Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I REPRESENTACIONES DE LA MASCULINIDAD EN CUENTOS DE EVA LUNA Ana Laura Muñoz University of Toronto A José Muñoz Flores —Te traje a esta bruja para que le devuelvas sus palabras, Coronel, y para que ella te devuelva la hombría. Cuentos de Eva Luna (1990) 11 d el entramado de manifestaciones culturales que una comunidad produce, son particularmente los textos literarios y fílmicos, así como los variados medios de comunicación, los que influyen tanto en la construcción de estereotipos sociales como en la difusión de éstos. Innumerables y no siempre bien ponderadas páginas se han dedicado ya al estudio de las representaciones que la literatura ha construido en torno a lo femenino y a las mujeres, adjudicando a éstas desde los más inocuos títulos (la princesa, la chica buena, la ingenua, la bonita, la virgen, la madre, entre otros), hasta los más ‘afrentosos’ (bruja, vampiresa, puta, mujer fatal, loca etcétera). Tal proliferación de arquetipos ha sido en parte generadora no sólo de los interesantes estudios que desde diversos enfoques han emprendido las teorías feministas desde hace varias décadas, sino que, además, ha favorecido el advenimiento de los estudios de las masculinidades dentro de las investigaciones sobre géneros y más recientemente de las representaciones de éstas dentro del campo literario 1. No obstante que han sido más frecuentes los estudios de la masculinidad abordados desde disciplinas como la filosofía, la antropología social, la sociología, la biología, o la psicología, temas como las masculinidades y el macho ya han empezado a ser tratados en el ámbito literario de manera particular. Para una referencia más completa sobre el tema, véase la amplia bibliografía contenida en el ensayo de Alfredo Villanueva Collado, “Ficciones sexuales latinoamericanas y la 1 Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I De acuerdo con las tesis del proyecto Construyendo Nuevas Masculinidades 2, es posible ver en tales representaciones la propuesta de nuevos estándares masculinos que se alejan de, cuando no se oponen, a los arquetipos ya existentes. Una reflexión sobre los modelos masculinos representados en la literatura latinoamericana contemporánea debe permitir ya no sólo cuestionar los parámetros que nutren las imágenes patriarcales convencionales y al mismo tiempo los valores en que éstas se fundamentan, sino además agregar al diálogo nuevas propuestas de paradigmas. Asimismo, este marco puede ser propicio para la interpretación de las construcciones masculinas como un contradiscurso crítico que además de socavar las figuras predominantes hace posible pensar en una re-humanización del sujeto masculino al representar individuos que de una forma u otra se liberan de conductas impuestas por una ‘educación social y cultural’ comúnmente iniciada a muy temprana 12 edad 3. En tal contexto, y partiendo del modelo tradicional de la masculinidad en Latinoamérica –a saber, el macho– en este ensayo propongo una exploración de nuevas representaciones masculinas en los Cuentos de Eva Luna, de Isabel Allende. Con esto me interesa mostrar cómo modelos menos discriminatorios y agresivos, y más indulgentes, emergen a partir de individuos que originalmente son presentados en entornos aparentemente racionales, cuando no definitivamente fuera de éstos o en una especie de estado salvaje. De igual manera se verá cómo este tránsito de las masculinidades de un estado salvaje a un nuevo constitución del sujeto masculino”, en Ciberletras: Revista de crítica literaria y de cultura, ISSN 1523-1720, Nº. 16, 2007. 2 Construyendo nuevas masculinidades: La representación de la masculinidad en la literatura y el cine de los Estados Unidos (1980-2003), es un proyecto que se propone un estudio integral de las construcciones masculinas desde diferentes enfoques teóricos. La contribución más novedosa del proyecto es la incorporación de análisis realizados a partir del ámbito literario, mismos que ya han empezado a publicarse prolíficamente en la década de 1990 (aunque la mayoría en Estados Unidos). 3 Al respecto, Bárbara Ozieblo afirma que “Los hombre son prisioneros de las imágenes que han creado de sí mismos. […] la crisis de la masculinidad de finales del siglo XX tiene sus raíces en una sociedad patriarcal que nos ha impuesto a todos, hombres y mujeres, unos modelos y pautas de comportamiento, asimilados en mayor o menor medida, y que entran en conflicto con nuestro propio bienestar.” (“Masculinidades chicanas”, en Construyendo nuevas masculinidades). Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I paradigma se da por la interacción con personajes femeninos, los que a su vez muestran cualidades mas sustentadas en la razón que en la emoción. Con esto no quiero decir que en tales personajes hay una exaltación de la razón en detrimento de la emoción, sino que la capacidad de ser emocionales no está reñida con su capacidad de raciocinio. Es importante hacer énfasis en que la exposición de aspectos patriarcales y negativos en relación con las masculinidades no son vistos en este caso como una denuncia, sino como el entorno del que se pretenden rescatar aquellos atributos de la sensibilidad masculina que han quedado bajo densas y numerosas capas de prejuicios y convenciones veladas a lo largo de la historia. Los relatos de Allende están fundamentalmente ligados entre sí por formar un corpus donde el sistema hegemónico dominante patriarcal ha quedado en completo desuso para abrir paso a una ideología que ya no 13 obedece ni se ajusta al modelo arquetípico tradicional del discurso masculino. Los relatos muestran los contextos que han engendrado las imágenes masculinas convencionales afines al macho, por ejemplo, “En Agua Santa se podía tolerar que un hombre maltratara a su familia, fuera haragán, bochinchero y no devolviera el dinero prestado, pero las deudas del juego eran sagradas.” (59, cursivas mías) Tal descripción no hace menos que referirnos de manera inmediata al macho como una de las figuras más polémicas dentro del contexto latinoamericano, con lo que es necesario detenerse en dos puntos trascendentales. Primero, por masculinidad se entiende una serie dinámica de conceptos que ponderan ciertas actitudes consideradas varoniles en determinados contextos socio-culturales, históricos e incluso económicos 4. En el contexto argentino, Eduardo P. Archetti hace un interesante estudio sobre las imágenes creadas a partir del deporte masculino por excelencia, el fútbol, de donde deriva la del jugador ideal, el pibe, una de las más relevantes en tanto arquetipo que contraviene el orden social establecido. Como él mismo explica, “the privileged image of the ideal player is the pibe: the authentic Argentine player will never stop being a child. The ‘masculinity’ imagined in football does not have the force of traditional masculinity associated with paternal responsibility, the protection of the family, discipline of the body, seriousness and reliability in work associated with nationalism as an ideology [...] One could say that the imaginary world of football reflects the power of freedom 4 Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Esas actitudes son transmitidas o difundidas a la manera de un culto a la virilidad, por lo que se puede hablar de un amaestramiento cultural y social del sujeto masculino. A este respecto, Michael S. Kimmel, explica que “la virilidad no es ni estática ni atemporal; es histórica; no es la manifestación de una esencia interior; es construida socialmente; no sube a la conciencia desde nuestros componentes biológicos; es creada en la cultura. La virilidad significa cosas diferentes en diferentes épocas para diferentes personas.” 5 Tales conductas son construidas a partir de la interacción de los géneros en su entorno social y político dentro de una comunidad, y comúnmente se asocian a aspectos tanto físicos como emocionales, así como de aptitud, por ejemplo, el auto-control de las emociones, la agresividad, la fuerza física, la capacidad de seducción, la potencia sexual, la violencia y la competencia, básicamente. Y no obstante que estas 14 actitudes son asumidas en la interacción hombre-hombre, es en las relaciones hombre-mujer donde adquieren una tonalidad negativa que comúnmente se desplaza al terreno de la sexualidad. Como explica Lorraine Nencel 6, “The chief characteristics of this cult are exaggerated aggressiveness and intransigence in male-to-male interpersonal relationships and arrogance and sexual aggression in male-to-female relationships.” No sobra decir que en el subsuelo de tales conductas reside la idea de poder y la necesidad de mostrar a los otros que se es ‘lo suficientemente hombre’ en todos aspectos, idea esta última que automáticamente circunscribe al hombre a un territorio limitado, por un lado, por lo que debe ser, y por otro, por lo que quiere ser, so pena de and creativity in the face of discipline, order and hierarchy [...] The masculine ideal of football is the masculinity of those who never stop being children, who represent improvisation and play, and are in opposition to responsible men.” (“Playing Styles and Masculine Virtues in Argentine Football”, en Melhuus, Marit and Kristianne Stolen (eds.). Machos, Mistresses, Madonnas. Contesting the Power of Latin American Gender Imagery), pp. 34-55. 5 Véase “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina”, Trad. Oriana Jiménez. Versión PDF Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales [en línea]. 6 “Pacharacas, Putas and Chicas de su casa: Labelling, Femininity and Men`s Sexual Selves in Lima, Peru”, en Melhuus, Marit y Kristianne Stolen. Op. Cit. pp. 56-82. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I traicionar sus principios o los que dicta la norma social en que se desenvuelve. Así, los modelos formados por discursos hegemónicos suponen una gravosa carga para los mismos varones, quienes deben sujetarse a la normatividad que dictan aquellos a riesgo de caer fuera del terreno de lo masculino o, peor aún, caer en el terreno de lo femenino 7. Segundo, es relevante detenerse en la figura del macho ya que el acercamiento a las masculinidades hispanas en Latinoamérica (e incluso en Estados Unidos) generalmente tiene como punto de partida el machismo y por consiguiente al macho, que sin duda ha recibido la mayor atención 8 entre los estudios de las diferentes imágenes masculinas, cuando no ha sido su fundamento, como es el caso del cowboy 9. Si bien los estudios sobre las masculinidades están adquiriendo gran auge en Estados Unidos 10, en el contexto latinoamericano ya se habían publicado trabajos con anterioridad, muchos de los cuales tienen como fuente primordial los 15 Un ejemplo de la prevención de caer en lo femenino se puede leer en los siguientes lineamientos sugeridos por el psicólogo Robert Brannon David: 1. “¡Nada con asuntos de mujeres!” Uno no debe hacer nunca algo que remotamente sugiera femineidad. La masculinidad es el repudio implacable de lo femenino. 2. “¡Sea el timón principal!” La masculinidad se mide por el poder, el éxito, la riqueza y la posición social. 3. “¡Sea fuerte como un roble!” La masculinidad depende de permanecer calmado y confiable en una crisis, con las emociones bajo control. De hecho, la prueba de que se es un hombre consiste en no mostrar nunca emociones. Los muchachos no lloran. 4. “¡Mándelos al infierno!” Exude un aura de osadía varonil y agresividad. Consígalo, arriésguese. Véase D., & Brannon, R. (eds.) “Our culture’s blueprint for manhood and what it’s done for us lately”, The forty-nine percent majority: The male sex role. Don Mills, Ontario: Addison-Wesley Publishing Company: 1976. 8 Véanse los siguientes textos como ejemplo de la variedad en el acercamiento al tema: VillanuevaCollado, Alfredo. “Machismo vs. Gayness: Latin American Fiction”. Gay Sunshine 29-30 (1976): 22; Melhuus, Marit y Kristianne Stolen; Mirande, Alfredo. Hombres y Machos: Masculinity and Latino Culture. Colorado: Westview Press, 1997. 9 Américo Paredes, por ejemplo, se refiere a la versión del macho norteamericano que aparece tan temprano como 1820-1830; y explica la evolución de éste en varias etapas hasta llegar a la figura del cowboy que “aparece como protagonista en las novelas de Frank Norris, Jack London y otros escritores de la escuela naturalista” (74); asimismo explica la similitud entre el macho norteamericano y el macho mexicano: el primero “tiene sorprendente parecido al charro de las películas mexicanas de recientes años, que después de matar media docena de hombres entra todo empistolado a la iglesia a cantarle una piadosa canción a la Virgen de Guadalupe.” En “Estados Unidos, México y el machismo”. Journal of Inter-American Studies, Vol. 9, No. 1. (January, 1967), pp. 65-84. 10 Inicialmente estos estudios tuvieron su origen en otros ámbitos académicos en las décadas de 1970 y 1980; y no es sino hasta la década de 1990 que sus representaciones culturales y literarias empiezan a estudiarse con gran énfasis (Carabi y Armengol, La masculinidad a debate, 2005). 7 Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I ensayos El perfil del hombre y la cultura en México 11 (1934) de Samuel Ramos, y El laberinto de la soledad (1950) de Octavio Paz. No obstante que estos trabajos son una exploración sobre el ser del mexicano en cuanto a su identidad, sus problemas y dilemas esenciales, ambos exponen las características de una tipología fundamental del varón mexicano; y aunque aluden tanto a hombres como a mujeres, los dos autores en algún momento se concentran en un intento por puntualizar los rasgos que definen a ciertos personajes masculinos de la sociedad mexicana. Por ejemplo, Ramos escribe sobre el pelado, el mexicano de la ciudad y el burgués mexicano; mientras que Paz se ocupa del pachuco en una sección particular y, en varios momentos a lo largo de su texto, del macho. Fundamentalmente asociado con lo mexicano 12, el macho ya ha visto transcurrir su época de oro como modelo predominante entre las 16 décadas que van desde 1930 hasta aproximadamente 1970, en que inicialmente el término apareció con la connotación de valentía y estoicismo 13 para después evolucionar hacia aspectos de dominación, Trabajo que ya había sido anticipado en dos artículos publicados en la Revista Examen, en 1932: Psicoanálisis del mexicano y Motivos para una investigación del mexicano. 12 “Paredes encuentra que en el folclor mexicano no aparecen las palabras macho y machismo antes de los años treinta y cuarenta. Otras expresiones eran mucho más comunes en tiempo de la Revolución Mexicana: hombrismo, hombría, muy hombre y hombre de verdad, así como valentía, muy valiente y otras más. En la década de los cuarenta, el mismo acento en lo masculino adquirió prominencia como símbolo nacional(ista). Para bien o para mal, México llegó a significar machismo y machismo, México.” (Versión editada de “El machismo” de Matthew C. Gutmann, en Masculinidades y equidad de género en América Latina. Traducción de Nair Anaya Ferreira). 13 Respecto a los orígenes del vocablo, Paredes (en The Anglo-American in Mexican Folklore), expone que es en 1930 cuando el término se incorpora a la ideología mexicana con el significado de valentía. Según él, los tres factores que contribuyeron a la consolidación del concepto del macho mexicano como un estereotipo son: primero, la Revolución mexicana, que generara sentimientos de un profundo nacionalismo aunado al honor que derivaba de participar en una guerra por noble causa. De esta época datan los primeros registros de ‘bravatas en serio’ recogidas en los corridos, y un buen ejemplo es el de Vicente T. Mendoza, citado por Paredes: “Le contestó don Demetrio: —yo no me vine a rajar, yo vine como los hombres aquí, a perder o a ganar” (“El machismo en México a través de las canciones, corridos y cantares”, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología III. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Justicia, 1962, pp. 75-86). El segundo factor es la intervención estadounidense, que obviamente intensificó las emociones nacionalistas descritas antes, ya que el mexicano se enfrentaba no a cualquier enemigo sino al enemigo ‘gringo’, de manera que el sentimiento de valor se ve intensificado: “Qué pensaran los bolillos tan patones / que con cañones nos iban a asustar; / si ellos tienen aviones de a montones / aquí tenemos lo mero principal” (Vicente T. Mendoza. Lirica narrativa de México: El corrido. México: Instituto de Investigaciones Estéticas, 1964, p. 34). Y tercero, sucesos tanto domésticos (el arribo del movimiento sindical) como internacionales (la Segunda guerra mundial) que acaecieron durante el mandato del presidente Manuel Ávila Camacho, y que trajeron a escena por primera vez la palabra 11 Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I fanfarronería, abuso y arrogancia que lo han caracterizado posteriormente 14. Vale la pena mencionar que hay un debate respecto a si las características que hacen al macho son privativas de los mexicanos o no. Paredes, por ejemplo, no está de acuerdo con adjudicar exclusivamente al hombre mexicano los rasgos que definen al macho, y afirma que “las actitudes fundamentales en que se basa el machismo y que tanta congoja han causado a los que quieren sicoanalizar al mexicano, son casi universales.” (82) La mayoría de los modelos masculinos en los Cuentos de Eva Luna evidencian precisamente esos rasgos que permiten catalogarlos como machos o al menos como pertenecientes al “culto de lo varonil”, y es relevante para el análisis observar tanto esas características como el ambiente en el que se hallan, al igual que la interacción que tienen con los personajes 17 femeninos, para posteriormente poder reconocer el deslizamiento hacia sujetos más tolerantes como se enfatizó antes. Por tanto es nuclear para el análisis notar que: a) los sujetos masculinos centrales son generalmente representados fuera de un marco racional o al borde de éste, ya sea porque están perturbados mentalmente, porque son alcohólicos, porque llevan una vida de bárbaros, o porque se desenvuelven en mundos fantasiosos (un circo, una feria); y b) en los personajes femeninos coinciden actitudes sustentadas más en la razón sin dejar de lado el aspecto emocional, como veremos a continuación. “Dos palabras” inicia la serie de los Cuentos El personaje femenino en este cuento, Belisa Crepusculario, se dedica a vender palabras: macho; un ejemplo de ello es el siguiente verso, en donde además es evidente la relevancia que pudo tener el apellido del presidente en turno: “¡Viva el pueblo siempre macho! ¡Agustín el general! / ¡y viva Ávila Camacho y la vida sindical!” (146) 14 En los párrafos introductorios a su artículo, Lorraine Nencel atinadamente expone que “Machismo is an all-embracing concept determining women’s subordination. It is often assumed to be synonymous with male dominance; the site where gender and sexual oppression conflate. Generally it is defined by describing attributes of men`s attitudes or behaviour which make them macho.” (“Pacharacas, Putas and Chicas de su casa: Labelling, Femininity and Men`s Sexual Selves in Lima, Peru”, en Melhuus, Marit y Kristianne Stølen. Op. Cit., p. 57) Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Vendía a precios justos. Por cinco centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba la calidad de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados, por doce inventaba insultos para enemigos irreconciliables […] A quien le comprara cincuenta centavos, ella le regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía. No era la misma para todos, por supuesto, porque eso habría sido un engaño colectivo. Cada uno recibía la suya con la certeza de que nadie más la empleaba para ese fin en el universo y más allá. (12) El Coronel, es anunciado como “el hombre más temido del país”, cuyo grupo de compinches acostumbraba entrar “al pueblo como un rebaño en estampida, envueltos en ruido, bañados de sudor y dejando a su paso un espanto de huracán.” (14). El Coronel es un hombre voluntariamente proscrito de la ley que ha decidido abandonar su vida de bandolero y convertirse en presidente, para lo cual requiere de los servicios de Belisa, quien es la encargada de escribir el discurso que ha de llevarlo a conseguir su objetivo. El poder de la mujer se fundamenta en la posesión y 18 uso de las palabras –la razón; mientras que él se mueve en un territorio primitivo y por tanto irracional. En “El oro de Tomás Vargas”, nuevamente son los personajes femeninos, Antonia y Concha (la esposa y la concubina, respectivamente), quienes simbolizan el lado racional. Frente a la falta de responsabilidad del hombre, Antonia asume la función de proveedora del hogar, tarea que en un sistema tradicional patriarcal sería adjudicada al varón: “Apenas le alcanzaban las horas para cumplir su día, porque además de atender a sus hijos y ocuparse del huerto y las gallinas ganaba unos pesos cocinando el almuerzo de los policías, lavando ropa ajena y limpiando la escuela.” (54) En contraposición, Tomás es inmediatamente descrito como “pendenciero, bebedor y mujeriego. Tenía a mucha honra ser el más macho de la región, como pregonaba en la plaza cada vez que la borrachera le hacía perder el entendimiento y anunciar a todo pulmón los nombres de las muchachas que había seducido y de los bastardos que llevaban su sangre.” (54) Más aún, para este personaje hay una equivalencia total entre la riqueza económica que posee y su falsa Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I ‘hombría’ 15, ya que se aficiona a los juegos de mesa “Con la esperanza de hacerse rico en un solo golpe de fortuna y recuperar de paso –mediante la ilusoria proyección de ese triunfo– su humillado prestigio de padrote” (60). En este relato se está cuestionando el fundamento del sistema hegemónico patriarcal en el que la construcción de los géneros se asocia con la capacidad de abastecimiento/actividad/esfera pública (hombre) y la dependencia/pasividad/esfera privada (mujer). Las acciones de los protagonistas, tanto femeninos como masculinos, son eminentemente simbólicas en tanto que representan una lucha de poder entre la razón y lo propiamente irracional o la sinrazón; más aún, se trata de una lucha que hunde sus raíces en un contexto más profundo: diferencias patriarcales logocentristas que yacen en la base de las relaciones entre sujeto y objeto, entre yo y el otro, y que igualmente permean la interacción de hombres y mujeres. En este contexto, aquellos 19 en la posición de sujeto (hombre) van cediendo su lugar al objeto (mujer), y en algunos casos más que cederlo lo van perdiendo. Poco a poco los personajes machos empiezan a perder consistencia al enfrentarse al otro, quien sin compartir la misma jerarquía es capaz de realizar iguales funciones dentro del contexto social. Si se toma en cuenta que (de acuerdo con los postulados platónicos) el espacio público –el estado– es el ámbito de la razón, en tanto que lo emocional se reserva a un territorio privado, e igualmente considerando que el verdadero desarrollo moral tiene lugar en el espacio de lo público, entonces desenvolverse fuera del estado y sus normas equivale a actuar fuera de los parámetros de la moral y la razón. No obstante cabe preguntarse, en los relatos ¿es el estado, en este caso, verdaderamente el 15 Según Vicente T. Mendoza, “existen dos clases de machismo: uno que podríamos llamar auténtico, caracterizado por verdadero valor, presencia de ánimo, generosidad, estoicismo, heroísmo, bravura, [y] otro, solo de apariencia, falso en el fondo, que oculta cobardía y miedo, solapado con exclamaciones, gritos, balandronadas, bravatas, soflamas, palabrería… (sic) Superhombría que cubre un complejo de inferioridad” (“El machismo en México…”). Hay, sin embargo, un desacuerdo respecto a tales categorías en el que, por ejemplo, el argumento de Villanueva Collado es a la inversa, explicando que las actitudes negativas mencionadas son precisamente las que definen al que se ha considerado comúnmente como el verdadero macho. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I espacio idóneo para adjudicarle el privilegio de la razón? Una posible respuesta se ofrece en “La mujer del juez”, un cuento donde se personifican dos masculinidades similares que se desenvuelven en territorios opuestos: dentro de la ley, el Juez Hidalgo, representante del estado y de quien se dice que “En toda la provincia temían su temperamento severo y su terquedad para cumplir la ley aun a costa de la justicia. En el ejercicio de sus funciones ignoraba las razones del buen sentimiento, castigando con igual firmeza el robo de una gallina que el homicidio calificado.” (140) Y fuera de toda legalidad, Nicolás Vidal, un rufián cuya función es desafiar todo orden establecido por medio del bandidaje, la violencia y el crimen, y quien antes de los diez tenía la cara marcada a cuchillo por las peleas y muy poco después vivía como fugitivo. A los veinte era jefe de una banda de hombres desesperados. El hábito de la violencia desarrolló la fuerza de sus músculos, la calle lo hizo 20 despiadado y la soledad, a la cual estaba condenado por temor a perderse de amor, determinó la expresión de sus ojos.” (141) La importancia de estos personajes es relevante porque se construyen como un símbolo del poder del estado, en el primer caso; y en el segundo de la oposición a éste mediante las mismas armas: el abuso y la violencia. Y aunque el Juez es un símbolo de la normatividad y racionalidad del estado, los dos hombres se desenvuelven en un marco eminentemente primitivo en tanto que su poder se basa en la fuerza y la capacidad para hacer daño sin experimentar dolor ellos mismos: Cansado de ver las leyes atropelladas, el Juez Hidalgo decidió pasar por alto los escrúpulos y preparar una trampa para el bandolero. Se daba cuenta de que en defensa de la justicia iba a cometer un acto atroz, pero de los dos males escogió el menor […] Sacó a la mujer del local, donde fregaba pisos y limpiaba letrinas […] la metió dentro de una jaula fabricada a su medida y la colocó en el centro de la Plaza de Armas, sin más consuelo que un jarro de agua. —Cuando se le termine el agua empezará a gritar. Entonces aparecerá su hijo y yo estaré esperándolo con los soldados –dijo el Juez. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I El rumor de ese castigo, en desuso desde la época de los esclavos cimarrones, llegó a oídos de Nicolás Vidal poco antes de que su madre bebiera el último sorbo del cántaro. Sus hombres lo vieron recibir la noticia en silencio, sin alterar su impasible mascara de solitario ni el ritmo tranquilo con que afilaba su navaja contra una cincha de cuero. […] —Veremos quién tiene más cojones, el Juez o yo –replicó imperturbable Nicolás Vidal. Por un lado, es evidente la presencia de elementos que sugieren no solamente un conflicto de géneros, sino también la cosificación de la mujer al tomarla como señuelo en la lucha de poder que libran los dos hombres. Por otro, tanto el Juez como Nicolás Vidal ocupan posiciones privilegiadas en sus respectivos mundos de machos, lo que establece una equiparación entre los dos hombres en términos de jerarquía. Esto trae a escena un factor determinante en la cultura latinoamericana: la identificación entre la identidad nacional y la virilidad. 21 El establecer una relación directa entre identidad nacional y virilidad, afirma Alfredo Villanueva Collado 16, exhibe un énfasis en la asociación dominante hoy por hoy en Latinoamérica entre lo masculino y el estado. A propósito de una enseñanza masculina o viril promovida por un determinado entorno socio-político, viene a colación lo que él explica como “uno de los mayores puntos ciegos de la cultura latinoamericana: la asociación de la masculinidad normativa con lo militar.” (11) Villanueva habla de una “hipocresía fundamental que suscribe los valores de la identidad sexual masculina en Latinoamérica”. Esto es, si bien por un lado la nación o la patria han sido representadas literariamente a través de una constante analogía con lo femenino, la mujer o la madre, la identidad nacional no ha dejado de ser arena donde el absoluto masculino sigue delineando los parámetros conductuales; por el otro, la idea de hipocresía se basa en el hecho de que los valores sustentantes de tal identidad masculina son formulaciones 16 “Ficciones sexuales latinoamericanas y la construcción del sujeto masculino”, en Ciberletras: Revista de crítica literaria y de cultura. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I arraigadas en la coerción de ciertos sectores sociales y sobre todo en la asociación que funde la idea de pureza nacional con una pretendida pureza sexual, entiéndase, una saludable heterosexualidad. Por ejemplo, no se concibe un desfile militar en el que los soldados homosexuales hagan su aparición como parte del cuerpo de defensa de la nación en un grupo separado de los heterosexuales; tampoco se ve entre los candidatos al gobierno de un país a un hombre públicamente homosexual –de hecho, en el caso de México uno de los requisitos es que los postulantes sean casados, obviamente con una mujer. Así, a una supuesta pureza cultural corresponde una supuesta pureza genérica y viceversa. En “Niña perversa” se halla otra variación del macho que conjuga actitudes de un falso refinamiento –a la manera de un “Don catrín de la fachenda”, por su galanura tanto en el vestir como en el actuar–, y aquellas del padrote en el sentido de que le gusta vivir bien y lo hace a 22 expensas de una mujer (quien normalmente es una prostituta, aunque no es el exactamente el caso en este relato). Juan José Bernal es presentado como un dandy con “su pelo engrasado con brillantina, sus uñas barnizadas, su manía de escarbarse los dientes con un palito, su pedantería y su descaro para hacerse servir.” (24) Éste, con “sus hombros, su cuello ancho y fuerte, la curva sensual de sus labios gruesos, sus dientes perfectos, la elegancia de sus manos, largas y finas” (25) se convierte en el símbolo del deseo sexual apenas naciente en Elena. Ésta es una niña de 12 años que, dominada por lo que Jung denominara el complejo de Electra, se convierte en la contraparte que contribuye a la construcción del personaje masculino. El precoz atrevimiento de la niña es el disparador que rinde al hombre, quien en la paradoja de la historia se revela como un viejo obsesivo que raya en una actitud pedófila. De acuerdo con Villanueva, las jerarquías sociales “proveen a los hombres machos con una forma de dar expresión a sus corrientes libidinales pasivas de maneras culturalmente aprobadas y seguras.” (9) Sin embargo, en “Niña perversa” ocurre totalmente lo contrario a lo que las Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I acciones de los personajes parecen conducir, cuestionando con esto el mismo horizonte de expectativas del lector, el cual muy seguramente incluye una escena incestuosa en la que Bernal se aprovecha del enamoramiento de Elena: Se sentó al borde, a poco trecho de la mano del hombre, procurando que su peso no marcara ni un pliegue más en las sábanas, se inclinó lentamente, hasta que su cara quedó a pocos centímetros de él […] y mientras introducía los dedos bajo el elástico de los calzoncillos buscó la boca del hombre y lo besó como lo había hecho tantas veces frente al espejo […] Pero la imagen del personaje masculino como un hombre superficial y acomodaticio se rompe para dar paso a un sujeto cuyos valores le impiden aceptar la culminación de un acto reprobable: 23 Recién entonces, al sentir la fragilidad extrema de ese esqueleto de pájaro sobre su pecho, un chispazo de conciencia cruzó la algodonosa bruma del sueño y el hombre abrió los ojos […] Bernal la golpeó en la cara y saltó de la cama, aterrado quién sabe por qué antiguas prohibiciones y pesadillas. (30) Posteriormente en la historia, el hombre atraviesa por diversas etapas en el proceso de asimilación y/o eliminación de ese momento íntimo con la niña: “En la madurez iba a las tiendas de ropa infantil y compraba bragas de algodón para deleitarse acariciándolas y acariciándose […] Se aficionó a rondar las escuelas y los parques, para observar de lejos a las muchachas impúberes” (31). Empero, cuando los dos personajes se reencuentran al final del relato, Bernal muestra una actitud que vuelve a sorprender porque no busca repetir la escena, sino conseguir el perdón de la mujer para liberarse recuperando su juicio: Por unos minutos estuvieron solos, frente a frente en la estrecha cocina. Y entonces el hombre, que había aguardado durante tanto tiempo esa oportunidad, retuvo a la mujer por un brazo y le dijo que todo había sido una terrible equivocación, que esa mañana él estaba dormido y no supo lo que hizo, que nunca quiso lanzarla al suelo ni llamarla así, que tuviera compasión y lo perdonara, a ver si así él lograba recuperar la cordura (32) Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I En “Dos palabras” se vio que el poder de las palabras fue el motivo de la rendición del hombre; en el caso de ese relato, es la sexualidad de la jovencita lo que subyuga al hombre, si no de manera inmediata, si con un efecto a largo plazo. Nuevamente vemos que la actitud del personaje masculino –luego de ser presentado como un vividor– sufre una evolución en tanto que: a) no aprovecha la ocasión para abusar de la niña; y b) aunque el hombre parece pervertido por el recuerdo de aquel día, su fijación no busca resolverse consumando el acto sexual con la mujer, sino logrando el perdón de esta para recobrar el juicio arrebatado. Como se mencionó al inicio, hay un proceso en que, de los arquetipos convencionales, los personajes discurren hacia modelos más indulgentes, los cuales no deben ser vistos necesariamente como carentes de hombría, o como si sacrificaran aquello que los hace hombres sólo por 24 permitirse actitudes que denotan condescendencia o emotividad. Como explica Cristina Alsina, las escritoras han creado “personajes masculinos cuya debilidad no se considera una aberración con respecto al modelo tradicional de masculinidad, sino una ocasión para la reflexión sobre las nociones hegemónicas de identidad nacional y subjetividad masculina que generaron la mencionada debilidad.” (“Masculinidad y conflicto bélico”, Construyendo, 14) Desde esta perspectiva, se observa que en los Cuentos de Eva Luna las representaciones masculinas analizadas se van alejando de una u otra forma de los modelos tradicionales, dando lugar a nuevos paradigmas mediante los que se plantea una re-humanización de la masculinidad, tomando distancia del aura, hasta cierto punto mítica, que las ha envuelto. En “Dos palabras”, por ejemplo, el Coronel decide dejar de ser un símbolo de ‘estropicio y calamidad’ y convertirse, por el contrario, en un ser lo suficientemente apreciado por la gente como para poder “entrar a los pueblos bajo arcos de triunfo, entre banderas de colores y flores, que lo aplaudieran y le dieran de regalo huevos frescos y pan recién horneado.” Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I (15) No sólo el Coronel se mueve de una imagen hosca hacia una más humanitaria, sino que también sus hombres, descritos como “los guerreros [que] entraron al pueblo como un rebaño en estampida, envueltos en ruido, bañados de sudor y dejando a su paso un espanto de huracán” (14), sufren una evolución que se percibe cuando más adelante son retratados mientras “repartían caramelos y pintaban su nombre con escarcha dorada en las paredes.” (17) En el mismo relato, la percepción que Belisa tiene del Coronel es eminentemente significativa: “la mujer vio […] sus fieros ojos de puma y supo al punto que estaba frente al hombre más solo de este mundo.” (15) Igualmente, cuando ella piensa en negarse a escribir el discurso para el forajido, su mayor temor no fue tanto “que el Mulato le metiera un tiro entre los ojos [sino] peor aún, que el Coronel se echara a llorar.” (15, cursivas mías) Retomando la idea de Vicente T. Mendoza respecto a un 25 tipo de machismo 17, se podría argumentar el temerario proceder del Coronel como el ocultamiento de su verdadera sensibilidad y temores detrás de una actitud de bravuconería. El momento que marca la transición de una faceta a otra se puede leer hacia el final de la historia, cuando “todos pudieron ver los ojos carnívoros del puma tornarse mansos cuando ella avanzó y le tomó la mano.” (19) Otros relatos donde se halla este mismo desplazamiento del macho a un hombre más condescendiente son: “Regalo para una novia”, que inicia con la descripción del viejo fundador de una compañía circense, quien “había alcanzado los cuarenta y seis años cuando entro en su vidala judía escuálida que estuvo a punto de cambiarle sus hábitos de truhan y destrozarle la fanfarronería” (75); sin embargo, la historia no gira en torno al anciano, sino alrededor de su nieto, Horacio Fortunato, quien “se cruzo un martes de marzo con Patricia Zimmerman y se le terminaron la inconsecuencia del espíritu y la claridad del pensamiento.” (78) Al final de 17 Ver nota 14 respecto a la noción de machismo falso en contraposición a un machismo auténtico. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I la historia, el personaje es presentado como “el hombre más soberbio [pero también] el mas enamorado y más divertido del mundo” (85), después de haber sido un hombre que “desconfiaba de las mujeres” y quien “replicaba que ni demente subiría al patíbulo matrimonial.” (78) “El palacio imaginado”. Aunque en este cuento el personaje masculino no presenta la transformación completa, sí es minado por el amor en su afán de gobernante-macho-temible que “consideraba el amor como una debilidad peligrosa [y] estaba convencido de que todas las mujeres, excepto su propia madre, eran potencialmente perversas y lo más prudente era mantenerlas a distancia” (224); para El Benefactor, “un hombre dormido en un abrazo amoroso resultaba tan vulnerable como un sietemesino”; hasta que “una noche lo sorprendió el sueño en los brazos de ella […] su más peligrosa flaqueza, la única que podría hacerle olvidar el poder.” (232) 26 Surge así la propuesta de los nuevos paradigmas mencionada al inicio, un acercamiento que se enfoque en el conjunto de procesos que construyen al ser masculino, y no simplemente en aquellos aspectos que por separado conforman la totalidad. Una actitud más integradora produciría por tanto teorías orientadas hacia un conocimiento más abarcador de las masculinidades, tomando en cuenta las complejidades de éstas, no sólo sus interacciones sino además las peculiaridades del contexto en que éstas tienen lugar. Nuevamente, es crucial hacer hincapié en que un análisis de la representación masculina en la literatura Latinoamericana con la sola intención de una denuncia implicaría resaltar características patriarcales y por consiguiente negativas de la masculinidad; pero, por el contrario, aquí se propone la posibilidad de recuperar diversos aspectos de la sensibilidad masculina a través de las perspectivas femeninas ofrecidas en las representaciones literarias (por ejemplo, sus virtudes o su emotividad disimuladas u ocultas bajo el disfraz del macho invulnerable, sus complejidades, sus búsquedas, sus dudas, sus miedos), mismas que con Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I frecuencia han sido subestimadas dentro del diálogo sostenido por la crítica 18. Como se ha visto, al hablar de masculinidades es inevitable hablar de jerarquías. Las jerarquías son subvertidas en algunos relatos de Allende, donde los hombres no sólo pierden su rango de líder, sino que invariablemente lo pierden frente a una mujer. Por ejemplo, en el ya mencionado relato “El oro de Tomás Vargas”, el hombre no modifica su actitud ni por su propia iniciativa ni por razones de humanitarismo, y de hecho no experimenta la transición de un estado de brutalidad a uno más indulgente (muere asesinado al final de la historia), no obstante también pierde su posición frente a las dos mujeres: Antes de dos semanas Tomás Vargas quiso exigirle a Concha Díaz [la amante] que volviera a su hamaca, a pesar de que la mujer todavía tenía un costurón fresco y un vendaje de guerra en el vientre, pero Antonia Sierra [la esposa] se le puso delante con los brazos en jarra, decidida por primera vez en su existencia a impedir que el viejo hiciera según su capricho. Su marido inició el ademán de quitarse el cinturón para darle los correazos habituales, pero ella no lo dejó terminar el gesto y se le fue encima con tal fiereza, que el hombre retrocedió, sorprendido […] Entretanto Concha Díaz había dejado a su hijo en un rincón y enarbolaba una pesada vasija de barro, con el propósito de reventársela en la cabeza. El hombre comprendió su desventaja y se fue del rancho lanzando blasfemias. Toda Agua Santa supo […] que Vargas ya no funcionaba y que todos sus alardes de semental eran pura fanfarronería y ningún fundamento. (58-59) 27 Hay una traslación del poder del hombre hacia las dos mujeres. Antonia, la esposa, asume la posición del marido mientras Concha, la amante, se convierte en la contraparte de una especie de matrimonio entre las dos: “Concha Díaz se repuso con rapidez y mientras Antonia Sierra salía a trabajar, ella se quedaba a cargo de los niños y las tareas del huerto y de la casa.” (59) Es fácil asumir que entre las mujeres se En el contexto estadounidense, la crítica se ha enfocado en los aspectos negativos y “ha centrado su atención casi exclusivamente, en la denuncia por parte de estas escritoras de modelos negativos y patriarcales de masculinidad, basados en el sexismo, el racismo y/o la homofobia.” (Construyendo nuevas masculinidades, 12) 18 Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I establece automáticamente una relación de jerarquías, pero no es así porque deciden compartir las tareas democráticamente y convivir sin la necesidad de subyugarse una a la otra, sino de ayudarse mutuamente: Las dos mujeres siguieron viviendo juntas, dispuestas a ayudarse mutuamente en la crianza de los hijos y en las vicisitudes de cada día. Poco después del sepelio compraron gallinas, conejos y cerdos […] ropa para toda la familia. Ese año arreglaron el rancho […] lo pintaron de azul y después instalaron una cocina a gas, donde iniciaron una industria de comida para vender a domicilio. (63) Un rasgo común en la colección de Cuentos de Eva Luna es que las mujeres asumen fácilmente y sin prejuicios las tareas masculinas, contraponiendo así un discurso contra la formación social de los varones, a quienes se les educa para mantener su masculinidad a costa de todo y a una sana distancia de lo femenino. 28 A manera de conclusión, y como se mencionara en la introducción, los nuevos paradigmas encontrados en los Cuentos de Eva Luna son una propuesta de lanzar una mirada diferente a las masculinidades y, ¿por qué no?, pueden ser también considerados un cuestionamiento de los parámetros que sustentan la hegemonía patriarcal predominante, aunque ya se dijo con anterioridad que este último no es el objetivo del ensayo. Es evidente que en los Cuentos hay una resistencia al discurso hegemónico dominante, no obstante, la invitación en este trabajo es ver tal resistencia no como un abierto reclamo sino como un llamamiento a trascender los mitos que se han construido alrededor de la masculinidad. La intención es sugerir una línea de diálogo en la que la investigación de las masculinidades se aborde desde una perspectiva más condescendiente y a partir de las características positivas en los hombres. Es aquí donde se considera que un enfoque de tipo más holístico –permítaseme el termino– abriría espacio para una re-negociación de los ideales masculinos y por ende de las masculinidades latinoamericanas. Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Revista Destiempos n°19 I Año 4 I Marzo-Abril 2009 I Publicación bimestral I http://www.destiempos.com I Uno de los objetivos más importantes en el estudio de las representaciones masculinas en la literatura debe ser demostrar que no sólo importa desmantelar un puñado de prejuicios y valores negativos en los modelos prevalecientes, sino sobre todo, apuntar a la búsqueda de la sensibilidad masculina en su interrelación con el mundo y con el Otro. Como se vio en los Cuentos de Eva Luna, la apertura de un espacio en el que la suspensión del discurso hegemónico no significa recular para mejor atacar a las masculinidades, hace posible la aparición de otros tipos de subjetividad masculina, más armónicos y complementarios con las subjetividades femeninas. Finalmente, un estudio sobre la masculinidad debe ser visto como una búsqueda de armonía. 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