LOS PROBLEMAS DE (CON) LOS PERFECCIONISTAS Guillermo S

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LOS PROBLEMAS DE (CON) LOS PERFECCIONISTAS
Guillermo S. Edelberg DBA
Profesor Emérito
Un artículo publicado en la revista Training Journal en octubre de 2002 caracterizaba como
artificiosas las conversaciones que habitualmente se entablan entre un entrevistador de una
empresa y un entrevistado que busca empleo. El primero, decía, trata de evitar preguntas con
respuestas inducidas y el segundo procura adivinar respuestas que causen una buena impresión.
Su autor ofrecía este ejemplo (P. Honey, Interviews funny peculiar):
Pregunta: “¿Cuáles diría que son sus debilidades?” Respuesta: “Debo ser
sincero. Trabajo duro, me considero un perfeccionista y soy sumamente leal”.
¿Es ésta una buena respuesta? ¿Conviene contestar “me considero un perfeccionista?”
El diccionario online de la Real Academia Española dice así a continuación de esta palabra:
“Dicho de una persona: que tiende al perfeccionismo”; y sobre esta última, “Tendencia a mejorar
indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”.
En el lenguaje habitual los vocablos perfeccionista y perfeccionismo resultan ambiguos
porque admiten más de una acepción. En una de éstas se utilizan para describir la búsqueda de lo
mejor o de la excelencia. Por ejemplo: a) “Dustin Hoffman no encajaba en el molde del actor
principal cuando comenzó su carrera a fines de los 50. No era alto y no tenía el atractivo de Robert
Redford o de Paul Newman; pero su talento, su tenacidad y su perfeccionismo cambiaron la
percepción de Hollywood sobre cómo podía ser un actor principal”; y b) “la campaña publicitaria de
BMW sugiere que los compradores potenciales de su nuevo modelo, personas de treinta y tantos
años, son perfeccionistas hasta en las circunstancias más mundanas”.
Los sicólogos utilizan otra acepción. Se refieren a perfeccionista y perfeccionismo no como
la búsqueda de lo mejor o de la excelencia sino como un problema de salud mental. Una
publicación de la Universidad de Texas señala que los perfeccionistas creen que nunca deben
cometer errores y que siempre deben lograr lo mejor. Dudan de sí y temen el ridículo, el rechazo y
la falta de aprobación por parte de los demás. Se fijan objetivos fuera de su alcance, nada los
satisface a menos que fuese perfecto, se deprimen cuando fallan porque eso les hace pensar que
valen poco y se ponen a la defensiva cuando se los critica. El resultado suele ser, por ejemplo,
dificultades en las relaciones interpersonales y una baja autoestima así como la vulnerabilidad a la
depresión, la obsesión, la soledad, la impaciencia, la frustración, el enojo y la ansiedad sobre el
desempeño. En casos extremos llegan a tener pensamientos suicidas.
¿Qué sucede en el seno de las empresas?
Un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos entre algo más de 9.000 gerentes y
profesionales del estado de Michigan a lo largo de 10 años indicó que un 18 por ciento de los
trabajadores puede ser caracterizado como perfeccionista. Según un psicólogo que participó en el
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estudio, el porcentaje incluye los casos extremos. Si se agrega los moderados, sube al 25 por
ciento.
El comportamiento de los perfeccionistas se presenta de distintas maneras: a) aquellos que
son muy exigentes consigo y no aceptan cometer errores; b) los que se sienten muy bien consigo;
pero no toleran las faltas de cumplimiento y los errores de los demás; y c) aquellos cuyo
perfeccionismo tiene consecuencias tanto para sí como para sus subordinados.
Según un especialista, sus jefes confían en ellos porque cumplen con las tareas que les
encomiendan. Son muy organizados, además de prolijos en su apariencia personal. Avanzan en
sus carreras porque demuestran ser trabajadores, cuidadosos, hábiles para planear sus tareas y
con excelentes estándares de desempeño, tanto para ellos como para sus empleados, ante
quienes demuestran ser respetables, predecibles y meticulosos.
El problema se plantea cuando, sometidos a presión, aparece su tendencia al
perfeccionismo. Les cuesta tomar decisiones, establecer prioridades y delegar y hasta pierden la
visión del negocio. Tienden a llegar tarde a las reuniones y a demorar la redacción de informes o
contestar llamadas telefónicas. Quieren hacer todo personalmente y se sumergen en los detalles.
Sus subordinados no controlan las tareas que llevan a cabo, evitan toda iniciativa y se dedican a
esperar instrucciones. Surgen demoras y cuellos de botella y se deteriora el trabajo en equipo. El
perfeccionista recrimina a sus subordinados y no se reconoce como tal.
En situaciones extremas se presenta el “fenómeno del impostor” o del “neurótico impostor”.
Éste es le caso del gerente extremadamente perfeccionista que pese a sus logros legítimos se
siente muy poco idóneo y se transforma, por ejemplo, en un adicto al trabajo para evitar ser
descubierto como lo que cree que es; es decir, un “fraude” (M.F.R. Kets de Vries, The Dangers of
Feeling Like a Fake. Harvard Business Review. Boston: septiembre de 2005).
¿Qué recomiendan los especialistas para encarar el problema del perfeccionismo?
En primer lugar, reconocerse como perfeccionista y comprender que es un objetivo
inalcanzable y que nadie puede comportarse o trabajar en forma perfecta todo el tiempo. Luego,
poner en práctica una serie de pasos que incluyen evitar expectativas desmesuradas con respecto
a los resultados de alguna tarea; aprender a aceptar errores el temor al fracaso impide aceptar
riesgos y disminuye la creatividad y el crecimiento y hacer las tareas en forma más liviana,
seleccionar las prioritarias y no criticar en forma permanente. En el caso de quienes no toleren
errores de sus subordinados, delegar y trabajar con éstos luego de reconocerse como
perfeccionistas para establecer una serie de objetivos alcanzables y luego, al lograrlos, alabarlos
o, por lo menos, agradecerles el esfuerzo.
Lo que antecede no debe dejar de lado la responsabilidad de quienes ocupen posiciones de
liderazgo. Deberían estar en condiciones de identificar la aparición de síntomas de perfeccionismo
en los gerentes que dependen de ellos para incluir el problema en sus actividades de coaching.
¿O no?
(Antes de terminar, una confesión: este artículo no me salió perfecto. Trabajaré y trabajaré
hasta conseguirlo.)
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