¿Qué es el Karma? Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C. Uno de los tópicos de la filosofía oriental mística o metafísica que parece confundir la mentalidad occidental quizá más que cualquier otro, es el del Karma. La palabra misma parece tan vaga y misteriosa que crea la impresión en la mente del lector eventual de que el Karma es algo indefinido, causante de todos nuestros sufrimientos, enfermedades, infelicidad, contratiempos y abatimiento. La forma libre y profusa en que han presentado, interpretado y explicado, tanto la palabra como la ley que la origina, los que se hacen llamar profesores de teorías místicas y metafísicas, y la manera voluble en que miles de estudiantes y lectores mal informados la usan para explicar todos los sucesos personales de la vida, ha dado lugar a una mayor incomprensión de los verdaderos principios representados en dicha palabra, más que respecto a ningún otro principio asociado al muy vasto campo de la filosofía mística y oculta. Dicho brevemente, Karma es una palabra oriental, elegida con poca fortuna y popularmente adoptada para representar la conocida "Ley de Compensación". Esta ley establece balance tanto en lo espiritual como en lo mundano respecto a los pensamientos y acciones de los seres humanos. Su proceso es comparable al de la naturaleza, la cual nos remunera al cosechar lo que sembramos. La ley se ha demostrado eficientemente en las vidas de millones de seres humanos, siendo un principio muy preciso comprobado por muchas experiencias que ayudan a la comprensión de cada sincero estudiante de misticismo y metafísica. Muestra que podemos traer a nuestro futuro, tanto inmediato como lejano (y de hecho lo hacemos) las condiciones y circunstancias que van formado nuestro lote en la vida. Observando cómo opera esta ley nos afirmamos más en nuestra creencia de que es una ley inmutable que actuará en un porvenir distante al igual que lo hace en el presente ciclo; que podemos crear, y ya lo hacemos, para nuestro futuro, muchas de las circunstancias y condiciones con las cuales tendremos que contender. Hay amplias pruebas de verdad en la aseveración de que todo lo que ocurre en la vida se debe a alguna causa, y que cada causa tiene un efecto bien definido. En el mundo social y en el mundo espiritual se ha comprobado que no podemos hacer algo bondadoso o injuriar a alguien, ya sea a un animal, sin que algún día, en alguna forma, nos llegue la justa y adecuada compensación por nuestros hechos o recibamos la justa y adecuada recompensa. Al observar, estudiar y analizar cuidadosamente los acontecimientos en el curso de nuestra vida muchísimos de nosotros hemos aprendido, sin lugar a duda, que podemos crear y a diario creamos acontecimientos y condiciones en el futuro cercano o distante, por los pensamientos que albergamos o que expresamos, por los motivos que impulsan nuestros actos y por nuestros actos mismos. Hemos aprendido también que no hay manera de evitar la Ley del Karma o de Compensación, excepto haciendo el debido ajuste y compensación antes que dicha ley nos obligue y exija que lo hagamos. Hemos aprendido, además, que no hay acto ni pensamiento despiadado o injusto, ni justo o misericordioso, que escape a los archivos Kármicos y quede sin compensación, sin el perfecto ajuste o balance. Es posible que transcurran meses, quizás años, antes de que lleguemos a percibir los resultados de nuestros actos a efectuarle la compensación por ellos, pero la ley es positiva y segura en su operación. El hombre y las leyes hechas a su arbitrio para regir la conducta cívica de los individuos, al igual que su conducta moral, social y ética, verá la forma de castigarlos o compensarlos por sus actos, pero tal compensación no será nunca tan justa, equitativa y misericordiosa, ni tan segura y eficaz, como la inevitable acción de la Ley del Karma. Hemos dicho que la citada ley es inmutable, y con ello queremos decir que es un principio o ley divina, creada por Dios, y de ningún modo contraria a Sus principios divinos de misericordia, justicia, perdón y amor. El sufrimiento de los buenos La Ley de Compensación o de Karma no es algo a ciegas, frío y mecánico, que exige ojo por ojo y diente por diente, según las leyes más o menos arbitrarias del hombre, las cuales no son del todo justas ni misericordiosas y, sobre todo, no son constructivas o beneficiosas al individuo ni a la sociedad, mientras que la Ley del Karma es natural y perenne en su proceso, y constructiva y benéfica a todos por igual. Si la Ley de Compensación es justa, misericordiosa y constructiva, como sabemos, ya que es universalmente activa y, por tanto, de origen divino, debe hacer retribución por los actos buenos y asimismo exigir ajuste por los actos malos. La equidad y justicia de la operación de la ley, en ambos casos, interesa a nuestro sentido común que repele como absurda la idea de que la Ley de Compensación es sólo una forma de castigo por los hechos malos. He dicho que la palabra Karma ha sido escogida con poco acierto. Para muchos estudiantes de filosofía oriental la palabra Karma sólo significa sufrimiento o las tribulaciones de la vida. Por consiguiente, no es un buen término para describir la Ley de Compensación. Si nuestras buenas acciones únicamente fueran recompensadas con la satisfacción personal que experimentamos al obrar bien no nos sentiríamos inclinados a vivir honradamente, a practicar el bien, y a contribuir generosamente al progreso constructivo de la civilización. De la misma manera, si el hombre fuera solamente castigado por el mal que hace, ello no bastaría a disuadirlo de obrar en tal forma, ni a inclinarlo al bien en vez de al mal. Muchas de las leyes arbitrarias del hombre con respecto a la conducta social, moral, ética y cívica, proveen formas de castigo para las malas acciones, pero una ojeada rápida a la historia de la civilización desde sus comienzos hasta hoy día, nos demuestra en forma convincente que la amenaza de castigo no ha disminuido la criminalidad, ni tampoco ha sido suficiente para reducir el monto o suma de males causados por individuos depravados. Si extractáramos de nuestro plan de vida los naturales y buenos deseos que hay de recompensar lo bueno, de reconocerlo y alentar o estimular a los que se esfuerzan en comportarse rectamente, muy pronto nos encontraríamos con más mal que bien en el mundo, a pesar de leyes Cósmicas o humanas de castigo por la maldad cometida. La sola operación de la Ley de Compensación sería de por sí razón suficiente para que todo individuo tratara de hacer bien, de sentirse inclinado a lo bueno antes que a lo malo. Todos nuestros actos, pensamientos, intenciones y buenos motivos traen su amplia recompensa tan cierta e inevitablemente como traerán alguna forma de castigo, sufrimiento o ajuste a nuestros actos, motivos y propósitos malos, lo cual nos afirma en la impresión de que no podemos ser injustos, desleales o ingratos ni con Dios ni con los hombres sin que la lección nos sea dada en la forma, grado, tiempo y condiciones en que la reparación sea más constructiva y se grabe más en nosotros. Causas y Efectos Indirectos La idea, no obstante, de que todo sufrimiento, enfermedad, dolor, pena y desengaño, y aun la llamada mala suerte, es resultado Kármico por algún acto injusto o malo de nuestra parte, es absurda. De igual manera, no todos los bienes recibidos del Cósmico o de la sociedad humana, o sea de Dios y de los hombres, ni todos los goces, felicidad o buena fortuna de que podamos disfrutar son resultados Kármicos por buenas acciones y pensamientos constructivos. Hay muchas causas por las cuales padecemos enfermedades y sufrimos tribulaciones que no tienen ninguna relación con algo malo, con acto o pensamiento erróneo que consciente o inconscientemente hayamos expresado en ésta o en alguna pasada existencia. Aunque es indudable que nuestra suerte actual es en gran parte resultado de lo que hemos hecho o dejado de hacer en varias ocasiones, también es cierto que la vida está llena de inesperadas bendiciones aparentemente inmerecidas, de ricas recompensas y magníficas oportunidades. Cada día nos trae sus tribulaciones y varias formas de pena y sufrimiento, en grande o en pequeña escala, por causas que ni remotamente están asociadas con lo de ayer, lo del año pasado o lo de cualquier época de nuestra vida anterior, ni tampoco con ninguno de nuestros actos o pensamientos previos. Ciertamente sería injusto que la Ley de Compensación o del Karma eligiera a un individuo para llevar a cabo algún decreto divino, mutilando a una criatura (pongamos por caso) que no pudo haber cometido ningún crimen en esta encarnación para merecer tal suerte y después castigara al que fue instrumento elegido por el Cósmico para ejecutar esa misión. En otras palabras, ¿podría creerse que la Ley del Karma es justa si selecciona y da poder a un hombre para cometer un crimen horrendo contra la vida y la sociedad y luego lo castiga por haber cumplido ese decreto divino? Si, por otro lado, el argumento que algunos puedan presentar es el de algunos estudiantes irreflexivos de que aquel hombre actuó como un instrumento en el caso de la criatura, por designios de la ley Kármica, y que debería dejársele en libertad, o sin castigo divino o humano, entonces habríamos de admitir que hay crímenes que pueden y deben cometerse ya sean contra Dios o sus criaturas, contra las leyes universales, la vida y la sociedad. Dios y Sus leyes Cósmicas, que operan de acuerdo con un Plan Divino, tienen el derecho, el privilegio y la prerrogativa de conceder al hombre ciertas bendiciones, recompensas e inesperadas ventajas y oportunidades que le capacitarán para mantener o continuar su misión en la vida, o bien ayudar a otros. De igual manera, aun en mayor escala, puede la misión de alguno consistir en que lleve a cabo un plan humanitario Cósmicamente inspirado, atraer ciertos beneficios a la sociedad en general, o añadir uno o más pasos al progreso de la civilización. Dichas ventajas o bendiciones pueden llegar en esta forma a personas que ni directa ni indirectamente las hayan merecido en el pasado por algún acto o pensamiento que pudiera, lógica y razonablemente, interpretarse como causa natural de tales beneficios. Es indiscutible que hay una causa en los resultados puestos de manifesto, pero esa causa no es necesariamente de naturaleza Kármica. Lo que el individuo haga con tales bendiciones y oportunidades sí puede llegar a ser causa de alguna acción Kármica en el futuro, pero no son siempre el resultado de la ley. Esto mismo sucede con respecto a los acontecimientos desafortunados de nuestra vida. Indudablemente que Dios a menudo nos concede muchos beneficios y premios, y también nos visita con diversas formas de tribulaciones para ponernos a prueba o darnos oportunidad de que nosotros mismos lo hagamos, y aun para que podamos contribuir al plan general de las cosas sirviendo como canal o instrumento. Mucho bien ha llegado a la vida de los humanos por medio del sufrimiento, de distintas pruebas y enfermedades sin que en ellos entre la acción de la Ley del Karma. Es por medio de nuestras propias experiencias, buenas o malas, felices o infelices, que crecemos espiritualmente, lo mismo que en cada elemento de los que constituyen nuestro carácter y forman nuestra personalidad. Si todas las experiencias que tenemos fueran resultado directo de nuestros actos previos, esto equivaldría a colocar la vida en una base enteramente mecánica, sin dejar a la intervención de Dios y a la espontánea expresión de Sus derechos y privilegios ningún lugar. Reduciría el plan universal a un sistema de acción y reacción poco inteligente, sin una perspectiva progresista o anticipadas consideraciones, sin un factor evolutivo y sin los elementos divinos de misericordia y amor. Tal vez la Orden Rosacruz (AMORC) es la única organización mística que opera en el Oriente y en el Occidente que tiene esta clara comprensión de la Ley del Karma o Ley de Compensación; pero esto no quiere decir que cada Rosacruz no haga todo lo posible por entender a fondo e interpretar esa ley, difundiendo su comprensión de ella entre aquellos que carecen de ese conocimiento o no tienen el significado correcto. Y como respuesta a esta inevitable pregunta: ¿cómo se puede saber o determinar si una condición, buena o mala, que nos llega, es resultado del Karma o es decreto Divino?, añadiremos que la causa de cualquier acontecimiento misterioso o inexplicable de nuestra vida no es tan importante como el que sepamos valorizar la lección que debemos aprender de tal hecho. Si en alguna ocasión recibimos una bendición palpable en cualquier forma, demos gracias a Dios y al Cósmico por ella y comprendamos que sea cual fuere la razón por la que la hemos recibido, es deber nuestro hacer uso de ella amorosa y constructivamente, sin egoísmos. Si experimentamos algún contratiempo, enfermedad o pena, no nos afanemos demasiado en hallar la probable causa de esa experiencia, sino tratemos de aprender la lección que nos trae, haciendo todo lo posible por sobreponernos a tal situación y dominarla, para así fortificar nuestro carácter y añadir un nuevo conocimiento a los ya adquiridos. Deberíamos vivir día por día de manera que no tuviera que repetir la acción Kármica una experiencia similar, preparándonos a hacer frente en el futuro a una contingencia semejante. De este modo nos armonizaremos con la Ley Cósmica Universal al hacer que todas nuestras experiencias, buenas o malas, todas las situaciones, circunstancias e incidentes de la vida , se transformen en bendiciones para nuestro provecho y el de la humanidad en general.