Lunes, 08 de septiembre de 2014 El desafío de reactivar la industria El estrangulamiento de la balanza de pagos reedita viejos problemas de la industria argentina, aunque en esta ocasión la situación se agrava por especulaciones financieras. Cómo evitar que la salida sea una vez más el combo de políticas de ajuste y devaluación brusca. Producción: Tomás Lukin Por Mauricio Cristófaro y Jerónimo Rodríguez Use * Amenazas en el desarrollo Bajo el esquema de apertura comercial y desregulación de la economía (19742001) se produjo la destrucción de gran parte del tejido productivo nacional que se había logrado construir en la etapa anterior, desplegada entre la década del treinta y mediados de los setenta, definida como industrialización por sustitución de importaciones (ISI). El síntoma de este fuerte retroceso resulta claramente observable en la caída ininterrumpida de la participación de la industria en el PIB: de 25 por ciento en 1975 pasó al 16 por ciento en 2001. Con la ruptura del modelo de convertibilidad, la implementación de políticas activas permitió una recuperación acelerada de las capacidades industriales del país. En efecto, el elevado crecimiento de la actividad industrial supuso un cambio en la dinámica del empleo del sector, reduciendo sustancialmente los niveles de desempleo y mejorando la distribución del ingreso. De esta manera, tras un período de casi 30 años consecutivos de destrucción de la matriz industrial, a partir de 2003 comienza a vislumbrarse un período donde la industria se reposiciona como un factor central para el desarrollo. Sin embargo, el potencial crecimiento industrial local se ve limitado por un problema sistémico que ya ha interrumpido irrumpido en el pasado la ISI: la restricción externa. Esto es, la disponibilidad de dólares que posee el país para abastecer a la industria de los insumos importados que necesita para continuar creciendo. En términos de producción, un punto crucial lo constituye la balanza comercial deficitaria del sector industrial. A pesar de su despliegue actual, no se ha logrado una modificación estructural, por lo que su producción sigue dependiendo de una vasta cantidad de insumos que aún no son producidos en el país. Tomemos por ejemplo el sector automotor: su producción aumentó de 169 a 791 mil unidades anuales en el período 2003-2013, mientras que el déficit comercial de autopartes se incrementó de 1200 millones de dólares en 2004 a 8100 millones de dólares en 2013. Esto se debe, al igual que en gran parte de los sectores industriales, a la creciente cantidad de divisas necesarias para importación de piezas y componentes que demanda el aumento de su producción. Pese a ser un sector altamente subsidiado por el Estado, al poseer un desarrollo imperfecto, la balanza comercial comienza a estrangularse cuanto mayor sea su crecimiento. Como una problemática propia de los últimos años, el sector energético ha surgido como una nueva limitación del financiamiento. Durante 2013 el déficit energético fue 6000 millones de dólares, explicando gran parte de la reducción del superávit comercial del país. Ante estos datos surge como una estrategia para el ahorro de divisas alcanzar el autoabastecimiento energético. En busca de este objetivo, la recuperación de YPF y la construcción de represas eléctricas como Atucha II se constituyen como respuestas eficaces por parte del Estado. Pero los resultados de estas políticas serán concretados en el largo plazo. Más allá de los problemas en la balanza comercial, la coyuntura macroeconómica nos hace prestarle una atención especial a la cuenta de capital y financiera. En la actualidad, es posible detectar ciertos canales financieros por los cuales el drenaje de divisas se profundiza. Un reciente documento del Cefidar advierte sobre la relevancia y magnitud del stock de capitales fugados del país. Otro factor a tener en cuenta es el origen de las empresas radicadas en el país. Este fenómeno de extranjerización de la estructura productiva presiona sobre las cuentas externas del país, ya que este tipo de empresas son fuertes demandantes de divisas. Asimismo, la irrupción de agentes especulativos, cristalizados en el accionar de los fondos buitre, junto a ciertos sectores que ejercen constantemente presiones sobre el mercado cambiario. Todo lo remarcado provoca que la actual restricción externa no sea un problema explicado sólo por causas productivas, sino que se ve profundizada por otros motivos de carácter financiero. Durante la ISI, para evitar el estrangulamiento de la balanza de pagos se recurría a la disminución del salario real y su consiguiente caída de la actividad económica mediante la implementación de políticas de ajuste y bruscas devaluaciones. En la etapa actual, el país se dispone a enfrentar los desafíos con una mayor intervención y gestión estatal concretada en políticas públicas que tienen por objeto una profundización de la industrialización, enfrentando una restricción externa propia de la estructura pero agravada por especulaciones financieras. * Economistas del Grupo de Estudios de Economia Nacional y Popular (Geenap). Por Pablo Dragún * Para volver a crecer Luego de casi una década de crecimiento industrial, el sector productivo viene registrando, desde finales de 2011, un estancamiento en muchas de sus variables clave. Como síntoma de un problema estructural más importante, trabajar sobre estos aspectos se impone como un objetivo necesario. Algunos datos que ilustran el complejo panorama: en el primer semestre de 2014, la actividad cayó un 2,4 por ciento y el empleo un 1,8 por ciento en términos de obreros ocupados, y la inversión en maquinaria y equipos, de acuerdo con consultoras privadas, presentará una caída del 5 por ciento. A su vez, las exportaciones de manufacturas de origen industrial han perdido dinamismo, en particular aquellas vinculadas a sectores donde la competitividad precio tiene importancia. En 2013 se exportaron 1500 millones de dólares menos que en 2011 en estos rubros. Antes que mencionar cuestiones inherentes a cómo mejorar la dinámica industrial, es necesario dar cuenta de un elemento insoslayable crucial dada la estructura productiva argentina: el crecimiento del PIB trae aparejado un incremento más que proporcional en las importaciones. El crecimiento de la demanda tracciona importaciones de bienes de consumo, pero también la suba de la inversión necesita de la importación de bienes de capital. A largo plazo, la forma de subsanar esta restricción externa –la mayor demanda de dólares por las importaciones– es incrementando el nivel de exportaciones con mayor valor agregado. Esto en un contexto de integración inteligente en cadenas de valor o avanzando hacia mayores niveles de integración nacional sin resignar calidad y, fundamentalmente, mejorando el abastecimiento energético. Sin embargo, todas estas cuestiones son similares a la que ocurren en América latina, que financió su déficit de cuenta corriente con endeudamiento. Si el país puede resolver de alguna forma la situación de la deuda externa, el potencial de Vaca Muerta y la minería harán posible que ingresen inversiones para financiar la actividad productiva. Estos sectores, como así también el agro, tienen el potencial para apuntalar la producción y la tecnología local. Si bien la macro condiciona fuertemente la actividad industrial por la baja en el consumo y la inversión, es importante destacar que hay numerosos temas sobre los que se puede trabajar a nivel micro para mejorar la situación. Por ejemplo, la devolución de reintegros a las exportaciones puede ser más expeditiva, teniendo como objetivo que la inflación no erosione esta ventaja. Además, resulta importante el crédito para financiar capital de trabajo y sostener el empleo industrial –particularmente en sectores donde la informalidad es mayor–. Con respecto al crédito, en momentos en los que el costo de capital es elevado, la banca pública puede actuar de manera contracíclica para financiar a las pymes y en reconversión productiva. Por citar un ejemplo, en Brasil, la existencia de una banca de desarrollo le permite a las empresas participar en compulsas internacionales con el financiamiento estatal y utilizar la herramienta para el desarrollo de proveedores. El poder de compra del Estado también es un vector clave, porque con ventajas tributarias para la producción nacional es posible desarrollar proveedores de calidad con integración con el sistema científico y tecnológico. En este sentido, tanto Estados Unidos como Japón, Reino Unido y Alemania están implementando planes integrales de política industrial para revertir la pérdida de producción manufacturera frente a las economías emergentes de Asia. De esta manera, también combaten el fenómeno de deslocalización productiva que los afectó durante la última década. Una reforma tributaria también es parte del horizonte de objetivos prioritarios a mediano plazo. La integralidad de la reforma fiscal debe tener como eje el diseño de tributos que vayan en consonancia con un proyecto de país industrial con agregado de valor. Las inequidades que el sistema argentino arrastra desde hace décadas, termina penalizando la inversión productiva. Para que Argentina vuelva a crecer y suture las discusiones derivadas de fluctuaciones e inconsistencias estructurales, es necesario trabajar sobre una política industrial que no solamente nos permita salir de los atolladeros estructurales sino que, además, permita establecer los parámetros de un desarrollo sostenido y con perspectivas de largo plazo. * Economista FCE-UBA.