TEMA 1. EL ENSAYO EN EL SIGLO XVIII. JOVELLANOS. El siglo XVIII en Europa o Siglo de las Luces constituyó una época de profundas transformaciones que afectaron a la política, la sociedad, la cultura, la religión y el pensamiento, con las que el mundo occidental entró en la Edad Moderna. La Ilustración es el movimiento cultural que representa esta renovación y supuso la búsqueda de un nuevo orden basado en el fomento del espíritu crítico y el empleo de la razón como única guía. El instrumento de difusión de las ideas de la Ilustración fue la Enciclopedia, un intento de mostrar la síntesis de todos los conocimientos de la época organizados por artículos dispuestos por orden alfabético en diecisiete volúmenes, y una apuesta por combatir los prejuicios y la ignorancia. Sus directores fueron Diderot y D’Alembert, pero en su proyecto colaboraron pensadores singulares como Voltaire, Montesquieu o Rousseau. 1. Contexto político, social, cultural y literario en España El comienzo del siglo coincide con una guerra de ámbito europeo -la de Sucesión españolaque concluye con la instauración en nuestro país de una nueva dinastía: la de los Borbones. Durante el siglo reinarán Felipe V (1700-46), Fernando VI (1746-59), Carlos III (1759-88) y Carlos IV (1788-1808). Felipe V inicia una serie de reformas, basadas en el modelo francés y en consonancia con lo que sucede en otros países europeos, que pretende racionalizar la monarquía mediante la centralización del poder real. También se hizo un serio esfuerzo por modernizar el sistema fiscal, que encontró el freno de las clases privilegiadas, entre ellas la Iglesia, que tuvo un cometido político y económico fundamental, proporcionando los ingresos más seguros a la Corona. En 1766 se produjo un motín con fuertes desórdenes durante tres días que obligaron al rey Carlos III a huir a Aranjuez y a Esquilache a embarcarse para Italia. Constituyó la amenaza más grave a la autoridad real en Castilla desde los Comuneros, y supuso un punto de inflexión en la época de los Borbones. Se acusó de intrigar a los jesuitas, se ordenó su expulsión, sus bienes se confiscaron y se inició una reforma educativa y universitaria que introduciría la ciencia y las teorías políticas modernas. A partir de ese momento el gobierno reflejó un nuevo espíritu imbuido en la fe de que buenas leyes podrían reformar la sociedad. Su programa reformista constaba, entre otros, de los siguientes aspectos: la creación de las sociedades de Amigos del País (mas de 50 formadas por nobles y notables destinadas a estimular la agricultura, la industria, el comercio, las artes y las ciencias; la paulatina liberalización del comercio con América, antes concentrado en Sevilla; la creación de fábricas reales de productos de lujo (cerámica, tejidos, vidrios) que sustituyeran a los extranjeros. El impacto de la Revolución francesa (1789), durante el reinado de CarIos IV supuso un frenazo a estas reformas. El reinado, dominado por la personalidad vilipendiada de Godoy y las guerras contra Gran Bretaña, que ahogan el comercio con las Indias y, con ello, la incipiente industria nacional, marcan el declive de las iniciativas reformistas ilustradas. Los intelectuales, artistas y escritores de este período son continuadores de los humanistas del XVI, a los cuales sirvieron de puente los llamados novatores del reinado de CarIos II (científicos, profesores de Universidad). La ciencia alcanzó cierto desarrollo, en especial la Botánica. La fundación de Academias -las más conocidas, las reales- demuestra el deseo de organización y de empeños de altos vuelos. La modernización de la Universidad, aunque supuso avances, fue tímida en líneas generales. La lengua española adquiere su perfil moderno en este siglo; se fijan definitivamente los sistemas fonológico y morfológico y la sintaxis se actualiza. El ideal de claridad y didactismo entre los ilustrados liberó el estilo de los formalismos y alardes retóricos de la época anterior. Por otro lado, nuevos usos y costumbres modernizaron el idioma con multitud de neologismos, la mayor parte de los cuales son galicismos (dado la presión cultural del francés). Muchos de ellos, más por moda que por necesidad se introdujeron en el habla y en la lengua escrita, lo que provocó la aparición de movimientos puristas. Las disputas en torno a este problema constituyen un episodio muy animado en la vida cultural de la época. En cuanto a la Literatura, predomina entre los escritores el afán de didactismo, buscando el decoro y el "buen gusto". Acentúan la verosimilitud y la racionalidad en detrimento de la imaginación y los sentimientos, y se inclinan por los géneros más aptos para ello, el ensayo y el teatro. Los ilustrados vieron en el teatro una verdadera "escuela de costumbres" con la que poder reformar la sociedad. Respetan las unidades aristotélicas y la distinción clara de géneros. En poesía, encontramos repartida bajo las ya clásicas denominaciones de poesía posbarroca, neoclásica, rococó y prerromántica las obras de los distintos autores, al margen de límites temporales o de escuela. La narrativa de ficción no dio frutos relevantes, aunque no faltaron obras que siguieron modelos anteriores, como la novela picaresca en la Vida de Diego de Torres Villarroel-sin afán moralista o ejemplificador- o el modelo cervantino del Quijote, como la Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zote del padre Isla. 2. El ensayo en el siglo XVIII. 2.1. Características del género, evolución y modalidades principales en el XVIII El ensayo es un género muy abierto, de dimensiones variables, aunque en general no muy extenso, con un estilo literario y cuidado, que trata sobre un tema desde un punto de vista subjetivo, reflexivo, no científico, sin agotarlo. Aun sin ser género de ficción, se le incluye entre los géneros literarios por la originalidad con que el autor suele plantear sus opiniones, esa misma libertad a la hora de estructurar el discurso y, sobre todo, la voluntad de estilo, es decir, el interés por la forma o los valores estéticos de las ideas transmitidas. Su origen está en el siglo XVI en Montaigne, quien tituló así, Ensayos (con el sentido de incompleto, de prueba) sus escritos de carácter reflexivo y de opinión; también el inglés Francis Bacon fue autor de una obra del mismo título. En España ha tenido un cultivo amplio y de calidad durante el siglo XX, pero el género se venía gestando a partir de la prosa renacentista. Fue en el S.XVIII, y sobre todo en el S.XIX con el Romanticismo, cuando el ensayo se configuró como género, paralelamente al desarrollo del periodismo. El siglo XVIII dio un impulso definitivo al ensayo y, en ese sentido, Feijoo es considerado por muchos como el padre del ensayo moderno en nuestra literatura. El auge de esta literatura contrasta con la decadencia de las obras de los géneros específicamente literarios. No es probable que ello se deba a una falta de genio para la ficción por parte de los autores, sino a que sus inquietudes les hacían dirigirse hacia otros ámbitos. Dos serían las razones del auge del ensayo y de otros géneros no literarios, tal y como explica Elena Catena: "Por vez primera en la historia española, la inmensa mayoría de los hombres de letras se sintieron hombres políticos, y la política impregnó cuanto salió de sus plumas"; y, por otra parte, trataron de integrar en el ámbito cultural todas las disciplinas del saber humano (ciencia, arte, inventos...), pues "su afán era comprenderlo todo", aunque ello supusiera una cierta dispersión y un alejamiento de lo tradicionalmente literario. En este sentido, cabe interpretar el Siglo de las Luces como un período experimental y abierto a profundas novedades. Nuestros escritores inician la prosa moderna, de período corto y lenguaje claro y preciso; inauguran también la expresión científica y abordan con éxito la transcripción del lenguaje hablado culto. Nuevos subgéneros o modos de expresión literaria fueron introducidos: el ensayo, el informe político y científico, el artículo periodístico informativo, la reseña bibliográfica, los temas de divulgación tratados en pequeños y sabrosos artículos; la costumbre de redactar diarios y la práctica del género epistolar. Pusieron de moda los libros de viajes y desplegaron una actividad ardorosa en la publicación de polémicas de todo género. La prensa periódica nace en este siglo y se desarrolla en él con apreciable fortuna. Hubo revistas y publicaciones de todas clases: culturales, políticas, científicas, satíricas y hasta clandestinas. Además de Jovellanos, que será tratado al final, merecen atención dos grandes ensayistas de este siglo, Feijoo y Cadalso. 2.2. Benito Jerónimo Feijoo y José de Cadalso Tanto el Teatro crítico universal como las Cartas eruditas y curiosas, ambas de Feijoo, son dos títulos representativos del genuino espíritu ilustrado español y están entre las mejores muestras del género ensayístico. Ambas se componen de varios volúmenes organizados en discursos o cartas que, por su forma y extensión, se asemejan a artículos de prensa largos o ensayos breves de nuestros días. Con afán enciclopédico y enfoque crítico (dispuesto a desmontar dogmas, tradiciones, prejuicios y autoridades tenidos por válidos en la época) abordó los más variados temas (filosofía, economía, política, astronomía, geografía, física, ciencias naturales, medicina, estética, literatura, filología, moral, ideas religiosas, supersticiones, historia...). Escribe para un amplio círculo de lectores, no para especialistas, ya que se trata de un divulgador de noticias (extraídas de revistas extranjeras) a las que añade su experiencia personal. Su mayor logro fue crear un estilo que sienta las bases del ensayo moderno: tono personal, sencillo, vivo, evitando el estilo retumbante, retórico y excesivamente pulido que todos practicaban entonces, como degenerada imitación de autores barrocos. José de Cadalso es autor, junto a textos poéticos, obras burlescas (Los eruditos a la violeta) y una novela prerromántica (Noches lúgubres), de una obra clave en la reflexión sobre la realidad y los problemas de España: Cartas marruecas. Escritas según el modelo de las Cartas persas de Montesquieu, tiene a tres interlocutores que intercambian cartas, con personalidades marcadamente diferentes: el español Nuño -pesimista-, el joven marroquí Gazel, que viaja por España -curioso, buen observador- y Ben-Beley -anciano, sabio y ponderado-. De este modo, establece una idea de España desde distintas visiones que se complementan. Cadalso no propone soluciones, sino que se limita a una actitud crítica y pesimista. Los temas que más repite son: la carencia de cultura, la frivolidad de ideas y de costumbres y la crítica injustificada de España. El estilo es llano, neutro, sólo punteado de ironía a veces deformante, en busca de la claridad expositiva. Participa de los rasgos del género ensayístico: actitud intelectual y crítica, sin vocabulario especializado, agilidad expresiva, brevedad y variedad de ejemplos. 2.3. Gaspar Melchor de Jovellanos. (1744-1811) Nace en Gijón. Estudió Leyes y fue magistrado en Sevilla y Madrid. Durante el reinado de Carlos III desarrolló una intensa actividad social e intelectual, participando en diversas iniciativas reformistas. La subida al trono de Carlos IV, coincidente con los inicios de la Revolución Francesa, supone la postergación de Jovellanos, que fue desterrado a su ciudad natal. Allí fundó un instituto en el que aplicó sus avanzadas ideas pedagógicas. Nombrado ministro de Justicia en 1797, sólo pudo ejercer el cargo durante ocho años. Cuatro años después fue encarcelado en Mallorca, en el castillo de Bellver. Liberado al producirse la invasión napoleónica (1808), rechazó los cargos que le ofrecía el rey José Bonaparte y se integró en la Junta Central, especie de gobierno provisional que dirigía la lucha contra la invasión napoleónica. Su honradez personal y sus ideas reformistas chocaron con la incomprensión e intolerancia de los sectores más tradicionalistas o conservadores. En sus ensayos, manifestó una profunda preocupación por los principales problemas de la sociedad de su época: la agricultura, el problema de Asturias, la industria, las comunicaciones, el atraso económico, etc., y propuso medidas reformistas para solventarlos. Además, mostró un gran interés por los temas relacionados con la educación; en este sentido, trató cuestiones pedagógicas, como el rechazo del método memorístico y la reforma de los estudios. Defendió la formación humanística para los científicos, como medio de desarrollo intelectual y de pensamiento integrador. Abogaba por el aprendizaje de idiomas para posibilitar el acceso al conocimiento, ya que mucha de la bibliografía de la época estaba en inglés o francés. Los textos que mejor reflejan sus preocupaciones son: ―Informe en el expediente de la Ley Agraria, en el que pide la derogación de las leyes que impiden un marco de libertad en el que pueda desarrollarse la economía agraria. Señala como causas del atraso en el campo la concentración de la propiedad en manos de los nobles y de la iglesia, la ausencia de los dueños de sus tierras y la consiguiente despreocupación por ellas, las pésimas comunicaciones, la presión fiscal, etc. ―Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas, en la que defiende la existencia de diversiones para el pueblo. En el caso del teatro, pretende una dignificación del género y propone como medidas para lograrlo, la creación de una escuela de actores, la puesta en escena de obras didácticas y un ambiente teatral que destierre al público inculto. ―Descripción del castillo de Bellver. En muchas ocasiones, Jovellanos se sirvió de su propia vida como fuente para sus temas. Esta obra no trata solo de la arquitectura del edificio en que estuvo encarcelado, sino que elabora un relato de ficción sobre la vida medieval que se había desarrollado en el castillo. ―Diarios. Recogen anotaciones de la realidad de su época (historia, arte, política, economía, literatura, educación). ―Cartas del viaje de Asturias, en las que critica la situación de esta región y propone soluciones. Estilo: Jovellanos criticó los usos de la literatura barroca por extravagantes y defendió un estilo sencillo. Su prosa se caracteriza por esa sencillez y una gran claridad, acordes con la intención expositiva de los textos. En ocasiones, utilizó el lenguaje técnico, obligado por los temas que trataba. En textos como las cartas o las descripciones, aparece una subjetividad notable que anticipa, de algún modo, el romanticismo. El paisaje, lo exterior, se muestra desde la perspectiva de su propia percepción.