Módulo III. Aprendizaje permanente Tema 3. Adaptación a los cambios Capítulo 2. Aprendizaje del Autocontrol José Manuel Rodríguez Mayoral Psicólogo. Director de los Servicios de Día y Responsable del Departamento de Psicología de Fundación Personas (Valladolid) Resumen En este capítulo se muestra el papel que el autocontrol juega en las personas a la hora de conseguir una vida plena, sin sobresaltos emocionales que condicionen nuestro día a día, para lo cual es necesario desterrar aquellas falsas creencias que consideran que las emociones son incontrolables por su origen espontáneo. Sabemos que para cambiar ciertos estilos de comportamiento, el primer paso es tomar conciencia de nuestros hábitos emocionales inapropiados y a partir de ahí “reaprender” otros nuevos. Este tema cobra especial relevancia en las personas con discapacidad intelectual, a las que debemos apoyar en el aprendizaje de técnicas de autocontrol y en saber desarrollar capacidades emocionales positivas y de control de sus emociones. Tenemos que ayudar a que todas las emociones, tanto las negativas como las positivas, se experimenten y se expresen de forma adecuada. Asimismo, en la discapacidad intelectual se dan, entre otras, dos situaciones concretas que preocupan mucho a las familias y profesionales, y donde el autocontrol juega un papel fundamental. Estas dos situaciones, de las que intentamos exponer algunas claves en este capítulo, son las alteraciones de conducta y las situaciones de duelo. Palabras clave: emociones, bienestar, asertividad. Esquema o índice de contenidos: ¿Qué entendemos por autocontrol? ............................................................................................ 2 Alteraciones de conducta y discapacidad intelectual ................................................................... 3 ¿Cómo afrontar el duelo? ............................................................................................................. 5 Pautas a tener en cuenta: ............................................................................................................. 7 En resumen ................................................................................................................................... 8 Bibliografía .................................................................................................................................... 9 © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 1 de 9 ¿Qué entendemos por autocontrol? El autocontrol juega un papel fundamental en las personas a la hora de conseguir una vida plena, sin sobresaltos emocionales que condicionen nuestro día a día. La Real Academia de la Lengua Española define el autocontrol como “el control de los propios impulsos y reacciones”, entendiendo impulso como el deseo o motivo que induce a hacer algo de manera inmediata, sin reparar en las consecuencias del acto a realizar. Este tema cobra especial relevancia en las personas con discapacidad intelectual, a las que debemos apoyar en el aprendizaje de técnicas de autocontrol y en saber desarrollar capacidades emocionales positivas y de control de sus emociones. Por tanto, si entendemos el autocontrol como la capacidad que nos permite gestionar de forma adecuada nuestras emociones y no permite que sean éstas las que nos controlen a nosotros, se trataría de que todas las emociones, tanto las negativas como las positivas, se experimentaran y se expresaran de forma adecuada. Para ello debemos desterrar ciertos mitos o creencias erróneas que consideran que las emociones son incontrolables por su origen espontáneo. Sabemos que para cambiar ciertos estilos de comportamiento, el primer paso es tomar conciencia de nuestros hábitos emocionales inapropiados y a partir de ahí “reaprender” otros nuevos. Son varios los autores que consideran el autocontrol emocional como un componente esencial de la inteligencia emocional. Para Daniel Goleman “La habilidad para hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto un aprendizaje crucial en nuestros días”. Teniendo esto en cuenta, es importante resaltar que cuando nos referimos al autocontrol, no hablamos sólo de dominar y controlar nuestras emociones, sino fundamentalmente de manifestarlas o inhibirlas de una forma correcta. El autocontrol afecta a la persona en todos los ámbitos de su vida, incluido el laboral. Imaginemos que Pedro, que trabaja de camarero en un restaurante, sale de su casa con la intención de no controlar ninguno de sus sentimientos o emociones. Al llegar a su puesto de trabajo ¿Podría decirle a su compañero Juan que está harto de su actitud prepotente y arrogante?, ¿Podría decirle a su jefe, a voz en grito, que le hace sentir mal cuando no valora su trabajo o cuando lo descalifica verbalmente delante de otros compañeros? Debemos tener muy presente que todos tenemos derecho a decir o expresar, a pensar o sentir lo que queramos, siempre que no perjudiquemos a nadie. De ahí que el autocontrol emocional esté relacionado con la conducta asertiva. Recordemos que la asertividad nos permite defender nuestros propios derechos, opiniones y sentimientos sin dañar o herir a los demás. De esta manera, en el caso de Pedro, se trataría de transmitir sus sentimientos negativos de una forma adecuada. Muchas veces nos vemos obligados a experimentar emociones negativas como la ira, la rabia, el enfado, etc., que como otras muchas emociones son importantes, y cumplen una función adaptativa. Sin embargo, si nos dejamos llevar por ellas la mayor parte del tiempo, actuaremos de forma impulsiva y podremos llegar a tener problemas para alcanzar nuestros objetivos, lo cual nos puede generar sentimientos de culpa y, a su vez, repercutir negativamente en nuestra autoestima. Pero igual que hablamos de emociones negativas, también es importante poder gestionar emociones positivas de forma adecuada. Muchas veces damos por hecho, que la otra persona sabe lo que estamos pensando o sintiendo y omitimos nuestros sentimientos. Por ejemplo, si a © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 2 de 9 Pedro en su trabajo cuando aporta nuevas ideas y proyectos para mejorar la atención al cliente en el restaurante, su jefe le trasmite emociones positivas de forma adecuada, es decir, es capaz de elogiar ciertas conductas y transmitir sus emociones, es probable que aumente la posibilidad de que Pedro repita en un futuro la conducta deseada, y además, ayude a mejorar la relación y comunicación entre ambos. En la discapacidad intelectual se dan, entre otras, dos situaciones concretas que preocupan mucho a las familias y profesionales, y donde el autocontrol juega un papel fundamental. Estas dos situaciones son las alteraciones de conducta y las situaciones de duelo. Alteraciones de conducta y discapacidad intelectual A la hora de tratar las alteraciones de conducta debemos partir del hecho de que nadie tiene una “varita mágica” para dar solución a dichos problemas, pues no existe una receta universal con la que podamos hacer frente a este tipo de casos que se nos presentan en el día a día. Esto no quiere decir que no podamos hacer nada, todo lo contrario, tenemos que tratar estos casos, mejorando así la calidad de vida de las personas, pero siendo conscientes que cada caso es diferente y que necesita una intervención individual y diferenciada a la de otras personas que presenten alteraciones de conducta. Para poder comprender mejor cómo actuar ante estos casos debemos considerar que las personas tienen un comportamiento por una razón determinada. La conducta humana, aun la alteración de conducta más grave que puedan presentar las personas con trastornos del desarrollo, no es el resultado de un proceso accidental. La conducta ocurre porque normalmente tiene un propósito para el individuo que la realiza, por eso la conducta problemática ocurre con tanta frecuencia, por eso dura tanto y por eso a menudo es difícil tratarla (Carr y otros, 1996). Principios fundamentales a considerar Entre los distintos autores que han estudiado sobre las alteraciones de conducta en personas con discapacidad, E.G. Carr y sus colaboradores señalan unos principios básicos que nos pueden ayudar a entender mejor porqué se producen las alteraciones de conducta y claves para actuar de una manera exitosa. Estos principios podemos resumirlos de la siguiente manera (Carr y otros, 1996): 1. La conducta problemática generalmente cumple un objetivo para la persona que la manifiesta. Siempre pensamos en la conducta problemática como inadaptada, cuando, por el contrario, una conducta problemática puede ser adaptativa, y por eso aparece con tanta frecuencia. Si una niña aprende que la única manera de recibir en exclusiva la atención de su padre es golpearse la cabeza contra la mesa, entonces golpearse se convierte en una respuesta útil y adaptativa, puesto que garantiza que la niña reciba atención de manera continua. 2. Para actuar de manera exitosa debemos identificar la finalidad de la conducta problemática. Dado que una conducta problemática posee una finalidad, no se puede cambiar con garantía de éxito a largo plazo sin intentar descubrir cuál es dicha finalidad. Continuando con el ejemplo anterior, podemos eliminar temporalmente la conducta de la niña de golpearse la cabeza diciéndole enérgicamente que pare, pero dicha acción no tiene en cuenta porqué la niña se golpea. Tarde o temprano, requerirá de nuevo la atención de su padre y volverá a golpearse. © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 3 de 9 Por tanto, si queremos prestarle ayuda a largo plazo, debemos descubrir la razón por la que se golpea, en este caso solicitar atención. De esta forma, estaremos en situación de poder ayudarla enseñándole nuevas maneras para obtener la atención de su padre, por ejemplo, hablándole. 3. El objetivo de la intervención es la educación, no simplemente la supresión de la conducta. Debido a que una conducta problemática, a menudo, cumple una finalidad para el sujeto que la manifiesta, el objetivo principal de la intervención es enseñarle nuevas formas de influir en las otras personas, para que dichas conductas problemáticas ya no sean necesarias. Este enfoque educativo contrasta claramente con los enfoques tradicionales, centrados en la eliminación o reducción de conductas, sin considerar qué clase de habilidades deben aprenderse para conseguir la supresión permanente de la conducta problemática. 4. Los problemas de comportamiento generalmente tienen muchas finalidades y por tanto requieren muchas intervenciones. Los problemas de comportamiento tienen lugar en un contexto social, y en el contexto social de la comunidad, los problemas de comportamiento pueden tener muchas finalidades. Por ejemplo, la niña que hemos descrito anteriormente, puede golpearse la cabeza para obtener la atención de su padre cuando está en casa, morder a su compañero de clase para que la profesora deje de decirle que haga la tarea, y coger una rabieta para conseguir que su madre le compre una chocolatina en el supermercado. Los tres contextos (hogar, escuela, supermercado) plantean conductas problemáticas con diferentes propósitos (reclamar atención, evitar la tarea, y obtener alimentos deseados, respectivamente). Puesto que los problemas de comportamiento pueden tener distintas finalidades, es prácticamente cierto que se precisarán intervenciones distintas. En otras palabras, generalmente, es erróneo pensar que, utilizando un procedimiento de intervención simple, se puede influir en todos los problemas de comportamiento de un sujeto en la comunidad. 5. La intervención implica cambiar sistemas sociales, no individuos. Dado que el contexto social es tan importante, la intervención no es algo que se hace a la persona con discapacidad, sino, más bien, es algo que se hace con la persona con discapacidad. Por tanto, la intervención implica cambiar sistemas sociales, no individuos. 6. El objetivo último de la intervención es el cambio de estilo de vida. El objetivo más amplio de la intervención es producir un cambio que afecte de forma positiva en cómo las personas viven su vida. Reducir los problemas de comportamiento no es suficiente si el único resultado es conseguir un sujeto dócil, tranquilo, que no moleste a sus padres, educadores o a los demás. Los problemas de comportamiento surgen, con mayor frecuencia, de un historial de exclusión, de segregación, falta de control personal y estilos de vida empobrecidos. Por lo tanto, las intervenciones en problemas de comportamiento deben mejorar la vida de la persona con discapacidad, para que no se encuentre excluida, segregada y controlada por los demás. Las intervenciones eficaces permiten a la persona con discapacidad influir en los demás sin tener que recurrir a los problemas de comportamiento. Asimismo, las intervenciones eficaces permiten a la persona participar directamente en la comunidad, y tener más oportunidades sociales, profesionales y de ocio de las que nunca tuvo. © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 4 de 9 Claves para una mejor actuación: En este apartado describimos algunas claves, compartida por varios autores (Novell y otros, 2003), que nos pueden orientar de cómo apoyar a las personas con alteraciones de conducta: • Las personas que presentan alteraciones conductuales siguen teniendo los mismos derechos que cualquier otro miembro de la sociedad. • No debemos perder el respeto hacia las personas con alteraciones conductuales. El respeto es un derecho humano básico. • Nuestro apoyo debe ir dirigido a ayudar a las personas para que aprendan mejores maneras de comportarse. • No debemos tener como objetivo castigar a las personas que presentan alteraciones conductuales. • Los sistemas de control físico (sujeción mecánica) deben ser utilizados como último recurso para proteger a la propia persona o a los demás de daños. • La restricción física no debe ser una estrategia rutinaria para controlar las conductas difíciles. Debemos buscar formas alternativas para ello. • Debemos evitar los enfrentamientos personales con las personas que presentan alteraciones conductuales. • Debemos asegurar un equilibrio entre las estrategias para reducir las conductas desafiantes y las oportunidades para aprender conductas más apropiadas. • Nuestro último objetivo debe ser promover el desarrollo personal y el bienestar emocional de las personas con alteraciones conductuales. ¿Cómo afrontar el duelo? ¿Qué entendemos por duelo? Podemos definir el duelo cómo el proceso por el que pasa toda persona que sufre una pérdida y que provoca reacciones emocionales y conductuales. Por tanto, el duelo es necesario, es natural, es normal y ayuda a soportar la pérdida. Para que todo proceso de duelo sea superado con éxito debemos conseguir: a) aceptar la pérdida, b) realizar una despedida interior definitiva de la persona fallecida, y c) conseguir una reincorporación a la vida, todo ello siendo consciente que las reacciones que se producen en estas situaciones afectan a distintas áreas: • Emocional: sentimientos de tristeza, culpa, ira, ansiedad y soledad. • Fisiológica: sensaciones de opresión, hipersensibilidad, boca seca, falta de energía y de aire. • Cognitiva: percepciones de confusión, duda, falta de concentración y temor. • Conductual: trastornos en el sueño, apetito y aislamiento. © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 5 de 9 ¿Cuáles son las fases del proceso de duelo? Debemos ser conscientes de que no todas las personas atraviesan las mismas fases y en el mismo orden. Aún así, los autores coinciden en señalar distintas fases en el proceso de duelo: FASE I: Esta fase que puede durar horas, días o semanas, se caracteriza por los siguientes aspectos: • Shock, inestabilidad, estupefacción: Nada parece real. La persona se encuentra como en un trance. No puede concentrarse ni tiene energía. Tiene los sentimientos como dormidos. Su comportamiento puede interpretarse a veces como de serenidad, pero se desmorona en cuanto se da cuenta de la realidad. Esta situación responde a un mecanismo de protección ante la amenaza de un dolor psíquico y confusión intolerables. Es un escape natural y temporal que amortigua el impacto inmediato y ayuda a asimilar la terrible realidad. • Negación, incredulidad: La persona habla en tiempo presente del fallecido. No renuncia a la esperanza de que va a volver. FASE II: Esta fase que puede durar desde semanas hasta meses, se caracteriza por los siguientes aspectos: • El sentido de culpa: Aparece como fenómeno de autocastigo (cosas que no hizo, no dijo, actuaciones que hicieron daño, etc.). El sentido de culpa sin resolver y las emociones mal interpretadas pueden llevar a la persona a sentirse mal durante años o a manifestarlo a través de síntomas físicos. Puesto que el pasado no puede cambiarse, hay que aceptarlo e integrarlo en la propia vida; el aceptar la culpa es una forma de integración. • Depresión y abandono: Está presente un sentimiento de desolación. La depresión aparece como un fenómeno normal y sano. Es una necesidad psicológica, un camino lento y tortuoso para llegar a aceptar la pérdida. Disminuye la autoestima. FASE III: Esta fase, en la que existe pérdida de interés y dificultad para abrirse a nuevas relaciones, se caracteriza por los siguientes aspectos: • Resistencia a volver a la vida habitual: La persona se siente sin fuerzas, débil e incapaz de afrontar nuevas situaciones y decisiones. Piensa que los que le rodean no tiene ni idea de la magnitud de su pérdida. Su proceso de duelo no se da delante de cualquiera, su duelo es un asunto privado. Quiere tomarse su tiempo para vivir su duelo, se resiste a darlo por acabado. FASE IV: Esta fase, en la que se recupera el sentido de sí mismo, aceptándose la pérdida y afrontando la realidad, se caracteriza por los siguientes aspectos: • Afirmación de la realidad y recuperación: En esta fase se va abriendo paso la esperanza. Se alternan temporadas buenas con baches, que casi siempre coinciden con fechas claves. En muchos casos, la persona prefiere trabajar por sí misma su dolor, © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 6 de 9 aunque necesita la calidez, la ayuda y el afecto de los que le rodean, para motivarle a buscar otras relaciones, trabajos o hobbies que den un nuevo sentido a la vida. Otras veces requiere de ayuda más profesionalizada. Es importante volver a incidir en el hecho de que no todas las personas pasan por las mismas fases ni en el orden que hemos presentado. Se puede volver hacia atrás y no llegar a la aceptación final. El duelo es una vivencia personal y como tal, se desarrolla de forma diferente entre unas personas y otras. Por otra parte, la experiencia de un duelo, da la oportunidad de ayudar a otros cuando sufren trances similares. Ante el proceso de duelo siempre surgen algunas preguntas del tipo ¿cuándo estamos seguros de que ha acabado el duelo?, ¿es el duelo una enfermedad?, a lo cual podemos responder lo siguiente: ¿Cuándo ha acabado el duelo? El duelo acaba cuando se puede pensar en el fallecido sin sentir dolor intenso. Cuando se recupera el interés por la vida. De todas formas, el duelo nunca acaba en un sentido, sólo se encuentra un lugar adecuado para el fallecido en la vida emocional de la persona que está sufriendo el duelo. ¿Es el duelo una enfermedad? No en tanto y en cuanto pueda ser elaborado adecuadamente. De no ser así pueden aparecer complicaciones tales como duelos crónicos, retrasados, exagerados o enmascarados, cada uno de los cuales necesita trabajarse con procedimientos específicos de acuerdo al caso. Pautas a tener en cuenta: En este apartado describimos algunas pautas a tener en cuenta para apoyar a nuestro familiar con discapacidad ante una situación de duelo. Describimos qué es lo que podemos hacer antes de que se produzca la pérdida y una vez producida la pérdida. A. Antes de que se produzca la pérdida: o Fomentar una educación continua sobre la muerte, estando atentos especialmente a aquellas personas que tienen cerca familiares o amigos que son ancianos o cuya muerte parece inminente. o Facilitar la compresión de la pérdida, evitando tanto tabúes y tópicos frente a la muerte como conceptos o frases que puedan producir confusión a la persona. o Ayudar a expresar sentimientos y emociones, sabiendo escuchar, y dejando hablar, respetando los tiempos de silencio. o Atender cada caso de forma individual, siendo conscientes que las reacciones que manifiesta cada persona dependen de su historia personal, de sus experiencias previas sobre la muerte, de su relación con la persona fallecida y de las circunstancias que han producido la muerte. © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 7 de 9 B. Cuando la pérdida ya se ha producido: o Ofrecer espacios adecuados, evitando interrupciones y actuando sin prisas. o Facilitar la información, la información debe ser simple y directa, eligiendo las palabras y conceptos adecuados al nivel de la persona y manteniendo siempre actitud de empatía. Utilizar la misma referencia que se usaba cuando la persona estaba viva (por ejemplo; “mamá” en lugar de “tu madre”). Ser sinceros, evitando engaños. o Facilitar la expresión de sentimientos, ayudando a aquellas personas que puedan tener dificultades de expresión, y entendiendo que el acompañamiento emocional no es una terapia sino un acto de humanidad. o Abordar cada caso de forma individual, siendo consciente que es importante identificar los problemas que ha generado la pérdida y ofrecerle apoyo. Debemos estar pendientes de la aparición de comportamientos no frecuentes anteriormente en la persona. o Hacer partícipe a la persona tanto como sea posible, poniendo al alcance de la persona con discapacidad la participación en acontecimientos cercanos a la muerte (velatorio, funeral, cementerio). o Ofrecer apoyo emocional, entendiendo éste como acompañar a la persona, no juzgando su expresión de las emociones, ni dando consejos. Es importante empatizar, es decir comprender las emociones y sentimientos que la persona pueda tener en estos momentos. En resumen En definitiva, podemos concluir diciendo que el autocontrol es la "competencia emocional" que nos permite gestionar las emociones y sentimientos, y decidir cómo expresarlos. Somos conscientes que no es necesario manifestar todas las emociones, pero tampoco es necesario esconderlas o negarlas. Asimismo, las personas con discapacidad intelectual necesitan que les apoyemos en el desarrollo de capacidades de autocontrol, en el desarrollo de capacidades emocionales positivas y en el control de sus emociones. Esto es importante en todas las facetas de la persona con discapacidad, pero en especial cuando existen alteraciones de conductas o se viven situaciones de duelo. Las personas “emocionalmente inteligentes” expresan los sentimientos que son importantes, y manejan de manera positiva aquellas emociones que no pueden exteriorizar, disfrutando así de relaciones menos conflictivas y, en general, más agradables. Podemos concluir, señalando que las personas dotadas de esta competencia: • Gobiernan adecuadamente sus sentimientos impulsivos y las emociones conflictivas. • Se mantienen equilibrados, positivos e impasibles aun en los momentos más críticos. • Piensan con claridad y permanecen concentrados a pesar de las presiones. © FUNDACIÓN MAPFRE 2014. Todos los derechos reservados. http://discapacidad.fundacionmapfre.org Página 8 de 9 Bibliografía Carr, E.G. y otros (1996): Intervención comunicativa sobre los problemas de comportamiento. Madrid, Alianza Editorial. Eduard y Elsa Punset (2013): El Aprendizaje social y emocional. Las habilidades para la vida. Redes. En línea: https://www.youtube.com/watch?v=Vsg48QC1HJ8 Expósito Pérez, José Ramón. El Proceso de Duelo. En línea: http://ardilladigital.com/DOCUMENTOS/CALIDAD%20DE%20VIDA/VARIOS/Proceso%20de%20 Duelo%20-%20FEAPS%20-%20articulo.pdf FEAPS Madrid (2001): Buenas prácticas en situaciones de duelo en personas con discapacidad intelectual. Madrid, FEAPS Madrid. En línea: http://www.feaps.org/programas/documentos/situaciones_duelo.pdf Fundación Uliazpi (2003): Protocolo de actuación ante conductas desafiantes graves y uso de intervenciones específicas. Madrid, Feaps. En línea: http://www.feaps.org/archivo/publicaciones-feaps/libros/cuadernos-de-buenaspracticas/130-protocolo-de-actuacion-ante-conductas-desafiantes-graves-y-uso-deintervenciones-fisicas.html Novel, R. y otros (2002): Salud mental y alteraciones de la conducta en personas con discapacidad intelectual. Madrid, Colección FEAPS. © FUNDACIÓN MAPFRE Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción, distribución, transformación, manipulación, comunicación pública o cualquier otro acto de explotación total o parcial, gratuito u oneroso, de los textos, imágenes o cualquier otro contenido que aparezca en este sitio web. 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