1.- MI HIJO ES UN IRRESPONSABLE. I ¿Cómo puedo sospechar que mi hijo es un irresponsable? Un niño es irresponsable cuando: hay que recordarle continuamente las tareas que debe hacer, cuando hace las cosas mal de forma sistemática o con desgana, cuando echa la culpa a los demás al hacer las cosas mal, cuando le cuesta trabajar solo sin vigilancia, cuando se deja llevar con mucha facilidad por las decisiones que toman los demás, cuando desobedece o ignora las órdenes, cuando le cuesta estar concentrado haciendo una tarea, cuando no cumple con lo que dice que va a hacer, cuando pone continuamente escusas para todo, cuando no reconoce sus errores … Por el contrario, una persona es responsable cuando: es capaz de decidir bien y con eficacia, cuando es capaz de tomar decisiones por sí mismo y cuando es capaz de asumir las consecuencias de sus acciones. Esto último es lo que tenemos que buscar en la educación de nuestro hijo. En el caso del niño menor de 6 años, ser responsable supone aceptar personalmente las tareas que tiene que realizar, aunque se las hayamos mandado. Para que el niño cumpla con esto, previamente, los padres han de informar al niño sobre las opciones a elegir y las consecuencias de cada una de ellas. Los padres deben correr el riesgo y dejar que su hijo se equivoque asumiendo su responsabilidad. Pero, mucho cuidado con confundir obediencia con docilidad. Obediente es el que decide obedecer por sí mismo aceptando lo dicho en el párrafo anterior. Dócil es el que se deja manejar con facilidad y no se responsabiliza de ninguna de sus acciones. Hay muchos niños que aparentan ser responsables delante de los mayores, pero luego no lo son. Éstos últimos son los que actúan por motivaciones externas, como el premio o el castigo que conlleva determinada acción. En educación no podemos funcionar así, se debe buscar las motivaciones internas, es decir, enseñarle a tomar sus propias decisiones, a que actúe coherentemente con la decisión tomada y que asuma sus propias consecuencias. Un gran peligro en la educación del niño es premiarle por conductas que él debe hacer, como por ejemplo, hacerle un regalo por aprobar un examen. Si se le educa así, el día que no le regalemos nada, dejará de estudiar. Otro error común en los padres es pretender prolongar la infancia del niño impidiéndole que asuma responsabilidades o cargando con las consecuencias de los actos de su hijo. La mejor edad para educar en el sentido de la responsabilidad es a partir de los 7 años. En esta edad el niño tiene disposición para ayudar, deseo de quedar bien delante de los mayores y afán de superación. Si queremos que sea responsable de mayor, es necesario comenzar en esta edad a asignarle pequeñas responsabilidades. Los padres no deben cargar con la responsabilidad de todo el hogar. Se puede delegar pequeñas responsabilidades en los hijos o, si son mayores, responsabilidades de más peso. Cuando son pequeños conviene hacerlo como si fuera un juego: poner las servilletas en la mesa, coger el teléfono, cuidar una mascota… El niño, poco a poco, debe ir haciéndolo aunque no le guste. Lo importante es estos casos es responsabilizarle de una tarea y que los demás no lo hagan por él. Para que ese encargo le eduque realmente en la responsabilidad, el niño debe saber bien en qué consiste su tarea (el niño es muy inteligente pero no es adivino, hay que decirle con detalle lo que debe de hacer, lo que esperamos de él, lo que le pasará si no lo hace o lo hace mal) y ante quien debe responder de esa tarea. En casa, a la hora de distribuir las tareas, hay que respetar su iniciativa, así lo hará mejor y de mejor gana, y encargarle cosas que pueda hacer bien, para que experimente la satisfacción del trabajo bien hecho y así, reforzaremos su autoestima. Nunca debemos criticarle o ridiculizarle por lo mal que hace alguna cosa. Entre los 7 y los 11 años también es muy importante enseñarles a realizar la tarea bien hecha, y que termine lo que empieza. No vale que lo hagan de cualquier manera. Debemos exigirle que haga las cosas bien.