peregrina y pertinaz idea de su consabido descubrimiento (razón que indujo á Mutis á escribir al médico del Rey, D. Francisco Martínez Sobral, para ponerle en autos de lo que ocurría); y aunque merced á D. Pedro Acuña, secretario de Estado en el despacho de Gracia y Justicia, consiguió López en I / 9 2 s e r r e _ cibido por el Rey, no obstante las halagüeñas noticias que daba y las ilusiones que se había forjado respecto á sus descubrimientos, no dieron el resultado que él se proponía, pues abriéndose paso la verdad, se desestimó su pretensión y aun cuando por sus ligerezas el V i r r e y Arzobispo le despojó de la Comisión que disfrutaba á fines del 1 7 8 3 , tal maña se dio con algunas personas influyentes de la Corte, que pudo conseguir ordenaran al Virrey de Bogotá le agraciase con algún destino, que resultó ser el de contador de Tributos de la Real Hacienda en el distrito de la antigua Presidencia de Quito. No desistió, sin embargo, de su descabellada idea, pues requirió posteriormente á Mutis, en cuanto á las Quinas, en un folleto titulado Defensa y demostración del verdadero descubridor de las Quinas del Remo de Santa Fe, impreso en Madrid el año 1 8 0 2 , y reincidió todavía en 1804 en la consabida monomanía, según lo acreditan las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes. Como la salud de Mutis había principiado á decaer, el Gobierno tomó las medidas necesarias para evitar se perdieran los trabajos á la muerte del sabio Director. Con tal motivo se le hicieron indicaciones para que se trasladase á Bogotá, y en vista de la conveniencia de hacerlo, se le ordenó finalmente, en 1 7 9 0 , que pasara á residir en aquella ciudad, dándole un plazo de cuatro meses para realizar el traslado y los recursos necesarios ( i ) . Mutis obedeció, y en Mayo de 1 7 9 1 hallábase establecido en la capital del Virreinato. (1) «Por una especial providencia del Altísimo, he sobrevivido á los inmensos cuidados de siete años, y aunque me rodean no pocos para atar cabos, desprenderme de comisiones y trasladarme á la capital, los igualo á las esperanzas del afligido navegante arrojado en alta mar, cuando d i visa la playa y le lisonjea haber escapado los peligros del naufragio».— Informe de Mutis al Virrey Ezpeleta. Mariquita, 25 de Agosto de 1790.