24 – Historia de la Iglesia EL TRATADO DE QUIERCY Pipino el Breve se declara preparado para defender con las armas a la Iglesia católica. Esteban II lo unge rey en san Dionisio, junto a sus hijos Carlos y Carlomán. Después el rey sella el tratado de Quiercy: «...prometo donar al beato Pedro y a todos sus vicarios el derecho de poseer perpetuamente el exarcado y las tierras que quitaré a los longobardos». Pero no se trata de una «donación»: es una «restitución» de territorios que ya pertenecían a la santa sede. CARLOMAGNO Astolfo encuentra la muerte en el año 756, al caer de su caballo. Se dice que murió, arrepentido de cuanto había hecho, en los brazos de algunos devotos monjes. A continuación, los duques longobardos aclaman como rey a Desiderio. También muere Pipino y deja el trono de los francos a sus dos hijos Carlos y Carlomán. Su madre, la reina Bertrada, amante de la paz, llega a Italia para preparar la boda real entre Carlos y una hija del rey de los longobardos. Manteniendo la promesa, Pipino el Breve pasa los Alpes a la cabeza de sus guerreros francos y por dos veces derrota a los longobardos. Astolfo tiene que consignar al pontífice las tierras ocupadas. El Papa ha nombrado patricio al rey de los francos, es decir, defensor de la Iglesia católica. Este título lo tenía en precedencia el emperador de Bizancio. Pero ya no lo merece. De ahora en adelante el rey de los francos estará vinculado a la causa de Roma, que es al mismo tiempo la causa de la Iglesia. Desiderio acepta. Su hija Desiderata se casa con Carlos. Pero el rey longobardo, ¿desea verdaderamente la paz y ha renunciado definitivamente a convertirse en el señor de Roma? Por desgracia, la ciudad eterna está viviendo nuevos desórdenes provocados por la prepotencia de dos funcionarios. Desiderio aprovecha la ocasión e interviene con sus secuaces para aplacar las insidias, prometiendo falsamente al Papa que le restituirá las tierras ocupadas años antes por Liutprando. El emperador tiene la imprudencia de protestar, lamentándose porque el Papa le ha «usurpado» las tierras que le pertenecían. Pero el obispo de Cremona le responde como se merece: «...Si aquellas tierras eran vuestras, ¿por qué no las habéis defendido?» A los señores de Bizancio no les queda más remedio que tomar conciencia del «acto de muerte» de su dominio en Italia. Se acerca una nueva época grandiosa, para la historia de la Iglesia. En Francia se conocen muy bien semejantes intrigas, pero los dos reyes —Carlos y Carlomán— no se ponen de acuerdo sobre la conducta a seguir. En el año 771 queda como único rey de los francos Carlos. Su hermano ha muerto. El rey de los francos merecerá por sus grandes empresas el nombre de «Magno». Desiderio no se ilusiona. Sabe que Carlomagno no es un hombre que le permitirá comportarse con prepotencia frente al Papa. Y una prueba de ello la tiene cuando intenta atacar el antiguo territorio de la Sede Apostólica en el exarcado. 102 103 Entonces trata de eliminarlo de la escena política, erigiéndose en defensor de los derechos de los hijos de Carlomagno, que, junto con su madre, se han reunido con él en Italia. El rey longobardo pretende que el nuevo papa Adriano I les corone como soberanos de Francia, declarando a Carlomagno un usurpador. Pero Adriano sabe muy bien que obrando de ese modo caería en las manos del ambicioso Desiderio y llama a Carlos para que defienda las tierras de san Pedro, alejando el influjo longobardo. Carlomagno se convierte así en el victorioso jefe de la cristiandad. En vano los paganos sajones, guiados por Widukind, tratan de oponerle resistencia. Carlos lucha durante trece años y al fin consigue la victoria. Widukind, hecho prisionero comprende el valor de quien tanto ha luchado y se convierte al cristianismo. Carlomagno envía inmediatamente numerosos misioneros. Y Carlomagno desciende a Italia con un poderoso ejército. Los longobardos son derrotados en el año 773. El rey Desiderio se oculta en Pavía y su hijo en Verona. Las intenciones de este príncipe eran muy diversas de las de su padre. Hubiera obrado con justicia frente a la Iglesia, pues no sentía odio alguno contra ella. El gran escritor italiano, Alejandro Manzoni, le dedicó una tragedia, poniéndolo como símbolo de los hombres honestos y generosos. La suerte de Italia y del Estado Pontificio está otra vez en manos de la fortuna. Mientras tanto, en nuestra patria, el dominio de los musulmanes es cada día más potente. Los secuaces de Allah no tienen intención de detenerse. Pero los francos forman una dura muralla contra la que deben enfrentarse. ¿Os entusiasman aún hoy las aventuras de los paladines de Carlomagno? Entre todos destaca la figura de Orlando. ¿Os acordáis? Una traición le hace caer víctima de los moros en Roncesvalles. Y Orlando muere de rodillas ante su invencible espada clavada en la tierra como una cruz. Pavía y Verona caerán ante el duro asedio de los francos. Carlomagno se dirige a Roma (abril del año 774) para celebrar la Pascua y ratificar por escrito el tratado de Quercy aumentando la donación de Pipino con la concesión de nuevas tierras. Ahora que es también rey de los longobardos, Carlomagno quiere renovar el juramento de defender la Iglesia de cualquier ataque y propagar la fe entre los pueblos todavía paganos. Pero la lucha contra los musulmanes no se detiene. Carlomagno luchará sin descanso contra los seguidores de la media luna. Tras duras luchas conquistará vastos territorios para la cristiandad. Todas estas epopeyas se reflejan en las famosas «Canciones de gesta». Cuando hoy leemos estos libros todavía soñamos con las figuras de los caballeros que hicieron de su vida una continua batalla para conseguir que Europa no cayera en poder de los fanáticos seguidores de Allah. 104 105