quiera que exista el bosque o el matorral con espesura suficiente para tener pro­ tegido el suelo, podremos encontrar ejemplos que dejen bien patentes estas influencias a que nos referimos. Simultáneamente con las anteriores variaciones, y debidas a la misma cau­ sa, ocurren otras, de no menor interés, referentes a la composición y propieda­ des químicas de los suelos afectados por la cubierta; cada planta de las que componen ésta tendrá sus determinadas predilecciones específicas respecto a las substancias que allí pueden servirla de alimento, consecuencia de lo cual dismi­ nuirá la proporción de esas substancias en el suelo, pero al mismo tiempo se verá éste enriquecido con nuevos elementos, por el depósito de las materias or­ gánicas que de las plantas se desprenden; en resumen, se habrán variado las propiedades nutritivas de aquel suelo, y el tapiz vegetal, correspondiendo a esta variación, eliminará los elementos, cuya vida vaya siendo difícil, y admitirá otras plantas, cuyas necesidades estén en relación con los alimentos que aquel terre­ no les ofrece ahora. Otros cambios pueden observarse en el tapiz vegetal como consecuencia de las modificaciones climatológicas a que él mismo puede dar lugar; harto co­ nocidas son las influencias de la vegetación sobre el clima de una localidad, y en especial, sobre el estado higrométrico de la atmósfera, asuntos sobre los que no tendría objeto insistir ahora. En todas estas variaciones observamos cómo la aparición de unas especies suele llevar consigo la expulsión de otras, y cómo en muchos casos la presencia de determinados elementos está supeditada a la anterior existencia de otros que les faciliten su acceso; así, las plantas umbrófilas no podrán instalarse hasta que la sombra haya sido producida por otros individuos, dando lugar al mismo tiempo a que inicien su retirada las especies amantes de la luz; por el contrario, cuando a consecuencia de la lucha natural, o por causas extraordinarias, quede interrumpida la cubierta del suelo, las plantas heliófilas se encargarán de recu­ perar seguidamente el terreno, desalojando a sus anteriores ocupantes. Las plantas parásitas y saprofitas no podrán hacerse presentes mientras no cuenten con los elementos que han de proporcionarlas el hospedaje y alimento. Estos casos, como los de simbiosis y epifitismo, nos proporcionan ejemplo de influen­ cias bien directas entre los vegetales, hasta el punto de llegar unas plantas a formar parte integrante de la habitación de las otras. En los montes gaditanos la abundancia extraordinaria de las distintas especies de jara da motivo a la pre­ sencia del Cytinus hypocistus, que las parasitiza; en toda la región es frecuente encontrar los acebuches invadidos por el Viscum cmciatum, que a veces se ins­ tala también sobre los Cratcegus, Phillyrea, Rhamnus, e incluso sobre la Hederá helix; del mismo modo, las Orobancáceas tienen su presencia supeditada a la de otras determinadas especies, a las que han de robar sus jugos, las aulagas, escobones y, en general, todas las leguminosas, se encuentran con frecuencia invadidas en estos montes por la Orobanche fcetida, Des, O. densiflora Salzm.,