RESUMEN – LAS DESAMORTIZACIONES La desamortización fue un hecho fundamental en el proceso de la Revolución burguesa. Significó un cambio esencial en el sistema de propiedad y tenencia de la tierra. En España, se produjo de manera discontinua. Se dieron varias desamortizaciones: la de Godoy (1798); la de la Guerra de la Independencia, la del Trienio Liberal (1820-1823); pero las más importantes fueron las de Mendizábal (1836-1851) y la de Pascual Madoz (1855-1924). Las causas de la desamortización fueron las siguientes: Los reformistas ilustrados del siglo XVIII, preocupados por obtener el máximo rendimiento de la tierra y los recursos naturales, fuentes para ellos de la riqueza y fortaleza del Estado, habían insinuado la necesidad de cambiar el sistema señorial de propiedad de la tierra. En el Antiguo Régimen, una gran parte de la tierra era de manos muertas, es decir, tierras vinculadas a dominios monásticos o a municipios, y además, de no tributar, no podían ser vendidas por sus titulares, estaban fuera del mercado, y, por ello, no podían ser capitalizadas ni mejoradas. Si se quería promover la reforma agraria era necesario que pasaran a ser bienes privados susceptibles de mejoras técnicas. Además, la desamortización de esos bienes permitiría al Estado, incautándose de ellos, enjugar su déficit y amortizar la deuda pública. Esto es lo que se hizo en tiempos de Carlos IV (1798) cuando se obtuvo permiso de la Santa Sede para expropiar y vender los bienes de los Jesuitas y de obras pías que venían a ser una sexta parte de los bienes eclesiásticos, con lo que se amortizaban una parte de los cientos de millones de deuda pública en vales reales. El primer paso era la promulgación de leyes para desvincular los bienes eclesiásticos y municipales. El proceso suponía dos fases: en primer lugar, el Estado se adueñaba de esos bienes, por lo que dejaban de ser manos muertas para convertirse en bienes nacionales; después salían a la venta mediante pública subasta de estos; el producto obtenido lo aplicaría el Estado a sus necesidades, principalmente a amortizar la deuda pública. La desamortización en tiempos de Mendizabal, arranca desde tiempos de José I y las Cortes de Cádiz, decretando nuevas desamortizaciones, que al igual que la del Trienio Liberal (1820-1823) no tuvieron efectos por el regreso del absolutismo. Tras la muerte de Fernando VII en 1833, fue cuando la revolución burguesa se afianza, y en 1836, en medio de la guerra civil con los carlistas, Mendizábal puso en venta todos los bienes del clero regular. Dichos bienes fueron expropiados por el Estado a los conventos que fueron disueltos en 1835, y se encuentra una justificación de la desamortización desde la ideología liberal-burguesa; se afirma el interés nacional de poner a la venta la masa de bienes que han sido anteriormente declarados bienes nacionales con el fin prioritario de sanear la Hacienda Pública, entregando a cambio de los títulos de deuda de esos bienes. En segundo lugar, al convertir esos bienes inmuebles en propiedad privada y plena, se abrió un proceso de creación de riqueza para referirse a esa nueva situación de los bienes inmuebles que podían salir del mercado, ser capitalizados, etc., creando una copiosa familia de propietarios. De esta forma, quedaron en manos del Estado y se subastaron tierras, casas, monasterios y conventos con todos sus enseres. En 1837, otra Ley amplió la acción, al sacar a la venta los bienes del clero secular. Para lograr el establecimiento del nuevo régimen liberal en 1836, era necesario ganar la guerra carlista, y para ello, se necesitaba de recursos económicos y contar con el apoyo de la burguesía al régimen liberal. Además, al amortizar la deuda pública, el Estado aparecía con más solvencia, con lo que podría suscribir nuevos empréstitos en el extranjero en mejores condiciones. La desamortización de Pascual Madoz. Una vez puesta en marcha la desamortización, el proceso de catalogación y venta supuso, paralización durante las fases de los gobiernos moderados y se reanudó en los progresistas. Queda esto de manifiesto en el Decreto de Espartero (1841), es el inicio de su regencia, tras la expulsión de la Reina María Cristina, quien, precisamente había decretado la paralización de las ventas. En 1855, el Ministro de Hacienda Pascual Madoz, progresista promulgó la Ley de Desamortización General. En esta se ponía en venta todos los bienes de propiedad colectiva; los de los eclesiásticos que no habían logrado ser vendidos en la etapa anterior y principalmente, los propios de los pueblos. Fue la desamortización más larga en el tiempo, y no concluyó hasta 1924. El procedimiento utilizado para las ventas fue similar a la de Mendizábal. Pero hubo diferencias: el dinero obtenido fue dedicado en parte a financiar la industrialización del país y a la expansión del ferrocarril. Por otra parte, el Estado no era el propietario de los bienes, sino los Ayuntamientos. Aquél recibiría el importe de las ventas en nombre de estos y los transformaron en títulos de deuda, lo que significaba que el Estado custodiaba los fondos de los ayuntamientos y los utilizaba para el bien de todos. También produjo cambios en materia social, porque la burguesía compradora se convirtió en terrateniente; en conjunto, la desamortización no sirvió para que las tierras fueran repartidas entre los campesinos. No fue necesario llevar a cabo una reforma agraria, sino que se trató de un medio de conseguir dinero para los planes del Estado. A medio y largo plazo sí contribuyó a que aumentase el volumen general de la producción agrícola, al trabajo los nuevos propietarios de tierras que hasta entonces no habían sido labradas. La expulsión de campesinos de los nuevos latifundios y la concentración de la propiedad de la tierra generó una gran masa de campesinos sin tierras, proletariado agrícola, que a mediados de siglo superaba los dos millones de personas. También se produjeron cambios en los modos de explotación de la tierra. Se estima que el volumen total de la tierra que cambió de manos llegó hasta el 50% de la tierra cultivable. La desamortización trajo consigo una expansión de la superficie cultivada y una agricultura más productiva. Al liberalizarse la tenencia y la explotación de la tierra, en algunas zonas se produjeron procesos de inversiones, mejoras y especialización en los cultivos. Así, en Levante, se crearon explotaciones hortofrutícolas, y en Andalucía, se extendieron el olivar y la vid, en gran parte con destino al mercado exterior. Y finalmente, las consecuencias culturales, donde la desamortización produjo una gran pérdida y expolio de bienes culturales de los antiguos monasterios. Muchas obras arquitectónicas se arruinarían, y bienes muebles fueron vendidos a precios irrisorios, y en gran parte salieron hacia otros países.