RIVALIDAD ENTRE HERMANOS: ACTITUDES Y ESTRATEGIAS La familia es el primer ámbito de desarrollo y socialización de los niño/as, donde aprenden a hablar, a emocionarse, a sentir y a relacionarse con las personas mayores y con otros niños/as. Es en la familia donde nuestros hijos tienen sus primeras experiencias de relación y, según sean éstas, van a aprender modelos de relación que, después, les servirán para relacionarse con otros adultos e iguales. La rivalidad y los celos fraternos son una experiencia bastante común y natural por la que pasan casi todos los niños. Ahora bien, el modo en que actuemos los padres para reconducir las situaciones de rivalidad, conflictos y agresiones y para promover situaciones de juego, colaboración y apoyo mutuo, llevará a que predominen las emociones y sentimientos de afecto y cariño o, por el contrario, a que se instalen emociones intensas de celos, envidia, rabia y odio hacia los hermanos. Si la rivalidad entre los hermanos no se resuelve bien puede llevar a reproducir sus relaciones de celos y hostilidad con otros semejantes (amigos y compañeros). Los motivos por los que los hermanos rivalizan pueden ser múltiples, pero, sobretodo, tendrían que ver con su necesidad y deseo de conseguir la mayor atención posible de sus padres, la de obtener una posición de privilegio y lograr más cosas, más amor y aprobación. Algunas actitudes y actuaciones relaciones entre los hermanos. para mejorar las Cada uno de nuestros hijos es distinto y es importante que sepamos reconocer y reforzar lo que tienen de positivo. Hemos de evitar la tendencia a hacer comparaciones y a ver sólo las cualidades de alguno de los hijos porque son más sobresalientes o más acordes a nuestros gustos. A los hijos no tenemos que comprarles las mismas cosas, ni cada vez que se compre algo a uno hay que hacerlo también al otro. Lo haremos en función de sus necesidades y no por un sentido de equilibrio que fomentaría la rivalidad que queremos evitar. El trato a nuestros hijos y algunas normas tampoco pueden ser iguales y variarán según la edad, características de nuestros hijos, etc. La hora de acostarse no tiene que ser la misma si sus edades son muy diferentes. Establecer con nuestros hijos reglas y normas para que sepan cómo esperamos que se porten y para que aprendan a regular sus comportamientos y resolver los conflictos. Conviene que no haya muchas reglas, pero que estén bien definidas y se sepan las consecuencias por su incumplimiento. Desde pequeños, es muy importante asignarles responsabilidades. Hay que aclararles lo que tiene que hacer cada uno para sí mismo y para los demás. Se pueden establecer turnos semanales rotativos para las distintas tareas (hacer la cama, ordenar la habitación, poner y quitar la mesa, ayudar en la compra, bajar la basura y material de reciclaje etc.). Conviene mantener periódicamente una pequeña reunión familiar para revisar las normas y las tareas asignadas, para hablar de los posibles conflictos que hayan surgido y aportar soluciones. Si no hay tiempo, cuando algunos problemas se repiten con frecuencia, es muy útil convocar dicha reunión. Hay que responsabilizar a los niños para que encuentren sus propias soluciones y propongan actos de reparación cuando han tratado mal a sus hermanos o han hecho daño a alguien. Ante los pequeños conflictos y disputas entre los hermanos, es preferible adoptar una actitud de ignorar y no escuchar para evitar que nuestras continuas intervenciones se conviertan en un modo de reforzarlos o de conseguir nuestra atención. Fomentar la capacidad de jugar juntos, de colaborar y compartir. Elogie y felicite por este tipo de comportamientos cada vez que se produzcan de forma espontánea. “Que bien me siento cuando os veo jugar juntos”. “Me gusta mucho cuando os ayudáis y sabéis trabajar juntos”. Se puede tener un a lista “Sabemos cooperar”, que se podrá cumplimentar entre todos, con las ocasiones en que juegan, ayudan o hacen algo juntos. Se puede realizar una actividad divertida en familia cuando se llegue a un número acordado de colaboraciones. Proponer a nuestros hijos actividades que impliquen su colaboración con papá o mamá: hacer algún postre, hacer los preparativos de una fiesta o excursión, etc. A compartir no se aprende de forma espontánea y hay que enseñar a hacerlo: Pedir que prevean sacar algún juguete que puedan compartir con su hermano. Enseñar a hacer turnos para compartir un juego (la bicicleta, una pelota, el videojuego…) y que puedan aprender a esperar. Compartir también los tiempos de estar con mamá o papá: tener algún tiempo diferenciado para cada hijo para jugar, ayudar en el trabajo escolar, etc. Técnicas y estrategias ante las peleas y discusiones constantes entre hermanos Cuando los celos y rivalidad se han instalado entre los hermanos, las discusiones, los conflictos y las peleas pueden ser continuas y, entonces, tenemos que encontrar formas de actuar ante ellas. Veamos algunas estrategias que pueden ser útiles: Hablar con nuestros hijos sobre los métodos que consideramos aceptables para resolver las discusiones y peleas y tomar acuerdos con ellos sobre normas de funcionamiento. Por ejemplo, hacer una lista de distintas formas de tomar decisiones cuando haya desacuerdos que acaban en peleas: tirar una moneda para ver quién juega primero con un juguete, o quién decide el programa que se va a ver; tomar las decisiones alternativamente en caso de disputa: primero decide uno y la siguiente vez será el otro. Acordar normas de lo que se puede y no se puede hacer para resolver un conflicto: No se puede: pegar, insultarse, coger las cosas del otro sin permiso, entrar a la habitación del hermano sin permiso o fuera del horario acordado para ello. Se puede: pedir permiso a su hermana/o para jugar con sus juguetes o entrar en su habitación, ir cada uno a su habitación (o lugar establecido para ello) a respirar y calmarse cuando ha habido discusión o pelea y pensar en una solución aceptable para todos, pensar en un acto de reparación si ha insultado o pegado a su hermana/o, pedir ayuda a los papás si no han funcionado otras medidas. Las normas pueden estar escritas en una cartulina situada en un lugar visible. Llevar un registro de las peleas entre los hermanos. Revisarla diariamente elogiando los progresos que se van realizando. Cuando durante el día no ha habido peleas se puede felicitar efusivamente, conceder una pegatina, ficha de felicitación o enhorabuena o conceder un tiempo adicional antes de ir a la cama. Si durante la semana las mejoras han sido persistentes se puede realizar una pequeña celebración, ir al cine, etc. Utilizar la experimentación de consecuencias negativas cuando se incumplen las normas y persisten las peleas. Las retiradas de privilegios o los castigos deben estar en relación con las conductas inadecuadas. Si se pelean por ver la televisión, se les puede dejar sin verla durante un rato, toda la tarde, etc. Si se pelean por los juguetes, cada uno tendrá que pasar un tiempo jugando solo en lugares distintos. Si se pelean cuando van juntos con papá o mamá al supermercado, las dos siguientes veces irá uno sólo y el otro se quedará en casa o con algún familiar, alternativamente. Si las peleas se alargan o no funcionan otras medidas, hay que apartarlos de la situación, llevarlos a la “habitación o rincón de pensar” e invitarles a que piensen cómo van a resolver el conflicto, cómo se sentirá su hermano/a si lo ha tratado mal o cómo se sentiría él si lo tratasen así. También, cómo van a reparar el maltrato cometido. Cuando los niños se enredan en una pelea o discusión los papás pueden decir: “A ver chicos, tenéis medio minuto -cuento hasta treinta- para resolver vuestro problema y encontrar una solución”. Si persiste la pelea se les puede decir: “Bueno, tiempo para ir al rincón de pensar hasta que os avise”. Si ha habido una agresión fuerte de algún hermano, además del tiempo en el rincón, se le debe retirar algún privilegio (no ver el programa de TV que le gusta o no poder jugar durante un tiempo, irse media hora antes a la cama, etc.) y pedir que realice algún acto de reparación hacia su hermano. Con cualquier estrategia que utilicemos hay que conseguir transmitir a nuestros hijos que un objetivo familiar importante es que ellos sepan llevarse bien. Queremos acabar recordando que educar es una tarea difícil y requiere tiempo y persistencia, que el modelo educativo familiar que proponemos -autoritativo- requiere capacidad de establecer normas y hacerlas cumplir, de motivar el esfuerzo y la colaboración y de tratar con afecto y consideración a todos nuestros hijos de forma equitativa (que no quiere decir tratarlos a todos igual y darles lo mismo, sino a cada uno según sus necesidades y características).