitante. Además, el siglo XVI fue un siglo de descubrimientos, de grandes viajes y exploraciones: la circunvalación de África por los portugueses y su llegada a la India y China, América encontrada como por casualidad por un genovés al servicio de la corona de Castilla… Todo un nuevo mundo desconocido quedaba a merced de mentes y voluntades que quisieran conquistarlo. Era una obra de hombres, no de Dios. Al mismo tiempo, varios intelectuales del momento fueron enriqueciendo con sus pensamientos y actos una nueva forma de enfocar la existencia del hombre, su lugar en el mundo, su relación con los demás y con Dios. En el norte, Tomás Moro y Erasmo de Rótterdam; más al sur, Giordano Bruno, Galileo, Nicolás de Cusa, Juan Vives, Nebrija... 3. UNA VISIÓN MÁS SIMPLE, MÁS ACTUAL El Humanismo, con muchos enfoques diferentes, ha prolongado su existencia hasta nuestros días. Tan vigente se mantiene que incluso a la sombra de sus ideales han surgido partidos políticos, movimientos de base, organizaciones no gubernamentales, incluso sectas. Pero, ¿existen realmente ideales comunes a los distintos tipos de concepciones humanistas? Sin duda, aunque tampoco es el tema de esta comunicación. Vamos a concretar, que ya va siendo hora ¿Qué es el Humanismo? Reconocer el valor intrínseco del ser humano, proponerlo como protagonista y objeto del hecho social, apreciar y estimular su acción creadora, integrarlo en un mundo físico complejo y específico, desarrollar en él las aptitudes y actitudes que le lleven a conocer mejor y respetar ese mismo mundo en el que se halla inmerso. ¿Que faltan factores definitorios? Probablemente, pero por ahora nos bastan. ¿Debe ser la educación del siglo XXI una Educación humanista? Sin duda. Nunca como ahora ha sido necesario el enfoque humanista de la Educación. ¿Por qué? Van unos ejemplos –que siempre son más divertidos que el discurso teórico– para ilustrar la afirmación. Silicon Valley, a parte de ser el lugar de la Tierra con más genios científicos por kilómetro cuadrado, también es el lugar del mundo donde se crean cada día más millonarios. En un TICEMUR 2005 417 programa sobre la vida cotidiana de sus habitantes, uno de ellos hacía la siguiente afirmación: “Aquí, si a los cuarenta no eres rico, es que has fracasado” (sic!) Esto me provoca dos reflexiones: 1. que, con mis cuarenta y cinco años a la espalda, nunca iré a Silicon Valley. Sólo me dejarían entrar en los lugares que frecuentan fracasados y no es una idea que me seduzca. 2. que algo profundo falló en la educación infantil y adolescente de ese personaje para pensar de ese modo. De acuerdo, es un caso extremo; pero lo he traído a colación porque representa con gran claridad un hecho que no necesitamos ir a Silicon Valley para constatar: tanto tienes tanto vales, tu valor reside en lo que posees, no en lo que eres. Puedes ser el mayor sinvergüenza, pero si tus cuentas bancarias están repletas, te tratarán con deferencia desde el hotel hasta la comisaría. Si tu riqueza reside sólo en tu interior, en tu mente y en tu corazón, entiende que no tengan habitaciones en el hotel y que te abofeteen en la comisaría. Esa es la realidad de la colectividad en la que vivimos. Nuestros alumnos es lo que aprenden, aunque normalmente no sea en la escuela. Por ello necesitamos un enfoque humanista de la Educación, para que personas como el fracasado de Silicon Valley no se sientan tales debido a que no son millonarios a los cuarenta. Porque, de hecho, no han fracasado; o, al menos, no por ese motivo. Luchar contra la corriente del capitalismo galopante e inhumano y las fiebres consumistas empequeñece la odisea de un salmón río arriba. Y, sin embargo, la única posibilidad de asegurar un futuro a esta sociedad es subvertir muchos de sus actuales valores. Ahí es donde entra la educación humanista. Y me preguntaréis qué narices tiene que ver todo esto con las TIC. Pues, la verdad, no gran cosa… Bueno, bueno, que es broma. SÍ tiene mucho que ver. Vamos a ello. 4. LAS REVOLUCIONES EDUCATIVAS En primer lugar, desconfiad de los milagros que en Educación puedan llegarnos de las máquinas y afines. Siempre que los sistemas de enseñanza han conseguido romper su inercia inmovilista a integrar nuevas tecnologías, muchos han creído ver en ellas la solución al sempiterno problema del fracaso escolar, de la lentitud en el aprendizaje, del pobre bagaje cultural que se llevan nuestros alumnos cuando abandonan la educación obligatoria, etc. ¿He dicho que tengo cuarenta y cinco años? Eso quiere decir que soy algo mayorcito y que algo habré visto de este mundo. Siendo miembro de la honorable clase media baja (más bien, bajita) de la España de los sesenta, me tocó estudiar francés cuando llegué al instituto a los nueve años –no me falla la memoria, no; entonces entrabas con nueve o diez años en el Bachillerato después de hacer una prueba de ingreso y tras finalizar los estudios primarios–. Digo lo de estudiar francés porque el inglés apenas se llevaba en la escuela pública. Los que empezaron por aquellos tiempos a aprender el galimatías de la pérfida Albión eran vistos como gente rara y extravagante. Ya entonces España era dura para los idiomas. Nada de la fluidez centroeuropea. Aquí, mucha gramática, traducción y, si llegaba el caso, literatura; pero hablar, lo que se dice hablar… Alguien sí nos habló de una revolución inminente, la revolución de los laboratorios de idiomas, que nos harían a todos plurilingüistas en poco tiempo y como quien no quiere la cosa. Todos conocéis la realidad de la enseñanza de lenguas extranjeras en la ESO. Incluso en algunos centros, los laboratorios de idiomas, esas aulas que prometieron ser mágicas, languidecen mudas, olvidadas de todos –excepto quizá, del personal de limpieza– en algún ala TICEMUR 2005 418 apartada del edificio. Ni mucho menos que es así en todos los lugares; pero las expectativas de la revolución idiomática han pasado al cajón de las buenas intenciones. Hace tiempo, demasiado tiempo, algunos pedagogos elucubraron con una nueva revolución que traerían los medios audiovisuales a las escuelas. El uso de la televisión, en circuitos abiertos y cerrados, haría incluso innecesaria la presencia de un docente por aula. Todos aprenderían más, mejor y más rápido. La realidad es que, salvo “¡Ábrete, Sésamo!”, pocos programas de enseñanza han dejado alguna huella en el acervo intelectual de nuestras gentes. Ya no se utilizan los circuitos cerrados de televisión, y los aparatos de que se dispone se emplean para poner vídeos a los chavales, a veces con interés educativo, la más como factor de distracción para ver si se callan. Pero la guinda, amigos míos, la guinda de las revoluciones tecnológicas en la educación vino de mano de la Informática. De nuevo los augures sesudos de algunos departamentos universitarios y ministeriales predijeron el ‘pas plus’ en la enseñanza. Las máquinas pensantes llevarían de la mano a los colegiales por el camino del saber con una seguridad y una eficiencia que ningún docente humano podría ofrecer. Más tarde, descubrimos que las máquinas más que pensantes eran absolutamente estúpidas, a las que cada vez que encendías tenías que meterle un disco con el lenguaje para entenderte con ella por que si no, no había modo de pasar del prompt obsesivamente parpadeante. Las máquinas evolucionaron y con ellas se renovaron las esperanzas. Llegaron los discos duros, justo a tiempo para hacerse receptores de mil y un juegos que los alumnos preferían a las clases magistrales del profesor. No había que desesperar; Internet estaba a la vuelta de la esquina y entonces… entonces sí que se iban a enterar de lo que era una revolución educativa. Cuando la Red se hizo familiar a todos, se convirtió para la mayoría de los estudiantes en la prolongación de sus bocas y oídos, y siguieron haciendo aquello que mejor saben hacer: hablar, hablar y hablar en los chats sin dar un palo al agua. Bien, sé que exagero; pero lo exige el guión. Paciencia. 5. LAS TIC, UNA NUEVA REVOLUCIÓN EDUCATIVA Nuestros centros de enseñanza se han convertidos en entes ofimáticos. Una siniestra serie de cables recorren el edificio y enlazan todos los terminales –pantallas del ‘Gran Hermano’ de Orwell, no el de Telecinco– con un cerebro central, encerrado en algún cuarto pequeño, cerca de los despachos de los Jefes –por aquello de la cercanía al poder; ya se sabe, quien a buen árbol se arrima…–. Todo el tinglado respira potencia, capacidad. Una de las herramientas más flexibles y con mayores posibilidades que se ha puesto en manos de los educadores –aunque hay quien ese honor se lo concede a la tiza–; sin embargo, el panorama es el mismo que hace un lustro, diez años, tres décadas o medio siglo: todo, el centro, el profesorado, la dedicación de la sociedad y de la familia, todo equivale a un tren que está listo para partir de la estación de la ignorancia (o del poco saber); pero si el implicado no se quiere subir en él… de nada sirve. Viene a cuento aquel refrán escocés “puedes llevar el caballo a la fuente, pero no le puedes hacer beber”. Y lo triste es que las posibilidades se multiplican por ene. Si hablamos de información, unas pulsaciones y accedemos a decenas de millares de sitios o portales donde nos dirán lo que queramos y no queramos saber. Un ejemplo cercano: para refrescar algunas ideas sobre el Humanismo, utilicé un buscador en Internet con ese simple y puro término castellano. Obtuve casi noventa mil lugares donde se hablaba del tema. Tantos que casi no es operativo. Internet no es perfecta; nunca lo será entre otras cosas porque es humana y porque la perfección es aburrida. Sin embargo, podemos ejercitar nuestra mente para sacarle el mejor TICEMUR 2005 419 partido a una herramienta que, aunque está perdiendo la pureza de sus primeros y maravillosos momentos, pone a nuestros pies un mundo ni siquiera soñado en las peores pesadillas de los inquisidores. Podemos acceder prácticamente a TODO. Y eso es mucho. ¿Y la comunicación? “¡Ahí, sí!”, dirá más de un alumno. “Ahí sí que le saco partido.” No lo dudo; como tampoco dudo que nuestro amigo del anuncio no quiere la doble velocidad para estudiar el doble de rápido, sino para bajarse en la mitad de tiempo toda su lista de nuevas canciones y películas de estreno colgadas de forma ilegal –no todas, ojo– en portales de la Red. Y después están los chats, que eso sí tiene miga. Es una pena que podamos colarnos en las casas de millones de personas en todo el mundo (centenares de culturas, miles de lenguas…) y que, en cambio, nos dediquemos a intercambiar sandeces insustanciales, la mayoría de las veces con nuestros propios amigos a los que veremos dentro de un rato. Vale, Manolo conoció a su actual mujer gracias a un chat; pero no dejar de ser una raya en el agua. ¿Por qué? Porque con la herramienta informática no venía el frasco de las intenciones provechosas ni el manual de “¡Diviértete TAMBIÉN con otra cosa, mariposa!”. Y el lenguaje lo es todo. Nuestra inteligencia –aunque en algunos, como el valor en el Ejército, haya que suponerla– se alimenta y crece con el lenguaje. Tan importante es que incluso para negar su importancia necesitamos utilizarlo. Pensamos porque dominamos un lenguaje; cuantos más lenguajes dominemos, mejor ejercitada estará nuestra mente, más capacidad de explotar todas sus posibilidades. En el fondo, todo es lenguaje, desde la Matemática hasta el ajedrez pasando por las caricias. Y como herramienta de acceso a distintos lenguajes, las TIC tienen poca competencia. Entonces, ¿por qué ese sutil sarcasmo e ironía que impregna casi cada línea que antecede? Porque falta lo esencial: ¿qué tipo de personas, como individuos o seres sociales, queremos conseguir mediante la Educación? ¿a dónde queremos llegar? Y, sobre todo, ¿QUEREMOS? Creo que es hora de ir acabando. Suelo citar a mis alumnos algunos ejemplos que les estimulen (¡oh, fatuo anhelo!) a poner de su parte lo único que se les pide poner, voluntad. Nosotros tenemos TIC. Cuando visitas el aula ‘Fray Luis de León’ de la Universidad Vieja de Salamanca, llama la atención que aquellos alumnos disponían de un tronco bajo para sentarse y otro alto para poner los antebrazos. No existían pupitres. No tomaban apuntes. Todo era de oídas y de memoria. Admirable. Abebe Bikila ganó descalzo la maratón olímpica de Roma en 1960. De niño, tenía que correr todos los días ocho kilómetros de ida y ocho de vuelta, además de atravesar dos ríos a nado, para llegar a la escuela. Nunca faltó. Durante los terribles años de la guerra civil en Burkina Fasso, los rebeldes adoptaron la costumbre de cortar la mano derecha de todo civil con el que se cruzaban. Una niña de doce años pidió, por favor, que le cortaran la izquierda para así poder seguir yendo a la escuela y escribir con la derecha. Le cortaron las dos manos. Y todo esto lo contaba sin dejar de sonreír. Paolo Freire dijo que “la ignorancia es la esclavitud de los pobres”. En nuestro mundo rico y desarrollado, algunos tienen a gala ser esclavos y pobres. TICEMUR 2005 420