Capítulo 115 Síndrome de fatiga crónica & e115-1 EPIDEMIOLOGÍA El SFC se asocia a una alteración funcional grave y es un subtipo diagnóstico de fatiga crónica, que constituye un síntoma de presentación frecuente en los adolescentes y adultos. La fatiga crónica es una categoría más amplia definida como un cansancio inexplicado de más de 6 meses de evolución, que a su vez se considera un subgrupo de fatiga prolongada, que se define como un cansancio que persiste más de 1 mes y que parece producirse en 2.333/100.000 adolescentes. Las tasas de prevalencia son muy variables, pero estos síndromes con fatiga se encuentran en todas las poblaciones de pacientes. La incidencia del SFC en niños menores de 12 años sigue sin conocerse. Entre los niños menores de 18 años de Reino Unido con fatiga generalizada debilitante, el 16% eran menores de 12 años de edad. La comprensión del SFC en los niños pequeños aumenta si se centra la atención en la fatiga discapacitante en lugar de establecer el diagnóstico de SFC, lo que permite identificar a los niños con diversas enfermedades causantes de fatiga que requieren un diagnóstico y tratamiento. Los adultos diagnosticados de SFC proceden de varios orígenes étnicos y raciales, aunque en los estudios poblacionales predominan los de 45-55 años y con bajo nivel socioeconómico. Estas observaciones epidemiológicas varían de los informes previos basados en pacientes vistos en clínicas especializadas. La prevalencia en EE.UU. en adultos (mayores de 18 años) que presentan un caso que cumple fielmente la definición se calcula en 250-400/100.000. El número de casos de síndrome similar al SFC en adultos, definido como personas que cumplen la definición de SFC pero que no se han sometido a ninguna evaluación médica o psiquiátrica completa, se acerca a 1.250/100.000. En adolescentes, esta cifra es de 338/100.000. Las mujeres representan el 75% de los casos de síndrome similar al SFC en adultos, pero sólo el 50% de los casos de SFC totales. La mayor parte de los casos son esporádicos y no se asocian a casos secundarios. No se ha demostrado que se pueda transmitir de una persona a otra, por vía intrauterina a un feto o por hemoderivados. Sigue habiendo dudas sobre la posible heredabilidad del síndrome en niños. © ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito. PATOGENIA Se desconoce la causa del síndrome de fatiga crónica. Algunos pacientes relacionan la aparición de sus síntomas con un episodio reciente de infección de tipo viral, como la mononucleosis infecciosa (10-12%) o la gripe (2,9%). En muchos casos, los síntomas subyacentes de depresión, como agotamiento, falta de energía e interés, e incapacidad para concentrarse, se combinan o se agravan por la debilidad asociada a menudo a la convalecencia de una enfermedad infecciosa sistémica, lo que determina un cansancio debilitante. Se conoce bien el agotamiento persistente y los síntomas coherentes con SFC tras muchas primoinfecciones, sobre todo en los casos de mononucleosis infecciosa y gripe. Se producen en hasta un 10% de las personas. En pacientes vulnerables, estos síntomas de cansancio y agotamiento pueden persistir durante meses o años y se pueden acompañar de signos de depresión crónica. La enfermedad prolongada tras la mononucleosis infecciosa no puede predecirse por el control de la viremia, una respuesta alterada del huésped a la infección por el virus de Epstein-Barr, la personalidad o trastornos psicológicos (depresión), pero sí por la percepción de la persona de la gravedad de la enfermedad infecciosa primaria. El virus xenotrópico relacionado con el virus de la leucemia murina (XMRV, un gammarretrovirus humano) se ha identificado en muestras de cáncer de próstata y, en algunas publicaciones, en pacientes con SFC. Su relevancia en éste y como posible patógeno en enfermedades humanas aún está por determinar. Alrededor de la mitad de los pacientes adultos y adolescentes con un inicio gradual de SFC cumple criterios de trastornos psiquiátricos concurrentes; sobre todo, ansiedad y depresión. Los pacientes con SFC presentan mayores tasas de somatización y puntuaciones de ansiedad. La personalidad no afecta a la predisposición, precipitación o perpetuación de la fatiga crónica. Hay una fuerte correlación en los pacientes con SFC entre las molestias subjetivas de fatiga mental y los signos objetivos de alteración cognitiva, lo que sugiere que la fatiga mental es un componente destacado de la disfunción cognitiva relacionada con SFC. En algunos pacientes con síndrome de fatiga crónica se han observado síndromes de disfunción circulatoria con intolerancia ortostática, que incluye hipotensión de origen neurológico, hipotensión ortostática inmediata y síndrome de taquicardia postural. Estos hallazgos no son infrecuentes en adolescentes, lo que contribuye a la posible asociación con el SFC en este grupo de edad. Se desconoce la fisiopatología de estas manifestaciones en pacientes con SFC. El origen puede ser tan sencillo como un problema con el volumen vascular funcional o tan completo como un control del flujo sanguíneo cerebral y la variabilidad de la frecuencia cardíaca. En pacientes con síndrome de fatiga crónica se han descrito distintas alteraciones inmunológicas in vitro, contradictorias (hipo e hipergammaglobulinemia, deficiencias de subclases de inmunoglobulinas, cifras elevadas de inmunocomplejos circulantes, un ligero incremento del cociente entre linfocitos colaboradores/supresores, disfunción de los linfocitos citolíticos naturales y disfunción de los monocitos). Estos hallazgos no pueden correlacionarse con la mayoría de los pacientes y no aportan ninguna explicación unificada para el SFC. El 55-80% de los pacientes presenta antecedentes de alergia alimentaria, a sustancias inhaladas o a fármacos. No se ha reconocido un perfil específico de disfunción inmunitaria y los valores de los cambios inmunológicos de laboratorio no suelen estar fuera de los niveles de referencia. Los estudios cerebrales con técnicas de imagen no han identificado anomalías reproducibles. Los adultos con SFC pueden tener antecedentes de estrés en la infancia, como un abuso sexual, físico y emocional, así como abandono físico; esto se ha asociado con una disfunción neuroendocrina medida por la respuesta del cortisol salival al despertar. Está pendiente de determinar la intensidad del trauma que afectaría a la función neuroendocrina en los niños y adolescentes, y que contribuiría al SFC. MANIFESTACIONES CLÍNICAS Uno de los síntomas dominantes del síndrome de fatiga crónica es la propia fatiga, que contribuye a la pérdida de actividad, problemas cognitivos, un sueño no reparador, dolor y un aumento del nivel de enfermedad tras la actividad física o mental. La fatiga como síntoma no debe descartarse como un problema menor, sino que deben considerarse sus consecuencias y los síntomas acompañantes. Aunque la percepción del síntoma principal (cansancio) es subjetiva, la presencia y la magnitud de la alteración, así como la cantidad y la magnitud de los síntomas asociados, pueden medirse. El síndrome se caracteriza por fatiga de más de 6 meses de duración y se asocia con una alteración marcada del rendimiento laboral o escolar, las actividades recreativas y las relaciones interpersonales. El cansancio se suele manifestar con lasitud, agotamiento profundo, intolerancia al esfuerzo con fatigabilidad fácil y malestar general. Es frecuente el sueño nocturno no reparador, pero no se suelen producir alteraciones del sueño frecuentes. La fatiga crónica se acompaña de mialgias y artralgias. La aparición de cefalea de reciente aparición, dolor faríngeo y linfadenopatías dolorosas es infrecuente, pero sigue incluyéndose como criterios sintomáticos para el diagnóstico. Los problemas cognitivos y un aumento de la magnitud de los síntomas sindrómicos tras la actividad física o mental completan los requisitos para la definición. El SFC podría confundirse con trastornos psiquiátricos fácilmente identificables. Los pacientes diagnosticados de SFC en las consultas de atención primaria refieren que sus síntomas aparecieron de forma abrupta, a menudo como parte de una enfermedad inicial de tipo viral con febrícula, dolor faríngeo y tos. En los estudios poblacionales, los pacientes describen un inicio gradual de la enfermedad. Parece que los síntomas en los adolescentes son semejantes a los de los adultos. El absentismo escolar es un problema destacado: dos e115-2 & Parte XIII Medicina de la adolescencia tercios faltan más de 2 semanas y un tercio necesita un tutor a domicilio. La resolución de los síntomas, sobre todo si el inicio sigue a una infección, como es frecuente en adolescentes y adultos, suele producirse a los 2 años del inicio de la enfermedad. No suele haber hallazgos anómalos en la exploración física, y esto tranquiliza al médico y al paciente. La presencia de otros síntomas físicos (palpitaciones torácicas, visión borrosa, náuseas, mareo, parestesias, sequedad ocular y bucal, diarrea, tos, diaforesis nocturna y exantema) debería sugerir un diagnóstico distinto al SFC. La pérdida de peso, como la que se observa en las enfermedades infecciosas o inflamatorias, es infrecuente en el SFC. DIAGNÓSTICO No existen signos ni pruebas diagnósticas patognomónicas de este síndrome. El diagnóstico se define clínicamente con una serie de criterios de inclusión y exclusión (fig. 115-1). Estos criterios diagnósticos se pueden aplicar a adultos y adolescentes mayores de 11 años por la necesidad actual de una anamnesis propia del paciente. La anamnesis elaborada por los padres para el diagnóstico está llena de confusión y no es muy fiable debido a la imprecisión de la información aportada. Se ha probado una definición empírica en adultos que aumenta la fiabilidad diagnóstica. El proceso se basa en los resultados de tres cuestionarios fácilmente disponibles: Multidimensional Fatigue Inventory, Medical Outcomes Short Form 36 y el CDC Symptom Inventory. Resulta difícil diagnosticar el SFC en los niños dada su dificultad para describir sus síntomas y preocupaciones. Se han desarrollado criterios para tratar el desarrollo de la fatiga en relación con la inmunización y pueden aplicarse a niños mayores de 5 años. El [(Figura_1)TD$IG] Figura 115-1 Valoración clínica y clasificación de la fatiga crónica inexplicada. Esta definición de caso del síndrome de fatiga crónica fue propuesta por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en 1988 (Holmes GP, Kaplan JE, Gantz NM y cols.: Chronic fatigue syndrome: A working case definition. Ann Intern Med 1988; 108:387-389) y fue modificada y simplificada por un grupo de trabajo internacional en 1994 (Fukuda K, Straus SE, Hickie I y cols.: A comprehensive approach to its definition and study. Ann Intern Med 1994; 121:953-959). SFC sólo debe diagnosticarse en niños o adultos después de una evaluación médica y psiquiátrica exhaustiva. Se debe prestar especial atención a la dinámica familiar para identificar y resolver posibles problemas o psicopatología familiares que puedan contribuir a la percepción de los síntomas por parte del niño. El uso de este diagnóstico puede retrasar el de una enfermedad médica susceptible de tratamiento, impedir la detección de trastornos psicológicos o disfunciones familiares y perpetuar conductas inadecuadas de enfermedad del niño, algo que puede repercutir profundamente en su desarrollo psicosocial. El diagnóstico de SFC sólo se puede realizar tras descartar otras causas médicas y psiquiátricas de cansancio, muchas de ellas tratables. Entre ellas destaca cualquier enfermedad médica que curse con astenia crónica, como el hipotiroidismo no tratado, la apnea del sueño, la narcolepsia, el consumo de drogas, los efectos farmacológicos adversos o la obesidad grave, que se define como un índice de masa corporal (IMC = peso en kg/[altura en metros]2), superior a 45. Se debe aclarar un trastorno médico previamente diagnosticado con una resolución incierta que justifique el agotamiento crónico, como una infección no resuelta por virus de la hepatitis B o C. No se debe diagnosticar un SFC en personas con antecedentes de trastorno depresivo mayor y rasgos psicóticos o melancólicos, trastornos afectivos bipolares, esquizofrenia de cualquier tipo, trastornos delirantes de cualquier tipo, demencias de cualquier tipo, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa o adicción al alcohol u otras sustancias tóxicas en los 2 años previos a la aparición del cansancio o de aparición posterior. La fibromialgia es un síndrome reumático relativamente frecuente que se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, además de numerosos puntos específicos dolorosos a la palpación (cap. 162) y síntomas similares a los del SFC. La Capítulo 115 Síndrome de fatiga crónica & e115-3 fibromialgia y el SFC pueden diagnosticarse en el mismo paciente, ya que ambos se diagnostican por los síntomas y signos, y ambos carecen de pruebas de laboratorio que los confirmen. Aunque la valoración de cada paciente debe ser individualizada, las pruebas de laboratorio iniciales se deben limitar a las de cribado para tranquilizarle sobre la ausencia de una disfunción orgánica grave (v. fig. 115-1). El resto de pruebas van orientadas a excluir enfermedades médicas susceptibles de tratamiento que se puedan plantear en función de los síntomas o hallazgos físicos detectados en pacientes específicos. En la valoración diagnóstica de la fatiga crónica se debe incluir una evaluación psicológica para descartar trastornos de ansiedad o depresión, que se ha de realizar antes de proseguir con pruebas exhaustivas para descartar problemas orgánicos. © ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito. TRATAMIENTO El desarrollo de un tratamiento definitivo de este síndrome necesita la identificación de las causas de los síntomas. No se recomiendan tratamientos farmacológicos específicos. El tratamiento cognitivo conductual y la terapia con ejercicio gradual son las únicas medidas que han tenido éxito. La terapia cognitiva conductual debe centrarse en cambiar la mentalidad y la conducta relacionadas con la enfermedad mediante la explicación, en aprender a enfrentarse a los síntomas relacionados con la fatiga y a cambiar la mentalidad al respecto, en desarrollar habilidades de afrontamiento, en el apoyo emocional de los pacientes y sus familias, en el alivio de los síntomas que de verdad interfieren con la función y en minimizar las pruebas diagnósticas o tratamientos innecesarios y que sólo causan confusión. Debe prestarse una especial atención a identificar y a tratar específicamente los trastornos y las alteraciones del sueño. Las intervenciones psiquiátricas y psicológicas son una parte esencial del tratamiento cuando existe una enfermedad psiquiátrica concurrente. La terapia de ejercicio gradual se basa en un modelo de desacondicionamiento. Los pacientes con limitaciones de la actividad deben iniciar un programa de removilización gradual, que dependerá de su propia tolerancia y, cuando sea preciso, se puede asociar a fisioterapia que permita recuperar un régimen de actividad física moderada. El elemento clave es parar la actividad física antes de empezar a sentirse cansado o de que aparezcan síntomas. El reposo en cama y la falta de ejercicio físico sólo contribuyen a perpetuar la inmovilidad y a que el paciente pierda la forma física; sin embargo, la removilización rápida suele exacerbar los síntomas, por lo que se debe evitar. El retorno al colegio debe ser gradual, pero sistemático, hasta recuperar una socialización y escolarización normales. Como alternativa temporal, se puede recurrir a un tutor a domicilio. Los pacientes y sus familias deben comprender que no existen pruebas de que la actividad cause daño permanente al paciente con SFC. La empatía y el apoyo continuos por parte del médico responsable son esenciales para poder mantener una relación que permita identificar y resolver las enfermedades físicas o psicológicas. Se debe reevaluar al paciente de forma periódica para poder detectar de forma precoz otras causas de fatiga crónica, sobre todo si aparecen nuevos síntomas durante este período. No se dispone de datos que indiquen una mejoría de los síntomas o una curación del SFC con suplementos de vitaminas o dietéticos. PRONÓSTICO La evolución clínica de este cuadro es muy variable y presenta una duración media de 3-9 años. Se debe informar al paciente de que los síntomas pueden aparecer y desaparecer. La preocupación de volver al estado de actividad previo a la enfermedad puede en realidad prolongar la enfermedad y no debería ser una meta a corto plazo. Alrededor del 75% de los pacientes cuya enfermedad comenzó como una infección se recupera bastante al cabo de 2 años del inicio, aunque pueden producirse exacerbaciones y recaídas. Alrededor del 60% de los adultos con este síndrome refieren una mejoría gradual, pero llamativa, de los síntomas al cabo de 2-3 años sin tratamiento específico, aunque otros pacientes no mejoran o incluso empeoran. Los estudios longitudinales han mostrado una mejoría en los pacientes cuya enfermedad ha durado más de 10 años, pero la evolución clínica final resulta impredecible y la resolución completa no es lo habitual. El pronóstico es menos favorable cuando el paciente somatiza el estrés y niega la posible influencia en su enfermedad de los factores psicosociales. Los niños y adolescentes con enfermedades causantes de fatiga crónica parecen tener un mejor pronóstico, ya que la evolución suele ser ondulante y se puede producir una mejora sintomática notable o incluso la recuperación completa a los 1-4 años del diagnóstico, con un buen resultado funcional en el 80% de los casos. Los factores de mal pronóstico comprenden el absentismo escolar prolongado, el menor nivel socioeconómico, los problemas crónicos de salud en la madre y los trastornos psiquiátricos concurrentes individuales o familiares no tratados. En cuanto a los factores favorables, hay que citar el control por parte del paciente de su programa de rehabilitación individual, con un apoyo continuo por parte de los profesionales sanitarios y de los familiares. No hay un mayor riesgo de cáncer, enfermedad autoinmunitaria, esclerosis múltiple, infecciones oportunistas u otras complicaciones. Sin embargo, si no se detecta la presencia de depresión, ésta puede conducir a lesiones autoinfligidas o suicidio. BIBLIOGRAFÍA Cameron B, Bharadwaj M, Burrows J, et al: Prolonged illness after infectious mononucleosis is associated with altered immunity but not with increased viral load, J Infect Dis 193:664-671, 2006. Capuron L, Welberg L, Heim C, et al: Cognitive dysfunction relates to subjective report of mental fatigue in patients with chronic fatigue syndrome, Neuropsychopharmacology 31:1777-1784, 2006. Chalder T, Deary V, Husain K, et al: Family-focused cognitive behavior therapy versus psycho-education for chronic fatigue syndrome in 11- to 18-year-olds: a randomized controlled treatment trial, Psychol Med 6:1-11 (Epub ahead of print), 2009 Nov. Chambers D, Bagnall AM, Hempel S, et al: Interventions in the treatment, management and rehabilitation of patients with chronic fatigue syndrome/myalgic encephalomyelitis: an updated systematic review, J R Soc Med 99:506-520, 2006. 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