PRINCIPIO Y FIN La mejor razón para esperar sin miedo la muerte es pensar que es inevitable Saint Evremond Por: Lic. Fredis de Jesús Duarte Los seres humanos estamos enfrentados a una realidad que deseamos evadir, ignorar o simplemente no quisiéramos referirnos a ella y preferimos abordarla con indiferencia. Muchos sentimos temor ante su cercanía y aunque algunos dicen que no le temen, la actitud que muestran pone al descubierto pavor y miedo. Esa realidad es la muerte. Este acontecimiento implica ruptura vivencial, desenlace absoluto con toda forma de vida, un apartarnos definitivamente de los seres que amamos y de las cosas que con mucho esfuerzo hemos conseguido. Nuestro cuerpo se sumerge en la nada existencial, declinan sueños e ilusiones, el timón de la barca de nuestros ideales pasa a ser comandado por otras manos y todo lo que fuimos se va diluyendo lentamente hasta perderse por completo en las lontananzas infinitas del olvido y nuestra alma revolotea a otra extraña dimensión para encontrarse con Dios. La muerte se convierte así en un acontecimiento inminente que todo ser humano debe afrontar aquí en la tierra. Esto nos recuerda que en este mundo estamos de paso, así como hoy somos y estamos, es posible que mañana ya no existamos porque la muerte es fortuita y eventual; ella puede ocurrirle a cualquier persona sin distingo de ninguna clase, así como puede morir un niño, también lo puede hacer un joven o un adulto; un rico o un pobre; un analfabeta o un intelectual, por eso ante su presencia nos golpea la incertidumbre, nos invade la angustia existencial y quisiéramos escondernos, huir de esa realidad que en todo momento y lugar está presente y aunque durante toda nuestra vida le hagamos el zig zag, la verdad saldrá a flote para imponerse y decirnos que todos tenemos que morir el algún momento; nadie absolutamente nadie, puede escaparse de la muerte. Así como todos tuvimos un principio asimismo tendremos un final. Principio y fin se entrelazan y vienen a constituir la trayectoria existencial del hombre y es lo que en últimas, nos caracteriza y le genera sentido a la vida humana. En estos días, precisamente, la muerte nos quitó a un gran compañero y marcó un vacío difícil de llenar, se trata de nuestro amigo Isauro Alemán Palacio, quien siempre se destacó por su amor al trabajo, por una singular y contagiosa alegría y esas ganas de vivir que reflejaba en cada una de sus acciones. Isauro había nacido en Mompox un 27 de marzo de 1953, fueron sus padres Isauro Alemán Y Estebana Palacio. Estaba felizmente casado con Aracelly Charris, unión de la cual hay cuatro hijos. Su quehacer pedagógico lo desarrolló en Pueblo Bello, Manaure, Atanquez y Valledupar. Su capacidad emprendedora la demostró en la escuela Jaime Molina de la cual fue su director y finalmente su coordinador, allí en esas cuatro paredes y en cada rincón quedan inmortalizados sus recuerdos, allí resuenan aun sus palabras con las cuales aconsejaba día a día a los niños que hoy lloran su partida. Hoy nos encontramos tristes, porque quienes conocimos a Isauro lo recordaremos siempre con una sonrisa en sus labios, dinámico, en constante movimiento, bailador, amante de la vida y de las cosas buenas; su imagen de hombre feliz no se borrará de nuestras mentes, tampoco la de un hombre valiente y batallador porque no se amilanó un solo instante frente a los grandes escollos que había sembrado en su vida la enfermedad, y a pesar de su padecimiento siempre lo vimos lúcido, sereno, características propias de los hombres que están cercanos a Dios y que tienen fortaleza en el alma. Isauro Alemán, aunque te hayas marchado, hoy te has convertido en el ausente, presente, por tus huellas, testimonio y ejemplo que nos dejaste. Descansa en paz, Amigo