Física y Sicología - Universidad de Tarapacá

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FISICA Y PSICOLOGIA
Carlos S. Leiva
Depto de Física Universidad de Tarapacá
Departamento de Física-Facultad de Ciencias
Universidad de Tarapacá, Casilla 7-D, Arica, Chile
e-mail: cleivas@uta.cl
Resumen
Se trabaja la tesis de que la Física, como toda creación humana, es un fruto de la psiquis
humana y por ello es susceptible de contener esquemas psíquicos previos al desarrollo
puramente racional matemático, que aparecen en las teorías físicas que están en el borde
del conocimiento. Estos esquemas son los arquetipos junguianos que están presentes en
todas las actividades creadoras y que poseen una faceta no computable e irracional. Se
dan ejemplos de la presencia del arquetipo de la cuaternidad, con su típica estructura de
3+1, en las teorías físicas y se concluye la necesidad de estudiar la mente humana, el
instrumento de investigación en Física teórica, en un esfuerzo conjunto de la Psicología
y la Física.
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INTRODUCCIÓN:
Hoy en día la tecnología parece ser la panacea universal, mucha gente cree que
la ciencia lo sabe todo o con seguridad lo sabrá y parece no haber puntos obscuros en
nuestro conocimiento de la naturaleza humana. Sin embargo cada área del conocimiento
tiene su desván con alguno que otro monstruo o hijo no deseado, que impide que esa
brillante luz que aparece por toda nuestra casa, alumbre efectivamente todos y cada uno
de los rincones. Algunas sombras echan a perder la fiesta cada vez que queremos ser
sinceros con nosotros mismos. En Física los demonios más conocidos (o desconocidos)
son, por nombrar sólo algunos: el enmarañamiento cuántico, el significado y
funcionamiento del colapso de la función de onda, la materia y la energía obscuras que
llenan el 90% del universo y no tenemos idea de lo que es, la cuantización de la
gravedad, etc.
Creo firmemente que a ciertos niveles de abstracción, cuando ya no se trata de
palancas o de obedientes circuitos, cuando la física intenta volver a ser una ciencia y un
acopio de sabiduría más que sólo una técnica, donde no sólo se aplican métodos
conocidos a pequeños problemas; tenemos que empezar a pagar una tremenda deuda
con nuestra historia y recordar que detrás de la ciencia hay seres humanos, mentes
humanas con todos sus defectos y virtudes, con una estructura propia que no es, como a
veces se pretende, sólo la parte consciente o ego. Hay todo un mundo oscuro, irracional,
que tiene su propia estructura y energía y que vive entremezclada con nuestros
pensamientos racionales.
Esconder la acción de investigación detrás de la conocida y vacía frase de “se
me ocurrió” no sirve para explicar los avances científicos más espectaculares y
difícilmente dará nuevos frutos en cuanto a sabiduría, aunque reconozco que puede
darlos, y mucho, en el área tecnológica. Cualquier científico sabe que cuando quiere
investigar un fenómeno, lo primero que debe conocer son las características del equipo
con que mide y su respuesta a diferentes situaciones, de otro modo corre el peligro de
estar midiendo la respuesta del instrumento en lugar del fenómeno en cuestión. Nuestro
instrumento para interrogar a la naturaleza es nuestra mente y debemos pues, intentar
conocerla, saber cómo trabaja, y es aquí donde nace la relación con la Psicología.
En este trabajo se pretende, después de una hojeada muy superficial a algunos
hechos históricos que nos han hecho separar mente y materia, atestiguar la presencia de
estructuras psicológicas previas, inconscientes o arquetipos, en el sentido junguiano, en
las teorías físicas más exitosas y que están en la frontera del conocimiento. Esto, con el
fin de llamar a un estudio serio de este campo y a generar actividad que sea capaz de
reconvertir la física en una ciencia total, que de cuenta de su objetivo primordial:
estudiar los procesos (φυσισ) naturales en su totalidad y eso incluye los fenómenos
psicológicos, que entre otras cosas parecen dar estructura a nuestros mitos modernos:
los modelos y teorías de la creación del Universo y su composición y funcionamiento.
Conocimientos previos
Cuenta una vieja historia india que un poderoso Rajá estaba curioso por saber en
qué forma percibían los ciegos el mundo. Para averiguarlo llamó a tres y los puso
delante de un elefante. Los ciegos (que se supone no sabían lo que era un elefante),
comenzaron a tocar al animal y las respuestas fueron diversas: el primero comenzó a
tocar la trompa y dijo que un elefante era una manguera, el segundo tocó una pierna y
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dijo que se trataba de una columna, finalmente el último que tocaba la panza del
elefante declaró (muy convencido), que un elefante era un gran recipiente.
Este cuento se utiliza a menudo para señalar que nuestros sentidos nos engañan,
pero tiene una enseñanza adicional que no ha sido suficientemente explorada. Se trata
de la evidencia de que nuestra investigación está siempre marcada por los
conocimientos previos. Cada una de las experiencias sensoriales de los ciegos, “tocó” o
“encontró” un contenido previo. Había un conocimiento o experiencia anterior que, al
ciego que tocaba la trompa, le indicaba cómo es una manguera y cuando las evidencias
“experimentales” le indicaron que se cumplía una serie de parámetros, juzgó correcto
responder que lo que tenía delante era precisamente una manguera.
Esto no sólo ocurre en los cuentos, por ejemplo en Física, durante muchos años
se habló de la dualidad onda-corpúsculo de la luz (aquí entenderemos corpúsculo como
una partícula clásica, dejando la palabra partícula para aquellas que poseen propiedades
cuánticas). En algunos experimentos la luz se comporta definitivamente como si tuviera
las propiedades de un corpúsculo como por ejemplo en el efecto Compton, que no
admite una descripción ondulatoria, en cambio existen experimentos en que la luz
claramente tiene propiedades ondulatorias como la difracción o la interferencia,
impensables desde una descripción corpuscular. Pues bien, el problema planteado es
parecido a si queremos determinar la naturaleza de una pirámide de base cuadrada a
través de su huella sobre algún tipo de molde bidimensional. Si la pirámide es “mirada”
desde la base, se trata de un cuadrado, pero si se mira desde uno de sus costados, se trata
de un triángulo. La pregunta evidente es entonces: ¿qué es una pirámide, un cuadrado o
un triángulo? Esta pregunta podría generar discusiones muy acaloradas hasta que
alguien diga lo que realmente ocurre, una pirámide no es ni un cuadrado ni un triángulo,
una pirámide es simplemente una pirámide, la naturaleza de la pirámide no corresponde
a nuestra clasificación de cuadrados y triángulos. Del mismo modo, la luz no es ni un
corpúsculo ni una onda, es ni más ni menos que la luz, la cual se escapa a los
parámetros de partícula y onda en el sentido clásico, tan distinta es que se necesitó
pensar una nueva descripción de la naturaleza: la Mecánica Cuántica.
Los conceptos previos son muy importantes cuando se trata de modelar la
realidad y eso es exactamente lo que la Física teórica hace en su fundamento. Sin
embargo, parece necesario extender el concepto de conocimiento previo pues la mente
humana no contiene solamente lo que los psicólogos llamarían la parte consciente y
racional de la psiquis humana, de hecho esta parte es el componente menor y
normalmente es amagada por la inmensa energía y actividad del inconsciente [1].
Aunque parezca arriesgado hablar de inconsciente cuando se trata de trabajar en
Física, es imposible negar que la actividad de la ciencia es, lo mismo que el arte y
cualquier actividad humana, un fenómeno psicológico y por ello es susceptible de un
análisis. De hecho, en una arriesgada aseveración, se podría decir que las teorías físicas
son una respuesta de la mente humana ante una especie de test de Rorschach que se nos
presenta cuando miramos los datos que nos entrega la naturaleza y sería posible decir
mucho de la mente colectiva de épocas completas de la humanidad, con sólo estudiar
los modelos físicos que estaban en boga.
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Mente y Materia
Recordemos que las raíces de la física y toda la ciencia occidental se encuentran
en el primer período de la filosofía griega, en el llamado período cosmológico. Entonces
no había distinción alguna entre ciencia, filosofía y religión. Anaximandro, Heráclito y
otros filósofos de la escuela de Mileto, tenían una visión monista y muy cercana a las
filosofías orientales, respecto de la realidad. Esta unidad se resquebraja en principio
debido a la afirmación de la escuela de Elea, en que filósofos como Parménides afirman
la existencia de un principio divino inmutable, inteligente y personal. El principio
básico e inmutable, el Ser, era irreconciliable con el eterno devenir de Heráclito, razón
por la cual comenzó a realizarse una división entre materia y espíritu, que desembocó en
la concepción atomista de Demócrito. Los filósofos comenzaron a preocuparse del Ser y
dejaron de lado la materia.
Durante siglos el estudioso dejó de lado la naturaleza externa al hombre,
situación que se prolongó hasta la época del Renacimiento en que hubo una búsqueda
ansiosa por reencontrar la naturaleza. Sin embargo, la estructura dualista Ser-Materia, se
transformó en el dualismo Mente-Materia, como queda claro de la formulación
cartesiana que en el siglo XVII basó su visión de la naturaleza en una división
fundamental, dos reinos separados e independientes: la mente (res cogitas) y la materia
(res extensa). De esta visión fue posible construir por ejemplo la física clásica que,
como principio fundamental, tiene el del estudio objetivo de la naturaleza: observador y
observado son independientes. Sin embargo, es el mismo Descartes el que señala que en
la medida que el hombre participa de la realidad material, conoce esta realidad
sensiblemente por medio de sus sentidos y la conoce para fines de conservación y goce
de su propio cuerpo. Los sonidos, los colores, son señales para nuestro cuerpo de lo que
debe evitar o buscar, son cualidades a través de las cuales nuestro cuerpo reconoce las
cosas y se mueve entre ellas. Pero estas cualidades expresan en realidad el ser del sujeto
receptor más que las de las cosas en sí. Pertenece al ser propio de las cosas aquello que
podemos conocer clara y distintamente de ellas, a las cuales Descartes llama
“cualidades primarias”. De estas cualidades primarias, Descartes dice que poseemos
ideas depositadas desde siempre en el espíritu, de modo que Dios ha dado al ser humano
las herramientas necesarias innatas en él, para reconocer las cualidades primarias de las
cosas que llega a conocer.
Hoy, sin embargo, la Física sabe que observador y observado están en una
relación que es para nada trivial y que, aunque creemos entender a través de los
postulados de la mecánica cuántica, a veces nuestra misma descripción nos sorprende
con temas que son de difícil manejo y no están para nada resueltos, como es el
significado real de la reducción de la función de onda y el enmarañamiento cuántico.
Observador y observado no están ya más separados en nuestros modelos realistas de la
naturaleza.
¿Y en cuanto a mente y materia? Aunque no está muy claro que esta relación
existe en términos de lo que se define una relación en Física, algunas pistas son posibles
de encontrar. Sabemos que las enfermedades psicosomáticas son reales, la frase de “es
sólo psicológico” no indica nada y no da ninguna explicación al hecho real que debido
a un problema fundamentalmente psicológico, dejando de lado causas psiquiátricas o
neurológicas, se provoca el mal funcionamiento de una estructura material, biofísica,
como es el cuerpo. Por otro lado y en un grado que puede ser de mayor proyección, es
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posible mostrar que estructuras psíquicas, arquetipos (en el sentido en que los definió
Jung), podrían estar presentes en las estructuras que soportan la Física Moderna,
ejemplos de estos son los arquetipos de Unidad de la Naturaleza (Unus Mundos), la
cuaternidad y la trinidad [2].
Racionalidad de la naturaleza:
Uno de los hechos más impresionantes de la ciencia occidental moderna es que
las matemáticas resultan extremadamente precisas para describir la naturaleza. Esto es
lo que Eugene Wigner (premio Nobel de Física en 1963), llamó “La irrazonable
efectividad de las matemáticas en las ciencias físicas”. Sin duda el lenguaje matemático
es de un poder incomparable con cualquier otro lenguaje usado por el ser humano. Una
aseveración como que “los cuerpos se atraen con una fuerza inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia”, podría ser presentada a los mejores lingüistas del mundo y
jamás podrían concluir, sólo a partir de esta frase y la lógica interna del lenguaje, que
las órbitas de los planetas alrededor del Sol son elípticas. Sin embargo a través del
lenguaje matemático es un ejercicio de primer año de una carrera de ciencias.
Parece que la estructura de la naturaleza tiene una estructura matemática, pero la
pregunta subsecuente es si todos los procesos naturales son computables y si esa
computabilidad es idéntica a comprensión. La última pregunta es fácilmente
respondida, pues todo profesor se ha enfrentado a alumnos que son capaces de obtener
resultados correctos a algunos problemas aunque no han comprendido nada del modelo
de trasfondo que están aplicando. El físico Roger Penrose ha dedicado mucho tiempo a
mostrar que existen procesos que no son computables [3] y parece dar buenos
argumentos en pro de la existencia de tales procesos, de modo que a continuación,
usaremos el hecho objetivo de que hay fenómenos naturales sencillos que no son
computables y por ello deben ser estudiados desde otro punto de vista
De todas formas, es posible mirar un hecho que ocurre todos los días en los
jardines infantiles: a un niño le cuesta muy poco abstraer la noción platónica de número
natural a partir de unos pocos ejemplos muy simples, sin embargo como Penrose aclara
[3] citando a Gödel: “ningún sistema de reglas computacionales puede caracterizar las
propiedades de los números naturales”. Del mismo modo parece entonces imposible
programar una computadora para que enuncie teoremas matemáticos correctos y por lo
tanto parece imposible también hacerlo propio con la Física. Al parecer existe algún
mecanismo propio de la mente humana que es capaz de “atrapar” ciertas características
de las cosas, o para ser un poco platónicos, la mente humana parece ser capaz de
conectarse con el mundo de las ideas y captar la esencia de “la cosa en sí”. Queda por
supuesto la gran duda de si esa “cosa en sí” pertenece a un mundo externo o a una
estructura interna de la mente humana.
La mente humana:
Ya se habló de una clase especial de contenidos alojados en el inconsciente, se
les llamó “arquetipos” en el sentido junguiano, sin embargo, estos elementos de nuestra
psiqué sobrepasan con mucho la idea que de ellos tienen las teorías estructuralistas, ya
que estos arquetipos son entidades dinámicas y generadoras de energía psíquica en una
forma mucho más compleja y abarcadora en su acción. No es fácil atreverse a hablar de
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los arquetipos, desde fuera del ámbito de la psicología, en realidad es muy difícil
hacerlo no siendo Jung, pero es posible citar el glosario de su autobiografía [4]:
“El concepto de Arquetipo… se deriva de la observación repetida varias veces de que
por ejemplo los mitos y los cuentos de la literatura universal contienen siempre en todas
partes ciertos motivos. Estos mismos motivos los hallamos en las fantasías, sueños,
delirios e imaginaciones de los individuos actuales. Estas imágenes y conexiones típicas
se designan como representaciones arquetípicas. Tienen, cuanto más claras son, la
propiedad de ir acompañadas de vivos matices afectivos… Impresionan, influyen y
fascinan. Provienen de un arquetipo imperceptible en sí mismo, de una pre-forma
inconsciente que parece pertenecer a una estructura heredada de la psiqué, y puede, a
causa de ello, manifestarse en todas partes como fenómeno espontáneo… el arquetipo
es un elemento vacío en sí, formal, que no es sino una facultas praeformandi, una
posibilidad dada a priori de la forma de representación.”
No puedo dejar de hacer notar aquí el parecido con el concepto de grupo en
matemáticas: un puro constructo abstracto, cuyas representaciones son tan reales como
las partículas materiales.
Parece entonces válido preguntarse: si estas pre-formas parecen presentes en
todo tipo de actividad de la psiquis humana, ¿se encuentran también en las creaciones
científicas?
La respuesta parece ser afirmativa, como lo declara M. L. von Franz [2],
demostrando que en ciertos momentos parece haber habido una idea “flotando” en el
inconsciente colectivo y que fue desarrollada simultáneamente por dos o más científicos
sin conocimiento el uno de los otros. Es el caso de la teoría de la evolución de las
especies, desarrollada por Darwin en 1844 y paralelamente por un joven biólogo
desconocido para Darwin, A. R. Wallace, quien no tenía idea del trabajo que Darwin
desarrollaba en ese mismo momento. Grande fue la sorpresa de este último cuando llegó
a sus manos un manuscrito con una exposición más corta pero paralela de su teoría
escrita por un completo desconocido a muchos kilómetros. Otro ejemplo clásico es el
trabajo paralelo sobre el cálculo diferencial, que realizaron Leibniz y Newton.
No se puede dejar de mencionar el trabajo conjunto que realizaron Jung y Pauli
en la búsqueda de un principio acausal que Jung denominó sincronicidad “en el sentido
especial de coincidencia temporal de dos o más acontecimientos relacionados
mutuamente de modo acausal, que tienen un contenido idéntico o semejante”. Pero no
fue sólo en sincronicidad que colaboró Pauli, él estaba convencido que debía
investigarse la interrelación profunda que debe haber entre psicología y las ciencias de
la naturaleza, de hecho presentó un ensayo titulado “La influencia de las ideas
arquetípicas en las teorías científicas de Kepler” en un libro publicado en conjunto con
Jung, por supuesto que el título explica por sí solo los intereses de Pauli [5].
Por supuesto que aquí no se trata de que cualquiera capte una idea que ande
“flotando” en el inconsciente colectivo y se transforme en un genio. De algún modo hay
que ser un instrumento adecuado para tocar la melodía en forma correcta. En este
sentido es válido el ejemplo de Jung [1] que cuenta cómo un esquizofrénico llegó a la
conclusión que el mundo era su cuaderno de estampas, la idea era genial pero el
instrumento era incorrecto. Era necesario ser un Schopenauer para desarrollar ese
motivo y convertirlo en una filosofía de “El mundo como representación”.
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Arquetipos de Cuaternidad y Trinidad en Física Moderna:
“La cuaternidad es un arquetipo que, por así decirlo, se presenta universalmente. Es la
premisa lógica de todo juicio de totalidad. Si se quiere llegar a un juicio de este tipo,
éste debe tener un aspecto cuádruple. Cuando, por ejemplo se quiere caracterizar la
totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales. Hay siempre cuatro
elementos, cuatro cualidades primitivas, cuatro colores, cuatro castas en la India, cuatro
caminos en el sentido de evolución espiritual en el budismo…Una cuaternidad tiene con
frecuencia una estructura de 3+1, pues una de sus magnitudes adopta una postura
excepcional y es de naturaleza distinta. (Por ejemplo los animales del símbolo de los
evangelistas son tres y otro un ángel). Cuando la cuarta magnitud se presenta junto a las
otras tres, surge el “Uno”, que simboliza la totalidad…” [4]
La estructura 3+1 es habitual en relatividad general [5,6], aunque existen teorías
como las cuerdas, que necesitan muchas más dimensiones, en relatividad bastan cuatro,
con una estructura de 3+1, es decir tres dimensiones espaciales y el tiempo que “adopta
una postura excepcional y es de naturaleza distinta”. Es interesante que el cuarto
siempre tiene esa característica tan especial que lo hace distinto, podemos recordar el
cuarto de la trinidad divina cristiana que es identificado con Satán. Por otro lado, el
tiempo tiene desde hace tiempo una connotación demoníaca, basta considerar la figura
de Saturno (dios del tiempo), quien devoraba a sus propios hijos. Además está la
concepción de que el tiempo es el Aion en el Mazdeísmo, representado también como
un demonio.
Pero no solo aquí aparece esta cuaternidad, las fuerzas conocidas son cuatro
(dejo aquí fuera la fuerza de Higgs, que es puramente especulativa hasta ahora):
Electromagnetismo, Interacciones fuertes, Interacciones débiles y Gravedad. Las tres
primeras se pueden cuantizar en forma aceptable y existen buenas ideas de cómo
unificarlas en una sola fuerza, pero la Gravedad, que paradójicamente es la que
conocemos desde hace más tiempo, se niega a ser cuantizada excepto a través de
métodos intrincados y todavía no exitosos, por otro lado es la única que genera su
propio campo de acción: el espacio-tiempo, las otras tres se verifican en ese espaciotiempo.
En física de partículas, los hadrones (protones por ejemplo), son formados por
tres quarks que no pueden ser encontrados en forma separada, sólo pueden encontrarse
cuando forman parte de un “cuarto”: la partícula que forman y que los contiene.
Jung menciona [7] que siempre existe un juego entre el tres y el cuatro, se
mencionan triadas en las mitologías, en las religiones, en los cuentos de hadas. Tres son
los reyes magos, tres son los atributos del dios cristiano, tres son los hermanos
(príncipes o sastres o mendigos) que buscan a una princesa, en fin parece siempre haber
triadas que buscan un cuarto. “Uno, dos, tres…, pero, por cierto, querido Timeo,
¿dónde está el cuarto…?” dice Sócrates en el Timeo de Platón.
Podemos ver algunos juegos de tres y cuatro en física de partículas, pues los
fermiones de los cuales se compone la materia están formado por seis quarks (up (u),
down (d), charme (c), strange (s), top (t), bottom (b)), más seis leptones (electrón (e) y
su neutrino asociado (νe), muon (µ) y su neutrino asociado (νµ), tau (τ) y su neutrino
asociado (ντ), que se ordenan en tres generaciones de acuerdo a sus masas y cada
generación posee cuatro integrantes, dos quarks y dos leptones, como se muestra en la
figura 1:
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Fermiones conocidos
quarks
t
c
b
s
u
leptones
τ
d
µ
ντ
νµ
e
νe
masa
Fig. 1.-Los fermiones se ordenan en tres generaciones de cuatro
partículas cada una.
Se pueden buscar más ejemplos en física como por ejemplo, debido a la representación
de grupo (SU(3)) del modelo de bariones, en un gráfico bidimensional al dibujar el
isospin versus la hipercarga, ,se pueden representar los tripletes, antitripletes, octetos,
decupletos de partículas, como se muestra en la figura 2:
s
u
d
s
Fig 2.a. Triplete quarks u,d,s
u
d
Fig. 2.b Antitriplete antiquarks u,d,s
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n
p
Σ0
Σ+
ΣΛ0
Θ-
Θ+
Fig. 2.c Uno de los octetos bariónicos
Se puede ver que todas estas partículas fundamentales están ordenadas en
términos de trinidades y cuaternidades, en especial el octeto (fig2), contiene ocho
bariones arreglados en dos pirámides opuestas de base hexagonal, queda claro que hay
“algo” de arquetípico en el ordenamiento que hemos dado a nuestro conocimiento, de
hecho, el parecido entre estos esquemas y los denominados mandalas es evidente (ver
Jung [8]). Cabe preguntarse si esos ordenamientos están realmente ahí, son producto de
nuestra mente o nuestra mente los “preconoce” porque ella también es fruto de la
naturaleza y contiene ese ordenamiento. Ese parece ser el futuro desafío para una
investigación conjunta entre Física y Psicología.
Lo obscuro en Física:
Hace unos pocos años la comunidad científica estaba muy contenta porque
parecía que sabíamos o estábamos por saber lo suficiente para explicar el Universo en
su totalidad; sin embargo, observaciones astronómicas cuidadosas indicaron que existe
mucho más materia que la que puede ser considerada a partir de los elementos comunes.
Por su efecto gravitacional, se pudo observar que debe haber algo más, algo que parece
no estar hecho de átomos ordinarios, un tipo completamente nuevo de partícula a la que
se ha dado en llamar “materia obscura” o (en una reminiscencia alquímica) “quinta
esencia”. Esta materia obscura ocuparía el 25% del universo conocido.
Peor que eso, a partir de la observación de la aceleración de la expansión del
Universo, se tuvo que postular una nueva forma de energía, la energía obscura o
energía del vacío, que debe estar uniformemente distribuida, de densidad constante, es
decir no se ve afectada por la expansión del universo y que resulta invisible para la
materia ordinaria, sólo puede ser detectada a través de efectos gravitacionales. Esta
energía corresponde al 70% del Universo.
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Conocemos entonces sólo el 5% del todo y el resto es un absoluto desconocido
que, sin embargo, es capaz de decidir el destino y funcionamiento del Universo.
Esta estructura tiene un paralelo innegable en la psiquis humana considerándola
formada por una parte consciente: medible, luminosa, racional y otra parte inconsciente:
obscura no mensurable; formada a su vez por el inconsciente personal, de alguna forma
menor en extensión pues se refiere a las experiencias individuales y el inconsciente
colectivo que extiende sus raíces hasta las bases mismas de la vida y la naturaleza y
representa la terra incognita de la mente humana.
Conclusión
La Física, como toda actividad humana, es un fenómeno psicológico y como tal
puede ser estudiada desde ese punto de vista. Por otro lado la Física que quiere conocer
las bases mismas del origen y estructura del Universo, debe estudiar el instrumento que
está utilizando, esto es la psiquis humana.
Esta idea está sustentada por la evidencia de estructuras psíquicas que aparecen
en nuestras teorías una y otra vez, diciéndonos claramente que no es ocioso el estudio
aquí planteado. Queda mucho por decir y estudiar, por ejemplo el campo de la
sincronicidad resulta de interés en su posible aplicación en fenómenos que apenas
entendemos en Física y con los cuales tenemos que vivir, como es el enmarañamiento
cuántico que desafía las leyes de la relatividad especial [1]. Por otro lado es un desafío
interesante el pensar que existe la posibilidad de que a niveles muy básicos de realidad,
la existencia espacio temporal sea poco más que un sueño para partículas como los
quarks, que sólo pueden existir juntos como constituyentes de los hadrones.
Arquetipos que dan origen a una ciencia han sido y serán ideas como la unidad
(Unus Mundos) fundamental de la naturaleza. Así es como encontramos a la comunidad
científica empeñada en buscar las Teorías de Gran Unificación. Escenario posible sólo
en condiciones tan abstractas como el origen del Universo, donde todas las fuerzas
conocidas serían una y donde las partículas serían intercambiables unas en otras.
Referencias:
[1] Jung, C.G. (1993) “Las Relaciones entre el Yo y el Inconsciente”. Ediciones Paidós
Ibérica, S.A., versión española. “Die Beziehungen zwischen dem Ich und
dem Unbewussten”, Walter-Verlag A. G. original version.
[2] Jung, C.G. (1995), “El Hombre y sus Símbolos”. Ed Paidos Ibérica S.A. “Man and
his Symbols” J. G. Ferguson Publishing (1964), original version.
[3] Penrose, R . (1999) “Lo Grande, lo Pequeño y la Mente humana”Cambridge
University Press , Madrid, versión española. “The Large, the Small and
the Human Mind” . Cambridge University Press (1997)., original version.
[4] Jung, C.G. (1962). Memorias, Sueños y Pensamientos Memories, Dreams,
Reflections. New York: Vintage.
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[5] Pauli, W. (1955). “The influence of archetypical ideas on the scientific theories of
Kepler” In The interpretation of Nature and the Psyche. New York:
Pantheon Books, Bollingen Series, 147-212
[4 ] Jung, C.G. (1993) “Las Relaciones entre el Yo y el Inconsciente”. Ediciones Paidós
Ibérica, S.A., versión española. “Die Beziehungen zwischen dem Ich und
dem Unbewussten”, Walter-Verlag A. G. original version.
[5] Carroll, S.(1997) “Lectures Notes on General Relativity”, http://xxx.lanl.gov , grqc/9712019 or http://itp.ucsb.edu/~carroll/notes/ .
[6]Weinberg, S. (1972), “Gravitation and Cosmology Principles and Applications of
the General Theory of Relativity”. John Wiley & Sons, Inc.
[7] Jung, C. G. “Simbología del Espíritu”. Fondo de Cultura Económica. “Symbolik des
Geiste Studien ubre Psychische Phänomenologie” (1951) Rascher and Cie.
A. G. Verlag, Zürich, Suiza.
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