Uno de los últimos grandes musicales FICHA TÉCNICA: Título original: My Fair Lady Nacionalidad: EEUU Año: 1964 Dirección: George Cukor Guión: Alan Jay Lerner (basado en la obra musical de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, y en la obra Pygmalion de George Bernard Shaw) Producción: Jack L. Warner Dirección de Fotografía: Harry Stradling Montaje: William Ziegler Dirección Artística: Gene Allen y Cecil Beaton Música: Andre Previn Diseño de Vestuario: Cecil Beaton Coreografía: Hermes Pan Reparto: Audrey Hepburn (Eliza Doolittle), Rex Harrison (Prof. Henry Higgins), Stanley Holloway (Alfred P. Doolittle), Wilfrid Hyde-White (Col. Hugh Pickering), Gladys Cooper (Mrs. Higgins), Jeremy Brett (Freddy Eynsford-Hill), Theodore Bikel (Zoltan Karpathy), Isobel Elsom (Mrs. Eynsford-Hill), Mona Washbourne (Mrs. Pearce), John Alderson (Jamie), John McLiam (Harry) Duración: 170 min. (Color) Oscar 1964 (37ª ed.): SINOPSIS: Mejor Película (Jack L. Warner, productor) Mejor Director (George Cukor) Mejor Actor (Rex Harrison) Mejor Dirección de Fotografía (Harry Stradling) Mejor Música (Andre Previn) Mejor Diseño de Vestuario (Cecil Beaton) Mejor Dirección Artística (Gene Allen, Cecil Beaton) Mejor Sonido (George R. Groves) Henry Higgins es un conocido profesor de fonética y experto lingüista que, tras conocer a una descarada ramilletera, acepta una peculiar apuesta: transformar a la malhablada e inculta florista de clase obrera, Eliza Doolittle, en toda una dama de la alta sociedad, educando su forma de hablar y de comportarse correctamente en público , y tras sólo seis meses de enseñanza. Higgins logrará en Eliza una maravillosa transformación, pero, interesado únicamente en el carácter científico del "experimento" se olvida de algo fundamental: sus sentimientos. HOJA INFORMATIVA Nº 29 Mayo 2004 COMENTARIOS: Los años 60 eran ya poco propicios para el género musical, tal como lo había concebido la industria de Hollywood desde los inicios del cine sonoro. Tal vez por eso resultó ser un buen momento para que las excepciones sobresalieran sobre las producciones convencionales. Ese fue el caso de My Fair Lady (Mi Bella Dama), un musical tardío, con dimensiones de superproducción, dirigido por el gran realizador estadounidense George Cukor (Historias de Filadelfia, La Costilla de Adán, Ha Nacido una Estrella), que nunca se había prodigado en el género, y volcó sus esfuerzos, como de costumbre, sobre una vigorosa dirección de actores (en particular de actrices) y en una proteica construcción de personajes. Ambientada en el Londres de finales del siglo XIX, la película cuenta la historia de la transformación de Eliza Doolittle, una modestísima e ignorante muchacha que vende flores, en una auténtica dama de la alta sociedad. Tan milagroso cambio tiene lugar gracias a las enseñanzas del profesor Henry Higgins, un lingüista que estudia las malas maneras de hablar el inglés de las clases bajas, quien acepta el reto de transmutar a Eliza. Este argumento -modelar a imagen y semejanza-, claramente asimilable al mito de Pigmalión (rey de Chipre que esculpió la figura de la mujer ideal -Galatea-, quedando enamorado de la estatua de tal forma que Afrodita, la diosa del amor, acabó dándole vida a la figura) que relataba el poeta Ovidio en su obra Metamorfosis, es la base de la pieza teatral cómica Pigmalión (1913) de George Bernard Shaw, en la que se basó, a su vez, la exitosa obra de Broadway My Fair Lady (1956) de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe. Este entonces joven pero talentoso dúo logró adaptar espléndidamente la obra de Bernard Shaw al musical (Loewe se encargó de la música, Lerner de las letras y el libreto), creando para ello un puñado de magníficas canciones como I Could Have Danced All Night, A Little Bit of Luck o Get Me to the Church on Time. El éxito de la obra teatral My Fair Lady, aunque algo inesperado en principio, fue inmediato y su representación se prolongó durante más de cuatro años por los escenarios de New York y Londres. En su versión teatral, el musical My Fair Lady estaba protagonizado por una veinteañera Julie Andrews, en el culmen de su voz, haciendo el papel de Eliza Doolittle y por Rex Harrison (protagonista también de la versión cinematográfica) quien, con su interpretación del profesor Henry Higgins, logró perfeccionar el arte de hablar/cantando. Por su parte, la adaptación cinematográfica que Cukor hizo de la obra de Lerner y Loewe estuvo rodeada, en un principio, de una cierta controversia. La polémica surgió cuando Julie Andrews, que había había interpretado con éxito a Eliza Doolittle en Broadway (y deseaba repetir su papel en Esta película es un la pantalla), fue omitida por Jack Warner del clásico porque ha de la película en favor de Audrey sido, y siempre será, reparto Hepburn, la cual, además, fue doblada en la una pura alegría que mayor parte de sus números musicales en el filme por la cantante Marni Nixon, a pesar experimentar de la preparación de Hepburn para este papel. Los que sí repitieron papel en la adaptación al cine fueron el casi siempre sardónico Rex Harrison (aunque Warner realmente quería a Cary Grant para este papel) como el profesor Higgins y Stanley Holloway en el papel de Alfred P. Doolittle, el canallesco padre de Eliza, un truhán que reivindica con infinita gracia su sacrosanto derecho a la pereza. La película My Fair Lady constituye, sin duda, uno de los últimos grandes musicales y así lo reconoció la Academia de Hollywood al concederle doce nominaciones para sus premios del año 1964 (de los cuales consiguió ocho estatuillas). Quizá por el revuelo (casi escándalo) que supuso la postergación de Julie Andrews, la Academia obvió completamente a Audrey Hepburn (quien ni siquiera fue nominada) y, quizá por un peculiar sentido de la justicia, premió con el oscar a la Mejor Mejor Actriz a Julie Andrews por su anodino papel en la película Mary Poppins, dando lugar así a una de las ironías más recordadas de la historia de los premios. Abundando en el marcado carácter sarcástico de este asunto, la propia Andrews, en su discurso de aceptación del premio por Mary Poppins, dio las gracias a Jack Warner (que la había gracias eliminado del proyecto cinematográfico de My Fair Lady) «hacer esto posible». Esta película es un clásico porque ha sido, y siempre será, una pura alegría que experimentar.