Monografía Curso de Capacitación Docente en Neurociencias Alumna: Daniela Martinez www.asociacioneducar.com Mail: informacion@asociacioneducar.com Facebook: www.facebook.com/NeurocienciasAsociacionEducar Los neurocientíficos han claramente demostrado que el cerebro dispone una gran capacidad de adaptación a las demandas de su medio ambiente, esta característica tan especial se llama neuroplasticidad. La plasticidad es una singularidad fundamental del cerebro que se mantiene durante toda la vida. Se crean conexiones de neuronas o se fortalecen, mientras otras se debilitan o se eliminan, en función de la necesidad. La magnitud del cambio depende de lo que llamamos aprendizaje, o dicho de otra manera, el proceso a través del cual se adquieren o modifican habilidades, destrezas, conocimientos, conductas o valores como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación. La mayor parte de las formas de mejorar el funcionamiento del cerebro son factores simples y cotidianos como la calidad, el entorno social y las relaciones humanas, la dieta, el ejercicio y el sueño - que parecen tan obvios que tendemos a pasar por alto su importancia. Al prestar atención al estado integral de la Unidad Cuerpo Cerebro Mente (UCCM), es posible explotar la plasticidad del cerebro y facilitar el aprendizaje. En síntesis, necesitamos un enfoque integral, tener en cuenta los vínculos entre el bienestar físico y mental y no descuidar la interacción entre los aspectos emocionales y cognitivos. Exactamente, porque las emociones juegan un papel muy importante en nuestros estudios y nuestro aprendizaje, en todas las etapas de la vida -la escolar, la universitaria y la del aprendizaje permanente. En medio del cerebro, se encuentra un conjunto de estructuras llamadas “cerebro emocional”: es el sistema límbico Está formado por partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala cerebral, cuerpo calloso, septo y mesencéfalo. El sistema límbico interacciona muy velozmente y gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. Hoy, sabemos que nuestras emociones “esculpen” el tejido neuronal, son reacciones inconscientes que la naturaleza ha ideado para garantizar la supervivencia y que, por nuestro propio beneficio, hemos de aprender a gestionar. La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, por eso, podemos decir que es los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables. Como es natural, hay emociones que favorecerán nuestro aprendizaje, y hay otras que lo perjudican o lo obstaculizan. A priori, podríamos decir que estados anímicos como la alegría, el entusiasmo o el coraje nos impulsan con la energía emocional adecuada para llevar adelante con eficiencia cualquier proceso de aprendizaje. Y estados anímicos como la tristeza, el miedo o la ira perturban, obstaculizan o incluso pueden llegar a invalidar el proceso de aprendizaje. Además, las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje, mientras que en el estrés crónico, dificulta el paso de información de la corteza prefrontal , sede de las funciones ejecutivas, al hipocampo. En caso de exceso de estrés o miedo intenso, el proceso neuronal de regulación emocional se ve perturbado, lo que reduce la capacidad de juicio social y el rendimiento cognitivo. El estrés hace eficiente y mejora la cognición y aprendizaje, pero más allá de un cierto nivel, se obtiene el efecto contrario. Así, la intensidad de una misma emoción puede convertirla en positiva o negativa para distintas actividades. Por ejemplo: un atleta puede tener un determinado nivel de ansiedad que puede mejorar su rendimiento. Pero si tiene mucha ansiedad, no alcanzará su máximo nivel. Lo mismo puede ocurrir ante un examen, o ante una presentación en público, o presentación de un informe o exposición. Hay cuatro niveles en los que nuestros estados emocionales pueden afectar nuestro aprendizaje: 1) En una etapa inicial (predisposición, motivación, interés) 2) En una etapa intermedia (perseverancia, persistencia, regularidad del estudio) 3) En una etapa de obstáculos (manejo de, de las dificultades, de la frustración) 4) En una etapa final (equilibrio emocional en el examen El punto 1 es de vital importancia, ya que, para que nuestros sentidos capten la información y permitan el ingreso a nuestro cerebro sólo hay un camino, llamado interés o motivación. De lo que se desprende que: la capacidad de captar y centrar la atención es el paso previo al aprendizaje Las emociones positivas, son uno de los mayores motivadores, es como la iluminación que se produce cuando se comprende un nuevo concepto. La escuela debe asegurar que los niños y los jóvenes descubran el placer de la comprensión, al darse cuenta de este modo que el aprendizaje es una experiencia muy agradable. No es suficiente que pidamos a los alumnos que presten atención sino que hemos de utilizar estrategias prácticas que fomenten la creatividad y que permitan a los alumnos participar en el proceso de aprendizaje sin ser meros elementos pasivos del mismo. Nuestro cerebro puede seleccionar del mundo exterior, aquellos estímulos que son necesarios para vivir, y por lo tanto los recordará con facilidad, y los aprenderá. Y también captará aquello que este a favor de nuestros paradigmas, que está vinculado a conocimientos anteriores, lo que se comprende con facilidad, genera impresión, la última información que se memoriza, lo que se ejercita con frecuencia y aquello que se practica con significado. Mientras que olvidará rápidamente aquello que no es significativo, está en contra de nuestros paradigmas, que no capta la atención, o no se comprende fácilmente, aquello que se memorizó hace mucho tiempo y no se ejercita con frecuencia. Si entendemos la educación como un proceso de aprendizaje para la vida, la educación emocional resulta imprescindible, porque contribuye al bienestar personal y social. Los docentes hemos de generar climas emocionales positivos que faciliten el aprendizaje y la seguridad de los alumnos. Para ello hemos de mostrarles respeto, escucharlos e interesarnos (no sólo por las cuestiones académicas), y para lograrlo, nada mejor que la empatía, fundamental para educar desde la comprensión. Por ello, el desarrollo emocional y el desarrollo social también están estrechamente vinculados. Los nuevos tiempos requieren nuevas estrategias y los últimos descubrimientos que nos aporta la neurociencia cognitiva desvelan que la educación actual requiere una profunda reestructuración que no le impida quedarse desfasada ante la reciente avalancha tecnológica. Aunque hemos de asumir que la educación no se restringe al entorno escolar, la escuela y los docentes hemos de preparar a los futuros ciudadanos de un mundo cambiante. Para ello, hemos de erradicar la enseñanza centrada en la transmisión de una serie de conceptos abstractos y descontextualizados que no tienen ninguna aplicación práctica. Nuestros alumnos deberán aprender a aprender y la escuela, a facilitar la adquisición de una serie de habilidades útiles que permitan resolver los problemas que nos plantee la vida cotidiana: un aprendizaje para la vida. Y para ello, se requiere inteligencia principalmente socio emocional. El aprendizaje se optimiza cuando el alumno es protagonista activo del mismo, es decir, aprende actuando. Esto se ve facilitado cuando la actividad es placentera y se da en un clima emocional positivo. Nuestro cerebro nos permite mejorar y aprender a ser creativos y es por todo ello que la Neurosicoeducación resulta imprescindible.