Cuando ser perfecto te vuelve imperfecto Muchas personas definen al perfeccionismo como una cualidad positiva, porque se la asocia al querer evolucionar, a la autorrealización y a la mejora continua. En el otro extremo está el conformista, el que tal vez, sea feliz con lo que le tocó, y no tiene pensado hacer mucho para conseguir más cosas. Muchas veces el perfeccionista mira con ojo crítico al conformista. Lo que ve como una persona desmotivada y mediocre. Sin embargo, esto no es tan así. Entonces, se produce la gran dicotomía: ¿es mejor ser conformista o perfeccionista? No hay respuesta posible, porque planteado de esta manera, pareciera que nos tocaría elegir entre uno u otra, sin puntos intermedios. El perfeccionismo es una tendencia que tienen algunas personas a ponerse estándares excesivamente altos respecto a las posibilidades de desempeño, y sentir la obligación de cumplir con esos objetivos. Cuando el perfeccionista alcanza la meta, generalmente ya tiene otra nueva, y olvida premiarse por lo que ha logrado. Y cuando no la alcanza, debido a que es muy difícil, aparecen los síntomas de angustia, sensación de fracaso o frustración. Estos sentimientos prolongados en el tiempo son estresores del sistema nervioso central, y tarde o temprano, el fusible en algún lado aparece: una enfermedad, una descarga de ira, etc. Son personas en las cuales suele aparecer la mirada del otro y lo que piensan que pueden creer sobre ellos. Incluso muchas veces responde a mandatos familiares o improntas de la infancia. En los adultos puede aún seguir apareciendo, inconscientemente, la mirada de los padres. Muchos perfeccionistas sienten que si no cumplen con el ideal perderán el amor de los demás, y esto pone al descubierto, que detrás de tanta perfección hay un temor al desamparo y al descontrol interno. He detectado que existen dos tipos de perfeccionista: el que quiere alcanzar la meta en la forma que pueda y como pueda; y aquel que se desmotiva fácilmente porque la meta está muy lejos, entonces, ¿para qué intentarlo? Diríamos desde la Programación Neurolingüística (PNL), que los primeros actúan motivados para acercarse a sus metas, mientras que los segundos, actúan tratando de huir de los problemas. Se denominan metaprogramas, y como lo dice su nombre, son conductas (programas) que repetimos con bastante tendencia por sobre otras (de ahí la palabra meta). Cualquiera sea el caso los perfeccionistas o bien no terminan lo que empiezan o aún terminándolo no quedan conformes. En definitiva, por una o por otra, conviven con la sensación de angustia o frustración. Existe algo aún peor que no alcanzar los objetivos, la anticipación a no poder alcanzarlos. Al igual que un ataque de pánico, donde el pánico se produce por miedo al pánico (un bucle de pro-alimentación, es decir, recibir el feedback antes de que suceda), el perfeccionista sufre durante todo el transcurso de su proyecto, porque tiene miedo de no lograrlo. En su esencia más íntima, tiene miedo de angustiarse, por lo cual, termina angustiándose “por las dudas”. ¿Cómo determinar si sos perfeccionista? En la vida laboral: ¿Tenés pérdidas de tiempo, rechequeos constantes, intolerancia con horarios o nivel de desempeño disminuido? En los estudios: Postergación de exámenes, excesivo tiempo de estudio, buscás siempre el 10? En la limpieza: ¿Demasiado pulcro, más tiempo limpiando que el que usás para otras actividades? En lo organizativo: ¿Te la pasás haciendo listas de las cosas que hay que hacer? En el habla y en la escritura: ¿Búsqueda de palabras exactas, temor a cometer errores en la pronunciación o escritura? ¿Corrección a los demás? En la apariencia física: ¿Demasiado tiempo tratando de combinar la ropa? ¿Cuidado excesivo del cabello? ¿Muy detallista? En lo social: ¿Demasiada preocupación por tu desempeño buscando la validación y aceptación de los demás? En los descansos: ¿Incapacidad para disfrutar del tiempo libre? Desde el abordaje de la PNL todo está en nuestros pensamientos, nuestros filtros, la percepción de la realidad y las creencias. Tips para convivir con tu “Yo perfeccionista” Si la meta está muy lejos, entonces, colocar objetivos intermedios. Los objetivos intermedios mantienen la motivación, mientras que las metas lejanas logran lo contrario. Tener un plan B. El famoso plan B conocido como “por si las dudas”. El verdadero significado de tener un plan B, es que, al tomar conciencia de que podemos fallar porque tenemos un segundo plan, nos permite bajar el nivel de ansiedad. “quiero esto, pero si no logro, al menos consigo esto”. Disminuye la ansiedad. Separar las tareas importantes de las tareas urgentes. Tendemos a confundir los conceptos. Las tareas urgentes bien planificadas dejan de ser urgentes. El ideal es estar trabajando en metas importantes. Cuando estamos apagando incendios en forma permanente, es una señal que tenemos que tener en cuenta. El verdadero incendio está dentro de nosotros. Distorsiones del lenguaje: Sea la programación neurolingüística o la terapia cognitvia-conductual, ambas se ocupan de los pensamientos distorsionados: comunicarse de mejor manera con uno mismo. Nuestro diálogo interno puede ser el mejor amigo o el peor enemigo. Preguntarse lo siguiente: ¿Cómo se que esto es un fracaso o un problema? ¿Qué opinaría otra persona? ¿Qué pruebas tengo de que esto es realmente como yo pienso? ¿Estaré siendo muy duro conmigo mismo? Creencias: Las personas buscamos prueba de lo que creemos. Si creo que lo hago mal, ignoraré aquello que demuestre lo contrario, y llevaré mi atención a lo que prueba mi creencia. Cuestionarse las creencias es un buen comienzo. ¡Cómo ves, muchas veces lo perfecto se vuelve imperfecto! Ing. Axel Persello Trainer en PNL http://www.iafi.com.ar