tejedores indígenas de la montaña santandereana

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TEJEDORES INDÍGENAS DE LA MONTAÑA
SANTANDEREANA *
POR
JORGE MORALES GÓMEZ**
Introducción
Aunque las condiciones de la Mesa de Jéridas o los Santos, al sur de
Bucaramanga, han permitido la conservación de textiles de los Guane, otros
grupos de los Andes orientales como los Muisca, Chitarero y la confederación del Cocuy se distinguieron como productores de algodón y tejedores de
esa fibra. Lo que sucede es que por la circunstancia anotada, los Guane han
pasado a ser conocidos como famosos textileros, quedando un poco olvidados en ese sentido los otros grupos mencionados1.
Sin embargo, eso no obsta para observar un horizonte algodonero y tejedor que excede los límites actuales de los Santanderes y que por tanto es de
carácter regional, con proyecciones temporales muy importantes durante la
Colonia y la primera mitad del siglo XIX.
Las provincias de Tundama, Soto, Pamplona y el Socorro fueron destacados núcleos de producción artesanal, especialmente de tejidos de algodón y
así fueron reconocidas hasta que las medidas antiproteccionistas del medio
siglo XIX iniciaron el decaimiento de la producción. Por eso vale la pena
* Lectura en la sesión ordinaria de la Academia Colombiana de Historia el 20 de mayo de 2003.
** Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia; profesor asociado del Departamento
de Antropología de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
1 Aunque de los Guane se hallan más referencias bibliográficas, la investigación sobre ellos sigue
siendo precaria y existen grandes vacíos sobre su comprensión. Algo similar se puede decir de
Lache y Chitarero. Solamente Langebaek (1987, 1996) ha estudiado a estos tres grupos
contextualmente. Sus intereses se orientan hacia la organización política, el intercambio y la
integración socio-económica.
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recordar, por ejemplo, que el militar español Pascual Enrile calificaba al Socorro, hacia 1819, como el Manchester del Nuevo Reino.
Lo anterior indica que si la tradición textil indígena pudo ser incorporada
al nuevo orden socioeconómico instaurado a partir del siglo XVI, debió tener características que así lo ameritaban, como volumen de producción, calidad, adaptabilidad y distribución. Sólo sociedades organizadas como
cacicazgos que aseguraban la existencia de especialistas y excedentes suficientes para el intercambio podían mantenerse en la sociedad colonial a través de instituciones de dominio como la encomienda y la mita doméstica.
Territorios ocupados
Fisiográficamente, en la montaña santandereana se distinguen los siguientes
conjuntos de occidente a oriente: la cordillera de Yareguíes, los valles
longitudinales de los ríos Fonce y Suárez, las mesetas y terrazas de la vertiente occidental de la cordillera oriental, el Cañón del Chicamocha y los
páramos de oriente que van desde la frontera de Santander con Boyacá hasta
entrar en territorio venezolano2 -3.
Sobre esa diversidad ambiental se asentaron los distintos grupos que encontraron los españoles a su llegada en el siglo XVI, y naturalmente sus
antecesores arqueológicos.
Los Guane ocuparon las hoyas de los ríos Fonce y Suárez y la franja
occidental del Chicamocha. Limitaban al oeste con los Yareguíes, moradores
de las hoyas del Opón y el Carare. La serranía de Yareguíes marcaba el
extremo al poniente de su territorio.
Al nororiente, Chicamocha por medio, estaban los Lache. Al este, en posición meridional de éstos, los Guane hacían frontera con los Muisca dependientes del Tundama, divididos por los páramos orientales de la Rusia y
Guantiva, entre otros4.
Hacia el norte de los Guane se extendía el territorio de los Chitarero,
donde posteriormente se fundó la ciudad de Pamplona. Meridionalmente,
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3
4
Estos páramos forman la estructura montañosa llamada cingla por Castellanos y cincha por los
campesinos de hoy. Hacen parte del límite oriental de los Guane, de acuerdo con los cronistas, a
partir de Castellanos (1955. IV: 315). Por eso, la cingla no puede corresponder a la cordillera de
Cobardes que está al extremo occidental del territorio, tal como lo aseguran Falchetti y Plazas
(1972: 48).
Cadavid, 1989: 69.
Morales, 1984: 24-25.
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los Guane limitaban con áreas muisca, entre los términos de Vélez al oeste y
el Cañón del Chicamocha al este.
Al contrario de lo sostenido tradicionalmente por varios autores5, los Guane
sí se extendieron al norte de la Mesa de Jéridas o Mesa de los Santos y
llegaron a ocupar el Río del Oro y la Meseta de Bucaramanga6. Un documento del Archivo Histórico Nacional es muy claro al respecto cuando señala que
“...y que el río del Oro es en tierra de Guane es toda de un temple e no lejos de sus casas...”7
En 1983, Roberto Lleras efectuó excavaciones arqueológicas en Landázuri,
piedemonte occidental de la cordillera de Yareguíes y encontró cerámica y
pautas de enterramiento similares con lo que se conocía de Guane al respecto. A partir de ese hallazgo, se abre la posibilidad de que los Guane hayan
incluido en su territorio la serranía de Yareguíes y por tanto su límite occidental fuera el valle del Magdalena, quedando así, probablemente subordinados
los Yareguíes a aquella etnia8.
Según los testimonios de los cronistas, la provincia de Guane se distinguía por su tierra muy productiva y clima agradable:
“Tierra pedregosa, seca y de buen temple, más caliente que fría,
de buenos y saludables aires por ser libre de montañas y
anegadizos...” 9.
Castellanos, quien sirvió de fuente de información a Pedro Simón, manifiesta:
“Y aunque son grandemente pedregosas las partes habitables de
este suelo, es amigable siempre su templanza para conservación
del individuo, pues nunca frío ni calor da pena por ser desocupado de montañas y visitallo saludables vientos a su fertilidad
nada contrarios y ansí contiene virtuosas plantas que producen
en todo tiempo frutos apacibles al gusto y a la vista, y al olfato
no menos agradables... en toda la provincia que contiene de circuito más de doce leguas”10.
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Simón, 1953, III: 25; Restrepo, 1972.
Morales, 1984:19.
A.G.N. Caciques e Indios. 32: 386 V. 1561.
Lleras, 1986-1988: 78-80.
Simón, 1953: III: 25.
Castellanos, 1955. IV: 315.
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Las fuentes coloniales así mismo destacan la Mesa de Xerira, luego de
Jéridas y hoy de los Santos, como lugar privilegiado y asiento del señor
máximo de los Guane, localizada al norte del territorio11. Esta meseta ha sido
particularmente rica en yacimientos arqueológicos. Cadavid encontró
aterrazamientos y terraplenes no reportados antes, entre los sitios La punta y
Alto del Morro. Igualmente, cerca de Pozo Azul, en la misma Mesa aparecieron estructuras anulares formadas por piedras sin unión o pegamento12.
Por ahora no se conoce la finalidad concreta de dichas estructuras, pero se
puede presumir alguna ritual.
En las paredes de la Mesa que miran al Chicamocha se localizaron
pictografías polícromas de motivos zoomorfos y geométricos, que se suman
a las ya reportadas por autores anteriores como Martín Carvajal (1940) y
Schottelius (1941)13.
Cuevas con huellas de ocupación, momias, tejidos y cerámica, provenientes de viviendas y basureros, se han venido hallando desde el siglo XIX
en la Mesa de los Santos.
Esa multitud de hallazgos se asocia con la información de Castellanos y
Simón, según los cuales en la Mesa se localizaba el jefe central del cacicazgo
Guane.
Con base en lo anterior podemos afirmar que los Lache ocupaban la banda oriental del Chicamocha, en las actuales jurisdicciones del Departamento
de Boyacá y los flancos de la Sierra Nevada del Cocuy. Dice Simón:
“...que se extendían desde las orillas del río Chicamocha hasta
los confines de la Gobernación de Mérida...”14.
Y Piedrahita afirma:
“Los Laches, a quienes divide el río Sogamoso de los estados y
tierras del Tundama en las provincias de Tunja y corren por páramos y tierras cálidas hasta confinar con los Temes y provincias de los Chitareros”15.
En cuanto a la frontera entre Laches y Chitarero, Morales piensa que es el
río Guaca16, quedando al este los Lache y al oeste los Chitarero.
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Id: 316; Simón, 1953. III: 25.
Cadavid, 1984: 93-94.
Id: 108.
Simón, 1953. III: 164.
Piedrahita, 1881: 10.
Morales, 1984: 25.
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Estos precisamente se extendían desde la confluencia del río Suratá con el
del Oro, hacia el sur, hasta el río Guaca17. En ese territorio, pues, se fundó la
ciudad de Pamplona, por Pedro de Ursúa y sus términos también llegaban
hacia el norte hasta la gobernación de Mérida, en los actuales Andes venezolanos.
¿Cómo fueron poblados esos territorios? Los cronistas dicen que el de
Guane era muy populoso y hablan de grandes asentamientos18:
“...pues en el circuito solamente de lo que llaman Guane había
treinta mil casas pobladas a dos y a tres vecinos cada una, y en
ellas sus mujeres y familias; de manera que la provincia toda era
manantial de naturaleza”19.
Según lo anterior y haciendo una simple multiplicación tendríamos alrededor de cien mil habitantes.
Simón copia en ese sentido a Castellanos pero aporta un dato adicional:
“...y en cada una todo un linaje y parentela con que hervía toda
la gente”20.
Esto implica que los grupos domésticos rebasan las familias nucleares y
se conformaban de familias extensas, lo cual en principio aumentaría el dato
consignado antes con base en la información de Castellanos.
Hernández Rodríguez21 dobla el cálculo inicial y considera en cerca de un
millón de habitantes la población muisca y dentro de esa suma otorga 200.000
a los Guane (erróneamente incluidos como Muisca), junto con los de las confederaciones de Bogotá y Tunja, cada uno. Y 300.000 entre Tundama e Iraca.
A partir de la Conquista, la población decae. En la provincia de Vélez el
descenso fue del 56% entre 1572 y 1617 y del 83% para 164322.
Tal caída, que como proceso fue general en la mayoría de las culturas
aborígenes que enfrentaron la Conquista española, se ha atribuido a los trabajos forzados y excesos de los encomenderos. Aparte de esos motivos y
muy seguramente con mayor responsabilidad en tal merma dramática, las
epidemias cayeron inmisericordes sobre los grupos étnicos americanos y la
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Otero D´Costa, 1972: 336.
Morales, 1984: 41.
Castellanos, 1955: IV: 321-322.
Simón, 1953: III: 30.
Citado por Morales, 1984: 42.
Morales, 1984: 43.
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montaña santandereana no fue excepción. En Guepsa murieron cuatro indígenas en un día a causa de la viruela.
Esta situación reportada para los siglos XVI y XVII continúa en el siguiente. Aparte de ella, la incorporación a la nueva sociedad en calidad de
subordinados también significó la reducción de los Guane. El padre Oviedo23
hace declaraciones verdaderamente apocalípticas sobre esa disminución demográfica. Dice, por ejemplo, que en Chanchón la gente indígena se redujo
a diez personas a fines del siglo XVIII y que por tanto los agregaron al pueblo de Guane, del cual procedieron la villa de San Gil y la parroquia de
Barichara24. Pensamos que en el despoblamiento de los Guane, la situación
fue muy alarmante si tenemos en cuenta la cantidad de menciones sobre lo
poblado que era su territorio, y no solamente los cacicazgos locales muy
importantes como Butaregua, Chanchón y Guanentá se vinieron a pique
demográficamente, sino toda la provincia. Los pueblos citados precisamente
impresionaron a los españoles por la cantidad de guerreros que lograron reunir para enfrentarse a las huestes españolas25.
En relación con el poblamiento no parece que los Guane tuvieran un patrón definido. Macaregua estaba en un peñasco y Guanentá y Butaregua, en
sitios llanos26. En una obra anterior27 manifestamos que había poblamiento
nucleado como disperso, pues los cronistas cuentan que existían grandes
pueblos pero muy apartados entre sí “por aquellas sierras e valles”28. De otro
lado, Sutherland reportó hace unas décadas sitios de vivienda separados, no
nucleados, en diversas zonas del área29.
Los datos sobre vivienda guane son muy fragmentarios. El cronista Oviedo
habla de bohíos, lo cual hace pensar en plantas circulares. También sabemos que
los caciques tenían más casas que el resto de población30. En Macaregua las
tropas de Galeano, por ejemplo, hallaron que el jefe local tenía tres viviendas
nucleadas31. Autores modernos, citados por Morales, tales como Rodríguez Plata y Edith Jiménez de Muñoz, aseguran la planta circular y el techo cónico32.
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Oviedo, 1930: 179.
Ibid.
Morales, 1984: 45.
Castellanos, 1955: IV: 318-322.
Morales, 1984: 46.
Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10
Sutherland, 1972.
Morales, 1984: 46.
Simón, 1953: III: 29.
Rodríguez Plata, 1978:13; Jiménez de Muñoz, 1945: 252.
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Así mismo, los Guane mantenían sus asentamientos en la zona templada33 pero a la vez accedían a recursos en áreas calientes como el cañón del
Chicamocha o el estrecho valle del río Suárez, donde recogían leña y pescaban, y a zonas frías, según veremos luego. Precisamente, en cercanías del
actual pueblo de Guane, a las orillas del Suárez se halla una estructura mural
elaborada con base en piedra de río que de alguna manera indica ocupación
prehispánica en esta zona.
La verticalidad, entendida como utilización de diversos pisos térmicos, se
generalizó entre estos grupos de montaña santandereana y en todos los de los
AndeS orientales. Así podían lograr diversidad de productos, aunque no en
todos los casos se practicó con la misma intensidad y resultados.
Los Lache que formaban la confederación del Cocuy fueron de los grupos más exitosos en el control de diversas altitudes. Ocupaban las laderas
sureñas, orientales y occidentales de la Sierra del Cocuy y su territorio comprendía desde las nieves hasta los Llanos Orientales. La confederación que
constituían se formó por el cacique del Cocuy y los de Cheva, Ogamora,
Panqueba, el Pueblo de la Sal, Sacamá y Urá34. Además, tenían acceso al
Chicamocha, al occidente de su territorio y al río Casanare, al este, corriente
que les sirvió, como veremos luego, para sostener intensos intercambios con
grupos de los Llanos como Achagua y Guahibo.
Los habitantes indígenas de la Sierra del Cocuy, los Tunebo o U´wa,
aparecen en los documentos antiguos reducidos al pueblo de Panqueba. Luego
y a medida que avanza la situación colonial, aparecen asociados a otros
cacicazgos locales. Es posible que la denominación Tunebo haya sido generalizada por los españoles para referirse a los miembros de la confederación
del Cocuy-Lache renuentes o rebeldes a aceptar la autoridad española35.
En definitiva, los Lache, al igual que los Muisca y a diferencia de los
Guane, ubicaban sus asentamientos en las vertientes frías de su territorio,
pero seguían el patrón general mixto de aldeas nucleadas y bohíos dispersos.
El poblamiento distanciado seguía pautas de verticalidad y horizontalidad36,
pero no llegaron los Lache dentro de esos movimientos, a ejercer control
económico sobre grupos distintos, como en el caso Muisca donde hubo relaciones de complementariedad con los Teguas.
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Langebaek, 1996: 106.
Langebaek, 1987: 30.
Ibid, 31-32.
Ibid, 1996: 105.
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Actividades productivas e intercambio
La agricultura se presentó como la actividad económica más desarrollada
y de mayor importancia para el sostenimiento de especialistas y de un orden
político establecido, pues fue la base de excedentes que permitieron a la vez
diversidad de actividades e intercambio de distintos artículos.
Y dentro de la agricultura, el maíz es el cultígeno de mayor importancia
para todos los grupos de los Andes orientales incluidos los Muisca. En el
caso concreto de los Guane, también parece ser así37. Los campos se cultivaban con diversas técnicas. Los Guane utilizaba canales de riego, según testimonios antiguos:
“...traspuestas en labranzas regadías do guían por acequias aguas
claras que bajan de los altos murmurando y se derivan por diversas partes en toda la provincia...”38.
Y para la comunidad Guane de Butaregua, dice Simón:
“La industria de sus moradores llegaba a sacar acequias de un
río con que se regaban y fertilizaban sus términos”39.
Junto con los canales de riego, la población Guane practicó la agricultura
de tala y quema40. En un documento de 1642 relativo al pueblo de Conacuba,
don Pedro Carrasquilla Maldonado hace referencia a la ampliación del
resguardo.
“...para que tuviesen tierras bastantes para sus labores de rozas y
labranzas mirando a que era tierra caliente y adonde hacen una
roza no pueden hacer otra si no en el cabo de cinco o seis años
cuando vuelva a criar barzales, porque como se queman es necesario que haya ramas y monte porque con sus cenizas se beneficia
y fortifica mas la tierra y si no se hace así no da fruto de importancia... y así mismo porque necesitan de tierra fría respecto de las
labranzas que hacen que llaman de atraviesa...”41.
La cita precedente pone a las claras los elementos constitutivos de la agricultura itinerante como son la tala, la quema y el desplazamiento a otros
campos de cultivo para regresar al inicial, luego de un intervalo. Estos lapsos
seguramente eran mayores en tiempos prehispánicos cuando la densidad de
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Morales, 1984: 48.
Castellanos, 1955: IV: 314.
Simón, 1953: III: 32.
Morales, 1984: 48.
A.G.N. Caciques e Indios. 66: 853-900, citado por Morales, 1984: 48.
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población era más baja. Al llegar los españoles, ésta aumentó y los intervalos
debieron reducirse.
También se hace alusión al mencionado sistema de verticalidad, según el
cual, la cosecha mayor se obtenía en lo templado y cerca de sus asentamientos
estables, y la secundaria, en lo frío.
En la Mesa de los Santos, tal como se mencionó antes, según las investigaciones de Cadavid, se localizaron aterrazamientos rectangulares que forman especie de “patios” y por otro lado, se hallaron pendientes excavadas
para obtener material de relleno para hacer terraplenes. En el primer caso es
muy posible que se trate de terrazas de cultivo, dada la conformación de los
surcos o andenes. El segundo muestra la intención de producir superficies
planas y homogéneas42. De acuerdo con las fuentes, no sólo se incluía maíz
en los cultivos de los Guane sino, además, fríjoles, coca, yuca, algodón y
habas43.
Así mismo los Guane se dedicaron a los tejidos. No sabemos con precisión si se trataba de una labor de especialistas aparte de la manufactura estrictamente doméstica. Lo que sí se conoce sin duda es que las mantas tejidas
eran objeto de intercambio44 y que las recibían a cambio de coca45. Los procedimientos textiles implicaban telares verticales, agujas de madera, hilado y torcido del algodón, estampado, entretejido y pintura46. A ese respecto,
vale la pena traer la cita de Castellanos:
“...de las telas de algodón, que van tejidas con hilos variados de
colores; con una se rodean la cintura, y otra que de los hombros
va pendiente al izquierdo trabada con un ñudo dado con los
extremos de la manta...”47.
En las vegas del río del Oro, los Guane obtenían este metal, el cual a partir
de 1571 fue recurso muy importante para el sostenimiento de las encomiendas y la mita minera. En la época colonial incluso hubo migraciones a ese
río, por parte de indígenas de distintos pueblos que así cumplían la obligación con sus patrones españoles48.
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Cadavid, 1984: 93-94.
Simón, 1953: III: 25; Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10; Otero D´Costa, 1972: 149-150.
Langebaek, 1996: 167.
Otero D´Costa, 1972: 150-151.
Jiménez de Muñoz, 1945: 250-252.
Castellanos, 1955: IV: 316.
Morales, 1984: 19-49; Fajardo, 1969: 67-72.
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Aunque no hay referencias muy precisas de caza y pesca, estas sí figuran
como actividades asociadas con los tributos para los encomenderos. Fuentes
documentales indican que en el cacicazgo local de Sancoteo se recogieron
pavas y conejos, y en Chimaná aparecen perdices, venados y pescado como
parte de la obligación de un declarante49. Jiménez de Quesada en su Epítome
parece ser la primera persona en dar cuenta de la utilidad de las hormigas,
cuando observa la cantidad de ellas y la formación de “corrales” para criarlas, conformados por anchas hojas. Además apuntó que las amasaban para
hacer una especie de pan50. Más tarde, en la visita de Lesmes de Espinosa en
1617 se menciona otra vez la existencia de criaderos cercados con palmas y
el almacenamiento de las hormigas en calabazas. De los hormigueros, declara tal visita, que son propiedad del cabeza de familia más cercano al lugar en
virtud de adjudicaciones hechas por los caciques locales anualmente51.
La acumulación de hormigas como excedentes es un dato que podemos
juntar a otros que revelan la práctica de almacenamiento. En El Mene se
enterraba el maíz en las casas para disponer de él en épocas de escasez52.
Los Lache, por su parte, también mostraron diversidad de recursos productivos a los cuales accedieron ante todo por tres factores: el poblamiento
disperso y móvil, la redistribución por los caciques y el intercambio53. A
través de las tierras frías se localizaron parcelas dispersas, tanto en sentido
horizontal como vertical. Los caciques mayores, como el del Cocuy, se ubicaban en zonas muy altas, y los demás en áreas de menor altura. La preferencia por tierras frías tiene relación con la apropiación de tubérculos de altura,
con la conservación de los productos y aún con asociaciones entre caciques
importantes y aspectos rituales de las zonas más altas y frías, muy comunes
en la mayor parte de la región andina54. Así mismo, la dispersión de campos
de cultivo se daba en razón de medidas protectoras de la capacidad de resistencia del suelo y de la misma necesidad de diversificación. Esa separación
no tenía que ver con un pretendido aislamiento andino, pues estos grupos
precisamente se caracterizaban por la integración de sus comunidades55 bajo
un cacique central. De otro lado, las parcelas de un cacicazgo local se encon-
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Morales, 1984: 49.
Jiménez de Quesada, 1962: 58.
Rodríguez Plata, 1966: 69-51.
Oviedo y Valdés, 1944: VI: 10.
Langebaek, 1987: 33-42.
Ibid: 34-35.
Ibid: 35.
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traban compartiendo una zona con otras de un cacique distinto: tal es el caso
de las que en los páramos tenían Cocuy y Panqueba56.
Los Lache sostenían un sistema productivo con especialistas como orfebres,
tejedores de mantas de algodón y talladores de piedra serpentina, de la cual
elaboraban adornos.
El maíz era el cultígeno por excelencia; además se sembraban tubérculos
de altura (papas, cubios, hibias) y en el cañón del Chicamocha y en sus
vertientes, se localizaban plantaciones de coca y algodón57. En el caso del
maíz, debido a la movilidad agrícola, se lograban dos cosechas al año, de
modo similar al relatado para los Guane. Como herramienta agrícola se mencionan en las fuentes antiguas al palo cavador endurecido al fuego y al hacha
de piedra para talar58.
Pero los Lache se distinguieron también como tejedores de mantas. Una
manta colorada de algodón producida por ellos podía llegar a ser cambiada
por veinte libras de yopo de los Llanos59.
Entre los mismos pueblos Lache también se intercambiaban las mantas,
de acuerdo con las especialidades locales. Algunos hilaban el algodón pero
no lo tejían y por eso lo entregaban a indios de otros pueblos para que elaboraran las mantas. Tal es el caso de los del Pueblo de la Sal que daban la fibra
a los de Cocuy y Chita con tal efecto. Pero también las mantas se cambiaban
por productos agrícolas60. El Pueblo de la Sal era un enclave dedicado a
explotar ese recurso, parte del cual también iba a suplir las necesidades de los
grupos de los Llanos, vía río Casanare.
Finalmente, los documentos también revelan a los Lache como productores de adornos en serpentina, aunque no alcanzaron los volúmenes logrados
por los cacicazgos de la Serranía de Mérida o del norte de Colombia61.
Aunque de los Chitarero se tiene muy poca información, se sabe que el maíz
era muy importante como recurso agrícola y que lo cultivaban en diversos pisos
térmicos. También los Chitarero se destacaron como tejedores de hamacas y
mochilas de algodón que servían además como bienes para intercambio62.
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Ibid.
Ibid. 1996: 121.
Ibid: 80.
Ibid: 156.
Ibid, 1987: 29.
Ibid: 118.
Ibid. 1996: 76-135.
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El comercio prehispánico fue muy activo en todos los Andes orientales.
Langebaek ha encontrado multitud de artículos que eran objeto de circulación entre distintas comunidades de los cacicazgos Muisca y Lache o entre
unos y otros, así como en los pueblos Chitarero y Guane. Además, las rutas
comerciales se abrían hacia los Llanos y el valle del Magdalena y aun llegaban adornos en piedra y conchas desde las vertientes de la Sierra Nevada de
Santa Marta.
Productos agrícolas, carne, pescado, sal, coca, algodón, mantas, oro y
adornos orfebres, yopo, cerámica, cabuya, piedra para tallar, leña, totumos,
miel de abejas y cera, cuentas de collar, seres humanos, caracoles marinos,
esmeraldas, pieles, tabaco, achiote, aves de plumas vistosas figuran en el
inventario recogido documentalmente por Langebaek como artículos de circulación estable y que facilitaban la integración entre los diversos grupos
étnicos y mantenían la solidaridad al interior de los cacicazgos.
Los indígenas de la Serranía de Mérida y del Lago de Maracaibo se relacionaban con los de Colombia mediante la circulación de oro, cobre y figuras orfebres de águilas63. Así mismo, las etnias andinas recibían yopo (Acacia
yopo) de los Achagua, grupo arawak de los Llanos orientales, y de los
Guahibo, de la misma región. Se trata de un agente psicotrópico muy activo
y necesario para los trances adivinatorios de chamanes y sacerdotes. Según
la evidencia etnográfica actual, el yopo se puede consumir triturando sus
semillas secas y aspirándolas luego por la nariz, con la ayuda de dos tubitos
óseos que rematan en sendas boquillas, una para cada fosa nasal. También se
pueden usar cañas sencillas, las cuales, tal como los aspiradores, recogen el
yopo colocado sobre escudillas de madera. Además, en los Llanos se conoce
la práctica de soplar yopo por la boca hacia la nariz de otra persona.
En sentido contrario, los Lache enviaban a los Llanos, por el río Casanare,
sal en panes, mantas de algodón y adornos de oro. A la inversa, además del
yopo, subían a la confederación del Cocuy y al territorio Muisca, aves de
plumas vistosas y caparazones de tortuga, productos estos últimos que alcanzaban hasta los Andes venezolanos64. Del piedemonte y de los Llanos circulaban hacia los grupos de montaña, miel y cera de abejas.
Dentro de la región andina, la coca del río Chicamocha, producida por
cacicazgos locales Muisca y Lache, llegaba a los mercados de Duitama,
63 Ibid: 142.
64 Ibid: 143.
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Sogamoso y Tunja, donde se podía cambiar por oro, sal y pescado. Por su
parte, la procedente de los Llanos y el piedemonte de la cordillera se permutaba por textiles, con valor agregado65.
En relación con los centros de intercambio, se hacían presentes personas
de las etnias Guane y Lache en los mercados Muisca, como Sorocotá, lo cual
revela que la asistencia a los mismos estaba restringida a grupos de la familia
lingüística Chibcha, pues los del valle del Magdalena estaban ausentes, a
pesar de su posición cercana a Sorocotá, ubicado entre Muisca, Guane y
Yareguíes, o sea, en un lugar estratégico de fronteras territoriales y étnicas.
Aparentemente ese sitio de mercado quedaba en proximidades de la actual
población de Puente Real o Puente Nacional66.
Precisamente por su ubicación era puesto periférico en la nación Muisca,
a diferencia de otras estaciones de intercambio o mercado que estaban centralizadas, como Tunja o Duitama, a donde acudían Lache y Guane también.
En los mercados de la periferia circulaban productos provenientes de largas distancias, como adornos de oro y otros bienes suntuarios, originarios de
la Sierra Nevada de Santa Marta. Tales artículos se integraban en las redes de
redistribución que manejaban los caciques, aparte de las acciones de intercambio propiamente dicho. Estos señores acumulaban lo que obtenían sus
súbditos y lo que llegaba de lejos y en ceremonias asociadas con el calendario agrícola, especialmente en los meses de verano, redistribuían la producción. Así no sólo se aseguraba mayor cubrimiento en satisfacción de
necesidades entre la población asociada a un cacique sino que además se
propiciaba la continuidad de ese señor por su capacidad de revertir a los
demás lo acumulado. Tal proceder era muy valorado en los cacicazgos y de
su puesta en práctica dependía bastante la permanencia de los caciques.
De otro lado, si no fuera por la redistribución, los cacicazgos serían sociedades mucho más estratificadas y aún menos igualitarias de lo que en realidad fueron.
Finalmente, eran muy frecuentes las visitas de reciprocidad en el interior
de cada grupo étnico, entre las distintas comunidades. Tales visitas también
constituían ocasiones para circular y redistribuir productos, y se extendían al
intercambio interétnico. Estaban asociadas también con ceremonias relacionadas con el calendario agrícola. Se sabe de ellas concretamente entre los
65 Ibid: 121.
66 Ibid: 149.
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Guane y los Chitarero, para el caso de la Montaña santandereana. Entre estos últimos podían suplir la ausencia de mercados establecidos67.
Comunidades y cacicazgos
Según Langebaek, los Chitarero y los Guane conformaban grupos organizados en comunidades locales con caciques autónomos e independientes,
sin que se presentara ninguna clase de confederación, como sí ocurrió entre
los Lache y los Muisca68.
En el caso de los Guane, el principio de organización de esas comunidades era el mismo de los Muisca y los Lache: la capitanía matrilineal y el
cargo pasaba de tío a sobrino.
Aunque hay documentos que abiertamente afirman la autonomía de los
pueblos Guane y que son citados por Langebaek69, no deja de llamar la atención la cita de Castellanos que refiere la centralización de los Guane alrededor de un jefe, Guanentá, asentado en la Mesa de Jerira, hoy, de los Santos.
Dice así el cronista:
“Y ansí Guanentá, rey desta comarca a quien los otros indios
principales por supremo señor reconocían y daban vasallaje y
obediencia en esta mesa tuvo su vivienda por ser más apacibles
estalajes que los inferiores de la cingla aunque todos son unos y
una lengua unas costumbres, ritos y ropaje...”70.
Este testimonio no deja duda de la centralización71. Sin embargo, las referencias documentales aportadas por Langebaek y el que a la llegada de las
tropas españolas de Martín Galeano, los combates defensivos hubieran sido
emprendidos por comunidades, sin guerreros de otros cacicazgos focales o
dependientes de un cacique mayor, hacen dudar del alcance de la centralización. Efectivamente, Chalala, Lubigara, Chanchón, Sancoteo y Butaregua
se enfrentaron independientemente a los españoles.
Lo que sí parece ser confirmado arqueológica y etnohistóricamente a partir de la frecuencia de arte rupestre, de galerías y cuevas funerarias, así como
de estructuras ceremoniales y extensas terrazas de cultivo72, es que ese caci67
68
69
70
71
72
Ibid:146.
Ibid: 67.
Ibid.
Castellanos, 1955. IV: 316.
Morales, 1984.
Cadavid, 1984.
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759
que identificado como Guanentá por Castellanos poseía un prestigio mayor
que los demás73.
Así mismo, Guanentá dispuso indios flecheros que defendieron su asentamiento de las escaladas de los españoles. Esto demuestra que tenía un cierto mando al igual que los otros caciques locales, para protegerlo a él y a los
sitios ceremoniales ubicados en la Mesa.
La residencia de este prestigioso y algo distanciado cacique medio-mayor
era permanente. Las fuentes de ninguna manera indican que fuese estacional,
veraniega, al decir de Rodríguez Plata y de Acevedo Díaz74. Los Chitarero
por su parte, no presentaban ese rasgo saliente de un cacique que sin constituir el poder central, sí se distinguía de los demás, al menos como de mayor
prestigio. Solamente se sabe que en Sequía, antes de la llegada de los españoles, el cacique local de esa comunidad intentó lograr sujeción a otros pueblos vecinos75.
A pesar de las anteriores menciones de defensa del territorio por parte de
guerreros, la guerra no alcanzó a tener mayor importancia en estas comunidades locales pues nunca sirvió de vehículo para lograr mayor integración o
para acciones expansionistas. Algo similar ocurrió en el caso de los Lache.
A diferencia de las comunidades locales, como los Chitarero, Guane (muy
posiblemente) y los grupos de la Serranía de Mérida, los Lache, para la región que nos ocupa, sí habían logrado una confederación de aldeas o pueblos con caciques respectivos, bajo la jefatura local de un “señor”, que moraba
en el Cocuy76.
Los cacicazgos Lache también se formaron a partir de capitanías, de las
cuales la más importante era la del Cocuy (Chichagua). Se trataba de grupos
locales de descendencia que constituían los cacicazgos particulares. Aunque
no hay mayor evidencia sobre su diferenciación, sí había jerarquización entre
los diversos caciques, desde unos pobres y de poca monta hasta llegar a la
categoría principal representada en el Cocuy, jefe central77. Por vivir en tierras
frías, el Cocuy aseguraba la pertenencia de lagunas y otros sitios de altura
frecuentemente asociados con santuarios, lo cual aumentaba su autoridad y
prestigio.
73
74
75
76
77
Morales, 1984.
Rodríguez Plata, 1978: 62; Acevedo Díaz, 1971: 8.
Langebaek, 1996: 67.
Langebaek,1987,1996.
Langebaek, 1996: 64.
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Respecto a la herencia del cargo, las fuentes indican que éste pasaba de
tío a sobrino entre los Guane y los Lache. Para los Chitarero hay referencias
de paso de padre a hijo, de acuerdo con la pauta patrilineal78.
El padre Ardila argumenta sin respaldo documental, que a falta de sobrinos, hijos de hermana, los Guane escogían a sus caciques entre los más dotados. En lo que sí aporta datos históricos de archivo es para mostrar que en el
pueblo de Coratá, en 1641, el cacique don Alonso designó para sucederle en
el cargo a su hijo mayor, aunque ilegítimo, mientras el habido en matrimonio
crecía. Ese dato puede significar que prehispánicamente en los Guane, en
defecto del sobrino hijo de hermana, el hijo mayor heredaba el cacicazgo.
Sólo en el orden colonial, vino a tener sentido el concepto de ilegítimo aparentemente para lo concerniente a la sucesión del cargo. También este caso79
puede indicar la crisis de la norma matrilineal en la época colonial, aunque
no necesariamente es contundente al respecto.
El citado autor también ofrece una serie de datos etnográficos sobre las
ceremonias asociadas a los nuevos caciques pero que tampoco descansan en
evidencias documentales, ni de archivos ni de cronistas, específicas para los
Guane, sino que más bien hacen referencia a los Muisca, y por tanto no las
podemos dar aquí como de aquel grupo indígena.
Los caciques de los Lache, en una relación similar a la que se ejercía en el
área Muisca, acumulaban producción que llegaba de sus comunidades sujetas
y a la vez establecían redes de redistribución hacia sus subalternos y hacia otras
poblaciones en calidad de aliados. Las relaciones jerárquicas se sostenían como
amistosas en gran parte por ese mecanismo redistributivo, que implicaba actos
de “generosidad de los caciques”, con un doble propósito: aportar al cubrimiento de artículos de sus asociados por un lado, y por el otro, consolidar el
prestigio entre ellos para evitar motivos de acusación por mal manejo del cargo
y una ulterior destitución80. Veamos casos concretos al respecto de estas relaciones jerárquicas pero al mismo tiempo complementarias:
“...los indígenas de Chita daban mantas, carne y panes de sal al
Cocuy argumentando que era “Grande” y “valiente”; los de Ura,
Cheva y Ogamora contribuían con mantas, coca y oro; los de
Panqueba, daban mantas, venados y pájaros, mientras el Pueblo
de la Sal que no reconocía directamente al Cocuy, contribuía
con sal al cacique de Chita”81.
78
79
80
81
Ibid, 1996: 67.
Ardila, 1978: 96.
Langebaek, 1987: 37.
Tovar, 1980, citado por Langebaek, Ibid.
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A su vez,
“...los del Pueblo de la Sal declararon que del cacicazgo de Chita, al cual estaban sujetos, los indígenas ‘llevan al Cacique del
Pueblo de la Sal hayo y maíz...’”82.
La jerarquización estratificada como en una estructura de pirámide queda
patente al establecer la existencia de caciques principales, por debajo del
Central, en este caso Chita en relación con Cocuy.
Naturalmente, los caciques y los capitanes estaban exentos de labores
agrícolas pues eran especialistas que debían tomar en serio sus funciones
políticas y económicas, muy relacionadas entre sí y los segundos coadyuvaban
a la estabilidad de los primeros. Entre los Guane también los indios hacían
regalos a los caciques de sus pueblos y había relaciones solidarias entre los
asociados y el señor local, aunque no parece haber existido una estructura
piramidal. Los sujetos al cacique sembraban para éste, maíz y otros productos, así como ayudaban en la construcción de su vivienda, pero recibían protección y seguridad dentro de la comunidad83.
Los textiles guane y otros hallazgos
Schottelius fue el primer investigador que registró hallazgos arqueológicos en la Mesa de los Santos. Su informe de 1940 apareció publicado en
1946 en el Boletín de Arqueología. En él, da cuenta de restos humanos,
piezas de cerámica, textiles, objetos de madera, de cestería, instrumentos
musicales, adornos, metalurgia y artefactos líticos. Sus excavaciones las
realizó en dos cuevas, la de los Indios y la de La Loma. La primera se
localizó en 1939 y ambas fueron consideradas por el autor como cementerios indígenas utilizados desde tiempos prehispánicos hasta la época
colonial84.
Los textiles que se conservan en la actualidad proceden en parte de los
trabajos arqueológicos de Schottelius y de los hallazgos del médico Martín
Carvajal. De acuerdo con el informe del primero se ve claramente que estaban asociados con entierros, se trataba de mantas que envolvían a las momias
o a los restos óseos y de gorros tejidos, que hacían parte del vestido del
muerto.
82 Ibid.
83 Ardila, 1978: 98.
84 Schottelius, 1946: 221; Correal Urrego, 2004: 60.
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Aparecieron además, husos y volantes en madera, y dos fragmentos tallados y decorados. Finalmente, menciona armas largas de macana y tres
tiraderas.
Schottelius también cita los fragmentos de una flauta de pan conservados
por el doctor Carvajal, una trompeta manufacturada en una tibia animal y
otra hecha de caracol marino, lo cual reafirma el dato de intercambio con
productos de largas distancias, consignado anteriormente.
Por último, el mencionado arqueólogo alemán refiere la existencia de
narigueras de oro y tumbaga procedentes de la Mesa y cuentas de collar,
discos y pendientes de diversos materiales hallados en las cuevas visitadas
por él o que se tenían en colecciones de Bucaramanga85.
Con respecto a los textiles, los hallados en territorio Guane y concretamente en la Mesa de los Santos, responden básicamente a dos tipos: pintados
y decorados. Los primeros hacen parte de mantas grandes, blancas o crema,
con sectores rojos. Los colores se aplicaron con rodillos, con sellos y pincel.
Generalmente, las telas guane consisten de una parte central más ancha y
dos laterales, muy similares.
Las del segundo tipo, denominadas decoradas por Schottelius, logran su
ornamentación por el juego de hilos que producen motivos artísticos de tendencia geométrica. Incluso, últimamente se han producido argumentos en el
sentido de dudar de pintura en los textiles por los instrumentos antes anotados, y más bien apoyan la idea de conjunción de hilos de colores86.
Los restos humanos de la Mesa de los Santos reportados por Schottelius
corresponden a una momia adulta, otra de un niño, una tercera, mal reportada, el tronco de una cuarta, dos cabezas momificadas, otra con rastros de
momificación, fragmentos de momias, algunos de los cuales quedaron sin
exhumar, cráneos “dolicocéfalos con deformaciones sumamente particulares. La mayor parte aparentemente de sexo masculino”, otros braquicéfalos
y finalmente un entierro completo de cremación, así como múltiples fragmentos óseos87.
A partir de los hallazgos de restos humanos de los Guane se han podido
adelantar informaciones sobre su situación patológica. Gonzalo Correal sin-
85 Ibid, 1946: 216-221.
86 Tavera y Urbina, 1994: 116.
87 Schottelius, 1946: 216-217.
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Grupos indígenas de Santander (tomado de Morales, 1984).
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tetiza los hallazgos propios y de terceros sobre la deformación craneana tabular oblicua y documenta ocurrencia entre los Guane, de osteoartritis o
Enfermedad Articular Degenerativa, hiperostosis porótica en el cráneo como
desorden hemopoyético, anomalías de carácter genético, tuberculosis y diversas afecciones dentarias88.
Aparte de lo hallado por él, Schottelius también registró objetos de colecciones particulares o recogidos y guardados por campesinos de la zona. Precisamente, menciona piezas de madera conseguidas por esos diversos conductos.
Se trata de fragmentos de telar, lo que él llama “cuchillo de telar”, que en
realidad se refiere al artefacto lanceolado utilizado para apretar el tejido a medida que se va logrando.
Las mantas guane sirvieron de vestido y de envoltura para los muertos,
según lo evidencian los hallazgos de momias. Además, tal como se dijo antes, eran artículos de intercambio con otros grupos étnicos. Con respecto al
vestido, se sabe que usaban dos mantas: una alrededor de la cintura y otra
sobre el cuerpo, anudándola en el hombro izquierdo89. De acuerdo con Castellanos90, las mujeres, según su estado, llevaban unas enaguas bajo la manta
si eran casadas y carecían de estas prendas si eran solteras.
Datos cronológicos
La información cronológica sobre los grupos de montaña santandereana
es bastante precaria y se restringe ante todo al área guane. Allí se han designado dos complejos cerámicos, el Temprano y el Tardío, que abarcan del
siglo VIII al XVI. Del primero hay una fecha absoluta del sitio Palo Gordo:
920 d. C.; del segundo, la fecha es 1210 d. C.91.
Otros datos son los siguientes92:
1170 ± 60 d.C.,
proveniente de una tumba en Oiba, obtenido por
Sutherland (1967).
1185 ± 85 d.C.,
provenientes de un basurero en Los Santos, obtenido
por Sutherland (1967).
1320 ± 70 d.C.,
proveniente de una tumba en Guapotá, obtenido por
Sutherland (1967).
88
89
90
91
92
Correal Urrego, 2004: 61-68.
Rodríguez Plata, 1978: 12.
Castellanos, 1955: IV: 316.
Lleras y Vargas. 1990: 70, 129.
Cadavid, 1989: 75.
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Rutas de intercambio en la confederación del Cocuy (tomado de Langebaek, 1996).
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1160 ± 90 d.C.,
proveniente de un basurero en Los Santos, obtenido
por Cadavid (1984).
1210 ± 80 d.C.,
proveniente de un basurero en Villanueva, obtenido por
Lleras (1984).
920 ± 60 d.C.,
proveniente de un basurero, obtenido por Lleras (1984).
Consideraciones finales
La reseña precedente de ninguna manera agota los intereses de investigación. Las lagunas son extensas y profundas, especialmente en el campo arqueológico. Si algo se ha avanzado sobre los Guane, nada o muy poco se
puede decir de los otros grupos presentes en el siglo XVI. Se necesitan muchos estudios sistemáticos en los Andes Orientales, de carácter regional en el
futuro para aclarar relaciones históricas e influencias culturales.
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