Sobre el trabajo del periodista judicial Por: Gisela Friedrichsen, DER SPIEGEL La cobertura mediática de los juicios pertenece a los géneros clásicos del periodismo con una larga tradición. Se remonta a los Bänkelsänger del medioevo, “reporteros cantantes” que en el mercado y en las ferias presentaban sucesos espeluznantes para disuadir al público, dándoles a entender: Ya ven lo que le pasa al que viola las leyes. (Para los que no sabían leer, dibujaban los contenidos de sus canciones en carteles de madera al estilo de los cómics.) Sobre esta base se fueron desarrollando los periódicos, otra fuente de información sobre sucesos que de alguna manera afectaban o divertían a la gente. Como es sabido, no hay nada más interesante que las crueldades que cometen los seres humanos. Se trataba de delitos, sucesos indignantes y las represalias que podían seguir a los hechos. En el siglo XX surgió un pequeño círculo de periodistas que empezaron a dedicarse plenamente al tema del sistema de justicia. Dos de ellos merecen una mención especial: Paul Schlesinger que bajo la sigla «Sling» relataba de los tribunales capitalinos para el «Vossische Zeitung» y para periódicos berlineses, atacando seriamente a la casta de los jueces que se creían superiores a los ladrones de poca monta. Y más tarde, en la posguerra, Gerhard Mauz de la revista SPIEGEL, que al principio de su actividad todavía trataba con jueces y fiscales fuertemente marcados por la ideología nacionalsocialista. Sus reportajes se centraban en los fantasmas de la época nazi y más tarde en el terrorismo de la RAF y su procesamiento en el sistema de justicia. Además, Mauz apoyaba los esfuerzos de analizar las causas individuales y sociales de la delincuencia desde los ángulos psiquiátrico y psicológico. Poco a poco, estos descubrimientos fueron llegando hasta los juzgados. ¿Cómo es que alguien se convierte en asesino? ¿Es una mala persona ? O ¿acaso también las condiciones bajo las cuales creció o tuvo que vivir lo llevaron a delinquir? ¿Existen alternativas a solamente meterlos a la cárcel? 1 Mauz se posicionó claramente del lado de los fracasados y débiles para fortalecer su posición frente a la supremacía de la pretensión penal del Estado. En su época, es decir en los años 70 y 80 del siglo XX, cada vez más psiquiatras y psicólogos forenses se acercaron a los tribunales como peritos para explicarles a los jueces cuándo y por qué el delincuente, en el momento de delinquir, había sido imputable, parcialmente imputable o no imputable.El acusado estaba en el foco del interés. Hoy se resumiría con el término “derecho penal centrado en el delincuente”. Unos meses después de haber asumido el puesto que Mauz dejó en el SPIEGEL, en 1989 cayó el muro de Berlín que había separado las dos Alemanias. De repente, los periodistas judiciales ya no tratábamos solamente con madres desesperadas por haber matado a sus bebés recién nacidos, sino con los Sres. Mielke, Honecker y Modrow. El tema pasó a ser los Crímenes de Estado, y la cuestión era si la conducta de los políticos en un Estado socialista dominado por Moscú se podia medir con los parámetros de un aparato judicial occidental y democrático. ¿Era correcto declarar en retrospectiva algo como conducta sancionable que bajo otras condiciones se había considerado permitido o indicado? Nulla poena sine lege. En ese momento entendí que el reportero judicial no sólo debe escribir historias bellas que conmueven o que escandalizan, no es cuestión de ser un maestro a la hora de formular y captar matices atmosféricas, sino primero debe buscar su propio punto de vista, desde el cual reporta. Tiene que usar sus propios ojos y oídos para formarse una imagen en su cabeza antes de que le transmita al lector alguna impresión. No es importante si el acusado me es simpático uno. Su aspecto, su manera de actuar, de articularse, por Dios, todo esto no significa nada. Algunos acusados sonríen automáticamente cuando les toman una foto. El gesto momentáneo no dice nada acerca de su carácter o de su actitud. Ni mucho menos es expresión de soberbia o de sentimientos de culpa. Una de las funciones del periodista judicial sigue siendo el control del poder judicial como una instancia del Estado, que no debe decidir tras puertas cerradas sobre los destinos de seres humanos de manera arbitraria. Aparte de eso, el periodista judicial también debe traducirle al lector o al espectador todo lo que se está tratando ante el tribunal en lenguaje muchas veces complicado y de acuerdo con reglas igualmente complicadas. Por otra parte, le transmite a los jueces, si es que quieren saber, si la opinión pública entiende sus decisiones y qué opinan acerca de éstas. No en último lugar, un reportero en los tribunales se entera como pocas personas de lo que es capaz un ser humano. Como pocos otros, se entera de lo que se deteriora en la sociedad, en la política, y en la economía, porque los casos tratados en los tribunales son un fiel reflejo de estas deficiencias. A modo de ejemplo, en los años noventas, cuando en Alemania empezaron a crecer como hongos las instituciones de atención a víctimas de abuso sexual, describí en varios reportajes de procesos a donde llegamos cuando mujeres mal capacitadas pero con mucho compromiso -asesoras, puericultoras, peritos o también trabajadoras socialesempiezan a sospechar de la nada, les meten en la cabeza a los niños cosas que éstos todavía no comprenden y así resulta que padres de familia terminan en la cárcel y ante el tribunal por incriminaciones sin fundamento. ¡Cuántas existencias destruidas en aquellos años! ¡Cuánta gente perdió la fe en la ley y la justicia! ¡Cuántas sentencias erróneas! Hizo falta una labor periodística titánica para poder trabajar en contra del mainstream y la resistencia de toda la demás prensa alemana, para que empezara a cambiar de opinión el sistema de justicia y la sociedad. Hasta el día de hoy le agradezco al SPIEGEL que me hayan dejado la libertad de reportar tal como a mí me parecía necesario sobre estos excesos surgidos del compromiso de personas que en realidad tenían buena voluntad y sobre la histeria en partes de la sociedad,. No hace mucho, el procedimiento penal trataba de encontrar la verdad. Hacer justicia fue el objeto del derecho penal material, independiente de lo que cada uno entendía bajo verdad o justicia. Al menos se trataba de aquella verdad jurídica en la que se podía basar tranquilamente una sentencia. Solamente por accidente - no en sentido jurídico estricto – podia suceder que hechos equivocados formaran la base de una sentencia justa. Pero llegó el testigo protegido como instituto jurídico, no como excepción. El testigo protegido, quien en sí es un criminal y quien fue recompensado por su "traición", justamente este criminal se convierte en garante de la verdad. Esto se puede convertir en el 3 camino real a condenar un acusado cuando no existen pruebas contundentes. Pero donde van a parar la verdad y la justicia, si el Estado castigador pacta con una fuente criminal? En la justicia es como en la vida de cada uno. Después de haber caído en el pecado original, los otros pecados salen como mala hierba. El número de tratos hay ido en continuo aumento. También en estos casos ya no son la verdad y la justicia las que forman la base de la sentencia, sino depende de que el acusado o más bien su defensor- y la fiscalía acepten la pena negociada. El acusado confiesa lo que se le pide y con lo que él está de acuerdo y posiblemente denuncia a otra persona, para conseguir una ventaja para sí mismo. Esto le ahorra al sistema de justicia esclarecer a fondo los hechos, lo cual disminuye su carga de trabajo. Pero igual el acuerdo podría ser proceder nada más contra uno de cada tres sospechosos - también esto reduciría la carga de trabajo de la justicia penal. Yo ya no le puedo explicar a mi lector un sistema de justicia que funciona así. No puedo -y no quiero- asegurarle que es necesario negociar sentencias por la falta de recursos y que es perfectamente aceptable dejar de esclarecer la verdad. Para los medios, las víctimas son los blancos ideales de sus anhelos. Sobre todo los medios electrónicos se desviven por conseguir historias y emociones, caras y sonidos originales que le proporcionan autenticidad a estas historias y emociones. El acusado posiblemente se encuentra detenido, no habla, ya por eso tiene una connotación negativa, por oposición a la víctima que suele participar de muy buena gana. Hoy en día, las víctimas se dirigen a la opinión pública porque esperan obtener de ella aquella justicia que el sistema de justicia no le otorga o no le puede otorgar (por ejemplo, que a un culpable no lo liberen nunca más). Escriben libros, se dejan fotografiar y filmar o se presentan en talk-shows. Cuentan todo lo que les hizo el delincuente y con esto impresionan un público de millones, son alimento para los medios, al menos mientras dura el procedimiento penal. Existen procesos en los cuales uno tiene la impresión que son las víctimas, los deudos, que determinan que y cómo se lleva el juicio. Hace poco el padre de un joven multihomicida tuvo que responder ante los tribunales. La acusación inicial fue una infracción contra la ley de posesión de armas, porque en su casa no había manejado sus armas con el cuidado debido, ya que su hijo luego las pudo usar para el horrible crimen. Pero en el juicio estaban todos los deudos, los familiares de las víctimas. Entonces la acusación se amplió a homicidio por imprudencia y lesiones. A partir de allí, dos defensores penales se vieron confrontados con 20 abogados que representaban a los actores accesorios, junto con éstos, sus clientes. Querían saber por qué tuvieron que morir sus hijos. Que por qué habían informado hasta horas después del asesinato. Querían saber si su hijo había muerto por una bala perdida o con un tiro directo, etc. Querían recobrar su paz interior. Pedían justicia... La sala aclaró detalle tras detalle, y trató de acomodar todos sus deseos. Por ellos, los jueces llevaron un proceso que fue mucho más allá de la acusación inicial. A pesar de esto, las víctimas no estaban satisfechos. Querían que el acusado pagara y expiara, no en último lugar porque ante el tribunal, por consejo de sus defensores, éste guardó silencio, y estaba en su derecho de hacerlo. Su silencio indignó a los actores accesorios, lo interpretaron como desprecio, burla e insulto. El tribunal no hizo ningún esfuerzo por contrarrestar este sentir. Porque el sufrimiento que este multi-homicida había traído el mundo, en su odio o su locura, paralizó cualquier resistencia. Como es obvio, los medios estaban todos del lado de las víctimas. Esto hace que el Estado de derecho se esté arruinando a sí mismo, en cooperación con los medios. Traducción: Klara Schrittenlocher 5