DIMENSIONES INDIVIDUALES E INSTITUCIONALES DE LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA AL ABORTO Por VICENTE PRIETO Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado Universidad de La Sabana (Bogotá, Colombia) vicente.prieto@unisabana.edu.co Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado 30 (2012) RESUMEN. La objeción de conciencia al aborto, en sus dimensiones individuales e institucionales, ha sido objeto en Colombia de diversas sentencias de la Corte Constitucional. En estas decisiones se advierten serias limitaciones a las libertades de conciencia y de religión. El artículo propone alternativas de solución a los conflictos planteados, de modo particular en relación con el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas jurídicas. PALABRAS CLAVE. Aborto, objeción de conciencia, personas jurídicas. SUMARIO. I. INTRODUCCIÓN. LA SENTENCIA C 355 DE 2006. II. ABORTO Y OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN LA JURISPRUDENCIA POSTERIOR DE LA CORTE CONSTITUCIONAL. III. ALGUNAS REFLEXIONES CRÍTICAS. 1. Objeción de conciencia: entre la desconfianza y el derecho privado. 2. Del delito al derecho. 3. Aborto y servicio militar. 4. Objeción de conciencia y resistencia civil. 5. Laicismo vs. laicidad. IV. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS. 1. Jurisprudencia de la Corte Constitucional. 2. La libertad religiosa. 3. El derecho de asociación. 4. Conclusiones. V. ELEMENTOS DE DERECHO COMPARADO. 1. La Unión Europea. 2. Estados Unidos. 3. Italia. 4. España. 5. Otros países. VI. CONSIDERACIONES FINALES. VII. BIBLIOGRAFÍA. INDIVIDUAL AND INSTITUTIONAL DIMENSIONS OF THE CONCIENTIOUS OBJETION TO ABORTION ABSTRACT: Individual and institutional dimensions of conscientious objection to abortion have been treated in several decisions of the Colombian Constitutional Court, with serious limitations on freedom of conscience and religion. The article proposes alternative solutions to the conflicts, particularly in relation to the recognition of the fundamental rights of legal persons. I. INTRODUCCIÓN. LA SENTENCIA C 355 DE 2006 Se suele entender por objeción de conciencia la resistencia no violenta al cumplimiento de una norma jurídica, legal o contractual, con base en las más íntimas, RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel 1 personales e irrenunciables convicciones éticas o religiosas . Su desarrollo jurídico en Colombia ha tenido como punto de referencia principal la jurisprudencia de la Corte 2 Constitucional, aunque pueden identificarse algunas referencias legislativas . Desde la entrada en vigor de la Constitución de 1991 la Corte ha abordado un buen número de supuestos (tratamientos médicos, días festivos para determinadas confesiones religiosas, juramento, honores a símbolos patrios, cumplimiento de deberes cívicos, etc.), entre los que han suscitado particular atención en la opinión pública el 3 servicio militar y el aborto . La multiplicación de los supuestos de objeción refleja, por un lado, el pluralismo de la sociedad colombiana (ideológico, ético, religioso), manifestado en la resistencia por parte de personas y grupos al cumplimiento de normas consideradas anteriormente -en una sociedad ideológicamente más homogénea- como no problemáticas y pacíficamente aceptadas; por otro, es la consecuencia de la revalorización de la conciencia personal frente a los poderes públicos, acompañada de la convicción del derecho a rechazar el cumplimiento de imperativos legales que se consideran contrarios a las propias convicciones, éticas o religiosas. Es bien sabido que la objeción de conciencia forma parte del contenido esencial de 4 las libertades de conciencia y de religión , tal como han sido proclamadas por los 1 Cfr. V. TURCHI, “Nuove forme di obiezione di coscienza”, Stato, Chiese e pluralismo confessionale, vol. ottobre, 2010, p. 1. Una definición más amplia es la ofrecida por Navarro-Valls y Martínez-Torrón: “el concepto de objeción de conciencia incluye toda pretensión motivada por razones axiológicas -no meramente psicológicas- de contenido primordialmente religioso o ideológico, ya tenga por objeto la elección menos lesiva para la propia conciencia entre las alternativas previstas en la norma, eludir el comportamiento contenido en el imperativo legal o la sanción prevista por su incumplimiento, o incluso, aceptando el mecanismo represivo, lograr la alteración de la ley que es contraria al personal imperativo ético” (R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZTORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, 2, Iustel, Madrid, 2012, p. 37). 2 Es el caso del Código de Ética Médica (Ley 23 de 1981), art. 6: “El médico rehusará la prestación de sus servicios para actos que sean contrarios a la moral, y cuando existan condiciones que interfieran el libre y correcto ejercicio de la profesión”. Más específicamente trata de la objeción de conciencia la Ley 911 de 2004, sobre responsabilidad deontológica en el ejercicio de la enfermería. Después de afirmar que “Es deber del profesional de enfermería respetar y proteger el derecho a la vida de los seres humanos, desde la concepción hasta la muerte (…)”, se añade: “En los casos en que la ley o las normas de las instituciones permitan procedimientos que vulneren el respeto a la vida, la dignidad y derechos de los seres humanos, el profesional de enfermería podrá hacer uso de la objeción de conciencia, sin que por esto se le pueda menoscabar sus derechos o imponérsele sanciones (art. 9). 3 Un análisis de las distintas posturas de la Corte (desde actitudes más restrictivas, hasta las aperturas de los últimos años) se encuentra en V. PRIETO, Estado laico y libertad religiosa. Antecedentes y desarrollos de la Constitución colombiana de 1991, Universidad de La SabanaDiké, Bogotá, 2011, pp. 305-344. 4 Se ha hecho notar que en las libertades de religión y de conciencia están ya potencialmente incluidas todas las posibles objeciones, llamadas precisamente a delinear el espacio de autonomía personal (y de consiguiente no competencia del Estado) en el que consisten precisamente esas libertades (J. T. MARTÍN DE AGAR, “L’obiezione di coscienza”, fecha de consulta 9 agosto 2012, en 2 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto 5 artículos 18 y 19 de la Constitución colombiana . Al tratarse de derechos fundamentales 6 7 son directamente aplicables y gozan de la protección de la acción de tutela . El art. 93 , a su vez, establece un criterio claro de interpretación de los derechos fundamentales, que remite a los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia. En ellos se protegen ampliamente las libertades de religión, de pensamiento y de 8 conciencia . En síntesis, se subraya en primer lugar, como es natural, la dimensión individual de las tres libertades mencionadas. Al mismo tiempo se tutela expresamente su dimensión colectiva, manifestada -entre otros aspectos- en el derecho a fundar y mantener instituciones de beneficencia o humanitarias inspiradas en las creencias o convicciones. La objeción de conciencia, como manifestación de la libertad correspondiente, es también ampliamente reconocida. http://bib26.pusc.it/can/p_martinagar/Docs/obiezione.htm. Sobre los distintos aspectos de la libertad de conciencia (inmunidad de coacción y autonomía jurídica), cfr. I. M. HOYOS CASTAÑEDA, “Objeción de conciencia en materia de aborto”, Persona y Bioética, vol. 10, 26, 2006, pp. 77-78. En la doctrina colombiana pueden verse también los trabajos de I. M. HOYOS CASTAÑEDA, “Los desafíos juridicos frente a la objeción de conciencia”, Vida y Etica, vol. 8, 2, 2007, pp. 135-162; C. PARDO SCHLESINGER, “La objeción de conciencia en la jurisprudencia de la Corte Constitucional Colombiana”, Persona y Bioética, vol. 10, 26, 2006, pp. 52-68; M. MADRID-MALO, El derecho a la objeción de conciencia, Librería Ediciones del Profesional, Bogotá, 2003. Del mismo autor, Derechos fundamentales. Conózcalos, ejérzalos y defiéndalos, 3, Panamericana Editorial, Bogotá, 2004, pp. 409-425. 5 Art. 18: “Se garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. Art. 19: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”. 6 Cfr. arts. 85 y 86 de la Constitución colombiana. 7 Art. 93: “Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia”. 8 Cfr. Declaración Universal de Derechos Humanos (Naciones Unidas, 1948), art. 18; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), art. 18; Convención Americana de Derechos Humanos (San José de Costa Rica, 22 de noviembre de 1969), art. 12. En la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y no discriminación fundadas en la religión o las convicciones, adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 25 de noviembre de 1981, se menciona explícitamente, como una de las libertades comprendidas en el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, la de “fundar y mantener instituciones de beneficencia o humanitarias adecuadas” (art. 6, literal b). Vid. además el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, art. 9, 1, y el art. II-70 de la Constitución Europea en el que se hace expresa mención de la objeción de conciencia: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Este derecho implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, a través del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos. 2. Se reconoce el derecho a la objeción de conciencia de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio”. Un estudio reciente sobre los derechos fundamentales en la Unión Europea y la protección jurídica del factor religioso, en A. M. RODRIGUES ARAÚJO, “Derechos fundamentales y estatuto jurídico de las iglesias tras el Tratado de Lisboa”, Ius Canonicum, 102, 2011, pp. 587-626. 3 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel En este contexto es posible valorar el alcance de la perentoria afirmación del art. 18 de la Constitución colombiana: “Nadie será molestado por razón de sus convicciones o 9 creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia” . Las consideraciones anteriores permiten acercarse a una problemática que, especialmente a partir del año 2006, ha adquirido en Colombia una particular relevancia. La fecha indicada es la de una conocida sentencia de la Corte Constitucional de Colombia (C 355 de 2006, M. P. Jaime Araújo Rentería y Clara Inés Vargas Hernández), 10 que despenalizó el aborto en tres supuestos concretos . A partir de entonces se han sucedido otras sentencias de la Corte en las que la idea del aborto como derecho (incluso de rango fundamental) ha ido desarrollándose paulatinamente, en una línea bien definida de facilitación y de eliminación de todo aquello que pueda impedir su práctica, al menos en los tres supuestos inicialmente contemplados por la jurisprudencia. La sentencia C 355 de 2006 reconoce el derecho a la objeción de conciencia, obviamente en relación con los tres supuestos recordados. Lo hace en un único párrafo, en el que se ampara la objeción de conciencia para los médicos, y se rechaza para las instituciones de salud. Su texto es el siguiente: “Cabe recordar además, que la objeción de conciencia no es un derecho del cual son titulares las personas jurídicas, o el Estado. Solo es posible reconocerlo a personas naturales, de manera que no pueden existir clínicas, hospitales, centros de salud o cualquiera que sea el nombre con que se les denomine, que presenten objeción de conciencia a la práctica de un aborto cuando se reúnan las condiciones señaladas en esta sentencia. En lo que respecta a las personas naturales, 9 Entre otras consecuencias, como ha puesto de relieve Cepeda, “de acuerdo con los tratados internacionales sobre derechos humanos la libertad de conciencia no puede ser suspendida ni aún durante los estados de excepción pues se trata de una libertad que tiene un carácter intangible (M. J. CEPEDA, Los derechos fundamentales en la Constitución de 1991, 2, Temis, Bogotá, 1997, p. 166). 10 Estos supuestos son los siguientes: a) Cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la mujer, certificada por un médico; b) Cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida, certificada por un médico; y, c) Cuando el embarazo sea el resultado de una conducta, debidamente denunciada, constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo o de inseminación artificial o transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de incesto. La Sentencia C 355 de 2006 rompió con una abundante jurisprudencia anterior que defendía la vida humana desde la concepción: sentencias C 133 de 1994 (M. P. Antonio Barrera Carbonell), C 013 de 1997 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo), C 591 de 1995 (M. P. Jorge Arango Mejía), T 223 de 1998 (M. P. Vladimiro Naranjo Mesa), T 373 de 1998 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz) , T 063 de 2004 (M. P. Alvaro Tafur Galvis), T 501 de 2004 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández), T 227 de 2005 (M. P. Jaime Córdoba Triviño), T 639 de 2005 (M. P. Rodrigo Escobar Gil), T 128 de 2005 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández). Las sentencias de la Corte Constitucional colombiana citadas en estas páginas pueden consultarse en diversos sitios de internet, como http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/, http://www.derechocolombiano.com/, http://sututela.com/jurisprudencia. Las sentencias no siguen un sistema uniforme de numeración interna. Las referencias a los apartados concretos se harán de acuerdo con el criterio particular adoptado por cada una. 4 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto cabe advertir, que la objeción de conciencia hace referencia a una convicción de carácter religioso debidamente fundamentada, y por tanto no se trata de poner en juego la opinión del médico entorno a si está o no de acuerdo con el aborto, y tampoco puede implicar el desconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres; por lo que, en caso de alegarse por un médico la objeción de conciencia, debe proceder inmediatamente a remitir a la mujer que se encuentre en las hipótesis previstas a otro médico que sí pueda llevar a cabo el aborto, sin perjuicio de que posteriormente se determine si la objeción de conciencia era procedente y pertinente, a través de los mecanismos establecidos por la profesión médica” (n. 10.1). El párrafo citado llama poderosamente la atención por distintos motivos. Por un lado, se trata de la única referencia al tema en una sentencia con una extensión más que 11 notable . En segundo lugar, el párrafo aparece inmediatamente después de las explicaciones de la Corte sobre el modo de aplicar la despenalización del aborto en los tres supuestos recordados, sin argumentación alguna que explique el brusco cambio en el discurso. En tercer lugar, extraña que el reconocimiento de la objeción de conciencia se haga como una especie de concesión benévola, con mayor énfasis en las restricciones que en el derecho mismo. Las restricciones a la objeción de conciencia no ocultan lo que realmente le interesa subrayar a la sentencia: si la madre lo solicita, se debe garantizar la realización efectiva del aborto en esos supuestos. En cuarto lugar, es bien sabido que los motivos para plantear objeciones de conciencia no son exclusivamente de tipo religioso: existen convicciones de otro tipo (éticas, filosóficas, etc.), que pueden erigirse en motivos graves de conciencia para evitar el cumplimiento de una obligación legal o contractual. En quinto lugar, aparece ya insinuado lo que la jurisprudencia posterior desarrollará de modo explícito y tajante: la objeción de conciencia solamente puede ser planteada por el médico, y es negada al personal auxiliar o a quien esté llamado a intervenir de modo indirecto con el aborto. En la misma línea (cooperación indirecta), se obliga al médico objetor a remitir a la mujer a un médico que si esté dispuesto a practicar el aborto, desconociendo que este tipo de cooperación con lo que se considera gravemente inmoral puede generar serios conflictos de 12 conciencia . 11 Más de 200 páginas, sin contar los salvamentos y aclaraciones de voto. 12 Sobre la polémica jurídica en torno al aborto y a la sentencia C 355 de 2006 pueden verse los estudios contenidos en el volumen coordinado por I. M. HOYOS CASTAÑEDA, La constitucionalización de las falacias, Temis, Bogotá, 2005. También los trabajos de G. MORA-RESTREPO, Justicia constitucional y arbitrariedad de los jueces. Teoría de la legitimidad en la argumentación de las sentencias constitucionales, Marcial Pons, Buenos Aires, 2009, pp. 155-214; y “Objeción de conciencia e imposiciones ideológicas: el Mayflower a la deriva”, Revista Estudios Socio-Jurídicos, vol. 13, 2, 2011, pp. 249-273. 5 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel A las dificultades apuntadas se añade el tema de la llamada “objeción de conciencia institucional”. De entrada, sorprende que en la única referencia que hace la sentencia C 355 de 2006 a la objeción de conciencia el punto de partida sea precisamente el rechazo de la posibilidad de oposición al aborto por parte de clínicas y hospitales, lo que refleja a nuestro modo de ver la idea apuntada más arriba: se admite benévolamente la objeción de conciencia de los médicos pero de ninguna manera se aceptan otro tipo de posibles oposiciones al aborto, menos aún si se trata del centro médico en cuanto tal. La expresión “objeción de conciencia institucional” no deja de ser problemática, puesto que resulta evidente que la conciencia es un atributo de la persona individual, no 13 de las instituciones . Sin embargo, el uso de este argumento para negar la “objeción de conciencia institucional” simplemente evita el problema, sin resolverlo. El punto no es si la institución tiene o no conciencia, sino cuáles son sus derechos en relación con las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión. Con la amplitud y flexibilidad que ha demostrado la Corte en su interpretación de la Constitución, hubiera podido esperarse un análisis más ponderado del tema analizando, por ejemplo, las implicaciones que puedan tener en la materia los derechos fundamentales de las personas jurídicas, ampliamente tutelados -como se verá en su momento- por la misma Corte Constitucional. El sencillo expediente de negar a clínicas y hospitales la posibilidad de oponerse institucionalmente al aborto porque la objeción de conciencia es solamente de la persona 14 individual ignora, además, que estamos en el terreno de la analogía . La misma noción de persona, aplicada a las personas jurídicas, es análoga. La extensión a las personas jurídicas del reconocimiento de derechos que, en principio, pertenecen a la persona individual (derecho al buen nombre, a la libertad religiosa, etc.) es un ejercicio típico de 15 extensión analógica, usado sin dificultad en múltiples ámbitos del Derecho . Nos parece, por tanto, que el enfoque correcto consiste en tratar de establecer si las personas jurídicas son titulares de las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión. Evidentemente, no del mismo modo que la persona física, sino de acuerdo con 13 A pesar de las dificultades de la expresión seguiremos empleándola, a falta de otra que resulte más familiar al lector. Para reflejar mejor el contenido del concepto, en la doctrina colombiana se han propuesto expresiones como, por ejemplo, “objeción ideológica”, u “objeción ética institucional” (I. M. HOYOS CASTAÑEDA, “Objeción de conciencia en materia de aborto”, cit., p. 81). 14 Vid. al respecto, en el contexto norteamericano, el trabajo de G. B. BROWN, “Institutional Conscience and Catholic Health Care”, vol. XVI, 2006, p. 416, fecha de consulta 17 marzo 2012, en http://www.uffl.org/vol16/brown06.pdf. 15 Como se sabe, en Derecho la analogía indica en general la particular semejanza que existe entre dos o más hechos o situaciones. Está en la base de la llamada “interpretación analógica”, es decir, la actividad a través de la cual el intérprete aplica una norma jurídica a un supuesto de hecho no considerado por ella, por considerar que existe la misma ratio legis. 6 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto su naturaleza y modo de actuar propio, lo que significa concretamente que las instituciones tienen el derecho de constituirse y desarrollar su actividad asumiendo como elemento esencial determinados postulados ideológicos, religiosos o éticos. Con otras palabras, la problemática planteada en relación con clínicas y hospitales está directamente relacionada con el derecho de las instituciones a poseer un ideario propio, capaz de configurar real y efectivamente su naturaleza y su actividad. En esta situación no se encuentran solamente las instituciones que, inspiradas en ideales éticos, ideológicos o religiosos, prestan servicios de salud. Se extiende a realidades tan variadas como las instituciones educativas, los sindicatos, los partidos políticos, las empresas periodísticas, sólo por mencionar algunos ejemplos de lo que en el derecho comparado se denominan organizaciones de tendencia o empresas ideológicas. El estudio de la objeción de conciencia al aborto -tanto en su vertiente personal como institucional- es inseparable del tratamiento jurídico de la acción abortiva (que puede entenderse como delito, como excepción a la norma general de protección del derecho a la vida, o como derecho). Al mismo tiempo, la aceptación o rechazo de la objeción de conciencia institucional depende del modo como se afronta el tema de la objeción de conciencia en general la que, a su vez, es deudora del contenido y alcance que se reconozca a las libertades de conciencia y de religión. Estas líneas de reflexión se concretan, en el presente trabajo, en un resumen de la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana en la materia, al que siguen una serie de consideraciones críticas (nn. II y III). En relación con la objeción de conciencia institucional, existe una abundante jurisprudencia de la misma Corte que tutela los derechos fundamentales de las personas jurídicas, entre los cuales se ha reconocido expresamente la libertad religiosa. La extensión de los mismos argumentos en función de las libertades de conciencia y de pensamiento es el objeto del n. IV. En otros países las respuestas a problemas similares han sido más serenas y equilibradas. El recurso al derecho comparado (n. V) es por tanto una herramienta útil para descubrir alternativas que ayuden a resolver los graves conflictos generados para personas e instituciones a partir del año 2006. Ante la situación planteada en Colombia, de “elevación” del aborto al rango de derecho fundamental y de su prevalencia, en caso de conflicto, sobre las libertades fundamentales de conciencia y de religión, se proponen posibles soluciones que aseguren la salvaguarda efectiva del núcleo esencial de estas libertades, y eviten las imposiciones inflexibles y poco respetuosas de los derechos de personas e instituciones (n. VI). 7 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel II. ABORTO Y OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN LA JURISPRUDENCIA POSTERIOR DE LA CORTE CONSTITUCIONAL Como consecuencia de la sentencia C 355 de 2006, el Decreto 4444 de 2006 reglamentó “la prestación de unos servicios de salud sexual y reproductiva”. En materia de objeción de conciencia dispuso que “con el fin de garantizar la prestación del servicio público esencial de salud, evitar barreras de acceso y no vulnerar los derechos fundamentales protegidos por la sentencia C 355 de 2006, la objeción de conciencia es una decisión individual y no institucional, que aplica exclusivamente a prestadores 16 directos y no a personal administrativo” (art. 5) . La sentencia T 988 de 2007 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto) hizo expresa referencia al “deber de las autoridades públicas -y de los particulares que actúan en esa calidad, como ocurre con las Empresas Promotoras de Salud-, de (…) remover los obstáculos que impidan a la mujer gestante acceder a los servicios de salud en condiciones de calidad y seguridad de modo que se protejan en debida forma sus derechos sexuales y reproductivos. Las autoridades públicas y los particulares que obran en esa calidad no sólo están obligados a evitar actuaciones discriminatorias sino a promover las condiciones para que sea factible respetar los derechos constitucionales fundamentales de la mujer gestante” (n. 9). En la sentencia T 209 de 2008 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández) se insiste en que la decisión de las mujeres de interrumpir su embarazo “debe ser respetada por todas las personas, pero en especial por los profesionales de salud, quienes, como garantía del respeto por los derechos fundamentales de las mujeres, deben permitir que el procedimiento de IVE sea realizado a través del Sistema General de Seguridad Social en Salud -SGSSS-, a fin de no poner en riesgo ni la vida ni la salud de éstas” (n. 3.7). En consecuencia, “en todas las entidades o instituciones que conforman el Sistema de 16 Fue demandada ante el Consejo de Estado la nulidad del Decreto. Con fecha 15 de octubre de 2009 se decretó su suspensión provisional (cfr. Auto del 15 de octubre de 2009 de la Sección Primera del Consejo de Estado -Expediente 2008-00256-00-, C. P. María Claudia Rojas Lasso). Sin embargo, la jurisprudencia posterior de la Corte Constitucional ha señalado que, sin entrar a cuestionar cuestiones de validez, lo que interesa es “resaltar cómo las regulaciones contenidas en el Decreto resultan aplicables en la medida en que armonizan con lo establecido por la Constitución Nacional de manera consecuente con lo consignado en la ratio decidendi contenida en la sentencia C 355 de 2006” (sentencia T 388 de 2009, M. P. Humberto Antonio Sierra Porto, n. 4.2). Es lo que ocurre precisamente en relación con la objeción de conciencia institucional: aunque el Decreto fuera declarado nulo, siguen en pie las disposiciones de la Corte en esa materia, que el Decreto simplemente reproduce. Así lo confirmó posteriormente la sentencia T 585 de 2010 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto): “la suspensión provisional del decreto 4444 de 2006 “por el cual se reglamenta la prestación de unos servicios de salud sexual y reproductiva” efectuada por la Sección Primera del Consejo de Estado mediante auto del 15 de octubre de 2009 (expediente 2008-00256-00) no soslaya en ninguna medida el derecho de las mujeres a la IVE y las correlativas obligaciones de respeto y garantía en cabeza del Estado y de los particulares que prestan y promueven el servicio de salud ya que, se reitera, derivan directamente de la Constitución y del bloque de constitucionalidad” (n. 24). 8 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto Salud se debe garantizar un número adecuado de proveedores habilitados para prestar los servicios de interrupción del embarazo” (n. 4.12). Se repite que “a fin de garantizar los derechos fundamentales de las mujeres, protegidos por la Constitución y la Sentencia C 355 de 2006, asegurándoles la prestación del servicio público esencial y legal de salud de interrupción voluntaria del embarazo, y evitar barreras de acceso al mismo, la objeción de conciencia es una decisión individual y no institucional o colectiva, que aplica exclusivamente a prestadores directos y no a personal administrativo; además, la objeción de conciencia debe presentarse por escrito debidamente fundamentada, siguiendo la obligación del médico que se acoja a ella de remitir inmediatamente a la madre a un médico que pueda practicar el procedimiento, a fin de impedir que aquella se constituya en barrera de acceso a la prestación del servicio esencial de salud de interrupción voluntaria del embarazo” (n. 4.15). En resumen, “en relación con la objeción de conciencia, está determinado que, (i) (…) no pueden existir clínicas, hospitales, centros de salud o cualquiera que sea el nombre con que se les denomine, que presenten objeción de conciencia a la práctica de un aborto cuando se reúnan las condiciones señaladas en esta sentencia; (ii) en atención a la situación subjetiva de aquellos profesionales de la salud que en razón de su conciencia no estén dispuestos a practicar el aborto se les garantiza la posibilidad de acudir al instituto denominado objeción de conciencia; (iii) pueden acudir a la objeción de conciencia siempre y cuando se trate realmente de una “convicción de carácter religioso debidamente fundamentada”, pues de lo que se trata no es de poner en juego la opinión del médico entorno a si está o no de acuerdo con el aborto; y, (iv) la objeción de conciencia no es un derecho absoluto y su ejercicio tiene como límite la propia Constitución en cuanto consagra los derechos fundamentales, cuya titularidad también ostentan las mujeres, y por tanto no pueden ser desconocidos” (n. 4.5). Además, “las empresas promotoras de salud y las instituciones prestadoras de servicios de salud privadas y públicas, no pueden escudarse en la objeción de conciencia para abstenerse de garantizar a las mujeres el acceso al servicio legal de IVE, y por el contrario, deben darle cumplimiento a la citada reglamentación garantizando el número adecuado de proveedores habilitados para la prestación del servicio de IVE en los casos requeridos. En este sentido, tanto las EPS como las IPS deben tener claro que, mientras la objeción de conciencia es resuelta, deben tener de antemano claro, y definida la lista correspondiente, qué profesionales de la salud y en qué IPS se encuentran, están habilitados para practicar el procedimiento de IVE, a fin de que el 9 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel transcurso del tiempo no haga ineficaces los derechos fundamentales de las mujeres” (n. 17 5.15) . En su parte resolutiva, la sentencia condena a las entidades de salud y a los médicos involucrados al pago de los perjuicios causados a la mujer a la que no se le practicó el aborto, y ordena una serie de investigaciones penales y disciplinarias por parte de las autoridades competentes. En la sentencia T 946 de 2008 (M. P. Jaime Córdoba Triviño) se repiten y citan las sentencias anteriores. Concretamente, recordando la C 355 de 2006, se insiste en que “sólo las personas naturales -y no las jurídicas- son titulares de la objeción de 18 conciencia” (n. 5.1) . La sentencia T 388 de 2009 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto) indica, en primer lugar, algunos principios generales: es “deber de las autoridades públicas -y de los particulares que actúan en esa calidad, como ocurre con las Empresas Promotoras de Salud-, (…) remover los obstáculos que impidan a la mujer gestante acceder a los servicios de salud en condiciones de calidad y seguridad de modo que se protejan en debida forma sus derechos sexuales y reproductivos. Las autoridades públicas y los particulares que obran en esa calidad no sólo están obligados a evitar actuaciones 17 En las conclusiones de la sentencia se indica, a modo de síntesis, que “La objeción de conciencia no es un derecho del que son titulares las personas jurídicas (...); la objeción de conciencia es un derecho que solo es posible reconocer a las personas naturales (...); la objeción de conciencia no puede presentarse de manera colectiva (…); la objeción de conciencia debe fundamentarse en una convicción de carácter religioso (…); la objeción de conciencia no puede vulnerar los derechos fundamentales de las mujeres (...); el médico que se abstenga de practicar un aborto con fundamento en la objeción de conciencia tiene la obligación de remitir inmediatamente a la mujer a otro médico que si pueda llevar a cabo el aborto. Y, en el caso de las IPS, éstas deben haber definido previamente cual es el médico que está habilitado para practicar el procedimiento de IVE (…); cuando se presenta objeción de conciencia el aborto debe practicarse por otro médico que esté en disposición de llevar a cabo el procedimiento de IVE, sin perjuicio de que posteriormente se determine si la objeción de conciencia era procedente y pertinente, a través de los mecanismos establecidos por la profesión médica, o en su defecto por el Ministerio de la Protección Social, conforme a las normas pertinentes (…); el Sistema de Seguridad Social en Salud debe garantizar un número adecuado de proveedores habilitados para prestar los servicios de interrupción del embarazo (…); las mujeres tienen derecho al acceso real, oportuno y de calidad al Sistema de Seguridad Social en Salud cuando soliciten la interrupción de su embarazo, en todos los grados de complejidad del mismo (...); el incumplimiento de las anteriores previsiones da lugar a la aplicación de las sanciones previstas en el Sistema General de Seguridad Social en Salud” (n. 6.8). 18 Se añade que es “deber del galeno, que invoca la objeción de conciencia para abstenerse de realizar la IVE, de remitir de inmediato a la mujer a un médico que pueda practicarla” (n. 5.1). Se indica que “corresponde a las entidades que conforman el Sistema de Seguridad Social en Salud orientar a las mujeres gestantes que cumplen con las condiciones establecidas en la sentencia C 355 de 2006, sobre los lugares y los médicos en donde de manera oportuna y adecuada les pueden practicar la interrupción del embarazo” (n. 5.2). Al igual que la sentencia anterior, se condena a la EPS a la indemnización de perjuicios, de modo solidario con el médico que atendió el caso. Se añade que “la Superintendencia Nacional de Salud y el Ministerio de la Protección Social tienen la facultad de investigar y sancionar a las entidades que conforman al Sistema de Seguridad Social en Salud que no autorizaron la IVE en forma oportuna y adecuada conforme con los parámetros definidos en la sentencia C 355 de 2006” (n. 5.3.2). 10 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto discriminatorias, sino a promover las condiciones para que sea factible respetar los derechos constitucionales fundamentales de la mujer gestante (n. 4.2); “los departamentos, distritos y municipios están obligados a asegurar la suficiente disponibilidad de servicios de la red pública con el propósito de garantizarles a las mujeres gestantes el acceso efectivo al servicio de interrupción voluntaria del embarazo en condiciones de calidad y de salubridad” (n. 4.4, vi); “ninguna entidad prestadora de salud -sea pública o privada, confesional o laica- puede negarse a la interrupción voluntaria del embarazo cuando la mujer se encuentra bajo los supuestos establecidos en la sentencia C 355 de 2006, cualquiera que sea el tipo de afiliación a la seguridad social que tenga la mujer y con independencia de su condición social, económica, edad, capacidad de pago, orientación sexual o etnia” (n. 4.4, vii); se prohíbe expresamente “alegar objeción de conciencia colectiva que desencadena, a su turno, objeciones de conciencia, institucionales e infundadas” (n. 4.4, viii); “la objeción de conciencia es un derecho de las personas en el ámbito de su esfera privada encaminado a lograr que el reducto más íntimo -su pensamiento y su conciencia- puedan ser conformados con plena libertad sin injerencias estatales o de particulares por entero inadmisibles en este terren. Que cuando se ejerce dicho derecho, y en virtud de su carácter relacional, este tiene límites que no puede sobrepasar, so pena de realizar un ejercicio ilegítimo del derecho” (n. 5.1). Para la sentencia, las limitaciones establecidas para la libertad de conciencia se justifican porque en los supuestos de aborto despenalizados “se trata de intereses suficientemente relevantes que justifican restringir la libertad de conciencia por cuanto, de lo contrario, se desconocerían de manera desproporcionada los derechos constitucionales fundamentales de estas mujeres: su derecho a la salud, a la integridad personal, a la vida en condiciones de calidad y de dignidad. Se vulnerarían sus derechos sexuales y reproductivos y se les causaría un daño irreversible” (n. 5.1). Se sienta, sin embargo, el siguiente principio: “una situación es, por ejemplo, la que deben afrontar los médicos que por motivos de conciencia se oponen a la práctica de interrupción voluntaria del embarazo al considerar que esta acción riñe de manera profunda con sus convicciones morales. En esta contingencia, cuando resulta factible asegurar que otra persona profesional de la medicina puede practicar la interrupción voluntaria del embarazo y ello ocurrirá de modo que se preserven de manera efectiva los derechos de la mujer gestante colocada bajo los supuestos previstos en la referida sentencia, entonces no habría ningún reproche frente al ejercicio de la objeción de conciencia” (n. 5.1). “Cosa distinta se presenta cuando el Estado o las Entidades Promotoras de Salud no aseguran la presencia del número de profesionales de la medicina suficientes para 11 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel garantizar los derechos que le reconoció la sentencia C 355 de 2006 a las mujeres. Si sólo existe una persona profesional de la medicina que pueda practicar la interrupción voluntaria del embarazo bajo las hipótesis previstas en la referida sentencia, entonces deberá practicarlo -con independencia de si se trata de un médico adscrito a una entidad hospitalaria privada o pública, confesional o laica-. En esta hipótesis la restricción a la libertad de conciencia del médico es totalmente legítima -en tanto proporcional y razonable-, pues conlleva la protección [entre otros] del derecho a la vida y la salud de la mujer embarazada; en otras palabras, ante esta eventualidad las consecuencias de la no prestación del servicio de interrupción del embarazo trae consigo perjuicios directos e irreversibles para la mujer gestante e infringe sus derechos constitucionales fundamentales, razón por la cual no puede admitirse su ejercicio cuando las consecuencias negativas sean tan elevadas en materia de derechos fundamentales” (n. 19 5.1) . La objeción de conciencia se admite solamente para el “personal que realiza directamente la intervención médica necesaria para interrumpir el embarazo. Contrario sensu, no será una posibilidad cuya titularidad se radique en cabeza del personal que realiza funciones administrativas, ni de quien o quienes lleven a cabo las actividades médicas preparatorias de la intervención, ni de quien o quienes tengan a su cargo las 20 actividades posteriores a la intervención” (n. 5.1) . Se insiste en que “las personas jurídicas no son titulares del derecho la objeción de conciencia y, por tanto, a las Instituciones Prestadoras del Servicio de Salud no les es permitido oponerse a la práctica de la interrupción voluntaria del embarazo” (n. 5.2). En efecto, “el ejercicio de la objeción de conciencia no se asimila a la simple opinión que se 19 Con otras palabras, “en el caso de las mujeres gestantes puestas bajo las hipótesis previstas en la sentencia C 355 de 2006, en principio, las personas profesionales de la medicina pueden eximirse de practicar la interrupción del embarazo por motivos de conciencia si y solo si se garantiza la prestación de este servicio en condiciones de calidad y de seguridad para la salud y la vida de la mujer gestante que lo solicite, sin imponerle cargas adicionales o exigirle actuaciones que signifiquen obstaculizar su acceso a los servicios de salud por ella requeridos, y con ello, desconocerle sus derechos constitucionales fundamentales a la vida, a la salud sexual y reproductiva, a la integridad personal, a la dignidad humana” (n. 5.1). 20 Se explica: “no guarda relación alguna con la naturaleza de la objeción de conciencia que el personal encargado de la apertura de la historia clínica, del archivo de la institución, de la recepción de los pacientes, de la limpieza de las instalaciones, etc. se abstenga de llevar a cabo su labor, pues difícilmente podrá encontrarse conexión real con motivos morales, filosóficos o religiosos; de la misma forma no existirá dicha posibilidad respecto del personal que desarrolla las labores médicas preparatorias como la práctica de los exámenes necesarios, la orientación respecto de las consecuencias del procedimiento, la asistencia psicológica previa a la intervención, etc.; finalmente, tampoco se encuentra sentido a que el personal médico que debe ayudar a la paciente en su etapa de recuperación luego de la intervención manifieste objeción de conciencia, pues la conexión entre los posibles motivos morales, religiosos o filosóficos y el incumplimiento de la labor que en ese preciso momento se realiza carece de fundamento alguno, siendo, por el contrario, muestra de una simple reprobación por la conducta ya realizada, situación que resulta por completo ajena a la objeción de conciencia, como hasta ahora ha sido explicada” (n. 5.1). 12 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto tenga sobre un asunto; por el contrario, son las más íntimas y arraigadas convicciones del individuo las que pueden servir como fundamento para el ejercicio de este derecho. Esta característica es ajena a las personas jurídicas, que en su constitución y ejercicio pueden concretar principios como la libertad de empresa o derechos fundamentales de sus socios, mas éstos no podrán nunca transmitirles caracteres éticos y morales propios y exclusivos de las personas naturales” (n. 5.2). Además, “negar el derecho de objeción de conciencia a las personas jurídicas, además de responder plenamente a la naturaleza de éste, resulta un mecanismo efectivo para evitar limitaciones abusivas de la libertad de las personas que laboran en las instituciones prestadoras del servicio de salud, las cuales podrían verse coaccionadas por posiciones restrictivas impuestas por los cuadros directivos de dichas instituciones” (n. 5.2). La sentencia afirma que “en este punto no resultaría válido diferenciar, para el tema en concreto, entre las personas jurídicas privadas y públicas. Las principales razones serán que se trata de la prestación del servicio público de salud, dentro del sistema público de salud establecido por el Estado, en donde se ve involucrada la protección de derechos fundamentales de los usuarios. En estos eventos no se está ante una institución privada que presta el servicio de salud en condiciones establecidas por un acuerdo privado basado en la mera liberalidad de las partes involucradas; por el contrario, se trata de la implementación del sistema de salud público, creado y vigilado en su ejecución por el Estado y financiado con recursos públicos, en el que, aunque tienen oportunidad de participar personas jurídicas particulares, las reglas son muy lejanas a aquellas que regulan la primera situación mencionada. Cuando es el aspecto público el que prima en la prestación de un servicio [público], la autonomía privada debe entenderse drásticamente reducida, especialmente cuando se trata de la protección efectiva y real de derechos fundamentales como la salud, la vida, el libre desarrollo de la 21 personalidad, entre otros” (n. 5.2) . 21 La misma distinción público-privado es utilizada en otro posible supuesto de objeción de conciencia: el de los funcionarios públicos. Se afirma: “la objeción de conciencia es un derecho que se garantiza de modo extenso en el campo privado -cuando no está de por medio el desconocimiento de derechos de terceras personas-. No obstante, queda excluido alegarla cuando se ostenta la calidad de autoridad pública. Quien ostenta tal calidad, no puede excusarse en razones de conciencia para abstenerse de cumplir con sus deberes constitucionales y legales pues con dicha práctica incurriría en un claro desconocimiento de lo dispuesto en los artículos 2º y 6º de la Constitución Nacional” (n. 5.3). Se añade más adelante: “cuando un funcionario o funcionaria judicial profiere su fallo no está en uso de su libre albedrío. En estos casos el juez se encuentra ante la obligación de solucionar el problema que ante él se plantea -art. 230 de la Constitución-, con base en la Constitución y demás normas que compongan el ordenamiento jurídico aplicable. Esto por cuanto su función consiste precisamente en aplicar la ley -entendida ésta en sentido amplio-, de manera que no le es dable con base en convicciones religiosas, políticas, filosóficas o de cualquier otro tipo faltar a su función. Lo anterior no significa que como persona no tenga la posibilidad de ejercer sus derechos fundamentales; significa que en su labor de administrar justicia sus convicciones no lo relevan de la responsabilidad derivada de su investidura, debiendo 13 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel En las conclusiones de la sentencia se resumen los puntos anteriores: “La objeción de conciencia es un derecho constitucional fundamental que como todo derecho dentro de un marco normativo que se abre a la garantía de protección y estímulo de la diversidad cultural (artículo 1º y artículo 7º constitucionales) no puede ejercerse de manera absoluta” (n. 5.4, i); “el ejercicio del derecho constitucional fundamental a la objeción de conciencia recibe en la esfera privada por la vía de lo dispuesto en el artículo 18 Superior una muy extensa protección que solo puede verse limitada en el evento en que su puesta en práctica interfiera con el ejercicio de derechos de terceras personas” (n. 5.4, ii); “sólo el personal médico cuya función implique la participación directa en la intervención conducente a interrumpir el embarazo puede manifestar objeción de conciencia; contrario sensu, ésta es una posibilidad inexistente para el personal administrativo, el personal médico que realice únicamente labores preparatorias y el personal médico que participe en la fase de recuperación de la paciente” (n. 5.4, iii); “la sentencia C 355 de 2006 destacó la necesidad de asegurar que el ejercicio prima facie admisible de la objeción de conciencia de personas profesionales de la medicina que obran como prestadores directos del servicio, pudiera restringirse cuando su ejercicio trae como consecuencia imponer una carga desproporcionada a las mujeres que colocadas bajo las hipótesis establecidas en la mencionada sentencia optan por la interrupción del embarazo” (n. 5.4, v); “en cuanto es manifestación de íntimas e irrenunciables convicciones morales, filosóficas o religiosas, la objeción de conciencia es un derecho de cuya titularidad se encuentran excluidas las personas jurídicas” (n. 5.4, vi); “las personas que ostentan voluntariamente la calidad de autoridades judiciales no pueden excusarse en la objeción de conciencia para dejar de cumplir una norma que ha 22 sido adoptada en armonía con los preceptos constitucionales” (n. 5.4, vii) . administrar justicia con base única y exclusivamente en el derecho, pues es esa actitud la que hace que en un Estado impere la ley y no los pareceres de las autoridades públicas, es decir, lo que define que en un Estado gobierne el derecho y no los hombres, siendo ésta la vía de construcción y consolidación del Estado de derecho” (n. 5.3). 22 La sentencia finalmente ordena “a la Superintendencia Nacional de Salud para que de manera pronta adopte las medidas indispensables con el fin de que las EPS e IPS -independientemente de si son públicas o privadas, laicas o confesionales- cuenten con las personas profesionales de la medicina así como el personal idóneo y suficiente para atender el servicio de interrupción voluntaria del embarazo bajo los supuestos previstos en la sentencia C 355 de 2006 sin incurrir en exigencias adicionales inadmisibles (…) cuya existencia obstaculiza la puesta en práctica de los derechos constitucionales fundamentales de las mujeres. Lo anterior deberá suceder en todos los niveles territoriales con estricta observancia de los postulados de referencia y contrarreferencia asegurando, de esta manera, que dentro de las redes públicas de prestadores del servicio de salud en los niveles departamental, distrital y municipal se garantice el servicio de interrupción voluntaria del embarazo bajo las hipótesis establecidas en la sentencia C 355 de 2006” (n. 7). 14 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto La sentencia T 585 de 2010 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto) planteó 23 argumentos similares . Para la sentencia, desde la C 355 de 2006 “surgió en Colombia un verdadero derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en cabeza de las mujeres que se encuentran incursas en las tres hipótesis despenalizadas. En efecto, como se indicó, en esta sentencia la Corte concluyó que la protección de los derechos fundamentales de la mujer a la dignidad humana, al libre desarrollo de la personalidad, a la vida y a la salud física y mental -contenidos en la Constitución de 1991 y en el bloque de constitucionalidad- implican reconocerle la autonomía para decidir libremente si interrumpir o continuar la gestación en las tres precisas circunstancias ya señaladas, de modo tal que la sanción penal resultaba desproporcionada. En otras palabras, del contenido de los derechos fundamentales mencionados la Corte derivó el derecho a la IVE de las mujeres gestantes que se encuentran en los eventos antes indicados” (n. 19), ”según la jurisprudencia constitucional, el derecho de las mujeres a la IVE se inscribe en la categoría de los derechos reproductivos” (n. 20); “los derechos reproductivos, con ellos la IVE, están implícitos en los derechos fundamentales a la vida digna (artículos 1 y 11), a la igualdad (artículos 13 y 43), al libre desarrollo de la personalidad (artículo 16), a la información (artículo 20), a la salud (artículo 49) y a la educación (artículo 67), entre otros” (n. 21); “el reconocimiento de la IVE -en los tres casos despenalizados- como derecho fundamental protegido por la Constitución de 1991 y el bloque de constitucionalidad a partir de la sentencia C 355 de 2006 implicó el surgimiento de un conjunto de obligaciones de respeto y de garantía en cabeza del Estado y de los prestadores y promotores del servicio público de salud” (n. 22). Como consecuencia, “el Estado y los particulares que participan del Sistema General de Seguridad Social en Salud -EPS e IPS- están en la obligación de abstenerse de imponer obstáculos ilegítimos a la práctica de la IVE en las hipótesis despenalizadas obligación de respeto-, tales como exigir requisitos adicionales a los descritos en la sentencia C 355 de 2006. Así también, tienen el deber de desarrollar, en la órbita de sus competencias, todas aquellas actividades que sean necesarias para que las mujeres que 23 “Ninguno de los valores, principios o derechos constitucionales fundamentales se garantiza en el ordenamiento jurídico constitucional colombiano de manera absoluta, pues estos deben poder dar lugar a la ponderación frente a otros valores, principios y derechos cuya protección también resulta relevante desde el punto de vista constitucional (...); conferir un amparo absoluto al valor de la vida del nasciturus hasta el punto de penalizar el aborto en caso de conducta constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo, o de inseminación artificial o de transferencia de óvulo fecundado no consentidas, así como de incesto, cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida, o cuando está en peligro la vida y la salud integral de la mujer gestante, equivale a permitir una intromisión estatal de magnitud desmesurada que se aparta por entero del mandato de proporcionalidad como ha sido desarrollado por la jurisprudencia constitucional y desconoce las garantías que se desprenden a partir de la protección que se le confiere a los derechos de la mujer en el ámbito internacional de los derechos humanos” (n. 11, i y vi). 15 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel soliciten la IVE, y que cumplan los requisitos de la sentencia C 355 de 2006, accedan al procedimiento en condiciones de oportunidad, calidad y seguridad obligación de garantía-” (n. 22). En resumen, “de conformidad con lo anterior, la Sala concluye que, a partir de la sentencia C 355 de 2006, existe en Colombia un derecho fundamental a la interrupción voluntaria del embarazo en cabeza de las mujeres que se encuentran incursas en las tres hipótesis despenalizadas, derivado del contenido de los derechos fundamentales a la dignidad humana, al libre desarrollo de la personalidad, a la vida y a la salud física y mental y que se inscribe en la categoría de los derechos reproductivos” (n. 23). La sentencia hace propias las disposiciones de la Circular Externa 058 de 2009 emitida por la Superintendencia Nacional de Salud como consecuencia de la sentencia T 388 de 2009: “es deber de todas las EPS, bien sean del régimen contributivo o subsidiado, independientemente de si son laicas o confesionales, contar dentro de su red de prestadores del servicio con IPS que tengan debidamente habilitado el servicio de ginecología en los niveles departamental, distrital y municipal, con el fin de garantizar el servicio de IVE en las hipótesis de la sentencia C 355 de 2006” (n. 26, ii); se insta a “las IPS, que tengan habilitado el servicio de ginecología, independientemente de si son laicas o confesionales, para que cuenten con personal médico idóneo y suficiente para atender el servicio de IVE en los supuestos de la sentencia C 355 de 2006 (n. 26, iii); “está prohibido a las EPS e IPS, públicas o privadas, laicas o confesionales, sentar objeción de conciencia institucional e imponer obstáculos o exigir mayores requisitos a los exigidos en la sentencia C 355 de 2006 frente a una solicitud de IVE” (n. 26, iv). Finalmente, la sentencia T 841 de 2011 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto) reiteró “que el derecho a la IVE tiene per se carácter fundamental ya que hace parte de los denominados derechos reproductivos y más exactamente de la autonomía reproductiva, cuyo rango fundamental fue reconocido por la Corte en la misma sentencia C 355 de 2006” (n. 17). Se explica que “este derecho tiene rango fundamental al inscribirse en una categoría -los derechos reproductivos- que ha sido considerada de naturaleza fundamental por la jurisprudencia constitucional. Lo anterior por ser especificaciones, en el ámbito de la reproducción, de varios derechos reconocidos como fundamentales en la Constitución de 1991 tales como la vida, la salud, la igualdad, la libertad y la integridad personal” (n. 21). En previsión de una posible ley que regule el aborto en Colombia, la Corte finalmente advierte que “La sentencia C 355 de 2006 constituye el contenido mínimo del derecho fundamental a la IVE, el cual puede ser ampliado por el legislador. Recuérdese que en esta decisión la Sala Plena indicó que “se limitó a señalar las tres hipótesis extremas violatorias de la Constitución, en las que, con la voluntad de la mujer y previo el 16 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto cumplimiento del requisito pertinente, se produce la interrupción del embarazo. Sin embargo, además de estas hipótesis, el legislador puede prever otras en las cuales la política pública frente al aborto no pase por la sanción penal. Así mismo, las condiciones de ejercicio del derecho fundamental a la IVE pueden ser desarrolladas por el legislador, siempre y cuando se respete y garantice el contenido mínimo del derecho que fue reconocido por esta Corte. En este sentido, el legislador podría, por ejemplo, establecer un periodo de tiempo en el cual la sola voluntad de la mujer baste para acceder a la IVE o fijar un límite máximo razonable para la utilización de las causales hasta ahora despenalizadas, lo cual hasta el momento no ha ocurrido. En ausencia de una norma legal que establezca una restricción de carácter temporal para la IVE en las hipótesis despenalizadas, esta Sala debe garantizar el mínimo reconocido en la sentencia C 355 de 2006 pues en esta se dejó claro que la falta de desarrollo legal no podía implicar la negación del derecho a la IVE” (n. 39). III. ALGUNAS REFLEXIONES CRÍTICAS 1. Objeción de conciencia: entre la desconfianza y el derecho privado A partir de los textos citados, lo primero que salta a la vista es la actitud de “desconfianza” en relación con la objeción de conciencia. Si bien es cierto que es reconocida como derecho fundamental, la defensa de los derechos de las mujeres y de su posible conculcación se proyecta en una visión restrictiva de la objeción y de los objetores, que no facilita la adecuada comprensión de las implicaciones de la libertad de conciencia. Aunque los derechos fundamentales no son absolutos, la insistencia en las restricciones lleva a pensar que no se ha tomado igualmente en serio la dignidad humana de las distintas partes implicadas, y en particular de los objetores, de modo que 24 todos puedan vivir de acuerdo con sus propias convicciones . En esta perspectiva restrictiva se sitúa el tratamiento de la objeción de conciencia institucional. Como consecuencia, toda una serie de entidades en las que su existencia y actividad son incompresibles al margen del ideario que las inspira, ven directamente afectados sus principios. El eje de la argumentación se centra en la afirmación de que el interés público prevalece sobre el interés privado. Dentro de éste último se situaría la objeción de conciencia que, en consecuencia, debería ceder ante el interés público representado por el servicio público de salud. Este argumento no tiene en cuenta que la libertad de 24 Cfr. M. J. ROCA, “Dignidad de la persona, pluralismo y objeción de conciencia”, en María J. Roca (ed.) Opciones de conciencia. Propuestas para una ley, Tirant lo blanch, Valencia, 2008, p. 62. 17 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel conciencia, como todos los derechos humanos, no corresponde a un interés privado. Por el contrario, es de derecho público en tanto conecta directamente, como la misma Corte reconoce, con libertades fundamentales reconocidas y amparadas por el ordenamiento (libertades de conciencia y de religión). Como consecuencia, si lo que está en juego es la protección de ámbitos individuales y colectivos de autonomía que constituyen elementos necesarios del pluralismo democrático, toda limitación ha de ser cuidadosamente 25 justificada . La raíz de las dificultades para comprender adecuadamente la figura de la objeción de conciencia puede estar en una consideración inicial negativa de los conflictos entre conciencia y ley. Se entienden con frecuencia, en efecto, como fenómenos de insumisión, desobediencia o rebeldía frente al derecho. Si se considera, en cambio, que el objetor no es en primer lugar un infractor de la norma, sino alguien que ejerce un derecho fundamental (la libertad de conciencia, que forma parte del ordenamiento jurídico), la perspectiva cambia notablemente. La solución del problema no se enfoca ya como una violación del ordenamiento jurídico por razones legítimas, pero privadas, sino como búsqueda del adecuado equilibrio entre la garantía del orden jurídico por un lado y, 26 por otro, el reconocimiento de la diversidad de creencias y el respeto de las minorías . El camino para resolver los conflictos no se encuentra por tanto en la distinción público-privado. En nuestra opinión, el enfoque debería ser el de un análisis más ponderado, en primer lugar, de los derechos fundamentales de la persona humana. No se comprende, por ejemplo, la imposición a los médicos objetores de practicar abortos cuando no haya otro médico dispuesto a hacerlo, o la exclusión de la posibilidad de objetar para el personal médico auxiliar 27 y para las autoridades públicas. En estas situaciones pueden hacerse presentes todas las condiciones de una verdadera objeción de conciencia, en la que lo definitivo es la convicción íntima y sincera de que una determinada conducta constituye un grave ilícito moral (también por vía de cooperación indirecta). No le corresponde a la Corte, ni a ninguna otra autoridad, determinar el valor “objetivo” de esas convicciones. Una vez establecidas las condiciones para reconocer una verdadera objeción de conciencia, el camino a seguir debería ser el de reconocer el derecho a objetar y, al mismo tiempo ponderar, en cada caso, cómo se pueden satisfacer los distintos intereses en juego. 25 Cfr. R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., p. 45. 26 27 Cfr. Ibid., p. 39. Recuérdese además lo dispuesto para el personal de enfermería en el art. 9 de la Ley 911 de 2004 (cit. en nota 2 de este trabajo). 18 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto 2. Del delito al derecho El conflicto planteado por la Corte entre derechos fundamentales de las mujeres y derechos de los objetores parte de un punto de apoyo de difícil justificación. En pocos años, en efecto, se ha pasado de la despenalización del aborto en tres supuestos a la consagración del aborto como derecho fundamental. Se trata de un salto poco lógico en el que los pasos intermedios de la argumentación no son precisamente claros. En principio, el objeto de la sentencia C 355 de 2006 no podía ser otro que el de establecer una excepción, en situaciones muy concretas, al principio general de protección de la vida del nasciturus. Por tanto, la norma general sigue siendo la prohibición del aborto (como consecuencia de la protección del derecho a la vida), y los supuestos despenalizados son situaciones que se toleran por distintas razones (en resumen, porque el respeto a la vida en esos casos daría lugar, según la Corte, a 28 exigencias desproporcionadas) . Con la despenalización sencillamente se decide que a la mujer que aborta en esos supuestos, y al médico que lleva a cabo la intervención, no se les aplican las sanciones penales previstas para quien atente contra la vida del 29 nasciturus . Dicho de otro modo, si -en los supuestos previstos- la mujer quiere abortar y encuentra un médico dispuesto a hacerlo voluntariamente, realizan una conducta no punible (no son delincuentes). Pero la tolerancia de una conducta en principio opuesta a los valores fundamentales del ordenamiento (como es el derecho a la vida) no significa que se convierta en un derecho (y menos todavía, de rango fundamental). Implicaría afirmar que una misma conducta es al mismo tiempo reprobable (pero tolerada) y buena (puesto que constituye un derecho). Si la norma general continúa siendo el derecho a la vida, y el aborto es una excepción que se tolera, convertirlo en un derecho va mucho más allá de la declaración de 30 despenalización . Para justificarlo la jurisprudencia ha invocado los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Se trata de dos líneas de argumentación no fácilmente conciliables. La primera es la de las circunstancias extremas, que justificarían una excepción a la ley general. La segunda es la de los derechos sexuales y reproductivos, 28 Usamos el concepto de tolerancia en el sentido de aceptación o permisión de una conducta que en principio se reprueba, para evitar males mayores. Sobre los distintos sentidos del término vid. A. FERNÁNDEZ, Diccionario de Teología Moral, Monte Carmelo, Burgos, 2005, pp. 1338-1346. 29 Sobre el tema cfr. J. M. GONZÁLEZ DEL VALLE, Derecho Eclesiástico Español, 6, ThomsonCivitas, Cizur Menor (Navarra), 2005, pp. 302-304. 30 Como explica Toller, existen muchos comportamientos que son o fueron delitos, para los cuales, a los sumo, podrían existir causales de no punición, manteniendo su antijuridicidad (F. TOLLER, “El derecho a la objeción de conciencia de las instituciones”, Vida y Etica, vol. 8, 2, 2007, p. 165). 19 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel que convertirían al aborto en un derecho fundamental y, por tanto, en prestación debida por el sistema de salud con la consiguiente obligación de practicarlo cuando se solicite. Lo que no es coherente es manejar simultáneamente ambos discursos: el derecho a la vida como norma general y el aborto como excepción, por un lado; y el derecho fundamental a abortar, por otro. La consecuencia lógica de la segunda postura es el aborto libre: si existe un derecho al aborto derivado de la dignidad humana, de la libertad para el desarrollo de la propia personalidad, etc., no se entiende que pueda ejercitarse 31 solamente en tres supuestos . En todo este proceso queda la impresión, en suma, de que la demanda de despenalización ha sido sencillamente la aguja que ha permitido el paso del hilo de lo que realmente interesa: abrir la puerta en Colombia a la libre interrupción del embarazo. Pero entonces estamos en un terreno distinto. Si las diversas sentencias pro-aborto (a partir de la C 355 de 2006) sencillamente se sirvieron del punto de partida (la despenalización) para imponer una determinada visión de los derechos de las mujeres, 32 ya no estamos en el terreno del derecho sino en el de la ideología . En cualquier caso, la distinción entre el aborto como conducta no punible en algunas situaciones, y el aborto como derecho (fundamental, o de otro tipo), de por sí clara a nivel conceptual, no oculta que, en la práctica, la frontera entre ambos tiende a diluirse. Para el común sentir de las personas existe en efecto poca diferencia entre algo que “puedo hacer” en determinadas circunstancias, porque no es delito, y algo que “tengo 31 Una crítica extensa y reciente de la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana se encuentra en R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., pp. 136-138. Para los autores, “es difícil sustraerse a la impresión de que la Corte ha decidido erigirse en legislador en esta materia, excediéndose en las funciones judiciales que legítimamente le corresponden. Y resulta igualmente visible que la Corte, al analizar los intereses jurídicos que se enfrentan en un supuesto de objeción al aborto, se ha decantado inequívocamente por limitar la libertad de conciencia con el fin de evitar que pueda representar condicionante alguno para lo que -creemos que erróneamente- se califica como un derecho fundamental de la mujer gestante a exigir ayuda de profesionales de la medicina para poner fin a su embarazo. Cuando se produce un conflicto de intereses jurídicos (…) es sin duda necesario buscar soluciones que permitan encontrar el equilibrio más justo entre ambos. El problema, en Colombia, es que el análisis de ese conflicto nace viciado por la categorización del aborto como derecho fundamental de la mujer, en igualdad -e incluso superioridad- de situación con la libertad de conciencia de los profesionales llamados a practicarlo” (cit., p. 138). 32 Al respecto ha escrito A. M. Vega: “La revolución antropológica, principal raíz común de las respuestas bioéticas y biojurídicas actuales, se nutre de unos mismos ingredientes ideológicos: el liberalismo y el feminismo radical. Los dos han resultado ser estrechos aliados y verdaderos artífices de una concepción radical de los derechos individuales ejercidos por un sujeto ―esencialmente solitario- con la íntima convicción de que la sociedad política no es más que un medio destinado a proteger sus derechos. Según esta perspectiva protoliberal, como la denominan algunos, las intervenciones estatales en la libertad de los ciudadanos imponiéndoles restricciones en sus elecciones privadas basadas en determinados derechos a la vida del nascituro, desnaturalizarían el significado esencial de esos derechos” (A. M. VEGA GUTIÉRREZ, “Biotecnología y deconstrucción del género: algunas claves para interpretar las políticas que afectan a la familia”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 20, 2009, p. 12). 20 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto derecho a hacer”. Lo que lleva a plantearse el tema de fondo, que no es otro que la 33 legalización del aborto, en general o en relación con situaciones determinadas . 3. Aborto y servicio militar En el clásico dilema entre lo que se considera de interés general y las convicciones personales, típico de la objeción de conciencia, durante años la Corte Constitucional se 34 inclinó decididamente a favor del primero . En esta primera etapa la Corte asumió además la función de definir lo que era susceptible de ser materia “reclamable” en 35 conciencia . Finalmente, la posibilidad de objetar debía ser establecida expresamente por medio de ley (lo que nunca ocurrió), en la que fueran fijadas las condiciones para 36 proponer la objeción . Un caso paradigmático de esta evolución, no siempre homogénea y coherente, ha sido el de la objeción de conciencia al servicio militar. Después de una larga serie de 33 Como no es el objeto inmediato de estas páginas, nos limitamos a subrayar que la defensa de la vida humana desde la concepción excluye el aborto directo en cualquiera de sus supuestos. Con este punto de partida es posible explorar otras alternativas para el tratamiento jurídico del embarazo no deseado, que incluyen por ejemplo políticas que promuevan la sexualidad responsable (con el necesario respeto de la dignidad humana) y faciliten los trámites de adopción. Desde el punto de vista del Derecho penal, nada impide un tratamiento favorable en las situaciones que lo requieran, con la aplicación oportuna de las normas sobre responsabilidad penal, circunstancias de menor punibilidad, mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la libertad (cfr. arts. 32, 55, y 63 del Código Penal, Ley 599 de 2000), etc. Sin embargo, mantener la tipificación del aborto como delito, además de excluir de plano la posibilidad de que sea considerado como derecho, cumple una importante función pedagógica en la vida social: contribuye a fortalecer la conciencia de que el derecho a la vida es inviolable (cfr. art. 11 de la Constitución colombiana) y debe prevalecer, por su carácter basilar, sobre otros derechos (como pueden ser el derecho a la autonomía personal, al libre desarrollo de la personalidad, los derechos sexuales y reproductivos, etc.). 34 Un desarrollo amplio del tema se encuentra en V. PRIETO, Estado laico y libertad religiosa. Antecedentes y desarrollos de la Constitución colombiana de 1991, cit., pp. 303-344. 35 Lo que no dejaba de plantear inquietudes serias en relación con el adecuado respeto de la libertad de conciencia. Como más arriba se anotó, los problemas jurídicos derivados de la objeción de conciencia no pueden plantearse haciendo juicios de valor sobre las convicciones de las personas, con los que se define lo que es verdadero o falso en materias de conciencia. Lo definitivo es establecer la sinceridad de la objeción, no la verdad o el error. Debe probarse, en suma, que se está delante de un “grave conflicto interior” entre el sometimiento a la norma jurídica y la obediencia “a la norma ética que invoca su propia conciencia individual y que se le presenta con carácter de ley suprema” (J. MARTÍNEZ-TORRÓN, “Las objeciones de conciencia de los católicos”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 9, 2005, p. 3.). Sobre el tema, del mismo autor, J. MARTÍNEZ-TORRÓN, “Objeción de conciencia y función pública”, Estudios de Derecho Judicial, 89, 2006, pp. 105-106. La sentencia T 388 de 2009 así lo reconoció, al afirmar que “no se trata, por tanto, de verificar si las convicciones que esgrime quien ejerce la objeción de conciencia son justas o injustas, acertadas o erróneas. En principio, la sola existencia de estos motivos podría justificar la objeción por motivos de conciencia” (n. 5.1). Da la impresión de que la Corte, en algunos supuestos (personal médico auxiliar, autoridades públicas) se ha vuelto a alejar de estos principios, en contra de los derechos de los objetores. 36 Cursan actualmente en el Parlamento colombiano diversos proyectos de Ley Estatutaria sobre libertad de conciencia. 21 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel 37 sentencias en las que se negaba esta posibilidad , la sentencia C 728 de 2009 (M. P. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo) hizo explícito el cambio de línea jurisprudencial y admitió la objeción de conciencia al servicio militar. Se afirma además que la objeción de conciencia es de aplicación inmediata, con apoyo en la misma Constitución, y no 38 requiere por tanto la interpositio legislatoris . Se justifica la objeción con argumentos que buscan armonizar los intereses en conflicto: “Para la Corte no es razonable obligar a una persona a prestar el servicio militar, cuando los fines imperiosos que se buscan por tal medio, como retribuir a la patria los beneficios recibidos, contribuir a la protección de la Nación y el Estado, así como propiciar la cohesión social, son fines constitucionales que pueden conseguirse por otros medios. No es necesario que sea mediante la prestación del servicio militar, que, en el caso de los objetores de conciencia, plantea un conflicto muy profundo entre el deber constitucional y las convicciones o las creencias que profesan” (n. 5.2.5). Recientemente, la sentencia T 018 de 2012 (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva) confirmó y repitió los principios de la C 728 de 2009. En su parte resolutiva dispuso lo siguiente: “Tercero. Ordenar al Ministerio de Defensa, que en un término no superior a cuatro (4) meses, adelante una campaña de divulgación de la sentencia C 728 de 2009 dirigida a todos los integrantes de la fuerza pública, en particular a quienes tienen responsabilidades relacionadas con el reclutamiento para la prestación del servicio militar obligatorio, haciendo énfasis en: i) la existencia del derecho a la objeción de conciencia frente a la prestación del servicio militar obligatorio; ii) el respeto por las libertades de conciencia, cultos y religión; iii) el reconocimiento constitucional de los derechos del objetor de conciencia frente al servicio militar obligatorio aunque no exista una legislación que reglamente la objeción de conciencia en estos casos; y iv) el derecho que le asiste a 37 Sobre los antecedentes del tema en la Asamblea Nacional Constituyente, y el desarrollo jurisprudencial desde 1991 hasta 2009, vid. V. PRIETO, Estado laico y libertad religiosa. Antecedentes y desarrollos de la Constitución colombiana de 1991, cit., pp. 51-69; 310-315. 38 “La falta de previsión legislativa sobre el particular, no puede tenerse como un obstáculo para la efectividad del derecho, el cual podría ejercerse con base directamente en la Constitución. En este sentido la Corte se aparta de la interpretación conforme con la cual, en el pasado, había llegado a la conclusión de que la Asamblea Nacional Constituyente, al rechazar la propuesta de incluir de manera expresa en el texto de la Constitución la garantía de la objeción de conciencia al servicio militar, había excluido del orden constitucional la posibilidad de dicha objeción. Esa conclusión parte del criterio según el cual el ejercicio de la objeción de conciencia requiere que, en cada caso, la misma se consagre de manera expresa por la Constitución o por la ley. Sin embargo, observa la Sala que no ha sido esa la lectura que a la garantía del derecho a no ser obligado a actuar contra su conciencia le ha dado la jurisprudencia, ni el alcance que en relación con la misma se precisa en esta sentencia. En efecto, una cosa es que las condiciones para el ejercicio del derecho deban ser definidas por el legislador, y otra que cuando se den los supuestos que, a la luz de la Constitución, le dan piso, el mismo puede ejercerse por sus titulares, aún sin que el legislador haya fijado las condiciones para ese ejercicio” (n. 5.2.5). 22 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto los objetores de conciencia para que su petición sea tramitada de forma imparcial y neutral, de acuerdo con las reglas del debido proceso”. Llama poderosamente la atención la diferencia de tratamiento entre la objeción de conciencia al servicio militar y al aborto. Mientras que en el primer caso se ha pasado abruptamente de una jurisprudencia restrictiva a una generosa apertura (incluidas las campañas de divulgación), en el terreno del aborto parecen importar más las restricciones que el mismo derecho a la objeción. Aunque es cierto que existen 39 peculiaridades específicas en ambos supuestos , el fundamento es el mismo y las consecuencias deberían por tanto ser similares. Por este motivo resulta difícil no pensar 40 en otro tipo de motivaciones, no estrictamente jurídicas . La protección del objetor en el caso del aborto debería ser incluso más intensa. Si se parte de la base de que en toda objeción de conciencia se da un profundo conflicto interior derivado de la obligación de cumplir una ley, o un mandato jurisprudencial equiparable que contraría la propia conciencia, en línea de principio parece más profundo este conflicto cuando la obligación pretende forzar a una persona a eliminar 41 una vida humana, que cuando el deber se refiere al cumplimiento del servicio militar . Con todo, es muy destacable el esfuerzo por encontrar un equilibrio entre los intereses en conflicto. Los fines que pretende el servicio militar (retribuir a la patria los beneficios recibidos, contribuir a la protección de la Nación y del Estado, propiciar la cohesión social) pueden conseguirse por otros medios, no necesariamente a través de este servicio. De modo análogo, es posible concluir que los intereses que se pretenden conseguir con el aborto pueden lograrse a través de otros medios (en centros y con 39 Se ha hecho notar que la especificidad de la objeción al aborto consiste en que el punto de partida es una lex tolerans, la ley que tolera el aborto en circunstancias especiales, en contra de la norma general de respeto de la vida del nasciturus. Al no existir ninguna ley que obligue a abortar como sí existen disposiciones legales que obligan a prestar el servicio militar- no se da propiamente la sustracción a un deber general, que es lo que ocurre con el servicio militar (cfr. J. M. GONZÁLEZ DEL VALLE, Derecho Eclesiástico Español, cit., p. 304). 40 “No pocas veces, el estudio de las cuestiones que plantea la libertad de conciencia se aborda desde una perspectiva más emocional que jurídica, con un excesivo énfasis en la afinidad -o falta de afinidad- que pueda tenerse con la posición de los objetores. Incluso lo que debería ser un análisis estrictamente jurídico llega a transformarse en un campo de batalla ideológico-político. Así, a veces se da la paradoja de que quienes defienden enconadamente, por ejemplo, la objeción al servicio militar o la objeción fiscal a los gastos de defensa, atacan con análoga ferocidad a quienes plantean objeción a la práctica de abortos, a la eutanasia o a determinadas actividades de experimentación biogenética (J. MARTÍNEZ-TORRÓN, “Objeción de conciencia y función pública”, cit., pp. 113-114). 41 No es comparable la acción de quien considera que consciente y directamente está eliminando una vida humana, a la de quien se ve ante la posibilidad de matar solamente de modo eventual (en situaciones de combate). Esto sin tener en cuenta que con frecuencia la objeción al servicio militar no se limita solamente al rechazo a matar en combate, sino que se extiende al simple porte de armas o al uso del uniforme. Por supuesto que, también en línea de principio, es posible que se presenten en los objetores de conciencia al servicio militar conflictos interiores de suma gravedad, que son precisamente los que justifican su derecho a objetar. 23 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel médicos dispuestos a practicarlo), sin necesidad de gravar la conciencia de los objetores y los derechos de las instituciones. 4. Objeción de conciencia y resistencia civil En el contexto colombiano podría incluso llegar a afirmarse que la objeción de conciencia al aborto escapa a las categorías habitualmente reconocidas para esta figura. En efecto, la posibilidad de objetar en conciencia ha estado tradicionalmente vinculada al respeto de los derechos de las minorías, que no pueden ser “aplastadas” por las mayorías y cuyo derecho a disentir de la normativa general (que es normalmente expresión del querer mayoritario), se respeta. Pero no está ni mucho menos claro que en Colombia los opositores al aborto sean 42 minoría . El tema de la objeción de conciencia se plantea por tanto en otros términos. No es el dilema entre una ley y las convicciones de una minoría para la cual su cumplimiento genera graves conflictos de conciencia. Además, en el caso colombiano las disposiciones pro-aborto no han sido el resultado de una ley en sentido propio, sino el fruto exclusivo de decisiones jurisprudenciales. No ha intervenido, ni ha sido tenido en cuenta, el juego habitual de mayorías y minorías, típico de las discusiones parlamentarias, en el que se refleja mejor, por su misma naturaleza, el sentir mayoritario o minoritario de la población. En síntesis, no se cumple uno de los presupuestos clásicos en la figura de la objeción de conciencia: la oposición por parte de unos pocos a lo que la mayoría, a través de las leyes, considera bueno y justo. Si lo anterior es verdad, la extendida resistencia en Colombia al aborto por parte de médicos, personal auxiliar e instituciones de salud, más que objeción de conciencia se asemeja a fenómenos de resistencia civil, ante imposiciones consideradas, por una proporción notable de la población, como injustas y arbitrarias. Se entiende por desobediencia civil la colectiva y pacífica resistencia al cumplimiento de determinadas leyes, con el fin de provocar un cambio en la legislación. La objeción de conciencia, en cambio, se refiere a un conflicto de la persona individual. No es infrecuente, sin embargo, que ambos fenómenos entren en contacto. Aunque el objetor 42 En el año 2011 la iniciativa ciudadana en contra del aborto recolectó alrededor de 5 millones de firmas. Cfr. http://notifam.net/index.php/archives/5847/ (visitado el 4 agosto 2012). Teniendo en cuenta estos datos, no es difícil preguntarse “qué hace que ciertos grupos de la sociedad civil se sientan legitimados para llevar adelante programas de ingeniería social que van en contra del ethos de la misma sociedad civil a la que pretenden representar. Es una pregunta que vincula con concepciones más hermenéuticas o iluministas de la racionalidad. En estas situaciones hay muchos grupos que representan formas de despotismo ilustrado, es decir, creen estar obrando en favor del pueblo y de la ciudadanía, pero sin ellos, porque sabrían mejor cuál es el bien de esa ciudadanía que no estaría a la altura de reconocer lo que realmente necesita” (A. VIGO, “Una mirada desde la filosofía”, Nuestro Tiempo, 675, 2012, p. 26). 24 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto se proponga en primer lugar evitar la transgresión de un deber moral, en ocasiones su resistencia se dirige también a obtener la modificación de la ley que le ocasiona ese conflicto. Así, quien considera que no es moralmente lícito cumplir el servicio militar, no siempre se contenta con ser exonerado personalmente y puede convertir su resistencia personal en actitud política contraria al servicio militar obligatorio e incluso a la existencia 43 misma de las fuerzas armadas . No puede extrañar, en consecuencia, que el rechazo personal al aborto termine manifestándose en formas colectivas y pacíficas de resistencia, que buscan modificar las disposiciones legales. Ante este hecho, algunos reaccionan invocando, en sintonía con el más radical positivismo jurídico (el derecho lo determina quien detenta el poder), la obligatoriedad de la ley para todos. Pero entonces cabe preguntarse cómo es posible defender la existencia de derechos “humanos”, si derecho es sólo lo que dice el que manda, y no existe la posibilidad de oponerse, personal y colectivamente, a 44 determinaciones que se consideran injustas . 5. Laicismo vs. laicidad Las consideraciones anteriores nos llevan a un terreno más amplio, pero ineludible si se pretende llegar a tener un panorama algo más completo de la situación. Es bastante claro que las disposiciones jurídicas (Constitución, leyes, sentencias, etc.) no nacen en el vacío. Responden a determinados conceptos e ideales generalmente compartidos que, en un segundo momento, se plasman en normas de imperativo cumplimiento. Entre estos conceptos, o actitudes de fondo, se encuentran las que se refieren al papel de lo religioso en la vida pública de las naciones. Las posturas laicistas 45 pretenden relegar este papel a lo estrictamente privado. Las distintas formas de laicidad abierta, que también se ha llamado “positiva”, buscan en cambio reconocer que la religión en general, y las iglesias y confesiones religiosas en particular, existen con una 43 Cfr. J. T. MARTÍN DE AGAR, “L’obiezione http://bib26.pusc.it/can/p_martinagar/Docs/obiezione.htm, cit. di coscienza”, en 44 Cfr. A. OLLERO TASSARA, “Objeción de conciencia y desobediencia civil”, fecha de consulta 4 agosto 2012, en http://www.unav.es/civil/nsd/nosindebate/ollero.pdf. A veces queda la impresión de que a algunos les complace invocar el conocido adagio latino dura lex sed lex exclusivamente cuando la ley favorece sus personales puntos de vista. En caso contrario no tienen inconveniente en oponerse a las leyes que no coinciden con sus convicciones. Es más, lo consideran incluso un deber en conciencia cuando entienden que está de por medio la justicia, o los derechos humanos. 45 Sobre los conceptos de laicidad y laicismo, su origen y su aplicación en la situación colombiana, puede verse V. PRIETO, “La laicidad positiva del Estado colombiano”, Pensamiento y Cultura, vol. 12-1, 2009, pp. 39-65. En los últimos años, por influencia de la cultura anglosajona, ha hecho carrera el término “neutralidad”. Sobre el tema vid. R. PALOMINO, “Neutralidad y factor religioso: mito, principio y significado”, en Aquitas sive Deus. Studi in onore di Rinaldo Bertolino, vol. II, Giappichelli, Torino, 2011, pp. 948-971. 25 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel 46 dimensión social y pública , y constituyen un factor positivo en la vida social que debe ser defendido y promovido, de modo similar a como se defienden y promueven otros factores culturales que contribuyen al bien común (arte, deporte, cultura, etc.). Se afirma que el Estado debe ser laico, es decir no comprometido con ninguna confesión religiosa, ni obligado a inspirar sus leyes en los preceptos religiosos de una determinada confesión. Estas afirmaciones, sin embargo, desde una postura laicista son leídas en una clave muy concreta, de profunda desconfianza cuando no de enemistad 47 hacia la presencia de lo religioso en la vida social y pública . Las convicciones religiosas serían creencias subjetivas, explicables, respetables y comprensibles, siempre que se 48 mantengan en el ámbito de la vida privada . La pretensión de que la religión pertenece exclusivamente al ámbito privado choca directamente con la realidad. De hecho, las convicciones religiosas forman integralmente a la persona, tanto en su vida personal como en su actividad social. Es más, la religión 46 Como ha escrito Catalá Rubio, “Detrás de una religión se encuentra una cultura, una filosofía y un modelo de sociedad que lo impregna todo, desde el arte a la gastronomía pasando por la política, la economía o el comercio. Podremos laicizar la sociedad, el Estado, las instituciones y la política, pero lo que no podemos es olvidarnos de que las religiones existen, de que los sentimientos religiosos mueven al hombre, le condicionan y hasta nosotros mismos y las civilizaciones que hemos edificado tienen mucho de herencia religiosa, de sustrato confesional” (S. CATALÁ RUBIO, “El pluralismo religioso en el seno de la Unión Europea”, Encuentros multidisciplinares, 18, 2004, p. 38. Tomamos la cita de M. J. GUTIÉRREZ DEL MORAL, “¿Interculturalidad, multiculturalidad, o simplemente pluralismo religioso?”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 27, 2011, p. 7). 47 Un ejemplo reciente tuvo lugar en la Universidad Complutense de Madrid. Un grupo de estudiantes profanó una capilla católica dentro del recinto de la Universidad. Enseguida se encendió la polémica, que incluyó la afirmación de que en un Estado laico no tenía sentido que hubiera capillas confesionales en una universidad pública. Uno de los profesores de la Universidad escribió al respecto: “Esas actitudes confunden la laicidad o neutralidad del Estado con la ausencia de visibilidad de lo religioso en la vida pública. La laicidad del Estado no queda comprometida por la presencia de lugares de culto (católicos o no) en instituciones públicas, los cuales, que se sepa, no son de visita obligatoria. Una capilla no es un privilegio para la Iglesia Católica, al igual que una guardería infantil en la universidad no privilegia a las madres sobre aquellas mujeres que no lo son. Es un modo de facilitar el ejercicio de la libertad religiosa de los universitarios católicos (…). De hecho, las capillas católicas son bastante visitadas en la Complutense, lo cual demuestra que cumplen una función. Que haya capillas en una universidad pública, cuando hay miembros de la comunidad universitaria que las desean, es tan normal como dedicar espacios a proyecciones de cine artístico, grupos de teatro, práctica de deportes o clubes de debates. Eso no significa que el Estado se identifique con el catolicismo o que niegue la legitimidad del ateísmo. Por lo mismo que la venta de solomillo ibérico en una cafetería universitaria no implica que el Estado se declare carnívoro o se pronuncie contra el vegetarianismo. Simplemente hace posible que quienes quieren comer carne puedan hacerlo libremente sin necesidad de salir fuera de la universidad. Aunque sea viernes de Cuaresma” (J. MARTÍNEZ-TORRÓN, “¿Fanatismo de baja intensidad?”, en Intereconomía (http://www.intereconomia.com), 25 de marzo 2011). 48 De este modo “la libertad religiosa desaparece en la práctica como derecho fundamental, para verse reducida a actividad privadamente tolerada. Se ha superado la vieja idea de que la religión sea el opio del pueblo, lo que obligaba a perseguirla, y se pasa, en heroico progreso, a tolerarla como tabaco del pueblo: fume usted poco, sin molestar y, desde luego, fuera de los centros de trabajo…” (A. OLLERO TASSARA, “Objeción de conciencia y desobediencia civil”, en II Simposio Nacional sobre Objeción de Conciencia (José Antonio Díez Fernández, coord.), 2007, p. 105, fecha de consulta 4 agosto 2012, en http://www.andoc.es/admin/actas/actas.pdf). 26 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto es probablemente el fundamento de las actitudes y orientaciones más decisivas de la convivencia humana 49 y no por casualidad se ha definido como fundamento ideológico del laicismo “la lucha contra la presencia de los valores religiosos trascendentes en la 50 sociedad civil” . No puede ignorarse que las iglesias ejercen un cometido de carácter público en la vida de los pueblos que no permite relegar su relevancia jurídica al plano de la conciencia individual. Público, en efecto, no es lo mismo que estatal, y son distintos los fines e intereses estatales y los fines e intereses públicos. En el caso de los partidos políticos y los sindicatos, por ejemplo, sus objetivos e intereses no son los del Estado; pero tampoco son fines e intereses privados. Algo análogo ocurre con las confesiones religiosas. La separación entre Iglesia y Estado, entre asuntos políticos y religiosos -la laicidad- no significa por tanto separación entre religión y sociedad. El Estado, por muy aconfesional que sea, no puede partir del supuesto de que los ciudadanos carecen de 51 religión, o de que la sociedad en cuanto tal es arreligiosa . Tener en cuenta la dimensión social y pública de lo religioso es por tanto, en primer lugar, una cuestión de realismo. Pero es también una cuestión de derechos humanos: el respeto eficaz del derecho de libertad religiosa en su dimensión colectiva. Para una mentalidad laicista es más difícil comprender que las religiones (y más específicamente la Iglesia Católica) no renuncien a proclamar lo que consideran como derechos inalienables de la persona -en particular el derecho a la vida, desde la concepción hasta su fin natural-, también a través de instituciones e iniciativas de diverso orden. Un modo frecuente de descalificar de entrada el mensaje es calificarlo como creencia religiosa que no puede imponerse a los demás. Este argumento sencillamente no se sostiene. En primer lugar, porque el discurso pro-vida no utiliza -aunque las hay- razones específicamente religiosas, o de fe, sino algo muy distinto: se apoya en la defensa de la 49 Cfr. P. DONATI, “Una società civile “possibile”: quale progetto?”, en P. Donati- I. Colozzi (ed.) Religione, società civile e stato: quale progetto?, EDB, Bologna, 2002, p. 119. 50 O. GIACCHI, “Premesse canonistiche”, en O. Fumagalli Carulli (ed.) Società civile e società religiosa di fronte al Concordato, Vita e Pensiero, Milano, 1983, p. 85. 51 Cfr. J. M. GONZÁLEZ DEL VALLE, Derecho Eclesiástico, cit., pp. 155-156. Añade el mismo autor: “que la ideología liberal no lo haya reconocido así ha acarreado históricamente la anomalía de que los intereses religiosos hayan tenido que ser defendidos por partidos políticos, tiñéndose así la actividad política en la Europa del siglo XIX y aún del XX de contenidos ya confesionales ya clericales, siendo así que lo que la confesionalidad del Estado postula es precisamente que las tareas políticas estén exentas de una toma de posición en materia religiosa”. No es superfluo recordar que en Colombia también se ha dado la situación descrita. Muy distinta es la tradición norteamericana en la que, como anota Palomino, “por fuerza de su peculiar fisonomía constitucional, establece la separación entre las Iglesias y el Estado, pero en modo alguno la separación entre la religión y la vida pública… Todo apunta, en definitiva, a que la secularización es un fenómeno específico europeo, la Eurosecularidad” (R. PALOMINO, “El laicismo como religión oficial”, en http://bibliotecanonica.net/docsae/btcaeg.pdf, 2010, p. 7. Visitado el 4 de agosto 2012). 27 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel 52 dignidad humana y de los valores que ésta lleva consigo . Se trata por tanto de argumentos racionales, confrontables con los de quien opine lo contrario. Más aún, si se parte del hecho de que la ciencia demuestra que en el embrión, desde el momento de la concepción, existe una vida humana distinta de la de la madre, parece evidente que el rechazo moral al aborto corresponde a una verdad racional, científicamente demostrable, 53 por lo que no es necesario invocar normas religiosas . En segundo lugar, la pretensión de descalificar desde el comienzo los argumentos que no se comparten puede esconder la actitud poco democrática de quien pretende imponer a toda costa su punto de vista. Los católicos, como todos los demás ciudadanos, tienen el derecho de expresar sus propias opiniones y de impulsar, a través de cauces democráticos, la configuración de las leyes. Lo hacen en cuanto ciudadanos, en la defensa de ideales éticos que pueden ser compartidos -y de hecho lo son- por creyentes de otras confesiones o por no creyentes. No actúan por tanto en nombre de creencias religiosas con el afán de imponerlas a los demás, y menos aún se busca la adopción por parte del Estado de doctrinas religiosas, con la consiguiente ruptura del 54 principio de laicidad . 52 Un intelectual del prestigio de Norberto Bobbio, nada sospechoso de clericalismo o de posturas religiosas radicales, se refería en 1981 en entrevista publicada por el Corriere della Sera “al derecho fundamental del concebido, el derecho a nacer, sobre el cual, en mi opinión, no se puede transigir. Es el mismo derecho en nombre del cual soy contrario a la pena de muerte. Se puede hablar de despenalización del aborto, pero no se puede ser moralmente indiferente de cara al aborto”. Concluía: “quisiera preguntar qué sorpresa puede darse sobre el hecho de que un laico considere como válido en sentido absoluto, como un imperativo categórico, el “no matar”. Y me asombro de que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe matar” (textos tomados de http://www.corriere.it/editoriali/08_febbraio_19/magris_715d3ad8-deb111dc-9d37-0003ba99c667.shtml. Visitado el 25 de julio 2012. La traducción es nuestra. Conviene aclarar que en Italia el término “laico”, cuando se usa en contextos no técnicos, indica la actitud de distanciamiento respecto de ambientes eclesiásticos). 53 Cfr. J. T. MARTÍN DE AGAR, “L’obiezione di coscienza”, cit. En relación con las enseñanzas de la Iglesia Católica ha afirmado Benedicto XVI: “No se trata de injerencia indebida de la Iglesia en la actividad legislativa, propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad. Estos valores, antes de ser cristianos, son humanos; por eso ante ellos no puede quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y sobre su destino” (BENEDICTO XVI, “Discurso al 56 Congreso Nacional de la Unión de Juristas Católicos Italianos (9 de diciembre 2006)”, en www.zenit.org. (visitado 4 de agosto 2012). En el ámbito médico es frecuente hablar de “objeciones de ciencia”. Se trata del deber de todo profesional competente de dar las “razones de ciencia” que tiene para oponerse a cumplir una norma, sea cual fuere su ideología y su religión. En esta línea, se justifica la oposición del personal sanitario al aborto afirmando que participar en la destrucción de la vida de un feto humano no es un acto médico. Cfr. al respecto N. LÓPEZ MORATALLA, “Objeción de ciencia en la práctica médica”, Aceprensa, 23 julio 2008 (www. aceprensa.com), visitado 15 octubre 2012. 54 Cuando, por ejemplo, la legislación penal de un país tipifica como delito el aborto, no lo hace porque se trate de un precepto religioso, sino porque es deber del Estado la protección de la vida humana. Lo mismo puede decirse del homicidio, o del robo: se trata igualmente de conductas prohibidas por las religiones, pero no es ése el motivo por el que se configuran como delitos. La laicidad del Estado no significa, por tanto, que para evitar que tengan cabida en la legislación doctrinas religiosas, el Estado no puede prohibir el robo, el homicidio o la violación, por la simple 28 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto Cuando la presencia de lo religioso en la vida social es visto -desde el punto de vista del Estado- no con desconfianza sino con la misma naturalidad que otros fenómenos ideológicos o culturales, es relativamente sencillo comprender que lo religioso, y las iniciativas inspiradas en motivos éticos y religiosos, constituyen no una amenaza, sino una riqueza. Así lo demuestra la realidad colombiana, que puede dar cuenta de las innumerables iniciativas (benéficas, asistenciales, educativas…) promovidas para bien de innumerables personas, muchas veces supliendo lo que debería hacer el Estado, o al menos ahorrándole una buena porción de presupuesto. IV. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS Existe una abundantísima jurisprudencia de la Corte Constitucional que reconoce a las personas jurídicas como titulares de derechos fundamentales. Se trata de un ejercicio continuo de aplicación de la analogía con la persona física, extendiendo y reconociendo por esta vía a las personas jurídicas los derechos fundamentales de las personas naturales. Este reconocimiento se mueve en dos líneas: derechos de las personas jurídicas en cuanto tales; y derechos de las mismas en cuanto que constituyen un reflejo o proyección de los derechos fundamentales de las personas naturales que las conforman. Ambas situaciones son pertinentes en el tema que nos ocupa. 1. Jurisprudencia de la Corte Constitucional Después de la entrada en vigor de la Constitución de 1991, la primera sentencia que trata de los derechos fundamentales de las personas jurídicas es la T 411 de 1992 (M. P. Alejandro Martínez Caballero). Se comienza subrayando las expresiones “toda persona” y cualquier persona”, contenidas en las normas que regulan en Colombia la acción de 55 tutela . Después de recordar que en el derecho colombiano existen dos tipos de 56 personas, las naturales y las jurídicas , y la conocida definición de persona jurídica del razón de que la práctica totalidad de las doctrinas religiosas los condenan (cfr. J. M. GONZÁLEZ DEL VALLE, Derecho Eclesiástico Español, cit., p. 126). Recientemente se ha ocupado del tema I. GARZÓN VALLEJO, “Deliberación democrática y razones religiosas: objeciones y desafíos”, Coherencia, vol. 9, 16, 2012, pp. 81-117. Vid. especialmente en p. 89 lo que el autor agudamente denomina la “sospecha sobre la denominación de origen”, que pretende descalificar de entrada a los católicos que se oponen al aborto con el argumento de que lo hacen por motivos religiosos que no pueden imponerse a los demás. 55 Art. 86 dela Constitución Política: "Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales"; art. 10 del Decreto 2591 de 1991: "La acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante...". 56 Cfr. art. 73 del Código Civil. 29 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel 57 Código Civil , la Corte concluye que “sobre la titularidad de las personas jurídicas respecto de la acción de tutela, esta Sala considera que ellas son ciertamente titulares de la acción” (n. 2). Sin embargo, “para los efectos relacionados con la titularidad de la acción de tutela se debe entender que existen derechos fundamentales que se predican exclusivamente de la persona humana, como el derecho a la vida y la exclusión de la pena de muerte (artículo 11); prohibición de desaparición forzada, torturas, tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (artículo 12); el derecho a la intimidad familiar (artículo 15); entre otros” (n. 2). El núcleo del análisis de la Corte se contiene en el texto siguiente: “Pero otros derechos ya no son exclusivos de los individuos aisladamente considerados, sino también en cuanto se encuentran insertos en grupos y organizaciones, cuya finalidad sea específicamente la de defender determinados ámbitos de libertad o realizar los intereses comunes. En consecuencia, en principio, es necesario tutelar los derechos constitucionales fundamentales de las personas jurídicas, no per se, sino que en tanto que vehículo para garantizar los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales, en el caso concreto, a criterio razonable del Juez de Tutela. Otros derechos constitucionales fundamentales, sin embargo, las personas jurídicas los poseen directamente: es el caso de la inviolabilidad de la correspondencia y demás formas de comunicación privada (artículo 15 de la Constitución), la libertad de asociación sindical (artículo 38); el debido proceso (artículo 29), entre otros” (n. 2). En resumen, “las personas jurídicas poseen derechos constitucionales fundamentales por dos vías: a) indirectamente: cuando la esencialidad de la protección gira alrededor de la tutela de los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales asociadas; b) directamente: cuando las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales no porque actúan en sustitución de sus miembros, sino que lo son por sí mismas, siempre, claro está, que esos derechos por su naturaleza sean ejercitables por 58 ellas mismas” (n. 2) . 57 Art. 633 del Código Civil: "Se llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada judicial y extra judicialmente". 58 La sentencia hace además algunas referencias de derecho comparado: “Esta tesis ha sido adoptada por el derecho comparado, así: el artículo 16, 2.1.b. de la Constitución española reconoce expresamente la acción de amparo para personas naturales y jurídicas; y la Ley Fundamental alemana, en su artículo 19.III., dispone lo mismo” (n. 2). En las sentencias posteriores se mantuvieron inalterados los mismos principios. Es el caso de la sentencias T 430 de 1992 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo); T 412 de 1992 (M. P. Alejandro Martínez Caballero), relativa al derecho al buen nombre de las personas jurídicas (cfr. arts. 15 y 21 de la Constitución Política); T 441 de 1992 (M. P. Alejandro Martínez Caballero); T 496 de 1992 (M. P. Simón Rodríguez Rodríguez); T 476 de 1992 (M. P. Alejandro Martínez Caballero); T 551 de 1992 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo); T 578 de 1992 (M. P. Alejandro Martínez Caballero); SU 067 de 1993 (M. P. Fabio Morón Díaz y Ciro Angarita Pabón); T 230 de 1993 (M. P. Carlos Gaviria 30 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto La sentencia T 463 de 1992 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz) precisó algunos aspectos: “la pura y simple personería jurídica de una organización no basta para reconocer la titularidad de los derechos fundamentales. Lo determinante es si el derecho fundamental debatido sólo puede ser ejercido en forma individual o también de manera corporativa. Este factor objetivo permite distinguir entre aquellos derechos que por su naturaleza sólo pueden ser ejercidos por las personas naturales (vida, integridad física y moral, libertad de conciencia, etc.) y aquellos que también pueden serlo por colectividades como la igualdad, la intimidad, la inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia y de las comunicaciones privadas, el debido proceso, etc.” (n. 3). La sentencia distingue además entre personas jurídicas de derecho privado y de derecho público. Mientras que a las primeras se reconocen los derechos fundamentales “cuya naturaleza así lo permita”, en las públicas esta situación solamente se da de modo excepcional, puesto que “el tratamiento jurídico de las relaciones de derecho público y la resolución de los conflictos que de ellas surgen no son objeto de los derechos fundamentales por ausencia de una relación directa con la persona humana” (n. 4). Con las personas jurídicas extranjeras “se aplica igualmente la regla general que rige sobre la titularidad de derechos fundamentales y la legitimación para interponer la acción de 59 tutela enunciada respecto de las personas jurídicas en general” (n. 4) . Se añade otra distinción importante, entre derechos fundamentales procesales y materiales. Entre los primeros se cuentan el derecho de defensa, el derecho al debido proceso, el derecho de contradicción, el derecho a la doble instancia y el derecho de acceso a la administración de justicia. Pueden ser invocados por todo tipo de personas, naturales o jurídicas, sean ellas privadas, públicas o extranjeras. En cambio “el ejercicio Díaz); T 521 de 1993 (M. P. Hernando Herrera Vergara); T 257 de 1993 (M. P. Alejandro Martínez Caballero); T 395 de 1995 (M. P. Fabio Morón Díaz); T 474 de 1995 (M. P. Fabio Morón Díaz). En la sentencia C 003 de 1993 (M. P. Alejandro Martínez Caballero) se precisa que los derechos políticos “únicamente pueden ser ejercidos por las personas naturales” (n. 2.1.2.1). La sentencia T 462 de 1997 (M. P. Vladimiro Naranjo Mesa) reiteró nuevamente la jurisprudencia anterior y expresamente reconoció el derecho al “habeas data”, como garantía del buen nombre y del derecho a la intimidad (cfr. n. III, 2). 59 Sin embargo, la sentencia T 572 de 1994 (M. P. Alejandro Martínez Caballero): afirmó expresamente “que no sólo las personas jurídicas de derecho privado sino también las personas jurídicas de derecho público pueden interponer acciones de tutela en defensa de sus derechos constitucionales fundamentales. En efecto, estas personas -como la Nación o las entidades territoriales- son titulares de derechos constitucionales fundamentales que se pueden ver afectados por la acción u omisión de otras autoridades, o incluso, en ciertas circunstancias de particulares, por lo cual es procedente que interpongan acciones de tutela” (n. 2). Sobre el tema vid. también la sentencia C 360 de 1996 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz). La sentencia T 141 de 1996 (M. P. Alejandro Martínez Caballero) trató también de los derechos fundamentales de las personas jurídicas extranjeras. 31 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel de los derechos fundamentales sustanciales o materiales depende de la naturaleza del 60 derecho en cuestión” (n. 5) . La sentencia T 396 de 1993 (M. P. Vladimiro Naranjo Mesa) es particularmente importante por su contenido doctrinal. Para la Corte “la persona jurídica es un concepto que se funda en la realidad social de las personas singulares y concretas que la conforman. La comunidad jurídica, como ideal común objetivo, se puede comportar y expresar como sujeto de derechos y de deberes, por cuanto es apto para que se le predique la juridicidad. El interés colectivo se ve facultado para tener movimiento autónomo con consecuencias jurídicas, de similar manera a como se desenvuelven las personas naturales, mas nunca de idéntica manera. La entidad moral, por tanto, puede ser considerada como sujeto de derechos y de deberes” (III, 2, A). Las razones (de necesidad y de conveniencia) que expone la Corte son, en síntesis, las siguientes: la personalidad jurídica tiene fundamento en la realidad, no es un artificio desconectado de ella; la persona jurídica es apta para la titularidad de derechos y deberes por su racionalidad y por su autonomía; es consecuencia de la sociabilidad humana; “permite acometer empresas que por su magnitud demandan la reunión de esfuerzos de muchas personas y de grandes capitales”; “la personalidad jurídica otorga a los grupos cohesión, permitiéndoles actuar por sí mismos, con independencia de las actuaciones de sus miembros”; “asegura la permanencia de las empresas por términos que rebasan la duración normal de las vidas humana”; “hace posible destinar patrimonios independientes al logro de determinadas finalidades, sin que las personas naturales que 60 Otra enumeración de derechos fundamentales de las personas jurídicas se contiene en la sentencia T 382 de 1993 (M. P. Alejandro Martínez Caballero): “el ser de la persona jurídica determina los derechos fundamentales que puede poseer y los que no; así, el ente moral tiene derechos constitucionales fundamentales como es el caso de la inviolabilidad de la correspondencia y demás formas de comunicación privada (artículo 15 de la Constitución), la libertad de asociación sindical (artículo 38 ibídem), el debido proceso (artículo 29 ibídem), el buen nombre que en ciertos casos se traduce en Good Will (artículo 15 ibídem), entre otros. Estos derechos nacen de su condición de sujeto que existe y ocupa un espacio dentro de la sociedad, dado precisamente por la unión de seres humanos” (n. 3). En el caso se niega, por razones obvias, que el derecho a la vivienda sea un derecho fundamental de la persona jurídica. La sentencia T 138 de 1995 (M. P. Antonio Barrera Carbonell), menciona expresamente los derechos de asociación, debido proceso, buen nombre, igualdad, etc. (cfr. III, 2). Vid. también la sentencia T 275 de 1995 (M. P. Antonio Barrera Carbonell). En la sentencia T 201 de 1993 (M. P. Hernando Herrera Vergara) se reitera la jurisprudencia y se concluye que “las personas jurídicas tienen sus propios derechos fundamentales. Ellas son proyección del ser humano; surgen de acuerdo con una serie de acciones que provienen de las personas naturales; tienen un patrimonio, una autonomía propia y un "good will" que gracias a sus realizaciones ha adquirido, los cuales son distintos a los de sus miembros, pues esa persona jurídica por sí misma es poseedora de unos derechos y correlativamente de unas obligaciones. Derechos como la propiedad, el debido proceso, la honra, el buen nombre, etc., requieren igualmente, dada su naturaleza, de la protección del Estado, para lo cual el ordenamiento constitucional ha consagrado mecanismos de amparo ante eventuales amenazas o vulneraciones a tales derechos” (III, consideración segunda). Sobre la distinción entre los derechos a la honra y al buen nombre, exclusivos de las personas naturales, y el derecho al “good will” de las personas jurídicas, vid. también la sentencia T 472 de 1996 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz), n. 5. 32 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto aportan los bienes estén sometidas a todas las contingencias de las respectivas empresas” (III, 2, A). En conclusión, “la persona jurídica no es titular de los derechos inherentes a la persona humana, es cierto, pero sí de derechos fundamentales asimilados, por razonabilidad, a ella. No tiene el derecho a la vida, pero sí al respeto a su existencia jurídica (cfr. art. 14 C.P.). Igualmente, se encuentra que por derivación lógica, por lo menos, es titular de derechos constitucionales fundamentales, los cuales se presentan en ella no de idéntica forma a como se presentan en la persona natural”. Como ejemplos se citan expresamente -con las oportunas matizaciones en relación con los derechos de las personas físicas- los derechos a la libertad, a la propiedad, a la igualdad, al buen nombre, al debido proceso, a la honra, a la libre asociación y a la libre expresión. Aparecen también mencionados explícitamente el derecho de petición, la libertad de enseñanza y el derecho a la apelación (cfr. III, 2, C). En relación con el derecho fundamental a la libertad religiosa se afirma: “La libertad de cultos es el claro ejemplo que la jurisprudencia colombiana ha reconocido a la expresión colectiva y personalizada de una profesión religiosa. V.gr. la personalidad jurídica de la Iglesia Católica y de varias personas jurídicas que tienen un contenido netamente religioso, en virtud de la unidad de fines y de los vínculos estrechos de fraternidad, hacen que se presenten entes colectivos como un todo ante la sociedad en general, y que puedan expresar su profesión religiosa en comunidad personalizada” (III, 61 2, C) . En la sentencia SU 182 de 1998 (M. P. Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo) se resumen los resultados adquiridos: son derechos fundamentales de las personas jurídicas, con la consiguiente posibilidad de acudir a la acción de tutela, “el debido proceso, la igualdad, la inviolabilidad de domicilio y de correspondencia, la libertad de asociación, la inviolabilidad de los documentos y papeles privados, el acceso a la administración de justicia, el derecho a la información, el habeas data y el derecho al buen nombre, entre otros” (IV, 2). La sentencia, citando la C 360 de 1996, reitera además que "las personas jurídicas de Derecho Público pueden ser titulares de aquellos derechos fundamentales cuya naturaleza así lo admita y, por lo tanto, están constitucionalmente habilitadas para ejercitarlos y defenderlos a través de los recursos que, para tales efectos, ofrece el ordenamiento jurídico” (IV, 2). En particular se detiene 61 Por su parte, la sentencia T 133 de 1995 (M. P. Fabio Morón Díaz), además de repetir los principios ya conocidos, insiste también en que otros derechos “también se reconocen en su proyección colectiva, como en el caso de la libertad de cultos y de profesión religiosa, que se regulan de conformidad con el artículo 19 de la Carta, no sólo como un asunto de la persona humana, sino de grupos o de colectividades, que, inclusive, en algunas de sus manifestaciones, no ostentan personería jurídica alguna” (II, B). 33 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel la sentencia en el derecho a la “plenitud de las garantías constitucionales” (debido proceso, igualdad ante la ley) (cfr. IV, 2). En los años posteriores se destaca en primer lugar la sentencia T 312 de 1999 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz), que recuerda el siguiente principio: “En reiterada jurisprudencia, esta Corporación ha sostenido que las personas jurídicas gozan de algunos de los derechos constitucionales fundamentales que se predican de las personas naturales, cuando ellos están ligados a su existencia misma, a su actividad, al núcleo de las garantías que el orden jurídico les ofrece y, por supuesto, al ejercicio de derechos de las personas naturales afectadas de manera transitiva cuando son vulnerados o desconocidos los de aquellos entes en que tienen interés directo o indirecto 62 y que, para defenderlos, pueden perfectamente acudir a la acción de tutela” . La sentencia T 300 de 2000 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo) insistió nuevamente en que el amparo de los derechos fundamentales de las personas jurídicas “puede ser logrado a través de la acción de tutela, ya sea directamente, en el caso de que la persona jurídica como tal sea la titular de los derechos afectados o amenazados, o indirectamente, si la protección que se pretende incide en los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales asociadas, esto con el fin de evitar su vulneración por la acción u omisión de una autoridad pública o de un particular” (III, 1). Este último aspecto fue desarrollado con cierta amplitud por la sentencia T 903 de 2001 (M. P. Jaime Córdoba Triviño): “la protección a través de la acción de tutela de derechos fundamentales de personas naturales, afectados por la vulneración de derechos fundamentales de personas jurídicas, exige el cumplimiento de los siguientes requisitos de procedibilidad: a) que la persona jurídica sea titular del derecho fundamental invocado; b) que el respectivo derecho fundamental esté siendo vulnerado o amenazado por la acción u omisión de cualquier autoridad pública o de un particular en los casos que señale la ley; c) que con la vulneración o amenaza del derecho 62 La sentencia, muy breve, no tiene numeración interna. Por su parte, la sentencia T 415 de 1999 (M. P. (E) Martha Victoria Sáchica Méndez) afirma que negar los derechos fundamentales de las personas jurídicas “en aras de exaltar la individualidad humana es un contrasentido que en última instancia va en contra del mismo individuo de la especie humana que ve desprotegido su fin racional” (III, 3). En los años posteriores han mantenido la misma línea jurisprudencial las sentencias T 094 de 2000 (M. P. Alvaro Tafur Galvis); T 377 de 2000 (M. P. Alejandro Martínez Caballero); C 1047 de 2001 (M. P. Marco Gerardo Monroy Cabra); T 924 de 2002 (M. P. Alvaro Tafur Galvis); T 675 de 2003 (M. P. Rodrigo Escobar Gil); T 1189 de 2003 (M. P. Eduardo Montealegre Lynett); C 105 de 2004 (M. P. Jaime Araújo Rentería); T 184 de 2004 (M. P. Alfredo Beltrán Sierra); T 999 de 2005 (M. P. Alvaro Tafur Galvis); T 723 de 2005 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto); T 214 de 2006 (M. P. Marco Gerardo Monroy Cabra); C 019 de 2007 (M. P. Jaime Araújo Rentería); T 201 de 2010 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto); T 043 de 2011 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto). 34 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto fundamental de la persona jurídica se vulneren o amenacen derechos fundamentales de una persona o grupo de personas naturales” (IV, 4). En la sentencia T 676 de 2003 (M. P. Jaime Araújo Rentería) se afirma: “protegiendo a las personas jurídicas se protege a las personas naturales que las integran o, más aún, que dependen de ellas” (II, 3, 1). 2. La libertad religiosa Particularmente importantes resultan las repetidas referencias de la jurisprudencia al derecho de libertad religiosa de las personas jurídicas, e incluso de grupos religiosos 63 carentes de personería . Concretamente, de acuerdo con la Sentencia T 269 de 2001 (M. P. Manuel José Cepeda Espinosa), “en materia de libertad de cultos el titular del derecho puede ser un individuo o una colectividad debido a la dimensión comunitaria del fenómeno religioso (…). Cuando se está ante el titular colectivo de la libertad de cultos, los intereses y derechos de la comunidad religiosa pueden ser protegidos mediante la acción de tutela bien por el representante legal de una iglesia o confesión religiosa, o bien por quien como líder espiritual orienta el culto y por ello tiene un interés legítimo en proteger el desarrollo del culto de cualquier circunstancia que pueda afectarlo” (II, 2, 2-4). Más adelante se insiste en el “derecho colectivo fundamental a la libertad de las confesiones religiosas e iglesias” (n. 11). La misma jurisprudencia se reitera en la 64 sentencia T 522 de 2003 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández) . El reconocimiento de la libertad religiosa como derecho fundamental de las personas jurídicas no se ha limitado a la jurisprudencia. La Ley Estatutaria de Libertad Religiosa (Ley 133 de 1994), en efecto, estableció en su artículo 7, g) que se reconoce a las iglesias y confesiones religiosas el derecho “de cumplir actividades de educación, de 63 Cfr. sentencias T 396 de 1993 (M. P. Vladimiro Naranjo Mesa), T 133 de 1995 (M. P. Fabio Morón Díaz), T 088 de 1994 (M. P. Fabio Morón Díaz), T 269 de 2001 (M. P. Manuel José Cepeda Espinosa) y T 522 de 2003 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández). 64 Cfr. nota 1, en la que se remite a la jurisprudencia anterior en la materia, y se afirma: “Con anterioridad la Corte ya había aceptado la posibilidad de que las comunidades religiosas sean titulares de derechos fundamentales y que su protección fuera impetrada por sus representantes legales”. No obstante, en la sentencia T 1207 de 2004 (M. P. Jaime Córdoba Triviño), se afirma que “las personas jurídicas no son titulares de todos los derechos constitucionales fundamentales, pues es evidente que varios de ellos sólo pueden estimarse como propios del ser humano, tal como acontece con los derechos a la vida, la integridad física, el libre desarrollo de la personalidad, la libertad de conciencia o la libertad de cultos, entre otros. Pero esa circunstancia no impide, en manera alguna, que las personas jurídicas sean igualmente titulares de ciertos derechos fundamentales, los cuales también podrán ser objeto de protección por el juez constitucional en caso de darse las condiciones previstas en la Constitución y la ley. Así acontece, por ejemplo, con los derechos a la igualdad, debido proceso, libertad de asociación, petición, inviolabilidad de domicilio y correspondencia, información, buen nombre y acceso a la administración de justicia, entre otros” (II, 1.1). 35 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel beneficencia, de asistencia que permitan poner en práctica los preceptos de orden moral 65 desde el punto de vista social de la respectiva confesión” . La misma Ley Estatutaria, en su art. 13, dispone que “Las Iglesias y confesiones religiosas tendrán, en sus asuntos religiosos, plena autonomía y libertad y podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno y disposiciones para sus miembros. En dichas normas, así como en las que regulen las instituciones creadas por aquellas para la realización de sus fines, podrán incluir cláusulas de salvaguarda de su identidad religiosa y de su carácter propio, así como del debido respeto de sus creencias, sin perjuicio de los derechos y libertades reconocidos en la Constitución y en especial de 66 los de la libertad, igualdad y no discriminación” . En resumen, tanto la legislación como la jurisprudencia colombianas reconocen a las personas jurídicas el derecho fundamental de libertad religiosa. Entre otras consecuencias, se destaca el derecho de promover instituciones educativas, de beneficencia, y por supuesto de salud, en las que se pongan “en práctica los preceptos de orden moral” de una determinada iglesia o confesión religiosa. Este derecho incluye la posibilidad de incluir, como afirma la Ley Estatutaria, “cláusulas de salvaguarda de su identidad religiosa y de su carácter propio, así como del debido respeto de sus creencias”. 3. El derecho de asociación El tema puede enfocarse también desde el punto de vista de las virtualidades del derecho de asociación. Así lo hace la sentencia C 865 de 2004 (M. P. Rodrigo Escobar Gil). El núcleo esencial de este derecho, se afirma, “exige que su ejercicio se garantice 65 Al respecto afirmó la sentencia que ejercitó el control de constitucionalidad del respectivo proyecto de ley: “se garantiza a las iglesias y confesiones, el derecho de manifestar libremente el valor peculiar de su doctrina, para la ordenación de la sociedad y la orientación de la actividad humana, lo cual se constituye en uno de los elementos de definición de la libertad religiosa que se pretende regular; en este sentido también se garantiza el derecho de aquellas entidades para poner en práctica los preceptos de orden moral, desde el punto de vista social de la respectiva confesión, desarrollando actividades de educación, de beneficencia y de asistencia, lo cual, a todas luces, forma parte de la esencia de estos derechos constitucionales fundamentales” (Sentencia C 088 de 1994, M. P. Fabio Morón Díaz, VII, 3, F). 66 Sobre el tema, la misma sentencia C 088 de 1994 afirmó que “la Corte reitera su juicio en cuanto que este tipo de disposiciones contribuyen a reforzar el régimen de las libertades y a favorecer el ejercicio organizado de las principales funciones y derechos de las iglesias y confesiones religiosas, dentro de los términos de la Constitución, y significan la voluntad del legislador de hacer prevalecer los derechos de las personas, y procuran su eficacia real y efectiva, tal como lo reclama la Carta Política. No obstante el amplio margen de facultades y atribuciones de carácter espiritual e íntimo, así como en el plano de la vida social de las iglesias y confesiones, el proyecto de ley destaca que ellas deben respetar a las personas en sus fueros íntimos y abstenerse de coacción alguna; en cualquier caso, se deben respetar los demás derechos constitucionales fundamentales de las personas, en especial la libertad, la igualdad y la no discriminación” (VII, 3, G). 36 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto en las distintos espacios o “actividades” de la sociedad (C.P. art. 38), sin más limitaciones que aquellas derivadas de la Constitución Política, los Tratados Internacionales de Derechos Humanos y la ley, con el propósito de salvaguardar la primacía del interés general, la licitud de las actividades en común y los derechos y libertades de los demás. Así las cosas, los tratados internacionales de derechos civiles y políticos destacan que las personas jurídicas creadas al amparo del derecho de asociación persiguen el logro de fines ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos o de cualquier otra índole. Precisamente, en la Constitución Política de Colombia, como modalidades de personas jurídicas producto del ejercicio de la libertad de asociación se reconocen, entre otros, a los sindicatos (C.P. art. 39), a las asociaciones empresariales (C.P. art. 39), a los partidos políticos (C.P. art. 40), a las cooperativas (C.P. arts. 60 y 189-24), a los establecimientos educativos (C.P. art. 67 68) y a las sociedades mercantiles (C.P. art. 189-24)” (n. 13) . En cuanto a los límites del derecho de asociación, de acuerdo con la sentencia “existen restricciones que tienen origen expreso en el texto de la Constitución, tales como, la prohibición de su uso abusivo y el respeto de los derechos ajenos (C.P. art. 95, 1)” (n. 14). Otros límites “se originan de la aplicación del denominado bloque de constitucionalidad por vía de interpretación, de conformidad con lo previsto en el numeral 2° del artículo 93 de la Carta Fundamental, según el cual: “los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia” (id.). Estos tratados “establecen que los límites al ejercicio del derecho de asociación deben apuntar a la necesidad de preservar la moral pública, la seguridad nacional, la seguridad jurídica, el orden público y los derechos y libertades de los demás” (id.). En resumen, para la sentencia “la hermenéutica más favorable al ejercicio del derecho de asociación, es aquella por virtud de la cual se entiende que si bien el legislador puede establecer límites al alcance del citado derecho, los mismos siempre deben corresponder a la necesidad de asegurar el respeto de los derechos ajenos, o de 67 Por su parte, la sentencia T 003 de 1994 (M. P. Jorge Arango Mejía) había afirmado que “la libertad de asociación no se reduce a la simple posibilidad ciudadana de crear y disolver organizaciones o personas jurídicas, o acceder a ellas con el derecho de participar en sus decisiones a través de las asambleas, por medio del voto. N. Este derecho es más amplio. Y esta idea tiene asidero tanto en la noción misma de la asociación, como en la extensión que de esta libertad consagró el artículo 38 de la Constitución, respecto del cual es notable la falta de limitaciones expresas. Así, las ventajas que para unos y otros individuos tiene el aunar capitales y esfuerzos, solamente están limitadas por el respeto del derecho ajeno y la propia licitud de las actividades en común. De esta suerte (…) el derecho de asociación también se viola, no ya cuando se la impone coactivamente, en forma directa o en forma indirecta (…), sino cuando, por el contrario, se impide o traba la asociación arbitrariamente. Es éste un principio elemental, y por eso fundamental. Un derecho se viola cuando su ejercicio se impide sin causa jurídica y también cuando se compele a que se ejercite contra la voluntad del titular (...)” (n. 3, d). 37 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel impedir su uso abusivo, o de preservar la moral pública, la seguridad nacional, la seguridad jurídica y el orden público. Así, por ejemplo, la asociación de personas con el ánimo de perpetrar conductas punibles, es prohibida y sancionada por el derecho criminal a través del delito de concierto para delinquir (Código Penal, artículo 340)” (n. 14). Por su parte, las Declaraciones de derechos subrayan las implicaciones del derecho de asociación. Así, la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que “Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas” (art. 20, 1); el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en su art. 22, 1-2, dispone que “1. Toda persona tiene derecho a asociarse libremente con otras, incluso el derecho a fundar sindicatos y afiliarse a ellos para la protección de sus intereses. 2. El ejercicio de tal derecho sólo podrá estar sujeto a las restricciones previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad pública o del orden público, o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los demás. El presente artículo no impedirá la imposición de restricciones legales al ejercicio de tal derecho cuando se trate de miembros de las fuerzas armadas y de la policía”. La Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), art. 16, es particularmente explícita sobre la relevancia de fines ideológicos y religiosos: “1. Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente con fines ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos o de cualquiera otra índole. 2. El ejercicio de tal derecho sólo puede estar sujeto a las restricciones previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los demás. 3. Lo dispuesto en este artículo no impide la imposición de restricciones legales, y aun la privación del ejercicio del derecho de asociación, a los miembros de las fuerzas armadas y de la policía”. 4. Conclusiones Las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales, con la excepción de aquellos que son exclusivos de las personas naturales. Como se lee en la sentencia T 396 de 1993 “la persona jurídica no es titular de los derechos inherentes a la persona humana, es cierto, pero sí de derechos fundamentales asimilados, por razonabilidad, a ella (…); por derivación lógica, por lo menos, es titular de derechos constitucionales fundamentales, los cuales se presentan en ella no de idéntica forma a como se presentan en la persona natural” (III, 2, c). 38 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto El criterio para identificar los derechos fundamentales de las personas jurídicas se plantea en función de la defensa de determinados ámbitos de libertad o para la realización de los intereses comunes. Su titularidad es reconocida por una doble vía: directamente, es decir por si mismas y en cuanto tales, cuando se trata de derechos que por su naturaleza sean ejercitables por ellas mismas; o indirectamente, en cuanto es el medio para garantizar los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales que las conforman. En efecto, “protegiendo a las personas jurídicas se protege a las personas naturales que las integran o, más aún, que dependen de ellas” (sentencia T 676 de 2003, II, 3,1). En estos casos “la protección que se pretende incide en los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales asociadas, esto con el fin de evitar su vulneración por la acción u omisión de una autoridad pública o de un particular 68 (sentencia T 300 de 2000, III, 1) . Tanto las personas jurídicas privadas como las públicas, nacionales o extranjeras, pueden ser titulares de derechos fundamentales. Se distingue entre derechos fundamentales procesales y materiales. Entre los primeros se cuentan el derecho de defensa, el derecho al debido proceso, el derecho de contradicción, el derecho a la doble instancia y el derecho de acceso a la administración de justicia. En cambio, el ejercicio de los derechos fundamentales sustanciales o materiales depende de la naturaleza del derecho en cuestión. Es bien conocida la relación entre las libertades de religión, de conciencia y de pensamiento. Aunque se trata de derechos formalmente distintos, en los tres casos aparece un elemento común: la protección de los ámbitos más íntimos de la persona, en terrenos en los que se ponen en juego las opciones y decisiones más comprometedoras 69 y trascendentales de la vida . Por este motivo son, en primer lugar, derechos de la 68 Sobre el tema ha escrito Toller que “El hombre es un ser entitativamente social. Hace cosas con otros. Por eso, los derechos y libertades constitucionales y fundamentales que poseen las personas individuales se transmiten a las entidades que ellas conforman cuando, ejerciendo el derecho a asociarse con fines útiles, se reúnen para realizar mediante esas personas jurídicas tareas comprendidas dentro de aquellos derechos (F. TOLLER, “El derecho a la objeción de conciencia de las instituciones”, cit., p. 168). 69 Se trata, además, como afirma la sentencia T 403 de 1992 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz), de “valores de naturaleza esencial, debido a su estrecha relación con la dignidad humana sobre la que se funda el Estado colombiano” (Fundamentos jurídicos, n. 2). La conceptualización de las tres libertades y su distinción se encuentra, entre otras, en la sentencia C 616 de 1997 (M. P. Vladimiro Naranjo Mesa). En síntesis, la libertad de pensamiento “implica el atributo personal, derivado de la naturaleza racional del hombre, de asentir o estar conforme con determinado sistema de ideas en torno del mismo hombre, del mundo y de los valores”; la libertad de conciencia “es la facultad de discernir entre lo que resulta ser el bien o el mal moral”; la libertad religiosa, “si bien se relaciona con la libertad de opinión y pensamiento, en cuanto que la religión lleva a adoptar una determinada cosmovisión (…), contiene un elemento propio que la diferencia claramente de aquellas, y que es, precisamente, la relación con Dios que resulta ser protegida como derecho” (VI, 2.1). Sobre la libertad de conciencia vid. también la Sentencia T 332 de 2004 (M. P. Jaime Córdoba Triviño). 39 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel persona individual. De aquí las referencias de la Corte, en algunas ocasiones, a que las libertades de religión y de conciencia son exclusivas de la persona natural. Sin embargo, la misma Corte se encarga de hacer explícita la proyección de la libertad religiosa en el ámbito de su ejercicio colectivo, reconociéndola como derecho fundamental de las personas jurídicas. Las mismas razones pueden extenderse sin dificultad a las libertades de conciencia y de pensamiento, al tratarse de libertades en estrecha conexión con la libertad religiosa, tanto por su naturaleza (se refieren a las convicciones íntimas de la persona) como por sus formas de expresión. Teniendo en cuenta el derecho de asociación, y sus implicaciones, el panorama se amplía notablemente. En efecto, no sólo las convicciones religiosas pueden fundar el ideario o “carácter propio” de una persona jurídica. También las libertades de pensamiento y de conciencia de las personas singulares se “proyectan” en la constitución de entidades que se fundan precisamente sobre la base de determinadas opciones ideológicas o éticas. Así lo demuestra la existencia de numerosas iniciativas, de muy variado tipo (sanitario, educativo, sindical, de comunicación, los mismos partidos políticos), en las que el ideario -no necesariamente religioso- constituye un elemento esencial. Son las llamadas en el derecho comparado y en la doctrina, como se verá en el apartado siguiente, organizaciones o empresas ideológicas o de tendencia. Cabe, en consecuencia, la extensión analógica a las personas jurídicas de las libertades de religión, de pensamiento y de conciencia. Desde el punto de vista de la persona jurídica en cuanto tal, es el modo de garantizar que la entidad pueda constituirse y actuar de conformidad con un ideario propio, capaz de comprometer toda su actividad, a través de iniciativas o empeños comunes fundados en ideales filosóficos, éticos o religiosos. Desde el punto de vista de las personas naturales (fundadores, socios, miembros, empleados comprometidos, etc.), el derecho de la persona jurídica a inspirar su actividad en determinadas opciones religiosas, éticas o ideológicas, constituye una garantía del respeto de sus respectivos derechos fundamentales. Las iniciativas inspiradas en ideales éticos o religiosos constituyen, en conclusión, auténticos espacios de pluralismo y libertad, en los que los ciudadanos con determinadas convicciones pueden desarrollar su actividad de acuerdo con ellas. Cardia, en el contexto italiano, ha subrayado que las instituciones médicas pro-vida de inspiración ética y religiosa son además elementos propulsores para fomentar el debate cultural, para ofrecer elementos de reflexión alternativos al legislador y, en cualquier caso, para hacer 40 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto posible la libertad de quien desea recorrer un camino distinto al que lleva el aborto, la 70 eutanasia, el suicidio asistido, etc. . V. ELEMENTOS DE DERECHO COMPARADO 1. La Unión Europea Con base en el llamado “informe McCafferty” 71 se pretendió que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa emitiera una Resolución que obligara a médicos, personal sanitario e instituciones asistenciales a practicar abortos. Se restringía, e incluso suprimía (en el caso de las instituciones de salud) el derecho a objetar la realización o colaboración con abortos provocados. El Informe planteaba el aborto como un derecho en el marco de la salud sexual y reproductiva de las mujeres y limitaba drásticamente la posibilidad de objeción de conciencia. Incluía mecanismos de control y 72 de sanción para los médicos y personal sanitario que se negara a practicar abortos . La decisión finalmente adoptada siguió un camino totalmente diferente. Se trata de la 73 Resolución 1763 de 2010 . Comienza con la prohibición expresa de coaccionar o discriminar a personas, o a instituciones, que se opongan -por cualquier razón- a participar en un aborto voluntario, eutanasia o, en general, cualquier acto que cause la 74 muerte de un feto o embrión humano . Se “enfatiza la necesidad de afirmar el derecho a 70 C. CARDIA, “Tra il diritto e la morale. Obiezione di coscienza e legge”, Stato, Chiese e pluralismo confessionale, vol. maggio, 2009, p. 28. 71 Su texto puede consultarse en http://assembly.coe.int/Documents/WorkingDocs/Doc10/EDOC12347.pdf (visitado el 25 de junio 2012). 72 Dos conocidos especialistas en la materia han comentado al respecto: “resultaba decepcionante que, en un proyecto de documento elaborado por una comisión de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en materia de derechos fundamentales, se adoptase no una perspectiva de tutela jurídica de derechos consagrados desde hace décadas en el ámbito internacional y constitucional -la libertad de conciencia- sino más bien una perspectiva de activismo político vinculado a ciertas posiciones ideológicas que suelen arrogarse el monopolio del feminismo. Resulta explicable, por ello, que el texto haya suscitado prontas y notables reacciones críticas por parte de quienes han visto en él, probablemente con razón, un intento de coaccionar la libertad de conciencia del personal sanitario para imponer la “normalidad” de una acción, como el aborto voluntario, que no es, en rigor, sino una excepción no penalizada por el derecho a las agresiones contra la vida humana” (R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., p. 142). 73 El texto oficial de la Resolución, en lengua inglesa, se encuentra en http://assembly.coe.int/ASP/APFeaturesManager/defaultArtSiteView.asp?ID=950 (visitado el 25 de junio 2012). 74 “1. Ninguna persona, hospital o institución será coaccionada, considerada civilmente responsable o discriminada debido a su rechazo a realizar, autorizar, participar o asistir en la práctica de un aborto, la realización de un aborto involuntario o de emergencia, eutanasia o cualquier otro acto que cause la muerte de un feto humano o un embrión, por cualquier razón” (se cita según la versión en lengua española tomada del sitio web http://www.profesionalesetica.org/2010/10/la-asamblea-parlamentaria-del-consejo-de-europa- 41 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel la objeción de conciencia junto a la responsabilidad del Estado de asegurar que los pacientes tienen un acceso adecuado a la atención sanitaria prevista por la ley (...)” (n. 2). La Asamblea invita finalmente a los Estados miembros a que desarrollen una normativa clara que defina y regule la objeción de conciencia. En ella deben garantizarse el acceso a los servicios y prestaciones sanitarias admitidas por la ley, por un lado, y el respeto al derecho a la libertad ideológica, de conciencia y de religión del personal 75 sanitario, por otro . En otro frente, debe destacarse la Directiva 2000/78/CE del Consejo de la Unión Europea, de 27 de noviembre de 2000, “relativa al establecimiento de un marco general 76 para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación” . En su art. 4, 2 dispone que “Los Estados miembros podrán mantener en su legislación nacional (…) disposiciones en virtud de las cuales en el caso de las actividades profesionales de iglesias y de otras organizaciones públicas o privadas cuya ética se base en la religión o las convicciones de una persona, por lo que respecta a las actividades profesionales de estas organizaciones, no constituya discriminación una diferencia de trato basada en la religión o las convicciones de una persona cuando, por la naturaleza de estas actividades o el contexto en el que se desarrollen, dicha característica constituya un requisito profesional esencial, legítimo y justificado respecto de la ética de la organización. Esta diferencia de trato se ejercerá respetando las disposiciones y principios constitucionales de los Estados miembros, así como los principios generales del Derecho comunitario, y no podrá justificar una discriminación basada en otro motivo. Siempre y cuando sus disposiciones sean respetadas, las disposiciones de la presente Directiva se entenderán sin perjuicio del derecho de las iglesias y de las demás organizaciones públicas o privadas cuya ética se base en la religión o las convicciones, actuando de conformidad con las disposiciones constitucionales y legislativas nacionales, podrán exigir en ratifica-el-derecho-de-medicos-y-hospitales-a-negarse-a-provocar-abortos-y-practicar-la-eutanasia/ (visitado el 25 de junio 2012). 75 “4. A la luz de las obligaciones de los Estados miembros de asegurar el acceso a los servicios y prestaciones sanitarias admitidas por la ley y de proteger el derecho a la protección de la salud, así como su obligación de asegurar el respeto al derecho a la libertad ideológica, de conciencia y religión de los profesionales sanitarios, la Asamblea invita a los Estados miembros del Consejo de Europa a desarrollar marcos legales claros y completos que definan y regulen la objeción de conciencia en relación con los servicios médicos y de salud, los cuales: 4.1. Garanticen el derecho a la objeción de conciencia en relación con la participación en el procedimiento en cuestión; 4.2. Aseguren que los pacientes son informados de cualquier objeción, en un plazo adecuado, así como que son derivados a otro profesional sanitario; 4.3. Aseguren que los pacientes reciben tratamiento adecuado, en particular en casos de emergencia”. Un comentario de la Resolución puede verse en R. NAVARRO-VALLS, “La objeción de conciencia y la dignidad de la persona”, fecha de consulta 6 diciembre 2011, en http://www.fluvium.org/textos/cultura/cul753.htm. 76 42 En http://www.fundacionuniversia.net (visitado el 25 de junio 2012). Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto consecuencia a las personas que trabajen para ellas una actitud de buena fe y de lealtad hacia la ética de la organización”. Se reconocen de este modo las consecuencias laborales del derecho de las instituciones a poseer un ideario propio (basado en convicciones religiosas, éticas o ideológicas). Son las llamadas empresas u organizaciones de tendencia, que incluyen a las iglesias y demás organizaciones públicas o privadas cuya ética se base en la religión 77 o las convicciones . Se caracterizan por la presencia de tres elementos fundamentales: son manifestaciones del pluralismo ideológico; son cauces o instrumentos a través de los cuales se exteriorizan derechos fundamentales de la persona; y, en tercer lugar -lo más importante-, “sirven de soporte para una actividad dirigida directa y predominantemente a 78 la difusión de un determinado sistema de valores, creencias e ideas” . La tutela de las organizaciones de tendencia, como lo refleja la citada Declaración, compromete tanto a los poderes públicos como a terceros que, dentro o fuera de la organización, pretendieran desnaturalizar su compromiso ideológico. Una de las consecuencias es la posibilidad de exigir, a determinados empleados, una cierta orientación ideológica como requisito profesional, legítimo y justificado de su actividad profesional, con las consecuencias pertinentes desde el punto de vista del Derecho laboral (posibilidad de despido cuando el empleado deja de cumplir esas exigencias). Por último, la Directiva no exige la ausencia total de un posible ánimo de lucro, aunque sea lo que normalmente ocurre en organizaciones ideológicas. Lo definitivo es que el “fin 79 religioso o de convicciones sea público, predominante y principal” . 2. Estados Unidos La Primera Enmienda del Bill of Rights prohíbe al Congreso elaborar una ley que 80 establezca una religión oficial o que prohíba el libre ejercicio de la religión . Son las 77 Seguimos el análisis de M. F. FERNANDEZ LÓPEZ; J. CALVO GALLEGO, “La Directiva 78/2000/CE y la prohibición de discriminación por razones religiosas”, en http://www.eracomm.eu/oldoku/Adiskri/09_Religion/2005_Calvo_Gallego_ES.pdf., pp. 1-32 (visitado el 1 de julio 2012). Vid. también C. ODRIOZOLA IGUAL, “Relaciones de trabajo en el contexto de organizaciones ideológicas y religiosas: la Directiva 2000/78/CE, de 27 de diciembre, sobre empleo y trabajo”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 6, 2004, pp. 1-29. 78 M. F. FERNANDEZ LÓPEZ; J. CALVO GALLEGO, “La Directiva 78/2000/CE y la prohibición de discriminación por razones religiosas”, cit., p. 10. Como explican los mismos autores, el desarrollo legislativo de las organizaciones de tendencia tiene un importante punto de referencia en el derecho alemán, y se fue extendiendo paulatinamente a otros países del centro y norte de Europa, como Austria y Suecia, y también en países mediterráneos (Italia, Francia, España) (cfr. ibid., pp. 12-13). Sobre el origen de la figura en la legislación alemana vid. también P. IRURETA URIARTE, “Las organizaciones de tendencia ante el Derecho”, Persona y Sociedad, vol. XVII, 2, 2003, p. 236. 79 Ibid., p. 14. 80 “Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof”. 43 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel cláusulas de libre ejercicio (Free Exercise Clause) y de no establecimiento de la religión (Establishment Clause). Normalmente, la objeción de conciencia se ha enfocado desde el punto de vista de la primera (Free Exercise Clause), tanto en los litigios como en el 81 desarrollo normativo . En los años 60 del siglo pasado la sentencia del Tribunal Supremo norteamericano Sherbert v. Verner 82 introdujo la figura del balancing test, con el que se confrontan la libertad de religión y de conciencia, por un lado, y los intereses más altos e importantes del Estado, por otro. Reconociendo el peculiar valor de las libertades religiosa y de conciencia, el balancing test parte de la determinación de la sinceridad de las creencias del demandante y, siendo ésta probada, corresponde al demandado la carga de probar la existencia de un alto o compulsivo interés estatal (compelling state interest) que justifica la infracción de la libertad del demandante y que no puede lograrse a través de otros medios menos restrictivos o lesivos para la libertad infringida. En caso de que el demandado no logre demostrar la presencia de ese interés estatal, o de que exista un 83 medio menos restrictivo para la libertad, el litigio se fallará a favor del objetor . En 1993, la Religious Freedom Restoration Act 84 acogió los elementos fundamentales del Sherbert test, como medio para resolver los eventuales conflictos. Es aplicable a las actuaciones 85 administrativas a nivel federal, estatal y municipal . A partir de las sentencias del Tribunal Supremo Griswold v. Connecticut de 1965 86 y 87 Roe v. Wade de 1972 , sobre contracepción y aborto respectivamente, se ha desarrollado en Estados Unidos un movimiento de protección de la objeción de 88 conciencia de los profesionales sanitarios . 81 Seguimos el trabajo de R. PALOMINO, “Nuevos supuestos y formas de objeción de conciencia en los Estados Unidos de Norteamérica”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 15, 2007, pp. 1-6. Años antes el mismo autor se ocupó del tema en R. PALOMINO, Las objeciones de conciencia. Conflictos entre conciencia y ley en el derecho norteamericano, Editorial Montecorvo, Madrid, 1994. 82 Sherbert v. Verner, 374 U.S. 398 (1963). 83 Cfr. R. PALOMINO, “Nuevos supuestos y formas de objeción de conciencia en los Estados Unidos de Norteamérica”, cit., p. 4. 84 A bill to protect the free exercise of religion (Religious Freedom Restoration Act), Public Law 104-144 (1993). 85 Cfr. R. PALOMINO, “Nuevos supuestos y formas de objeción de conciencia en los Estados Unidos de Norteamérica”, cit., p. 4. 86 Griswold v. Connecticut, 381 U.S. 479 (1965). 87 Roe v. Wade, 410 U.S. 113 (1973). 88 En casos de colaboración indirecta con el aborto, el sistema norteamericano ha tendido igualmente a la protección de los objetores. Existen por ejemplo precedentes jurisprudenciales de protección al inspector de Hacienda que se niega a calificar peticiones de exención de impuestos presentadas por organizaciones abortistas; o el caso de la enfermera que se niega a la preparación del instrumental para realizar abortos (las fuentes respectivas en R. NAVARRO-VALLS; J. 44 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto En 1973 el Congreso norteamericano aprobó la llamada “Church Amendment” a la 89 Public Health Services Act . Las instituciones que reciben financiación federal no pueden discriminar a médicos, enfermeras y demás profesionales de la salud que se nieguen a participar en abortos o esterilizaciones por razón de sus “creencias religiosas o convicciones morales”. Ninguna autoridad pública puede exigir a personas o instituciones que reciben ciertos fondos federales a que lleven a cabo abortos voluntarios o esterilizaciones, o que permitan utilizar sus instalaciones o personal con el mismo fin, cuando estas intervenciones son contrarias a las “creencias religiosas o convicciones morales” de la institución o de la persona en cuestión. Se admite por tanto la objeción de conciencia institucional en establecimientos privados, incluidos los que reciben fondos federales. Estas referencias legislativas son inseparables del carácter prevalentemente jurisprudencial del sistema norteamericano. Es en este contexto en el que ha prosperado la perspectiva del equilibrio o ponderación de intereses (balancing process), al cual hacíamos referencia en relación con el caso Sherbert. De acuerdo con Navarro-Valls y Martínez-Torrón, el “centro de gravedad no es tanto la intangibilidad de la legislación formal cuanto la búsqueda del mayor grado de protección posible para la libertad de religión, de pensamiento y de conciencia. De ahí que la objeción de conciencia no se considere como una excepción tolerada a la regla general que -según la mitología positivista- absorbería en sí misma todo el contenido de la justicia. Al contrario, en la medida en que la libertad de conciencia es un valor constitucional en sí mismo -y por tanto una regla, no una excepción a la regla- reclama “un reconocimiento fisiológico, no traumático de la objeción de conciencia”. La objeción, por ello, no es contemplada con desconfianza, como una actitud evasiva respecto al orden jurídico, sino que es analizada, al hilo de su conflicto con otros intereses jurídicos representados por la ley 90 (…)” . Como consecuencia, se ponen en la balanza los intereses jurídicos enfrentados, con el fin de buscar una adaptación (accommodation) de la norma a los deberes de conciencia de la persona, salvo que suponga una carga excesiva (undue hardship) para los poderes públicos. Incluso en los supuestos en que la libertad de conciencia deba ceder, se debe buscar el modo de aplicar la norma que sea menos lesivo para la MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., pp. 133134). 89 42 U. S. C. 300a-7(b), (c), (d) y (e). En este apartado seguimos la síntesis de Ibid., pp. 132134. Para más información puede consultarse el sitio web http://www.consciencelaws.org/laws/usa/law-usa.html (visitado 20 de julio 2012). 90 Ibid., p. 43. La cita entre comillas corresponde al trabajo de R. BERTOLINO, L´obiezione di coscienza “moderna”. Per una fondazione costituzionale del diritto di obiezione, Torino, 1994, p. 93. 45 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel conciencia del objetor (doctrina de los least restrictive means: medios menos 91 restrictivos) . 3. Italia La defensa del derecho de las entidades sin ánimo de lucro a poseer un ideario propio ha llevado en Italia al desarrollo de la figura de las llamadas “organizaciones de tendencia”. Específicamente en el terreno laboral, la Ley n. 108, del 11 de mayo de 92 1990 , dispone que la normativa general no se aplica “en relación con los empleadores no empresarios que desarrollan sin fines de lucro actividades de naturaleza política, sindical, cultural, de educación, o de religión y culto”. 93 Se trata, como explica la doctrina , de un régimen especial que deroga el criterio general en materia de despidos individuales. Se busca, en síntesis, asegurar el reconocimiento legal de los entes que, institucionalmente, persiguen finalidades “orientadas ideológicamente”. De este modo se salvaguarda la sintonía entre la finalidad ideológica de la institución y la adhesión por parte del trabajador. Se reconoce por tanto que en la prestación prevista en el contrato de trabajo con una organización de tendencia el componente ideológico es parte esencial de la causa del contrato, y que la relación establecida entre las partes se funda de modo principal sobre la confianza que el empleador pone en las cualidades personales del trabajador. 91 Cfr. Ibid., p. 62, donde se encuentran las referencias oportunas a las fuentes y a las vicisitudes del sistema en los últimos años. A partir de los años 90, con el caso Smith, hubo un cambio de jurisprudencia al que siguió la Religious Freedom Restoration Act (1993), en la que se contienen de nuevo los elementos fundamentales del Sherbert test. La historia, compleja, de los años sucesivos, hasta la “vuelta” del Tribunal Supremo a la doctrina Sherbert en el año 2006, se encuentra en R. PALOMINO, “Nuevos supuestos y formas de objeción de conciencia en los Estados Unidos de Norteamérica”, cit., p. 6. En los últimos años algunas medidas del gobierno Obama han puesto de nuevo en evidencia los derechos a la libertad religiosa y de conciencia de personas e instituciones, en relación con el aborto y otras prácticas consideradas por muchos como inmorales. Concretamente se pretende obligar a personas e instituciones religiosas a comprar pólizas de seguro médico que cubren ese tipo de prácticas. Las reacciones han sido inmediatas, en nombre de “la más preciosa de nuestras libertades” (la libertad religiosa). Al respecto puede verse el documento de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, “OUR FIRST, MOST CHERISHED LIBERTY”, 2012, fecha de consulta 21 junio 2012, en http://www.usccb.org/issues-and-action/religiousliberty/our-first-most-cherished-liberty.cfm. Desde un punto de vista académico e interconfesional, vid. la vigorosa oposición a esas medidas contenida en el documento Unacceptable, del 10 de febrero de 2012, suscrito por decenas de autoridades académicas y periodistas de las más variadas tendencias y procedencias ideológicas y religiosas (en http://www.becketfund.org/wpcontent/uploads/2012/02/Garvey-Glendon-George-Snead-Levin-stmt-Feb-11-2012.pdf). Sobre el panorama actual en Estados Unidos es también útil la síntesis de F. TOLLER, “El derecho a la objeción de conciencia de las instituciones”, cit., p. 166. 92 Disponible en http://www.lomb.cgil.it/giuridico/leggi/legge_108_del_1990.htm (visitado el 28 de junio 2012). La traducción es nuestra. 93 Cfr. G. CARLI, “Il licenziamento nelle imprese di tendenza”, fecha de consulta 4 de agosto 2012, en http://www.studio-avvocatopenale.it/licenziamento_nelle_imprese_di_tendenza.htm#_Toc507217878. 46 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto En el momento en el que está confianza desaparezca, como consecuencia de un conflicto “ideológico”, y que este conflicto se refleje en el cumplimiento de las obligaciones y en la realización de la causa del contrato, se reconoce el derecho a la terminación del mismo por parte del empleador. Esto es así porque se entiende que la conformidad entre las prestaciones del trabajador y la ideología de la institución constituye un presupuesto irrenunciable de la existencia misma de la entidad. En consecuencia, negar a una organización de tendencia la facultad de rescindir el contrato de trabajo con un empleado no comprometido equivaldría en la práctica a poner en riesgo la realización misma de las finalidades de la institución. El aborto tiene como punto de referencia legal en Italia la ley 194 del 22 de mayo de 94 1978 . Está permitido, con grandes facilidades, en los primeros 90 días de embarazo. Más allá de este plazo la ley establece limitaciones (cfr. arts. 4-7). De acuerdo con el art. 8, el aborto, en principio, se practica en estructuras públicas. Dentro de los primeros 90 días de embarazo cabe acudir a las entidades privadas que hubieran solicitado y obtenido la respectiva autorización por parte de las autoridades regionales. Deben cumplir los debidos requisitos técnicos e higiénicos. En modo alguno se impone a clínicas u hospitales privados la obligación de practicar abortos. La tutela de la objeción de conciencia aparece en el art. 9 de la ley. Además de los médicos, la posibilidad de objetar se extiende al personal que ejerce actividades auxiliares. La objeción es admitida en relación con los procedimientos y actividades específica y necesariamente dirigidas a la interrupción del embarazo. No se admite para la asistencia antecedente y subsiguiente a la intervención. En cualquier caso, los hospitales públicos y las entidades autorizadas tienen la obligación de asegurar las intervenciones solicitadas de conformidad con los artículos 5, 7 y 8. Se establece además que la objeción de conciencia no puede ser invocada cuando su intervención es indispensable para salvar la vida de la mujer que se encuentra en inminente peligro de muerte. Más recientemente, la Ley 40/2004 de 19 de febrero 95 sobre procreación asistida dispone en su artículo 16: “Artículo 16. (Objeción de conciencia). 1. El Personal sanitario y quien ejerza una actividad sanitaria auxiliar no está obligado a tomar parte en los procesos de aplicación de las técnicas de procreación asistida regulados en la presente ley cuando previamente haya presentado una declaración de objeción de conciencia. La declaración del objetor puede ser comunicada dentro de los 3 meses siguientes de la 94 Disponible en http://www.salute.gov.it/imgs/C_17_normativa_845_allegato.pdf (visitado el 28 de junio 2012). 95 Su texto se encuentra en http://www.parlamento.it/parlam/leggi/04040l.htm (visitado 24 septiembre 2012). 47 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel entrada en vigor de la presente ley. 2. La objeción podrá ser revocada o manifestarse fuera del plazo indicado en n. 1, y en tal caso, producirá efecto después de un mes de su presentación en los organismos correspondientes. 3. La objeción de conciencia exime al personal sanitario del cumplimiento de los procedimientos y de la actividad específica y ligada necesariamente a la procreación asistida, pero no de la asistencia médica posterior a la intervención”. 4. España La sentencia 53/1985 (11 de abril) del Tribunal Constitucional sentó las bases de la objeción de conciencia, que “existe y puede ser ejercida con independencia de que se haya dictado o no tal regulación. La objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocida por el art. 16.1 de la Constitución y, como ha indicado este Tribunal en diversas ocasiones, la Constitución es directamente aplicable, especialmente en materia de derechos fundamentales” (fundamento jurídico 14). La primera ley española de aborto (con posterioridad a la Constitución de 1978) es la Ley Orgánica 5/1985, de 5 de julio. No incluía disposiciones sobre objeción de conciencia. Sí lo hace, en cambio, la vigente Ley Orgánica 2/2010 “de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo”, de 3 de marzo, que modificó 96 la ley anterior . De acuerdo con el art. 13, 2 de la ley, es requisito necesario para el aborto “que se lleve a cabo en centro sanitario público o privado acreditado”. Es permitido sin prácticamente límites en las primeras 14 semanas de embarazo (art. 14). De acuerdo con el art. 18, “Los servicios públicos de salud, en el ámbito de sus respectivas competencias, aplicarán las medidas precisas para garantizar el derecho a la prestación sanitaria de la interrupción voluntaria del embarazo en los supuestos y con los requisitos establecidos en esta Ley. Esta prestación estará incluida en la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud”. En el art. 19, 2 se trata de la objeción de conciencia: “2. La prestación sanitaria de la interrupción voluntaria del embarazo se realizará en centros de la red sanitaria pública o vinculados a la misma. Los profesionales sanitarios directamente implicados en la interrupción voluntaria del embarazo tendrán el derecho de ejercer la objeción de 96 El texto de la ley puede encontrarse en http://www.boe.es/boe/dias/2010/03/04/ (visitado el 1 de julio 2012). Un análisis crítico del mismo, cuando tenía el carácter de proyecto de ley, en R. NAVARRO-VALLS, “Análisis jurídico del proyecto de ley del aborto”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 22, 2010, pp. 1-25. Vid. también M. DOMINGO GUTIÉRREZ, “La objeción de conciencia al aborto. Evolución jurisprudencial”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, pp. 1-28. 48 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto conciencia sin que el acceso y la calidad asistencial de la prestación puedan resultar menoscabados por el ejercicio de la objeción de conciencia. El rechazo o la negativa a realizar la intervención de interrupción del embarazo por razones de conciencia es una decisión siempre individual del personal sanitario directamente implicado en la realización de la interrupción voluntaria del embarazo, que debe manifestarse anticipadamente y por escrito. En todo caso los profesionales sanitarios dispensarán tratamiento y atención médica adecuados a las mujeres que lo precisen antes y después de haberse sometido a una intervención de interrupción del embarazo. Si excepcionalmente el servicio público de salud no pudiera facilitar en tiempo la prestación, las autoridades sanitarias reconocerán a la mujer embarazada el derecho a acudir a cualquier centro acreditado en el territorio nacional, con el compromiso escrito de asumir directamente el abono de la prestación”. En el año 2011, el nuevo Código Deontológico aprobado por la Organización Médica Colegial 97 dispuso que "no es admisible una objeción de conciencia colectiva o 98 institucional" (art. 32, 2) . En resumen, con la nueva ley el aborto se convierte en España en un derecho jurídicamente exigible y con financiación pública. El planteamiento de la objeción de conciencia tanto individual como institucional deja mucho que desear y será muy 99 probablemente sometido a modificaciones en el próximo futuro . Son fácilmente detectables los paralelismos entre la reciente legislación española y la jurisprudencia colombiana 100 . Por este motivo, algunas de las críticas a la ley por parte de la doctrina son particularmente pertinentes en relación con el contexto colombian. En general, se subraya “la evidente -y lamentable- desconfianza con la que la Ley del aborto 97 Disponible en https://www.cgcom.es/sites/default/files/codigo_deontologia_medica.pdf (visitado el 30 de junio 2012). 98 El Código ha recibido críticas severas por el modo en que fue elaborado (ausencia de publicidad y participación de los colegiados). Sobre el tema puede verse http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=34078 (visitado 30 de junio 2012). 99 Con el cambio de las circunstancias políticas en España (nuevas mayorías parlamentarias) se han anunciado reformas a la legislación abortista en vigor desde 2010. Se pretende concretamente volver a los principios sentados en su momento por el Tribunal Constitucional español. Vid. al respecto http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=37428 (visitado 30 de junio 2012). 100 Salvo la libertad de abortar en las primeras 14 semanas. Desde este plazo, hasta la semana 22, la ley española exige requisitos parecidos a los ya recordados en Colombia (cfr. art. 15: grave peligro para la vida o la salud de la madre, graves anomalías del feto). La ley española de hecho distingue entre interrupción del embarazo a petición de la mujer, e interrupción del embarazo por causas médicas (arts. 14 y 15, respectivamente). Desde la semana 22 en adelante, hasta el final del embarazo, es posible el aborto si hay malformación incompatible con la vida del feto o éste padece una enfermedad de extrema gravedad e incurable (cfr. art. 15, c). 49 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel de 2010 contempla la objeción de conciencia” 101 . Más concretamente, al positivizar un derecho a la objeción, que en realidad ya existía, parece que se “concede” a los profesionales de la salud la posibilidad de actuar de modo excepcional y, en cualquier caso, sin que esa actuación pueda dificultar el ejercicio del derecho de la mujer a abortar 102 . En cualquier caso, “cuando una prestación contrasta con las convicciones éticas, deontológicas o morales de un médico o de otro profesional de la salud, sea cual sea su participación concreta en el proceso sanitario, el Estado no puede imponerla con medidas coactivas. La obligación de organizar un servicio recae sobre los entes hospitalarios, no sobre los objetores” 103 . Otras disposiciones de la ley de 2010 han generado dificultades desde el punto de vista institucional. Concretamente, la obligación exigida a las facultades de medicina de formar “profesionales en salud sexual y salud reproductiva, incluida la práctica de la interrupción del embarazo” (art. 8, b). Algunas facultades han planteado objeción de conciencia institucional a dichas enseñanzas, afirmando que se niegan “a solucionar la tragedia de un embarazo indeseado con la tragedia superior del aborto. Nos negamos a incorporar las técnicas abortivas a los contenidos de la educación. Nos comprometemos a formar profesionales para curar, investigar y ayudar” 104 . Reacciones análogas han sido provocadas por las disposiciones de la ley (arts. 9 y 10) que imponen en el sistema educativo una determinada visión de la “salud sexual y reproductiva”, contraria en muchos casos al ideario o carácter propio del centro educativo. Se prevén objeciones de conciencia institucionales como reacción ante estas medidas 105 . Por otra parte, la Ley española de libertad religiosa 106 dispone en su art. 6, 1 que “Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas tendrán plena autonomía y podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno y régimen de su personal. En dichas normas, así como en las que regulen las instituciones creadas por aquellas para la realización de sus fines, podrán incluir cláusulas de salvaguarda de su 101 R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., p. 158. 102 Vid. al respecto A. GONZÁLEZ-VARAS IBÁÑEZ, “Aspectos ético-jurídicos de la regulación del aborto en España. Estudio realizado a partir de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, p. 22. 103 R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., p. 157. 104 Cfr. R. NAVARRO-VALLS, “La objeción de conciencia y la dignidad de la persona”, cit. 105 Al respecto vid. http://www.hazteoir.org/node/31466 (visitado el 30 de junio 2012). 106 Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio (texto http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/lo7-1980.html, visitado 2 de julio 2012). 50 en Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto identidad religiosa y carácter propio, así como del debido respeto a sus creencias, sin perjuicio del respeto de los derechos y libertades reconocidos por la Constitución, y en especial de los de libertad, igualdad y no discriminación”. Como ya se anotó a propósito del art. 13 de la Ley colombiana de libertad religiosa que se inspira en el artículo arriba citado de la Ley española- quedan salvaguardados la identidad y el carácter propio de las instituciones 107 . En España no existe una regulación específica sobre las organizaciones de tendencia, o empresas ideológicas. Aunque normalmente se acude a las soluciones ofrecidas por el derecho alemán o italiano, existe una abundante doctrina, obviamente con matices distintos, que tiene en común la identificación de este tipo de entes y el reconocimiento, en determinadas circunstancias, de un estatuto jurídico particular para quienes prestan sus servicios en ellos, en función de la cercanía de sus funciones con el ideario de la empresa u organización 108 . 5. Otros países En Alemania, la reforma al Código Penal del 18 de mayo de 1976 dispuso taxativamente que “nadie puede ser obligado a cooperar en una interrupción de embarazo” 109 . La Ley holandesa del 1 de mayo de 1981, reformada en 1984, estableció igualmente que ninguna persona está obligada a participar en la práctica de abortos. Sin embargo, el médico objetor debe remitir a la mujer a otro médico no objetor. En Bélgica, 107 Para I. Martín, “Estas cláusulas tienen una especial incidencia en el ámbito de las relaciones laborales, al ser consideradas las confesiones y sus entidades como “empresas ideológicas” (I. MARTÍN SÁNCHEZ, “La libertad ideológica y religiosa”, fecha de consulta 4 agosto 2012, en http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1248355663_isidoro_martin.pdf., p. 13). 108 Cfr. C. ODRIOZOLA IGUAL, “Relaciones de trabajo en el contexto de organizaciones ideológicas y religiosas: la Directiva 2000/78/CE, de 27 de diciembre, sobre empleo y trabajo”, cit., p. 11. Para Otaduy, “de acuerdo con el legislador alemán, entendemos por empresas ideológicas aquellas organizaciones dirigidas al logro de fines políticos, sindicales, confesionales, caritativos, educativos, artísticos y similares que presuponen la adhesión a una peculiar ideología o concepción del mundo, genéricamente llamada 'tendencia' por parte del prestador de trabajo de ella dependiente” (J. OTADUY, La extinción del contrato de trabajo por razones ideológicas en los centros docentes privados, Eunsa, Pamplona, 1985, p. 207). Vid. también, del mismo autor, J. OTADUY, “Las empresas ideológicas: aproximación al concepto y supuestos a los que se extiende”, Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. II, 1986, p. 318. En relación con las instituciones de salud, cfr. G. MORENO BOTELLA, “Ideario de un hospital católico y despido. A propósito de la Sentencia del TC 106/1996, de 12 de junio”, Revista Española de Derecho canónico, 54, 1997, pp. 283-299. 109 En la misma línea, los artículos 9 y 10 de la Ley de protección del embrión ('Embryonenschutzgesetz'), de 13 de diciembre de 1990, disponen: “Art. 9. Habilitación para las prácticas (de reproducción médicamente asistida). Sólo un médico puede proceder a: 1. Una fecundación artificial. 2. La transferencia de un embrión a una mujer. La conservación de un embrión humano, o de un óvulo humano en el cual un espermatozoide humano se hubiera introducido o hubiera sido introducido artificialmente”, Art. 10. Cláusula de conciencia. Nadie puede ser obligado a efectuar los actos mencionados en el art. 9, ni a participar en ellos”. Fuente: http://www.andoc.es/archivos/indexsub/1/8 (visitado 10 de julio 2012). 51 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel la Ley del 3 de abril de 1990 exime a todo médico, enfermero o auxiliar de clínica de colaborar en la práctica de abortos voluntarios. La Abortion Act de 1967, en Inglaterra, introdujo una cláusula amplia de protección de los objetores: “ninguna persona” podía ser obligada a participar en abortos. No obstante, la jurisprudencia posterior ha restringido la posibilidad de objeción en casos de colaboración indirecta. En Dinamarca, la posibilidad de oponerse al aborto se aplica de modo amplio, por razones religiosas o éticas, e incluye a médicos, enfermeras, matronas, auxiliares de clínica, asistentes sociales y personas que están en periodo de formación para esas profesiones. La ley polaca de 1996 exime igualmente a los médicos, enfermeras y matronas 110 . La legislación francesa tutela ampliamente al médico objetor y, además, al personal auxiliar. El médico debe informar a la interesada sobre otros profesionales dispuestos a practicar el aborto. En cuanto a las instituciones, el Código de Salud Pública es explícito al afirmar que los hospitales y clínicas privados pueden oponerse institucionalmente a la práctica de abortos, con limitaciones cuando están en relación con el servicio público de salud 111 . En América Latina debe recordarse en primer lugar a México, donde la Ley de Salud para el Distrito Federal 112 -la única en el país que permite el aborto- establece que es en las instituciones públicas de salud donde pueden llevarse a cabo las interrupciones del embarazo 113 . Se reconoce la objeción de conciencia a “los prestadores de los servicios de salud a quienes corresponda” practicar el aborto, con la obligación de remitir a la mujer a un médico no objetor. No podrá invocarse la objeción cuando el aborto tenga carácter urgente para salvaguardar la vida o la salud de la mujer. En cualquier caso, la 110 Seguimos la síntesis ofrecida por R. NAVARRO-VALLS; J. MARTÍNEZ-TORRÓN, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, cit., pp. 138-141. Pueden verse además los trabajos de L. L. CHRISTIANS; S. MINETTE, “Avortement et objection de conscience en Belgique”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, pp. 1-20; y J. GARCÍA OLIVA, “Objeción de conciencia al aborto en el Reino Unido”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, pp. 1-23. 111 Code de la santé publique, art. L. 2212-8 (en http://www.legifrance.gouv.fr/affichCode.do?cidTexte=LEGITEXT000006072665&dateTexte=20120 703, visitado 2 de julio 2012). 112 Texto disponible en http://www.sma.df.gob.mx/sma/links/download/biblioteca/leyes_equidad/local/11_ley_salud_df.pdf (visitado 2 de julio 2012). 113 Art. 16 bis, 6: “Las instituciones públicas de salud del Gobierno del Distrito Federal, gratuitamente y en condiciones de calidad, deberán proceder a la interrupción del embarazo en los supuestos permitidos en el Nuevo Código Penal para el Distrito Federal, cuando la mujer interesada así lo solicite. Para lo cual las referidas instituciones públicas de salud deberán proporcionar información oportuna y veraz de otras opciones con que cuentan las mujeres además de la interrupción del embarazo, así como las consecuencias en su salud”. 52 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto obligación de prestar el servicio y de tener personal médico no objetor es de las instituciones públicas de salud 114 . En Argentina, la Ley Nacional de Salud Reproductiva n. 25.673, del año 2003, incluye el reconocimiento de la objeción de conciencia institucional, con algunas limitaciones: “Las instituciones privadas de carácter confesional que brinden por sí o por terceros servicios de salud, podrán con fundamento en sus convicciones, exceptuarse del cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 6°, inciso b), de la presente ley” (se refiere a la provisión de anticonceptivos y a las operaciones esterilizantes) (art. 10). La norma incluye solamente a las instituciones confesionales. Sin embargo, por vía administrativa, se ha extendido a instituciones no confesionales que, por motivos éticos o ideológicos, se oponen a la aplicación de la ley 115 . Además, el Reglamento de la ley, contenido en el Decreto 1282 de 2003, dispuso en el art. 10 que “Se respetará el derecho de los objetores de conciencia a ser exceptuados de su participación en el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable previa fundamentación, y lo que se enmarcará en la reglamentación del ejercicio profesional de cada jurisdicción. Los objetores de conciencia lo serán tanto en la actividad pública institucional como en la privada. Los centros de salud privados deberán garantizar la atención y la implementación del Programa, pudiendo derivar a la población a otros Centros asistenciales, cuando por razones confesionales, en base a sus fines institucionales y/o convicciones de sus titulares, optaren por ser exceptuados del cumplimiento del artículo 6, inciso b) de la ley que se reglamenta, a cuyo fin deberán efectuar la presentación pertinente por ante las autoridades sanitarias locales, de conformidad a lo indicado en el primer párrafo de este artículo cuando corresponda” 116 . 114 Art. 16 bis, 7: “Los prestadores de los servicios de salud a quienes corresponda practicar la interrupción del embarazo en los casos permitidos por el Nuevo Código Penal para el Distrito Federal, y cuyas creencias religiosas o convicciones personales sean contrarias a tal interrupción, podrán ser objetores de conciencia y por tal razón excusarse de intervenir en la interrupción del embarazo, debiendo referir a la mujer con un médico no objetor. Cuando sea urgente la interrupción del embarazo para salvaguardar la salud o la vida de la mujer, no podrá invocarse la objeción de conciencia. Será obligación de las instituciones públicas de salud garantizar la oportuna prestación de los servicios y la permanente disponibilidad de personal no objetor de conciencia en la materia”. 115 Cfr. J. NAVARRO FLORIA, “Objeción de conciencia a la práctica del aborto en la República Argentina”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, p. 28. El texto de la ley en http://www.rimaweb.com.ar/articulos/2010/ley-25-6732003programa-nacional-de-salud-sexual-y-procreacion-responsable/ (visitado 2 de julio 2012). 116 Sobre el tema, la doctrina argentina se ha preguntado si la objeción de conciencia debe ser necesariamente religiosa, o puede ser también meramente filosófica o ética. Para Toller, “resulta lógico entender que puede ser de ambos tipos. No tiene sentido que la Ley exija a las instituciones exceptuarse por motivos religiosos, mientras el Decreto Reglamentario reconoce, más razonablemente, a los individuos la posibilidad de objetar cualquiera sea el motivo. Más aún: no hay motivo alguno para que se respete sólo el dictamen de la conciencia que se basa en la relación con Dios, pero no cuando ese sagrado recinto ha emitido un juicio basándose en motivos 53 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel VI. CONSIDERACIONES FINALES La Corte Constitucional colombiana, al decidir que se trata no sólo de una conducta no punible sino de un derecho fundamental, ha “elevado de rango” el aborto, creando artificialmente un conflicto con auténticos derechos fundamentales (como son, en primer lugar, el derecho a la vida, y las libertades de conciencia y de religión). En sintonía con este planteamiento, el siguiente paso ha consistido en poner en marcha los mecanismos de armonización y ponderación entre derechos fundamentales con el resultado de hacer prevalecer, en situaciones de conflicto, el supuesto derecho fundamental al aborto sobre los derechos fundamentales de personas e instituciones. Ante esta situación cabe exigir, al menos, que se tengan en cuenta los criterios que la misma Corte ha establecido en materia de armonización y ponderación de derechos fundamentales, de modo que se garantice la tutela en el mayor grado posible de las libertades de conciencia y de religión, comenzando por el recurso a alternativas que no sacrifiquen su núcleo esencial. En una de las sentencias citadas en el apartado 2 de este trabajo (la T 388 de 2009, M. P. Humberto Antonio Sierra Porto), se lee: “Ninguno de los valores, principios o derechos constitucionales fundamentales se garantiza en el ordenamiento jurídico constitucional colombiano de manera que suponga la negación absoluta de otros principios o derechos, pues debe siempre entenderse que existe la posibilidad de ponderación frente a otros valores, principios y derechos cuya protección también resulta relevante desde el punto de vista constitucional” (4.1) 117 . Esta afirmación, con la que se justifican las limitaciones a los derechos del nasciturus y de los objetores de conciencia, puede ser leída en sentido inverso. Es decir, los racionales. Es tan respetable una oposición a actuar basada en motivos de conciencia estrictamente ética, filosófica, que en una idea o creencia religiosa, como surge de las diversas posibilidades de fundamentación a nivel constitucional. En consecuencia, debe postularse que no pueden hacerse distinciones a este respecto”. Además, la posibilidad de objeción debe cobijar no sólo a los médicos y al personal médico auxiliar, sino también a los directivos y a los jefes de servicio, puesto que “si la objeción de conciencia es un derecho humano, fundamental y constitucional, que debe ser siempre reconocido, no tiene sentido que sea reconocido a los médicos que intervienen directamente en una práctica sanitaria, o a los auxiliares del centro de salud, pero no a los directivos de la misma. Tal trato discriminatorio y desigual no tiene razón alguna de ser. Por tanto, debe concluirse que los directores de hospitales, sanatorios, clínicas, etc., así como los jefes de los distintos departamentos o servicios de dichos centros de salud, pueden invocar personalmente la objeción de conciencia para no participar en la organización, disposición, etc., de prácticas médicas que agravian sus convicciones y creencias” (F. TOLLER, “El derecho a la objeción de conciencia de las instituciones”, cit., p. 179). 117 Una declaración muy semejante se encuentra en la sentencia T 988 de 2007 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto): “Ninguno de los valores, principios o derechos constitucionales fundamentales se garantiza en el ordenamiento jurídico constitucional colombiano de manera absoluta, pues estos deben poder dar lugar a la ponderación frente a otros valores, principios y derechos cuya protección también resulta relevante desde el punto de vista constitucional” (II, 5). 54 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto derechos de la mujer embarazada 118 tampoco son absolutos, y deben ser ponderados con las libertades de pensamiento, de conciencia, y de religión, en cabeza de los objetores de conciencia y de las instituciones que poseen un ideario contrario a la práctica del aborto. De acuerdo con la misma jurisprudencia de la Corte, los posibles conflictos deberían “resolverse de conformidad con los principios de mayor efectividad de los derechos fundamentales y de armonización de las normas constitucionales. El intérprete debe garantizar el mayor radio de acción posible al ejercicio de los derechos fundamentales y preferir la solución que, en la sopesación (sic) de valores o derechos constitucionales contrapuestos, no sacrifique su núcleo esencial, atendidas la importancia y la función que cada derecho cumple en una sociedad democrática” 119 . A su vez, en la sentencia T 713 de 1996 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo) se afirmó: “por hallarse íntimamente unidos a la persona humana en su esencia, los derechos básicos deben convivir, de manera que la efectividad de cualquiera de ellos no puede estar supeditada al sacrificio de otro, a menos que en el caso concreto resulten materialmente inconciliables dos derechos en pugna, evento en el cual, consideradas las circunstancias, el juez se verá precisado a escoger la prevalencia del más próximo a la dignidad de la persona”. Se añade que “la exigencia del derecho fundamental de cada uno de los asociados, en especial cuando se impetra ante los jueces, no puede basarse en la petición de que el Estado, al intervenir por mandato de la Constitución, desconozca los que corresponden a la contraparte del solicitante” (II, 3) 120 . 118 Entre los derechos de que es titular la mujer embarazada, la jurisprudencia destaca “el derecho a estar (…) libre de toda suerte de discriminación injustificada y de violencia así como a gozar de modo pleno de sus derechos en materia de salud sexual y reproductiva”; “su derecho a la libertad, en general, y a la posibilidad de la mujer para autodeterminarse y para configurar su propia identidad, según el derecho al libre desarrollo de su personalidad (…)”; “derecho de la mujer gestante a preservar su salud integral - física y mental -”; “derecho de la mujer gestante a su vida y a su salud integral”; “derecho de la mujer gestante a vivir libre de violencia, de humillaciones y de discriminación injustificada”. En suma, se garantiza “la protección de la dignidad humana de la mujer gestante, su libertad e integridad física y psíquica” (sentencia T 988 de 2007, M. P. Humberto Antonio Sierra Porto, n. 5, iv; n. 32). 119 Sentencia T 210 de 1994 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz), Fundamentos jurídicos, n. 9. 120 El punto de partida está por tanto en el reconocimiento de que los derechos fundamentales, en cuanto son el fundamento o base de la organización social, poseen igual importancia, de manera que no se trata de “escoger entre derechos enfrentados, sino lograr la aplicación de todos ellos mediante un ejercicio de ponderación que, partiendo de la base de que no existen derechos absolutos, pues todos ellos admiten restricciones o límites, lograra el reconocimiento en el mayor grado posible de todos los derechos enfrentados, y evitara restricciones que acabaran en el desconocimiento del contenido esencial de cualquiera de los derechos implicados en el conflicto” (Salvamento de voto de los Magistrados Marco Gerardo Monroy Cabra y Rodrigo Escobar Gil a la Sentencia C 355 de 2006). 55 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel A nuestro modo de ver, en el caso de los objetores, el núcleo o contenido esencial de su derecho puede identificarse en las palabras sencillas y claras del art. 18 de la Constitución colombiana: “Nadie será (…) obligado a actuar contra su conciencia”. El conflicto, tal como es planteado por la jurisprudencia, se hace particularmente vivo en algunas “situaciones límite”. Es por ejemplo el caso de la institución de salud en la que el único médico disponible es objetor de conciencia al aborto. La inquietud que aparece es evidente: ¿el único modo de satisfacer el interés de la mujer que pretende abortar consiste en obligar al médico a actuar en contra de su propia conciencia? ¿No caben soluciones alternativas? Un segundo ejemplo, relacionado con las instituciones: ¿respeta el núcleo del derecho imponer la obligación de contratar médicos abortistas y de realizar interrupciones del embarazo en sus propias instalaciones, en contra de los principios que presiden la naturaleza y la actividad de la institución? En la búsqueda del adecuado equilibrio pensamos que pueden proponerse, en síntesis, las siguientes líneas de reflexión y de solución de los problemas planteados a lo largo de estas páginas: a) El punto de partida debería ser el de reconocer en el mayor grado posible los derechos implicados, y en particular las libertades de religión y de conciencia, evitando caer en la imposición de cargas o exigencias desproporcionadas e ilegítimas que vulneran su contenido esencial. En este sentido nos parece especialmente aprovechable la experiencia del “equilibrio de intereses” (balancing process), desarrollado en el contexto de un sistema prevalentemente jurisprudencial como el norteamerican. Como ya se anotó, el sistema busca proteger al máximo la libertad de creencias y se procura que la consecución de otros intereses opuestos, probados como del máximo nivel (compelling state interest), lesionen mínimamente las libertades de conciencia y de religión. Cuando dicho interés pueda alcanzarse sin lesionar los derechos de las personas, será ése el camino a seguir. b) En el tratamiento jurídico de la objeción de conciencia lo definitivo es el grave conflicto interior que el cumplimiento de una norma genera en la persona. En el caso del aborto, se distingue entre la práctica directa del mismo y las distintas formas de cooperación indirecta. De hecho, en la realización de un aborto suelen intervenir tres tipos de personas: personal médico (ginecólogos, anestesiólogos, ecografistas, etc.); paramédico (enfermeros, auxiliares de distinto orden, etc.); y administrativo (personas encargadas de los trámites, de las aprobaciones del procedimiento, etc.). Lo anterior sin mencionar a los jueces cuya intervención sea requerida para poder autorizar la práctica de un aborto. Es evidente que se trata de situaciones distintas, y que el grado de cooperación con la acción abortiva es por tanto diverso. Sin embargo, insistimos, desde el punto de vista 56 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto de la objeción de conciencia lo definitivo es valorar si la conducta concreta genera un grave conflicto interior en la persona. En caso afirmativo, estamos en presencia de las condiciones necesarias para que opere el derecho a la objeción 121 . Como se vio en su momento, en los países (muchos de ellos con legislaciones claramente favorables al aborto) con mayor sensibilidad ante las exigencias de la libertad de conciencia, tanto de personas como de instituciones, se tutela ampliamente al objetor, incluyendo las distintas formas de cooperación con el aborto más o menos indirectas. Esta defensa de los derechos del objetor no es vista como una “amenaza” en contra de la posibilidad de abortar, sino como la manifestación lógica de la eficacia real de un derecho fundamental. c) Las instituciones poseen “conciencia” (es decir, convicciones, ideario) solamente por analogía con la persona física. Esto no significa que se trate de una simple ficción irrelevante. El tema se puede abordar, en primer lugar, desde el punto de vista del reconocimiento, en el derecho colombiano, de los derechos fundamentales de las personas jurídicas. En el caso de derechos que se reconocen originalmente a la persona natural (como ocurre con las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión), es razonable su extensión analógica a las personas jurídicas. No lo es, en cambio, negar la titularidad de estos derechos en la medida en que resulta posible reconocerlos. Desde el punto de vista de la persona jurídica en cuanto tal, es el modo de garantizar que la entidad pueda constituirse y actuar de conformidad con un ideario propio, que compromete toda su actividad de acuerdo con determinados ideales éticos o religiosos. Desde el punto de vista de las personas naturales (fundadores, socios, miembros, empleados comprometidos, etc.), el derecho de la persona jurídica a inspirar su actividad en determinadas opciones religiosas, éticas o ideológicas, constituye una garantía del respeto de sus respectivos derechos fundamentales. Ambas situaciones están presentes en las instituciones que por motivos éticos o religiosos se oponen a la práctica del aborto. d) El derecho comparado ofrece nuevas luces al poner de relieve la importancia en la vida social de las llamadas organizaciones de tendencia y de las empresas ideológicas, 121 El camino no es por tanto el de establecer cuál cooperación es más o menos intensa, más próxima o más lejana, para “permitir” la objeción en función de estos criterios. De acuerdo con Sieira Mucientes, “que el conflicto de conciencia parezca extravagante o remotamente conectado con el aborto a ojos de un observador externo no es motivo para desproteger el comportamiento motivado en conciencia. Está en juego la integridad moral de un ser humano y su dignidad como tal en el sentido más pleno de la palabra. Y en nuestra opinión, si se permite la desprotección de una creencia porque parece irrazonable, será difícil evitar otras descalificaciones de actitudes de conciencia no tan irrazonables, quizá, por motivos de pura conveniencia política. Un problema posterior será el de su limitación, si es que el comportamiento en conciencia causa un daño desproporcionado, pero este análisis no debe adelantarse al plano de la justificación ni al de la titularidad del derecho” (S. SIEIRA MUCIENTES, “La objeción de conciencia sanitaria desde la perspectiva constitucional”, fecha de consulta 14 de agosto 2012, en http://www.aeds.org/congreso6_13_06.php). 57 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel ampliamente protegidas en los principios éticos o religiosos que las inspiran, incluso con consecuencias importantes en el terreno del derecho laboral. Las empresas de tendencia, al depender esencialmente del ideario que las funda, buscan expresar institucionalmente una determinada ideología o ideario, máximamente relevante en su organización y estructura. La protección jurídica de este ideario es una consecuencia importante del pluralismo propio de las sociedades democráticas 122 . En síntesis, de acuerdo con Irureta, “la mayor parte de la doctrina considera que la figura de las organizaciones de tendencia resulta plenamente aplicable a todas aquellas empresas que ostentan un carácter instrumental para la difusión de cierta ideología claramente conectada con el pluralismo político, sindical y religioso” 123 . e) Si se parte del principio de que nadie puede ser obligado por la ley a realizar algo que ofende su pensamiento o su voluntad cuando de tal omisión no se deriva daño para terceros, no es difícil concluir que de la negativa de personas o instituciones a determinadas prácticas (en concreto, el aborto) no se deriva daño alguno para terceros cuando las personas interesadas son dirigidas a las instituciones públicas o privadas en las que se llevan a cabo esas prácticas 124 . En efecto, si la interrupción del embarazo se clasifica como un servicio que corresponde prestar al sistema público de salud, lo lógico es que sea en las entidades públicas, en primer lugar, donde tengan lugar esas intervenciones 125 . La participación de las entidades privadas en el sistema no puede implicar el desconocimiento de sus derechos, sobre todo cuando existen soluciones que satisfacen el interés invocado y que no lesionan los derechos de personas e instituciones 126 . 122 Cfr. P. IRURETA URIARTE, “Las organizaciones de tendencia ante el Derecho”, cit., p. 235. Añade el mismo autor que “en consecuencia, las empresas de tendencia se organizan institucionalmente sobre la base de estos elementos, y sin ellos se desdibujan completamente, perdiendo atributos esenciales de su configuración. Observadas desde el punto de vista de su estructura interna, el ideario o las creencias que profesan estas entidades terminan obligando a sus integrantes de forma tal que deben adecuar sus actuaciones a unas reglas de conducta derivadas del ideario del titular de la organización. Y no sólo eso: muchas de sus actividades deberán ser desempeñadas únicamente por personas coincidentes con el ideario de la organización oferente” (ibid., p. 236). 123 Ibid., p. 238. No puede olvidarse, por otra parte, la especificidad de cada uno de los supuestos. Es evidente que no es lo mismo un sindicato, por ejemplo, que una confesión religiosa. Al mismo tiempo cabría distinguir entre la confesión religiosa y las iniciativas de diverso orden que se inspiran en sus doctrinas, como cabe distinguir entre un partido político y el periódico que hace suya la ideología de ese partido. 124 Cfr. al respecto F. TOLLER, “El derecho a la objeción de conciencia de las instituciones”, cit., p. 175. 125 Quedando a salvo, obviamente, el derecho a objetar en conciencia de todas las personas llamadas a intervenir, directa o indirectamente, en el aborto. 126 Puede tenerse en cuenta, además, que no necesariamente todas las estructuras privadas de salud deben prestar la totalidad de los servicios. Así como existen limitaciones que a nadie sorprenden por motivos técnicos, de personal, etc., nada impide que se contemple como posible 58 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto En este sentido, nos parecen acertadas las consideraciones de la sentencia T 946 de 2008 (M. P. Jaime Córdoba Triviño): “corresponde a las entidades que conforman el Sistema de Seguridad Social en Salud orientar a las mujeres gestantes que cumplen con las condiciones establecidas en la sentencia C 355 de 2006, sobre los lugares y los médicos en donde de manera oportuna y adecuada les pueden practicar la interrupción del embarazo” (n. 5.2) 127 . El tema debería enfocarse por tanto desde el punto de vista del Estado, y concretamente del Sistema de Seguridad Social en Salud. Es a éste a quien corresponde identificar e informar sobre las entidades en las que se practican abortos, y los médicos disponibles, de modo que la mujer embarazada pueda acudir directamente a ellos, sin necesidad de provocar conflictos de conciencia en las personas, o conflictos de ideario en las instituciones. Cuando esta información es pública y asequible, se podrán evitar la gran mayoría de las posibles dificultades. f) La insistencia de la Corte Constitucional en rechazar -y penalizar con serias sanciones disciplinarias y económicas- la oposición al aborto por motivos de conciencia, personales o institucionales, no parece haber tenido en cuenta la realidad colombiana y, más concretamente, la situación hospitalaria. Una porción importante de la población recibe atención médica en centros católicos o de inspiración ético-religiosa contraria al aborto, que estarían dispuestos a dejar de prestar sus servicios antes que practicar ese tipo de intervenciones 128 . Da la impresión de que esta perspectiva “pragmática” ha limitación a un eventual servicio el ideario de la institución o de quienes trabajan en ella. Recientemente N. Brown ha propuesto la distinción, en las instituciones de salud, entre actividades que pertenecen al “núcleo” (core) de la actividad médica, y otras cuya relación con la medicina resulta mucho más difícil de advertir. Concretamente, “it can be said that something is within the core mission of medicine if it is an uncontroversial category that also has historical continuity with the tradition of medicine. Relief of pain and suffering and treatment of the chronically ill and dying are excellent examples of things that would fall in this category. However, the core mission of medicine probably does not include cosmetic surgeries, abortion, physician assisted suicide and the like” (N. J. BROWN, “Pluralism and Institutional Conscience”, Health Care Ethics USA, vol. 17, 4, 2009, p. 6). 127 En la misma línea, la sentencia T 209 de 2008 (M. P. Clara Inés Vargas Hernández) cuando se refiere a “la obligación de las EPS de realizar las gestiones conducentes a individualizar de antemano la ubicación de las IPS donde se encuentran los profesionales habilitados para llevar a cabo el procedimiento de IVE, para poder así dar una respuesta inmediata y efectiva a la mujer que solicita legalmente dicho procedimiento (…)” (n. 4.17). De este modo se evitan, además, las dificultades de conciencia del médico objetor al que se obliga a remitir a la mujer a otro médico que le practique el aborto. Basta que le indique que en el Directorio o Guía de la respectiva EPS podrá encontrar la información que necesita. 128 Un caso relativamente reciente y bien conocido por la opinión pública colombiana ha sido el del Hospital San Ignacio, adscrito a la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá. Sobre el tema puede verse el trabajo de A. LLANO ESCOBAR, Objeción de conciencia institucional, Pontificia Universidad Javeriana-Depalma-Ibáñez, Bogotá, 2011. 59 RGDCDEE 30 (2012) 1-64 Iustel jugado un papel importante en el debate parlamentario sobre una posible Ley Estatutaria de Libertad de Conciencia 129 . g) Finalmente, un planteamiento realista no puede ignorar otros elementos que forman parte de la situación a la que se ven enfrentadas las clínicas y los hospitales institucionalmente opuestos a la práctica del aborto. Se trata normalmente de instituciones privadas, sin ánimo de lucro, dedicadas a un servicio (el de salud, en general) con el que contribuyen directamente al bien público, supliendo muchas veces las carencias y la falta de cobertura del sistema público de salud 130 . La ineficiencia del Estado para prestar lo que considera un servicio de salud (el aborto) no puede ser pagada por entes privados a costa de su propio ideario. Condenarlas a tener que escoger entre la traición a sus propios principios y el cierre inevitable en caso contrario, no parece la solución más justa y equitativa. Sobre todo, si se tiene en cuenta que -como se ha visto a lo largo de las páginas anteriores- existen alternativas capaces de superar ese tipo de dilemas. VII. BIBLIOGRAFÍA BENEDICTO XVI, “Discurso al 56 Congreso Nacional de la Unión de Juristas Católicos Italianos (9 de diciembre 2006)”, en www.zenit.org, fecha de consulta 20 agosto 2012. BROWN, G. B., “Institutional Conscience and Catholic Health Care”, vol. XVI, 2006, pp. 413-422, fecha de consulta 17 marzo 2012, en http://www.uffl.org/vol16/brown06.pdf. BROWN, N. J., “Pluralism and Institutional Conscience”, Health Care Ethics USA, vol. 17, n. 4, 2009, pp. 6-9. 129 Nos referimos al Informe de ponencia para primer debate al Proyecto de Ley Estatutaria 022 de 2011, Cámara de Representantes, “por la cual se reglamenta el derecho de libertad de conciencia, reconocido en el artículo 18 de la Constitución Política”, fechado el 30 de agosto de 2011 (en http://servoaspr.imprenta.gov.co:7778/gacetap/gaceta.mostrar_documento?p_tipo=87&p_numero= 022&p_consec=30092, visitado el 4 de julio 2012). Se afirma que “al negarles el derecho a la objeción de conciencia a las entidades privadas que prestan servicios públicos, el legislador tendrá que disponer, ante la negativa de las mismas a prestarlos, sanciones escalonadas que deberán incluir su disolución y liquidación. Estas, entonces, dejarán de prestar no solamente los servicios específicos a los que se niegan sino todos los demás que prestan a la comunidad, que será en últimas la que resulte perjudicada. Si bien la tensión se resuelve a favor de la aplicación coercitiva de la ley, las consecuencias para el bien común son negativas, sin contar las reacciones de oposición que se generen por las comunidades de esas instituciones. ¿Y es esto necesario, inexorable? No lo creemos así. Otorgarles regladamente el derecho a la objeción de conciencia a las instituciones privadas es una alternativa pragmática a la solución de esas tensiones. De paso, y lo que no es de poca monta, se protege el carácter social del ser humano y la importancia de cohesión que tienen las instituciones”. 130 En ellas, además, no solamente está involucrado el personal sanitario, sus propietarios, los directores y el personal administrativo. Muchas veces su existencia y funcionamiento depende de donantes privados, cuya contribución se hace precisamente en función de motivaciones éticas o religiosas, y con la condición expresa o tácita de que la entidad a la que ayudan mantenga sus mismos ideales. 60 Prieto - Dimensiones individuales e institucionales de la objeción de conciencia al aborto CARDIA, C., “Tra il diritto e la morale. Obiezione di coscienza e legge”, Stato, Chiese e pluralismo confessionale, vol. maggio, 2009, pp. 1-29. CARLI, G., “Il licenziamento nelle imprese di tendenza”, fecha de consulta 4 agosto 2012, en http://www.studio-avvocato- penale.it/licenziamento_nelle_imprese_di_tendenza.htm#_Toc507217878. CEPEDA, M. J., Los derechos fundamentales en la Constitución de 1991, 2, Temis, Bogotá, 1997. CHRISTIANS, L. L.; MINETTE, S., “Avortement et objection de conscience en Belgique”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, vol. 23, 2010, pp. 1-20. 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