[INVENTORES] Se habla mucho de Fulton y de la primera máquina estacionaria de Watt; y bastante se habla de Trevithick, a quien se puso en estatua por haber ideado la aplicación del vapor a una máquina movible. No fue Trevithick, sin embargo, el originador de la idea, sino el mismo que descubrió el uso del gas para el alumbrado, el mismo que tuvo al ingenioso Trevithick de discípulo y ayudante, a quien, falto de ocasión y tiempo de completarlo, comunicó su invento: fue Murdock el inventor de la locomotora. Entre inventores, como entre políticos, parece ley que el que ve una verdad, nunca la goce, acaso porque para dar lugar a que una verdad se haga paso entre los hombres es necesario verla con más tiempo de anticipación del que puede esperar una vida de hombre a hacerla posible. Erasmo puso el huevo y lo empolló Lutero. Trevithick no hurtó, sino recibió del mismo Murdock la confidencia de su invento. Ya en aquel tiempo ¡quién lo dijera! y cuando se conocía su habilidad mecánica y vigor de observación, solo halló socio para su empresa en condiciones que le hubieran obligado a abandonar por largo tiempo el trabajo de que vivía. Watt tuvo otras máquinas en que guiarse para producir la suya de vapor estacionaria: tuvo las del marqués de Worcester, Newcomen, Leupold y Savery: tuvo otras. Pero Murdock no tuvo modelos. Cuentan que Cugnot tuvo hecha una locomotora en Francia en 1770, antes de que Murdock concibiese la suya; pero de este invento, siempre confuso, no pudo Murdock, trabajador en una ciudad de Inglaterra, saber nada. Jamás se llegó a mover la locomotora de Cugnot. Newton previó acaso lo que Murdock hizo; pero Murdock lo hizo. Lo hizo en un modelo pequeño y rudo, que Mathew Macfie enseñaba meses hace en una conferencia en Inglaterra. Trevithick luego añadió unas partes y mejoró otras a la extraordinaria invención, y la sacó a luz, por lo que se le tiene como el aplicador del vapor a los ferrocarriles. Y aunque no sean nombres fáciles de retener en la memoria, es de justicia escribir que adicionaron después el invento Blenkinsop y Hedley y lo perfeccionó por fin Stephenson. Nombrarse debe a estos tenientes del inventor, como se nombra, con menor razón, a los de un general afortunado. Esto que decimos de Murdock no es vejez tomada de añejos periódicos, lo que en La América no es uso, sino novedad biográfica, que en la memoria original leemos que Mathew Macfie acaba de presentar a principios de este año a la Sociedad de Globos de Inglaterra. La América. Nueva York, abril de 1884.