árboles - Pan y Rosas

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LOS 4
ÁRBOLES
Retiro de la Comunidad de Vida Cristiana Galilea
San Rafael , septiembre de 2009
1
PRESENTACIÓN DEL RETIRO
El objetivo de este retiro es la revisión de
vida y avivar el plan de vida personal,
familiar y comunitario para el próximo
curso.
El retiro propone poner sobre el altar la
propia vida de cada uno, en un momento
de revisiones e intenciones como es el
comienzo de curso.
En el retiro ejercitaremos las principales
experiencias alrededor de la revisión de
vida y que emergen de la propia eucaristía:
el pecado, la interpelación de la Palabra, la
adhesión a Cristo crucificado y la ofrenda
de la propia vida. Así, ante el pecado, la
Palabra nos llama por nuestro nombre propio a seguir en el camino a Cristo crucificado
y, así, hacer de nuestro ser y nuestro tiempo pan y vino que sirva al mundo y alabe a
Dios.
El motivo para acceder a esas experiencias surge de la propia casa y parajes de San
Rafael al ver el frondoso bosque. Vamos a adentrarnos en esas cuatro experiencias
acercándonos a cuatro árboles.
Con el primer árbol, el Árbol de las Serpientes meditaremos sobre las tentaciones y
divisiones, sobre el pecado.
Con el segundo, el Árbol de la Biblia, nos abriremos a los frutos de la Palabra para que
siembre y fecunden en nosotros. Queremos que en un mundo y una vida de divisiones y
tentaciones, la Palabra nos conduzca a ser constructores del Reino.
Con el tercero, el Árbol de la Cruz, nos pondremos en camino para el seguimiento del
señor. La Cruz de Cristo es el Árbol de la salvación, según rezamos en la liturgia
pascual. Éste es el Árbol de la Cruz, del que colgó nuestro Salvador.
El cuarto es el Árbol de la Vida, en el que nosotros damos fruto o nos quedamos a
verlas venir como aquella Higuera seca.
En el paisaje de nuestra vida siempre hay al menos estos cuatro árboles: el pecado, la
Palabra, la Cruz, la propia vida. En este retiro, nuestra casa tiene cuatro esquinas en las
que nos daremos tiempo para meditar desde cada una de ellas.
[Horario: suponiendo que comenzamos tras la comida como es usual, la meditación del
árbol de las serpientes puede ser de 16:30 a 18:00, la del árbol de la Palabra de 18:30 a
20:30 y tras la cena el Via Crucis del Árbol de la Cruz. Al día siguiente, la meditación
del Árbol de la Vida puede comenzar a las diez de la mañana y luego celebramos la
eucaristía. Recordad que hay que recoger antes de comer.]
2
1. El árbol de las serpientes
El árbol del pecado remite al árbol del que Dios había prohibido comer en el Edén. La experiencia de la
infidelidad a Dios sigue siendo un drama constante en cada historia humana desde el comienzo de los
tiempos. En nuestra vida hay serpientes que llevan
en su boca tentaciones, “manzanas” que nos
invitan a la división, la violencia o el olvido de la
dignidad.
Quizás no podamos evitar que esas tentaciones nos
salgan al paso; que las elecciones se nos planteen a
cada momento y no siempre sepamos cómo buscar
lo mejor. El árbol del pecado está cerca del centro
de nuestra vida y sigue continuamente sacando
manzanas que con el tiempo cambian de forma, se
hacen más sutiles y salen a contratiempo. Que el
árbol abre continuamente frutos a nuestro paso es
un hecho y que tenemos que convivir con él es el
drama de la libertad que sólo el amor es capaz de
vencer. Sólo una mirada compasiva de nuestra
propia realidad de pecado, puede ayudar a evitar y
domar las serpientes.
¿Cuáles son las serpientes que rondan nuestra
vida? Proponemos que cada uno, a la luz del texto
del Edén, dé nombre a las serpientes que pueblan
el frondoso árbol de su propia vida y busquemos
experimentar el gesto de
encerrar a esas serpientes
dentro de la cáscara del
fruto de la paz y dejarlas
en ese árbol del pecado para que caigan por la llegada de la estación del amor.
Invitamos también a hacer un gesto simbólico que dé soporte narrativo a la
experiencia y nos ayude a celebrar juntos ese momento del reconocimiento de
los pecados y las tentaciones. Ese signo viene a través del primer árbol y pueden
participar tanto mayores como niños.
Elegiremos un árbol que está escondido bajo cierta selva al fondo derecha del
jardín de la casa de San Rafael. Vamos a identificarlo como el ÁRBOL DE LAS SERPIENTES. Para
crear el signo comunitario, vamos a proceder del siguiente modo:
-
A cada persona se le dará una tijera pequeña, una barrita
de pegamento y un bolígrafo. También se le dará una
página en la que hay dibujados el perfil de varias
serpientes suficientemente grandes como para que se
pueda escribir en ellas pero en todo caso no más grandes
de 20-25 cm. En la ilustración consta más o menos el
aspecto que podría tener: con curvas pero sencilla de
modo que se pueda recortar fácilmente. En la hoja deben
caber cuatro o cinco serpientes. El participante recortará
las serpientes y a lo largo de la meditación escribirá en
ellas aquellas tentaciones o pecados que quiere evitar.
También se le proporcionará otra hoja en la que está dibujado un cubo que poder recortar (como
en la ilustración). Ambas hojas constan en el cuadernillo, pero habría que llevar por si la gente
no quiere recortar.
3
-
El participante recortará las serpientes y escribirá en cada serpiente sus tentaciones y divisiones.
Luego, recortará el cubo y lo montará. Pegará todas sus comisuras excepto la última tapa. Luego
meterá en el cubo las serpientes enroscadas.
-
La idea es colgar esos cubos del árbol de las serpientes, así que debemos hacer algo para que se
pueda colgar. Para ello le daremos a cada uno un trozo muy largo de hilo (para que pueda colgar
desde las ramas altas del árbol) y dos clips. El participante hará un diminuto orificio en la tapa
del cubo antes de cerrarla y meterá por él el hilo. En el extremo del hilo que quedará dentro del
cubo al cerrarlo, vamos a atar fuerte un clip de modo que el cubo se pueda levantar tirando del
otro extremo. Al otro extremo del hilo ataremos el otro clip, que ataremos al árbol. Una vez
metidas las serpientes e instalado el hilo con los clips, el cubo-fruto-cáscara está dispuesto para
ser colgado del árbol de las serpientes.
¿Cómo organizar la celebración de este primer momento?
-
Nos juntamos todos en la capilla y hacemos una motivación sobre este árbol del jardín, el
ARBOL DE LAS SERPIENTES. En el curso de la oración, saldremos de la capilla e iremos al
lugar del jardín donde está el árbol que identificamos como el de las serpientes. Allí terminará la
oración grupal y comenzará la personal.
-
LAMENTACIÓN DEL ÁRBOL DE LAS SERPIENTES
-
A continuación,
se le da a cada
uno el material y
los mayores se
dispersan a orar y
meditar
40
minutos.
Los
niños trabajarán
este asunto en
grupo, aunque con
un
momento
también
de
soledad para que
puedan escribir. A
los más pequeños
el animador les
escribirá lo suyo. Pueden colorear las serpientes. Incluso sería bueno que dibujaran ellos mismos
las serpientes.
-
Con una campana se llamará a la gente a la oración del ÁRBOL DE LAS SERPIENTES. Y nos
iremos juntando allí. Mientras, cantaremos juntos hasta que se junte todo el mundo desde los
diferentes lugares en que estén.
-
Se hará un tiempo de silencio. En ese tiempo, en la superficie exterior de los cubos –ya cerradospueden escribirse frases o jaculatorias con las que queramos encomendar este fruto de la paz a
Dios o los santos.
-
Comienza un tiempo para compartir y realizar el gesto de colgar cada cubo del árbol. Cada
persona compartirá una de las frases escritas o puede hacer un comentario más amplio.
Terminará su intervención diciendo “Seños ten piedad” y todos repetiremos “Señor ten piedad”.
A continuación, solo, se levantará, se meterá en la pequeña selva y colgará de una rama alta el
cubo. Una persona puede estar dentro para ayudar a que se haga de forma correcta de modo que
al final queden proporcionada t estéticamente repartidos todos los cubos.
-
La oración termina cuando el último cuelgue su cubo y entonces se rece una oración compartida
para finalizar con una canción juntos.
-
SALMO DEL ÁRBOL DE LAS SERPIENTES
4
LAMENTACIÓN DEL ÁRBOL DE LAS SERPIENTES
(primer poema del Libro de las Lamentaciones)
[Cada participante lee un verso]
La desolación de Jerusalén
1:1 ¡Cómo está
solitaria la ciudad
populosa!
Se ha quedado
como una viuda la
grande entre las
naciones;
la princesa entre
las provincias tiene
que pagar tributo.
1:2 Pasa la noche
llorando, las
lágrimas corren
por sus mejillas.
No hay nadie que
la consuele entre
todos los que la amaban;
todos sus amigos la han traicionado, se han convertido en enemigos.
1:3 Judá está desterrada, en la miseria y en la más dura esclavitud.
Ella habita entre las naciones, sin encontrar un descanso.
Todos sus perseguidores la alcanzaron en angostos desfiladeros.
1:4 Los caminos de Sión están de duelo, porque nadie acude a las
fiestas.
Todas sus puertas están desoladas, gimen sus sacerdotes,
sus vírgenes están afligidas, ¡y qué amargura hay en ella!
1:5 Sus adversarios han prevalecido, sus enemigos están tranquilos,
porque el Señor la ha llenado de aflicción por sus muchas rebeldías.
Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario.
1:6 La hija de Sión ha perdido todo su esplendor.
Sus príncipes parecían ciervos que no encuentran donde pastar:
iban caminando sin fuerzas delante del perseguidor.
1:7 Jerusalén recuerda sus días de miseria y de vida errante,
cuando cayó su pueblo en poder del adversario, sin que nadie la
socorriera.
Sus adversarios la miraban y se reían de su ruina.
1:8 Jerusalén ha pecado gravemente y se ha convertido en algo
inmundo.
Los que la honraban la consideran despreciable, porque han visto su
desnudez;
también ella gime y se vuelve hacia atrás.
1:9 ¡Hasta en sus vestidos aparece su impureza! ¡Ella no pensó en el
5
futuro, y cayó de manera portentosa, sin que nadie la consolara!
"¡Mira, Señor, mi opresión, porque triunfa el enemigo!"
1:10 El adversario extendió su mano hacia todos sus tesoros.
¡Sí, ella ha visto a los paganos entrar en su Santuario,
aunque tú mismo habías prohibido que entraran en tu asamblea!
1:11 Todo su pueblo va gimiendo en busca de pan;
dan sus tesoros a cambio de alimento para recobrar sus fuerzas.
"¡Mira, Señor, y fíjate cómo estoy envilecida!"
Lamento de Jerusalén por su desgracia
1:12 ¡Todos ustedes, los que pasan por el camino, fíjense bien y
miren
si hay un dolor comparable al mío: a este dolor que me atormenta,
porque el Señor ha
querido afligirme en el
día de su furor!
1:13 Él envió un fuego
desde lo alto, lo hizo
bajar hasta mis huesos.
Tendió una red a mis
pies, me hizo retroceder.
Me convirtió en una
desolación, estoy
siempre dolorida.
1:14 Él ha vigilado mis
rebeldías, ellas se
entrelazan en su mano.
Su yugo está sobre mi
cuello, hace flaquear mi
fuerza.
El Señor me ha puesto en unas manos a las que no puedo resistir.
1:15 El Señor derribó a mis valientes, que estaban dentro de mí.
Convocó contra mí una asamblea para destrozar a mis jóvenes.
El Señor pisoteó en el lagar a la virgen hija de Judá.
1:16 A causa de esto, estoy llorando, mis ojos se deshacen en llanto,
porque está lejos de mí el consolador que podría reanimarme.
Mis hijos están desolados, porque triunfa el enemigo.
1:17 Sión extiende sus manos, pero nadie la consuela.
El Señor dio órdenes contra Jacob a sus adversarios de alrededor.
Jerusalén ha llegado a ser una cosa inmunda en medio de ellos.
1:18 Pero el Señor es justo, porque yo fui rebelde a su palabra.
¡Oigan bien, todos los pueblos, y miren mi dolor!
Mis vírgenes y mis jóvenes han partido al cautiverio.
1:19 Llamé a mis amantes, pero ellos me engañaron.
Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad,
mientras buscaban alimento para recobrar sus fuerzas.
Súplica de Jerusalén por la liberación
1:20 ¡Mira, Señor, cómo estoy angustiada, me hierven las entrañas!
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Mi corazón se conmueve en mi interior, porque he sido rebelde.
Afuera, me priva de hijos la espada, adentro, la muerte.
1:21 ¡Oigan cómo estoy gimiendo, sin que nadie me consuele!
Todos mis enemigos, al oír mi desgracia,
se alegraron de lo que has hecho.
¡Que llegue el Día que tú has anunciado, y que ellos estén igual que
yo!
1:22 ¡Que llegue hasta tu presencia toda su maldad!
Trátalos como me trataste a mí por todas mis rebeldías,
porque son muchos mis gemidos y mi corazón está sufriendo.
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SALMO DEL ÁRBOL DE LAS SERPIENTES (SALMO 31)
[Dos coros]
1
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
2
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
3
Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
4
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había
vuelto un fruto seco.
5
Había pecado, lo
reconocí,
no te encubrí mi
delito;
propuse: «Confesaré
al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi
culpa y mi pecado.
6
Por eso, que todo
fiel te suplique
en el momento de la
desgracia:
la crecida de las
aguas caudalosas
no lo alcanzará.
7
8
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
-- Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
9
No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
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11
Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
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9
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2. EL ÁRBOL DE LA BIBLIA
Seleccionamos otro árbol en otra esquina del jardín (cada árbol lo tenemos en una esquina de la finca para
indicar los cuatro espacios con mayor expresividad), que va a ser el Árbol de la Biblia.
El objetivo es dejarnos interpelar por la Palabra.
Vamos a hacerlo de un modo especial. Generalmente
uno se pone ante la Biblia y elige un texto o deja al
azar que el índice caiga sobre un texto. O
participamos en los ciclos litúrgicos que nos van
dinamizando interiormente con largos itinerarios por
la Historia de la Salvación. En este caso, vamos a
recibir también de otros la Palabra de Dios. La
Palabra de Dios nos va a llegar para cada uno de
nosotros como personas únicas. Procederemos así.
-
Nos juntamos a orar de nuevo en la capilla.
A cada persona se le darán tantas tiras de tela
como personas haya en el retiro participando.
Tienen que ser tiras de distintos colores, con
un ancho de unos cinco centímetros y una
longitud de unos 40-50 cm.
-
Habrá una motivación en el curso de la cual saldremos hacia el árbol de la Palabra y allí nos
dispersaremos al trabajo personal.
-
SALMO DEL ÁRBOL DE LA BIBLIA.
-
A lo largo de una hora de trabajo personal, iremos buscando en la Biblia aquellas citas (puede
ser una frase que tenga sentido en sí o puede ser una frase significativa que refiera a un pasaje
determinado de la Biblia: por ejemplo “venid a mí los cansados y agobiados que yo os aliviaré”
o “El joven rico: se fue triste”) que pueden ayudar a cada uno en la circunstancia concreta en que
vemos su vida. Al comienzo de la cinta pondremos las iniciales de la persona en pequeño (una
breve referencia o iniciales para saber para quién es cada cinta) y luego la frase, con letras
cuidadas que se puedan leer con claridad por la persona que las reciba.
-
Sonará de nuevo la campana cuando acabe el tiempo y nos juntaremos en el Árbol de la Biblia.
Allí, de un modo ágil –como en la paz, nos daremos un saludo de paz- daremos a cada uno su
tira de modo que al final uno tendrá un montón de tiras de tela con frases dirigidas a él
personalmente. Haremos un canto y tras él, cada uno iremos diciendo frases que nos vayan
impactando de las que nos han dado.
-
Los niños es necesario que trabajen las frases de forma distinta. Se pueden ir revisando en grupo
pasajes de la Biblia y de la vida de Jesús e ir escribiendo frases en las tiras de tela. Es bueno que
esta dinámica dure una media hora y luego se les deje tiempo libre para jugar hasta el momento
de la oración en común en el Árbol de la Biblia, que deben asistir con sus tiras.
-
El signo requiere un montaje más complicado que el anterior árbol. Las tiras deben estar a una
altura que permita leerlas después. Así que escogeremos un árbol de ancha copa y previamente
habremos colgado o atado gracias a clips hilos al árbol con otro clip en cada extremo de modo
que se pueda poner fácilmente la tira atrapada por el clip. Todo este soporte deberá estar
preparado antes de la dinámica de modo que luego se haga fácilmente.
-
Tras un tiempo suficiente de compartir (20 minutos aproximadamente), nos levantaremos y
todos a la vez colgaremos nuestras serpientes, nuestros “versículos”. Será fácil hacer la
comparación de las serpientes (tiras de papel) encerradas antes y los versículos como figuras
antagónicas: las divisiones y las palabras.
-
Terminaremos con un canto.
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SALMO DEL ÁRBOL DE LA BIBLIA.
(Textos del Mensaje al Pueblo de Dios de la XII Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos)
[Dividos en dos coros, cada coro lee un punto]
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“La palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas
en práctica” (Dt 30,14).
Dios mismo le dirá a cada uno: “Hijo de hombre, todas las palabras que yo te
dirija, guárdalas en tu corazón y escúchalas atentamente” (Ez 3,10).
Canta el Salmista: “Por la Palabra del Señor fueron hechos los cielos, por el
aliento de su boca todos sus ejércitos ... pues él habló y así fue, él lo mandó y se
hizo” (Sal 33, 6.9).
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus
manos; el día al día comunica el mensaje, la noche a la noche le pasa la noticia.
Sin hablar y sin palabras, y sin voz que pueda oírse, por toda la tierra resuena su
proclama, por los confines del orbe” (Sal 19, 2-5).
• El Señor sale al encuentro
de
la
humanidad
proclamando: “Lo digo y
lo hago” (Ez 37,14).
• Cristo camina por las
calles
de
nuestras
ciudades y se detiene ante
el umbral de nuestras
casas: “Mira que estoy a
la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en
su casa, cenaré con él y él
conmigo” (Ap 3, 20).
• Jesús, en la parábola del
sembrador, nos recuerda
que
existen
terrenos
áridos, pedregosos y
sofocados por los abrojos
(cf. Mt 13, 3-7).
Quien entra en las calles del mundo descubre también los bajos fondos donde
anidan sufrimientos y pobreza, humillaciones y opresiones, marginación y
miserias, enfermedades físicas, psíquicas y soledades.
A menudo, las piedras de las calles están ensangrentadas por guerras y
violencias, en los centros de poder la corrupción se reúne con la injusticia. Se
alza el grito de los perseguidos por la fidelidad a su conciencia y su fe.
Algunos se ven arrollados por la crisis existencial o su alma se ve privada de un
significado que dé sentido y valor a la vida misma. Como es “mera sombra el
humano que pasa, sólo un soplo las riquezas que amontona” (Sal 39,7), muchos
sienten cernirse sobre ellos también el silencio de Dios, su aparente ausencia e
indiferencia:
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“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo me
ocultarás tu rostro?” (Sal 13, 2). Y al final, se yergue ante todos el misterio de la
muerte.
La Palabra de Dios, en efecto, es “más dulce que la miel, más que el jugo de
panales” (Sal 19, 11),
es “antorcha para mis pasos, luz para mi sendero” (Sal 119, 105),
pero también “como el fuego y como un martillo que golpea la peña” (Jr 23, 29).
Es como una lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar,
haciendo florecer de este modo también la aridez de nuestros desiertos
espirituales (cf. Is 55, 10-11).
Pero también es “viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos.
Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y
discierne sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4, 12).
Hagamos ahora silencio para escuchar con eficacia la Palabra del Señor y
mantengamos el silencio luego de la escucha porque seguirá habitando, viviendo
en nosotros y hablándonos.
Hagámosla resonar al principio de nuestro día, para que Dios tenga la primera
palabra y dejémosla que resuene dentro de nosotros por la noche, para que la
última palabra sea de Dios.
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2. EL ÁRBOL DE LA
CRUZ
El tercer árbol con el que nos encontramos es el del servicio
y un servicio de cruz: el seguimiento de Jesucristo en su
pasión y resurrección. Buscando la cercanía con las
generaciones pasadas proponemos la celebración del Via
Crucis bajo la especial perspectiva de quienes se
encontraron con el árbol de la cruz durante su camino al
Gólgota.
Invitamos a celebrar el Via Crucis cuando oscurezca, después de cenar. Cada persona, especialmente cada
niño, llevará una linterna (que cada uno traerá de su propia casa). Usaremos para el Via Crucis la cuesta
en la que está ubicada la casa. En la casa hay una cruz que está guardada ¡¡en el cuarto de las escobas!!
Procederemos de esta manera:
-
Nos repartiremos en las catorce estaciones proporcionalmente y convenientemente repartidas a
lo largo de toda la cuesta. En la primera estación sólo estará una persona y en la última también
una persona en cada una. Quizás sea prudente que los niños siempre estén acompañados por al
menos un mayor y que estén ubicados en las primeras para que se incorporen pronto al grupo.
-
En cada lugar el equipo organizador habrá dejado una hoja con el número de estación [Por tanto,
tenemos que contar con 14 hojas con un número en cada una y el nombre de la estación]. Que
los participantes, sabiendo su estación vayan a ocuparlo después de que, juntos, se haya rezado
en el umbral del portón abierto de la casa la oración inicial. Hacemos sonar la campana tres
veces. Tras unos minutos para que todo el mundo se ponga en su lugar, dará comienzo la
celebración. La organización llevará la cruz a la primera estación. La campana la llevará siempre
la persona de la primera estación. Las oraciones las rezará todo el grupo a una sola voz bien alto.
-
No todo el mundo escuchará las estaciones ya que estaremos lejos, por lo que para cada estación
se tocará una campana y desde el sitio en que se está se rezará lo correspondiente a cada estación
solo o en compañía de aquellos que estén en cada estación, sin moverse.
-
En el Via Crucis la gente se suele desplazar de estación en estación acompañando a cristo. En
esta ocasión queremos sentir la experiencia de Verónica o Simón que vieron venir a Jesús hacia
ellos desde lejos. El patetismo de ese camino y la espera, la contemplación de cristo que viene a
tu paso y el encuentro con Cristo son sentires a explorar en esta celebración.
-
En cada estación se leerá lo correspondiente a la misma. En la primera sólo lee una persona, que
toca la campana una vez, levanta la cruz sobre su hombro y lee. Cuando termine de leer se
encamina a paso lento hasta la segunda estación donde se encuentra con los que están en ella. Le
pasa la cruz a otro, tocan la campana y leen. Juntos todos los de esa estación y la anterior ya
forman un grupo que va subiendo la cuesta juntos al encuentro de la tercera estación, que irá
engrosando el grupo de los que acompañan a Cristo en su Calvario. Y así una tras otra se van
sumando hasta que se llega al final.
-
Es conveniente que el texto sea leído en voz alta, sin miedo a que lo escuche el mundo. Las
linternas están todas encendidas y sólo se apagan conforme uno se incorpora al grupo que sube.
De ese modo el camino se ve desde lejos en sus testigos y se va oscureciendo. En la última
estación se encienden todas las linternas señalando al árbol que hay en la parte superior de la
calle, donde apoyaremos la cruz.
-
Al terminar, nos retiraremos a la Casa para acostarnos o compartir la tertulia de la noche.
-
El texto del Via Crucis ha sido compuesto por textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y lo
celebramos así para expresar nuestra comunión con la Iglesia universal, especialmente aquella
recóndita en los lugares más pobres y oprimidos. Las ilustraciones son de Tapies.
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EJERCICIO DEL VÍA CRUCIS
(Benedicto XVI)
[Juntos, en el umbral del portón que se abre de par en par para esta celebración, todo
el grupo unido reza la siguiente oración inicial, compuesta por Juan Pablo II. El
siguiente texto es una adaptación abreviada de una meditación de Benedicto XVI sobre
el Via Crucis]
En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue
simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del
Condenado,
cada gesto o
palabra suya,
así como lo
que vieron e
hicieron todos
aquellos que
tomaron parte
en este drama,
nos
hablan
continuamente.
En su pasión y
en su muerte,
Cristo
nos
revela también
la verdad sobre
Dios y sobre el
hombre.
Hoy queremos orar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos
acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y
sean así origen de la gracia de una auténtica participación. Participar significa tener
parte. Y ¿qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo? Quiere decir experimentar en
el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo. Quiere decir
reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia
espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a través de la vida,
imitando a Aquel que «soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la
diestra del trono de Dios» (Hb 12,2).
Pausa de silencio
Oremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,
para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra
redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y
resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
[Los participantes se van a ocupar su lugar en el Via Crucis]
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Primera Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. [Esta
primera frase la dicen siempre los que llegan de las
estaciones anteriores]
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. [Esta
respuesta la da quien estaba esperando en la nueva
estación]
Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 22-23.26
Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado
el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!»
Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos
gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces
les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
MEDITACIÓN
El Juez del mundo, que un día volverá a juzgarnos, está allí, humillado, deshonrado e
indefenso delante del juez terreno. Pilato no es un monstruo de maldad. Sabe que este
condenado es inocente; busca el modo de liberarlo. Pero su corazón está dividido. Y al
final prefiere su posición personal, su propio interés, al derecho.
También los hombres que gritan y piden la muerte de Jesús no son monstruos de
maldad. Muchos de ellos, el día de Pentecostés, sentirán «el corazón compungido»
(Hch 2, 37), cuando Pedro les dirá: «Jesús Nazareno, que Dios acreditó ante vosotros
[...], lo matasteis en una cruz...» (Hch 2, 22 ss). P
Pero en aquel momento están sometidos a la influencia de la muchedumbre. La sutil
voz de la conciencia es sofocada por el grito de la muchedumbre. La indecisión, el
respeto humano dan fuerza al mal.
ORACIÓN
Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz
de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia; los inocentes son
maltratados, condenados y asesinados.
Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra
reputación a la justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu
voz. Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación.
Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día
de Pentecostés has conmovido en corazón e infundido el don de la conversión a los que
el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado esperanza a todos.
Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión.
Padrenuestro
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Segunda Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 27-31
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al
pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto
de color púrpura y trenzando una corona de
espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una
caña en la mano derecha. Y doblando ante él la
rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey
de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la
caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y
terminada la burla, le quitaron el manto, le
pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
MEDITACIÓN
Jesús, condenado por declararse rey, es escarnecido, pero precisamente en la burla
emerge cruelmente la verdad. ¡Cuántas veces los signos de poder ostentados por los
potentes de este mundo son un insulto a la verdad, a la justicia y a la dignidad del
hombre!
Cuántas veces sus ceremonias y sus palabras grandilocuentes, en realidad, no son más
que mentiras pomposas, una caricatura de la tarea a la que se deben por su oficio, el de
ponerse al servicio del bien. Jesús, precisamente por ser escarnecido y llevar la corona
del sufrimiento, es el verdadero rey. Su cetro es la justicia (Sal 44, 7).
El precio de la justicia es el sufrimiento en este mundo: él, el verdadero rey, no reina
por medio de la violencia, sino a través del amor que sufre por nosotros y con nosotros.
Lleva sobre sí la cruz, nuestra cruz, el peso de ser hombres, el peso del mundo. Así es
como nos precede y nos muestra cómo encontrar el camino para la vida eterna.
ORACIÓN
Señor, te has dejado escarnecer y ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de
quienes sufren o son débiles. Ayúdanos a reconocer tu rostro en los humillados y
marginados. Ayúdanos a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se
ridiculiza la obediencia a tu voluntad. Tú has llevado la cruz y nos has invitado a
seguirte por ese camino (Mt 10, 38).
Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla; para no lamentarnos ni dejar que
nuestros corazones se abatan ante las dificultades de la vida. Anímanos a recorrer el
camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría.
Padrenuestro
19
Tercera Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del libro del profeta Isaías 53, 4-6
Él soportó nuestros sufrimientos y
aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y
humillado, traspasado por nuestras
rebeliones,
triturado
por
nuestros
crímenes. Nuestro castigo saludable vino
sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos
errábamos como ovejas, cada uno
siguiendo su camino, y el Señor cargó
sobre él todos nuestros crímenes.
MEDITACIÓN
Jesús que cae bajo la cruz no es sólo un hombre extenuado por la flagelación. El
episodio resalta algo más profundo, como dice Pablo en la carta a los Filipenses: «Él, a
pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
En esta rebelión contra la verdad, en este intento de hacernos dioses, nuestros propios
creadores y jueces, nos hundimos y terminamos por autodestruirnos. La humillación de
Jesús es la superación de nuestra soberbia: con su humillación nos ensalza. Dejemos
que nos ensalce. Despojémonos de nuestra autosuficiencia, de nuestro engañoso afán de
autonomía y aprendamos de él, del que se ha humillado, a encontrar nuestra verdadera
grandeza, humillándonos y dirigiéndonos hacia Dios y los hermanos oprimidos.
ORACIÓN
Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El peso de nuestro pecado, el peso de
nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída no es signo de un destino adverso, no es la
pura y simple debilidad de quien es despreciado. Has querido venir a socorrernos
porque
a
causa
de
nuestra
soberbia
yacemos
en
tierra.
La soberbia de pensar que podemos forjarnos a nosotros mismos lleva a transformar al
hombre en una especie de mercancía, que puede ser comprada y vendida, una reserva
de material para nuestros experimentos, con los cuales esperamos superar por nosotros
mismos la muerte, mientras que, en realidad, no hacemos más que mancillar cada vez
más profundamente la dignidad humana. Señor, ayúdanos porque hemos caído.
Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a
levantarnos de nuevo.
Padrenuestro
20
Cuarta Estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del Evangelio según San
Lucas 2, 34-35.51
Simeón los bendijo y dijo a María, su
madre: «Mira, éste está puesto para
que muchos en Israel caigan y se
levanten; será una bandera discutida:
así quedará clara la actitud de muchos
corazones. Y a ti, una espada te
traspasará el alma». Su madre
conservaba todo esto en su corazón.
MEDITACIÓN
En el Vía crucis de Jesús está también
María, su Madre. Durante su vida
pública debía retirarse para dejar que
naciera la nueva familia de Jesús, la
familia de sus discípulos. También
hubo de oír estas palabras: «¿Quién es
mi madre y quiénes son mis hermanos?... El que cumple la voluntad de mi Padre del
cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre» (Mt 12, 48-50). Y esto muestra
que ella es la Madre de Jesús no solamente en el cuerpo, sino también en el corazón.
Porque incluso antes de haberlo concebido en el vientre, con su obediencia lo había
concebido en el corazón. Se le había dicho: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un
hijo... Será grande..., el Señor Dios le dará el trono de David su padre» (Lc 1, 31 ss).
Pero poco más tarde el viejo Simeón le diría también: «y a ti, una espada te traspasará
el alma» (Lc 2, 35).
ORACIÓN
Santa María, Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al
igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble –que serías la
madre del Altísimo– también has creído en el momento de su mayor humillación.
Por eso, en la hora de la cruz, en la hora de la noche más oscura del mundo, te han
convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos
enseñes a creer y nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un
amor que socorre y sabe compartir el sufrimiento.
Padrenuestro
21
Quinta Estación
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura
Evangelio según San Mateo 27, 32; 16, 24
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado
Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Jesús había
dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo,
que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me
siga».
MEDITACIÓN
Simón de Cirene, de camino hacia casa volviendo del
trabajo, se encuentra casualmente con aquella triste
comitiva de condenados, un espectáculo quizás
habitual para él. Los soldados usan su derecho de
coacción y cargan al robusto campesino con la cruz.
¡Qué enojo debe haber sentido al verse improvisamente implicado en el destino de
aquellos condenados! Hace lo que debe hacer, ciertamente con mucha repugnancia. El
evangelista Marcos menciona también a sus hijos, seguramente conocidos como
cristianos, como miembros de aquella comunidad (Mc 15, 21). Del encuentro
involuntario ha brotado la fe. Acompañando a Jesús y compartiendo el peso de la cruz,
el Cireneo comprendió que era una gracia poder caminar junto a este Crucificado y
socorrerlo.
Cada vez que nos acercamos con bondad a quien sufre, a quien es perseguido o está
indefenso, compartiendo su sufrimiento, ayudamos a llevar la misma cruz de Jesús. Y
así alcanzamos la salvación y podemos contribuir a la salvación del mundo.
ORACIÓN
Señor, a Simón de Cirene le has abierto los ojos y el corazón, dándole, al compartir la
cruz, la gracia de la fe. Ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre, aunque esto
contraste con nuestros proyectos y nuestras simpatías.
Danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros y
experimentar que así caminamos contigo. Danos la gracia de reconocer con gozo que,
precisamente compartiendo tu sufrimiento y los sufrimientos de este mundo, nos
hacemos servidores de la salvación, y que así podemos ayudar a construir tu cuerpo, la
Iglesia.
Padrenuestro
22
Sexta Estación
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Lectura del libro del profeta Isaías
53, 2-3
No tenía figura ni belleza. Lo
vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado por los
hombres, como un hombre de
dolores,
acostumbrado
a
sufrimientos, ante el cual se
ocultan los rostros; despreciado y
desestimado.
Del libro de los Salmos 26, 8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi
rostro». Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro. No
rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
MEDITACIÓN
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro » (Sal 26, 8-9). Verónica –
Berenice, según la tradición griega– encarna este anhelo que acomuna a todos los
hombres píos del Antiguo Testamento, el anhelo de todos los creyentes de ver el rostro
de Dios.
Ella, en principio, en el Vía crucis de Jesús no hace más que prestar un servicio de
bondad femenina: ofrece un paño a Jesús. No se deja contagiar ni por la brutalidad de
los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos. Es la imagen de la mujer
buena que, en la turbación y en la oscuridad del corazón, mantiene el brío de la bondad,
sin permitir que su corazón se oscurezca. «Bienaventurados los limpios de corazón –
había dicho el Señor en el Sermón de la montaña–, porque verán a Dios» (Mt 5, 8).
Inicialmente, Verónica ve solamente un rostro maltratado y marcado por el dolor.
ORACIÓN
Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la oscuridad
del corazón que ve solamente la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza
que nos permiten ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces de cumplir
grandes cosas, danos la fuerza de una bondad humilde. Graba tu rostro en nuestros
corazones, para que así podamos encontrarte y mostrar al mundo tu imagen.
Padrenuestro
23
Séptima Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 12.9.16
Yo soy el hombre que ha visto la miseria
bajo el látigo de su furor. El me ha llevado y
me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz.
Ha cercado mis caminos con piedras sillares,
ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis
dientes con guijarro, me ha revolcado en la
ceniza.
MEDITACIÓN
La tradición de las tres caídas de Jesús y del peso de la cruz hace pensar en la caída de
Adán –en nuestra condición de seres caídos– y en el misterio de la participación de
Jesús en nuestra caída. Ésta adquiere en la historia for-mas siempre nuevas.
En su primera carta, san Juan habla de tres obstáculos para el hombre: la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida.
Interpreta de este modo, desde la perspectiva de los vicios de su tiempo, con todos sus
excesos y perversiones, la caída del hombre y de la humanidad. Pero podemos pensar
también en cómo la cristiandad, en la historia reciente, como cansándose de tener fe, ha
abandonado al Señor: las grandes ideologías y la superficialidad del hombre que ya no
cree en nada y se deja llevar simplemente por la corriente, han creado un nuevo
paganismo, un paganismo peor que, queriendo olvidar definitivamente a Dios, ha
terminado por desentenderse del hombre.
El hombre, pues, está sumido en la tierra. El Señor lleva este peso y cae y cae, para
poder venir a nuestro encuentro; él nos mira para que despierte nuestro corazón; cae
para levantarnos.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, has llevado nuestro peso y continúas llevándolo. Es nuestra carga la
que te hace caer. Pero levántanos tú, porque solos no podemos reincorporarnos.
Líbranos del poder de la concupiscencia. En lugar de un corazón de piedra danos de
nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver.
Haz que te reconozcamos de nuevo. Haznos sobrios y vigilantes para poder resistir a las
fuerzas del mal y ayúdanos a reconocer las necesidades interiores y exteriores de los
demás, a socorrerlos. Levántanos para poder levantar a los demás. Danos esperanza en
medio de toda esta oscuridad, para que seamos portadores de esperanza para el mundo.
Padrenuestro
24
Octava Estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según
San Lucas 23, 28-31
Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo: Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos,
porque mirad que llegará el día
en que dirán: «dichosas las
estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces
empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»; y a las colinas:
«Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
MEDITACIÓN
De nada sirve compadecer con palabras y sentimientos los sufrimientos de este mundo,
si nuestra vida continúa como siempre. Por esto el Señor nos advierte del riesgo que
corremos nosotros mismos. Nos muestra la gravedad del pecado y la seriedad del juicio.
No obstante todas nuestras palabras de preocupación por el mal y los sufrimientos de
los inocentes, ¿no estamos tal vez demasiado inclinados a dar escasa importancia al
misterio del mal?
No se puede seguir quitando importancia al mal contemplando la imagen del Señor que
sufre. También él nos dice: «No lloréis por mí; llorad más bien por vosotros... porque si
así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»
ORACIÓN
Señor, a las mujeres que lloran les has hablado de penitencia, del día del Juicio cuando
nos encontremos en tu presencia, en presencia del Juez del mundo. Nos llamas a
superar un concepción del mal como algo banal, con la cual nos tranquilizamos para
poder continuar nuestra vida de siempre.
Nos muestras la gravedad de nuestra responsabilidad, el peligro de encontrarnos
culpables y estériles en el Juicio.
Haz que caminemos junto a ti sin limitarnos a ofrecerte sólo palabras de compasión.
Conviértenos y danos una vida nueva; no permitas que, al final, nos quedemos como el
leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que
produzcamos frutos para la vida eterna (cf. Jn 15, 1-10).
Padrenuestro
25
Novena Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 27-32
Bueno es para el hombre soportar el yugo desde
su juventud. Que se sienta solitario y silencioso,
cuando el Señor se lo impone; que ponga su
boca en el polvo: quizá haya esperanza; que
tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de
oprobios. Porque el Señor no desecha para
siempre a los humanos: si llega a afligir, se
apiada luego según su inmenso amor.
MEDITACIÓN
¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace
pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a
un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir
Cristo en su propia Iglesia?
En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de
corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos
cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en
muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que,
por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!
¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la
Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También
esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su
Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el
corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison –
Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).
ORACIÓN
Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace
aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos
abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos.
Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras
altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra
vez.
Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos.
Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.
Padrenuestro
26
Décima Estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del Evangelio según San Mateo
27, 33 -36
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota
(que quiere decir «La Calavera»), le
dieron a beber vino mezclado con hiel; él
lo probó, pero no quiso beberlo. Después
de crucificarlo, se repartieron su ropa
echándola a suertes y luego se sentaron a
custodiarlo.
MEDITACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras. El
vestido confiere al hombre una posición social; indica su lugar en la sociedad, le hace
ser alguien. Ser desnudado en público significa que Jesús no es nadie, no es más que un
marginado, despreciado por todos.
El momento de despojarlo nos recuerda también la expulsión del paraíso: ha
desaparecido en el hombre el esplendor de Dios y ahora se encuentra en mundo
desnudo y al descubierto, y se avergüenza. Jesús asume una vez más la situación del
hombre caído. Jesús despojado nos recuerda que todos nosotros hemos perdido la
«primera vestidura» y, por tanto, el esplendor de Dios.
Al pie de la cruz los soldados echan a suerte sus míseras pertenencias, sus vestidos. Los
evangelistas lo relatan con palabras tomadas del Salmo 21, 19 y nos indican así lo que
Jesús dirá a los discípulos de Emaús: todo se cumplió «según las Escrituras».
ORACIÓN
Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras, expuesto a la deshonra, expulsado de
la sociedad. Te has cargado de la deshonra de Adán, sanándolo. Te has cargado con los
sufrimientos y necesidades de los pobres, aquellos que están excluidos del mundo. Pero
es exactamente así como cumples la palabra de los profetas.
Es así como das significado a lo que aparece privado de significado. Es así como nos
haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo.
Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y
en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu
gracia.
Padrenuestro
27
Undécima Estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y
te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según
San Mateo 7, 37-42
Encima
de
la
cabeza
colocaron un letrero con la
acusación: «Este es Jesús, el
Rey
de
los
judíos».
Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a la derecha y
otro a la izquierda. Los que
pasaban, lo injuriaban y
decían meneando la cabeza:
«Tú que destruías el templo y
lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
«A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de
la cruz y le creeremos».
MEDITACIÓN
Jesús es clavado en la cruz. La Sábana Santa de Turín nos permite hacernos una idea de
la increíble crueldad de este procedimiento. Jesús no bebió el calmante que le
ofrecieron: asume conscientemente todo el dolor de la crucifixión. Su cuerpo está
martirizado; se han cumplido las palabras del Salmo: «Yo soy un gusano, no un
hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 21, 27). «Como uno ante
quien se oculta el rostro, era despreciado... Y con todo eran nuestros sufrimientos los
que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba» (Is 53, 3 ss).
Detengámonos ante esta imagen de dolor, ante el Hijo de Dios sufriente. Mirémosle en
los momentos de satisfacción y gozo, para aprender a respetar sus límites y a ver la
superficialidad de todos los bienes puramente materiales. Mirémosle en los momentos
de adversidad y angustia, para reconocer que precisamente así estamos cerca de Dios.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz, aceptando la terrible crueldad de este
dolor, la destrucción de tu cuerpo y de tu dignidad. Te has dejado clavar, has sufrido sin
evasivas ni compromisos. Ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer. A
unirnos estrechamente a ti. A desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti.
Ayúdanos a aceptar tu libertad «comprometida» y a encontrar en la estrecha unión
contigo la verdadera libertad.
Padrenuestro
28
Duodécima Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
V. Te adoramos,
oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu
santa cruz
redimiste al
mundo.
Lectura
del
Evangelio según
San Juan 19, 1920
Pilato escribió
un letrero y lo
puso encima de
la cruz; en él
estaba escrito:
«Jesús
el
Nazareno,
el
Rey
de
los
judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, estaba cerca el lugar donde crucificaron a
Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Del Evangelio según San Mateo 27, 45-50. 54
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A
media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A Elías
llama éste».
Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y,
sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene
Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. El centurión y sus
hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron
aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios».
ORACIÓN
Señor Jesucristo, en la hora de tu muerte se oscureció el sol. Constantemente estás
siendo clavado en la cruz. En este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios.
Por el gran sufrimiento, y por la maldad de los hombres, el rostro de Dios, tu rostro,
aparece difuminado, irreconocible. Pero en la cruz te has hecho reconocer.
Porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado. Precisamente
desde allí has triunfado. En esta hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu
rostro. A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas.
Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora. Haz que se manifieste tu salvación.
Padrenuestro
29
Decimotercera Estación
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del Evangelio según San Mateo 27,
54-55
El centurión y sus hombres, que
custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo
que
pasaba
dijeron
aterrorizados:
«Realmente éste era Hijo de Dios». Había
allí muchas mujeres que miraban desde
lejos, aquellas que habían seguido a Jesús
desde Galilea para atenderle.
MEDITACIÓN
Jesús está muerto, de su corazón traspasado
por la lanza del soldado romano mana
sangre y agua: misteriosa imagen del caudal
de los sacramentos, del Bautismo y de la
Eucaristía, de los cuales, por la fuerza del corazón traspasado del Señor, renace siempre
la Iglesia.
También en la noche de la muerte, el Señor muerto sigue siendo nuestro Señor y
Salvador. La Iglesia de Jesucristo, su nueva familia, comienza a formarse.
ORACIÓN
Señor, has bajado hasta la oscuridad de la muerte. Pero tu cuerpo es recibido por manos
piadosas y envuelto en una sábana limpia (Mt 27, 59). La fe no ha muerto del todo, el
sol no se ha puesto totalmente. Cuántas veces parece que estés durmiendo. Qué fácil es
que nosotros, los hombres, nos alejemos y nos digamos a nosotros mismos: Dios ha
muerto.
Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes
solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una
fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu
necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno.
Ayúdanos, ayuda a los pobres y a los ricos, a los sencillos y a los sabios, para poder ver
por encima de los miedos y prejuicios, y te ofrezcamos nuestros talentos, nuestro
corazón, nuestro tiempo, preparando así el jardín en el cual puede tener lugar la
resurrección.
Padrenuestro
30
Decimocuarta Estación
JESÚS ES SEPULTADO
V. Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lectura del Evangelio según San Mateo
27, 59-61
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso
en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra
grande a la entrada del sepulcro y se
marchó. María Magdalena y la otra
María se quedaron allí sentadas enfrente
del sepulcro.
MEDITACIÓN
En el momento de su sepultura, comienza a realizarse la palabra de Jesús: « Si el grano
de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto»
(Jn 12, 24). Jesús es el grano de trigo que muere.
Del grano de trigo enterrado comienza la gran multiplicación del pan que dura hasta el
fin de los tiempos: él es el pan de vida capaz de saciar sobreabundantemente a toda la
humanidad y de darle el sustento vital: el Verbo de Dios, que es carne y también pan
para nosotros, a través de la cruz y la resurrección. Sobre el sepulcro de Jesús
resplandece el misterio de la Eucaristía.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has hecho tuya la muerte del grano de
trigo, te has hecho el grano de trigo que muere y produce fruto con el paso del tiempo
hasta la eternidad. Desde el sepulcro iluminas para siempre la promesa del grano de
trigo del que procede el verdadero maná, el pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo.
Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a vivir
verdaderamente de ti, Pan del cielo. Auxílianos para que seamos tu perfume y hagamos
visible la huella de tu vida en este mundo. Como el grano de trigo crece de la tierra
como retoño y espiga, tampoco tú podías permanecer en el sepulcro: el sepulcro está
vacío porque él –el Padre– no te «entregó a la muerte, ni tu carne conoció la
corrupción» (Hch 2, 31; Sal 15, 10).
No, tú no has conocido la corrupción. Has resucitado y has abierto el corazón de Dios a
la carne transformada. Haz que podamos alegrarnos de esta esperanza y llevarla
gozosamente al mundo, para ser de este modo testigos de tu resurrección.
Padrenuestro
31
ORACIÓN FINAL
Oremos: Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con María tu Madre, en
los misterios de tu pasión, muerte y sepultura, para que te acompañemos también en tu
resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos caminos del amor y de la paz
que nos has enseñado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
32
4. EL ÁRBOL DE LA VIDA
El árbol de la vida no está en ningún lugar sino
que cada uno de nosotros es ese árbol.
Proponemos una meditación en dos etapas.
La primera etapa será una lectura detenida y
oración sobre el relato Los tres árboles, que
facilitamos en este cuaderno.
La segunda etapa será compartir los propios
sueños para este año, en clave con el cuento
que acabamos de meditar. Para ello nos
repartiremos todos los participantes por tríos y
estaremos juntos aproximadamente una hora en
la que compartiremos las claves evangélicas y
apostólicas de nuestro próximo año y los otros
nos interpelarán con preguntas.
Los niños seguirán otra dinámica: al comienzo
de la meditación un animador les contará
vivamente el cuento y a continuación se
suscitará que hagan comentarios sobre el cuento. No más de media hora en conjunto. Después pueden
jugar libremente un rato largo.
Al terminar descansaremos brevemente y le celebraremos la eucaristía.
33
LOS TRES ÁRBOLES
Anónimo, cuento tradicional
Adaptación para CVX-Galilea
Había un país y en ese país había
una bahía y en esa bahía una ciudad
y un puerto y un monte y en la cima
solitaria de ese monte tan solamente
tres pequeños y jóvenes árboles
creciendo juntos. Viendo juntos la
ciudad, el puerto, la bahía y las
montañas, compartían sus sueños
más profundos acerca de lo que
querían ser cuando crecieran.
El primer árbol
miró hacia el
castillo de la ciudad y dijo: “De mayor quiero ser un cofre en el que
se guardarán los mayores tesoros. Me guardarán en el sitio más
seguro y me defenderán de carcomas, fuegos o ladrones. Seré el
cofre más valioso del mundo.”
El segundo árbol fijó su vista en un pequeño regato que
comenzaba a un tiro de piedra de donde estaban los tres
y contempló como iba creciendo y convirtiéndose en un
arroyo más vivo y luego se sumaba a un poderoso río
que desembocaba en la bahía, coronada por su potente
puerto. Entonces, expresó a sus compañeros su sueño:
“De mayor quiero ser el buque más poderoso del
mundo, atravesar raudo los más peligros cabos, llevar a
los más altos príncipes y potestades navegando bajo mi
bandera. Ser barco de
guerra, navío mercante,
leyenda de los océanos.
Me cederán el paso en los siete mares y no se conocerá
un navío más poderoso que yo.”
El tercer árbol miró hacia la catedral y a través de las
vidrieras pudo atisbar su interior. Habló así a sus
compañeros: “De mayor seré el más hermoso retablo del
mundo. La gente levantará su vista en la catedral y me
verán labrado por los más famosos artistas y verá en mí la
gloria. Seré el árbol más bello del mundo.”
Pasaron los años y las estaciones dejaron caer sus lluvias y calores, los vientos y las
nieves, y los árboles fueron creciendo sumando más y más anillos a sus troncos. Un
día, desde la ciudad subieron tres leñadores a la cumbre de la montaña.
El primer leñador vio al árbol que quería ser cofre y lo cortó. El árbol se dejó caer
entusiasmado: Ahora seré el más valioso tesoro y tendré mi castillo.
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El segundo leñador fue al árbol que ansiaba ser navío y lo aserró. Mientras se
derrumbaba pensó seguro de sí mismo: ahora comienza mi sueño y el mundo será mío.
El tercer leñador se quedó con el árbol que quedaba y lo tiró abajo. Emocionado, el
árbol se dejó arrastrar montaña abajo pensando las glorias que le esperaban en la
catedral.
Eufórico, el primer árbol fue llevado a una carpintería pero conforme lo iban labrando
se dio cuenta dramáticamente de que no le convertían en cofre sino en un mero cajón en
el que echaron pienso para que comieran en una cuadra los animales. Pisoteado por los
animales que buscaban ansiosos la comida, desbordado de comida y de agua, sucio,
húmedo y alborotado, yacía al fondo del establo. Quien quería ser cofre ahora era
pesebre.
El segundo árbol entró orgulloso tirado por unos bueyes en el puerto y fue conducido a
un astillero. Pero, al lado de los buques imperiosos, unos artesanos lo fueron trabajando
hasta convertirlo en un pequeño bote de pesca y fue vendido a unos pobres pescadores
de un lago. Allí lo fletaban cada madrugada temprano y los pescadores cargaban los
pescados sobre la barca, los cuales daban coletazos entre los pies de los pescadores
sobre las tablas hasta morir. Entonces entre risas y cantos, la barca era llevada a la playa
donde pasaba la noche al raso hasta el siguiente alba. Quien quería ser navío ahora era
patera.
El tercer árbol que quería ser gloria de los hombres se dejó coger conmovido por los
fuertes brazos del carpintero pero se sorprendió cuando en vez de admiración escuchó
una ruda expresión: “Este cualquiera servirá”. Lo cortaron en listones y dejaron las
fuertes tablas en el fondo de un almacén de madera donde transcurrieron los años
olvidadas por todos en la más oscura soledad. Quien quería ser obra de arte ahora era
unas meras tablas ignoradas.
Pasaron muchas estaciones más y los árboles ya
habían llorado todos sus sueños y se habían
acomodado a no ser nada.
Pero una noche una estrella deslumbró a reyes y
una mujer tuvo que dar a luz sin encontrar más
lugar que el establo donde el primer árbol había
acabado sus días. Su esposo triste le dijo:
“Quisiera haberle podido hacer una cuna digna a
nuestro hijo pero sólo hay este pesebre.” Puso en
él paja seca y la madre sonrió por la hermosura de
ver a su hijo en él rodeado de pastores que venían
a contemplar la escena. Entonces, el primer árbol
supo que estaba conteniendo en esos momentos al
tesoro más valioso de la Historia.
Pasaron treinta años y un día un viajero agotado se
subió con sus amigos pescadores a la barca de uno de ellos, aquélla en la que habían
convertido al segundo árbol, al borde de un lago. Se adentraron en él y de repente se
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desató una violenta tormenta. El viajero dormía pero
sus amigos pescadores temblaban de miedo y la barca
sintió que se hundía sin poder aguantar más la potencia
de las olas. Entonces el viajero se levantó y alzando sus
brazos dijo “calma” y la galerna se apaciguó. Entonces
el segundo árbol supo que estaba bajo la bandera del
Rey de los cielos y tierra.
Pocas estaciones más
tarde, un viernes bajo una
gran luna, el tercer árbol
convertido en dos enormes
tablas vio por primera vez
en muchísimos años la luz
cuando unos soldados las
cogieron violentamente.
Clavadas con violencia una sobre otra, fueron arrojadas en
medio de una calle empedrada temblando ante el griterío
de una muchedumbre. Un hombre las cogió sobre su
hombro y las subió a una colina, donde le clavaron sobre
ellas y lo alzaron en cruz hasta que expiró. Entonces el
tercer árbol supo que había ocurrido lo más terrible que
jamás
podría
pasar
y
quedó
desolado.
Pero el domingo siguiente, por la mañana, sintió el tercer árbol que la tierra temblaba,
supo que la muerte había sido vencida por aquel hombre y desde donde estaba vio a lo
alto de la montaña y vio tres árboles que, como él y sus compañeros eran jóvenes,
crecían y soñaban.
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