CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA. La clasificación de los trastornos incluidos en la categoría “trastornos de conducta” puede hacerse desde una aproximación sindrómica o bien desde una aproximación funcional. La clasificación sindrómica pretende identificar conjuntos de signos y síntomas agrupándolos en categorías diagnósticas o trastornos a los que se asocia una etiología conocida, un curso y una respuesta al tratamiento. La clasificación funcional organiza los comportamientos y conjuntos de comportamientos según los procesos funcionales que se postula que han originado y mantenido esos comportamientos, es decir, identificando las funciones que cumplen los comportamientos disruptivos, y agrupándolas en base a esas funciones. 1 Dentro de la primera aproximación son dos los sistemas de clasificación más extendidos internacionalmente, se trata de la Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10 (CIE-10), publicada por la Organización Mundial de la Salud (1992) y la del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR, Diagnostic and Statistical Manual for Mental Disorders IV) publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría (2001). Clasificaciones sindrómicas: CIE 10 y DSM IV TR. La CIE-10 es la clasificación general de enfermedades publicada por la Organización Mundial de la Salud en 1992 y por tanto es la más utilizada en el ámbito médico en general y psiquiátrico en particular. Incluye no solo las enfermedades mentales sino las enfermedades de todo tipo. Los trastornos de conducta están incluidos en la categoría “Trastornos del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y adolescencia” (F90-F98) que incluye: F90 Trastornos hipercinéticos. F91 Trastornos disociales. F92 Trastornos disociales y de las emociones mixtos. F93 Trastornos de las emociones de comienzo habitual en la infancia. F94 Trastornos del comportamiento social de comienzo habitual en la infancia y adolescencia. F95 Trastornos de tics. F98 Otros trastornos de las emociones y del comportamiento de comienzo habitual en la infancia y adolescencia. El DSM-IV-TR es un manual específico de clasificación de trastornos mentales y psicológicos. Establece un sistema de clasificación basado en la asunción de que existen procesos patológicos con una etiología específica. Asume que hay una clara distinción entre el funcionamiento normal y el anormal, apoyándose en variables como el número, la severidad, la persistencia y el daño de los síntomas. Dentro de este sistema, el término “trastorno de conducta” está incluido en el grupo denominado “Trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia”, en 2 concreto en la subcategoría “Trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador”, que incluye cinco trastornos: Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, tipo combinado (código 314.01). Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, tipo con predominio del déficit de atención (código 314.00). Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, tipo con predominio hiperactivo-impulsivo (código 314.01). Trastorno negativista desafiante (código 313.81). Trastorno disocial (código 312.8). Clasificaciones funcionales. El método de clasificación funcional es menos directo y más simple en su organización que el categorial. Consiste en organizar los comportamientos y los conjuntos de comportamientos según los procesos funcionales que se piensa los han producido y mantenido. El sistema de análisis funcional es el más representativo de este tipo de clasificaciones y consiste en: a) Identificar las características de la persona, su conducta y el contexto en el que ocurre; y valorar si el comportamiento viene determinado por problemas asociados (adiciones, salud mental, maltrato, etc.). b) Organizar la información recogida en términos de principios conductuales (control de estímulos y consecuencias) e identificar las relaciones causales que deberían ser cambiadas. c) Crear una intervención o tratamiento basado en el análisis realizado. d) Aplicar el tratamiento y evaluar el cambio. El uso de este método no se ha extendido porque, a pesar de la simplicidad de las categorías que propone, el análisis necesario para extraer esas categorías resulta complejo. No obstante, cuando se ha utilizado, la probabilidad de que el tratamiento sea más afectivo, aumenta y se observan mejores resultados en la intervención. 3 En el caso de los centros de acogimiento residencial para menores que presentan graves trastornos del comportamiento, resulta especialmente interesante este sistema de clasificación, dado que no solo se trata de detectar y clasificar los casos sino también de proporcionarles el recurso y la atención más apropiada a sus necesidades sin que resulte iatrogénica, es decir, evitando que reciban una atención más especializada de lo necesario, con los consiguientes posibles efectos colaterales. 4