Primero yo, segundo yo y tercero…

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FUCSIA
foto: pantherstock.
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S
uele decirse con nostalgia que
“todo tiempo pasado fue mejor”.
Sin embargo, la célebre frase
pierde fuerza cuando los adultos
ven a sus hijos haciendo búsquedas en
Wikipedia para alguna tarea y recuerdan
las épocas en que tenían que desempolvar una enciclopedia o ir a la biblioteca. Y
si se trata de hacer una exposición, ya no
hay que comprar cartulina de sobra por si
se daña la primera versión. Para eso están
PowerPoint y Prezzi, que resuelven el problema sin necesidad de reglas, marcadores ni recortes de revistas. Ahora no se necesita salir de casa para comprar un libro
–pues este se puede bajar por Internet– ni
hay que ir al correo para enviar una carta. Y
si el sueño de alguien es ser famoso, nada
mejor que YouTube o un reality show. En
serio ¿todo tiempo pasado fue mejor?
Para un grupo de sociólogos y analistas
la respuesta es “sí”. Acusan a los jóvenes
de hoy de ser perezosos, demasiado
centrados en sí mismos, egoístas y
preocupados por su apariencia. Los han
llamado la “generación yo”, o “generación
mírenme”, pues el mundo gira en torno a
ellos mismos. “Quizá el mundo siempre
ha girado en torno a uno, solo que ahora
los adolescentes tienen la evidencia: sus
seguidores en Twitter”, señala la psicóloga
educativa Mimi González. Aunque para
la especialista algunos de estos rasgos
forman parte de la etapa de transición
hacia la vida adulta, admite que las condiciones tecnológicas actuales los fortalecen. Por eso Larry Rosen, catedrático de
la Universidad de California llama a los
nacidos a mediados de los años ochenta
la “generación red”, y a los de los noventa,
incluso los del milenio, la “iGeneration”.
Son fácilmente identificables porque
sus ojos suelen estar en sus dispositivos
electrónicos, mientras reportan los últimos
segundos de su existencia convertida en
acontecimiento o agregan una foto más
de su cara a Instagram. Además, son
los que por lo general hablan duro por
sus celulares en espacios públicos. De
ahí que la primera característica de esta
“especie” sea el narcisismo: “Tres cuartos
de los usuarios de Twitter son meformers
que únicamente hablan sobre sí mismos,
mientras que solo el 25 por ciento son
YO
Primero yo,
segundo yo
y tercero…
Los jóvenes de hoy son narcisistas, ignorantes y
superficiales. No son quejas de abuelos con su típica
frase: “qué horror de juventud”. Lo dice un grupo de
expertos que vislumbra un futuro apocalíptico.
¿Será cuestión de envidia?
informers que realmente presentan
información general”, explicó a FUCSIA
el catedrático, quien escribió el libro
iDisorder basado en estas ideas.
Para W. Keith Campbell, de la Universidad de Georgia y autor de varios libros
sobre el tema, existe una epidemia de
este mal cuyas señales son “el énfasis
en la popularidad y la obsesión por el
físico”. El riesgo estaría en jóvenes más
agresivos, materialistas y con valores
superficiales. Según sus estudios, en las
décadas actuales ha habido un incremento acelerado del trastorno narcisista
de la personalidad, caracterizado por el
sentimiento de grandiosidad, necesidad
de admiración y falta de empatía, pues
un 10 por ciento de los menores de 30
años ha experimentado sus síntomas,
frente a un 3 por ciento de adultos mayores que los han padecido. Una investigación realizada por el Pew Research
Center encontró que las máximas metas
para los norteamericanos entre los 18
y 25 años son la fama y la fortuna. Es
lógico que así sea: crecieron en medio
de simples mor tales que ganaron
estatus de celebridad por exponerse y
de celebridades que se exponen como
mortales. Cualquiera puede ser estrella
y gozar de 15 minutos de gloria por
publicitarse en las redes sociales, y si su
video es suficientemente gracioso hasta
saltará a las noticias. Esta tendencia habría encontrado su
soporte perfecto en los hijos de padres
más indulgentes, cuya prioridad ha sido criar seres humanos
seguros de sí mismos y sin complejos como llave de la felicidad y
el éxito. En nombre de la autoestima ellos ven bien regalarles para
sus 15 años una cirugía plástica y además los educan “evitando
el castigo, acostumbrándolos a un constante refuerzo positivo,
dándoles premios simplemente por jugar un deporte sin limitarlos
al triunfo en una competencia. Así crearon una generación de
personas que necesitan que permanentemente les recuerden lo
geniales que son”, explica Rosen.
Campbell coincide en que la paternidad ha cambiado y que
“hoy hay un mayor énfasis en lo únicos y especiales que son los
niños, algo evidente en la selección de nombres originales; y al
mismo tiempo la obediencia ha perdido importancia”. Opina que
esta escuela de la autoconfianza dio como resultado jóvenes
individualistas y egocéntricos que aprendieron de memoria la
lección: “tengo que amarme a mí mismo antes que amar a los
demás”, “cree en ti mismo y todo será posible”, de manera que
Algunos expertos creen
que los antecesores de
las nuevas generaciones
deberían aprender de
su actitud optimista y
ganadora.
para ellos sería necesario ser narcisista para sobresalir en lo personal y profesional. Tal condición, sumada a la disminución del
contacto frente a frente patrocinado por la tecnología, no los haría
aptos para entender las opiniones y puntos de vista de los demás,
aunque los necesiten como “amigos” en Facebook en su afán por
mercadearse como el mejor producto. Pero así mismo les cuesta
afrontar el rechazo y viven ansiosos esperando la aprobación de
la masa por medio de los “me gusta” o los “retuit”. “Si alguien les
hace un comentario negativo usualmente entran en una especie
de ‘ira narcisista’ y empieza una batalla verbal”, añade el experto.
Prueba de lo ensimismados que viven es que para competirle
a los juegos de fútbol de Xbox “se volvió un negocio ofrecerles
a los papás pagar a compañías outdoors por salidas recreativas
para sus hijos”, reflexiona la psicóloga González. Sin embargo,
para ella, quien se autodenomina hincha de la juventud de hoy,
los antecesores de estas generaciones tendrían que aprender de
su postura ganadora y optimista y su capacidad para aceptar la
diferencia de credos e identidades. “Esa actitud de ‘lo mío es lo
mejor’ podrá transformarse luego en un ‘tengo que hacer de lo
mío lo mejor, de mi familia lo mejor, de mi trabajo lo mejor’, es
una generación de echados pa’lante”.
Agrega que los hombres del nuevo milenio no le temen a la
autoridad y son más libres para seguir su propio criterio. “Quienes
vivieron los años sesenta rompieron esquemas y quisieron prolongar en su descendencia el ser contestatarios, líderes que no se
dejen de nadie. Por ellos las generaciones actuales crecieron sin
hacerle demasiado caso al poder de instituciones como la Iglesia”,
explica González, a quien le parece una ventaja que los niños de
hoy sean más cercanos a sus padres. Por eso no se ruborizan a
la hora de escribirle un correo electrónico directamente al presidente de la compañía en la que trabajan. En un análisis titulado
“The Me Me Me Generation”, la revista Time registra que el 40
por ciento de los jóvenes están convencidos de que deben ser
promovidos en el trabajo cada dos años independientemente de
sus logros, o que en el colegio se merecen la mejor nota solo por
ser ellos, pues la humildad no sería una cualidad sino un defecto.
Pensando en eso, el profesor David McCullough aprovechó su
discurso a la promoción de 2012 de Wellesley High School,
para, en lugar de alabar sus virtudes, recordarles la cruda verdad:
“ustedes no son especiales”.
Alguna vez se dijo que las nuevas generaciones eran más
propensas a comprometerse con causas sociales. Sus detractores
consideran que en realidad la mayoría se involucra en este tipo
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relaciones
Los críticos de los jóvenes de hoy
opinan que aunque estos son
capaces de lidiar con un promedio
de 88 mensajes de texto diarios,
no tienen habilidades para escribir
párrafos coherentes.
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de proyectos por obligación, pues es requisito para graduarse
del colegio, y aunque viven rodeados de información, “no leen
el periódico y poco les importan la historia y la política”. Así lo
señaló a esta publicación Mark Bauerlein, autor del libro The
Dumbest Generation. Su visión es tal vez la más apocalíptica: llega
al extremo de insinuar que la democracia está comprometida por
la “estupidez” de los líderes del futuro, que son seis veces más
aptos para decir el nombre del nuevo American idol que el del
presidente de la Cámara de Representantes en Estados Unidos.
“Los padres se rindieron y dejaron de luchar contra la cultura
juvenil y les permiten a sus hijos tener un iPhone antes de los
11 años y una tableta en su cuarto, lo que no les preocupa en
verdad porque estas herramientas hacen las veces de niñeras.
¿Por qué leerle a un niño o conversar con él si puedes conectarlo
a un computador mientras te relajas en el cuarto de al lado?”,
se cuestiona. Le preocupa que el mundo quede en manos de
personas que dedican horas enteras a visitar Facebook, “pero no
museos ni bibliotecas”, que envían y reciben un promedio de 88
mensajes de texto diarios “pero no son capaces de escribir un
párrafo coherente en el colegio”. Las estadísticas estiman que solo
el 24 por ciento de los bachilleres norteamericanos tienen esa
habilidad. Y si por casualidad algún adolescente entre los 15 y los
17 años echara un vistazo a este artículo, ya habría cumplido su
cuota promedio diaria de lectura de siete minutos. Se ha dicho
que los videojuegos son gimnasia para el cerebro y que gracias a
Internet el conocimiento está al alcance de un clic. Pero según el
escéptico Bauerlein, la usan con el fin de ampliar su vida social con
amigos virtuales, porque es indispensable saber el último chisme
y dato trivial para estar “actualizado” y no ser excluido. Si bien son
maestros del multitasking (mientras ven televisión chatean, navegan en la red y oyen música), observa que se ha incrementado el
déficit de atención unido a la hiperactividad y que las habilidades
analíticas se han minado. Para él, lo realmente grave de perder el
tiempo de esta manera con sus pares es que los jóvenes carecen
de contacto con figuras adultas de las que podrían enriquecerse
y con ese “modelo horizontal” prolongan su inmadurez. “Lo que
ha cambiado es que antes el principal espacio para compartir con
sus compañeros era el colegio. Ahora el ciberespacio está a su
disposición las 24 horas”, afirma González.
En iDisorder, Rosen alerta sobre varios males derivados del uso
de aparatos electrónicos, como el trastorno obsesivo-compulsivo.
Algunos adolescentes padecen la “depresión Facebook”, caracterizada por cambios de humor relacionados con la ansiedad
que les produce la espera de una respuesta. También está el
“efecto Google”, que describe como la inhabilidad para recordar
hechos porque todos están disponibles en el buscador. Quienes
a cada rato sienten que les llegó un mensaje, pueden sufrir
del “síndrome de la vibración fantasma”. Y es que las nuevas
tecnologías acostumbraron a los que nacieron con ellas a tenerlo
todo de manera instantánea, hasta un abrazo virtual de consuelo
desde la Patagonia. Pero aunque suelen ser inmediatistas, viven
tan abrumados de opciones que sus expectativas no son fáciles
de satisfacer y tienden a postergar decisiones importantes. Se
les acusa de ser alérgicos al compromiso: si una relación no les
Para acabar con la epidemia del narcisismo, los psicólogos
recomiendan que los padres les cambien a sus hijos el lema
“tienes que amarte primero antes que a los demás” porque “si
te amas demasiado, no tendrás suficiente amor para dar a los
demás”. También aconsejan que los dejen enfrentar retos por su
cuenta y propicien espacios para la lectura y la conversación en
familia, libres de aparatos tecnológicos.
sirve la descartan enviando una carita triste y pueden cambiar
de trabajo con mayor facilidad porque para eso hay tiempo,
después de todo la expectativa de vida se ha ampliado. “Lo que
sucede es que ya no hay que seguir el orden lineal de las etapas
–comenta González–. Se puede viajar primero antes de ahorrar y
tener casa, por lo que muchos universitarios se quedan viviendo
con los papás. Casarse a temprana edad no está en el orden del
día y la ciencia permite retrasar la maternidad”. Para ella, pese a
que el exceso de información ha acortado la niñez, el disfrute
de la adolescencia parece haberse prolongado generando una
nueva etapa, la de los adultecentes, “que sienten que hasta los
35 tienen licencia para hacer bobadas”. =
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