Pregón XXI Jornadas Cervantinas en honor a Dulcinea El Toboso 14 de abril de 2012 Soñemos caminando por la tierra de Dulcinea… Isabel Cano Ruiz Ilustrísimo Sr. Alcalde-Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de El Toboso, miembros de la corporación municipal, autoridades llegadas de otras localidades cercanas, gentil Dulcinea, nobles damas de Dulcinea, señoras y señores, queridos amigos, un cariñoso y cordial saludo. Quisiera manifestarles, en primer lugar, el enorme orgullo y honor que para mí ha supuesto recibir el encargo de ser la pregonera de las Jornadas Cervantinas en honor a Dulcinea en su vigésima primera edición, no sólo porque con este acto se inicia en esta localidad una frenética actividad cultural rica y variada en torno a Cervantes y todo lo que representa su insigne obra, sino porque también he tenido conocimiento de la declaración de estas Jornadas de Interés Turístico Regional. Esta declaración, sin duda merecida, es un aliciente más para su continuidad en el tiempo por muchos años más. En segundo lugar, este acto supone para mí todo un reto pues, ¿cómo hablar de una tierra tan importante en la historia de la literatura de nuestra lengua, el castellano? ¿Cómo poder describir 1 sus pozos, sus tinajas, sus calles, sus mujeres… cuando la información de cada uno de ellos existe dan buena cuenta los diferentes textos que desde tiempo de antaño se han escrito? Y entonces me doy cuenta que yo soy de aquí –bueno, de una población muy cercana, Quintanar de la Orden-; que los sabores, los olores, las imágenes que desde niña tengo se envuelven con la tierra donde jugué, donde estuve gran parte de mi juventud, donde logré ganarme mis primeras pesetas vendimiando, donde comencé el camino que me ha traído a este literario lugar, El Toboso. Esta tierra trae a mi memoria calurosos días de agosto, el olor de sus bodegas, la acogida de sus gentes a esos “rocinantes motorizados” del Rallye de Coches Antiguos “Don Quijote y Sancho”. Y recuerdo que participé en las Jornadas Cervantinas del año 2003 hablando de los aspectos jurídicos en la obra de “Don Quijote de la Mancha”. Estos recuerdos que ahora rememoro convierten este reto en un momento de alegría, porque vuelvo a estar entre mis paisanos, vuelvo a estar mi tierra: La Mancha. Para poder estar a la altura de tan inspirador lugar he tratado de leer todo lo que en mis manos ha caído y me ha ayudado a darme cuenta de que sobre El Toboso se ha escrito mucho. La historia de sus tinajas, de sus pozos, las rutas que se pueden realizar, las imágenes e ilustraciones que grandes maestros han hecho, los museos que aquí podemos visitar… Todo ello creado y conservado con exquisito gusto y elegancia para elevar, si cabe aún más, a El Toboso y sus gentes. El Toboso es historia historiada por los mejores estudiosos, pero también es historia vivida por todos vosotros. 2 Porque no podemos olvidar que si algo hace grande a El Toboso, no es sólo que sea la patria de Dulcinea, sino su gente, su buena gente. Personas que con su esfuerzo y trabajo hacen grande a El Toboso, desde el propio Toboso: desde el empresario o comerciante decidido, hasta el agricultor sabio, paciente y curtido, pasando por el joven que trata de cultivarse para ofrecer lo mejor de sí, el ama de casa que vela por el bienestar de su familia o el anciano que nos trae recuerdos del ayer. Ellos son los verdaderos protagonistas y artífices de la historia presente de El Toboso. No obstante, no nos podemos olvidar de todos aquellos que por motivos familiares o profesionales han tenido que alejarse de su pueblo. Y digo alejarse, porque a El Toboso no se le abandona: deja una impronta imborrable en el corazón de cada uno de vosotros. Resido desde hace años en la ciudad en la que Cervantes fue bautizado: Alcalá de Henares. Ahora me encuentro en el lugar que es piedra angular de la obra cumbre de nuestra literatura y que su nombre aparece unido al de una mujer, causa de las andanzas del Caballero de la Triste Figura: Aldonza Lorenzo. El Toboso, sin duda, es el escenario de un amor imposible que, sin embargo, se convierte en el impulsor de las aventuras de Don Quijote. Dulcinea del Toboso es el amor en mayúsculas y de ella quiero hablarles. Alonso Quijano es un hombre bueno y honrado, querido y admirado por sus coterráneos. El cariño que muestran hacia él tanto el cura, el barbero, el bachiller o el bueno de Sancho, así lo viene a demostrar. Es un intelectual, hombre de letras, de profundos y muchos conocimientos. Asimismo, es un hombre parco 3 pero de buen vivir; es un impenitente solterón, caracterizado por su timidez psicológica, y su amor platónico por Aldonza Lorenzo son la mejor prueba de lo expuesto; es una persona carente de experiencias físicas y afectivas. Sin embargo, es un hombre soñador e imaginativo, forjador de un amor puro que ha traspasado el tiempo y las fronteras. La biografía de Dulcinea no es sino la biografía ideal de Don Quijote: que por estar en él presente nunca aparece en la historia como persona real, independiente, distinta y diferenciada: símbolo de su vida, de sus sueños, de sus ideales, fuerza y amparo, belleza clara y claro entendimiento: ya libre, ya encantada ella, no es sino la entraña misma e impalpable de su caballero. «Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto» 1 . 1 Capítulo I de la Primera Parte de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. 4 Dulcinea forma parte del propio yo de Don Quijote, es una creación del ingenioso hidalgo. Esa creación permite a Dulcinea estar siempre cercana, otrora distante. Dulcinea representa los mejores valores de Don Quijote, una recreación noble de los mejores sentimientos humanos. Si el hombre busca en el verdadero amor aquello que ha de impulsarle a la perfección, a la realización plena, y hace del ser amado el símbolo de lo grande y lo bueno, en el fondo, el esfuerzo y vigor del corazón que se espera del impulso de otro, no es sino al anhelo de ver en él lo que el ideal busca y la certeza de que ese otro ser quiere permanecer como fundamento e impulso de la progresiva elevación. La ilustre toboseña no sólo representa el valor, sino también la protección, el auxilio, el socorro. Ayuda pide Don Quijote a su amada cuando en la venta, mientra vela las armas, el arriero las arroja lejos de sí y el caballero lo ataca ofendido; le pide auxilio cuando se lanza contra los molinos de viento; socorro, cuando la aventura del Vizcaíno ya que «por satisfacer a vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla», y en toda ocasión en que tiene que hacer un superior esfuerzo para cumplir sus fines. Esta súplica, susurrada como una oración, ¿no es acaso la petición que muchos de nosotros realizamos a quienes más queremos para que nos ayude en los momentos más difíciles? ¿Quién de nosotros no ha pedido consuelo, compasión por una pena que nos aflige o por un apuro extremo en el que nos encontramos? Don Quijote pone en manos de Dulcinea su causa. 5 Esta señora, mitad humana-mitad divinidad, especie de intermediaria entre Don Quijote y Dios, ¿no es acaso el íntimo anhelo del hombre de encontrar alguien seguro en quien confiar, alguien mejor en quien reposar, a través del cual se vislumbre lo Infinito, alguien que sea mensajero del Supremo Ideal, un camino a la Belleza, la Verdad, la Bondad? Esa continua llamada a su dama, a su amada, no es otra cosa que la voluntad de Don Quijote de emanar su carga espiritual sobre todos los que le rodean y no le entienden, con la única finalidad de lograr sus fines más altos. De esta manera Don Quijote tiene en mente un ideal y a él ha de llegar por todos los medios, pero siempre buscando la fuerza, el empuje y el aliento en la persona de Dulcinea, que está dentro de la imaginación de nuestro querido loco-cuerdo. En palabras de Hernández de Mendoza, «fórmase una dualidad entre el yo que busca lo mediato y el yo que anhela lo inmediato, entre el yo que quiere alcanzar lo que ve y el yo que va ansiosamente tras lo que no ve. Uno y otro yo vienen a ser dos distintos y opuestos entes que luchan: la conciencia humana coloca en el uno lo mejor, hasta llegar a delimitar los dos campos. Y cuando la tentación de los inmediatos se hace más fuerte, cuando la tentación de lo fácil se acentúa, el hombre vuelve sus ojos desesperadamente a ese otro yo, formado por tantos trozos de su propia historia, simbolizado en tantos esfuerzos realizados ya, que le apremia para que le engrandezca, y le pide auxilio, y le pide 6 socorro. Y esa parte noble y perfecta del caballero se llama Dulcinea del Toboso» 2 . Que todos nosotros encontremos una dulcinea en nuestras vidas que nos ayude a ser mejores personas, que nos dé ánimos para no perder la esperanza en los duros momentos, que nos transforme en quijotes para ser conscientes de que, aunque seamos vencidos hoy, seremos vencedores mañana. Todo se rodea de fantasía. Como las calles de El Toboso. Pasear por este pueblo es buscar a Dulcinea en alguna de sus plazas, en las caras de las jóvenes que aquí vemos. La cal y el azulete de las casas de El Toboso simbolizan un cielo inmenso que ilumina nuestra senda. El Toboso es un pueblo con mayúsculas, pues aunque sea pequeño en tamaño, es grande en aspiraciones y en unión de sus gentes. Todos buscan mejorar su tierra para mejorar ellos mismo. Imaginemos que somos caballeros andantes y tratemos de amar a una Dulcinea como se ama la gloria, como un reflejo de lo eterno, de lo permanente; con fidelidad y con desinterés, y por ella y en ella jamás nos acobardaremos en el camino. Soñemos caminando por la tierra de Dulcinea. Buenas noches y felices jornadas… 2 HERNÁNDEZ DE MENDOZA, C., Para una bibliografía de Dulcinea del Toboso, Antea, Bogotá, 1948. 7 8