La persuasión, la argumentación, la demostración Aproximación a los alcances discursivos, lingüísticos, pragmáticos, y sintácticos de los textos Prof.ª Carmen Lepre Uruguay 1. Algunas pre-nociones Desde Ferdinand de Saussure en adelante, el mundo de la Lingüística cambió radicalmente. Gracias al enfoque científico para estudiar todo lo relativo a la lengua, el siglo XX se nutrió de múltiples disciplinas y perspectivas, surgidas de las observaciones del maestro, que enriquecieron notablemente los estudios y descripciones de la lengua, realizadas hasta el momento. Lengua y habla, paradigma y sintagma, diacronía y sincronía. Estas dicotomías saussureanas han estado presentes, de una forma o de otra, a lo largo de un siglo. Para abstraer las regularidades de la lengua, el lingüista debe irremediablemente observar el producto. Es a través de lo que Eugenio Coseriu llamaba “intuición eidética” que se logra llegar a clasificar y ordenar el mundo de la lengua. Porque la lengua solo se hace visible a través de su producto, la enunciación. En el Uruguay, los programas de Lengua en el nivel Secundario se han apoyado siempre en textos, teniendo en cuenta esta realidad. La gramática de una lengua es entendida como una organización sistemática en la que las palabras, los morfemas y los grupos se organizan y se integran como un todo. Se podría decir que la gramática es una, para una lengua particular. No obstante, las estructuras sintácticas no aparecen libremente en cualquier texto. El enunciador, responsable de su producto, elige de los paradigmas de la lengua palabras, morfemas y estructuras sintácticas para organizar su discurso y lograr en el destinatario una determinada reacción, una respuesta. Como consecuencia, hay mayor frecuencia de determinadas estructuras de la lengua según la intención comunicativa. Y esto nos lleva, inmediatamente, a la necesidad de trabajar las intencionalidades y modalidades discursivas que son las portadoras de las intencionalidades del enunciador. La literatura ha trabajado con los géneros literarios. Y desde hace unas décadas, la lingüística se ha esmerado en clasificar y tipologizar los textos, en el entendido de que existen constantes que hacen que el usuario de la lengua pueda diferenciar una narración de una argumentación, y en consecuencia, también pueda producirlas. Pero no debemos perder de vista el hecho de que al producir un texto, cualquiera que sea, lo que hacemos todos nosotros es apropiarnos de algunas estructuras de la lengua, que organizamos adecuadamente, para que sean portadoras de determinada finalidad. Gramática y enunciación están, por lo tanto, íntimamente relacionadas. Una depende de la otra, irremediablemente. En este trabajo, nos ocuparemos de contestarnos con qué objetivo se clasifican los textos, hacia qué rumbo nos dirigimos mediante el estudio sistemático de géneros discursivos, y cuál es el rol de la Gramática en toda esta tarea. Dirigimos nuestra atención al docente, cuya tarea es visualizar las estructuras del español a través de los textos. 2. Los textos, su forma y su comprensión La clasificación de los fenómenos lingüísticos es un principio metodológico. Entre otras clasificaciones, es común establecer distingos entre actos de habla y funciones del lenguaje, y hacerlo es acertado desde el punto de vista teórico. Mientras los actos de habla se inscriben en una situación de enunciación que opera desde el enunciador, los enunciados que produce, los motivos de su enunciación y qué pretende lograr del receptor (Austin, 1950), las funciones del lenguaje se delimitan y se describen desde el producto obtenido y cómo operan dentro de la situación comunicativa: pueden expresar los sentimientos del receptor, buscar cambios en su conducta, destinarse a observar el propio canal de comunicación, el código utilizado, el mensaje en sí mismo, o el mundo al que se refiere (Jakobson,1963). Estas dos maneras de observar la situación comunicativa dieron origen a distintas corrientes dentro de la lingüística. La teoría de los actos de habla de Austin dio lugar a la Pragmática lingüística de la que se nutrieron todos los estudios de la lengua desde mediados del siglo XX. Y los estudios de las funciones del lenguaje, vistos primero por Bühler en 1919 (con las tres funciones básicas) y luego por Jakobson en 1963, permitieron a los estudiosos de la lengua operar con multiplicidad de vínculos con otras disciplinas, como la poética, y con diferentes tipologías discursivas que las tienen en cuenta, como ya se adelantó. El responsable del texto, el enunciador, sea real o ficticio, habrá impreso en él su voluntad de lograr determinado objetivo, que generalmente involucra al receptor. Todo texto tiene una finalidad perlocutiva que busca mover las fibras del receptor. Investigaciones recientes, además, han comprobado que reconocer el género discursivo de un producto lingüístico es un paso imprescindible para comprenderlo. En las últimas décadas se ha generado en los lingüistas la necesidad de caracterizar y de clasificar las unidades textuales en sí mismas en tanto producto de la lengua, para lo cual se han generado distintas propuestas a lo largo del tiempo. Las clasificaciones teóricas son confeccionadas por los investigadores al solo efecto metodológico de poder estudiar su objeto, que es la lengua. 3. Tipos de texto: la problemática de tipologizar Puede afirmarse que no existe tipología textual perfecta, como no hay en el mundo científico ninguna clasificación perfecta. Y la lengua no escapa a esa realidad. Es por ese motivo que en la actualidad existe cierto escepticismo en los lingüistas acerca de la conveniencia de tipologizar textos. El individuo, según afirma Adam, tiene una competencia textual, que le permite intuitivamente discernir, desde que aprende a hablar, qué clase o tipo de texto está escuchando y cuál clase de texto deberá producir al emitir enunciados en su discurso. La lengua se realiza en textos, sean orales o escritos. Cada norma -la escrita y la oral- tendrá diferentes maneras de sintactizar la lengua. Es necesario reiterar al respecto que tan válida es -en cuanto a sus estructuras y su conformación específica- la norma oral como la escrita, porque están hechas para ser vehículos de comunicación en instancias distintas. La lengua escrita lo hace en ausencia, por eso se vale de mecanismos como la puntuación, o la diagramación de un texto en párrafos. La lengua oral necesita de otros procedimientos para marcar los fines de mensaje, y el cambio de contenidos. La entonación y la intensidad son elementos lingüísticamente codificados para determinados sentidos y significados del enunciado. El tono de voz, los gestos, serán elementos paralingüísticos que permitirán al interlocutor decodificar adecuadamente todo cuanto pueda decirse y sobreentenderse. Cada uno de estos procedemientos es válido en sí mismo; lo que no es válido es trasladar los procedimientos de una norma a la otra. Un primer paso para comprenderlos, es clasificarlos, porque esta operación permite organizar el razonamiento. El universo de la lingüística textual puede llegar a ser inabarcable, en el sentido de ser imposible de aprehender, si no se lo clasifica, de un modo u otro. Por eso se hace necesario, a los efectos del trabajo del investigador, saber con qué clase de “objeto” se está trabajando. Y clasificar los textos es el paso previo para ponerse a operar reflexivamente con ellos. Durante siglos se habló de géneros literarios, y en la didáctica y teoría literaria se sigue trabajando con esta clasificación, aún cuando los especialistas son escépticos en cuanto a su eficacia, porque no es una clasificación perfecta ni cerrada. En los últimos veinte años, aproximadamente, desde la lingüística se ha tratado de realizar una clasificación más rigurosa. Ese fue el origen de la tipología textual. ¿Para qué surge, y por qué? Se hizo necesario utilizar una clasificación que se fundamentara en estructuras lingüísticas y que fuera explicada en función de ellas. “La empresa tipológica, dice Sylvia Costa, no hace otra cosa que presentar la asombrosa evidencia de que las lenguas –y los textos que ellas producen– se parecen y se distinguen. Y que ese parecido muchas veces no se debe a proximidades temporales, geográficas o funcionales. El establecimiento de tipologías implica, por lo tanto, el descubrimiento de isomorfismos, es decir, el descubrimiento de principios comunes a las producciones lingüísticas diversas.” (Costa-Malcuori, 1997). Hubo múltiples tipologías, que intentaron, con muchas dificultades, abarcar el inmenso universo textual. Estas tipologías tuvieron en cuenta parámetros clasificadores diferentes. Algunas tomaron en cuenta la superestructura de los textos, otras la intencionalidad, otras la función social de los textos. Según Isemberg (1983)1, una tipología debe cubrir algunos aspectos como rigor, exhaustividad, monotipia, homogeneidad. Esto significa que para seleccionar una determinada tipología hay que ser cuidadoso. En el universo posible de textos existen suficientes variedades de ellos como para convertir en titánica una clasificación en tipos de texto que cubra estas exigencias. Seleccionar una tipología adecuada también parece difícil, entonces. Dentro de todos los lingüistas que lo han intentado, la tipología de Adam es la más extendida. Es homogénea, en el sentido de que utiliza un solo parámetro clasificador: las proposiciones que conforman la secuencia textual. No es una tipología que cubra pocos textos, como la lograda por T. Van Dijk, quien, al utilizar la superestructura para tipologizar, reduce la clasificación a tres tipos de texto: narración, argumentación e informe científico. El resto de los textos no tiene superestructura clara, por lo tanto no puede tipologizarse. Otra tipología, como la de Ana María Kaufmann combina dos criterios, la trama del texto y la intencionalidad. Esto la lleva a encontrar una enorme cantidad de textos sin características distintivas, que cumplan con el criterio del rigor y de la monotipia. Un texto debe ser predominantemente de un tipo, y no de dos o de tres. Todas estas consideraciones convierten a la tipología de Adam, aún, en la más exhaustiva, rigurosa, homogénea y monotípica. Considera este autor cinco tipos de texto: el narrativo, el conversacional, el argumentativo, el explicativo-expositivo, el descriptivo, cada uno distinguido del otro por su secuencia textual específica. No obstante lo dicho, se debe hacer una precisión, y es la siguiente: no todos los productos se organizan mediante moldes que se ajusten a un “tipo” en especial. Muchas veces, las más, los productos lingüísticos son híbridos. Esta realidad lleva, entonces, a no encontrar en las tipologías de textos lo que se buscaba de ellas. Cada estructura lingüística en particular está al servicio del texto producido y no al revés. Al hablar o al escribir, es decir, al producir un texto, se eligen determinadas unidades sintácticas, determinados operadores pragmáticos, determinada temporalidad, se modaliza, se mediatizan los contenidos que se quieren comunicar, se adecua la sintaxis y el léxico a la situación comunicativa en particular y al tipo de texto que se pretende producir y que el emisor busca que el receptor entienda. Y el texto producido posee estas particularidades, en la medida en que el enunciador sepa organizarlo. 1 apud Malcuori-Costa, Tipología textual. Montevideo, SPEU, 1997 4. El texto argumentativo o persuasivo “Cuando reúno los argumentos de las causas no suelo contarlos, sino pesarlos”. Cicerón ¿Cómo determinar la naturaleza tipológica de un texto? ¿Cómo clasificarlo? ¿Cuáles son las operaciones que se deben realizar para ello? Para contestar estas preguntas es preciso elegir parámetros clasificadores y observar si son o no pertinentes en el momento de volcarlos a cada texto en particular. Por ello se empezará este apartado presentando una serie de textos, extraídos algunos de revistas, otros de publicaciones de periódicos en Internet. El que se presenten dentro de este apartado no significa que sean de por sí argumentativos o persuasivos. Este dilema se visualizará en cada caso particular, observando, delimitando, jerarquizando contenidos, y por sobre todo eso, eligiendo una unidad de medida básica, indispensable para realizar estas operaciones. Cada caso se deberá resolver según ese texto particular, que es, en sí mismo unidad delimitable de los demás. El principio de todas las cosas es considerar que el texto es, antes que nada, un producto lingüístico construido para un destinatario con una determinada pretensión perlocutiva. 4.1. A modo de preguntas iniciales Dentro del universo de textos que la lengua produce, hay una clase especial que se caracteriza por funcionar socialmente, intentando influir en el receptor. Los lingüistas, atendiendo a las dos características básicas de sus contenidos, suelen distinguir entre dos modalidades de discurso: el epistémico o representativo, y el manipulativo o deóntico, (Givón, 1979). O están hechos para referir el mundo externo al receptor (modalidad epistémica de discurso, o discurso epistémico), o para provocar respuestas de él, o en él (modalidad deóntica de discurso, o discurso deóntico). Esta es una clasificación básica que se establece en los estudios lingüísticos y a la que se recurre para establecer distinciones de primer nivel en los enunciados, por ejemplo. Es relativamente sencillo que un usuario común de la lengua pueda distinguir entre estos dos enunciados: “Se levanta a las tres de la madrugada” y “Levántese a las tres de la madrugada”, o “¿Se levanta usted a las tres de la madrugada?”. En el primero, la modalidad es externa al enunciador y al receptor, es epistémica. En el segundo y el tercero, el enunciador busca una respuesta del receptor, busca modificar por lo tanto su conducta; la modalidad es deóntica. Pero las clasificaciones del discurso en variedades diversas, son más complejas que esta primera distinción. Respecto del discurso manipulador o deóntico, las tipologías abundan en su clasificación y en su estudio específico. Se lo ha estudiado tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el punto de vista filosófico, precisamente porque fueron primero los filósofos como Platón, Aristóteles, quienes se internaron en él al estudiar la retórica, técnica y ciencia que se nutre de esta modalidad discursiva. Es el texto argumentativo o persuasivo. Es el texto que contiene como proposiciones que lo estructuran las siguientes: premisas-justificación-conclusión; o bien argumento-conclusión; o bien datos-conclusión. Estas variantes, según Adam, dan cuenta de que el texto está hecho para convencer al interlocutor, para modificar sus pensamientos o sus acciones. Sin embargo, a veces resulta difícil reconocer en un texto estas proposiciones, dentro de la inmensa variedad de estructuras lingüísticas que lo conforman. Este es el motivo por el que algunos teóricos, trabajando desde la lógica, suelen realizar comentarios como los que siguen: “Es común, al menos así nos parece, que cuando comenzamos a estudiar lógica, y en especial, las formas argumentales consideradas válidas, tratemos de comparar las estructuras rígidas que se nos ofrecen como modelos con nuestras cotidianas argumentaciones. Estas se nos presentan, a la luz del examen riguroso, como desmañadas y superfluas, ora reiterativas y superabundantes frente al ascetismo de las formas válidas, ora menesterosas y escasas frente a la justeza del silogismo. Casi avergonzados intentamos la descorazonadora tarea de traducción para colocarle el “corset” de las formas típicas a la verborrea persuasiva, perdiendo naturalidad y no ganando mucha precisión”. (Russo-Lerner, 1975)2. 2 En La lógica de la persuasión Ya se ha hablado de las tipologías, los géneros, y la rigurosidad relativa de clasificaciones de este tipo. No obstante, también se dijo que en clase se hace necesario cierto rigor metodológico, y a él se apunta en este documento. Estas palabras citadas arriba, lejos de sonar a una contradicción con todo lo dicho hasta el momento acerca de una necesidad de tipologizar textos para fines didácticos, traen a la realidad lo dificultoso que es organizar un discurso al producirlo según parámetros prefijados, y encorsetarlo al comprenderlo o para comprenderlo. Revelan la difícil situación de quien quiere clasificar con fines de investigación o con fines didácticos, y se enfrenta a la realidad de que la lengua es un inmenso mundo con el que el hombre recrea el mundo en el que vive y por lo tanto no es posible asignarle parámetros rigurosos ni estandarizados. Es por ese motivo que se trabajarán estos textos, intentando traer un poco de luz a tanta diversidad de respuestas. Según lo expuesto hasta ahora, ¿se podría establecer una distinción, o una identificación entre los textos uno y dos? ¿Cuál de estos textos puede ser considerado argumentativo? ¿O tal vez los dos? Texto Nº 1 ¿Adicto yo? Sr. Director En este mundo loco en el que se gastan vidas y fortunas combatiendo adicciones y se invierten fortunas fomentando adicciones, existe una especie no bien definida todavía: el adicto a internet. Por mi parte he estudiado concienzudamente el tema y propongo la siguiente caracterización: Estamos frente a un adicto perdido a Internet cuando.... * Existe un sitio web marcado en el vidrio de sus anteojos. * Se enloquece si no se le ocurren nuevos temas para rastrear. * Sus sueños nocturnos... bueno, esos son en HTML. * Se encuentra a sí mismo tipeando "com" después de cada punto, cuando usa un procesador de texto.com. * Su corazón se acelera cada vez que ve un nuevo sitio de la WWW en la prensa o en la TV. * Todos sus amigos tienen una @ en sus nombres. * Su perro tiene "home page" propia. * Se refiere a su edad como 3x. * Se levanta a las tres de la madrugada para ir al baño y en el "path" de regreso a su cama se detiene para chequear su "e-mail". * Le dice a los chicos que no pueden usar la computadora porque "Papito tiene trabajo que hacer". * Consigue un tatuaje que dice: "Este cuerpo es mejor visto con Netscape 4.0 o superior". * Comienza a acostar la cabeza totalmente hacia un lado para sonreír. * No puede llamar a su madre... porque ella no tiene módem. Seguramente esta contribución permitirá afinar y hacer más seguros los diagnósticos. D.B. (Buenos Aires) En Relaciones, agosto de 2000. Texto Nº 2 Las semillas de la violencia Los seres humanos nacemos con las semillas de la bondad, la tolerancia y la racionalidad, pero nos volvemos llenos de odio... y la violencia engendra más violencia, como amar engendra más amor. Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas. Esta sociedad está llena de barreras negativas y, para superarlas, no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros. M. José Vallespín. Asturias. Lectora de "Perfiles", revista española a la cual escribió su opinión. Enero, 2003 De hecho, la clasificación en funciones del lenguaje, tan conocida por todos los docentes que imparten lengua, se encuentra con que en la realidad no existe una única función, sino que hay una que predomina. Puede informarse en un mensaje publicitario, pero para motivar una conducta en el receptor. O en un texto poético, no solamente se busca manifestar emociones, sino motivar con algo de ellas al receptor. Esta puede ser una consideración válida para internarse en los contenidos del primer texto. En efecto, en él existe, la forma básica de un tipo especial de texto conversacional en diferido –la carta- que, por el soporte del mismo, es casi unilateral puesto que es una carta escrita para ser publicada en una revista dentro de un espacio de Opinión especial, como es el lugar de Cartas de Lectores. En esta carta, el enunciador comienza con un título que de por sí promueve una actitud expectante en el lector de la publicación mensual en la que se edita: lo invitan a leer con esa pregunta, porque en el mundo de hoy las adicciones son temas de por sí conflictivos y generan abierto interés en el individuo común; más aún, en el lector más especializado a cierta temática que es la que se lee en esta publicación normalmente. De manera que, sin llegar a haber delimitado el tipo de texto que es en su contenido temático y en la secuencia textual interna, el lector ya entiende el texto como perteneciente a una modalidad que podría delimitarse genéricamente como deóntica, porque promueve una conducta, y busca una respuesta en el receptor-lector. Si se continúa la lectura, el lector verá que está frente a una carta que expone determinadas características del que en este texto se llama adicto a Internet, organizadas esquemáticamente, y partiendo de una premisa inicial, de un presupuesto “En este mundo loco en el que se gastan vidas y fortunas combatiendo adicciones y se invierten fortunas fomentando adicciones, existe una especie no bien definida todavía: el adicto a Internet”. Y luego de exponer las razones (presentadas como aserciones) por las que una determinada conducta humana puede considerarse, a juicio del enunciador, como adicción, este llega a la conclusión de que quien se comporta de esa manera es adicto a Internet. La ironía con la que se presenta el texto es obvia, y puede ser objeto, además, de un estudio minucioso, puesto que hay determinadas caracterizaciones que hacen alusión a conductas humanas muy arraigadas en la cultura popular: ciertas costumbres que rayan en la manía o en la obsesión, la imagen del padre prohibiendo el uso de la computadora a sus hijos, la imagen de la madre a la que hay que atender aún lejos de casa, el acceso a otros lugares de información como la prensa o la TV. Se tratan, casi inadvertidamente para ojos distraídos, todos los aspectos del mundo que rondan a un individuo común: su trabajo, sus costumbres domésticas, su familia, sus amigos. Y a través de estos recursos, se busca, por una parte, mostrar las razones que justifican que alguien con esas conductas es adicto a Internet; y por otra parte, se pretende que el lector se sienta identificado con el prototipo descripto en el texto, al que se llama metafóricamente “una especie”, es decir, una clasificación dentro del reino animal según determinados parámetros que son los que se describen. Por lo menos alguna de estas características, si no varias, pueden ser sentidas como propias por cualquier lector común. Esto convierte al texto en más provocador, en un acicate. La ironía no se percibe en la forma del texto, sino en los contenidos que existen debajo de esa forma. Se puede decir que si se parte de una premisa, se dan razones, y se llega a una conclusión, estamos frente a un texto argumentativo. Sin embargo, a primera vista, es dudoso que alguien pueda determinarlo. El formato carta, el tipo de texto soporte, que es de la clase de los conversacionales, la ironía con la que se maneja el enunciador, lo disparatado de la propuesta hacen que se enmascare el tipo de texto de sustrato y que se vean otros aspectos, que son más visibles que la tipología en sí. Salvador Gutiérrez Ordóñez (2002) aporta ciertos rasgos de la que él llama función argumentativa que pueden ser útiles. Hay, según sus afirmaciones, dos funciones independientes en la argumentación: la razón o argumento y la conclusión. ¿Qué se considera argumento? Una información que se oriente al ataque o defensa de una opinión. Sumado a esto, debe existir algo fundamental: el supuesto. Toda argumentación se apoya en un supuesto, un conocimiento compartido que con relativa frecuencia es un lugar común cultural. El siguiente es un cuadro explicativo que él mismo realiza en su exposición: razones---------------relación argumentativa-------------conclusiones supuestos Si se tienen en cuenta estas afirmaciones, existen esos elementos en este texto. Hay razones, ya consideradas; hay una conclusión, también observada. Y hay un supuesto del que se parte, ese lugar común cultural, que es la adicción en sí misma, y en este caso en particular, la adicción a Internet. Gutiérrez Ordóñez da ciertas características que pueden ayudar a quien pretenda explicarse las características de este tipo de texto: En resumen, podemos decir que El papel de la argumentación es ofrecer razones o argumentos que conducen a una conclusión determinada. Es de naturaleza relacional. Es indisociable de la polémica. Se hace necesaria a causa de un desacuerdo, real, probable o posible. Posee finalidad perlocutiva. No es forzosamente dialogal. Los límites del argumento no coinciden necesariamente con los del enunciado. Cualquiera de estas características se manifiestan en este texto. Y a pesar de ello, en una primera visualización, podía estar lejos, para más de un lector, de ser argumentativo. Se verá entonces que la argumentación puede adoptar diversas caras, diversas superficies. ¿Qué es, entonces, lo que se debe observar para determinarla? ¿Hacia dónde dirigir la atención y la minuciosa observación de los aspectos constitutivos de un texto? Hay algo en este texto que ayudó a extraer conclusiones: la finalidad perlocutiva. ¿Cuál fue, en este caso? Hubo indudablemente en el productor del texto no solamente una intención de ironizar una determinada situación que se ha convertido en cotidiana para más de un individuo en el mundo civilizado, sino la intención de dar razones para cubrir determinada premisa-aserto del que se parte: que la Internet es droga y produce adicción. Esta es la matriz irónica en el texto. Pero es a través de esta matriz que se llegan a determinar sus contenidos y propósitos profundos, y es después de ese paso que se pueden llegar a determinar las secuencias que suponen un esquema tipologizador argumentativo. Desde el punto de vista formal el enunciador adopta la primera persona del singular para referirse, obviamente, a sí mismo: “por mi parte he estudiado concienzudamente el tema y propongo la siguiente caracterización”. Esto trae como consecuencia que el lector se enfrente a un texto en el que la opinión de su interlocutor será lo prioritario. Podrá asentir o disentir con ella, pero se enfrentará desde un principio a ella. Por otro lado, los “argumentos” que aporta tienen todos una estructura sintáctica en la que está presente siempre la figura del adicto a través de los pronombres personales, posesivos o reflexivos que hacen referencia a él: “le”, “se le” “a sí mismo” “sus” “su”. Las estructuras de todos estos enunciados son sencillas, generalmente cubriendo la organización canónica de (sujeto)-verbo-objeto, o (sujeto)-verboadyacentes circunstanciales. Esto permite que el lector vehiculice la comprensión de cada argumento de una manera más lisa y llana. Son datos sencillos, que permiten que el lector se sienta identificado con ellos en la medida en que le “llegan” a su mente de la manera más lineal. Y esa forma es seguir el orden antedicho. Estas reflexiones, se observará, ya están dentro del plano gramatical. Este plano no deberá en ningún momento ser desatendido por el docente, que siempre tratará, en la medida en que el texto se lo permita, de acudir a este tipo de análisis sintáctico que será el que le permita avalar los contenidos semánticos, pragmáticos y discursivos que el texto aporte. Valerse de la gramática de la lengua como reflexión que lleva a entender mejor estos procesos es, en realidad, haber encontrado el mecanismo que permita trabajar en espiral, siempre retroalimentando con lo reflexionado lo que se seguirá trabajando, hasta cubrir todas las posibilidades que el texto pueda brindar. En el texto Nº 2 la situación es otra. Es un texto corto, que fue publicado en la revista española “Perfiles”. También es la carta de un lector. En ella el enunciador se vale de tres enunciados para conformar su opinión sobre un tema candente: la violencia. Básicamente en estos enunciados se afirma que el hombre está genéticamente preparado para la bondad, pero que como el mundo está lleno de violencia y de gente que es violenta, el hombre genéticamente bueno puede convertirse en malo. Para evitar esto hay que buscar la forma de espolear la bondad interior, y de hacerla emerger a través de conductas de apoyo entre todos los hombres. En profundidad de contenidos lingüísticos, además de la referencia que ellos hacen a la realidad, el texto tiene una finalidad perlocutiva clara; busca cambiar la conducta del lector. No pretende convencer al lector de algo ajeno a él, con el que solamente algunos lectores podían verse identificados o ver identificado a algún amigo o pariente, como ocurre en el texto anterior. Este texto apela al yo interior de cada lector y busca en él una reconversión. Pretende que cada lector bucee dentro de sí mismo para buscar sus semillas de bondad que puedan combatir las semillas de violencia que se observan pulular por el mundo y dentro del los hombres. Pretende, entonces, que cada hombre se convierta en salvador de sí mismo y del resto de los hombres. Esquemáticamente, este texto posee una premisa especial, por su naturaleza: “Los seres humanos nacemos con las semillas de la bondad, la tolerancia y la racionalidad, pero nos volvemos llenos de odio...”. A esta premisa, que es resultado de un punto de vista particular del enunciador, le agrega sus razones o argumentos, que, como ya se ha dicho, no tienen por qué coincidir con un enunciado en especial: “y la violencia engendra más violencia, como amar engendra más amor. Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas. Esta sociedad está llena de barreras negativas” Estas razones pueden clasificarse en dos: la violencia engendra más violencia; que es un aserto común y muy escuchado. en el mundo hay muchos hombres poseedores de esa violencia; que también es un aserto común y escuchado. Estas dos razones son constatables y específicas. Pero la última es una síntesis de las dos: la sociedad está llena de barreras negativas. Se puede decir que esta última razón está cubriendo semánticamente las dos anteriores. Está en este texto cumpliendo la función de lo que se llama un hiperónimo, porque está generalizando. Se observará que los argumentos no tienen por qué estar contenidos y segmentados cada uno en su enunciado, puesto que en este texto los dos primeros argumentos comparten enunciados con la premisa, y el último con la conclusión. Según la esquematización de Adam, este texto responde a la organización “Dado Q (el hombre nace bueno, el mundo es violento), entonces P (seamos solidarios para evitar la violencia, porque la solidaridad es parte de nuestra esencia)”. La conclusión “no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros” es prescriptiva y concluyente. La propuesta no puede dejarse esperar, y esto es observable a partir de la construcción verbal sintactizada “no + hay + indefinido o cuantificador + sustantivo + que + infinitivo”. No es una orden, ciertamente, pero tampoco una sugerencia dejada a la voluntad del receptor. Es la constatación de una realidad que no puede resolverse de otra manera más que de esa, la que se dice que “hay que hacer”, que el español permite parafrasear de otras maneras, muy parecidas todas: “no hay más remedio que...”, “no hay otra forma de hacerlo que..”, “no hay más solución que...”, “la única forma de solucionarlo es...”. Esta conclusión lleva al texto, además de argumentativo, a tomar cierto matiz carácter prescriptivo o yusivo (de orden, de mandato) más que persuasivo, sobre todo al final. Existen otros elementos lingüísticos estructuras sintácticas que predominan en estos textos; por ejemplo, la temporalidad. En los dos textos observados, los tiempos de los verbos se vinculan con el acto de la enunciación de quien produce el texto, porque es a partir de ese momento cronológico que el emisor vincula los hechos que le servirán de razones para convencer. El eje, o el punto axial es el presente de la enunciación. Desde allí se observan los procesos como habituales –tal es el caso de los hábitos del adicto a Internet- o intemporales –tal es el caso de las características intrínsecas al hombre en el texto sobre la violencia-. Luego se pueden observar proyecciones hacia el futuro, predominantemente vinculadas con los efectos que tendrá en el receptor el acto persuasivo en sí mismo. A partir de un “hay que...” o de “esta contribución permitirá...”, se logra visualizar el futuro hacia el que las persuasiones se proyectan. Otro rasgo lingüístico es que la figura del enunciador aparece claramente marcada en alguno de los textos, a través de pronombres personales de primera persona en sus múltiples declinaciones (formas de sujeto y formas de complemento), porque de esta manera el enunciador se reafirma en su posición para lograr convencer. De los dos textos presentados, el primero tiene esta característica, en cambio el segundo adopta una forma menos personalizada. Se intenta convencer a través de premisas universales, sin que el enunciador se involucre directamente en ellas. El poder de convicción se logra, así, a través de la ausencia total de involucramiento por parte de quien afirma a través de una impersonalidad casi absoluta: “Esta sociedad está llena de barreras negativas, y, para superarlas, no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros”. Obsérvese que el único matiz lingüístico que permite identificar el enunciador en este texto está en el final de este enunciado, y es a través de pronombres personales de primera persona del plural “nos”, “nosotros”, con los que logra minimizar el compromiso directo. No obstante, esta ausencia de compromiso directo refuerza el carácter persuasivo del texto, porque lo convierte en universal. De una aserción que es universal, o que toma el carácter de tal, es imposible casi emitir opinión negativa. Lerner-Russo (1975)3 fueron capaces de acceder al discurso persuasivo, a los razonamientos argumentativos, no a través de una clasificación en tipos de texto, sino a través de la filosofía y de la lógica. En tanto es fácil, según sus comentarios, que un tipo de discurso pertenezca a más de una clasificación, la misma idea de “tipos de discurso” corre el riesgo de convertirse en una exquisitez teórica carente de toda utilidad práctica. En ese sentido es que, utilizando como parámetro clasificador las funciones del lenguaje, trabajan el discurso persuasivo como una variante del discurso informativo o referencial. 3 En La lógica de la persuasión Adam también, por su parte, considera que la argumentación puede ser concebida como una cuarta función del lenguaje, después de las funciones emotivaexpresiva, conativa-impresiva y referencial de Bühler, o séptima si se tienen en cuenta las seis funciones con las que trabaja Jakobson. “Un discurso argumentativo busca intervenir en las opiniones, actitudes o comportamientos de un interlocutor o de un auditorio, convirtiendo en creíble o aceptable un enunciado o conclusión, siguiendo modalidades diversas sobre un argumento o razón dada. Por definición, el argumento busca refutar una proposición.” De acuerdo con Russo-Lerner (1975), existe una diferencia entre discurso meramente informativo y el persuasivo. En ambos se informa, solo que el informativo, puede cubrir dos posibilidades: o puede ser considerado verdadero o falso, o puede no ser necesaria esa consideración por presumirse como verdadero; tal es el caso del lenguaje del discurso científico. En cambio, estamos frente al discurso persuasivo cuando una información genera la necesidad de ser creída por el destinatario. Este discurso es de importancia capital para entender la argumentación. Es poseedor de algunos rasgos que lo particularizan: sus enunciados pueden ser verdaderos o falsos, con lo cual se acerca al informativo; el emisor busca provocar en el receptor una actitud de creencia, aunque no llega a ser prescriptivo, puesto que los enunciados de estos últimos no pueden ser ni verdaderos ni falsos. Esto es, no podemos considerar ni verdadero ni falso un enunciado como “Compre barato en....”. No obstante, el discurso persuasivo comparte con el prescriptivo la propiedad de generar conductas en el otro. Uno de forma indirecta (persuasivo) y el otro de forma directa (prescriptivo). Por lo tanto, el discurso persuasivo es entendido en este sentido como una variedad del informativo, que motiva conductas, mediante el recurso de la pretensión del emisor de que su discurso sea aceptado como verdadero. De la misma manera, el discurso poético (tanto el que juega con la lengua como el metafórico tradicional), buscan también modificar la conducta del receptor. Aparentemente estaría a medio camino entre el informativo y el estrictamente argumentativo. Pero más adelante se verá que estas afirmaciones no deben tomarse aún como concluyentes. Este es el lugar que les corresponde a los enunciados del Texto Nº 2. Son todos asertos, manifestaciones de las creencias del enunciador, que buscan ser validados por las creencias del destinatario. No es posible validar científicamente, como verdadero o falso, un enunciado como “Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas.”, a pesar de que sean enunciados asertivos. Por lo demás, el discurso de la persuasión y de la argumentación –como ya se dijo- es estudiado desde la retórica, quien, por su parte posee elementos didácticos que alimentaron los tratados clásicos desde Aristóteles. Se enseñaba retórica en las escuelas. Aristóteles la define como el arte de extraer de cualquier tema el grado de persuasión que comporta, o como la facultad de descubrir especulativamente lo que en cada tema puede ser adecuado para persuadir. Se la suele distinguir a veces de la oratoria, pero mientras la oratoria se ocupa del lenguaje oral, la retórica lo hace del lenguaje en general, de manera que la abarca. Barthes, (1974) entiende la retórica como una técnica de persuasión que permite convencer al oyente, incluso si aquello de lo que hay que persuadirlo es falso. Es también una enseñanza de un conjunto de reglas para dominar esta técnica, es una ciencia o una protociencia que clasificaría los efectos del lenguaje, una moral, un código; es decir, un cuerpo de prescripciones morales. Es una práctica social, en tanto técnica de las clases dominantes, que mediante ella se aseguran de la propiedad de la palabra. En la última parte de la definición se introduce el fin que como técnica, la retórica debe tener: una actividad de persuasión. A partir de ese punto, trabaja el discurso persuasivo y la teoría de la argumentación. La retórica será entonces un sector de la teoría de la comunicación dotado de relativa autonomía, y por lo tanto se encuentra ubicada dentro del campo de las ciencias sociales. Es estudio teórico, técnica o actividad práctica, que es la aplicación concreta de la persuasión y el convencimiento. 5. Persuasión, argumentación, opinión, demostración 5.1. Informaciones que buscan persuadir A continuación se verá un texto en el que abundan enunciados y párrafos enteros de información que el enunciador brinda al lector. Sin embargo, su discurso no es meramente expositivo, porque los fines de la información brindada, muchísima de ella efectivamente verificable, no poseen como fin simplemente el de brindar información al lector. Texto Nº 3 Breton, Buda y el Teatro Odeón Por Beltrán Gambier Para LA NACION Me emocioné una mañana de sol al visitar la casa de Bertolt Brecht en Berlín. Permanecí un largo rato, casi solo, entre sus libros y sus objetos. Con André Breton no será posible, desde ahora, experimentar igual sensación. A pesar de ser un hombre clave en el mundo cultural de la Francia del siglo XX, las autoridades de ese país no han mostrado un gran fervor por conservar el conjunto de sus papeles, manuscritos, objetos y las obras de arte que reunió en su vida, pese a la movilización y reclamo de más de tres mil intelectuales franceses. La venta por subasta pública decidida por la hija de Breton es una prueba de ello, pues el gobierno francés sólo adquirió algunos de estos bienes. Cuando Bretón nacía, en 1896, en el Teatro Odeón de Buenos Aires se proyectaba, por primera vez, una película cinematográfica en la Argentina. Ese magnífico ámbito de la cultura porteña, por el que pasó buena parte de los grandes actores y cantantes líricos del siglo XX, fue demolido en 1990, pese a estar protegido. La ley 14.800, vigente todavía, obliga al propietario del predio a construir un nuevo teatro, pero hasta el momento no ha habido autoridad capaz de hacerla cumplir. En el siglo XXI, otro gobierno, el de los talibanes, decidió la absurda destrucción de dos gigantescas estatuas de Buda, de 1800 años de antigüedad, esculpidas en la ladera de una montaña en Bamiyan, Afganistán. Fue el 10 de marzo de 2001. En cada uno de estos casos, el papel del Estado asume características diversas, pero en los tres está ausente la vocación de preservar ciertos bienes culturales. Hay otros supuestos en los cuales se llega al terreno judicial en la defensa del patrimonio cultural. Es el caso que se presenta en Madrid, donde la asociación de vecinos del barrio de Los Jerónimos se opuso al desmantelamiento del claustro de la iglesia y a las obras de ampliación del Museo del Prado, que están hoy en plena ejecución. La Justicia accedió a detener las obras, pero los vecinos no lograron constituir la garantía necesaria para satisfacer los perjuicios frente a una eventual sentencia adversa. Por eso, las obras siguieron a pesar de que en el caso el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), una prestigiosa organización no gubernamental reconocida por la Unesco y especializada en el tema, formuló severas críticas al plan de las obras por violación a los principios reconocidos internacionalmente para la conservación de monumentos, contenidos en la Carta de Venecia, de 1964. Todos estos ejemplos muestran que cuando el poder público decide actuar en un sentido, o no actuar, es muy difícil lograr una rectificación del rumbo, aunque su política tenga una fuerte oposición de la opinión pública. Eso hace que muchos bienes culturales corran peligro. Se hace necesario crear nuevos espacios de participación y dotar a quienes se decidan a intervenir en estas cuestiones de las herramientas jurídicas idóneas. Si en un momento dado hubo quienes tuvieron la conciencia necesaria para crear Greenpeace y con ello contribuir a la preservación del medio ambiente, ya es hora de promover la creación de una organización internacional con el propósito de coordinar los esfuerzos de preservar los grandes frutos de la cultura humana. El autor es abogado y profesor de derecho administrativo. 25 de julio de 2003 En los tres primeros párrafos del texto se presentan hechos incontestables, aunque presentados no de una manera totalmente objetiva, porque el enunciador manifiesta sus emociones ante esos hechos, y realiza evaluaciones de los mismos, a través de una forma de crónica de hechos: “Me emocioné una mañana de sol...”, “...la absurda destrucción de dos gigantescas estatuas de Buda, de 1800 años de antigüedad,...”. Luego, en los párrafos siguientes, el enunciador manifiesta claramente su opinión al respecto de esos hechos, que son utilizados, además, para servir de base a su argumentación básica: los frutos de la “cultura humana” no son respetados, y nada se hace por preservarlos o restablecerlos. El contraste entre los hechos presentados y la opinión del enunciador se manifiesta, entre otras cosas, a través de las formas verbales conjugadas. Los hechos que forman parte de la crónica cultural son presentados en pretéritos y en copretéritos “me emocioné”, “permanecí”, “nacía”, “se proyectaba”, “decidió”, lo cual permite otorgar veracidad a lo afirmado: efectivamente ocurrieron. Se intercalan, no obstante, junto a los hechos propios de la crónica revelada, ciertos comentarios que tienen otra relación con el presente del enunciador. Al ser evaluaciones de estos hechos, aparecen presentes y futuros, puesto que el emisor se posiciona desde su acto de la enunciación para formularlas “será posible”, “no han mostrado”, “obliga”, “ha habido”. Se combinan futuros con presentes y con antepresentes, formas que de todas maneras se conectan directamente con el presente del emisor, forman parte de sus presunciones, de sus asertos y de la subjetividad con la que logra observar algunos hechos del pasado que se proyectan en su presente, como es el caso del uso de los antepresentes. Por lo demás, en el resto del texto, en el que se asumen papeles de evaluador crítico de hechos históricos que involucran el compromiso del hombre con la cultura que produce, el enunciador-productor de este texto elige volcar sus ideas en una forma impersonal, poco identificadora de sus propias opiniones. Ya se mencionó que esta técnica puede, en estos casos casi universales, lograr mucho más efecto que la utilización de marcas lingüísticas que permitan identificar las opiniones directamente con el enunciador, como pueden ser los pronombres y los verbos en primera persona. El carácter de premisa universal logra mejores resultados persuasivos en estos casos. Estas consideraciones llevan a determinar que un texto, que aparentemente toma los rasgos generales de una reflexión sobre la realidad, va más allá de la reflexión, y concluye con una prescripción “...ya es hora de promover...” que busca cambiar la conducta de la comunidad en general. El texto aporta rasgos que permiten determinarlo globalmente como argumentativo, a pesar de que en los primeros párrafos el lector se encuentre con una exposición cargada de opiniones personales que pueden apuntar a otra posible clasificación de lo que está leyendo. Desde su título “Breton, Buda y el Teatro Odeón”, en el que se vinculan personajes y obras que permiten al lector vincular el arte, la religión y las creencias del hombre en una sinfonía cuyo fin solamente un lector muy culto e informado logra anticipar, hasta la conclusión prescriptiva, marcada específicamente por su comienzo subrayado para la cita “ya es hora de promover la creación de una organización internacional con el propósito de coordinar los esfuerzos de preservar los grandes frutos de la cultura humana”, se pueden detectar no solo intenciones, sino estructuras comunes en este tipo de textos, que se irán viendo en el correr de este documento. Se podría decir que los primeros párrafos están cargados de otro aditamento: la connotación. Esta, en realidad, es característica intrínseca del discurso literario; no es propia de un discurso objetivo, aunque no se ha dicho que este lo sea totalmente, puesto que estamos frente a apreciaciones personales del enunciador. Los ejemplos de la realidad son utilizados como imágenes de a lo que puede llegar el poco escrúpulo del hombre y el poco respeto que pueda tener hacia lo que él mismo y sus predecesores, su tradición, producen. Se verá con estos ejemplos que hay muchas maneras de argumentar, y que las ligaduras de este tipo de texto con los demostrativo-expositivos a veces son fuertes. Se hace necesario, por lo tanto, precisar terminología, delimitar territorios y definir campos. Se tratará, entonces, de determinar hasta dónde un discurso es persuasivo, cuándo es argumentativo, cuándo una opinión y cuándo una demostración. Persuasión y argumentación suponen un discurso tendiente a generar en el receptor el apoyo a la idea emitida por el emisor, intentando que medie la relación de verosimilitud para lograrlo. No importa que el asunto a persuadir sea verdadero o falso, en realidad. Importa que sea verosímil. Existen en la persuasión dos presupuestos ineludibles: un acuerdo y un desacuerdo mínimo entre el sujeto emisor y el receptor respecto de la tesis. Si los interlocutores están en un todo de acuerdo o si están en un todo en desacuerdo, es imposible la existencia del discurso persuasivo. Uno de los dos debe estar dispuesto a admitir eventualmente los puntos de vista del otro. A diferencia del razonamiento demostrativo, el argumentativo y persuasivo necesita del receptor un desacuerdo, ignorancia o duda. Es en este sentido que la argumentación - persuasión se diferencia de la demostración. En esta última se ha generado un conocimiento de la verdad: si hay demostración de ello, el enunciado es verdadero. Cuando persuadimos, en cambio generamos verosimilitud. Habremos creído si la persuasión fue satisfactoria. No será así si fue insatisfactoria. Se verá, por consiguiente, que si bien en un principio se había hecho una distinción primaria entre persuasión y argumentación, en los hechos son textos de la misma clase, porque generan en el receptor conductas y porque existen en ellos las mismas características respecto de las condiciones de verdad de sus razones. En este sentido, en el texto Nº 3 existen párrafos verificables a través de la observación directa, se dan informaciones ciertas, para creer las cuales no debemos hacer un acto de fe en el enunciador. Sin embargo, cuando el enunciador da su opinión, el lector debe creer sus asertos como “Todos estos ejemplos muestran que cuando el poder público decide actuar en un sentido, o no actuar, es muy difícil lograr una rectificación del rumbo, aunque su política tenga una fuerte oposición de la opinión pública. Eso hace que muchos bienes culturales corran peligro.” Creer o no creer estos asertos corre por cuenta del carácter de verosimilitud que el enunciador pueda haber transmitido. Cuando el conocimiento de la realidad no alcanza la jerarquía de conocimento científico, se habla de opinión. Una opinión es una creencia bastante fuerte o más intensa que una mera noción o impresión, pero menos fuerte que un conocimiento positivo basado sobre pruebas completas o adecuadas (K. Young. Opinión pública, en la opinión pública y la propaganda, página 11). Ahora bien, para motivar cambios de conducta, en ambos casos (conocimiento científico y opinión) la persuasión juega un papel fundamental en la segunda y variable en el primero. La persuasión, en la medida en que puede servir para generar verosimilitud, actúa indirectamente como motivadora de una conducta y modificadora de actitudes, o sea, integra el proceso de motivación aunque ella no se restrinja meramente a la persuasión, las prescripciones, la gestación de deseos en forma consciente o inconsciente. 5.2. Demostrar y argumentar: inclusiones y exclusiones Los siguientes textos permitirán transcurrir por esas características y permitirán reflexionar acerca de las diferencias y los puntos en común de ambos discursos: la demostración y la argumentación – persuasión. Texto Nº 4 Artistas uruguayos sin jubilación Por Washington Lauria Sabemos que hace tiempo, muchos compatriotas que cultivan el arte desde diferentes modalidades están luchando por obtener el derecho de una justa jubilación. Ahora nos enteramos que varios de ellos insisten en reclamar esa reivindicación, y que la han planteado al Parlamento para que tomen conocimiento nuestros legisladores y apoyen un proyecto que hace años está rodando por los despachos sin conseguir algún resultado positivo. Nuestros actores y actrices, o músicos, o bailarines, o cantantes, o la infinidad de profesiones relacionadas con el trabajo artístico representativo, no pueden jubilarse en este país, porque no existe una ley que los proteja. ¡Parece inaudito, pero es cierto! Desde muchos años atrás están buscando que se les resconozca el merecimiento de su labor ejercida a lo largo del tiempo, y resulta imperioso que los parlamentarios actuales aprueben la ley que contemple esa actividad. Si hasta ahora hemos omitido la consideración de las actividades artísticas como generadoras de derechos previsionales, es tiempo de rectificar criterios y cuanto antes iniciar la aplicación del mecanismo que proteja a cada artista nacional en cualquiera de sus manifestaciones artísticas. Debemos tomar conocimiento de las maneras que internacionalmente se aplican en varios países, como por ejemplo en España, donde hasta los toreros generan sus derechos jubilatorios. Acá en Uruguay, todavía subsisten diferentes omisiones, como ocurre también con los jugadores de fútbol, que hasta el momento no tienen en cuenta esta previsión social. El principal obstáculo para terminar con esta injusticia es la voluntad política que deben tener los diferentes partidos con representación parlamentaria y por supuesto la iniciativa que debe nacer en el partido de gobierno, por lo que, quienes están desempeñando funciones, tanto en la Presidencia de la República, como en los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, de Educación y Cultura, de Economía y Finanzas y sus directores en el Banco de Previsión Social, son quienes tienen en sus manos la razonable salida que tenga en consideración que también hay uruguayos que colaboran en mejorar el prestigio de nuestro país. La consideración de un régimen de aportes imprescindibles para financiar estas funciones también está considerada en el proyecto de ley que está transitando los despachos parlamentarios, por lo que no se debería perder la oportunidad de aplicar la previsión social para los artistas nacionales. * La República. 28/07/03 Mientras que en el razonamiento demostrativo solo se puede llegar a la verdad de la conclusión porque de lo contrario el razonamiento no se demuestra, en el argumentativo la verdad no es condición del proceso. No es imprescindible que se persuada al sujeto en cuestión. Ello es comprensible, porque el razonamiento demostrativo supone validez universal, mientras que el argumentativo puede persuadir en algunos casos y en otros no. Ya desde Aristóteles se conoció que hay que distinguir aquel tipo de razonamientos que llevan al conocimiento de la verdad o probabilidad, de aquellos razonamientos que solamente permiten concluir la verosimilitud de la conclusión. El primer caso se dará en aquellas situaciones en que se expresa un conocimiento en un contexto en el cual se hallen explicitados de forma exhaustiva los principios básicos, puntos de partida y las reglas de derivación. Es el modelo de las ciencias formales, donde se precisa rigor absoluto. Russo-Lerner entienden que en este caso se está frente al razonamiento demostrativo. Razonamiento demostrativo, o razonamiento en sentido estricto, será entonces, el proceso de inferencias que se da en los contextos en que se ha explicitado taxativamente los puntos de partida y las reglas de derivación, inductivas o deductivas. Se pueden reconocer en el texto Nº 4 varios segmentos de verdad incontestable que permiten al enunciador extraer conclusiones que lleven a la persuasión y a la modificación de conductas. Existe entre este texto y el anterior, el número 3, una leve diferencia. En el texto Nº 3, los primeros párrafos otorgan al lector información cultural que le permitirá al enunciador concluir con una prescripción, pero que dentro del texto operan de una forma connotativa porque son ejemplos que suponen información implícita y una lectura y comprensión profunda del texto en sí mismo, que es característica del lenguaje poético (a pesar de que el discurso no sea literario). En cambio, en el texto Nº 4 la información es objetiva, aunque se intercalen pensamientos exclusivos del enunciador como “¡Parece inaudito, pero es cierto!”. En estos casos, Adam concluiría que estamos frente a textos expositivoexplicativos en donde se pueden presentar estos esquemas: Si se da p (que los artistas no puedan jubilarse) es porque q (no hay una ley que los proteja). O lo que es lo mismo P (los artistas no pueden jubilarse) es verdadero porque q (no hay una ley que los proteja) Se verá que no estamos frente a argumentos, que pretendan convencer, sino frente a razones que surgen de una relación causa-efecto. Esto es lo que diferencia argumentación de demostración. Sin embargo, estas características no son permanentes en todo el texto. Se puede decir que este texto es un híbrido, porque intercala información objetiva con consideraciones personales del enunciador y al final se aportan recomendaciones que se acercan a la persuasión. En ese contexto, las informaciones objetivas y demostrables, que no necesitan de la creencia del lector para que sean verdaderas, se convierten en la globalidad del texto en argumentos fuertes a favor de la propuesta del enunciador que es la de conminar a que las autoridades tomen cartas en el asunto y legislen a favor de la jubilación para los artistas y los jugadores de fútbol, (aunque estos últimos no eran su punto de mira inicialmente). De cualquier manera, la prescripción de la conclusión aparece modalizada, porque el enunciador utiliza el pospretérito que es el que aparece subrayado: “no se debería perder la oportunidad de aplicar la previsión social para los artistas nacionales”. ¿Qué se logra con la utilización de este pospretérito? No asertar plenamente, porque el enunciador no se compromete con lo que va diciendo; con el pospretérito se logra alejar del enunciador la responsabilidad de lo que dice, por lo tanto se busca no prescribir, no ordenar, simplemente sugerir. Sin embargo, se está en los terrenos de la persuasión, igualmente. Se divulga una información, se busca con este razonamiento demostrativo que tiene la validez de la verdad (y no de la verificación) que el lector se informe de determinada situación, junto con esta información incontestable el productor del texto evalúa y da su posición al respecto, y poco a poco el texto se va deslizando hacia la persuasión. Al principio zigzaguea entre persuasión y demostración, luego directamente persuade. Se habla de “omisiones”, de “injusticia”, de “aportes imprescindibles”. El enunciador se posiciona temporalmente en un momento coincidente con el acto de la enunciación, todos los tiempos verbales son presentes y antepresentes4, que, si 4 La nomenclatura utilizada es la de Andrés Bello, que utiliza Alarcos y anteriormente el Esbozo de la RAE. no coexisten puntualmente con su acto de la palabra, tienen una significación habitual, y otros se proyectan al futuro, sobre todo en las perífrasis obligativas propias del discurso persuasivo como “debemos tomar conocimiento”. Asimismo, las formas personales en primera persona del plural evitan la absoluta objetiv¡dad e impersonalidad en las aserciones, que pretenden ser demostrativas. Se minimizan riesgos frente a una aserción totalmente impersonal, puesto que el enunciador queda involucrado dentro de esa primera persona. ¿En qué se acerca este texto al razonamiento demostrativo? En que si el lector no se aviene con la verdad de los primeros párrafos, todo el texto pierde validez. Si no es verdad lo que se afirma, estas informaciones dejan de ser válidas como argumentos para persuadir y para intentar un cambio de conducta social y jurídica. Por lo tanto, y en la medida en que se dan razonamientos verificables y no verosímiles, se puede concluir que este texto puede considerarse persuasivo en la medida en que se lo vea globalmente, buscando la finalidad perlocutiva del mismo, y atendiendo a determinados elementos lingüísticos que lo avalan. Sin embargo, el punto de partida es el de un razonamiento demostrativo, que permite distanciarlo de los textos estudiados hasta el momento. Es muy diferente, en cambio, el texto Nº 5, tanto en contenido como en forma. Texto Nº 5 Los sonidos de la verdad Por una ventana se escucha el ruido de la vida. Una canción que sube por el patio de luces, un reactor que rasga el cielo, el sonido de las fritangas, las escalas del aprendiz a pianista, la batalla verbal de la pareja de ancianos que ya no se quiere demasiado, el disco rayado que nadie escucha, los despertadores que suenan para nadie menos para el que no quiere despertarse. Todo eso llega por la ventana semiabierta de nuestra casa. Pero a veces la ventana no tiene postigos, sino botones. No tiene persianas, sino un cable y una antena. La radio es esa ventana por la que entran los sonidos del mundo para quedarse y habitar entre nosotros. La radio tiene una superioridad mágica sobre el resto de medios de comunicación. Hay quién puede sospechar en cualquier momento que la prensa escrita no dice la verdad, que la entrevista publicada está maquillada, que la jerarquía de las noticias viene influenciada por los titulares valorativos del Consejo de Administración. La televisión, ese medio que había de ser el espejo implacable de la sociedad, ha demostrado su capacidad de mentir: el cormorán de la Guerra del Golfo venía de Alaska, la sonrisa del dirigente era falsa, el cuerpo destrozado de un suicida era en realidad un crimen de guerra. Todo eso hemos visto por televisión y más vale no volverlo a ver. En cambio la radio tiene una inexplicable virtud. Pudiendo simular los efectos especiales sonoros, el oyente siempre sabe –y los profesionales también sabemos que lo sabe– que el periodista radiofónico está exactamente allí donde dice estar. Y que las entrevistas no pueden maquillarse. Y que la vida es más auténtica cuando la imaginamos. Solo por eso es un verdadero privilegio sentir ese vínculo entre una multitud invisible y los que estamos frente al micrófono. Es cuando nos oímos que vemos la claridad y los matices. Joan Barril. Periodista. En "Perfiles", octubre de 2002 (Nota importante a tener en cuenta para entender la finalidad implícita de este texto: esta publicación está editada por la ONCE, que es la organización que se encarga de promocionar oportunidades laborales, profesionales y personales para los ciegos en España) Desde una atmósfera intimista, el enunciador de este texto intenta colocar al lector en su mundo, su visión de lo que presentará, y busca a través de todo el texto llevar el pensamiento y hasta el sentimiento y la emoción del lector hacia su terreno, sus experiencias, sus vivencias y sus creencias. Es el texto persuasivo por excelencia. Genera verosimilitud, el lector no debe creer o no en la verdad de lo que dice, sino sentir lo que el productor siente. Inclusive, desde el punto de vista de la verificabilidad y veracidad, algunos de los argumentos hasta pueden ser discutibles. Pero ello no los invalida como tales, porque lo que se busca con ellos es que sean creíbles, no verdaderos estrictamente. Existe vinculación con la connotación, aunque el resultado general no sea la lectura de un texto literario, al igual que ocurrió con otros textos presentados. En el título se vislumbra una conclusión a la que irremediablemente se llegará, por un medio u otro. Lo que se afirme en el texto nos llevará a la conclusión de que esos sonidos, no se sabe aún cuáles, serán verdaderos. En el primer párrafo se describen todos los sonidos que pueden entrar por una ventana abierta: los sonidos de la vida, del mundo, los producidos por el hombre viviendo en comunidad con otros hombres. Inmediatamente se vinculan esos sonidos que entran por la ventana abierta de cualquier residencia del hombre, con otros sonidos que entran no ya por una ventana, sino por un aparato electrónico. A partir de ahí, en el segundo párrafo se desarrolla esa hipótesis que será el centro de todo el texto y que se vincula con el adelanto del título: la virtud que posee la radio sobre los demás medios de comunicación, la de ser verdadera, la de no mentir información, la de aportar datos verificables y certeros. “Pudiendo simular los efectos especiales sonoros, el oyente siempre sabe –y los profesionales también sabemos que lo sabe– que el periodista radiofónico está exactamente allí donde dice estar. Y que las entrevistas no pueden maquillarse.” Se verá que los argumentos que se dan no son de índole demostrativa, sino que apelan a la credibilidad del lector. A ellos se le suman apreciaciones personales del enunciador, que no sólo no pueden ser verificables, sino que son producto de una visión subjetiva de la realidad: “Y que la vida es más auténtica cuando la imaginamos.” Desde la perspectiva lingüística, el enunciador se posiciona en su presente de enunciación por medio de un “nosotros”, es decir, adopta la primera persona del singular, que permite vincularlo más estrechamente con las vivencias que se describen en todo el texto. No es ciertamente un discurso impersonal como el de otros textos, porque son sus impresiones personales y su punto de vista el que será prioritario como recurso persuasivo. Con ello busca, como en otros textos, complicidad con el lector, que se verá influenciado por su enunciación, y recorrerá con él el camino: “nuestra casa”, “hemos visto”, “imaginamos”. Los verbos, asimismo, están en la línea de los presentes, y antepresentes, de manera que la cercanía con el lector es expresamente buscada para que participe en todo momento de las impresiones establecidas. Esta realidad a la que se hace referencia desde distintos ángulos está teñida en bastante medida de subjetividad, la perspectiva personal de quien brinda esos comentarios. El lector puede sentirse compenetrado con ellos, avalarlos o considerarlos insuficientes e inclusive descalificarlos. Pero no se trata de eso. Para poner de su lado las percepciones del mundo que el lector pueda tener, la técnica que encuentra no es una argumentación lógica, verificable, sino verosímil. El lector solamente se mostrará convencido de las afirmaciones del texto en la medida en que se sienta comprometido con los mismos asertos del enunciador. Se busca, por lo tanto, persuadir. Sin embargo, el esquema prototípico del texto es el de una argumentación lógica. Existen razones, supuestos, conclusiones. El sustrato o sustento es argumentativo, pero el texto es mucho más rico que eso, porque persuade al lector y lo pone del lado de la creencia más que del lado de la verdad. Y por sobre todas las cosas, en este texto se aproxima quien lo lee a una visión positiva y cargada de evaluaciones subjetivas que apelan, en quien recibe el mensaje, a lo emotivo, más que a lo intelectual. En la mayoría de los casos se está frente a tesis respecto a las cuales no resulta posible ofrecer demostraciones absolutamente rigurosas, por lo que la conclusión no es totalmente verificable. A dichos razonamientos, se los llama razonamientos argumentativos o simplemente argumentaciones. En el razonamiento argumentativo hay un conjunto de pasos que permiten arribar a una conclusión, que sea verosímil; sus conclusiones son enunciados que se aceptan como verdaderos o probables. En este sentido, entonces, la argumentación integra el campo de la persuasión, en el sentido de que será o no persuasiva según los argumentos que intente comprobar. Se puede entender que la teoría de la argumentación es “el estudio teórico y sistemático de los procedimientos de prueba y de objeción que son utilizados para persuadir o disuadir de la adhesión a una tesis determinada”. (Gortari, 1965:253). O lo que afirma Salvador Gutiérrez (1998:240) “Una teoría de la argumentación estudia las técnicas de lo que podría dominarse el razonamiento práctico, el discurso con finalidad persuasiva. Tiene como objeto describir las técnicas discursivas que permiten provocar o acrecentar la adhesión de los interlocutores a las tesis que se presentan a su asentimiento.” La pugna entre demostración y argumentación se da entonces entre necesidad y verosimilitud. 5. 3. La verosimilitud como rasgo inherente de la persuasión En la vida práctica la verosimilitud cumple la función de dotar a los razonamientos demostrativos de un poder de convicción afectivo del que muchas veces carecen por sí mismos, siendo entonces el vínculo de la demostración con la acción. En este caso la verosimilitud no será de la tesis, que ya ha sido demostrada, sino del enunciado que sostiene que debe actuarse de un modo determinado, el cual, a su vez, está fundado en la tesis demostrada. Esto es lo que puede observarse en el siguiente texto. Texto Nº 6 Riesgo de fumador Señor Director: "En "Prohibido fumar" (Carta de lectores, LA NACION 24/7), el doctor C. Luna describe la epidemia del cigarrillo y solicita a los candidatos al Gobierno de la Ciudad sus planes para combatirla. "El marketing de las tabacaleras crea modelos para los adolescentes: aparentemente rudos vaqueros o bellas mujeres ante los cuales nadie se resistiría, se los invita a "pertenecer" a la clase que goza y tiene éxito. "El efecto imitativo es usado en la propaganda destinada al consumidor. Algunos dejan ver el marbete del cigarro ("un cigarro después de comer no hace mal a nadie") y se preguntan si son adictos. Es fácil saberlo: conservan su autonomía y no son por lo tanto adictos, sólo si pueden abandonar el hábito. "Hace 20 años en nuestra televisión estaba prohibido fumar ante las cámaras; recuerdo un reportaje al gobernante de la época en 1981 donde la prohibición se violó. Hoy puede verse a algún periodista fumar un cigarrillo tras otro, al mismo tiempo que deseamos conservarlo curando su adicción, lamentamos el posible efecto imitativo en sus admiradores. "La adicción a la nicotina atrapa al 80% de los que ensayan. Recientemente se comprobó en adolescentes que pueden quedar "enganchados" fumando menos de 5 cigarrillos diarios y aún sin fumar diariamente. “Todos sabemos que el Fondo del Tabaco y el cigarrillo barato promueven el empleo y el consumo, pero no la salud, y que el fumar origina el cáncer con mayor mortalidad y el único prevenible del mundo." Dr. Aquiles J. Roncoroni Prof. Emérito de Medicina. UBA. Dentro de la clase de texto conversacional que supone una carta, algo diferente a las informales, puesto que no supone una respuesta inmediata al ser medianamente unilateral por ser escrita para ser publicada, este ejemplo esconde un texto que busca convencer. Surge como contestación a una carta anterior, presuntamente persuasiva o argumentativa, como consta en el primer párrafo: “...describe...” y “...solicita...”. Frente a esta carta, el enunciador que firma la que se transcribe en el presente documento insiste en el tema y reargumenta a favor de lo que la carta anterior había presentado. Los argumentos apuntan a los riesgos del fumador, pero no considerados al principio desde el punto de vista fisiológico o médico, sino desde el punto de vista de los argumentos persuasivos que se utilizan en las propagandas, que pueden llegar a ser creídos o avalados por determinados grupos sociales, como los adolescentes. De esta manera, el texto resulta interesante en sí mismo, porque, como en las cajas chinas, estudia la forma que adopta el discurso persuasivo en sí mismo en la publicidad, proponiendo por una parte asociar el cigarrillo con figuras de hombres rudos y bellas mujeres –que pueden resultar prototípicas para los adolescentes-; y por otra parte, buscando que la propaganda minimice la adicción que provoca el cigarrillo y permita conectar el acto de fumar a hábitos cotidianos como el comer, el hablar en una reunión. En último lugar surge el argumento de corte médico, por la propensión a contraer cáncer en un fumador, que no solo funciona como argumento último, sino como conclusión irrevocable “promueven el empleo, pero no la salud”. El enunciador se ubica desde su presente, como en todos los textos observados, y retrocede un poco en el tiempo al hacer alusión a la carta enviada por el doctor C. Luna y publicada en el número anterior del periódico. Inmediatamente surge en el texto la serie de argumentos presentados como demostraciones frente a las cuales es imposible indicar su falsedad. Son totalmente verificables. En este sentido, el texto es más una demostración que una argumentación. Es por eso que en su mayor parte el texto aparece en una versión de tratamiento totalmente impersonal, en tercera persona, con oraciones en voz pasiva e impersonales, en donde el agente responsable aparece desdibujado “es usado en la propaganda”, “es fácil saberlo”, “estaba prohibido fumar”. No obstante ello, y luego de terminada la serie de demostraciones verificables de las que se sirve como argumentos irrefutables, surge una primera persona del plural, que no es ciertamente un plural mayestático (ese plural formal, ese “nosotros” del que el hablante se sirve para minimizar su compromiso), sino que el enunciador pretende compartir con el lector los sentimientos que tales eventos le provocan “al mismo tiempo que deseamos conservarlo curando su adicción, lamentamos el posible efecto imitativo en sus admiradores”. Adam, además de establecer esta misma diferencia de orden entre la demostración o razonamiento deductivo conformado por proposiciones encadenadas y la argumentación, propone que la conclusión de esta última es un acto de aserción que pone en juego diferentes inferencias, y presenta las inferencias como legitimando los enunciados. De esta manera, la argumentación no solo transfiere las premisas hacia una conclusión con objetividad y verdad, sino que además se esfuerza por hacer pasar hacia la conclusión la adhesión a las premisas. Respecto de la estructura básica del texto, no es obligatorio que haya más que una secuencia argumentativa de base. Q, (Fume), por lo tanto p (tendrá graves problemas de salud). Si q (Si fuma), entonces p (probablemente tendrá graves problemas de salud). 5.4. Marcas lingüísticas de la argumentación Cuando la argumentación se da en situaciones comunicativas orales, y en textos conversacionales prototípicos, se pueden observar específicamente algunos ítemes léxicos que no ocurren tan sistemáticamente en lengua escrita. Según las circunstancias, las funciones argumentativas (Salvador Gutiérrez, 1998) pueden manifestarse a través de diferentes marcadores, que se transcribirán, casi textualmente, a continuación: Si son de asentimiento, confirmación o adhesión, por la cual hay aceptación de una tesis o de una conclusión del interlocutor, los marcadores podrán ser: es verdad, tienes razón, de acuerdo, cierto, muy bien. Si con la argumentación se busca una justificación o una prueba, el hablante explicará por qué ha proferido la frase o ha ejecutado el acto de habla precedentes. La tendencia en este caso es ser una tesis monologal. Los marcadores podrán ser pues, en efecto, porque. Si hay una concesión, será posiblemente dialogal. El hablante se declara momentáneamente de acuerdo con una tesis defendida por el destinatario. Los marcadores serán cierto, es verdad, lo admito, tienes razón. Si hay una rectificación, habrá seguramente diálogo y una propiedad relacional entre dos segmentos de enunciado o dos enunciados, uno de los cuales anule al otro a través de un marcador. El más común es al contrario. Puede haber objeción, mediante una proposición que invalida otra. En estos casos, los enunciados proferidos afectan a lo dicho, sugerido o comunicado de forma implícita. Serán de diversos tipos: a) objeciones en relación con una función pragmática: un recordatorio, una aserción, una enunciación de un directivo, una frase epistémica. b) objeciones en relación con un papel argumentativo: integradas en una estrategia defensiva, ofensivas. Los marcadores serán pero, sin embargo, después de todo, no olvides que, permíteme recordarte... Puede haber contestación, desacuerdo, disentimiento: contestación a una aserción, rechazo a cumplir una orden o súplica, rechazo irónico. Otra posibilidad es la crítica, la acusación, el reproche: se acusa al interlocutor de haber dicho cosas inexactas, de haber deformado una descripción o relato. Habrá acusaciones de falsedad, crítica hacia un acto de discurso, crítica por el uso de una proposición verdadera, crítica por haber dado una orden, un consejo. Y por último, en la tesis o conclusión: se puede apuntalar o combatir una tesis. Tras los argumentos se llega a la conclusión. Para evitar confundir este proceso y su resultado con la formulada con las leyes de la lógica, se denomina conclusión argumentativa. La tesis (el enunciado cuyo contenido está explícitamente apoyado o refutado en el texto) se presta a dos maniobras de sentido opuesto: la argumentación favorable (apoyo, defensa), la argumentación negativa (ataque). 6. Algunas conclusiones Se ha trabajado como tipo o género discursivo la persuasión, dentro de la cual se inserta la argumentación, respondiendo a una estructura especial, de las contempladas por Adam y otros lingüistas. Se la ha contrapuesto, relativamente, a la demostración o a la exposición, de manera de ver sus similitudes y diferencias. Es bien sabido que a veces al docente le resulta difícil determinar cuáles son las diferencias entre un tipo de texto y otro. Por ello se han dado herramientas que es de esperar permitan dilucidar muchos de los problemas posibles al respecto. Se ha descubierto que tipologizar no es una tarea que sea sencilla, que hay numerosos textos híbridos en cuanto a su estructura secuencial, por lo que la tarea del docente, si utiliza la tipología como una primera forma de aproximación al texto, no es sencilla. De cualquier manera, se ha visto también que realizar una primera clasificación formal del texto resulta didácticamente recomendable, porque es la primera aproximación a él, de la cual podrán provenir las restantes aproximaciones que tendrán que ver con sus contenidos temáticos, de función social, de función lingüística, de recursos pragmáticos que permitan involucrar al receptor y a lo que se pretende de él al haber elaborado esa forma de texto en particular y no otra cualquiera. Se ha visto, en definitiva, que el texto es una forma que surge de la voluntad del enunciador, su único responsable, y que esa forma es la que permitirá al receptor en primera instancia decodificarlo, descubrir a través de ella qué se pretende de él. Y se ha visto, además, que si la forma del texto no es lo suficientemente clara, es decir, si nos encontramos con textos híbridos, entonces el receptor tendrá que echar mano de otros recursos para interpretar frente a qué texto se encuentra, y el desafío decodificador vendrá por buscar a través de las formas lingüísticas que lo componen: formas verbales, fórmulas de tratamiento pronominales, referencias hacia el enunciador y hacia el mundo, impersonalidad o subjetividad. Todo ello permitirá que el decodificador del texto pueda interpretarlo cabalmente en sus estructuras y en sus intencionalidades. Prof. Carmen Lepre Bibliografía ADAM, Jean-Miche (1992). Les textes: types et prototypes. Paris. Nathan. ALARCOS, Emilio (1978). Estudios de Gramática Funcional del Español. Madrid. Gredos. ALARCOS, Emilio (1994). Gramática de la lengua castellana. Madrid. Espasa-Calpe. AUSTIN, John (1971). Palabras y acciones. Buenos Aires. Paidós. BARTHES, Roland (1993). La aventura semiológica. Barcelona. 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