¿Cómo funciona la Nave Narcisa? A demás del Resonador Armónico de Cuarzo, diseñado para recibir señales de alta frecuencia (como el sonar de los delfines) y producir en respuesta otras que contengan secuencias armónicas de frecuencias baja y media, la Nave Narcisa cuenta con otro instrumento: La Lluvoide. Esta herramienta fue diseñada para producir una atmósfera de Contexto de Campo Blanco. Como la comunicación con los cetáceos se da a través de un ordenamiento de señales armónicas, la Lluvoide permite buscar las señales de ballenas y delfines a través de una fuente de posibilidades infinitas, en lugar de un repertorio de orden determinado de sonidos. Con este instrumento se hará el siguiente experimento, basado en la teoría del caos, que describe Ariel Guzik: “Un pequeño termómetro contenido en una esfera de cristal, ubicada en la parte exterior de la cápsula, recoge ruido térmico del océano y lo traduce en una señal compleja denominada ruido blanco boltziano. En teoría, este ruido está formado por un número infinito de componentes de frecuencia. Cada componente de esa señal contribuye con una parte infinitesimal de la energía total del ruido, que es infinita. Esto es análogo al concepto del conjunto de puntos que componen una línea. Aunque los puntos que conforman una línea finita son un conjunto infinito, si cruzamos dicha línea con otra, el punto obtenido tendrá un valor determinable. La distancia entre el origen y el punto de intersección puede ser medida con una regla. Un circuito produce un reloj de compás variable que se deriva de los componentes sonoros subacuáticos de baja frecuencia típicamente presentes en áreas de influencia de ballenas. La señal así producida conforma un tren de pulsos de intervalos variables e indefinidos. En cada pulsación del reloj, [que representa el eje de tiempo (t)], otro circuito toma del termómetro boltziano una muestra aleatoria de alguna de las posibles ondas infinitas del eje de la frecuencia (1/t). Esa onda de frecuencia ‘x’ es alimentada de energía (pulso delta) y enfocada sobre el resonador armónico de cuarzo de la cápsula. La gran mayoría de esas señales proyectadas sobre el resonador se disipan al no producir mayor efecto que un baño armónico homogéneo de baja intensidad. Una pequeña parte de las señales aleatorias ‘x’, sin embargo, entra en resonancia con alguno de los componentes armónicos del resonador, lo que produce una figura sonora que trasciende, como mensaje, al mar. Esas intermitentes sonoridades consonantes derivadas del infinito conjunto de posibles eventos del ruido blanco del mar, constituyen una suerte de bella musicalidad que puede ser descrita en términos físicos como una colección de acontecimientos de orden elevado, es decir, de secuencia impredecible para la mente humana (aunque determinable en su rango estadístico de probables frecuencias, relacionadas con la naturaleza y afinación del instrumento). Esos sonidos, emitidos en el punto y momento nucleares del experimento, cobrarán gran significado al incidir sobre nuestros propios mecanismos mentales constructores de la percepción (conjunción de sensaciones y memoria) tomando un lugar oportuno, emotivo y simbólico dentro del gran contexto. Los cetáceos serán también testigos y partícipes de esas sonoridades armónicas primitivas derivadas del caos, dentro del mutuo contexto. También se cristalizarán en su conciencia al incidir en sus constructores de la percepción, a su vez conformados por un refinado sentido auditivo y su propia memoria. Quizá no signifique para ellas algo más que ruido de baja intensidad, lo cual representa una cantidad mínima de información. Pero también cabe la posibilidad de que no sea así. Suponemos que el umbral entre señal y caos sea diferente en las mentes de humanos y de cetáceos, y que para ellas esa musicalidad derivada de algo que es para nosotros de orden indeterminado penetre su campo de conciencia y memoria. Eso sería el detonador de alguna expresión particular, un canto, una mirada genuina o acercamiento. Tan solo ello daría sentido a este experimento, a la misión de la Nave Narcisa”. El experimento de la Nave Narcisa cobrará sentido al momento en que, se detone, en alguno de los cetáceos, alguna expresión en particular, un canto, una mirada genuina o un acercamiento.