Ana madre de Samuel “Y Ana le dijo: Señor mío, hace tiempo yo estuve aquí , orando a Dios. Yo le pedí este niño, y él me lo concedió. Por eso ahora se lo entrego, para que le sirva a Dios todos los días de su vida”. 1 Samuel 1:26-28 (versión traducción en lenguaje actual) Elcaná vivía con sus dos esposas en Ramá y tenía dos mujeres una de nombre Penina y la otra Ana. Ana no tenía hijos pero Elcaná la amaba mucho. Penina, tenía hijos por lo que se burlaba de Ana al punto de hacerla llorar y entristecerse en gran manera. Ana solo podía pensar él lo desdichada que era al no tener hijos. La narración de 1 de Samuel nos muestra una mujer deprimida, desesperada y sin esperanzas. Podemos notar que esto es así por que las sagradas escrituras mencionan que esta mujer lloraba mucho, estaba triste y no comía. Penina, la otra esposa, en lugar de apoyar a Ana hacia que su alma y espíritu se entristecieran en gran manera hacía. Puedo inferir que Penina era una mujer egoísta, celosa, sin ningún tipo de compasión por Ana. Mujer que solo le infundía en Ana impaciencia, hastío y frustración. El pensamiento de Ana se concentró en lo que para ella era una desgracia. La angustia que le producía el no tener hijos era tan grande que afectaba su vida diaria. Su esposo se preocupaba mucho por ella y la amaba tanto que cuando iban al santuario de Siló y ofrendaban un animal él le daba la mejor parte a su esposa Ana. En una ocasión como esta Elcaná le pregunta a Ana la razón por la cual lloraba, no comía y estaba tan afligida. Le dice: Para ti, es mejor tenerme a mi que tener muchos hijos” (1 Samuel 1:08). Estas palabras alertaron el espíritu de Ana; y esta fue al santuario a orar a nuestro Dios todopoderoso. Ana derramó los sentimientos que la abrumaban a los pies de nuestro Dios y padre celestial. Ella oro a Dios, en su oración se presenta como su servidora, lo que significa que Ana oraba y se comunicaba con Dios constantemente. La depresión de esta mujer no lo permitía confiar, descansar y esperar la voluntad de Dios. Su alma esta inundada de pensamientos negativos lo que afectaba sus emociones, la capacidad de confiar, su vida diaria y la vida de los demás. Ana le expresa que está triste y que sufre mucho. Le implora a Dios que la mire y le pide que no se olvide de ella. Lo que me hace pensar que ella oraba a Dios sin cesar para que él le concediera el privilegio de ser madre. La biblia registra que ella vivía amargada por no tener hijos y por la mala actitud de Penina hacia ella, aun cuando tenía el amor, los cuidados y la atención de Elcaná. Ana en medio de su oración llena de amargura en el alma le prometió a Dios que si le daba un hijo varón ella lo entregaría para que le sirviera y que no le cortaría el cabello como muestra de que el niño le pertenecería a él. Ana derramó su corazón en el santuario. Allí se encontraba el sacerdote Elí el cual al verla llorar y mover sus labios pensó que estaba borracha y la reprendió. Ella le responde que no está borracha que lo que hace es suplicarle a Dios que respondiera a su oración. Elí se solidarizó con Ana diciéndole: “Ve tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido (1 Samuel 1:17). Estas palabras le dieron ánimo y esperanza por lo que Ana regresó a comer y no estuvo mas triste. Muchas veces nosotros, los hijos de Dios, nos desesperamos por que entendemos que Dios no nos escucha o nos atiende con prontitud lo que nos arrastra a tener comportamientos y pensamientos que, además de que no son gratos a Dios, nos llevan a vivir una vida desgraciada, entristecer la vida de los seres que nos aman y se preocupan por nosotros o a cometer errores que muchas veces no tienen revés. No debemos olvidar que el Omnipotente siempre nos atiende y quiere lo mejor para nosotros pero todo debe ser en su tiempo. Ana oraba pero era impaciente. Impaciencia que la llevaba a ser infeliz. Luego que Ana tomo la decisión de confiar no estuvo mas triste y esperó por la respuesta de Dios. Luego Dios en su inmenso amor y misericordia permitió que Ana tuviera un hijo al cual llamó Samuel, por que Dios contestó su oración. Al año siguiente la familia regresó al santuario para presentar su ofrenda pero Ana no les acompañó. No por que fuera egoísta y no quería cumplir su promesa, si no que quería esperar que el niño pudiera comer solo. Entonces sería el momento en que Ana llevaría el niño al santuario y lo entregaría a Dios. Ana, con una actitud diferente, llena de gozo, alegría y agradecimiento presentó una ofrenda y entrego al niño al sacerdote Elí. Esta mujer le habla a Elí y le dice que el niño es una promesa de Dios cumplida y lo entrega para que le sirva todos los días de su vida. Después de esto, Ana no estuvo mas triste, en el capítulo 2 de 1 de Samuel se registra el “Canto de Ana”. En este podemos leer que Ana menciona que Dios la ha hecho feliz y le ha dado muchas fuerzas. Cabe mencionar que Ana no dice que Dios le dio fuerzas, sino que Dios le dio muchas fuerzas lo que me hace pensar que todo sentimiento negativo ya no existía en la mente de Ana. Ana exclamó: “Nuestro Dios es único. Nadie se le compara! No hay quien pueda protegernos como nos protege nuestro Dios! (1 Samuel 2:2) Debemos estar convencidos que Dios nos ama, no proteje, nos dará lo que necesitamos y que no esta ajeno a nuestro dolor. Por eso debemos pensar y meditar en la palabra que Dios nos ha dejado escrita y confiar que el Espíitu Santo para que nos guia.