Hay investigadores que han encontrado sorprendentes similitudes entre la vida de Jesús y la de otro hombre-dios, Osiris, que como el Maestro de Nazaret murió y resucitó al tercer día marcando el sendero a recorrer por sus fieles. De hecho, los paralelismos entre las creencias egipcias y cristianas son desestabilizadores, hasta el punto de que hay quien se plantea que la vida de Jesús no fue más que un plagio de textos egipcios. Toda una serie de historiadores, escritores y teólogos que en las últimas dos décadas han prestado especial atención a una idea extremadamente heterodoxa: que la mayor parte de las proezas de Jesús narradas por los evangelistas -canónicos y apócrifos- ya se encontraban ampliamente descritas, y a veces con las mismas palabras, en antiguos papiros e inscripciones religiosas egipcias. Tal como señala el periodista e investigador español, director de la revista Más Allá de la Ciencia, Javier Sierra, "este tipo de paralelismos vienen siendo interpretados desde dos ángulos bien diferentes entre sí. Uno de ellos apuesta por que el Jesús histórico se formó en Egipto y que, por tanto, exportó a Palestina aquello que le enseñaron en tierra de faraones. El otro, en cambio, toma partido por la hipótesis extrema de que Jesús nunca existió como tal, que su vida, su pensamiento y sus enseñanzas se copiaron textualmente de fuentes egipcias. Para los primeros, los evangelios y hasta el Talmud (una serie de escritos hebreos de gran importancia histórica y religiosa compilados a partir del s.III d.C.), demuestran que Jesús pasó parte de su infancia en Egipto. Exactamente desde su fuga de Palestina hasta su reaparicón en el Templo de Jerusalén a los doce años de edad. El Evangelio de Mateo narra, en efecto, la huida de sus padres tras desatarse la feroz persecución de Herodes contra el futuro Mesías, y el Talmud incide en la procedencia egipcia de Jesús y el hecho de que los romanos lo prendieron acusándolo de practicar la hechicería egipcia. De hecho, varios de los milagros atribuidos a Jesús eran propios de los magos egipcios. Para los defensores de un punto de vista más radical, esta interpretación se queda corta. Para ellos, no es que Jesús fuera un mago adoctrinado en Egipto, sino que toda su vida está calcada de textos y enseñanzas acuñadas junto al Nilo. Uno de los principales defensores de esta tesis es el teólogo, psicólogo y lingüista español Llogari Pujol. Este erudito catalán y ex-sacerdote descubrió los paralelismos entre la figura de Jesús y ciertos credos egipcios hace más de dos décadas. Tras abandonar los hábitos y casarse con una historiadora alsaciana, Claude-Brigitte Carcenac, ambos compartieron desde entonces su apasionada investigación. En 1987, Claude-Brigitte publicó parte de sus averiguaciones en una versión reducida de su propia tesis doctoral, que tituló Jesús, 3.000 años antes de Cristo. Estos serían los paralelismos principales entre Jesús y Osiris, y entre los evangelios y los textos egipcios antiguos: Paralelismos: Jesús - Osiris... Evangelios - Textos egipcios El escritor griego Plutarco, que vivió entre el 50 y el 125 d.C., narra cómo al dios Osiris lo mataron un viernes y resucitó al tercer día... Plutarco se limitó a recoger una tradición ancestral cuyas raices se anclan en los primeros momentos de la civilización egipcia. Incluso en los célebres Textos de las Pirámides, escritos sobre los muros de varios de estos monumentos de la V Dinastía (2465-2323 a.C.), se cita específicamente el tercer día como el momento en que el cuerpo del faraón, transformado en Osiris, revive antes de emprender su viaje a las estrellas. Osiris como Jesús fueron asesinados por mediación de personas muy cercanas que les traicionaron (Set, hermano del dios egipcio, y Judas fueron los artífices del crimen). Y también fueron sendas mujeres -Isis y María Magdalena, respectivamente- quienes descubrieron su vuelta a la vida. Hasta el apelativo chrestos o “cristo” (del griego "bondadoso" o "amable") fue aplicado a ambos personajes. Osiris y Jesús comparten incluso el símbolo de la cruz. En el caso del dios egipcio, el ankh o cruz ansada es sinónimo de vida, mientras que para los seguidores de Jesús su instrumento de tortura se convirtió, paradójicamente, en señal de resistencia a la muerte absoluta. En el cuento de Satmi, escrito en Egipto más de mil años antes de que Mateo escribiese su Evangelio, se narra la historia del nacimiento de un tal Senosiris (literalmente Hijo del dios Osiris). Su madre, Mahituaskhit ( llena de larguezas. ¿llena de Gracia?) lo concibió de forma muy similar a como el propio Mateo describe el nacimiento de Jesús, anunciado a José por un ángel del Señor, que en el relato egipcio se llama Satmi. Esta historia fue recogida en 1911 por el genial egiptólogo francés Gastón Maspero en su obra Les contes populaires de l´Egipte ancienne.