1 “LA HUELLA DE TU GLORIA” El humanismo cristiano en el horizonte de la propuesta salesiana1 Juan Camilo Restrepo Tamayo2 Introducción Durante los siglos IV y V de nuestra era, en Jerusalén y Babilonia, mientras estaban en la composición de un libro muy venerado por los judíos llamado el Talmud, una tradición oral que recoge discusiones de eruditos sobre leyes judías, costumbres, historias y leyendas, comenzó a circular una anécdota del pasado: A un gran sabio del judaísmo, al rabino Hillel (70 a.C-10 d.C), llamado el Sabio, le pidieron que respondiera a la esencia del humanismo en la brevedad de tiempo que una persona puede sostenerse con un solo pie, a lo que él perspicazmente respondió: “El humanismo es ver en el otro a uno mismo, y no hacer nada que uno no desearía para sí”3. Bajo este principio se ha desarrollado en la civilización Occidental una gran tradición que defiende y promueve la esencia del respeto y el cuidado del otro como el reflejo de sí mismo. Esto significa que hay en cada persona como una marca, una impronta, o mejor una “huella” que es el destello de una luz atrayente, de un principio fundamental que reconoce el valor infinito de cada persona. Nuestro propósito con esta presentación es señalar e indicar que en cada persona hay la “huella de la gloria” de Alguien siempre mayor, es decir, de Dios como creador, origen y fin último de la realización humana y que la vivencia de esa conciencia tiene una peculiar significación en el horizonte de la propuesta salesiana. Por lo tanto, hemos querido dividir esta comunicación en cuatro momentos con el fin de que este Congreso Juvenil Salesiano cuyo lema es: “Decididos por Cristo, al mejor estilo salesiano”, sea una verdadera oportunidad de encarnar esta propuesta de ver en el otro, en cada persona, el rostro de Jesús que es la huella de la gloria de Dios. Inicialmente, vamos a realizar una mirada a la realidad que nos ha correspondido vivir y cuya responsabilidad está en nuestras manos. Esta realidad sumamente 1 Ponencia presentada en el Congreso Juvenil Salesiano, Medellín, agosto 31 de 2013. Sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín. Realizó estudios de Filosofía y Teología. Obtuvo la Maestría y posteriormente el Doctorado en Filosofía en la Universidad Pontifica Bolivariana. Pertenece al Grupo de Investigación Epimeleia, acreditado ante Colciencias en la línea de Racionalidades contemporáneas. Ha publicado algunos artículos investigativos en las Revistas Escritos y Cuestiones teológicas de la Universidad Pontifica Bolivariana. Sus líneas de investigación han sido Religión y cultura, Ciencia, Tecnología y Sociedad y actualmente Antropología filosófica y crítica literaria. Se desempeña como Capellán y Docente de la Universidad Pontificia Bolivariana. 3 GORDON, J. (coord.), Introducción, en Humanismo y cultura judía, UNAM, Coordinación de Difusión Cultural, México 1999, 11. REYES MATE, Manuel. Auschwitz o la quiebra de la ética moderna, Humanismo en el Pensamiento Judío, UIA, México, D.F., octubre 2 y 3 de 2000. 2 2 rica y compleja atraviesa en estos momentos por una “fragmentación de sentido”, es decir, por la búsqueda de una nueva comprensión del mundo bajo el signo de los cambios que en el últimamente han acontecido. No somos para nada ajenos a esta situación, al contrario estamos íntimamente implicados en ella. El auge de las nuevas tecnologías, la emergencia de nuevos modos de relación, de convivencia, de fronteras, el despertar de una conciencia ambiental y planetaria, un nuevo orden de poder basado en el mercado y la economía, la pluralidad y mezcla social de las ciudades, a la par de los intentos culturales de homogenización de ese fenómeno que se ha venido llamando en la última década “globalización”, son, entre otros, aspectos que merecen nuestra atención en aras de una comprensión de la transformación que ha venido acaeciendo en lo que una gran tradición de pensamiento y cultura ha llamado “humanismo”. Conviene, pues, delimitar que no todo lo humano es humanista, y que solo hay en el corazón y la conciencia de cada persona la esperanza de lo verdadero y lo auténtico. Aunque somos capaces de lo mejor también lo somos de lo peor, y solo el siglo XX, que acabamos de atravesar, nos ha dado una terrible muestra del potencial de mal que hay en el hombre cuando enceguecido desconoce en cada persona la huella de la Gloria de Dios. Las grandes guerras del siglo pasado, con la acumulación de mal y de barbarie, de sufrimiento y absurdo, son apenas el iceberg de todo el daño y el sufrimiento que podemos llegar a producir a escala mundial4. Es por eso que solo comprendiendo y transitando por las coordenadas de lo auténticamente humano, de lo que nos hace singulares, capaces de compadecernos, de mirarnos y de dialogar pero sobre todo de amar, es decir, de hacer el bien sin límites ni condiciones, es que podemos delimitar lo más propio, lo más nuestro, y ahí radica nuestra esperanza en la construcción de un futuro abierto y plenamente humano. No obstante, eso que se ha denominado “humanismo” para nosotros está adjetivado, es “cristiano”, por lo que solo en Jesús descubrimos el modelo, el paradigma de humanidad. Para nosotros ser, actuar y vivir como Jesús de Nazaret, el Cristo, es decir, el Ungido de Dios, es la regla y la norma, la provocación y el sentido de nuestra comprensión de lo humano, que hoy bajo el signo de no pocas sospechas e incertidumbres, ha terminado por difuminarse y evaporarse para muchos. Solo cuando vemos en cada persona la imagen viva del amor de Dios y de sus maravillas, cuanto más y mejor ayudamos a los demás a crecer, más cerca estamos de Jesús y de su Reino y así Dios realizará el sueño de ser “todo en todos” (1 Co 15, 28). Esta propuesta del humanismo cristiano cuya huella visible es para nosotros Jesús de Nazaret, se ha vivido de modo especial y fecundo en la obra de Don Bosco. Su bondad y su cordialidad, acompañada de la paciencia y la entrega en la educación y el crecimiento humano, es sin duda, para Ustedes, jóvenes salesianos, la muestra y la garantía de que es posible vivir hoy en estas circunstancias el 4 Cf. DELACAMPAGNE, Christian. Historia de la filosofía en el siglo XX. Barcelona: Península, 1999 p. 17 3 proyecto de Jesús que es el proyecto de Dios: “Humanizar la vida”, hacerla auténtica y verdaderamente humana. Y en esto la educación como oficio de amor, es la más alta cuota de transformación social y humana. En la educación se toma lo mejor de cada ser humano: las capacidades de la inteligencia y del amor, conjugadas con el verbo “entregar”, como el más noble aporte, el más fructuoso fermento, el mayor sabor y el más exquisito gusto que Ustedes pueden ofrecerle al mundo. Comencemos entonces a abordar cada uno de los puntos propuestos. 1. Una realidad que nos cuestiona e interpela. Hemos nacido en una época de grandes cambios y transformaciones. Son tan veloces que a veces ni siquiera los percibimos. Antes las transformaciones eran lentas y estaban precedidas de situaciones fácilmente localizables y hasta cierto punto comprensibles. Hoy dada la pluralidad de situaciones y la inserción en tejidos sociales cada vez más amplios, no resulta tan fácil reconocer todos los cambios que acontecen. Podríamos decir que asistimos en gran medida a una “reingeniería social”. Esto significa que la política, la economía, la cultura, los referentes éticos y morales no están ya afincados sobre unos principios comunes y fácilmente aceptados por todos, más bien parece que se dirigen en gran medida por la dictadura de la opinión pública que con hábil destreza controlan muchas veces de manera imperceptible y orquestada los mass media, los medios de comunicación5. En muchas ocasiones más que ciudadanos somos consumidores. Son innumerables los aportes desde todo ángulo que la ciencia y la técnica le han proporcionado a nuestro mundo y a nuestra vida. Hoy nos resulta casi inimaginable habitar este mundo sin las facilidades y el bienestar que nos produce la tecnología, los avances médicos, la farmacéutica, los descubrimientos científicos, las facilidades de la comunicación a una distancia antes insospechada y en tiempo real, la posibilidad de viajes rápidos vía aérea o fluvial y un sin número de horizontes que nos ha abierto el progreso como bandera de la Modernidad. El siglo XX nos ha legado posibilidades nunca antes vistas ni imaginadas, sin embargo, como bien lo señaló un pensador español, Ortega y Gasset, el siglo XX es con todo “superior a cualquier otro e inferior a sí mismo”. Y ello porque hemos conocido a la par lo que el espíritu humano es capaz de descubrir, inventar, ingeniar, crear, pero también la enorme desproporción entre nuestros avances tecnocientíficos y el crecimiento en el ámbito moral, ético y humano. Es precisamente en esta paradoja donde encontramos que nuestro mundo sabe mucho de ciencia, tecnología, medicina, información, comunicación, pero con frecuencia muy poco de ética, humanismo y valores. A pesar de todo, hay signos de esperanza, hay luces en el horizonte que brillan diciéndonos que una nueva generación de jóvenes quiere luchar y transformar en un mundo desencantado y desilusionado. El componente dramático de la vida humana nos ha puesto en guardia de pensar que no todo está perdido y que los cambios y las 5 CASTELLS, Manuel. Comunicación y poder. Madrid: Alianza, 2009, p. 349 4 transformaciones nos abren también un futuro no simplemente triunfalista sino promisorio. Si hay una categoría que describa mejor lo que acontece en nuestro mundo es la palabra “crisis”. Proviene del calco griego krisis y del verbo krinein que significa “juzgar”, “separar”, “decidir”. Crisis es algo que se quiebra, que produce ruptura y por eso hay que analizarlo, reflexionarlo. De ahí proviene también la palabra “crítica” que es la emisión de un juicio de valor, y “criterio” que es un razonamiento con argumentos. En definitiva si algo describe nuestra situación es la palabra crisis. Con frecuencia acudimos a ella para señalar la problemática económica, política, social, religiosa o cultural. Sin embargo, decir que nuestra realidad nos cuestiona y nos interpela es decir que nos pone en crisis. Pero hablar de crisis es siempre hablar de posibilidad, de realidad emergente, o en otras palabras de una realidad que está en crecimiento, en maduración6. Con todo lo anterior, hay dos aspectos que merecen nuestra atención sobre todo referidos al mundo juvenil. Con el advenimiento de un modo de vivir en la sociedad denominado “capitalismo de ficción”7 a partir de los años noventa, se ha ido implantado una manera de vivir en la sociedad actual que ha ido ciertamente contagiando las nuevas generaciones, sobre todo a la generación denominada “generación Z” (1993-2004) precedida por la conocida generación Y (1982-1992) y es la sociedad del espectáculo y la Entertainment culture o “cultura E”. La masificación de la Internet, los avances en la comunicación móvil, la adicción de los videojuegos -cada vez más realistas- el auge de los datos en Red y la multimedia, la música digital, los metabuscadores como Google o las enciclopedias en línea populares como Wikipedia, así como el despertar de la Web 2.0 y las redes sociales dominadas por Facebook y Twitter, son tópicos que han contribuido, cada uno a su modo, a configurar esta nueva cultura. Sin duda que los aportes de estos avances del espíritu humano son indiscutibles, pero también sus riesgos, aun no digeridos, comienzan a preocupar, sobre todo porque la generación de los “nativos digitales” (M. Prensky) opera bajo otro paradigma de educación y posee una cosmovisión diferente. La vida humana posee en sí misma un carácter dramático, complejo, que exige y reclama una necesidad de sentido. Las preguntas por el mal, la muerte, el dolor y el sufrimiento, se han ido camuflando en una vida que se entrega frenéticamente al espectáculo y la diversión sin límites8. Es cierto que la vida es realmente un don para vivir y disfrutar, para comunicar y gozar, pero cuando viene el olvido o la indiferencia de otras realidades que también acontecen en la vida, las penumbras de la depresión, el vacío, el sinsentido, y la falta de horizontes empobrecen 6 CORDOVILLA PÉREZ, Ángel. Crisis de Dios, crisis de fe. Volver a lo esencial. Santander: Sal Terrae, 2012 7 Cf. VERDÚ, Vicente. El estilo del mundo. La vida en ell capitalismo de ficción. Madrid: Anagrama, 2003. p. 51 8 Cf. VARGAS LLOSA, Mario. La civilización del espectáculo. Bogotá: Alfaguara, 2012. p 33ss. 5 drásticamente el arsenal de riquezas con las cuales la vida merece la pena ser vivida. Afortunadamente esta realidad nos cuestiona y nos interpela, nos pone en crisis, impide que nos quedemos indiferentes o diezmados ante los retos que se abren cada día ante nuestros ojos. La responsabilidad está en nuestras decisiones y en la valentía con la que encaremos los inmensos desafíos que este mundo dramático, enigmático y magnífico nos plantea. 2. La auténtica esperanza está en lo verdaderamente humano: “Homo capax optimum”. Nathaniel Hawthorne, un literato norteamericano en un cuento titulado “El Holocausto de la Tierra” publicado en 1844, nos cuenta que un día todos los hombres de la tierra decidieron prender fuego en una colosal llamarada a todos los objetos, libros, artefactos y demás utensilios que según ellos habían traído daño, sufrimiento, mal y muerte a la humanidad y que todos se unieron en esta insigne y noble faena9. A la par que una hoguera gigantesca consumía con el crujir de las llamas y dejaba todo en ceniza, dice Hawthorne que de lejos un hombre misterioso y pensativo, más bien enigmático y gótico, se reía de esta hazaña que para el resultaba inútil. Algunos, desconsolados y abatidos, lloraban por la pérdida de todo reducido a nada. Mientras tanto aquel hombre observaba impávido el aquelarre y daba su apreciación con estas palabras: “No se depriman tanto, mis queridos amigos; todavía verán días buenos. Hay una cosa que estos sabihondos se han olvidado de arrojar al fuego, y sin la cual todo lo que se ha quemado no es nada; sí, aunque hubieran convertido en cenizas la misma tierra. -¿Y qué puede ser eso? -preguntó ansiosamente alguno. -¿Qué otra cosa puede ser sino el corazón humano? contestó el desconocido de rostro oscuro con una sonrisa portentosa-. Y a menos que encuentren un método de purificar esa pestilente caverna, volverán a salir de ella todas las formas del error y la desgracia, las mismas viejas formas u otras peores, que tanto trabajo se han tomado para consumir y convertir en cenizas (…) Que tenga aquí su voz el corazón lo mismo que el intelecto. Y para la madurez y el progreso que la humanidad haga siempre lo más elevado, lo más amable, lo más noble que en cualquier momento pueda entender; y con seguridad eso no podrá ser erróneo, ni inoportuno”. Al final Hawthorne de manera sapiencial hace la siguiente reflexión: “¡Qué triste verdad, si una verdad era, que el antiquísimo esfuerzo del hombre por la perfección sólo hubiera servido para convertirle en motivo de burla del principio maligno, por la circunstancia fatal de que existiera un error en la raíz misma de la materia! El corazón, el corazón: ahí estaba esa esfera pequeña pero ilimitada dentro de la cual existía el error original del que el crimen y la desgracia de este 9 Cf. HAWTHORNE, Nataniel. El holocausto del mundo: A propósito de Hawthorne y su obra. Buenos Aires: Norma, 1994. 6 mundo exterior eran simplemente tipos. Purificad esa esfera interior, y las múltiples formas del mal que asolan lo exterior se convertirán en fantasmas oscuros y desaparecerán por sí solas; pero si no profundizamos más allá del intelecto, y simplemente con ese débil instrumento nos esforzamos por descubrir y rectificar lo que está mal, todos nuestros logros serán tan solo un sueño”. El cuento es de por sí una moraleja: Solo si queremos vivir y crecer como verdaderos seres humanos necesitamos purificar el corazón, la sede de las decisiones y de la voluntad, de los deseos y de las búsquedas. Y desde allí construimos lo auténticamente humano. A diferencia de los animales no humanos, el ser humano es capaz de preguntarse y de asombrarse ante la realidad y esto brota de su corazón. Esta una nota propia y característica de lo humano. Ahí radica la necesidad de sentido de la que estamos en permanente búsqueda, ya que somos por naturaleza seres insatisfechos y con anhelos de infinito. Al mismo tiempo podemos hacer introspección, es decir, tenemos la enorme capacidad de ir a nuestra conciencia, a nuestra intimidad y preguntarnos: ¿Quién soy yo? y ¿Qué va a ser de mí? 10 La pregunta por el futuro es una pregunta típicamente humana, con nuestra imaginación, previvimos, anticipamos; mientras que otros seres del reino animal son prisioneros del presente, nosotros somos prospectivos, es decir estamos volcados hacia lo que está por-venir, hacia el mañana y podemos prever y proyectar. Somos capaces de lo mejor y el espíritu humano se eleva a una altura inigualable: “Homo capax optimum”. En última instancia lo que da sentido a nuestra vida no son nuestras convicciones sino nuestros amores. 3. Jesús Cristo, el reflejo de Dios y la plenitud de ser humano. En un bello documento de la enseñanza de la Iglesia, publicado en diciembre de 1965, y que habla de la Iglesia en el mundo actual, titulado “Gozo y esperanza”, pues comienza precisamente con estas palabras, podemos leer: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS #1). Todo lo verdaderamente humano está resumido y recapitulado en Jesús. La Biblia nos dice de él que es: “La imagen del Dios invisible, el primero de toda la creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, visibles e invisibles; y todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Él es anterior a todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía. Porque agradó al Padre Dios que en Él habitara toda la plenitud” (Col 1, 15-19). 10 Cf. RESTREPO TAMAYO, Juan Camilo. La vida humana. Biografía y estructura empírica. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana. 2013. 7 Esta profunda significación del ser y del actuar de Jesús, según el anterior testimonio tomado de la carta a los Colosenses, texto escrito entre el año 60 y 64 de nuestra era, nos invita a considerar la huella de la gloria de Dios en Jesús. De tal modo que la dignidad, la salud, la felicidad, la realización y la plenitud del ser humano son la alegría, el sueño, el anhelo y el Reino de Dios. La vida de Jesús fue un empeño permanente por “humanizar la vida”, es decir, por hacerla plena y abundante: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Continúa diciéndonos Gozo y esperanza del Concilio Vaticano II: “La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado ´a imagen de Dios´, con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. “¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el ser humano para que cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Sal 8, 5-7). Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo varón y mujer (Gn 1,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás. Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno” (Gn 1,31) (GS # 12). El ser humano es siempre un misterio. Es una realidad inagotable, abierta, dinámica y profunda que en su ser personal vive su esencia en la dignidad y la libertad y que está en constante desarrollo y crecimiento. Dios respeta profundamente la capacidad humana de decidir y construir la propia vida, pero a la vez el valor inmenso que tiene como ser creado. El verdadero humanismo es el que sitúa al hombre en su justa realidad, es decir, en su protagonismo y centralidad en el Universo conocido y que ante todo intento de cosificación, respeta su condición de ser persona. Todas las preguntas sobre el misterio del hombre se esclarecen en Jesús, en Cristo. Él es la respuesta. Porque Él es la huella de la Gloria de Dios. La Palabra hecha carne, el Sentido acontecido en el mundo: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado” (GS # 22). En Jesús vemos el reflejo de Dios, su ser mismo, y en él encontramos la respuesta a todos los interrogantes que aquejan e inquietan nuestro corazón: “Sólo Dios, quien creó al hombre a su imagen y lo rescató del mal y del pecado, es el que puede dar respuesta cabal a estas preguntas” (…) por eso “el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre” (GS # 41). 8 4. Don Bosco como referente de la bondad y la cordialidad cristiana en la educación y en la transformación social. Todo lo anterior se ha vivido de manera real y humana en la vida y la obra de Don Bosco. En el contexto difícil y complejo del siglo XIX, con el despertar de grandes ideologías y con los inconvenientes propios de una época en cambio y evolución, con el paso de una sociedad agraria a una industrial, de una sociedad rural a una urbana, Don Bosco inspirado en la espiritualidad de Francisco de Sales, el obispo francés del siglo XVI, supo ser ante todo un visionario de la educación y de la formación al más puro estilo humanista cristiano. Ante el sistema represivo que predominaba en la educación durante el siglo XIX, la propuesta de Don Bosco es sin duda novedosa: Una educación que oriente a los jóvenes en la construcción de su vida a partir de la prevención. La tarea constante de Don Bosco fue una transformación de la persona por la educación hacia lo humanamente mejor, hacia la trascendencia. Esta es la razón por la cual su propuesta apunta hacia un humanismo pedagógico que está siempre fundamentado en una noción integral de la persona. Su pedagogía personalizada estaba siempre enraizada en la ternura y la comprensión, pero también en la disciplina y la exigencia que forman el carácter. Por eso Don Bosco solía repetir con frecuencia: “Buenos cristianos y honestos ciudadanos”. Su pedagogía no es desencarnada, al contrario está apoyada en la alegría cristiana y en las necesidades de afecto, ternura y cercanía que requieren los jóvenes, pero a la vez en la exigencia de orientación y sentido que reclaman cada día. Como atinadamente cita Paula Elena Quintero: “Don Bosco pensaba que si los chicos encuentran un lugar, una escuela donde pasarla bien, si hay contacto personal y afecto, si los valores de tradición se respiran en el ambiente, si los educadores son modelos y los chicos protagonistas… el joven empezará a crecer desde dentro”11. El auténtico humanismo se construye “no con un barril de vinagre sino con una cucharadita de miel”, como solía decir San Francisco de Sales gran inspirador de Don Bosco. La educación es siempre cuestión del corazón. De la propuesta salesiana de Don Bosco nos quedan sin duda unas líneas de acción para promover un liderazgo desde el humanismo cristiano, un compromiso con la transformación de una sociedad necesitada de sentido y de esperanza. Como jóvenes del Movimiento Salesiano nuestra tarea comienza. Este Congreso es apenas la fundamentación, el apoyo y la orientación necesarios para tener ideas, argumentos, iniciativas para continuar con valentía y confianza en la obra de Dios la propuesta de Don Bosco. 11 QUINTERO PRIETO, Paula Elena. Aproximación a la lectura actual del Sistema Preventivo de Don Bosco. Medellín: Escuela Normal María Auxiliadora. p. 21 9 El cuidado de sí y el cuidado del otro es el punto de partida de un humanismo cristiano en clave salesiana. Es lo que desde antiguo se ha llamado con acierto epimeleia. La construcción de la vida y la sociedad no puede escatimar esfuerzos en el propósito de hacer de la vida humana una obra de arte en permanente construcción. En la relación viva, cercana y respetuosa con los demás se enriquece nuestro ser. En la capacidad de vivir la alegría y la amabilidad se expresa la inmensa e inagotable riqueza de lo humano. La bondad y sobre todo la cordialidad que se evidencian en el trato y la convivencia son el remedio y el aliciente en las dificultades humanas que van tejiendo la vida de cada día y un signo elocuente de la vida de Don Bosco, vigente y válido para nosotros hoy. Pero no sería del todo fecunda nuestra labor, nuestro envío, si careciese de compromiso social, especialmente con los últimos, con los marginados y desposeídos, sólo así somos fieles al proyecto de Jesús que es el proyecto de Dios y que también vivió y contagió Don Bosco: Ver y tratar a cada persona como la huella de la Gloria de Dios12, ese es el más puro y exquisito humanismo del que podemos hacer anuncio. 12 SAN IRENEO, Contra los herejes. Libro IV, 20, 7.