TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA * POR JORGE MORALES GÓMEZ** Introducción Aunque las condiciones de la Mesa de Jéridas o los Santos, al sur de Bucaramanga, han permitido la conservación de textiles de los Guane, otros grupos de los Andes orientales como los Muisca, Chitarero y la confederación del Cocuy se distinguieron como productores de algodón y tejedores de esa fibra. Lo que sucede es que por la circunstancia anotada, los Guane han pasado a ser conocidos como famosos textileros, quedando un poco olvidados en ese sentido los otros grupos mencionados1. Sin embargo, eso no obsta para observar un horizonte algodonero y tejedor que excede los límites actuales de los Santanderes y que por tanto es de carácter regional, con proyecciones temporales muy importantes durante la Colonia y la primera mitad del siglo XIX. Las provincias de Tundama, Soto, Pamplona y el Socorro fueron destacados núcleos de producción artesanal, especialmente de tejidos de algodón y así fueron reconocidas hasta que las medidas antiproteccionistas del medio siglo XIX iniciaron el decaimiento de la producción. Por eso vale la pena * Lectura en la sesión ordinaria de la Academia Colombiana de Historia el 20 de mayo de 2003. ** Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia; profesor asociado del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. 1 Aunque de los Guane se hallan más referencias bibliográficas, la investigación sobre ellos sigue siendo precaria y existen grandes vacíos sobre su comprensión. Algo similar se puede decir de Lache y Chitarero. Solamente Langebaek (1987, 1996) ha estudiado a estos tres grupos contextualmente. Sus intereses se orientan hacia la organización política, el intercambio y la integración socio-económica. 746 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 recordar, por ejemplo, que el militar español Pascual Enrile calificaba al Socorro, hacia 1819, como el Manchester del Nuevo Reino. Lo anterior indica que si la tradición textil indígena pudo ser incorporada al nuevo orden socioeconómico instaurado a partir del siglo XVI, debió tener características que así lo ameritaban, como volumen de producción, calidad, adaptabilidad y distribución. Sólo sociedades organizadas como cacicazgos que aseguraban la existencia de especialistas y excedentes suficientes para el intercambio podían mantenerse en la sociedad colonial a través de instituciones de dominio como la encomienda y la mita doméstica. Territorios ocupados Fisiográficamente, en la montaña santandereana se distinguen los siguientes conjuntos de occidente a oriente: la cordillera de Yareguíes, los valles longitudinales de los ríos Fonce y Suárez, las mesetas y terrazas de la vertiente occidental de la cordillera oriental, el Cañón del Chicamocha y los páramos de oriente que van desde la frontera de Santander con Boyacá hasta entrar en territorio venezolano2 -3. Sobre esa diversidad ambiental se asentaron los distintos grupos que encontraron los españoles a su llegada en el siglo XVI, y naturalmente sus antecesores arqueológicos. Los Guane ocuparon las hoyas de los ríos Fonce y Suárez y la franja occidental del Chicamocha. Limitaban al oeste con los Yareguíes, moradores de las hoyas del Opón y el Carare. La serranía de Yareguíes marcaba el extremo al poniente de su territorio. Al nororiente, Chicamocha por medio, estaban los Lache. Al este, en posición meridional de éstos, los Guane hacían frontera con los Muisca dependientes del Tundama, divididos por los páramos orientales de la Rusia y Guantiva, entre otros4. Hacia el norte de los Guane se extendía el territorio de los Chitarero, donde posteriormente se fundó la ciudad de Pamplona. Meridionalmente, 2 3 4 Estos páramos forman la estructura montañosa llamada cingla por Castellanos y cincha por los campesinos de hoy. Hacen parte del límite oriental de los Guane, de acuerdo con los cronistas, a partir de Castellanos (1955. IV: 315). Por eso, la cingla no puede corresponder a la cordillera de Cobardes que está al extremo occidental del territorio, tal como lo aseguran Falchetti y Plazas (1972: 48). Cadavid, 1989: 69. Morales, 1984: 24-25. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 747 los Guane limitaban con áreas muisca, entre los términos de Vélez al oeste y el Cañón del Chicamocha al este. Al contrario de lo sostenido tradicionalmente por varios autores5, los Guane sí se extendieron al norte de la Mesa de Jéridas o Mesa de los Santos y llegaron a ocupar el Río del Oro y la Meseta de Bucaramanga6. Un documento del Archivo Histórico Nacional es muy claro al respecto cuando señala que “...y que el río del Oro es en tierra de Guane es toda de un temple e no lejos de sus casas...”7 En 1983, Roberto Lleras efectuó excavaciones arqueológicas en Landázuri, piedemonte occidental de la cordillera de Yareguíes y encontró cerámica y pautas de enterramiento similares con lo que se conocía de Guane al respecto. A partir de ese hallazgo, se abre la posibilidad de que los Guane hayan incluido en su territorio la serranía de Yareguíes y por tanto su límite occidental fuera el valle del Magdalena, quedando así, probablemente subordinados los Yareguíes a aquella etnia8. Según los testimonios de los cronistas, la provincia de Guane se distinguía por su tierra muy productiva y clima agradable: “Tierra pedregosa, seca y de buen temple, más caliente que fría, de buenos y saludables aires por ser libre de montañas y anegadizos...” 9. Castellanos, quien sirvió de fuente de información a Pedro Simón, manifiesta: “Y aunque son grandemente pedregosas las partes habitables de este suelo, es amigable siempre su templanza para conservación del individuo, pues nunca frío ni calor da pena por ser desocupado de montañas y visitallo saludables vientos a su fertilidad nada contrarios y ansí contiene virtuosas plantas que producen en todo tiempo frutos apacibles al gusto y a la vista, y al olfato no menos agradables... en toda la provincia que contiene de circuito más de doce leguas”10. 5 6 7 8 9 10 Simón, 1953, III: 25; Restrepo, 1972. Morales, 1984:19. A.G.N. Caciques e Indios. 32: 386 V. 1561. Lleras, 1986-1988: 78-80. Simón, 1953: III: 25. Castellanos, 1955. IV: 315. 748 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Las fuentes coloniales así mismo destacan la Mesa de Xerira, luego de Jéridas y hoy de los Santos, como lugar privilegiado y asiento del señor máximo de los Guane, localizada al norte del territorio11. Esta meseta ha sido particularmente rica en yacimientos arqueológicos. Cadavid encontró aterrazamientos y terraplenes no reportados antes, entre los sitios La punta y Alto del Morro. Igualmente, cerca de Pozo Azul, en la misma Mesa aparecieron estructuras anulares formadas por piedras sin unión o pegamento12. Por ahora no se conoce la finalidad concreta de dichas estructuras, pero se puede presumir alguna ritual. En las paredes de la Mesa que miran al Chicamocha se localizaron pictografías polícromas de motivos zoomorfos y geométricos, que se suman a las ya reportadas por autores anteriores como Martín Carvajal (1940) y Schottelius (1941)13. Cuevas con huellas de ocupación, momias, tejidos y cerámica, provenientes de viviendas y basureros, se han venido hallando desde el siglo XIX en la Mesa de los Santos. Esa multitud de hallazgos se asocia con la información de Castellanos y Simón, según los cuales en la Mesa se localizaba el jefe central del cacicazgo Guane. Con base en lo anterior podemos afirmar que los Lache ocupaban la banda oriental del Chicamocha, en las actuales jurisdicciones del Departamento de Boyacá y los flancos de la Sierra Nevada del Cocuy. Dice Simón: “...que se extendían desde las orillas del río Chicamocha hasta los confines de la Gobernación de Mérida...”14. Y Piedrahita afirma: “Los Laches, a quienes divide el río Sogamoso de los estados y tierras del Tundama en las provincias de Tunja y corren por páramos y tierras cálidas hasta confinar con los Temes y provincias de los Chitareros”15. En cuanto a la frontera entre Laches y Chitarero, Morales piensa que es el río Guaca16, quedando al este los Lache y al oeste los Chitarero. 11 12 13 14 15 16 Id: 316; Simón, 1953. III: 25. Cadavid, 1984: 93-94. Id: 108. Simón, 1953. III: 164. Piedrahita, 1881: 10. Morales, 1984: 25. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 749 Estos precisamente se extendían desde la confluencia del río Suratá con el del Oro, hacia el sur, hasta el río Guaca17. En ese territorio, pues, se fundó la ciudad de Pamplona, por Pedro de Ursúa y sus términos también llegaban hacia el norte hasta la gobernación de Mérida, en los actuales Andes venezolanos. ¿Cómo fueron poblados esos territorios? Los cronistas dicen que el de Guane era muy populoso y hablan de grandes asentamientos18: “...pues en el circuito solamente de lo que llaman Guane había treinta mil casas pobladas a dos y a tres vecinos cada una, y en ellas sus mujeres y familias; de manera que la provincia toda era manantial de naturaleza”19. Según lo anterior y haciendo una simple multiplicación tendríamos alrededor de cien mil habitantes. Simón copia en ese sentido a Castellanos pero aporta un dato adicional: “...y en cada una todo un linaje y parentela con que hervía toda la gente”20. Esto implica que los grupos domésticos rebasan las familias nucleares y se conformaban de familias extensas, lo cual en principio aumentaría el dato consignado antes con base en la información de Castellanos. Hernández Rodríguez21 dobla el cálculo inicial y considera en cerca de un millón de habitantes la población muisca y dentro de esa suma otorga 200.000 a los Guane (erróneamente incluidos como Muisca), junto con los de las confederaciones de Bogotá y Tunja, cada uno. Y 300.000 entre Tundama e Iraca. A partir de la Conquista, la población decae. En la provincia de Vélez el descenso fue del 56% entre 1572 y 1617 y del 83% para 164322. Tal caída, que como proceso fue general en la mayoría de las culturas aborígenes que enfrentaron la Conquista española, se ha atribuido a los trabajos forzados y excesos de los encomenderos. Aparte de esos motivos y muy seguramente con mayor responsabilidad en tal merma dramática, las epidemias cayeron inmisericordes sobre los grupos étnicos americanos y la 17 18 19 20 21 22 Otero D´Costa, 1972: 336. Morales, 1984: 41. Castellanos, 1955: IV: 321-322. Simón, 1953: III: 30. Citado por Morales, 1984: 42. Morales, 1984: 43. 750 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 montaña santandereana no fue excepción. En Guepsa murieron cuatro indígenas en un día a causa de la viruela. Esta situación reportada para los siglos XVI y XVII continúa en el siguiente. Aparte de ella, la incorporación a la nueva sociedad en calidad de subordinados también significó la reducción de los Guane. El padre Oviedo23 hace declaraciones verdaderamente apocalípticas sobre esa disminución demográfica. Dice, por ejemplo, que en Chanchón la gente indígena se redujo a diez personas a fines del siglo XVIII y que por tanto los agregaron al pueblo de Guane, del cual procedieron la villa de San Gil y la parroquia de Barichara24. Pensamos que en el despoblamiento de los Guane, la situación fue muy alarmante si tenemos en cuenta la cantidad de menciones sobre lo poblado que era su territorio, y no solamente los cacicazgos locales muy importantes como Butaregua, Chanchón y Guanentá se vinieron a pique demográficamente, sino toda la provincia. Los pueblos citados precisamente impresionaron a los españoles por la cantidad de guerreros que lograron reunir para enfrentarse a las huestes españolas25. En relación con el poblamiento no parece que los Guane tuvieran un patrón definido. Macaregua estaba en un peñasco y Guanentá y Butaregua, en sitios llanos26. En una obra anterior27 manifestamos que había poblamiento nucleado como disperso, pues los cronistas cuentan que existían grandes pueblos pero muy apartados entre sí “por aquellas sierras e valles”28. De otro lado, Sutherland reportó hace unas décadas sitios de vivienda separados, no nucleados, en diversas zonas del área29. Los datos sobre vivienda guane son muy fragmentarios. El cronista Oviedo habla de bohíos, lo cual hace pensar en plantas circulares. También sabemos que los caciques tenían más casas que el resto de población30. En Macaregua las tropas de Galeano, por ejemplo, hallaron que el jefe local tenía tres viviendas nucleadas31. Autores modernos, citados por Morales, tales como Rodríguez Plata y Edith Jiménez de Muñoz, aseguran la planta circular y el techo cónico32. 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 Oviedo, 1930: 179. Ibid. Morales, 1984: 45. Castellanos, 1955: IV: 318-322. Morales, 1984: 46. Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10 Sutherland, 1972. Morales, 1984: 46. Simón, 1953: III: 29. Rodríguez Plata, 1978:13; Jiménez de Muñoz, 1945: 252. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 751 Así mismo, los Guane mantenían sus asentamientos en la zona templada33 pero a la vez accedían a recursos en áreas calientes como el cañón del Chicamocha o el estrecho valle del río Suárez, donde recogían leña y pescaban, y a zonas frías, según veremos luego. Precisamente, en cercanías del actual pueblo de Guane, a las orillas del Suárez se halla una estructura mural elaborada con base en piedra de río que de alguna manera indica ocupación prehispánica en esta zona. La verticalidad, entendida como utilización de diversos pisos térmicos, se generalizó entre estos grupos de montaña santandereana y en todos los de los AndeS orientales. Así podían lograr diversidad de productos, aunque no en todos los casos se practicó con la misma intensidad y resultados. Los Lache que formaban la confederación del Cocuy fueron de los grupos más exitosos en el control de diversas altitudes. Ocupaban las laderas sureñas, orientales y occidentales de la Sierra del Cocuy y su territorio comprendía desde las nieves hasta los Llanos Orientales. La confederación que constituían se formó por el cacique del Cocuy y los de Cheva, Ogamora, Panqueba, el Pueblo de la Sal, Sacamá y Urá34. Además, tenían acceso al Chicamocha, al occidente de su territorio y al río Casanare, al este, corriente que les sirvió, como veremos luego, para sostener intensos intercambios con grupos de los Llanos como Achagua y Guahibo. Los habitantes indígenas de la Sierra del Cocuy, los Tunebo o U´wa, aparecen en los documentos antiguos reducidos al pueblo de Panqueba. Luego y a medida que avanza la situación colonial, aparecen asociados a otros cacicazgos locales. Es posible que la denominación Tunebo haya sido generalizada por los españoles para referirse a los miembros de la confederación del Cocuy-Lache renuentes o rebeldes a aceptar la autoridad española35. En definitiva, los Lache, al igual que los Muisca y a diferencia de los Guane, ubicaban sus asentamientos en las vertientes frías de su territorio, pero seguían el patrón general mixto de aldeas nucleadas y bohíos dispersos. El poblamiento distanciado seguía pautas de verticalidad y horizontalidad36, pero no llegaron los Lache dentro de esos movimientos, a ejercer control económico sobre grupos distintos, como en el caso Muisca donde hubo relaciones de complementariedad con los Teguas. 33 34 35 36 Langebaek, 1996: 106. Langebaek, 1987: 30. Ibid, 31-32. Ibid, 1996: 105. 752 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Actividades productivas e intercambio La agricultura se presentó como la actividad económica más desarrollada y de mayor importancia para el sostenimiento de especialistas y de un orden político establecido, pues fue la base de excedentes que permitieron a la vez diversidad de actividades e intercambio de distintos artículos. Y dentro de la agricultura, el maíz es el cultígeno de mayor importancia para todos los grupos de los Andes orientales incluidos los Muisca. En el caso concreto de los Guane, también parece ser así37. Los campos se cultivaban con diversas técnicas. Los Guane utilizaba canales de riego, según testimonios antiguos: “...traspuestas en labranzas regadías do guían por acequias aguas claras que bajan de los altos murmurando y se derivan por diversas partes en toda la provincia...”38. Y para la comunidad Guane de Butaregua, dice Simón: “La industria de sus moradores llegaba a sacar acequias de un río con que se regaban y fertilizaban sus términos”39. Junto con los canales de riego, la población Guane practicó la agricultura de tala y quema40. En un documento de 1642 relativo al pueblo de Conacuba, don Pedro Carrasquilla Maldonado hace referencia a la ampliación del resguardo. “...para que tuviesen tierras bastantes para sus labores de rozas y labranzas mirando a que era tierra caliente y adonde hacen una roza no pueden hacer otra si no en el cabo de cinco o seis años cuando vuelva a criar barzales, porque como se queman es necesario que haya ramas y monte porque con sus cenizas se beneficia y fortifica mas la tierra y si no se hace así no da fruto de importancia... y así mismo porque necesitan de tierra fría respecto de las labranzas que hacen que llaman de atraviesa...”41. La cita precedente pone a las claras los elementos constitutivos de la agricultura itinerante como son la tala, la quema y el desplazamiento a otros campos de cultivo para regresar al inicial, luego de un intervalo. Estos lapsos seguramente eran mayores en tiempos prehispánicos cuando la densidad de 37 38 39 40 41 Morales, 1984: 48. Castellanos, 1955: IV: 314. Simón, 1953: III: 32. Morales, 1984: 48. A.G.N. Caciques e Indios. 66: 853-900, citado por Morales, 1984: 48. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 753 población era más baja. Al llegar los españoles, ésta aumentó y los intervalos debieron reducirse. También se hace alusión al mencionado sistema de verticalidad, según el cual, la cosecha mayor se obtenía en lo templado y cerca de sus asentamientos estables, y la secundaria, en lo frío. En la Mesa de los Santos, tal como se mencionó antes, según las investigaciones de Cadavid, se localizaron aterrazamientos rectangulares que forman especie de “patios” y por otro lado, se hallaron pendientes excavadas para obtener material de relleno para hacer terraplenes. En el primer caso es muy posible que se trate de terrazas de cultivo, dada la conformación de los surcos o andenes. El segundo muestra la intención de producir superficies planas y homogéneas42. De acuerdo con las fuentes, no sólo se incluía maíz en los cultivos de los Guane sino, además, fríjoles, coca, yuca, algodón y habas43. Así mismo los Guane se dedicaron a los tejidos. No sabemos con precisión si se trataba de una labor de especialistas aparte de la manufactura estrictamente doméstica. Lo que sí se conoce sin duda es que las mantas tejidas eran objeto de intercambio44 y que las recibían a cambio de coca45. Los procedimientos textiles implicaban telares verticales, agujas de madera, hilado y torcido del algodón, estampado, entretejido y pintura46. A ese respecto, vale la pena traer la cita de Castellanos: “...de las telas de algodón, que van tejidas con hilos variados de colores; con una se rodean la cintura, y otra que de los hombros va pendiente al izquierdo trabada con un ñudo dado con los extremos de la manta...”47. En las vegas del río del Oro, los Guane obtenían este metal, el cual a partir de 1571 fue recurso muy importante para el sostenimiento de las encomiendas y la mita minera. En la época colonial incluso hubo migraciones a ese río, por parte de indígenas de distintos pueblos que así cumplían la obligación con sus patrones españoles48. 42 43 44 45 46 47 48 Cadavid, 1984: 93-94. Simón, 1953: III: 25; Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10; Otero D´Costa, 1972: 149-150. Langebaek, 1996: 167. Otero D´Costa, 1972: 150-151. Jiménez de Muñoz, 1945: 250-252. Castellanos, 1955: IV: 316. Morales, 1984: 19-49; Fajardo, 1969: 67-72. 754 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Aunque no hay referencias muy precisas de caza y pesca, estas sí figuran como actividades asociadas con los tributos para los encomenderos. Fuentes documentales indican que en el cacicazgo local de Sancoteo se recogieron pavas y conejos, y en Chimaná aparecen perdices, venados y pescado como parte de la obligación de un declarante49. Jiménez de Quesada en su Epítome parece ser la primera persona en dar cuenta de la utilidad de las hormigas, cuando observa la cantidad de ellas y la formación de “corrales” para criarlas, conformados por anchas hojas. Además apuntó que las amasaban para hacer una especie de pan50. Más tarde, en la visita de Lesmes de Espinosa en 1617 se menciona otra vez la existencia de criaderos cercados con palmas y el almacenamiento de las hormigas en calabazas. De los hormigueros, declara tal visita, que son propiedad del cabeza de familia más cercano al lugar en virtud de adjudicaciones hechas por los caciques locales anualmente51. La acumulación de hormigas como excedentes es un dato que podemos juntar a otros que revelan la práctica de almacenamiento. En El Mene se enterraba el maíz en las casas para disponer de él en épocas de escasez52. Los Lache, por su parte, también mostraron diversidad de recursos productivos a los cuales accedieron ante todo por tres factores: el poblamiento disperso y móvil, la redistribución por los caciques y el intercambio53. A través de las tierras frías se localizaron parcelas dispersas, tanto en sentido horizontal como vertical. Los caciques mayores, como el del Cocuy, se ubicaban en zonas muy altas, y los demás en áreas de menor altura. La preferencia por tierras frías tiene relación con la apropiación de tubérculos de altura, con la conservación de los productos y aún con asociaciones entre caciques importantes y aspectos rituales de las zonas más altas y frías, muy comunes en la mayor parte de la región andina54. Así mismo, la dispersión de campos de cultivo se daba en razón de medidas protectoras de la capacidad de resistencia del suelo y de la misma necesidad de diversificación. Esa separación no tenía que ver con un pretendido aislamiento andino, pues estos grupos precisamente se caracterizaban por la integración de sus comunidades55 bajo un cacique central. De otro lado, las parcelas de un cacicazgo local se encon- 49 50 51 52 53 54 55 Morales, 1984: 49. Jiménez de Quesada, 1962: 58. Rodríguez Plata, 1966: 69-51. Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10. Langebaek, 1987: 33-42. Ibid: 34-35. Ibid: 35. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 755 traban compartiendo una zona con otras de un cacique distinto: tal es el caso de las que en los páramos tenían Cocuy y Panqueba56. Los Lache sostenían un sistema productivo con especialistas como orfebres, tejedores de mantas de algodón y talladores de piedra serpentina, de la cual elaboraban adornos. El maíz era el cultígeno por excelencia; además se sembraban tubérculos de altura (papas, cubios, hibias) y en el cañón del Chicamocha y en sus vertientes, se localizaban plantaciones de coca y algodón57. En el caso del maíz, debido a la movilidad agrícola, se lograban dos cosechas al año, de modo similar al relatado para los Guane. Como herramienta agrícola se mencionan en las fuentes antiguas al palo cavador endurecido al fuego y al hacha de piedra para talar58. Pero los Lache se distinguieron también como tejedores de mantas. Una manta colorada de algodón producida por ellos podía llegar a ser cambiada por veinte libras de yopo de los Llanos59. Entre los mismos pueblos Lache también se intercambiaban las mantas, de acuerdo con las especialidades locales. Algunos hilaban el algodón pero no lo tejían y por eso lo entregaban a indios de otros pueblos para que elaboraran las mantas. Tal es el caso de los del Pueblo de la Sal que daban la fibra a los de Cocuy y Chita con tal efecto. Pero también las mantas se cambiaban por productos agrícolas60. El Pueblo de la Sal era un enclave dedicado a explotar ese recurso, parte del cual también iba a suplir las necesidades de los grupos de los Llanos, vía río Casanare. Finalmente, los documentos también revelan a los Lache como productores de adornos en serpentina, aunque no alcanzaron los volúmenes logrados por los cacicazgos de la Serranía de Mérida o del norte de Colombia61. Aunque de los Chitarero se tiene muy poca información, se sabe que el maíz era muy importante como recurso agrícola y que lo cultivaban en diversos pisos térmicos. También los Chitarero se destacaron como tejedores de hamacas y mochilas de algodón que servían además como bienes para intercambio62. 56 57 58 59 60 61 62 Ibid. Ibid. 1996: 121. Ibid: 80. Ibid: 156. Ibid, 1987: 29. Ibid: 118. Ibid. 1996: 76-135. 756 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 El comercio prehispánico fue muy activo en todos los Andes orientales. Langebaek ha encontrado multitud de artículos que eran objeto de circulación entre distintas comunidades de los cacicazgos Muisca y Lache o entre unos y otros, así como en los pueblos Chitarero y Guane. Además, las rutas comerciales se abrían hacia los Llanos y el valle del Magdalena y aun llegaban adornos en piedra y conchas desde las vertientes de la Sierra Nevada de Santa Marta. Productos agrícolas, carne, pescado, sal, coca, algodón, mantas, oro y adornos orfebres, yopo, cerámica, cabuya, piedra para tallar, leña, totumos, miel de abejas y cera, cuentas de collar, seres humanos, caracoles marinos, esmeraldas, pieles, tabaco, achiote, aves de plumas vistosas figuran en el inventario recogido documentalmente por Langebaek como artículos de circulación estable y que facilitaban la integración entre los diversos grupos étnicos y mantenían la solidaridad al interior de los cacicazgos. Los indígenas de la Serranía de Mérida y del Lago de Maracaibo se relacionaban con los de Colombia mediante la circulación de oro, cobre y figuras orfebres de águilas63. Así mismo, las etnias andinas recibían yopo (Acacia yopo) de los Achagua, grupo arawak de los Llanos orientales, y de los Guahibo, de la misma región. Se trata de un agente psicotrópico muy activo y necesario para los trances adivinatorios de chamanes y sacerdotes. Según la evidencia etnográfica actual, el yopo se puede consumir triturando sus semillas secas y aspirándolas luego por la nariz, con la ayuda de dos tubitos óseos que rematan en sendas boquillas, una para cada fosa nasal. También se pueden usar cañas sencillas, las cuales, tal como los aspiradores, recogen el yopo colocado sobre escudillas de madera. Además, en los Llanos se conoce la práctica de soplar yopo por la boca hacia la nariz de otra persona. En sentido contrario, los Lache enviaban a los Llanos, por el río Casanare, sal en panes, mantas de algodón y adornos de oro. A la inversa, además del yopo, subían a la confederación del Cocuy y al territorio Muisca, aves de plumas vistosas y caparazones de tortuga, productos estos últimos que alcanzaban hasta los Andes venezolanos64. Del piedemonte y de los Llanos circulaban hacia los grupos de montaña, miel y cera de abejas. Dentro de la región andina, la coca del río Chicamocha, producida por cacicazgos locales Muisca y Lache, llegaba a los mercados de Duitama, 63 Ibid: 142. 64 Ibid: 143. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 757 Sogamoso y Tunja, donde se podía cambiar por oro, sal y pescado. Por su parte, la procedente de los Llanos y el piedemonte de la cordillera se permutaba por textiles, con valor agregado65. En relación con los centros de intercambio, se hacían presentes personas de las etnias Guane y Lache en los mercados Muisca, como Sorocotá, lo cual revela que la asistencia a los mismos estaba restringida a grupos de la familia lingüística Chibcha, pues los del valle del Magdalena estaban ausentes, a pesar de su posición cercana a Sorocotá, ubicado entre Muisca, Guane y Yareguíes, o sea, en un lugar estratégico de fronteras territoriales y étnicas. Aparentemente ese sitio de mercado quedaba en proximidades de la actual población de Puente Real o Puente Nacional66. Precisamente por su ubicación era puesto periférico en la nación Muisca, a diferencia de otras estaciones de intercambio o mercado que estaban centralizadas, como Tunja o Duitama, a donde acudían Lache y Guane también. En los mercados de la periferia circulaban productos provenientes de largas distancias, como adornos de oro y otros bienes suntuarios, originarios de la Sierra Nevada de Santa Marta. Tales artículos se integraban en las redes de redistribución que manejaban los caciques, aparte de las acciones de intercambio propiamente dicho. Estos señores acumulaban lo que obtenían sus súbditos y lo que llegaba de lejos y en ceremonias asociadas con el calendario agrícola, especialmente en los meses de verano, redistribuían la producción. Así no sólo se aseguraba mayor cubrimiento en satisfacción de necesidades entre la población asociada a un cacique sino que además se propiciaba la continuidad de ese señor por su capacidad de revertir a los demás lo acumulado. Tal proceder era muy valorado en los cacicazgos y de su puesta en práctica dependía bastante la permanencia de los caciques. De otro lado, si no fuera por la redistribución, los cacicazgos serían sociedades mucho más estratificadas y aún menos igualitarias de lo que en realidad fueron. Finalmente, eran muy frecuentes las visitas de reciprocidad en el interior de cada grupo étnico, entre las distintas comunidades. Tales visitas también constituían ocasiones para circular y redistribuir productos, y se extendían al intercambio interétnico. Estaban asociadas también con ceremonias relacionadas con el calendario agrícola. Se sabe de ellas concretamente entre los 65 Ibid: 121. 66 Ibid: 149. 758 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Guane y los Chitarero, para el caso de la Montaña santandereana. Entre estos últimos podían suplir la ausencia de mercados establecidos67. Comunidades y cacicazgos Según Langebaek, los Chitarero y los Guane conformaban grupos organizados en comunidades locales con caciques autónomos e independientes, sin que se presentara ninguna clase de confederación, como sí ocurrió entre los Lache y los Muisca68. En el caso de los Guane, el principio de organización de esas comunidades era el mismo de los Muisca y los Lache: la capitanía matrilineal y el cargo pasaba de tío a sobrino. Aunque hay documentos que abiertamente afirman la autonomía de los pueblos Guane y que son citados por Langebaek69, no deja de llamar la atención la cita de Castellanos que refiere la centralización de los Guane alrededor de un jefe, Guanentá, asentado en la Mesa de Jerira, hoy, de los Santos. Dice así el cronista: “Y ansí Guanentá, rey desta comarca a quien los otros indios principales por supremo señor reconocían y daban vasallaje y obediencia en esta mesa tuvo su vivienda por ser más apacibles estalajes que los inferiores de la cingla aunque todos son unos y una lengua unas costumbres, ritos y ropaje...”70. Este testimonio no deja duda de la centralización71. Sin embargo, las referencias documentales aportadas por Langebaek y el que a la llegada de las tropas españolas de Martín Galeano, los combates defensivos hubieran sido emprendidos por comunidades, sin guerreros de otros cacicazgos focales o dependientes de un cacique mayor, hacen dudar del alcance de la centralización. Efectivamente, Chalala, Lubigara, Chanchón, Sancoteo y Butaregua se enfrentaron independientemente a los españoles. Lo que sí parece ser confirmado arqueológica y etnohistóricamente a partir de la frecuencia de arte rupestre, de galerías y cuevas funerarias, así como de estructuras ceremoniales y extensas terrazas de cultivo72, es que ese caci67 68 69 70 71 72 Ibid:146. Ibid: 67. Ibid. Castellanos, 1955. IV: 316. Morales, 1984. Cadavid, 1984. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 759 que identificado como Guanentá por Castellanos poseía un prestigio mayor que los demás73. Así mismo, Guanentá dispuso indios flecheros que defendieron su asentamiento de las escaladas de los españoles. Esto demuestra que tenía un cierto mando al igual que los otros caciques locales, para protegerlo a él y a los sitios ceremoniales ubicados en la Mesa. La residencia de este prestigioso y algo distanciado cacique medio-mayor era permanente. Las fuentes de ninguna manera indican que fuese estacional, veraniega, al decir de Rodríguez Plata y de Acevedo Díaz74. Los Chitarero por su parte, no presentaban ese rasgo saliente de un cacique que sin constituir el poder central, sí se distinguía de los demás, al menos como de mayor prestigio. Solamente se sabe que en Sequía, antes de la llegada de los españoles, el cacique local de esa comunidad intentó lograr sujeción a otros pueblos vecinos75. A pesar de las anteriores menciones de defensa del territorio por parte de guerreros, la guerra no alcanzó a tener mayor importancia en estas comunidades locales pues nunca sirvió de vehículo para lograr mayor integración o para acciones expansionistas. Algo similar ocurrió en el caso de los Lache. A diferencia de las comunidades locales, como los Chitarero, Guane (muy posiblemente) y los grupos de la Serranía de Mérida, los Lache, para la región que nos ocupa, sí habían logrado una confederación de aldeas o pueblos con caciques respectivos, bajo la jefatura local de un “señor”, que moraba en el Cocuy76. Los cacicazgos Lache también se formaron a partir de capitanías, de las cuales la más importante era la del Cocuy (Chichagua). Se trataba de grupos locales de descendencia que constituían los cacicazgos particulares. Aunque no hay mayor evidencia sobre su diferenciación, sí había jerarquización entre los diversos caciques, desde unos pobres y de poca monta hasta llegar a la categoría principal representada en el Cocuy, jefe central77. Por vivir en tierras frías, el Cocuy aseguraba la pertenencia de lagunas y otros sitios de altura frecuentemente asociados con santuarios, lo cual aumentaba su autoridad y prestigio. 73 74 75 76 77 Morales, 1984. Rodríguez Plata, 1978: 62; Acevedo Díaz, 1971: 8. Langebaek, 1996: 67. Langebaek,1987,1996. Langebaek, 1996: 64. 760 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Respecto a la herencia del cargo, las fuentes indican que éste pasaba de tío a sobrino entre los Guane y los Lache. Para los Chitarero hay referencias de paso de padre a hijo, de acuerdo con la pauta patrilineal78. El padre Ardila argumenta sin respaldo documental, que a falta de sobrinos, hijos de hermana, los Guane escogían a sus caciques entre los más dotados. En lo que sí aporta datos históricos de archivo es para mostrar que en el pueblo de Coratá, en 1641, el cacique don Alonso designó para sucederle en el cargo a su hijo mayor, aunque ilegítimo, mientras el habido en matrimonio crecía. Ese dato puede significar que prehispánicamente en los Guane, en defecto del sobrino hijo de hermana, el hijo mayor heredaba el cacicazgo. Sólo en el orden colonial, vino a tener sentido el concepto de ilegítimo aparentemente para lo concerniente a la sucesión del cargo. También este caso79 puede indicar la crisis de la norma matrilineal en la época colonial, aunque no necesariamente es contundente al respecto. El citado autor también ofrece una serie de datos etnográficos sobre las ceremonias asociadas a los nuevos caciques pero que tampoco descansan en evidencias documentales, ni de archivos ni de cronistas, específicas para los Guane, sino que más bien hacen referencia a los Muisca, y por tanto no las podemos dar aquí como de aquel grupo indígena. Los caciques de los Lache, en una relación similar a la que se ejercía en el área Muisca, acumulaban producción que llegaba de sus comunidades sujetas y a la vez establecían redes de redistribución hacia sus subalternos y hacia otras poblaciones en calidad de aliados. Las relaciones jerárquicas se sostenían como amistosas en gran parte por ese mecanismo redistributivo, que implicaba actos de “generosidad de los caciques”, con un doble propósito: aportar al cubrimiento de artículos de sus asociados por un lado, y por el otro, consolidar el prestigio entre ellos para evitar motivos de acusación por mal manejo del cargo y una ulterior destitución80. Veamos casos concretos al respecto de estas relaciones jerárquicas pero al mismo tiempo complementarias: “...los indígenas de Chita daban mantas, carne y panes de sal al Cocuy argumentando que era “Grande” y “valiente”; los de Ura, Cheva y Ogamora contribuían con mantas, coca y oro; los de Panqueba, daban mantas, venados y pájaros, mientras el Pueblo de la Sal que no reconocía directamente al Cocuy, contribuía con sal al cacique de Chita”81. 78 79 80 81 Ibid, 1996: 67. Ardila, 1978: 96. Langebaek, 1987: 37. Tovar, 1980, citado por Langebaek, Ibid. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 761 A su vez, “...los del Pueblo de la Sal declararon que del cacicazgo de Chita, al cual estaban sujetos, los indígenas ‘llevan al Cacique del Pueblo de la Sal hayo y maíz...’”82. La jerarquización estratificada como en una estructura de pirámide queda patente al establecer la existencia de caciques principales, por debajo del Central, en este caso Chita en relación con Cocuy. Naturalmente, los caciques y los capitanes estaban exentos de labores agrícolas pues eran especialistas que debían tomar en serio sus funciones políticas y económicas, muy relacionadas entre sí y los segundos coadyuvaban a la estabilidad de los primeros. Entre los Guane también los indios hacían regalos a los caciques de sus pueblos y había relaciones solidarias entre los asociados y el señor local, aunque no parece haber existido una estructura piramidal. Los sujetos al cacique sembraban para éste, maíz y otros productos, así como ayudaban en la construcción de su vivienda, pero recibían protección y seguridad dentro de la comunidad83. Los textiles guane y otros hallazgos Schottelius fue el primer investigador que registró hallazgos arqueológicos en la Mesa de los Santos. Su informe de 1940 apareció publicado en 1946 en el Boletín de Arqueología. En él, da cuenta de restos humanos, piezas de cerámica, textiles, objetos de madera, de cestería, instrumentos musicales, adornos, metalurgia y artefactos líticos. Sus excavaciones las realizó en dos cuevas, la de los Indios y la de La Loma. La primera se localizó en 1939 y ambas fueron consideradas por el autor como cementerios indígenas utilizados desde tiempos prehispánicos hasta la época colonial84. Los textiles que se conservan en la actualidad proceden en parte de los trabajos arqueológicos de Schottelius y de los hallazgos del médico Martín Carvajal. De acuerdo con el informe del primero se ve claramente que estaban asociados con entierros, se trataba de mantas que envolvían a las momias o a los restos óseos y de gorros tejidos, que hacían parte del vestido del muerto. 82 Ibid. 83 Ardila, 1978: 98. 84 Schottelius, 1946: 221; Correal Urrego, 2004: 60. 762 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 Aparecieron además, husos y volantes en madera, y dos fragmentos tallados y decorados. Finalmente, menciona armas largas de macana y tres tiraderas. Schottelius también cita los fragmentos de una flauta de pan conservados por el doctor Carvajal, una trompeta manufacturada en una tibia animal y otra hecha de caracol marino, lo cual reafirma el dato de intercambio con productos de largas distancias, consignado anteriormente. Por último, el mencionado arqueólogo alemán refiere la existencia de narigueras de oro y tumbaga procedentes de la Mesa y cuentas de collar, discos y pendientes de diversos materiales hallados en las cuevas visitadas por él o que se tenían en colecciones de Bucaramanga85. Con respecto a los textiles, los hallados en territorio Guane y concretamente en la Mesa de los Santos, responden básicamente a dos tipos: pintados y decorados. Los primeros hacen parte de mantas grandes, blancas o crema, con sectores rojos. Los colores se aplicaron con rodillos, con sellos y pincel. Generalmente, las telas guane consisten de una parte central más ancha y dos laterales, muy similares. Las del segundo tipo, denominadas decoradas por Schottelius, logran su ornamentación por el juego de hilos que producen motivos artísticos de tendencia geométrica. Incluso, últimamente se han producido argumentos en el sentido de dudar de pintura en los textiles por los instrumentos antes anotados, y más bien apoyan la idea de conjunción de hilos de colores86. Los restos humanos de la Mesa de los Santos reportados por Schottelius corresponden a una momia adulta, otra de un niño, una tercera, mal reportada, el tronco de una cuarta, dos cabezas momificadas, otra con rastros de momificación, fragmentos de momias, algunos de los cuales quedaron sin exhumar, cráneos “dolicocéfalos con deformaciones sumamente particulares. La mayor parte aparentemente de sexo masculino”, otros braquicéfalos y finalmente un entierro completo de cremación, así como múltiples fragmentos óseos87. A partir de los hallazgos de restos humanos de los Guane se han podido adelantar informaciones sobre su situación patológica. Gonzalo Correal sin- 85 Ibid, 1946: 216-221. 86 Tavera y Urbina, 1994: 116. 87 Schottelius, 1946: 216-217. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA Grupos indígenas de Santander (tomado de Morales, 1984). 763 764 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 tetiza los hallazgos propios y de terceros sobre la deformación craneana tabular oblicua y documenta ocurrencia entre los Guane, de osteoartritis o Enfermedad Articular Degenerativa, hiperostosis porótica en el cráneo como desorden hemopoyético, anomalías de carácter genético, tuberculosis y diversas afecciones dentarias88. Aparte de lo hallado por él, Schottelius también registró objetos de colecciones particulares o recogidos y guardados por campesinos de la zona. Precisamente, menciona piezas de madera conseguidas por esos diversos conductos. Se trata de fragmentos de telar, lo que él llama “cuchillo de telar”, que en realidad se refiere al artefacto lanceolado utilizado para apretar el tejido a medida que se va logrando. Las mantas guane sirvieron de vestido y de envoltura para los muertos, según lo evidencian los hallazgos de momias. Además, tal como se dijo antes, eran artículos de intercambio con otros grupos étnicos. Con respecto al vestido, se sabe que usaban dos mantas: una alrededor de la cintura y otra sobre el cuerpo, anudándola en el hombro izquierdo89. De acuerdo con Castellanos90, las mujeres, según su estado, llevaban unas enaguas bajo la manta si eran casadas y carecían de estas prendas si eran solteras. Datos cronológicos La información cronológica sobre los grupos de montaña santandereana es bastante precaria y se restringe ante todo al área guane. Allí se han designado dos complejos cerámicos, el Temprano y el Tardío, que abarcan del siglo VIII al XVI. Del primero hay una fecha absoluta del sitio Palo Gordo: 920 d. C.; del segundo, la fecha es 1210 d. C.91. Otros datos son los siguientes92: 1170 ± 60 d.C., proveniente de una tumba en Oiba, obtenido por Sutherland (1967). 1185 ± 85 d.C., provenientes de un basurero en Los Santos, obtenido por Sutherland (1967). 1320 ± 70 d.C., proveniente de una tumba en Guapotá, obtenido por Sutherland (1967). 88 89 90 91 92 Correal Urrego, 2004: 61-68. Rodríguez Plata, 1978: 12. Castellanos, 1955: IV: 316. Lleras y Vargas. 1990: 70, 129. Cadavid, 1989: 75. JORGE MORALES G: TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA SANTANDEREANA 765 Rutas de intercambio en la confederación del Cocuy (tomado de Langebaek, 1996). 766 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCII No. 831 – DICIEMBRE 2005 1160 ± 90 d.C., proveniente de un basurero en Los Santos, obtenido por Cadavid (1984). 1210 ± 80 d.C., proveniente de un basurero en Villanueva, obtenido por Lleras (1984). 920 ± 60 d.C., proveniente de un basurero, obtenido por Lleras (1984). Consideraciones finales La reseña precedente de ninguna manera agota los intereses de investigación. Las lagunas son extensas y profundas, especialmente en el campo arqueológico. Si algo se ha avanzado sobre los Guane, nada o muy poco se puede decir de los otros grupos presentes en el siglo XVI. Se necesitan muchos estudios sistemáticos en los Andes Orientales, de carácter regional en el futuro para aclarar relaciones históricas e influencias culturales. Bibliografía ACEVEDO DÍAZ, MARIO. Los Guane. s.p.i. (mimeo), 1971. ARDILA, ISAÍAS. El pueblo de los Guane, raíz gloriosa de Santander, SENA, Bogotá, 1978. CADAVID, GILBERTO. Investigaciones arqueológicas en el área guane, en Investigaciones etnohistóricas y arqueológicas en el área guane, Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales del Banco de la República, Bogotá, 1984, p. 75-163. Montaña Santandereana, en: Colombia prehispánica, Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá, 1989, p. 69-75. CARVAJAL, MARTÍN. 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