16 INTERES GENERAL La Plata, lunes 29 de junio de 1998 EL PROBLEMA INFORMATICO SE ORIGINA EN UN AÑO CON ESAS CARACTERISTICAS: 1972 El 2000 parece confirmar la mala fama de los bisiestos Múltiples tragedias se han registrado a través de los tiempos en años donde febrero cuenta con 29 días. El nuevo siglo recibiría la herencia, comienza con un caos informático Los años bisiestos tienen mala fama y el problema que se desatará con las computadoras en el 2000, parece confirmarlo: se estima que el 80 por ciento de los programas se verán afectados y que adecuarlos le costará al mundo 1.000 millones de dólares, so pena de perecer en el caos informático. A nivel local, esto ya mereció una comunicación del Banco Central (A2564) que alerta acerca de que el ajuste de los sistemas deberá concluir antes del 31 de diciembre de 1998, a efectos de que haya cierto margen para probar la reforma antes de que sobrevenga el 1 de enero del 2000 y colapsen con él todos los cálculos matemáticos y contables existentes. En el mundo es regla afirmar que los años que traen 366 días verbigracia, el 2000- son “yeta”. Pruebas al canto: en el anecdotario de hechos funestos locales se recuerda que un 29 de febrero de 1912 se vino abajo la piedra movediza de Tandil y con ella, todo el negocio turístico de la zona. Cabe recordar también que en el bisiesto año de 1904, Rusia y Japón entraron en guerra; que en muy re bisiesto 1936 comenzó la contienda civil española; y que en el re bisiesto 1976 estalló la peor dictadura militar de la Argentina. El drama de los dos dígitos Frente a esto, claro, lo de las computadoras parece un chiste, aunque a su manera tampoco se libre de salir caro. ¿Alguien tiene la culpa de lo que pasa? Dicho muy cortito: sí y son muchos. Sucedió que en 1972 -bisiesto, también- para ahorrar memoria en el disco rígido, se hicieron programas en idioma Cobol con dos dígitos para el año, en vez de cuatro; de tal forma, los sistemas fueron automatizados siguiendo un orden cronológico: 85 en vez de 1985, 98 en vez de 1998, y así sucesivamente. ¡Había que ser tonto para no entender esto! Pero en realidad, lo tonto fue no prever las consecuencias: nadie quiso pensar en lo que sucedería cuando al 99 (por 1999) le sucediera un doble dígito menor: 00 (por 2000). Hace unos 5 años, la gente que se supone que de esto sabe mucho, comenzó a cavilar que -a menos que se rectifique el sistema- para la maldita máquina decir 2000 será lo mismo que decir 1900, con todas las consecuencias que esto acarreará. Por ejemplo, una pareja reserva pasajes en alguna línea aérea para ir a Orlando el 20-03-00; bien, vaya desempolvando el miriñaque y las polainas: al subir al Boeing se habrán convertido en protagonistas de “La máquina del tiempo” y estarán volviendo al 1900, por más que el ET los salude desde Disneyworld. Si, en cambio, el 05-01-00 le vence un plazo fijo a 30 días, ¡aleluya!: podría llegar a recibir 100 años de intereses en vez de un mes. El doble cero no es el único problema: ocurre además que algunos fabricantes de computadoras, calculadoras y relojes electrónicos, no tomaron en cuenta que el 2000 sería bisiesto, de manera que olvidaron ponerle 29 a febrero. Las idas y vueltas por los calendarios del 29 de febrero El extraño 29 de febrero que cada cuatro años aparece en el almanaque para luego desaparecer, tuvo una existencia bastante más sinuosa de lo que se cree. Muchos años después de que en el 45 antes de Cristo- los romanos recurrieran a duplicar el 24 de febrero y con esto, a dar origen a la palabra ‘bisiesto’, se decidió que mucho más práctico sería agregar el día 29 en su reemplazo. En el calendario juliano, todos los meses pares tenían 30 días y los impares 31, excepto febrero, que resultaba tener 30 sólo en los años bisiestos, siempre debido al artilugio de duplicar el 24. Todo bien, hasta que vino el emperador Augusto y en un ataque de celos le quitó un día a febrero. Sucedió que agosto, por ser par, tenía entonces 30 días y que a Augusto no le gustó nada ser honrado con un mes más corto que el dedicado a recordar a Julio César (desde siempre julio tuvo 31 días por ser impar). Ordenó entonces que el mes que le fue dedicado (agosto) tuviera 31 días y que a cambio se le quitara uno a febrero; éste, a su vez, tenía 30 días sólo cuando era bisiesto, de tal forma que fue reducido a 28. Como hacía falta corregir un error de 3 días que se había acumulado, Augusto decretó que no hubiera bisiesto durante once años. En otras palabras: el día sobrante, es decir, el famoso 29 de febrero, se mandó a guardar y recién fue restablecido en 1582, cuando el Papa Gregorio XIII mandó a corregir el calendario juliano reformado por Augusto. Como al estructurar el nuevo calendario -llamado esta vez gregoriano, en honor a Gregorio XIII- ya se habían acumulado 10 días, los sabios decidieron suprimir el sobrante, contando el 5 de octubre como 15. Y aquí, sí, ¡al fin!, instauraron el 29 de febrero cada cuatro años. Los egipcios, Julio César, Gregorio XIII ... La regla, implantada en 1582 por Gregorio XIII, dice que bisiesto es todo año cuyos últimos dos dígitos resultan divisibles por cuatro, excepto los seculares, que deberán ser divisibles por 400. Como 1900 no fue bisiesto (precisamente porque no es divisible por 400), alguien debe haber dicho: “Para mí que cuando hay doble cero no es bisiesto”. Algunos le hicieron caso. Craso error. El resultado es que la humanidad está a punto de inventar un inaudito año bisiesto sin bisiesto (febrero de 28 días), otro lenguaje matemático (quien dice 29 dice 28), una contabilidad novedosa (el plazo de 30 días vencerá un día antes) y un problema metafísico: los que nazcan el 29-02-00 no existirán. Hay quienes aseguran que si el 2000 no fuera bisiesto -léase “yeta”- nada de esto hubiera ocurrido. ¿Cómo saberlo? De todas formas, una cosa es cierta: la culpa de lo que pasa se la reparten entre los antiguos egipcios, Julio César, el mismísimo Papa Gregorio XIII y nuestros contemporáneos analistas y programadores informáticos. El problema comenzó en el 238 antes de Cristo, cuando los egipcios -que establecieron la duración del año en función de lo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol: 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos- simplificaron el cálculo fijando un año de 365 días. Lo dividieron en 12 meses de 30 días cada uno, y le agregaron al final del año 5 días suplementarios. Eso todavía no se llamaba bisiesto, aunque iba en camino de serlo: después de todo, era un apéndice que se agregaba. Pero en el 45 antes de Cristo, cuando en Roma Julio César ordenó copiar este calendario, sonó una voz de alerta: “Ojo, mucha pirámide, mucho Nilo, pero ellos tienen 67 días de atraso con el reloj solar”, dijo, palabras más o menos, el Alejandrino astrónomo Sosígenes, recién importado de Grecia. Para remediar el retraso, Sosígenes decidió agregarle por un rato unos cuantos días a noviembre y diciembre, con lo que resultó que el año de la reforma fue el más largo de la historia del mundo: tuvo 455 días y se lo recuerda como el “Año de la Gran Confusión” porque -como quizás nos suceda en el 2000- nadie sabía donde estaba parado. A pesar de todo, aún seguían sobrando casi seis horas al año, así que el astrónomo griego resolvió intercalar cada cuatro años, uno de 366 días. INTERES GENERAL La Plata, lunes 29 de junio de 1998 CASO CRISPINO Un delito penal Cuando la burocracia choca con la conciencia médica ARCHIVO El lunes pasado murió un hombre por no recibir asistencia médica urgente. Profesionales analizaron los alcances del caso. El hecho puede configurarse en lo que es un delito penal Días atrás, Alberto Crispino, de 55 años, murió en forma absurda, si es que alguna muerte no lo es. Falleció en la madrugada del lunes pasado, en la sala de terapia intensiva de un hospital, al que había sido trasladado por un compañero de trabajo. Pero antes, había esperado por atención médica durante media hora en un establecimiento sanitario privado. Allí, según coinciden algunas versiones, no lo habrían atendido por no tener obra social. Otra vez, el caso abrió el debate en que la ética ocupa un lugar preponderante. Sobre todo si se piensa que se perdió una vida humana. En relación al caso de la muerte de Crispino, la cercanía a la figura penal del abandono de persona parece ineludible. Para el presidente del Colegio de Médicos Distrito I, Raúl Valente, quien desconocía detalles del caso mencionado, “el abandono de persona es un delito que comete todo individuo que, dependiendo de él el bienestar inmediato (en ocasiones, la misma vida) de otra persona y teniendo la posibilidad de aportar una ayuda, no lo hiciera”. El profesional subrayó que, en muchas ocasiones, la figura de “abandono de persona”, a su entender, “puede tener influencias nega- 17 “Las reglas del juego son perversas y en ellas se pierden elementos esenciales como la vocación de asistir“, dijo Valente tivas sobre la conducta humana de un médico”. En ese sentido, se refirió a que “muchas veces los profesionales de la sanidad actúan en ayuda de una persona, con el único fin de no cometer un delito, desvirtuándose así la vocación de asistir”. El que a una persona se le niegue asistencia médica vital en un establecimiento sanitario privado por no tener obra social, “responde a los perversos sistemas de atención que existen”, señaló el presidente del Colegio de Médicos Distrito I. Y remarcó que “hay que conciliar los modelos de servicios, de forma tal que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de ser atendidos, sin ningún tipo de reparos”. Valente ratificó que “las reglas del juego son perversas, y en ellas se pierden elementos esenciales como la vocación de asistir y ayudar”. El abogado penalista Arturo Campos explicó que “el abandono de persona es el delito que comete toda persona que niega asistencia a otra en estado de urgencia, pudiendo proporcionársela”. Cuando se abandona a conciencia de que tal abandono puede generar un gran riesgo al otro, se configura el abandono de persona. “Esto puede ser un delito penal”, aseguró Campos, al ser consultado por “Hoy”. El abogado explicó que cualquier persona que requiera de la asistencia de otra, tanto en la vía publica como en cualquier otro lugar, merece esa ayuda de los demás. Eso se denomina, según el profesional, “zona de protección de convivencia”, y aclaró que es una “obligación social” prestar un servicio como la asistencia médica. Aunque Campos dijo desconocer detalles del caso Crispino, pero aseguró que de haberse producido abandono de persona por parte del personal médico, “se estaría cometiendo una falta grave, un delito de acción pública”. En caso de producirse una demanda penal o civil, los procedimientos comienzan con la acumulación de pruebas, después “se procede a actuar por negligencia médica”, indicó el abogado. Generalmente, la acción se inicia contra el o los responsables de la dirección de los establecimientos sanitarios, a menos que se demuestre que la falta fue de exclusiva responsabilidad de un médico en particular. En lo penal, “las condenas nunca son mayores de tres años”, precisó el letrado, aunque consideró que en el ámbito civil “puede haber multas por indemnización a los familiares”.