TERCER PREMIO Recuperación de valores a nivel nacional: Etica pública Dr. Jaime Naranjo Gómez ANTECEDENTE En reiteradas ocasiones hemos escuchado y leído que el peor mal que aqueja a la sociedad ecuatoriana es la corrupción. A tal punto llega esto que instituciones internacionales de “transparencia”, asentadas en las capitales del racismo, el esclavismo y el coloniaje, nos colocan en los puestos primeros de tan vergonzosa práctica. A pesar de venir de quienes viene, es cierto que somos una sociedad corrompida, pero ese no es el mal mayor. La corrupción en el Ecuador nace de una absoluta falta de solidaridad entre nosotros; a los corruptos poco o nada les interesa el daño que ocasionan si se lo ocasionan a otro ecuatoriano. Entonces diremos que el mal mayor es la falta de solidaridad entre nosotros. Tampoco, la falta de solidaridad entre los ecuatorianos nace de nuestro absoluto desconocimiento acerca de lo que somos; por eso, la mayoría de compatriotas exalta lo extranjero, despreciando lo nacional. El desconocimiento de nuestra Identidad es la causa primera y el origen de nuestra falta de solidaridad entre hermanos; falta de solidaridad que nos lleva, como vimos, a la corrupción contra el Ecuador. Empezar a conocernos buscando y recuperando nuestra identidad nacional, parece la alternativa. Mientras más valores descubramos, más nos identificaremos con nosotros, dejando de lado las prácticas que tanto daño nos causan. Solo así podremos alcanzar el acertado objetivo particular que nos propone la Contraloría General del Estado: ... crear doctrina, una nueva teoría cívica y moral como orientación para prácticas sanas y transparentes. Para lograr este noble cometido nos proponemos presentar, en breve reseña, la gesta de un compatriota desconocido para la mayoría de los ecuatorianos pero que, no obstante, se constituye desde la Historia, en ejemplo viviente de lo que debe ser la Ética y la Moral de todos los Ecuatorianos. La poco conocida vida del líder militar PINTAG –el Primero y más Grande Guerrillero de América‐, que tal vez nació por Cayambe, en la segunda mitad del Siglo 15; que hasta el final de sus fuerzas defendió, desde los páramos del Antisana, a la patria, allá por los primeros años del Siglo 16 y que murió de inanición en el Quito inca; se convierte en un modelo a seguir por todas las generaciones. No es para menos, pocos pueblos han tenido el honor de contar, entre sus hijos, a patriotas de la talla de PINTAG. En todo caso, vaya para los lectores la vida del más grande ecuatoriano. Aquél que hizo lo que nadie se atrevió, después de él, nadie. PÍNTAG Como mencionamos arriba, este gran ecuatoriano, debió nacer por la región de Cayambe, en la segunda mitad del Siglo 15. En las pocas crónicas españolas en las que se lo menciona, lo llaman indistintamente Pinta o Pinto. Para nosotros, el nombre viene del idioma ecuatoriano tsafiqui (mal llamado, idioma colorado) que incluye la palabra pinda y que quiere decir fuego o relámpago. De ello lo que fuere, lo que sabemos es que PÍNTAG llegó a ser Capitán de Campañas del ejército Caranqui o Quitu‐Cara, hacia el año 1500, en los precisos momentos en que el Inca Guaina Cápac intentaba conquistar el norte andino del actual Ecuador. El cronista español Miguel Cabello Balboa (1945: 358), hablando de este hombre formidable, dice que: De en medio del furor y armas se escapó un valiente y valeroso capitán, de la valía de los Caranguis, llamado Pinta, y con él más de mil soldados que quisieron seguir su fortuna. Y habiendo Guaina Cápac dado la orden y recado necesario para guarda y reparo de la bien ganada fortaleza, enderezó su viaje para el Quito [o sea la ciudad], y de allí despachó gente a prender al Capitán Pinta, que tenía noticia que se había hecho fuerte en unas montañas fronteras de Quito, sobre el valle de Chillo, con intento de inquietar y robar toda la tierra sujeta al Inga, como lo había comenzado hacer... En su oportunidad, Pedro Sarmiento de Gamboa (1942: 162), completará lo dicho más arriba, al decirnos que: ... Guaina Cápac manda a uno de sus capitanes perseguir al caudillo Pinto: Y le siguió, hasta que el Pinto se metió con sus compañeros en una montaña, adonde se escapó por entonces, hasta que, después que Guaina Cápac hubo descansado algunos días en Tumibamba, supo de cómo andaba por las montañas y le hizo cercar y atajar las entradas y salidas de todas aquellas montañas, y así, fatigado de la hambre, se rindió, él y los suyos. Fue este Pinto valentísimo y tanto coraje tenía contra Guaina Cápac, que aun, después de preso, con hacerle el inga muchos regalos y buen tratamiento, nunca le pudieron ver la cara. Y así murió emperrado, y por esto Guaina Cápac lo mandó desollar y hacer de su cuero un tambor, para que con él hiciesen en Cuzco taqui, ques danzar al Sol; y hecho, lo embió al Cuzco, y así con esto se dió fin a esta guerra. De lo que consignan estos cronistas, tenemos para suponer que el Capitán PÍNTAG logró escapar junto con unos mil hombres, tal vez de la batalla de Yaguarcocha, haciéndose fuerte en la cordillera oriental a la altura del Valle de los Chillos. Desde allí, PÍNTAG y sus soldados, atacaron a las caravanas del ejército inca con ejemplar táctica de guerrilla. Los daños que causó a las fuerzas del imperio fueron incalculables, tanto que el Emperador peruano instruyó a sus Generales para que desbarataran a PÍNTAG y sus guerrillas. A pesar del empeño, el Capitán y sus hombres siguieron dando guerra durante largos años. Sin embargo, al cabo de muchos intentos y no pocas vidas, el ejército del Inca terminó por cercar a PÍNTAG en su fortaleza y lo obligó a rendirse. Ya en la fortaleza de Quito, Guaina Cápac quiso conocer el rostro del hombre que se había atrevido a enfrentarlo y que en múltiples ocasiones había puesto en ridículo a sus más distinguidos oficiales. Fue a la celda donde guardaban a PÍNTAG y ya frente a él, le pidió que lo mirase. El oficial Caranqui no se inmutó. Lo halagó, le hizo ofertas y le ofreció alimento de su propia mesa, pero el Capitán no se vendió. Un día, los guardias de la prisión anunciaron la muerte de PÍNTAG, Había sucumbido por el coraje de verse preso y por la inanición al desdeñar todo alimento y bebida. Informado el Emperador Guaina Cápac del terrible desenlace, se entristeció por no haber podido atraer a su partido a un soldado tan valiente y admirable. Ideó, entonces, la forma de servirse en la muerte de quien en vida le despreció. Ordenó que la piel del cadáver fuera removida del cuerpo y curtida. En ese estado, la hizo enviar al Cuzco, cientos de kilómetros al sur, para que con ella confeccionaran un tambor ritual para ser utilizado en las grandes festividades en honor a su dios Inti, el Sol. Mas el drama de PÍNTAG no termina allí. Otro cronista, el también español Martín de Murúa (1987: 150), nos dice que a la muerte del Emperador Inca: ... entró el cuerpo de Guaina Cápac embalsamado, como había venido desde Quito, en hombros de los más principales orejones, famosamente arreados de vestidos y armas, como solían caminar con él cuando era vivo. Entró por encima de la fortaleza triunfando, con grandísima cantidad de cautivos, entre los cuales venían como más principales y de quien más caudal se hacía: la mujer e hijos de Pinto, señor de los cayambis, que ya dijimos murió de rabia y enojo. Así pues, a la muerte del Inca Guaina Cápac, quizá poco tiempo después de la de PÍNTAG, se formó una enorme comitiva que en lenta procesión, llevó el cuerpo embalsamado del Emperador a la ciudad sagrada del Cuzco. Miles de soldados, cortesanos y artistas acompañaban con cantos, poemas y llantos a quien consideraban el hijo del Sol. Pero sobre todos ellos, destacaba una inmensa columna de cautivos y prisioneros de guerra que iban junto al Inca para ser convertidos en esclavos y sirvientes de los arrogantes cuzqueños. Mas, de todos estos, como más importantes, principales y de quien más ejemplo se hacía, iban la esposa y los hijos de PÍNTAG. Vemos pues que el Capitán tuvo por quien vivir: su esposa e hijos. Adicionalmente, no debemos olvidar que el Inca le tentó con dádivas, ofertas y halagos. Le ofreció una salida. Pero PÍNTAG no sucumbió ante las promesas de una dicha y gloria efímeras; él prefirió sacrificarlo todo por la Patria, inclusive su familia. Él nunca abandonó su uniforme y nunca olvidó la promesa de servir a su país hasta el último aliento. Murió humillando una vez más, a los que nunca dejaron de ser sus enemigos. Todo lo hasta aquí reseñado, es digno de destacar en tiempos en que los Ecuatorianos hemos perdido el rumbo y el sentido de la Nación. PÍNTAG no es un personaje del momento o de la moda, es un ecuatoriano que supo perfectamente lo que su Ética Pública le exigía. No olvidemos que en sus días, PÍNTAG era un servidor público pues estaba enrolado en el ejército del país. Él no exageró su deber, sencillamente cumplió con su juramento. De este gran ecuatoriano podemos aprender cuando se trate de elaborar una teoría cívica y su doctrina. DOCTRINA En verdad, la epopeya de PÍNTAG inspira los más sublimes y elevados sentimientos hacia el hombre que nos enseñó lo que es la dignidad y la autoestima de un buen ecuatoriano. Al igual que el nuestro, el suyo fue un tiempo convulsivo. La diferencia entre entonces y ahora, es que nuestros antepasados tenían y entendían sus lazos de pertenencia a una patria. Sabían identificarse a si mismos al punto de detestar cualquier forma de yugo y sometimiento; conocían y amaban su Identidad. Extranjeros en su territorio era lo que más aborrecían. Hoy no ocurre lo mismo. Esa identificación consigo mismos, los hacía solidarios entre si, por ello, los soldados seguían la suerte de sus oficiales. Ahora, el individualismo es la actitud de moda; a nadie le importa la suerte de sus compatriotas. Esa solidaridad en el pasado, se expresó en actos de heroísmo y sacrificio impensables en nuestro tiempo. Ante la tentación de lujos, poder y vanagloria, nuestros antepasados resistieron sin dejarse comprar. Hoy estamos infestados por la corrupción; todos tenemos precio. No solo PÍNTAG pero otros personajes ecuatorianos como la comandante Quilago de Cochasquí, los Puento de Cayambe, Tomalá en La Puná, Quirruba entre los Shuar, Dumma, Pisar, Cañar y Chica entre los Cañari o Epiclachima entre los Puruhá, de entre muchos otros, son ejemplo de altivez y consagración a los más altos ideales de la patria. Lejos de ellos estuvo la sola idea de corromperse o corromper a su pueblo. Nunca se vendieron a ideales que no fuesen los suyos. Por eso alcanzaron la gloria y deben ser ecordados y seguidos por nosotros, con el más profundo respeto. Así pues, como base para la construcción de una doctrina nueva, proponemos la siguiente fórmula: Identificación Nacional = mayor Solidaridad = menor Corrupción = DESARROLLO SOCIAL Provenimos de un pueblo ecuatorial, comerciante y navegante, diez veces milenario y civilizador de América, como lo ha demostrado la Arqueología americana (Naranjo, 2001). Hacia ese horizonte debemos mirar, admitiendo, desde luego, que después de quinientos años de ocupación, hemos permitido que elementos nocivos se instalen en nuestra cultura. Como consecuencia de esto se ha producido un estado de amnesia social, individualismo y corrupción que se refleja en el no disimulado deseo de enriquecernos en el Ecuador para fugar al extranjero. Así las cosas, lo más recomendable es admitir que todos estamos infectados de este mal y, más grave aún, seguimos infectando a las nuevas generaciones con esta enfermedad. Reconociendo nuestra condición, debemos evitar en lo posible, caer en actos de agresión al Ecuador por “insignificantes” que parezcan y, sobre todo, evitar que los niños repitan estos actos. Paralelamente, debemos trabajar en el fortalecimiento de los lazos de solidaridad entre nosotros. Reprochándonos, sinceramente, por nuestros delitos sociales y cultivando la solidaridad para con los compatriotas, crearemos un ambiente de sano nacionalismo que beneficiará a la patria y a todos los que la conformamos. Adicionalmente, apliquémonos en el empeño de desentrañar nuestra verdadera forma de ser para entregársela a las futuras generaciones de ecuatorianos. De seguro, que en esa forma de ser hallarán, igual que nosotros, el sendero de honradez y justicia que nos legaron nuestros antepasados. FUENTES CABELLO BALBOA, Miguel. Obras, volumen 1. Quito. Editorial Ecuatoriana. 1945. MURUA, Martín de. Historia General del Perú. Madrid. Edición de Manuel Ballesteros. 1987. NARANJO GOMEZJURADO, Mauricio. Tierra de la Mitad. Quito. Universidad Cristiana Latinoamericana. 2001. SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro. Historia de los Incas. Buenos Aires. EMECE Editores. 1942.