carrerista y de conservación, para evi­ tar que se hunda como un flán bajo la presión de las fuerzas dem ocráti­ cas, los consejeros del rey le han colocado como espina dorsal a los sesentones m ilitares del viejo régimen. tunista dem asiado soberbio y autorita­ rio. Como jefe de gobierno hubiese m etido en un puño al joven e inse­ guro Juan Carlos, que ya tiene bas­ tante con ser el rey por la gracia de Franco y todo lo que ello sign ifica para su corona. Fraga tendrá ahora serios problem as para e xplicar a sus nuevos com pañeros en la „o p o s ic ió n “ , sus antiguos „c a u tiv o s ", com o García Trevijano, que todo aquello de m eter­ los en la cárcel era de m entirijillas, para disim ular. Fraga, se supone, es „dem ócrata de toda la vida ". Y en la o portunocracia española, habrá al­ guna oposición que le hará un hueco. Al final al M ovim iento habrá que lla ­ m arle el C orrim iento Nacional. Más lástim a da el ex m inistro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, conde de M otrico, tal vez, junto con G arrigues y Martín Gamero, el más honesto de los m inistros refor­ mistas del prim er gobierno sin Franco, a no ser que resultase el más taim ado oportunista. A Areilza le había co­ rrespondido la ingrata tarea de anun­ c ia r por esos mundos de Dios, y en varias lenguas, que el „lo b o a zul" ya estaba muerto y que ya podrían vo l­ ver los pastores. Sólo la supuesta buena fe del conde de M otrico le ha salvado de ser apedreado cuando hablaba de d em ocracia en Europa, al tiem po que llegaban a la misma Euro­ pa las noticias de una represión en España tan fuerte como en los peores tiem pos de la d ictadura de Franco, con inform es detallados de las más repugnantes torturas. ¿Qué culpa tenía Areilza de la „diná m ica p olítica liberaliza d o ra " de su co lé rico colega Fraga Iribarne? Será Fraga y no Areilza, quien algún día tendrá que responder por los sangrientos incidentes de V ito ­ ria y por los asesinatos de M ontejurra. El nuevo gobierno del m onarca de la Zarzuela reúne las condiciones idea­ les para liquidar definitivam ente al régimen de Franco o para continuarlo, según las ventoleras nacionales e in­ ternacionales. La única característica definida del gabinete de Adolfo Suárez es representar los intereses de los bancos y de la industria española. Y todo sabemos que los intereses de los m ercaderes se adaptan a la ideo­ logía reinante. Si los m ercaderes olfa­ tean que la dem ocracia es irrem e­ diable en España, el „S e cre ta rio “ Suárez se apresurará a m ontar la de­ m ocracia. Si la constelación interna­ cional adopta un giro desfavorable a liberalism os dem ocráticos, ahí está el eficiente „S e cre ta rio “ para preparar el cam ino a hom bres más consisten­ tes en la autocracia. Como se trata de un gobierno gelatinoso, sin otro resor­ te que el mero instinto de prom oción 12 Con su decisión, Juan Carlos ha de­ mostrado su absoluta im potencia, si es que realm ente tiene voluntad dem ocratizadora, para proceder a la cura radical que está exigiendo el pueblo español. El gobierno de Adolfo Suárez es sólo un parche, que no compensa todavía la ausencia de me­ didas decididas hacia la auténtica de­ m ocracia. Es un gobierno que más que solucionar la crisis la agrava, planteando una nueva crisis de al­ cance todavía superior: la crisis del Estado. En las coordenadas refor­ mistas del gobierno anterior, Juan Carlos había conseguido el consenso de casi toda la oposición sobre su persona. La alternativa se inscribía en los térm inos de reforma consecuente — es decir, con la supresión de todas las instituciones del franquism o — o ruptura pactada. Ahora, si el nuevo gobierno se empeña en el continuis­ mo de un franquism o de rostro joven, si no atina con las urgentes reformas o no consigue ni el peso ni la cred i­ bilidad para el diálogo con la oposi­ ción, la alternativa saltará al binom io: Monarquía o República. De esta ma­ nera, Juan Carlos no sólo pondrá en alm oneda la legitim ación popular de su corona. Lo que aún es más grave para España, lo que realm ente im por­ ta: polarizará peligrosam ente a las fuerzas políticas del país en una con­ frontación total que haría todavía más difícil una transición pacífica. Una vez más, el E jército volvería a ser prota­ gonista del futuro de España. En estas circunstancias, la oposición dem ocrática, con más entidad políti­ ca que el gobierno, se halla en la paradójica y difícil situación de tener que gobernar el país desde la ilegali­ dad. Pues de la sensatez y del pulso de las fuerzas dem ocráticas depen­ derá que la gravísima situación p olíti­ ca y económ ica no provoque el esta­ llido de violencia social, que tanto desearían los energúm enos del búnker para tratar de aplastar los deseos de libertad del pueblo español con una continuación descarada del sistema de te rro r del fenecido general Franco. Areilza, tropieza. Naufraga Fraga. Tor­ cuato ofrece tres y el Rey falla otra vez. (Torcuato F. M iranda y A. Suárez en las Cortes.) Pero, ¿quién sabe? Sería una más de las ironías de la historia de los Borbones, si el propio Juan Carlos, con este gobierno de su confección, fuera a la postre, en vez de la Platajunta, el real artífice de la ruptura demo­ crática. ■ Manuel Moral EXPRÉS E S P A Ñ O L / A g o s t o 1976