Discurso de toma de posesión del Presidente Kennedy, 20 enero

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Discurso de toma de posesión del Presidente Kennedy, 20 enero 1961
Ciudadanos:
Conmemoramos hoy no una victoria de partido, sino un triunfo de la libertad, simbolizando un final lo mismo que un principio, representando una
renovación así como un cambio. Porque yo he jurado ante vosotros y ante Dios Todopoderoso, con el mismo juramento solemne que prescribieron
nuestros antecesores hace ya cerca de ciento setenta y cinco años.
El mundo es ahora muy distinto. Porque el hombre tiene en sus manos mortales el poder de abolir todas las formas de pobreza humana y de suprimir
todas las formas de vida humana. Pero, sin embargo, los mismos pensamientos revolucionarios por los que lucharon nuestros antepasados, continúan
vigentes en todo el Globo: la creencia de que los derechos del hombre no emanan de la generosidad del Estado, sino de la mano de Dios. [...] derechos
humanos hacia los cuales esta nación ha estado siempre ligada y hacia los cuales se siente ligada aún en estos días.
Dejar que toda nación sepa, nos quiera bien o mal, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga y nos enfrenta-remos con cualquier
dificultad, ayudaremos a cualquier amigo, con objeto de asegurar la supervivencia y el triunfo de la libertad. Todo esto prometemos, y aún más.
A todos los viejos aliados, cuyos orígenes culturales y espirituales compartimos, les prometemos la lealtad de los fieles amigos. Unidos, es poco lo
que no podemos hacer en un conjunto de empresas comunes. Divididos, es poco lo que podremos hacer, porque no nos atrevemos a enfrentarnos con
un poderoso desafío.
A aquellos nuevos Estados, a los que damos la bienvenida entre los países libres, les damos nuestra palabra de que una forma de control colonial no
habrá pasado sólo para ser reemplazada por una tiranía férrea. No esperamos que siempre compartan nuestros mismos puntos de vista, pero sí, en
cambio, esperamos encontrarlos siempre defendiendo tenazmente su propia libertad, recordando que en el pasado, aquellos que locamente pensaron
hacerse poderosos cabalgando sobre el lomo del tigre, terminaron inevitablemente siendo devorados por él.
A aquellos pueblos que en chozas y aldeas, en la mitad del Globo, luchan para romper con la miseria de las masas les prometemos nuestros mejores
esfuerzos para ayudarles a que se ayuden a sí mismos durante todo el tiempo que sea necesario, no porque los comunistas lo estén haciendo, no
porque busquemos sus votos, sino porque es justo. [...]
“Buenos hechos” para las Repúblicas americanas
A nuestras Repúblicas hermanas, situadas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una promesa especial: convertir nuestras buenas palabras en
buenos hechos, en una nueva alianza para el progreso, ayudando a los hombres libres y a los Gobiernos libres a arrojar lejos de sí las cadenas de la
pobreza. Pero esta pacífica revolución de esperanza no puede convertirse en la presa de potencias hostiles. Que sepan todos nuestros vecinos que nos
uniremos a ellos para oponemos a la agresión, a la subversión en cualquier lugar de las Américas. Y dejar que cualquier otra potencia sepa que este
hemisferio intenta seguir siendo el dueño de su propia casa. [...]Advertencia a los posibles enemigos
Finalmente, a aquellas naciones que se conviertan ellas mismas en nuestros adversarios les ofrecemos no una promesa, sino una petición: que ambas
partes comiencen nuevamente la búsqueda de la paz, antes de que las negras fuerzas de la destrucción liberadas por la ciencia hundan a toda la
humanidad en una autodestrucción premeditada o accidental. No trataremos con ellas con debilidad. Porque sólo si nuestras armas son suficientes sin
género de dudas, podremos estar ciertos también sin género de dudas de que jamás serán empleadas.
Pero tampoco pueden dos grandes y poderosos grupos de naciones sentirse satisfechos de su carrera actual, estando ambas partes sobre-cargadas por
el costo de las armas modernas; estando ambas justa-mente alarmadas por la acentuada expansión del átomo mortal y compitiendo ambas para alterar
en su favor la incierta balanza del terror, que conduciría a la última guerra de la humanidad. Por lo tanto, comencemos de nuevo, recordando por
ambas partes que la civilización no es un signo de debilidad y que la sinceridad siempre está sujeta á prueba. No lleguemos nunca a un acuerdo
basado en el temor, pero tampoco sintamos jamás el temor de llegar a un acuerdo. Examinemos ambas partes, qué problemas son los que nos unen en
vez de crear problemas que nos dividan. Formulemos ambas partes por vez primera serias y precisas propuestas para la inspección y el control de los
armamentos, y coloquemos el poder absoluto de destruir otras naciones bajo el absoluto control de todas las naciones.
Unámonos las dos partes para invocar las maravillas de la ciencia en lugar de sus terrores. [...]
Unámonos para escuchar en todos los confines de la Tierra el llamamiento de Isaías: «Haced desaparecer las pesadas cargas y dejad a los oprimidos
que partan libres».
Y si se puede establecer una cabeza de puente de la cooperación en las junglas de la sospecha, dejemos que ambos lados se unan en la próxima tarea:
creando no un nuevo equilibrio de poder, sino. un nuevo mundo de la Ley, donde los fuertes sean justos y los débiles estén seguros, mientras la paz
sea preservada para siempre. [ ... ]
En vuestras manos, mis ciudadanos, más que en las mías, quedará el éxito o el fracaso de nuestra carrera. [...]
Ciudadanos del mundo. No preguntéis qué es lo que América puede hacer por vosotros, sino qué es lo que podemos hacer por las liberta-des del
hombre.
Por último, seáis ciudadanos de América o del mundo, pedimos el mismo alto nivel de fortaleza y de sacrificio que nosotros os ofrecemos. Con una
conciencia tranquila, como nuestro más seguro guardaespaldas, y con la Historia como juez final de nuestros actos, dejadnos seguir adelante para
dirigir a la tierra que amamos, pidiendo sus bendiciones y su ayuda, pero sabiendo que aquí en la Tierra debemos hacer nuestra la obra de Dios.»
FUENTE: En FERNäNDEZ, Antonio, Historia Contemporánea, Ed. Vicens-Vives, Barcelona, 1976, págs. 580, 581, 582, 583.
Fuente: http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque4/el-mundo-en-el-cambio-de-siglo/documentos_historicos/discurso-de-toma-de-posesion-del-presidente-kennedy-20-enero-1961
Última versión: 2016-11-20 17:07
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