EDUCANDO NUESTRO CEREBRO EMOCIONAL

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Monografía
Formación en Neurosicoeducación
Alumna: María Eugenia Gonzalez
www.asociacioneducar.com
Mail: informacion@asociacioneducar.com
MSN: asociacioneducar@hotmail.com
EDUCANDO NUESTRO CEREBRO EMOCIONAL
“La Inteligencia Emocional es el conjunto de actitudes,
competencias, destrezas y habilidades que determinan la
conducta de un
individuo, sus reacciones,
estados
mentales y su estilo de comunicar”
Daniel Goleman
Los factores emocionales son, desde hace ya algunos años, aspectos de
creciente interés para la educación. La escuela, en un principio más preocupada
del desarrollo cognitivo, se plantea hoy el desarrollo integral y armónico de los
alumnos y asume como tarea no sólo enseñar contenidos sobre las diferentes
áreas de estudio sino también enseñar a ser y a convivir.
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El desarrollo integral de la
personalidad se puede alcanzar
a través del crecimiento personal,
social y emocional, desarrollando
habilidades como la capacidad
para escuchar a los demás;
colocarse en la situación del otro;
escuchar, respetar y considerar
las
opiniones
ajenas;
lograr
empatía con los otros.
A partir de esto la escuela
reconoce
que
herramientas
desarrollen
debe
para
brindar
que
se
competencias
que
contribuyan a un mejor bienestar
personal y social.
Conociendo nuestro cerebro
El cerebro humano consta de tres sistemas interrelacionados.
El
sistema instintivo, regula las funciones fisiológicas involuntarias del
cuerpo y es el responsable de la parte más primitiva de reflejo-respuesta. No
piensa ni siente emociones, sólo actúa cuando el cuerpo se lo pide: control
hormonal y de la temperatura, hambre, sed, motivación reproductiva, respiración…
Por encima del este sistema, está el sistema límbico, almacén de las emociones y
recuerdos. En él se encuentra la amígdala, considerada la base de la memoria
afectiva. Entre las funciones y las motivaciones del límbico están el miedo, la
rabia, el amor maternal, las relaciones sociales, los celos… Por último, está el
neocórtex o cerebro racional, que es quien permite tener conciencia y controla las
emociones, a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas: memorización,
concentración, autorreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el
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comportamiento adecuado… es la parte consciente de la persona, tanto a nivel
fisiológico como emocional.
El cerebro humano ha evolucionado para educar y ser educado. Los
aprendizajes y enseñanzas, la transmisión cultural y la educación son naturales en
el hombre.
El cerebro humano es resultado de un largo pasado evolutivo. Hace unos 6
millones de años, en el continente africano tuvo lugar un acontecimiento evolutivo
de gran trascendencia, una población de monos antropomorfos evolucionó y
surgieron varias especies de Australopithecus. Estas nuevas especies se
extinguieron, salvo una que sobrevivió hasta hace unos 2 millones de años. A este
nuevo género se lo denominó Homo. Este Homo tenía un cerebro más grande,
fabricaba herramientas de piedra y empezó a explorar la tierra.
La nueva especie presentaba características físicas particulares, como un
cerebro de mayor tamaño, pero lo más importante eran sus nuevas competencias
y capacidades mentales, cognitivas y lingüísticas, así como los productos
culturales que crearon.
El cerebro tiene un sistema de procesamiento emocional básico fruto de la
evolución que permite la supervivencia a condición de ser poco permeable a la
experiencia y permanecer casi inalterable a lo largo de la vida. Por otra parte, hay
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otro tipo de emociones como los celos, la culpa, el orgullo o la vergüenza. A estas
las denominamos emociones complejas y están vinculadas con las interacciones
sociales y la cultura y, a su vez, menos determinadas biológicamente
El cerebro humano posee dos características que lo diferencian del resto de
los cerebros en la escala zoológica: una maduración lenta y laboriosa, que se lleva
a cabo durante las dos primeras décadas de la vida, y una amplia y ávida apertura
a la experiencia; esta característica se denomina “plasticidad cerebral”, término
que alude a una gran versatilidad de la estructura y funcionalidad cerebrales. La
maduración funcional está determinada por información genética y provee las
funciones que darán origen a habilidades básicas, mientras que la experiencia va
enriqueciendo dichas habilidades, transformándolas en destrezas al servicio de la
creatividad y del crecimiento cognitivo y social.
El cerebro está dividido en dos hemisferios. Las cortezas de ambos
hemisferios no trabajan de manera aislada sino que están conectadas por un
tracto de fibras grueso y largo conocido como el cuerpo calloso.
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El
hemisferio
izquierdo
procesa
la
información
analítica
y
secuencialmente, paso a paso, de forma lógica y lineal; analiza, abstrae, cuenta,
mide el tiempo, planea procedimientos paso a paso, verbaliza, piensa en palabras
y en números, es decir contiene la capacidad para las matemáticas y para leer y
escribir.
Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento convergente, obteniendo
nueva información al usar datos ya disponibles, formando nuevas ideas o datos
convencionalmente aceptables. Aprende de la parte al todo y absorbe
rápidamente los detalles, hechos y reglas. Analiza la información paso a paso.
El hemisferio derecho parece especializado en la percepción global,
sintetizando la información que le llega. Es el experto en el proceso simultáneo o
de proceso en paralelo; es decir, no pasa de una característica a otra, sino que
busca pautas y gestaltes. Procesa la información de manera global, partiendo del
todo para entender las distintas partes que componen ese todo. Es intuitivo en vez
de lógico, piensa en imágenes, símbolos y sentimientos. Tiene capacidad
imaginativa y fantástica, espacial y perceptiva.
Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento divergente, creando una
variedad y cantidad de ideas nuevas, más allá de los patrones convencionales.
Aprende del todo a la parte. Para entender las partes necesita partir de la imagen
global. No analiza la información, la sintetiza. Es relacional, no le preocupan las
partes en sí, sino saber cómo encajan y se relacionan unas partes con otras.
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Neuronas y plasticidad
La estructura básica del sistema
nervioso, la célula nerviosa, la neurona,
tiene dos tipos de ramificaciones: una larga,
el axón, y las cortas, llamadas dendritas.
Las sinapsis son las conexiones entre
neuronas.
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La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de aumentar o disminuir el
número de ramificaciones neuronales y de sinapsis, a partir del estímulo sobre el
córtex cerebral, siendo la base estructural del aprendizaje.
Las emociones
Las emociones son sistemas inteligentes de respuesta del cerebro que
permiten reaccionar de forma apropiada y rápida a los acontecimientos del
entorno. Las emociones permiten actuar sin tener que pensar.
Se trata por tanto de funciones antiguas, que empezaron a organizarse en
los cerebros primitivos cuando la corteza cerebral apenas había evolucionado y
buena parte del comportamiento tenía carácter reflejo e inconsciente. Es por ello
que la parte esencial de las emociones radica en estructuras subcorticales del
cerebro como el hipotálamo y el tronco del encéfalo, o en regiones antiguas de
corteza cerebral, como la amígdala. Cuando esas regiones son activadas por los
sistemas sensoperceptivos del cerebro, por ejemplo, en presencia de un estímulo,
activan el sistema nervioso autónomo y neuroendocrino, desencadenando
respuestas autonómicas (cambios en la frecuencia cardíaca y respiratoria, en el
aporte de sangre a los tejidos, en la resistencia eléctrica de la piel, etc),
hormonales (segregación de adrenalina, noradrenalina, glucocorticoides, etc) y
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conductuales (posturas, gestos reflejos motores, etc) cuya intención consiste en
preparar al organismo para huir o responder a esa amenaza.
TIPO DE EMOCIONES
Emociones secundarias
Emociones primarias
Emociones sociales
Las emociones son funciones cerebrales que sirven para señalizar y
registrar consistentemente en la memoria aquello que tiene especial relevancia en
nuestras vidas. Es por ello que desde la más temprana infancia contribuyen
poderosamente al desarrollo y organización del sistema de valores funcionales,
sociales y morales que guía el comportamiento.
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“Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil.
Pero... estar furioso con la persona correcta, en la
intensidad correcta, en el momento correcto, por el
motivo correcto y de la forma correcta, eso no es fácil”
Aristóteles
El desarrollo emocional influye directamente en la evolución intelectual del
niño; un desarrollo emocional poco satisfactorio puede incidir en aspectos del
desarrollo intelectual como limitaciones en la memoria, dificultades en la
percepción y en la atención, y disminución de las asociaciones mentales
satisfactorias.
Por esta razón hay
vinculación, entre neuroplasticidad, afectividad y
aprendizaje. Por lo tanto, un desarrollo adecuado de las capacidades emocionales
genera un aumento de la motivación y la curiosidad y de los deseos de aprender,
agudizando y profundizando la percepción y la intuición.
La base del desarrollo emocional
son “las neuronas en espejo” que son el
mecanismo esencial para comprender
las intenciones de otros, y, por ende,
para capacitar para la vida social. Las
neuronas espejo aportan nueva luz para
entender cómo la red neuronal “refleja”
el mundo, la autoimagen y la imagen de
la mente de los otros en la producción
evolutiva de un comportamiento social.
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El descubrimiento de estas células
espejo las hizo el neurocientífico Giacomo
Rizzolatti. al experimentar inicialmente con
simios pudo demostrar que cierto grupo de
células que controlaban el movimiento gestual
se activaban cuando el simio realizaba una
acción con sus manos o con su boca.
El anterior mecanismo de adaptación le
permitió también a los simios sobrevivir, ya que a
través de gestos un simio le indica al otro la
presencia de depredadores o de alimento.
Las neuronas espejo a diferencia de otro
tipo de neuronas es un sistema resonador y
empático, es decir, no sólo funciona a través de
la imitación de movimientos, sino que pueden
ser activadas a partir de la representaciones
mentales que tiene el otro, dado que el ser
humano evolucionó para estar en contacto con el otro, para reaccionar o afectar al
otro.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
La “inteligencia emocional”, no es otra cosa que capacidad para generar,
reconocer, expresar e influir emociones propias y ajenas buscando con empatía la
resolución más satisfactoria de las situaciones.
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El individuo empático es un sujeto capaz de expresar y entender el lenguaje
emocional (gestos, posturas, tonos de voz, expresiones faciales, etc) y de
controlar sus impulsos emocionales para que, sin reprimirse, se expresen de
forma socialmente aceptada. El individuo con empatía es capaz también de
comunicar y convencer a su interlocutor de que está sintiendo lo mismo que el
siente. Sin empatía no hay inteligencia emocional. La inteligencia emocional
permite desarrollar:
AUTOCONCIENCIA: capacidad de un sujeto en el manejo de sus
emociones, con sus propias habilidades y fortalezas. También hace
referencia al conocimiento de que habilidades y capacidades reconocen los
otros en él.
AUTORREGULACIÓN O CONTROL EMOCIONAL: la capacidad de
aprender en base a la meditación de experiencias
vividas,
el
mejor
manejo
de
los
impulsos
emocionales. Es la capacidad de no cometer dos
veces el mismo error emocional, midiendo las
consecuencias a través del impacto que generan
en él y en los otros.
AUTOMOTIVACIÓN: la capacidad de encontrar una motivación interna
independientemente de la circunstancia que se viva, o de los factores
externos de influencia.
EMPATÍA: la capacidad de reconocer y prever el impacto de los dichos y
acciones sobre el otro.
HABILIDADES
SOCIALES:
la
capacidad
de
relacionarse efectivamente con los otros. Es la
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capacidad de mantener un pensamiento independiente del manejo
emocional de los otros.
Conclusión
La educación es el más poderoso
instrumento que se posee para cambiar el
comportamiento de las personas. Su poder
radica en su capacidad para cambiar la
morfología y el funcionamiento del cerebro.
Si la educación no cambiase el cerebro poca
influencia tendría sobre las actitudes y la
conducta de las personas. La educación
puede cambiar no sólo el conocimiento que
se tiene del mundo, incluido uno mismo y su cerebro, sino también las facultades
intelectuales y el modo de ver y apreciar las cosas. La educación emocional
debería encaminarse no tanto a reprimir los sentimientos o a imponer sobre ellos
la razón como a saber utilizar esta última para conseguir un equilibrio o encaje
coherente entre ambos.
La educación emocional debería ayudar a
proceder de manera conveniente para saber superar
sentimientos negativos, como el racismo, utilizando la
plasticidad del cerebro para cambiar el rechazo ante
lo distinto por apreciación del valor de lo diferente.
Esto puede concretarse promoviendo tempranamente
valores universales, como la responsabilidad y el
respeto, la tolerancia y la solidaridad. La educación
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debe enseñar también a dedicar más tiempo para pensar en las propias
emociones y en las de los demás, lo que permitirá comprendernos y a
comprenderlos.
Humberto Maturana sostiene que en el mundo occidental, las emociones,
los sentimientos se han desvalorizado. Se
tiende a priorizar el desarrollo intelectual,
el conocimiento, la información…como si
el ser humano tuviera una dualidad
“mente - corazón”.
Cuando Maturana describe al amor como un espacio único relacional,
propio de la especie humana, está invitando a la sociedad, a la familia, a los
educadores a crear y valorar ese espacio relacional donde se expresa lo
propiamente humano; un espacio de mutua aceptación. Es en este espacio donde
fluyen interactivamente el conversar y el emocionar.
La meta de la educación es el desarrollo integral que permita la
participación de las personas en el medio social y cultural a través de la
apropiación de contenidos culturales. Y en esta apropiación la familia y la escuela
son agentes decisivos.
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«El profesor ideal para este nuevo siglo
tendrá que ser capaz de enseñar la
aritmética del corazón y la gramática de las
relaciones sociales. Si la escuela y la
administración asumen este reto, la
convivencia en este milenio puede ser más
fácil para todos y nuestro corazón no sufrirá
más de lo necesario».
Natalio Extremera y Pablo
Berrocal (2002)
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Fernández-
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